profetas 12
TEMA 12:
LA PALABRA Y LA MISERICORDIA NO TIENEN FRONTERAS
Texto: Jonás 1-4 (para el encuentro comunitario: Jon 4,1-11)
CLAVE BIBLICA
El libro de Jonás es una verdadera joya en cuanto a literatura y teología se refiere; consta de apenas cuatro capítulos, escritos con estilo cautivador y con sabor casi ingenuo (pocos relatos bíblicos tan populares como éste); y sin embargo se encuentra saturado de dificultades interpretativas de toda índole -como se verá a continuación-, que es preciso conocer. Libro, pues, aparentemente sencillo, pero complejo en su profunda riqueza bíblica.
1. NIVEL HISTÓRICO.
1.1. La época de composición del libro.
El uso de la lengua empleada delata un tiempo preciso de redacción: la época de Esdras y Nehemías. Algunos elementos gramaticales así parecen confirmarlo. Empleo de la forma breve del pronombre personal -ani en lugar de anokhi-; del relativo she en lugar de asher (cf. 1,7.12; 4,10). El libro se encuentra, además, repleto de arameismos, mucho más numerosos que en los restantes profetas. Este argumento resulta de gran importancia, porque el estilo de un escrito revela su identidad y su tiempo; pero es una prueba, llena de tecnicismos, que aquí sólo enunciamos, sin poderla desarrollar con amplitud (cf. aspectos verbales 1,6; 2,1; 4,6.7.8.11). La existencia tan abundante de estos precisos aspectos lexicográficos está señalando una fecha de composición. Como término "a quo" hay que situar el año 586 a.C. Por otra parte, el libro debe ser anterior al período griego, pues no aparece en él ninguna influencia griega.
En esta época de los grandes reformadores (Esdras, Nehemías), tras la vuelta del exilio, la comunidad judía tendía a volcarse sobre ella misma, defendía su particularismo, refugiándose en los privilegios de su elección; se evitaba el contacto con los extranjeros y se les despreciaba (cf. con más detalle el apartado 3.2). El libro de Rut, que refleja la misma problemática (una mujer de Moab, país pagano y maldito, se convierte gracias a su fe en ascendiente del rey David) ha debido ser redactado un poco antes. Ambos quieren ser una reacción contra el nacionalismo exacerbado. Así pues, la composición se sitúa en la franja de tiempo que va desde el s. V hasta antes del s. II a.C.; pues por esta época ya fue introducido en el canon hebreo y formaba parte de los Doce profetas menores. Aparece en quinto lugar, tras Oseas, Joel, Amós y Abdías.
1.2. Jonás no es un personaje histórico.
El libro insinúa una solución y ofrece un nombre propio. El autor sería el profeta homónimo: "Jonás, hijo de Amittay (2 Re 14,25), quien actuó en tiempos del rey Jeroboam, durante el s. VIII. La mayoría de los comentadores antiguos sostenía que se trataba del mismo hombre. No obstante, una serie de razones muestra que tal atribución resulta imposible.
A diferencia de otros profetas, Jonás no aparece nunca como el autor del libro; se habla de él, sí, pero de manera lejana, en tercera persona. Resulta inverosímil que haya podido hacer de su actividad una crítica tan irónica: alguien que se imagina poder escapar de la tarea de profetizar y que se atreve a reprochar a Dios su misma conducta.
Nínive ya no es para el autor más que un recuerdo lejano ("Nínive era una ciudad grandísima" 3,3), y las pinceladas que aporta el libro están en contradicción flagrante con los datos de la arqueología. Nínive asume dimensiones colosales, pues fueron necesarios "tres días de marcha" para recorrerla (3,3). Estas anotaciones sólo pueden ser una descripción hiperbólica, hecha famosa por leyendas populares. La cifra de ciento veinte mil niños, "que no distinguen su izquierda de su derecha" (cf. 4,11), implica una población de al menos un millón de habitantes, lo que induce a pensar que tal aglomeración apenas se pudo dar en la antigüedad. Se habla del "rey de Nínive" (3,6), cuando todos los otros libros bíblicos y las inscripciones cuneiformes hablan siempre del "rey de Asur". Además, Nínive nunca se convirtió. Este hecho habría tenido un fuerte eco en la historia bíblica y de las religiones, y habría sido registrado y magnificado de alguna manera. La ciudad siguió rebelde hasta su destrucción, acaecida en el 612 a.C.
Imposible resulta, pues, mantener la historicidad del personaje, debido a la informe serie de incongruencias aparecidas. Hay que decir que el autor es anónimo y utiliza la pseudonimia (servirse del nombre de otro profeta) para que su escrito tenga aceptación.
2. NIVEL LITERARIO.
2.1. El libro es una parábola
El carácter tan extraordinario de los avatares inverosímiles que vive Jonás ha hecho posible que ya desde la antigüedad, muchos comentadores adoptasen una interpretación alegórica, desde S.Gregorio Nacianceno y Teofilacto hasta la actualidad. La alegoría (que en sentido etimológico significa: "decir otra cosa: alla-agoreuein") pretende encontrar una perfecta correspondencia de cada uno de los elementos de la imagen narrada con la realidad. Así, Jonás (que en hebreo significa Paloma) es una representación de Israel, el pueblo de Dios, investido con una misión profética. La paloma en algunos textos se identifica con el pueblo de Dios (Os 7,11; 11,11; Cant 2,14; 4,1) y Jonás sería el mítico "Colón" (colomba = paloma) que atraviesa los mares llevando la salvación a otras tierras. Nínive representa el mundo pagano, ignorante y pecador, pero objeto de la predilección divina. Incluso, el mismo personaje asume diversas caracterizaciones. Jonás, rebelde a su misión, significa Israel que rehúsa su papel misionero entre las naciones paganas. Por esta razón, es engullido por el cetáceo -imagen del exilio babilónico-; tal como se indica en el profeta ("Me comió, me devoró el rey de Babilonia...llenó su vientre con mis buenos trozos, me expulsó" Jr 51,34). El representante y lo representado también pueden intercambiar de papel. El pueblo es librado del destierro como Jonás (Cf. Jr 51,44). Incluso tras el exilio, Israel es investido de la misma misión; por segunda vez se le encarga ir a Nínive. Jonás irritado es el pueblo que se obstina en su resistencia a la voluntad de Dios de ofrecer el perdón a los paganos...
Hay que concluir diciendo que algún elemento narrativo aislado sí puede prestarse a una interpretación alegórica; pero si se acepta esta interpretación para todo el libro, éste pierde vitalidad y frescura; se hace de él un esquema acomodaticio, resuelto en claves ideológicas. Máxime cuando se le quiere encontrar un sentido oculto a otros elementos (los marineros, el ricino, los animales...). Con frecuencia se cae en la más subjetiva arbitrariedad, y en un juego de filigranas, demasiado forzado, hasta llegar a transformar el libro en un puro esperpento.
Así, pues, nos decantamos con la mayoría de los autores actuales por considerar este libro como una parábola: la imagen narrada, ella misma y de manera íntegra, corresponde a la realidad teológica. La enseñanza (tal como se verá con detención en la parte teológica) se deduce del conjunto del relato, y no de cada uno de los detalles, interpretados de manera inconexa y metafórica.
La grandeza de la Revelación divina no tiene por qué encerrarse en relatos históricos, también se manifiesta por fragmentos poéticos o de ficción. El libro de Jonás es una parábola o narración sapiencial: en él sigue verdaderamente hablando hoy la Palabra de Dios.
2.2. Estructura literaria.
2.2.1. Obra unitaria.
Actualmente los comentadores más autorizados se decantan por la coherencia fundamental del conjunto de la obra, confeccionada con una impronta unitaria. Esto no exime de algunas dificultades inherentes al texto.
La más importante es el salmo que aparece en el libro (2,3-10):
* Parece que no cuadra la situación descrita con la coyuntura real de Jonás. El autor del salmo dice: "Sacaste mi vida de la fosa" (2,7), que es no es ni por asomo el caso de Jonás, un náufrago perdido y tragado por la ballena. Tampoco encaja el estado de Jonás, que en el salmo resulta ser la de un hombre agradecido y obediente, con su cerrazón y la rebeldía posteriores.
* El estilo literario es distinto. No existen las palabras tan características del autor: el verbo "bajar", el sustantivo "mal", el adjetivo "grande". Incluso el pez ha cambiado gramaticalmente de género. No aparece ningún arameismo, en contraste con su abundancia en el resto del libro. Aquí se encuentran ecos inconfundibles de algunos salmos de acción de gracias (entre los más importantes, según el orden de citación del texto de Jonás,: 120,1; 130,1; 42,8; 32,6; 69,3.2; 30,4; 16,10; 22,26; 3,9). Se refleja, por tanto, un lenguaje cultual -propio del templo-, que solía entonar salmos de acción de gracias por la liberación de algún peligro.
Se trata obviamente de una inserción posterior, pero que ha sido incorporada por un comentarista, mostrando también por medio de la ironía (un animal destructor se convierte en vehículo de la providencia), que Dios sigue conduciendo el rumbo de los hombres (y de los profetas), muy a pesar de éstos.
Diversos relatos:
* Por dos veces se repite la misma orden de Dios a Jonás: "Levántate y vete a Nínive" (1,2; 3,2). Esta iteración mostraría, según algunos, la existencia de dos fragmentos independientes. Uno se refería a la peripecia de Jonás en el mar, otro a su predicación en tierra firme, en Nínive. Distintos autores proponen, no ya dos, sino la presencia de tres relatos distintos (el profeta indócil, la conversión de Nínive, el judío particularista frente a Dios). Llegados a este punto, hay que constatar una gran libertad de opiniones por parte de los autores: cada uno segmenta el libro según criterios demasiado subjetivos.
La diversa nomenclatura divina:
* En los tres primeros capítulos, el uso sagrado del tetragrama divino, Yahveh, aparece en boca de hebreos, o al menos, de paganos que están a punto de convertirse (cf. 1,14). Sin embargo, en el cap. cuatro se encuentran, sin razón justificativa aparente, estas diversas apelaciones: Yahveh (2.3.4.10); Yahveh-Elohim (v.6), Elohim (vv.7,8.9). Algunos autores han pensado en dividir, conforme a este distinto empleo de la palabra "Dios", la pequeña obra en estratos de corte yahvista y elohista, tal como se ha hecho, por ejemplo, con el Génesis. Más congruente resulta explicar esta diversidad debido a la atenta corrección de un copista, que evita repetir las mismas palabras. También ellos -podemos conjeturar con prudencia- conocían como nosotros el uso enriquecedor de los sinónimos.
Estas aparentes contradicciones no invalidan la unitariedad fundamental del relato, tal como una atenta lectura constata sobradamente; pero hay que añadir que no se trata de una obra plana, sin relieve; cada una de las partes integrantes se va complementando dinámicamente e incrementando su interés e intriga, hasta configurar este libro, lleno de encanto, vivo como toda obra literaria, escrito para el disfrute del lector y la enseñanza profunda del creyente.
2.2.2. El juego de personajes.
La maestría del autor se muestra palmariamente en la descripción de personajes secundarios.
* Los marineros:
Aparecen descritos con una serie de rasgos muy positivos, entre los que cabe destacar algunos peculiares (leer el breve fragmento: 1,5-16). Son unos hombres extremadamente religiosos. Al estallar la tormenta, cada uno -pues se trata de un gran barco que cruza el Mediterráneo, con una tripulación de diversa extracción racial-, invoca a su dios. Solidarios entre ellos: trabajan para aligerar el barco de lastre; mientras que, en hiriente contraste, Jonás se desentiende y se duerme profundamente. Buscadores de la verdad. El mismo jefe de la tripulación despierta al profeta para que también él acuda al Señor, con el deseo de que Dios se preocupe a fin de que nadie perezca; busca el destino echando a suerte a ver por culpa de quien sobreviene la desgracia. Respetuosos con la vida. A pesar de que Jonás les pide que le arrojen al mar, éstos no quieren que muera, al contrario se ponen a remar con más brío. Se convierten a Dios, a quien invocan, al final de su peripecia, con el sagrado nombre de Yahveh, y le piden que no les tenga en cuenta la muerte de Jonás. El relato termina diciendo que son temerosos de Yahveh, modelos de piadosos israelitas, pues le ofrecen un culto por medio de sacrificios y votos.
* Los Ninivitas:
Nínive, "la gran ciudad", históricamente hostil al pueblo judío, se convierte. Nínive llega a ser ejemplo entusiasmante de conversión, que alcanza, de manera creciente, a todos sus habitantes. El autor lo subraya expresamente con la mención de tres enumeraciones polares: se convierten desde "el mayor hasta el menor" (3,5), y deben ayunar "hombres y bestias", "ganado mayor y ganado menor" (3,7). Todos, pues, hacen penitencia y se arrepienten de su mala conducta. Aquí se habla de Dios, no del Dios de Israel, Yahveh. Se trata de una conversión ética, que significa el abandono de todos los vicios e injusticias sociales. Tan sincera conversión logra que el corazón de Dios se apiade. El juego dialéctico de los personajes está deliberadamente pretendido. Nínive, ciudad grande, a quien se le predecía una gran destrucción, se convierte y es salvada; pero Jerusalén, ciudad asimismo grande, ha sido asolada, hecha un desierto, porque no se ha convertido a la voz de los profetas (cf. Jr 22,7-9). El rey y sus grandes se convierten (Jon 4,7), mientras que Joaquín y sus ministros persisten en la impenitencia, por eso serán llevados cautivos hombre y animales (cf. Jr 36, 27-31). El contraste no puede ser más brutal entre el pueblo elegido y el pueblo de los paganos, aún más entre este pueblo perdido que se convierte y el mismo Jonás, que no acaba de convertirse al designio de Dios.
* Los animales:
Hasta los animales -que parecen caer bien al autor- hacen penitencia (4,7.11). Es un detalle que muestra, al modo de una pirueta de su estilo ingenuo, la totalidad de la conversión, de la que nadie se excluye. Los animales en este libro (como el cuervo de Elías, o la burra de Balaán), son instrumentos en las manos de Dios, y sirven a la causa de los profetas. El gran cetáceo (contra todo pronóstico) no acaba con Jonás, sino que se transforma en refugio protector y eficaz vehículo de la providencia divina.
3. NIVEL TEOLOGICO.
¿Por qué este breve libro, tan rico en sugerencias, ha servido sólo de entretenimiento e incluso de arma arrojadiza contra el pueblo de Dios? ¡Cuánto tiempo perdido en tratar de descifrar la especie del cetáceo (una ballena, un cachalote... o incluso un barco, que se llamaba "El gran pez")! ¡Cuántas discusiones banales, algunas recordadas no sin cierto humor por S. Agustín, sobre la identificación de aquel misterioso ricino (cucurbitas o hidria) ...! Otras veces, lamentablemente las peores, los enemigos, atrincherados en posiciones de una interpretación fundamentalista, blandían este libro, según ellos "lleno de incongruencias y contradicciones materialistas" (¿Cómo es posible que una ballena se tragara a un hombre, y que éste tras tres días y tres noches permaneciera todavía vivo...?), para ridiculizar con sorna la coherencia de la fe. Y, en cambio, una interpretación correcta, que tiene en cuenta el género literario y su nivel teológico, muestra a qué misteriosas alturas de misericordia y de universalidad se ha podido elevar el AT, gracias a la humildad de este pequeño libro.
3.1. La misericordia universal de Dios.
La célebre formulación: "Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor", era conocida ya en la Biblia. Y el mismo Jonás recuerda que él ya la sabía (4,2). En efecto, esta formulación, uno de los ápices de la revelación veterotestamentaria, era muy renombrada. Se aplicaba originalmente y de manera privilegiada a las relaciones de Dios con Israel (Ez 34,16; Sal 103,8; Ne 9,17; Jl 2,13); pero ahora -y esto resulta sorprendente y novedoso- se encuentra despojada de todo color localista y se universaliza. Y lo más llamativo todavía es que se dirige a un pueblo pagano, que es, según tantas páginas del AT, merecedor de exterminio. Así quedó grabado indeleblemente en la mentalidad bíblica. Es preciso leer algunos textos bíblicos para comprobar las requisitorias contra Nínive; se había convertido en una pesadilla para el pueblo de Dios (cf. Is 10,5-15, So 2,13-15 y especialmente las tremendas invectivas del profeta Nahúm 2,2-3,17). En consonancia con estas citas, Nínive representa el paradigma de todo estado idolátrico y perseguidor. El mensaje teológico del libro no es sólo la apertura universalista de la salvación, sino la apertura a un pueblo pecador y violento para con la nación judía.
Dios ama a este pueblo (no como opresor; decir esto resultaría una justificación de la violencia), sino que lo ama con una misericordia sin límites (nada ni nadie pueden quedar fuera del amor universal de Dios); y este amor hace que el pueblo opresor pueda salir de su maldad y de su pecado. Esta es la novedad absoluta y el escándalo del libro, no fácilmente superables ni entonces ni ahora. Dios ama también a los pecadores, incluso a las personas que de forma sistemática han actuado mal contra el pueblo de Dios. Por eso el libro de Jonás añade con toda intención un título divino más a la conocida formulación clásica: "Que se arrepiente de todo mal" (4,2). Se trata de la teología del perdón de Dios, que hace posible el arrepentimiento y la conversión de los Ninivitas. Conforme al mandato del profeta (3,2-4) y del rey (3,7), de que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia que haya en sus manos (3,8), todos efectivamente se convirtieron de su mal comportamiento (3,10). Y también Dios, acorde con esta palabra que había sido añadida, "se arrepiente del mal que había determinado hacerles, y no lo hace" (3,9). Es la misericordia universal del amor de Dios, que espera una respuesta -esta esperanza divina actúa de acicate para que el hombre deje su pecado- de conversión. Y, así, ambos arrepentimientos se entrecruzan y se necesitan. Pero el amor de Dios, todo misericordia universal, va primero, haciendo posible que el pueblo opresor, el hombre pecador, salga de la muerte, que se convierta y viva.
3.2. Denuncia del particularismo y de la xenofobia.
Hay que entender el mensaje del libro de Jonás, en el ámbito que le vio nacer, marcado por un exclusivismo nacional a ultranza y una intolerancia contra todo extranjero. En el año 538 a.C. Ciro autoriza a los judíos desterrados a volver a su patria. Comienza la lenta restauración del pueblo, el judaísmo se consolida en sus cimientos más fundamentales: la veneración por la Ley, la reconstrucción del Templo, la conciencia de ser el único pueblo elegido. Esta comunidad naciente, que retorna a su tierra, se radicaliza en su nacionalismo. A fin de proteger la pureza de la fe de toda contaminación extraña, se insiste en la intransigencia y el rigorismo. Desde los tiempos de Esdras (restaurador de la ley) y de Nehemías (restaurador del templo), el judaísmo se afirma frente a los otros pueblos, y lo hace insistiendo en sus privilegios nacionales, mostrando odio al extranjero.
Los dos últimos capítulos del libro de Esdras (9-10), presentan el repudio de los matrimonios mixtos. Se intenta justificar el abandono de las propias esposas e hijos con pretendidas razones teológicas. Se asiste, pues, a una religiosidad excesivamente protectora, casi asfixiante, que confina al pueblo, a la postre, dentro del más reductivo aislacionismo. El pueblo judío cierra sus fronteras con el exterior, y se repliega sobre su propio orgullo nacional.
El libro de Nehemías prosigue y rebasa, aún más, estos límites. Intenta apoyar, en los preceptos de la Ley, la expulsión de los extranjeros (13,1-3). El pueblo defiende a ultranza su culto -está obsesionado con la pureza de su religión-. Todos los extranjeros son expulsados, no sólo de las lindes sagradas del templo o urbanas de Jerusalén, sino que son arrojados más allá de las fronteras nacionales. Los israelitas se separan de los extranjeros, de los ammonitas, moabitas, de todos cuantos no son judíos. Este exclusivismo intolerante se produce no sólo como respuesta al desprecio con que fueron acogidos en otros tiempos remotos los israelitas, sino sobre todo a un peligro amenazante: la sospecha de que la introducción de elementos foráneos atentase contra la integridad de la fe y la unidad del pueblo. Pero este miedo cautelar a la posible amenaza fue degenerando en un odio al extranjero, que cada vez alejaba a la comunidad de Israel de sus más nobles orígenes y de la conducta recalcada por el mismo Dios. En estos tiempos que narramos (Esdras-Nehemías), colaborar con el extranjero era sinónimo de idolatría. Alguien que conocía sobradamente los hechos captó este espíritu beligerante. El historiador Tácito (Historia, V,5) acusó al pueblo judío de adversus omnes alios hostiles odium, a saber, de mostrar un odio hostil hacia todos los demás que no eran judíos. Tal intolerancia se radicalizó. Contra esta tendencia xenófoba reaccionó con fuerza el libro de Jonás.
En la persona de Jonás, que se irrita porque se ha secado una planta de ricino, que no había plantado ni hecho crecer con su esfuerzo (4,5-11), y reprocha, lleno de disgusto, a Dios su conducta de perdón y misericordia, olvidando la larga historia de la bondad divina (2,3-10; 4,2), se pretende denunciar la postura, completamente injustificada, de aquellos recalcitrantes judíos -y tantos otros- que, de manera sistemática, se rebelan contra la misericordia de Dios en favor de todos los pueblos extranjeros, que viven en la ignorancia y el pecado. Los últimos versos del libro, a modo de moraleja sapiencial, presentan la esencia de su mensaje de apertura universal: " Y Yahveh dijo: 'Tú tienes lástima de un ricino...¿y no voy a tener yo lástima de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y de una gran cantidad de animales?" (4,10-11).
3.3. También el profeta necesita convertirse.
A lo largo del libro se asiste a un proceso ininterrumpido de conversión del profeta. Para ilustrar este comportamiento y conocer el verdadero rostro del profeta, bueno es ir siguiendo muy de cerca las pautas explicativas que ofrece la misma lectura del libro en esta apasionada relación Dios-Jonás.
Ya al comienzo se dice con toda solemnidad -como en el inicio de los grandes relatos proféticos-: "La Palabra de Yahveh fue dirigida a" (1,1). Se espera una respuesta positiva por parte del profeta; pero éste no obedece, y quiere poner tierra y mar de por medio, busca huir -según indica dos veces el texto-"lejos de Yahveh" (1,3). Se embarca rumbo a Tarsis, la región antípoda, el Tartesos entonces conocido; en lugar de ir al este, hacia Nínive -tal como se le había expresamente ordenado-, se va al "lejano oeste", conforme a su capricho. Pero la llamada de Dios es irresistible. ¿Podrá Jonás tan fácilmente huir de la presencia del Señor y no ser fiel al encargo que ha recibido de profetizar? Comienza ahora en la trama del libro la búsqueda y persecución por parte de Dios de su profeta rebelde. Este, ya en mar abierto, baja hasta el fondo del barco y se oculta en la bodega. Pero Dios desencadena un gran viento y hubo una gran tormenta. Jonás está sordo a la alarma de los marineros y al peligro de la borrasca, se desinteresa de todo y hasta se duerme "profundamente". Pero incluso en su sueño marino Dios le busca ("Aunque emigre hasta el confín del mar...allí me alcanzará tu derecha" Sal 139,9-10). Los marineros buscan desesperadamente a Jonás, para que invoque a su Dios con ellos; éste les confiesa su fe en Dios, creador del mar y de la tierra, y del que él está huyendo. ¿Cómo es posible huir del Dios creador, por medio del mar, si él lo ha creado? Como la tormenta arrecia, el profeta confiesa que es por su culpa, y les pide que le tiren al mar. Jonás está solicitando su propia muerte. La tentación de la muerte acompaña al oficio del profeta con frecuencia (cf. Elías, 1 Re 19,4). Mejor es morir que seguir predicando. Aquellos marineros agarran a Jonás y lo tiran al mar, y éste calma por fin su furia (2,15).
Así termina el primer capítulo, pero Dios sigue enviando emisarios suyos, para que pesquen al hombre indócil. Jonás será profeta por accidente (Cómo no recordar ahora la película de Dustin Hoffman, "Héroe por accidente", y cuya visión sin duda ayudaría, desde los tiempos actuales, a comprender mejor la extraña singularidad de este profeta). Dios, que manda en el mar y cuanto en él habita, envía una enorme ballena o pez, que se traga al profeta, y ahí permanece durante tres días con sus noches (2,1-2). Este animal marino que representa el seol, que engulle a los hombres para matarlos, será un sepulcro para Jonás. Pero cerca del peligro de la muerte, por vez primera ora al Señor con las más sentidas invocaciones de los salmos y confía en su providencia. Y el gran pez, conforme a la orden de Yahveh, arroja a Jonás en tierra firme. Dios mismo le ha llevado, aun a pesar de la resistencia del profeta, por medio de las alas del viento, de las olas de la tormenta y de la travesía del cetáceo, justo a donde desde el principio El quería. Los caminos de Dios son incomprensibles y tortuosos para el hombre, pero se cumplen cabalmente.
Ya en el tercer capítulo, de nuevo surge la orden del Señor para que proclame el mensaje que El le diga. Esta vez Jonás sí predica y los ninivitas creen en Dios (v.5), hacen un ayuno y se visten de sayal hombres y animales (5-9). El enorme éxito alcanzado debió impresionar grandemente al profeta, que ni por asomo se lo esperaba. Dios atiende esos signos de penitencia y los perdona, porque "Tú socorres a hombres y animales" (Sal 36,7). El pueblo se convierte, pero el profeta aún no se ha convertido. Ha realizado con la boca su misión de predicar, pero su corazón aún no ha cambiado. Jonás sale de la ciudad y se construye una cabaña para desde allí ver qué sucede en la ciudad (4,5), espera ansioso el desenlace fatal; pero la destrucción de Nínive no acontece. Quiere Jonás un dios vindicativo, que haga justicia con Nínive, la gran ciudad opresora, y este mal no llega. Dios contraría los deseos particulares del profeta a fin de poder realizar, providencialmente, su designio de salvación. Esto no lo puede tolerar ya Jonás, puesto en ridículo ante su misma palabra predicada y decepcionado en sus más firmes convicciones. Por eso adviene otra vez el deseo de morir. Un fuerte viento (como el viento de la tormenta) sacude al profeta, que se desvanece hasta la locura. Jonás no comprende absolutamente nada. Su mensaje profético no se realiza, sus esperanzas judías son quebrantadas. Para qué, entonces, seguir viviendo. Se desea de nuevo la muerte y dice: "Mejor me es la muerte que la vida" (4,8). Hasta que adviene la última y gran revelación de Dios (4, 9-11).
Este libro de Jonás, lleno de tan inesperados avatares, pretende mostrar, ya en un final de narración sapiencial, grandes enseñanzas acerca de la vocación profética, válidas para todos los tiempos. Son fundamentalmente éstas. Que resulta inútil huir de la presencia de Dios, que Dios necesita de la disponibilidad misionera e itinerante -ir a otras tierras, allende el mar del profeta, aunque éste responda frecuentemente con caídas y deserciones; que la llamada de Dios sigue siendo irresistible, él llama porque quiere, a quien quiere y como quiere; y que la misión de ser profeta nunca se aprende del todo, pues la misma vida exige que éste siga convirtiéndose al misterio de la Palabra de Dios y a sus designios (con tanta frecuencia insospechados y sin sentido para el propio profeta) de salvación. Porque se trata, en definitiva, de ajustar el corazón del hombre, siempre demasiado estrecho, con el corazón de Dios, infinito en su amor y su misericordia universal. Es el profeta el hombre de un corazón distendido.
No sabemos si Jonás aprendió esta lección de Dios. Hay que decir que el final del libro es una declaración divina, resuelta literariamente no de manera apodíctica, sino en forma de un interrogante (4,11). Hacia esta pregunta se dirige la obra íntegra. Hay que advertir que la pregunta-invitación de Dios sigue abierta, y que todo hombre/mujer que sienta la llamada de Dios a ser profeta y lea este libro, debe responderla con su vida.
SUBSIDIO
PRESENCIA DE JONAS EN LOS TEXTOS DEL NUEVO TESTAMENTO
"Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: 'Maestro, queremos ver una señal hecha por ti'. Mas él les respondió: 'Generación malvada y adúltera. Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás'" (Mt 12,38-41).
"Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: 'Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás'" (Lc 11,29-32).
Ambos relatos son una prueba explícita de la presencia del libro de Jonás en el NT. En los dos se subraya unánimemente el papel de Jesús que está muy por encima de Salomón y de Jonás. Estos dos personajes tienen en común que, mediante su palabra, convirtieron a los paganos (Jonás a los ninivitas; Salomón hace venir a la reina de Saba). Jesús recuerda que la docilidad de los paganos está en contraste con la obcecación de esta generación rebelde de judíos -y por eso son más culpables- pues se niegan a creer en su misma predicación y en su presencia, siendo así que él detenta mayor autoridad que ambos personajes. Jesús no habla sólo del momento presente -de su enfrentamiento con los fariseos y contra quienes se resisten a creer-, sino que se refiere también al futuro. Por eso acude de nuevo a la señal de Jonás (cf.la versión de Mt). Igual que éste permaneció sepultado tres días y tres noches, y luego Dios lo libró para que predicase a los paganos (Jon 2,1 -la literatura y el arte cristiano, especialmente el de las catacumbas ha recordado con frecuencia a Jonás, como figura de resurrección), asimismo Jesús, mediante su misterio pascual, será investido de todo poder, como glorioso Hijo de hombre, y abrirá el evangelio a todas las naciones (Mt 28,16-19). Y las naciones no sólo se convertirán al evangelio, sino que acusarán a esta generación incrédula (¡serán sus propios jueces!). Así, la palabra de Jesús adquiere tonos de una gran urgencia y severidad. Está llamando con patética alarma a la conversión de su pueblo, a que se convierta cuanto antes, máxime cuando estos hombres y mujeres tienen todos los medios a su alcance (leer Mt 8,11-12; Lc 13,28-29).
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CLAVE CLARETIANA
SIGNO PROFETICO
El documento sobre la Vida Religiosa del Capítulo de 1973 nos dice: "El claretiano ha de ser un "signo clarísimo" (PC 1)... Se trata de un signo profético: el religioso es el hombre de Dios; es profeta con la elocuencia de la propia vida, referida inmediatamente y totalmente a Dios. El profetismo de la Vida Religiosa es un pasar a través del mundo para enriquecerlo y darle su más verdadero y hondo significado, al descubrir la radical provisoriedad que todo hombre advierte en su vida terrena. Un desajuste existencial con esta dinámica de la consagración termina por desvirtuar la vida religiosa en lo que tiene de específico y más serio, terminando, finalmente, por reducirse a sus dimensiones puramente humanas, como lo atestigua la misma experiencia" (2VR 15).
Insiste en este tema el último Capítulo General, refiriéndose a las posiciones apostólicas: "En cada institución es necesario acentuar los valores evangélicos más propios de nuestro carisma. La Nueva Evangelización necesita instituciones que sean de verdad "signo" (SP 18). Podríamos añadir también, además de "instituciones", comunidades.
Este "ser signo" tiene innumerables traducciones y exigencias, repetidamente explicitadas en nuestros documentos: estilo de vida, ubicación de nuestras comunidades, disponibilidad para la misión, acogida y solidaridad con los empobrecidos, calidad de nuestras comunidades como lugares de encuentro con Dios, etc. (cf. CC; Dir; documentos capitulares). Claret fue signo del Reino; una lectura atenta de su vida nos alerta sobre esta dimensión.
CLAVE SITUACIONAL
1. La misericordia universal. Distintas lenguas, distintas religiones, distintas culturas. Y en todas ellas, cuando se conocen a fondo y se aman a fondo, una nueva perspectiva hacia la humanización y, ¿por qué no?, hacia el Reino. Salir de la boca del gran pez y caer en las playas de las nuevas culturas no es sólo cuestión de voluntarismo, sino que es misión de Dios: "levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama lo que yo te diga" (3,1). A Nínive, Buenos Aires, Viena, Osaka, Cochabamba, Barcelona, Los Angeles, Bangalore, Mombasa, Sao Paulo, Frankfurt, Malabo,... Levántate, vete, y proclama. Esto supone un nuevo modo de hablar, un nuevo talante. La tentación es huir ante la riqueza cultural, la solidez de la identidad, la inseguridad de lo minoritario y refugiarse en la propia pastoral de mantenimiento, en el clima cultural propicio, en la superioridad psicosociológica y económica. Pero la misericordia universal de Dios es un pie que impide atrancar la puerta ante la amenaza de lo ajeno.
2. Profetas en la gran urbe. Hace falta ser generosos para profetizar al pueblo pobre y humillado, pero ¿cómo plantearse la propuesta de anunciar el mensaje en la "ciudad de los opresores"? Y, sobre todo, ¿cómo hacerlo en la gran ciudad? Ya no se trata de pensar en los días que se tarda en atravesarla, sino en las dificultades para afrontar la evangelización del medio urbano, sobre todo si éste ha tomado el camino de la indiferencia, el agnosticismo y aun, a veces, el talante opresor. Las ciudades del mundo son un reto a nuestros planteamientos. De hecho, la sensación de fracaso cunde en muchas de nuestras experiencias, y sin embargo la llamada continúa, porque "la maldad de Nínive ha subido hasta el Señor". ¿Cómo nos ilumina la lectura de Jonás?
3. Sal de tu casa. ¿Es antes la xenofobia o el nacionalismo? La experiencia en todas las zonas del mundo nos está hablando de dos fuerzas: una que nos conduce a la unidad (Unión Europea UE), Unión de Estados Americanos (UEA), Naciones Unidas (ONU)..., y por otro lado un creciente nacionalismo, luchas raciales, sensibilidades localistas cerradas. La misma religión puede llegar a respaldar posturas extremas, incluso amenazantes. Universalidad y particularismo. ¿Resultado? una imparable xenofobia, especialmente orientada a los considerados inferiores, a los que amenazan nuestra seguridad y nuestra abundancia. ¿No os parece que este libro de Jonás nos dice algo a quienes creemos en Dios "cuya misericordia no tiene fronteras"?
4. Humor es amor. "¿Quieres huir de Dios? Huye a Dios". La frase es de San Agustín y podríamos recrearla diciendo: ¿por qué huir del espantapájaros cuando es él el que nos indica el lugar donde hay comida? Puede que sea por falta de amor, pero ciertamente es por falta de humor. Cuando predicamos sobre el sufrimiento, la desgracia y el sacrificio nuestra elocuencia penetra hasta el corazón de los oyentes, pero,¡qué poco persuasivos somos a la hora de hablar de la felicidad y el gozo! Casi siempre el humor brota de una desproporción constante entre la pequeñez del hombre y la inmensidad de lo desconocido, de lo insondable. ¿No es ésta la historia de Jonás? Sonreímos ante ella porque vemos cómo Dios mira al final con irónica ternura todos los problemas de Jonás, que, falto de humor, sufre el fracaso mientras Dios disfruta del triunfo.
CLAVE EXISTENCIAL
1. ¿Huir? ¿A dónde? Es inútil pretextar incapacidad, ocupaciones y aun desacuerdo. No se puede huir de la presencia del Señor. Y es que siempre se huye hacia alguna parte, y en todas partes está El. En su ingenuidad Jonás pensó que la cobertura de Dios no llegaba a Tarsis. Estemos don estemos, si estamos huyendo, no es de Dios. Habrá que pararse y preguntar: "¿Qué quieres, Señor, de mí?". Y aunque no huyamos, preguntemos al Señor; puede que hasta descubramos que estamos en nuestro justo lugar. Un sacerdote francés, después de haber recogido un niño vivo de entre los cadáveres en Ruanda y ante la magnitud de la tragedia, se preguntaba ante las cámaras: "¿Pero dónde están los obispos y los sacerdotes de este país, el más católico de Africa?".
2. Levántate. El nº 48 de nuestras Constituciones que nos habla del sentido de intuición, disponibilidad y catolicidad, nos plantea el problema previo de la superación de los particularismos locales: familia, nación, lengua, cultura, idiosincrasia... No es una cuestión menor, ni mucho menos. Dios nos necesita disponibles y prestos a la itinerancia porque, en el mejor de los casos, la tarea siempre supera nuestra fuerzas, y el equipaje cultural que arrastramos puede que sea demasiado pesado. ¿Cómo nos sentimos interpelados por la experiencia que nos narra el libro de Jonás? ¿Cuál es, en realidad, nuestro grado de disponibilidad para la itinerancia misionera?
3. Las últimas preguntas. Estamos al final de este segundo año de nuestro camino PALABRA-MISION. Quizá sea un buen momento para que personalmente y en comunidad nos hagamos las siguientes preguntas: ¿Qué ha supuesto para mí la lectura de los profetas? ¿Qué ha significado para nuestra comunidad el itinerario que hemos recorrido conjuntamente ilumidados por estos libros de la Biblia?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: Jon 4,1-11.
3. Diálogo sobre el tema XII en sus distintas claves.
4. Oración de acción de gracias o de intercesión a partir de lo compartido en la comunidad.
5. Canto final.