Escritos joánicos
INTRODUCCIÓN A LOS ESCRITOS JOÁNICOS
1. INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO DE JUAN
Se llama “escritos joánicos” al evangelio y a las cartas de Juan ya que son atribuidos a la misma comunidad o escuela. También se ha integrado a este conjunto el libro del Apocalipsis de Juan pese a que pertenece a un género literario muy diverso del evangelio o de las cartas. El evangelio y las cartas joánicos, aun siendo de diferentes géneros literarios, poseen un hilo conductor que nos pone en contacto con un mundo amplio de pensamiento y de praxis cristiana de fines del siglo I y que significan el punto más alto y maduro de la reflexión cristológica de entonces. Puesto que representan a la misma comunidad joánica, tienen un talante uniforme de pensar y de expresarse, y un estilo y una teología que es fácil de identificar. El orden cronológico de los escritos pareciera ser: primero evangelio y luego las cartas en su misma secuencia
Cuando el canon del NT recibió esta obra bajo el nombre de “Evangelio según san Juan” o “Evangelio de Juan”, no se sabía cuánta fascinación iba a ejercer este escrito en la historia del cristianismo. Al límite de la ortodoxia, la obra utilizaba un lenguaje próximo al gnosticismo de la época, se escapaba en gran medida de los marcos tradicionales del género evangélico y presentaba una imagen de Jesús de Nazaret rayana en el docetismo. No obstante las reticencias que se despertaron al inicio, la providencia de Dios fue más fuerte “canonizando” el Cuarto Evangelio (4Ev) como uno de los puntos más altos de la reflexión teológica de la Iglesia del primer siglo.
Esta obra ha despertado siempre la curiosidad de los estudiosos de manera que la bibliografía a ella consagrada ha permanecido en constante crecimiento superando en mucho la dedicada a cualquier otro libro neotestamentario. A medida que los métodos se van alternando al servicio del 4Ev, esta obra va desvelando trazos de su misterio, pero contemporáneamente va demostrando una sorprendente complejidad, ya que en su sencillo lenguaje se contienen una serie de dificultades que mantienen abierta la discusión. Por lo mismo, el 4Ev se resiste a ser encasillado en las categorías literarias tradicionales ya que contiene en la misma redacción final distintas y a veces contrapuestas perspectivas teológicas, usa de una manera libre y original los materiales que recoge de la tradición, pone en juego indistintamente variados recursos literarios como la meditación teológica, el drama histórico, la discusión rabínica, cambia la parábola entrañable del mundo sinóptico por una alegoría de sabor helénico, desplaza la temática del Reino, central para los primeros evangelistas y pone en su lugar una audaz autopresentación de Jesús que, como Revelador escatológico, asume las grandes imágenes teológicas del AT y las pone a su servicio para manifestar su novedosa verdad. Esta autonomía del 4Ev respecto de los evangelios sinópticos ha aconsejado dedicarle un estudio aparte y unirlo a las otras obras del mismo círculo joánico, como son las cartas de Juan y el Apocalipsis.
Evidentemente, en comparación con los sinópticos, el 4Ev representa un mundo nuevo. No se trata ahora de caminar con Jesús por los senderos de Palestina gozando y sufriendo con los hechos y palabras del Salvador, sino de contemplar al Cristo resucitado y glorioso que desde el inicio del evangelio nos invita a entrar en su comunión y a mirar con ojos nuevos cómo todo, historia, hombre y tiempo, se tranfigura y adquiere el carácter de figura, símbolo y epifanía. Con razón el 4Ev fue llamado el “evangelio espiritual”, no porque invitara a una evasión de la historia con toda su densidad, ya que de hecho es el evangelio que acusa de manera más intensa los problemas que la comunidad afrontó en su tiempo, sino porque era capaz de entrar en las profundidades del misterio de Jesucristo y nos lo comunicaba con una lengua nueva y clara.
1.1. Historia de la Comunidad joánica
Cuando se habla de comunidad joánica se hace referencia a los diversos grupos cristianos que veían reflejada su fe en el 4Ev. Posiblemente esta comunidad nace al norte de Palestina, en Siria, lejos del judaísmo oficial y, como contrapartida, en contacto con el judaísmo heterodoxo y las influencias del mundo griego, más precisamente de las corrientes gnósticas. En íntima relación con el proceso redaccional del 4Ev se podría trazar breve e hipotéticamente una historia de la comunidad joánica. En esto seguimos las intuiciones de R.E. Brown:
a) La tradición joánica hunde sus raíces en el judaísmo palestino y comprende los discípulos de Juan Bautista, como está claro en 1,35-51. Entre estos primeros discípulos hay que contar al que será luego el “discípulo amado”. Las expectativas de este grupo se insertan en una esperanza mesiánica de tipo davídico.
b) A la comunidad se integra un grupo de judíos con mentalidad “anti-templo” (2-3) y un grupo de samaritanos (4). Este segundo grupo posee una esperanza mesiánica de tipo más mosaico que davídico y una teología más elevada que desembocará luego en la idea de la preexistencia de Jesús. En este momento es clave la labor conductiva del discípulo amado.
c) En este momento el discípulo amado reúne material recogido en la etapa b) e inicia una primera versión del evangelio. La situación social es ahora la diáspora.
d) En esta fase la comunidad tiene que enfrentar diversas dificultades de parte del mundo incrédulo, de los judíos, de los discípulos del Bautista, de los criptocristianos y de los judeocristianos de fe inadecuada. Estas tensiones se reflejan en el evangelio que recibe en este momento una nueva fisonomía.
e) Un redactor final en gran comunión con el autor, o junto a él, emprende la revisión de la entera obra y le da su estatuto definitivo.
En esta hipótesis, que da cuenta razonablemente de la larga duración del proceso redaccional del 4Ev, encontramos la comunidad joánica que, junto a la reflexión sobre su propia identidad, va evolucionando en su fe cristiana a partir de una teología al inicio primitiva y demasiado ligada a los esquemas veterotestamentarios para lograr luego una audaz formulación de la preexistencia y exaltación de Jesús. No debemos olvidar que se trata de una comunidad judeocristiana. Aunque el Dios de Jesús es Yahveh y a Jesús se le aplican los títulos mesiánicos del AT, es importante subrayar que Jn corrige esta visión antigua con imágenes sacadas de la literatura apocalíptica (Hijo del hombre, juez, enviado) o conceptos pedidos a la literatura sapiencial (Logos) para dar una visión novedosa de Jesús, del culto y de la Ley. Esta comunidad vive en contraste con la sinagoga pero se abre a otros grupos judíos y acoge su vocabulario mesiánico: salvador del mundo, el que ha de venir, Verdad, y un esquema dualista para presentar la salvación: verdad-mentira, luz-tiniebla, arriba-abajo, etc. Toda esta riqueza cultural presente en el 4Ev se unifica y organiza en torno a la presentación de Jesús que es lo central de la obra.
1.2. El cuarto Evangelio en la encrucijada histórico-religiosa de su tiempo
La pregunta que surge espontáneamente es ¿cuál es el mundo, la mentalidad, la filosofía de la vida que tiene el 4Ev como trasfondo? Hay variadas opiniones:
1.2.1. Gnosticismo.
El gnosticismo es una corriente filosófico-religiosa que buscaba la salvación del hombre a través del conocimiento revelado. Bultmann, entusiasmado por la publicación de escritos mandeos llevada a cabo por Lidsbarski, insistió en la influencia de la gnosis mandea sobre el 4Ev: “el genio fundamental de Jn viene de la gnosis”. Para este autor el elemento estructurante del 4Ev sería una fuente de discursos gnósticos afines a las “Odas de Salomón” o al “Evangelio de la verdad”. Por otra parte, los descubrimientos de Nag Hammadi han puesto a la luz escritos coptos gnósticos que revelan una gran cercanía al mundo literario y teológico del 4Ev. Todo esto hace pensar a Käsemann que nuestro evangelio surgió en una comunidad marginal de tipo gnóstico o, como él dice: “un conventículo de tendencia gnostizante que desarrolla un docetismo ingenuo”. Según esta visión Jesús sería un Dios que se pasea sobre la tierra sin tomar demasiado en serio el misterio de la encarnación. A pesar de estas expresiones un tanto exageradas, no se puede negar que el 4Ev está bien cercano a esta visión.
1.2.2. Qumrán.
Al inicio de los descubrimientos y publicación de los escritos de Qumrán se pensó encontrar allí la clave hermenéutica de la obra joánica y la explicación de su estilo y vocabulario. Los contactos idiomáticos y culturales parecían decisivos para revelar la cuna del dualismo joánico, pero ahora la “fiebre qumraniana” ha cedido. La comunidad esenia y la comunidad joánica comparten el sustrato cultural de su época, pero de allí no se deduce una dependencia de Juan, ni se presenta ya Qumrán como ayuda mayor para la comprensión del lenguaje y la mentalidad del 4Ev y su historia.
1.2.3. El cuarto Evangelio una obra típicamente judía.
Sobre todo la investigación francesa (Braun, Moismard, La Potterie) ha puesto de relieve este aspecto de la obra joánica. La presencia de tradiciones del AT que Juan ha reelaborado; el uso de la tipología, del midrash, la influencia de la literatura sapiencial hacen reconocer en el 4Ev una obra fuertemente enraizada en el judaísmo, o mejor, una expresión de lo más noble del judaísmo convertido a la novedad de Jesús de Nazaret. Por lo mismo, Cothenet nos dice que el suelo nutricio del 4Ev es el judaísmo, aunque éste sea de tipo marginal. Se nota en el 4Ev, que usa profusamente imágenes del AT, un interés especial por las fiestas judías, las costumbres judías y los problemas relativos al sábado.
1.2.4. Influencia helénica.
Los ingleses, entre ellos Dodd, han tratado de situar el 4Ev en contacto con la influencia del helenismo de inspiración platónica. Este autor cree descubrir en Juan una mentalidad que “ve en el mundo sensible una copia de las realidades invisibles”. Para él son decisivos los paralelos existentes entre el 4Ev y la literatura hermética (Diálogos de Hermes Trimegistos), llamada por este autor “la elevada religión del helenismo”. Sin embargo, Dodd reconoce que tras el 4Ev subyace una tradición antigua, independiente de los sinópticos, que es típicamente judía.
1.3. Marco geográfico del 4Ev.
Se podría pensar en Siria como la patria del 4Ev. Sólo desde este marco sirio se entienden las relaciones de la obra con la gnosis, el judaísmo heterodoxo y el samaritanismo.
2. PRESENTACIÓN DEL CUARTO EVANGELIO
¿Cómo se presenta ante nosotros el 4Ev? Podemos decir que esta obra es la de más personalidad del NT. Veamos algunas características:
2.1. El lenguaje.
Cuando entramos en el evangelio de Juan venimos predispuestos a encontrar un escrito de alta teología, -lo que es cierto-, y esto nos hace suponer que el lenguaje joánico debería ser enredado y sutil. Sin embargo, nos damos cuenta que el lenguaje de Juan es sencillo y poco variado (unas 1011 palabras diferentes), compuesto de frases cortas, la más larga es 13,1. El evangelio de Juan es menos concreto y pintoresco que el de Marcos y menos literario que el de Lucas. La lengua original del 4Ev es el griego común (koinê), popular y directo, heredero de muchos dialectos griegos anteriores y hablado durante el tiempo del NT. En resumen, le lengua de Juan es sencilla y, desde el punto de vista literario, bastante pobre. No obstante esta aparente limitación, el 4Ev tiene el encanto de una obra largamente reflexionada y amada y su lengua no hace más que acercarse, lenta pero profundamente, al objeto de su reflexión: la persona de Jesús.
Es un lenguaje que se distancia bruscamente del de los sinópticos ya que carece de la viveza y la concretez de aquéllos. Pero el 4Ev gana en profundidad y elegancia. A veces aflora el sustrato arameo en palabras que vienen traducidas directamente al griego, como Rabbí, Rabbuní, Mesías, Kefas, Siloam, Bethesda, Gabbatha, Golgotha. Las palabras preferidas son: amar, verdad, conocer, vida, mundo, testimoniar, testimonio, permanecer, enviar, guardar, manifestar, luz, Padre, Judíos, Yo soy. Hay expresiones que se acercan al mundo esenio, como “hacer la verdad”, “dar testimonio de la verdad”, “caminar en las tinieblas”, “la luz de la vida”, “el espíritu de la verdad”, “la ira de Dios permanece sobre él”, “el hijo de la perdición”. Como contrapartida, las palabras más típicas del mundo sinóptico están prácticamente ausentes del 4Ev, tales como: evangelizar, evangelio, reino, fuerza, llamar, purificar, proclamar, conversión, parábola. El vocabulario del 4Ev nos revela cuáles son los acentos teológicos joánicos: Jesús no anuncia el Reino sino que habla de sí mismo; los milagros no son en primera instancia gestos de poder o de misericordia sino signos que manifiestan la identidad de Jesús; no hay llamadas a la conversión sino que todos los hombres son invitados a creer en Jesús.
2.2. El estilo. Recursos literarios.
El estilo de Juan es tan típico que se hace imposible confundir alguna frase suya con la literatura sinóptica. Los milagros sinópticos pasan a ser ahora “signos” de carácter revelativo y de eminente contenido cristológico (siete signos); el Jesús joánico es menos taumatúrgico; en el 4Ev hay muchos menos “gestos extraordinarios” de Jesús que en los sinópticos. Juan es capaz de crear verdaderos dramas, como el diálogo con la samaritana, la curación del ciego de nacimiento, la resurrección de Lázaro y, sobre todo, el proceso romano. Juan usa el paralelismo semita, el quiasmo y las inclusiones. Dignas de atención son las expresiones de doble sentido: eguéiren: levantar o resucitar; ánothen: de arriba o de nuevo; pneuma: viento o espíritu; hypsoun: elevar o crucificar; stréfein: volverse o convertirse. En relación con lo anterior, Juan explota el uso del equívoco o malentendido: las palabras de Jesús son comprendidas en un plano terreno lo que da pie a una explicación de parte de Jesús. Es clásica la ironía del 4Ev; un solo caso: los judíos que piden la muerte de Jesús no quieren entrar al Pretorio para no contaminarse y quedar privados de celebrar la Pascua (¡tan apegados al rito de pascua y piden la muerte del verdadero Cordero!). Hay algunas expresiones que sólo aparecen en el 4Ev: “en verdad, en verdad os digo...”, “contestó y dijo”, “creer hacia” (eis), “dar testimonio sobre...”, “aquél”, “por mi propia cuenta”, etc.
2.3. Distribución del material.
Siguiendo la clásica división del 4Ev, podemos distribuir el contenido de esta obra en cuatro partes de desigual extensión:
a) Prólogo: 1,1-18. Se trata de un himno de solemnidad hierática dedicado a la persona de Cristo, Palabra eterna de Dios, Logos preexistente que tiene un rol importante en la creación del cosmos y que, dejando la gloria que le corresponde junto al Padre, asume nuestra carne y acepta nuestra historia con todos sus riesgos y consecuencias. Juan nos dice que es precisamente en la humanidad de Jesús que vemos la gloria de Dios.
b) El libro de los signos: 1,19 - 12,50. Jesús se manifiesta al mundo mediante hechos y palabras que le acreditan como el enviado del Padre y el Revelador escatológico. Se narran siete signos de Jesús los cuales permiten una división de esta parte en siete secciones.
c) El libro de la gloria: 13,1 - 20,31. Jesús se manifiesta a los suyos de forma especial y culmina su vida con la pasión gloriosa. Esta parte se inicia con la cena y despedida de Jesús y termina con la resurrección vista como un retorno de Jesús al Padre.
d) Epílogo: 21,1-25. Añadido posteriormente por un discípulo del autor, constituye un segundo final del evangelio. Instruye sobre la tarea de la iglesia después de la partida de Jesús.
2.4. Finalidad y destinatarios.
El autor nos dice en 20,31 la finalidad de su escrito: “Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”. Pero, ¿quiénes son los destinatarios originales?
a) Unos autores sugerían que el 4Ev estaba dirigido al mundo helénico al cual pensaba convencer con una presentación atractiva de Cristo como Logos, mediador y revelador único y perfecto.
b) Otros piensan en el carácter “misionero” de la obra y la entienden como una propuesta de fe dirigida al mundo judío. El 4Ev llega a decir que “la salvación viene de los judíos” (4,22). Pero, atendiendo al vocabulario referente al judaísmo, el 4Ev señala más bien un punto de quiebre entre la comunidad joánica y el judaísmo, incluso se alude a la expulsión de la sinagoga (cap. 9) hecho que sólo ocurrió a partir de los años 90 d.C. Como trasfondo histórico de este episodio podemos señalar la crisis suscitada por la Birkat-ha-mînîm entre los judeocristianos. Para Juan el judaísmo se convierte en paradigma del mundo hostil a Dios y a su Revelador escatológico. Por otra parte, el determinismo moral del 4Ev que hace decir a Jesús: “Yo no ruego por el mundo” (17,9), estaría en contradicción con un sentido misionero de la obra.
c) Se trataría, pues, más bien de un escrito orientado a fortalecer la fe de la misma comunidad joánica en dificultades a finales del siglo primero. De hecho se advierte en el 4Ev una polémica no secundaria frente a los bautistas que pretendían que Juan Bautista era el Mesías, polémica que se advierte en Efeso (cf. Hch 18,25; 19,2-4), lugar en que la tradición había fijado la redacción del 4Ev. El evangelista se preocupa por reubicar al Precursor y darle un puesto de honor pero secundario en la historia del NT. Se nota, además, una lucha contra el docetismo que negaba la realidad de la encarnación con sus consecuencias para la experiencia humana de Jesús de Nazaret. Para los gnósticos, la salvación se atribuye al conocimiento (gnosis) que viene de la revelación de secretos divinos. Eso es lo que importa. De allí se desprende un desprecio por lo humano, de lo que el alma debe desprenderse. Lo mismo da la debacle moral que el martirio, porque lo que interesa es el conocimiento sin conexión necesaria con la vida concreta. Por ello Jesús no puede tener naturaleza humana, no puede sufrir y mucho menos morir. Frente a todo eso lucha el 4Ev, a veces, utilizando incluso el mismo lenguaje de sus adversarios.
2.5. Un evangelio para tiempos difíciles.
En estrecha conexión con lo dicho arriba, podemos decir que el 4Ev es un escrito para tiempos de lucha y controversia. Ya hemos mencionado la fractura con el judaísmo oficial que se trasluce en toda la obra, sobre todo en el cap. 9, con ocasión del ciego de nacimiento. Todo este ambiente de hostilidad tiene sin duda como trasfondo las medidas tomadas por la sinagoga contra los cristianos en la asamblea de Jamnia, a finales del siglo I. Se puede advertir la polémica con los bautistas, discípulos de Juan que reaccionan contra el ministerio paralelo de Jesús (3,26). El autor del 4Ev se da el tiempo de redimensionar la figura y obra del Precursor poniéndolo al servicio de la persona de Jesús (1,6-8.15.19-34;3,22-36) y diciéndonos que los primeros discípulos de Jesús vienen de la escuela del Bautista (1,37)
2.6. El autor del cuarto Evangelio
Desde finales del s. II se atribuyó esta obra a la pluma de Juan, el hijo del Zebedeo, hermano de Santiago y miembro del grupo de los Doce, pero ya no es posible mantener esta tesis. Podemos decir que, aunque la supuesta paternidad apostólica podría añadirle al 4Ev un prestigio especial, el valor de la doctrina de este evangelio, su inspiración y canonicidad no dependen de su carácter apostólico. La tradición del 4Ev se remonta a los años sesenta, a partir del cual se van sucediendo las redacciones del evangelio hasta finales del s. I, y todas bajo el nombre de Juan, según el recurso de la pseudonimia que era común ya entre los escritos bíblicos. De hecho el evangelio, que representa el estadio de reflexión cristológica más acabada del NT, revela una cultura que no corresponde a la de un pescador de Galilea, se trata más bien de la teología de toda una escuela que reflexiona y actualiza los hechos de Jesús con un gran sentido de fidelidad a los orígenes (19,35) y una gran sensibilidad para adecuar su kerygma a los nuevos tiempos y circunstancias.
3. UNIDAD Y COMPOSICIÓN DEL CUARTO EVANGELIO
No está de más recordar en este momento que los evangelios no son propiamente biografías de Jesús donde los hechos se van sucediendo en una estricta fidelidad a la historia acontecida a manera de un informe cronológico. Los evangelios son más bien confesiones de fe entusiasmada en las que el sentido supera al acontecimiento y la teología transfigura la historia. Esto último es mucho más perceptible en Juan que en los sinópticos, ya que el mismo autor nos previene respecto de lo parcial y del carácter selectivo de su exposición (20,30; 21,25).
La obra joánica revela un gran número de fracturas y estratos redaccionales que muestran a las claras un trabajo redaccional de larga duración y realizado no por una persona sino por una entera escuela teológica. Sin embargo, es muy difícil determinar el número de etapas en la historia de la redacción ya que sólo tenemos el texto joánico para reconstruir los diversos niveles literarios. Hay varias teorías sobre este proceso redaccional, aunque el consenso no es posible aún. Algunos problemas más notorios: Se nota, por ejemplo, después del prólogo, una falta de plan definido y una falta de indicaciones cronológicas que faciliten la secuencia; los discursos, que ocupan gran espacio, son oráculos enigmáticos que llegan desde el mundo celestial por boca de un Cristo ya glorificado; hay textos inconclusos e interrupciones notables. Ya pasó, pues, el tiempo en que D.F. Stauss comparaba al evangelio de Juan con la túnica sin costuras de que habla el relato de la pasión (19,23). Hoy las fisuras del texto joánico saltan a la vista y son reconocidas por todos. Pero, ¿De dónde sacó la escuela joánica todo su material?
3.1. Las fuentes del cuarto Evangelio
Entre las fuentes clásicas de esta obra joánica están los evangelios sinópticos, aunque la utilización de los mismos haya sido bastante restringida y modificada por el autor de modo que no se puede hablar de una dependencia propiamente tal. Juan hace su propio esquema narrativo y se acerca al mundo sinóptico sólo en algunas ocasiones insoslayables como son los últimos acontecimientos de la vida de Jesús y otros de menos envergadura: expulsión de los vendedores del templo, curación del hijo del funcionario real de Cafarnaum, multiplicación de panes, etc.
Tenemos en el 4Ev un acercamiento al evangelio de Mc, pero el tratamiento de los elementos tradicionales ha sido severamente transformado al servicio de una teología más alta. Así, Juan se acerca a Marcos en la secuencia del relato de la multiplicación de panes y los sucesos siguientes: marcha sobre las aguas, regreso a la orilla occidental, confesión de Pedro, anuncio de pasión (Jn 6; Mc 6,34 - 8,29), similitudes que se explicarían por el recurso a la común tradición de la iglesia; también hay afinidades en el relato de la unción en Betania, aunque en Mc esta unción es sobre la cabeza de Jesús; hay afinidades en el relato de la Pasión, pero sólo en el esquema general no en la teología, ya en Juan la pasión de Jesús se transforma en un ceremonial real que termina en la entronización de Jesús en la cruz.
Con Mt no se dan paralelos de importancia.
Con Lucas, en cambio, se da coincidencia de temas comunes: la pregunta mesiánica del Bautista, la pesca milagrosa, la presencia de la madre de Jesús, las hermanas Marta y María, Judas (no el Iscariote), Anás, importancia del templo. Según ambos, Jesús viaja varias veces a la ciudad santa, la traición de Judas es obra de Satanás, Pilato reconoce tres veces la inocencia de Jesús, la flagelación se da antes de la sentencia de muerte. Falta en ambos la bebida anestésica al crucificado, las burlas al pie de la cruz, las apariciones de Jesús en Jerusalén. Podríamos decir que Juan saca de la tradición oral presinóptica palestina de la época todos estos temas y los trasfigura según la teología de la exaltación.
Por otra parte echamos de menos en Juan un conjunto de temas conocidos por los sinópticos, como los relatos de la infancia, la predicación de penitencia ante la venida del Reino, el sermón de la montaña, el discurso parabólico, el Padrenuestro, la transfiguración, la institución de la eucaristía, expulsiones de demonios. Por su parte, Juan aporta temas desconocidos para la tradición sinóptica: Nicodemo, la samaritana, el ciego de nacimiento, el paralítico de la piscina, la resurrección de Lázaro, las alegorías del pastor y la vid. El Jesús del 4Ev asombra por su movilidad, de forma que hay que pensar en tres años de ministerio en lugar del único año de los sinópticos.
De estos datos se puede colegir una extraordinaria independencia de Juan respecto de los evangelios anteriores, cosa que algunos han interpretado como un deseo de Juan de complementar, suplantar o corregir a sus predecesores.
3.1. Algunas hipótesis
Para explicar estos paralelos los autores han creído poder aislar algunos documentos de los que el autor del 4Ev se habría servido para componer su obra. Bultmann ha propuesto su hipótesis de las fuentes. La obra joánica estaría compuesta de cinco secciones integradas al conjunto en forma sucesiva:
a) Las secciones narrativas de Jn 1-12 provendrían de una “colección de signos” que originariamente terminaba con 20,30-31. De esta fuente Juan habría seleccionado sus siete signos;
b) Los signos habrían sido ilustrados con “discursos revelativos” bastante afines a la gnosis mandea. Dentro de esta sección estaría el Prólogo joánico;
c) el relato de la pasión y las apariciones del resucitado;
d) la obra del evangelista que adapta a su visión teológica original los materiales tradicionales dándoles el sello de su propia teología;
e) obra del “redactor eclesiástico” que habría introducido temas nuevos como la parusía, los sacramentos, la escatología final.
Esta hipótesis tiene sus intuiciones interesantes pero disocia demasiado signo y discurso que en Juan van siempre relacionados íntimamente.
3.2. Proceso de redacción
Como hemos dicho, se advierte notoriamente en el 4Ev un proceso redaccional lento y evolutivo que va haciéndose cada vez más complejo hasta llegar al estadio que nosotros conocemos en su versión final. La lengua griega de Jn no es uniforme sino que presenta diferencias de capítulo a capítulo (el capítulo 21 por razón de vocabulario y estilo exige un autor diferente). Hay palabras en el prólogo que nunca más de usan en el resto del evangelio: plêrôma (plenitud), jaris (gracia), logos (Verbo). Hay numerosos saltos geográficos y cronológicos que atentan contra la continuidad del relato; hay contradicciones y suturas defectuosas que revelan los diversos estratos redaccionales. Algunos ejemplos pueden ayudarnos a ver el problema más de cerca:
-El prólogo es interrumpido por dos interpolaciones relativas a Juan Bautista (1,6-8.15);
-Después del signo de Caná (2,1-12) Jesús realiza otros milagros, pero en 4,54 se nos habla de un segundo signo;
-En 3,22 se dice que Jesús bautizaba, pero en 4,2 se aclara que lo hacían más bien los discípulos;
-El diálogo con Nicodemo es interrumpido por una perícopa relativa a Juan Bautista (3,22-30) y continúa en 3,31-36;
-En muchos códices se omite 5,3b y todo el versículo 4, lo que indica que no pertenece al original;
-En un mismo discurso se mencionan la escatología realizada, propia de Juan (5,19-25), y la escatología final (5,26-30) que representa un pensamiento contrapuesto;
-El hilo narrativo tendría más sentido si ordenáramos los capítulos de esta manera: 4, 6, 5, 7.
-La perícopa de la adúltera es de hechura lucana más que de joánica (7,53 - 8,11).
-En 12,44-50 se dice que Jesús realizaba signos en público a pesar de que en 12,36 se decía que Jesús se había retirado a un lugar oculto;
-En 14,31 Jesús da la orden de partida del cenáculo, pero continúan los discursos de despedida (cap. 15-17). La orden sólo se cumple en 18,1.
-En 16,5 Jesús se queja de que los discípulos no le pregunten dónde va, pero ya se lo han preguntado dos veces (13,36; 14,5).
-En 20,30-31 el redactor presenta una clara conclusión de la obra, pero continúa el capítulo 21 que por su estilo diferente parece ser un apéndice agregado posteriormente.
Todo esto nos dice que el 4Ev no es una obra de una sola persona ni de una sola época. En efecto, en 2,21 y en 12,16 se aprecia claramente la distancia entre el tiempo de Jesús y el tiempo de la comprensión eclesial. El mismo caso del ciego de nacimiento es paradigmático: un acontecimiento del tiempo del redactor, a fines del s.I, es puesto en el tiempo de Jesús con todo el anacronismo que eso significa.
¿Este desorden se debe a un desplazamiento accidental de páginas, como dicen algunos? ¿Es el resultado de redacciones sucesivas hasta que el redactor final da por concluido el proceso?
Segalla nos da una opinión que parece razonable: El 4Ev tiene sus estratos:
a) al origen de todo está el testimonio histórico del discípulo amado que forma una tradición particular sobre los dichos y hechos de Jesús;
b) en un segundo momento, quizá él mismo profundizó esta tradición histórica y le dio un mayor sentido cristológico y soteriológico;
c) cuando la comunidad se amplió, otros predicadores escribieron memorias más elaboradas en torno a temas o ciclos de los cuales quedan rastros en el 4Ev. En este tiempo la comunidad tiene su liturgia, se practica el bautismo, se da el perdón de los pecados, se cantan himnos en honor de Cristo (entre esos himnos está el Prólogo);
d) en un cierto momento estas tradiciones orales o escritas tomaron la forma de evangelio, es decir una narración continuada e interpretativa de la actividad de Jesús desde el inicio hasta la Pascua;
e) la muerte del apóstol-testigo “que Jesús amaba” crea una crisis en la comunidad que creía que su líder, de venerable vejez, permanecería vivo hasta la parusía (cf. 21,21-23). Un redactor, discípulo del apóstol, hace la segunda edición del evangelio e integra las tradiciones que no estaban presentes respetando la estructura fundamental. El cap. 21 revela la presencia de un redactor que posee un aire joánico pero que difiere bastante del resto de la obra.
4. TRADICIÓN Y REDACCIÓN DEL CUARTO EVANGELIO
Aunque es aceptado por todos que Juan utilizó una fuente independiente de la que sacó los temas tradicionales que luego desarrolló según su propia teología, es muy difícil distinguir la frontera entre elemento tradicional y la reflexión típicamente joánica. Ambos estratos están íntimamente ligados. Veamos algunos ejemplos:
Por ejemplo, los milagros sinópticos, a los que hemos aludido más arriba, tienen en Juan un tratamiento del todo nuevo: ahora son signos, no nacen de la piedad de Jesús o para atestiguar la presencia del Reino, sino que son manifestación de la gloria para aquellos que están dispuestos a penetrar el misterio de Jesús y ver en su actuación la mano poderosa de Dios en medio de los hombres. A través de este signo el hombre percibe la gloria (presencia y actuación de Dios) en Jesús, el único que puede hacer signos debido a su íntima unidad con el Padre.
Los diálogos son un género literario especial. Son utilizados en forma sencilla por los sinópticos, pero son un recurso típico del 4Ev: con Nicodemo (2,23 - 3,20), con la samaritana (4,1-30), con la gente de Cafarnaum (6,25-59), con los judíos (7-8; 10,22-40), con ocasión del ciego de nacimiento (9,1-41), con las hermanas de Lázaro (11,17-44), con los discípulos (13,1-16,33). Algunos de estos discursos están conectados a signos especiales, otros no. Hay que tener en cuenta que los discursos joánicos se dan en dos vertientes: diálogos propiamente tales y controversias. Lo primeros, en un ambiente distendido y amigable, son exposiciones doctrinales tendientes a presentar el misterio de Jesús. Normalmente concluyen con alguna alusión a la fe y a la vida eterna; por otra parte, las controversias, con un tinte más conflictivo y convulsionado, se centran en el templo de Jerusalén, con motivo de las fiesta judías.
Un aspecto que estudiaremos más adelante y en el que se nota con claridad la obra redaccional de Juan es el tratamiento que da al tema tradicional de la pasión de Jesús. Para el 4Ev la muerte de Jesús es exaltación, glorificación, paso al Padre. El prendimiento de Getsemaní se transforma ahora en teofanía, el proceso se vuelve ceremonial de entronización real, y la muerte de Jesús un verdadero Pentecostés. Pero de esto hablaremos más adelante.
5. CLAVE DE LECTURA PARA EL CUARTO EVANGELIO
El autor del 4Ev nos habla de dos niveles:
a) el tiempo de Jesús. Se habla de su misterio, de sus padres, de su patria; de los discípulos que él elige y del desenlace de su vida: la pascua. Juan recurre a muchos detalles de tipo geográfico para ubicarnos en las costumbres y usos del tiempo de Jesús. Es notorio que los datos topográficos, personales y cronológicos aportados por Juan sean tanto o más verosímiles que los de los sinópticos;
b) el tiempo del evangelista. Juan nos habla de lo que sucede en su propio tiempo, de las dificultades doctrinales que tiene la comunidad cristiana frente a la sinagoga, de las expulsiones que afectan a los que se confiesen cristianos. Todo esto corresponde a la experiencia de la comunidad a finales del siglo I, pero Juan lo ubica en el tiempo de Jesús, unos sesenta años antes. En este sentido, el 4Ev es, ante todo, un fiel testigo de la vida y doctrina de la comunidad joánica de finales del primer siglo y, al mismo tiempo, una relectura de la vida de Jesús a la luz de las nuevas dificultades e interrogantes de la comunidad; o, de otra manera, el tiempo del oyente de la palabra de Jesús y el tiempo del lector están superpuestos.
6. TEOLOGÍA DEL CUARTO EVANGELIO
El aspecto más sobresaliente del 4Ev es su cristología. En efecto, advertimos en seguida la centralidad de Jesús (baste considerar el número de veces en que aparece el nombre de Jesús en la obra joánica: Jn, 237; Mc, 81; Mt,150; Lc, 89). El Reino, que era el tema clásico de la literatura sinóptica, desaparece y ahora es Jesús que sólo habla de sí mismo dando al evangelio el carácter de una verdadera concentración cristológica. Esto ya se advierte en el primer capítulo cuando Jesús recibe una serie de títulos significativos: Cordero de Dios, Elegido o Hijo de Dios, Rabbí, Mesías, Jesús hijo de José de Nazaret, Hijo del hombre; y luego, el Hijo, Esposo, el Mesías que ha de venir, el Salvador del mundo, el Profeta que ha de venir, el Enviado, el Santo de Dios, el Señor. Además de estos títulos, Jesús, mediante la expresión “Yo soy...”, se identifica con los más nobles símbolos mesiánicos del AT: pan, luz, pastor, vida, puerta, camino; otras veces se da un uso del “Yo soy” sin predicado, lo que le da a la expresión un carácter teofánico ya que se trata de una apropiación del nombre divino (cf. 8,24.28). El evangelio se va desarrollando en torno a la pregunta por el origen y la identidad más íntima de Jesús, lo que hace que la gente se vaya acercando a él: el Bautista, Nicodemo, los galileos, los samaritanos, los judíos, los griegos y, finalmente, los romanos. El Jesús del 4Ev es ante todo el Cristo glorioso de la Pascua, el Logos de Dios, el preexistente, pero que no renuncia a sus orígenes terrenos humildes cuando asume la carne: es el hombre llamado Jesús de la Palestina del siglo I, es el hijo de José, de Nazaret, su familia es conocida, y cuya patria es descrita en todos sus detalles sociales, religiosos y políticos con una admirable precisión. Su vida es la de un hombre concreto de su época y su muerte es verificada y hecha patente con la lanzada. Jesús es el revelador escatológico, el Hijo del hombre daniélico que viene como testigo de cosas que ha visto junto al Padre y las comunica a la humanidad. Este aspecto condiciona a Juan a utilizar un vocabulario judicial que le es característico: testimoniar (33 veces), testimonio (15 veces). Jesús es el testigo final de la verdad, pero para legitimar su obra apela a los testimonios del Bautista, del Padre, de las obras y de la misma Escritura, íntimamente relacionados entre sí.
Jesús, que tiene clara conciencia de su misión, habla del Dios invisible como de su Padre, se trata del Dios de los judíos, Yahveh, el que lo ha enviado, el que es su origen y su destino, con el que es uno solo, aquel que es posible ver cuando se ve a Jesús. Ante una sinagoga que se cree única heredera del judaísmo, el 4Ev presenta a Jesús como el preexistente junto a Dios, más antiguo que Abraham y más grande que Moisés, presente ahora en el mundo como testigo fiel, el que inaugura una nueva y definitiva etapa en la historia de salvación.
En la primera parte de su obra Juan nos presenta un Jesús en plena comunión con el Espíritu Santo. Es el Espíritu el que ha sellado a Jesús (1,32-33), el que se le ha entregado sin medida (3,34). Jesús, por lo tanto, bautiza en el Espíritu Santo, sus palabras son Espíritu y vida (6,63) y promueve un culto a Dios en Espíritu y verdad (4,23). En la segunda parte del 4Ev tenemos una presentación del Espíritu Santo que nos instruye acerca de su nombre, de su origen y de su función en la iglesia. Es el Paráclito, el Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo. Este Espíritu es enviado por el Padre en nombre de Jesús y procede del Padre como Jesús también procede del Padre. El Espíritu da testimonio de Jesús, conduce a la comunidad a la verdad plena recordándole las enseñanzas de Jesús y anunciándole las cosas futuras, y frente al mundo incrédulo tiene la función de evidenciar su falsedad.
Si la predicación sinóptica del Reino cedía lugar a la presentación de una sólida cristología, la clásica escatología final (aunque aludida en el 4Ev) da espacio ahora a la “escatología realizada”, en el sentido de que el final ya ha acontecido con el advenimiento y obra de Jesús y es en el “hoy salvífico” cuando el hombre accede a la salvación por un acto de fe de carácter dinámico y personal, porque para Juan “la fe es el principio y el corazón de la existencia cristiana” (Mollat).
CONCLUSIÓN
El 4Ev nos hace llegar, a la distancia de veinte siglos, la palabra entusiasmada del “discípulo que Jesús quería”, el que ha actualizado la palabra, misterio y pascua del Maestro para la vida de su comunidad. Su obra audazmente original para su época superó toda sospecha gracias a la garantía del testigo apostólico que la avalaba y se difundió rápidamente en la iglesia del siglo II y se convirtió desde entonces en una de las obras teológicas más importantes del NT. A nosotros sólo nos resta una tarea: entrar en ese mundo joánico para encontrarnos con Jesús y quedarnos con él (1,39).