joánicos IV
TEMA 4:
TESTAMENTO DE JESÚS PARA SU COMUNIDAD TURBADA
TEXTO: Jn 13 - 17
CLAVE BÍBLICA
1. NIVEL LITERARIO
1.1. Sección perfectamente delimitada
Los capítulos 13 al 17 tienen los suficientes nexos de unión con lo que precede y sigue como para no ser una pura cuña en la secuencia evangélica; la mención de la "hora" en 13,1 empalma con lo dicho en 12,23.27; igualmente la mención de la pascua en 13,1 conecta con 11,55; o el tema de la glorificación, presente en Jn 12,16.23.28, que reaparece en 13,31ss. A parte post, la salida hacia el Cedrón, narrada en 18,1, es lo apropiado tras concluir la oración de despedida.
Pero al mismo tiempo se trata de un bloque con autonomía literaria. Siempre se ha reconocido en 12,44-50 una especie de resumen conclusivo de la primera parte del evangelio (o "libro de los signos") y es innegable que con el capítulo 18 comienza una temática nueva: la historia de la pasión. La topografía es aquí determinante: mientras que el ministerio de Jesús en Jn 12 es ante el pueblo, e igualmente los acontecimientos de la pasión, los cap. 13-17 están localizados en la intimidad del cenáculo con un pequeño grupo de discípulos. Igualmente característico de estos cinco capítulos es su tono familiar y completamente alejado de la controversia que domina la mayor parte del evangelio.
1.2. Sección heterogénea
Este bloque dotado de unidad espacio-temporal está formado, sin embargo, por piezas de carácter muy variado. Ante todo aparece una narración edificante con su interpretación: el lavatorio de los pies; se trata de un material peculiar del cuarto evangelio, aunque no alejado de una larga serie de textos sinópticos en que Jesús inculca a sus discípulos el servicio mutuo. La escena está incluida en la predicción de la traición por parte de Judas (13,2.21-30), a la que, tras breve interrupción, se añade la predicción de la negación de Pedro (13,36-38). El conjunto está construido de modo que destaque el contraste entre la bondad servicial de Jesús y la infidelidad de algunos de sus seguidores.
Los capítulos 14-16 (y ya la breve sección 13,31-35) pertenecen, en cambio, al género “discurso de despedida”. Jesús menciona repetidas veces su próxima partida y da instrucciones a los suyos acerca de cómo vivir en su ausencia. Característica de esta sección es la repetición machacona de algunos consejos, como es el no sucumbir a la tristeza, la práctica del amor mutuo, la confianza en la asistencia del Espíritu, etc.
Finalmente, el capítulo 17 constituye en sí mismo una unidad relativamente cerrada. Jesús no se dirige a los suyos, sino al Padre, al que encomienda la comunidad cristiana durante el tiempo de su ausencia personal visible. Jesús no aparece ahora como el Maestro que da instrucciones, sino como el sacerdote que, puestos los ojos en el cielo, ora por su pueblo. Sin embargo, dado que Jesús realiza la oración en voz alta ante ellos, indirectamente les está pidiendo a ellos lo mismo que para ellos pide al Padre: que sean uno.
1.3. Distintos niveles de tradición.
A la lectura más sencilla no se le escapa que el discurso de despedida está partido por la expresión "levantaos, vámonos de aquí", con que concluye el cap.14. Se detecta igualmente la repetición de la expresión conclusiva "os he dicho estas cosas" (14,25; 15,11; 16,1.25.33). Es evidente que no todo el material contenido en estos capítulos se fraguó simultáneamente en la vida de la comunidad ni en la predicación de Jesús. Una indiscutible tensión encontramos entre Jn 14,5, versículo en que Tomás se preocupa de la marcha de Jesús y lamenta no conocer su destino, o 13,36, en que Pedro le pregunta expresamente a dónde va, y Jn 16,5, pasaje en que Jesús parece echarles en cara que no le preguntan a dónde va.
Un desnivel aparece igualmente entre la orfandad de los discípulos en medio del mundo (cap.17), con motivo de la cual Jesús pide al Padre que se haga cargo de ellos (especialmente 17, 13-15), y la afirmación repetida en los cap.14-16 de que no quedarán huérfanos, ya que el Espíritu velará por ellos(cf.14,16s; 15,26; 16,13).
Una cierta tensión parece encontrarse también entre los diversos motivos de consuelo que se le ofrecen al grupo: unas veces se trata de la confianza en el Espíritu que recibirán (cf.supra); otras, en que el Padre velará por ellos (17,15ss; cf.16,27); otras, en la próxima vuelta de Jesús (14,3.18.28; 16,16). En este último punto se da una cierta aproximación a la escatología sinóptica de la vuelta del Hijo del Hombre, pero su condición de juez universal, afirmada repetidamente en los sinópticos y en los escritos paulinos, es ahora transferida al Espíritu (cf.16,8-11). Resonancias de dichos sinópticos se perciben igualmente en 13,16 y 15,20 ("no es el siervo mayor que su señor"), 13,20 (el derecho de los mensajeros), 15,26 (el Espíritu como defensor en eventuales procesos), 16,24 ("pedid y recibiréis"), 16,32 ("os dispersaréis y me abandonaréis") etc.
1.4. Pero la redacción final unificó
A pesar de las tensiones o desequilibrios observados, no puede negarse la unidad redaccional de Jn 13-17. El bloque comienza con la mención del amor de Jesús por los suyos (gr. agapésas/egápesen, 13,1) y concluye pidiendo que el amor del Padre al Hijo esté también en los discípulos (gr.agápe/egápesas, 17,26).
La ida de Jesús al Padre (y la vuelta a donde los suyos) está presente en los tres subbloques señalados: Jn 13,3b; (14,18b); 14,28; 16,5.17.28; 17,13. Otro tanto cabe decir del mandato del amor mutuo o vida en unidad: 13,34; 15,12.17; 17,11.21. Igualmente es afirmado y reafirmado el amor de Jesús a los suyos: 13,1.34; 15,12ss. Y el amor del Padre hacia los creyentes: 14,21; 16,27; 17,23. Hacia el principio y el final tenemos la mención de la apostasía de Judas: 13,2.18.21;17,12.
En los dos últimos subbloques se insiste en la oposición discípulos/mundo (15,19; 17,14); en los dos primeros, en la relación siervo/señor (13,16 y 15,20). Otro tema recurrente es el de la tristeza y el gozo: 15,11; 16,6.20-24; 17,13, o el de la turbación y tribulación: 13,21; 14,1.27b; 16,21.33. Igualmente el de entregar la vida por otro: 13,37s; 15,13, o el de guardar los mandamientos de Jesús: 14,15; 15,10.
El texto de Jn 16,28s puede entenderse en relación con 14,4ss.: de no saber a dónde se va Jesús se pasa a la expresión clara sobre su destino. En el estado actual de la redacción no puede decirse que destaque la incoherencia sobre la unidad o uniformidad.
1.5. Teoría literaria de las relecturas y duplicados
Las reiteraciones se perciben sobre todo dentro del discurso (cap.14-16). En esta pieza, de origen indiscutiblemente complejo, no ha dado resultado la búsqueda de fuentes; algunos defenderían, todo lo más, unas tradiciones independientes subyacentes a la alegoría de la vid (15,1-7) y al bloque sobre el odio del mundo (15,18-16,4). Se percibe, en cambio, un notable paralelismo entre los grandes apartados 13,31-14,31 y 16,4b-33; es un paralelismo que no permite suponer fuentes distintas yuxtapuestas, pues hay identidad de estilo e incluso de varias frases completas.
Esta presencia de duplicados no sólo se observa en el sermón de la cena, sino también en otros pasajes del cuarto evangelio; ello ha dado lugar a una teoría sobre el complejo proceso de composición: varios discursos parecen haber sido redactados repetidas veces (relectura), adaptándolos a sucesivas situaciones de la comunidad joánica; el redactor final debió de tener interés en que no se perdieran tan ricos materiales, y para ello insertó -en un evangelio ya formado- algunos esquemas o borradores que el evangelista principal había dejado fuera. Esto dio lugar a las repeticiones (e incoherencias) que actualmente detectamos, como puede ser el hecho de que, tras la conclusión de Jn 14,31, el sermón de la cena se prolongue todavía otros dos capítulos, y también a la actual dificultad de encontrar una estructura o esquema lógico en la exposición de las distintas ideas.
1.6. El género "testamento"
Jn 13-17 es la despedida de Jesús. En 13,1 la expresión griega "eis tò télos" (“hasta el extremo”) es, quizá intencionalmente, equívoca: se trata del amor hasta el límite y del amor hasta el final; en los capítulos 14-16 abunda la expresión "me voy"; y en 17,13 Jesús dice al Padre: "ahora yo voy a ti".
En la literatura apócrifa judía (y cristiana) abunda el género "testamento": testamento de los doce patriarcas, testamento de Job, de Abrahán, de Isaac, de Jacob, de Adán, de Salomón, de Moisés. Hay algunos ejemplos también en el AT, v.gr. Gn 49,1-27, ó Dt 29-31. En Qumrán se ha encontrado un testamento de Leví, otro de su hijo Qohat, otro de Amrán padre de Moisés. En el NT tienen especial carácter de despedida 2Tim, en parte 2Pe, y pasajes como Hch 20,18-35.
Característica de este género en el judaísmo es la ficción de que un personaje prestigioso, a punto de morir, evoca ante sus hijos o discípulos episodios memorables del pasado y los exhorta a una fidelidad que será prenda de recompensa. Naturalmente esos hechos "del pasado" son narrados “post eventum”.
Jn 13-17 se acerca notablemente a dicho género. El lavatorio de los pies es el gran ejemplo que Jesús deja, generalizado luego en el mandato del amor y servicio mutuo. A los discípulos les da la gran consigna de la unidad, de la que dependerá su eficacia apostólica (17,21). Repetidas veces Jesús "mira hacia atrás" recordando que él ha guardado a los que el Padre le dio (17,6) y les ha revelado lo que el Padre le encargó (ib. y 15,15). El encargo de fidelidad se llama ahora "permanecer en Jesús" (15,4) y guardar sus mandamientos (15,10). Las expresiones referentes a la inmediata partida de Jesús son numerosas.
Pero, a pesar de todas las correspondencias, en el caso de la despedida de Jesús el género "testamento" estalla. Ninguno de los grandes personajes del pasado prometía su retorno ni el envío de un regalo a los suyos semejante al Espíritu Santo. Y en algunos pasajes de Jn 13-17 la ficción está menos lograda, ya que el que habla es claramente el glorioso que permanece en los suyos, el que ya "ha vencido al mundo" (16,33b). Se observa, además, que la comunidad ya ha respondido fielmente al encargo de Jesús, de modo que las expresiones "si permanecéis.." (15,7), "si guardáis..." (15, 10) son presentadas seguidamente como algo ya realizado: "ellos han guardado tu palabra" (17,6), "han acogido.., han conocido..., han creído..." (17,8). Igualmente el odio del mundo pasa de la predicción (15,18) a un hecho ya presente (15,18) e incluso a una historia pasada (17,14). Jesús, el "testador", no es un difunto, sino que continúa presente y hablando a su comunidad.
2. NIVEL HISTORICO
2.1. Instrucción privada de Jesús a sus discípulos
Una constante de la tradición sinóptica es la alternancia de la actividad de Jesús ante la multitud indiferenciada y ante el grupo más reducido de discípulos seguidores. Mc 4,10; 8,27; 9,35; Mt 16,24, etc, nos hablan de una instrucción privada dirigida al grupo más íntimo (en casos como Lc 9,23 parece que se ha dado una generalización redaccional). Hay otras situaciones en las que se percibe como destinataria una gran multitud: Mc 4,1s; Mt 13, 2; Lc 6,17ss.
Existe la sospecha fundada de que en una primera época prevaleció la actividad abierta y que a partir de un determinado momento, probablemente una crisis relacionada con la historia de la multiplicación de los panes (cf.Jn 6,66), Jesús se va a replegar progresivamente hacia el grupo reducido, aun cuando esto no implique el olvido de las masas.
Con prevalencia de uno u otro público, el Jesús de los sinópticos alterna ambos tipos de instrucción. En Jn, en cambio, la instrucción a los discípulos está prácticamente concentrada en los capítulos 13-17.
2.2. Instrucción relacionada cronológicamente con la última cena
La cena es el marco de esta amplia instrucción de Jesús a los suyos antes de la inminente separación. Y también en esto Jn tiene una cierta coincidencia con los sinópticos. Particularmente Lc 22, 22-30 recuerda un discurso de Jesús a sus comensales en el que resuenan algunos temas joánicos, como son la próxima partida de Jesús (22,22; cf.Jn 16,5), el servicio mutuo (22,27: cf.Jn 13,15), la perseverancia con Jesús (22,28; cf.Jn 17,12), el hecho de que Jesús da a los suyos lo que el Padre le dio a él (22,29; cf.Jn 15, 15; 17,8.22), la futura estancia con él en el Reino (22,30; cf.Jn 14,2s).
El tema de la dispersión de los discípulos tras la desaparición de Jesús (Jn 16,32a) nos lo ha conservado también la tradición sinóptica (cf. Mc 14,27 y Mt 26,31) en el contexto de la cena; y éste es, ciertamente, el momento al que mejor se adecua.
Esto no implica, naturalmente, que Jn 13-17 transmita discursos íntegramente originales de Jesús, sino que, partiendo de algunos dichos tradicionales, dispersos a lo largo de toda la actividad terrena de Jesús, la comunidad del discípulo amado ha elaborado las actuales reflexiones, ya en forma catequética (Jn 14-16), ya en forma eucológica (Jn 17). En relación con esta elaboración por la comunidad cristiana, es un dato elocuente la sorprendente correspondencia terminológica entre el cuarto evangelio y la primera carta de Juan; pueden estar a la base algunos dichos históricos de Jesús, pero la comunidad los ha traducido por completo a su propio lenguaje y los ha acomodado a su situación.
2.3. La iglesia joánica y sus vicisitudes. Texto paradigmático
Gracias a los escritos llamados cartas de Juan (quizá cronológicamente no posteriores a las últimas redacciones del cuarto evangelio), sabemos algo sobre la historia de este peculiar grupo cristiano que es la comunidad del discípulo amado. Por ejemplo, es importante el dato de 1Jn 2,19 que nos habla de una escisión en la comunidad, o la sicosis de herejía que parece detectarse en 2Jn 10 ó 3Jn 10b. Desde ahí cobran especial significación las apremiantes llamadas al amor mutuo en 1Jn 2,10;3,11.18.23; 4,11s, o a la permanencia en la correcta confesión de fe en 1Jn 2,24;4,2; 5,5.
Cabalmente esta temática se repite machaconamente en el sermón de la cena, y casi con las mismas expresiones: "que os améis unos a otros" (13,34; 15,17; cf.17,26), que "permanezcáis en mí" (15,7; 17,23) o en la observancia de "mis mandamientos" (14,15; 15,10; 17,6). Desde esta observación se puede percibir con especial claridad cómo Jn 13-17 describe desde muy cerca los avatares de la iglesia joánica; por eso se le ha llamado, a este respecto, “texto paradigmático”.
2.3.1. La acción del Espíritu y los avatares de la comunidad
La asistencia del Espíritu a la comunidad es prometida al menos tres veces (14,16s+14,26; 15,26s; 16,7-12), pero con funciones diferentes, que hacen pensar en momentos diferentes de la evolución del grupo. En 15,26s la función del Espíritu es "dar testimonio"; el texto es especialmente cercano a Mc 13,11 y Mt 10,20 (cf.Lc 21,15), y, al igual que en aquellos, está en relación con la expulsión de los discípulos de la sinagoga. Ello significa que en Jn 15,26-16,2 estamos en el momento en que cristianos de la comunidad del discípulo amado son juzgados como herejes por la autoridad sinagogal; se aproxima la ruptura entre esta iglesia y el judaísmo.
La función del Espíritu en 14,16.26 parece ser la de consolar a la comunidad, probablemente ya expulsada de la sinagoga y de Palestina, que se siente desamparada y tiene que iniciar una andadura nueva (otros piensan que la comunidad convive aún con la sinagoga pero se siente incómoda, extraña e incomprendida); ahora el Paráclito prolonga la presencia de Jesús y recuerda sus enseñanzas en medio de la comunidad huérfana; tal vez el "recuerdo" de la enseñanza consista en la actuación de profetas en el grupo.
Finalmente en Jn 16,12-15 la función del Espíritu es "conducir a la verdad plena" y enseñar a la comunidad la verdad en cada momento; la designación "Espíritu de la verdad" (16,13; cf. ya 14,17) apunta hacia el momento de las primeras herejías y de la escisión de la comunidad, momento de gran preocupación por distinguir entre ortodoxia y heterodoxia. Hay que recordar aquí la contraposición entre espíritu de la verdad y espíritu de error que presenta 1Jn 4,6 en el contexto de los falsos profetas (4,1) y de los anticristos (4,3); esta última es precisamente la expresión con que 1Jn 2,18s designa a los disidentes.
2.3.2. La sensación de orfandad y turbación vivida por el grupo
La tristeza (16,20), la turbación (14,1) y la tribulación (16,33) son temas recurrentes en el discurso. Ellos hablan de una larga historia de sufrimiento por diversos motivos. Ante todo, el grupo joánico, con su avanzada cristología de la divinidad de Jesús, choca fuertemente con la sinagoga, por la que es perseguido y de la que es expulsado (cf.Jn 16,2).
Una vez separado de la sinagoga, y quizá huido de Palestina, este grupo cristiano se encuentra desprotegido y sin estructuras que le den seguridad, en medio de un mundo extraño y probablemente adverso debido a su negativa a practicar los cultos imperiales y al distanciamiento cultural que esto conlleva: "no sois del mundo" (15,19; cf.17,16). Se requiere la persuasión de que no será situación duradera ("un poquito y me veréis de nuevo",16,16) y de que incluso en esa situación el Espíritu de Jesús los asiste (14, 16.18).
Dentro de la misma comunidad joánica se dan diversas actitudes en relación con el mundo ambiente. Algunos, seguramente con una sana intención misionera, realizan un esfuerzo de "inculturación" que para otros miembros del grupo comporta caer en la herejía; esto conduce a la dolorosa disensión interna, que se sabe no querida por Jesús: "que os améis mutuamente" (13,34; 15, 12.17), "que todos sean uno" (17,21.23).
2.3.3. El dolor por las disidencias y defecciones
Este tema está plenamente explicitado en 1Jn 2,19; en el sermón de la cena parece estar implícito tras numerosos textos. Ya la alegoría de la vid (15,1-7) dirige advertencias a quienes están en peligro de apartarse de Jesús: el que no permanece en la vid no da fruto, está destinado a la condenación (=fuego), etc. Siempre ha llamado la atención en Jn 15,6 la extraña presencia de tiempos verbales pasados ("fue echado fuera", "se secó"); quizá haya que interpretarlos como la constatación que hace el autor del evangelio de que algunas apostasías ya han tenido lugar. Una función del Espíritu de la verdad (16,13) consiste precisamente en sostener en la auténtica fe en Jesús, ahora especialmente amenazada.
Jn 17,6ss realiza una mirada retrospectiva al grupo que ha permanecido fiel; pero en ese contexto se recuerda nuevamente al "hijo de la perdición" (17,12), aquel cuya permanencia en la fidelidad estaba descartada de antemano; muy probablemente es una alusión indirecta a los disidentes ya separados del grupo ortodoxo, aunque en relación con ellos parece mantenerse una cierta esperanza de reunificación ("que todos sean uno"), esperanza que en 1Jn 2,19 ya ha desaparecido por completo: tenían que marcharse porque "no eran de los nuestros".
La repetida mención del amor a Jesús, que consiste en cumplir sus mandamientos (14,15.21; 15,9s), es una llamada implícita a no apartarse de la ortodoxia (que implica ortopraxis, cf. 1Jn 4,21). En este contexto, la traición de Judas narrada en el cap.13 adquiere carácter paradigmático.
Frente a la tentación o lo sugestivo de otras religiones ambientales, está la fuerte afirmación de que nadie va al Padre sino por Jesús (14,6); el autor vuelve así al tema del pastor o de la puerta (Jn 10).
2.3.4. ¿Una acción misionera fallida?
El carácter misionero del grupo está remarcado especialmente en el encarecimiento del testimonio (13,35; 17,21); probablemente también la expresión "dar fruto" (15,2.4.8) hace referencia al éxito o no éxito de la misión.
Pero especialmente los dichos de Jesús referentes a la acogida o el rechazo de los discípulos (13,20) parecen apuntar a una experiencia misionera ya en marcha; y la inexcusabilidad del mundo no creyente (15,22-24) parece presuponer el rechazo de la misión cristiana.
2.3.5. Problemas de la fusión con la gran iglesia
Jn 21 parece tener, entre otras funciones, la del reconocimiento explícito de la preemiencia de Pedro por parte de la comunidad joánica. Tal vez el cap.11 del Apocalipsis, si de algún modo identifica a los dos testigos con Pedro y Pablo, nos testifique el mismo hecho: la fusión tardía del grupo joánico con la iglesia paulino-petrina.
Ahora bien, ese hecho tuvo que implicar reformulaciones y revisiones teológicas. Quizá sea él el que explique, por ejemplo, la yuxtaposición de escatologías en el sermón de la cena. Un notable grupo de textos parece subrayar algo de lo que se ha llamado "escatología realizada": Cristo y el Padre habitan ya en el creyente (14,23), la vida eterna es el conocimiento del Padre, algo que posee todo el que conoce a Cristo por la fe (17,3).
Pero al lado de estas expresiones se encuentran actualmente otras muchas relativas a la pronta vuelta de Jesús. Esa vuelta pudo entenderse originariamente en referencia a las apariciones del Resucitado o a la próxima parusía. No es fácil determinar la primera base histórica de esta tradición, si en la iglesia joánica de los primeros días -cuando aún no había elaborado su teología de la presencia permanente de Cristo Glorioso en medio de ella- o en la gran iglesia, de donde la comunidad joánica las tomaría ahora prestadas; en todo caso, actualmente dan un toque futurista, típico de la escatoogía paulino-petrina, a la composición joánica, y deben entenderse en dicha iglesia como una recuperación de su patrimonio más primitivo o como una fecundación desde las otras líneas de cristianismo, a las que ahora esta iglesia se acerca.
2.3.6. Bajo el control directo del Espíritu
Es significativa en el cuarto evangelio la ausencia casi total de menciones de los Doce (presentes solamente en 6, y 20,24). Ciertamente en el apéndice (cap.21) se resalta la autoridad de Pedro para apacentar, aunque, simultáneamente, se le dice que él no podrá controlar al discípulo amado (21,21s); y ya en 20,23 se da autoridad a los discípulos para perdonar o retener (= "atar y desatar" en Mt 18,18).
Pero estos pasajes son un tanto de excepción, y es difícil determinar el momento en que entraron a formar parte del acervo joánico. Por el contrario, Jn 13-17 da a entender que el encargado de guiar a la comunidad es el Espíritu. A éste corresponde consolar a los creyentes, orientarlos en momentos de perplejidad, salir en su defensa ante los tribunales. Se insite igualmente en la obediencia a los mandatos de Jesús, sin que pueda vislumbrarse la autoridad de jerarquía intermediaria (distinto, por ej. de 1Cor 4,14-17; Flp 2,16; etc). 1Jn afirma expresamente que cada creyente posee la Unción del Santo y no necesita ser enseñado por nadie (2,20-27).
Es posible que este hecho haya conducido a actitudes individualistas o de autosuficiencia, bien distintas de la enseñanza de Jesús que se quiere conservar (de ahí la machacona insistencia en que "sean uno"). Y, a la hora de la verdad, esa supuesta acción directa del Espíritu no impidió la herejía y el cisma (cf.1Jn 2,18-22), y fue necesario emprender un camino, doloroso y arduo, hacia la mediación jerárquica (cf.3Jn).
3. NIVEL TEOLOGICO
3.1. La gloria del Hijo
El cuarto evangelio es el de mayor concentración cristológica. Ciertamente el envío del Hijo es el signo del amor del Padre al mundo (Jn 3,16), pero mientras que el Jesús sinóptico ordinariamente da testimonio del Padre y del Reino, en Jn todo da testimonio de Jesús: el Bautista, Moisés, el Padre, los signos. El Jesús sinóptico busca la gloria del Padre (Mt 5,16; cf.Jn 15,8); en cambio en Jn el Padre y el Hijo se intercambian la gloria: "glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti" (17,1).
La narración joánica de la pasión es sobre todo narración de la glorificación de Jesús; y el sermón de la cena tiene la función de anticipación o prólogo de la pasión, y por tanto de manifestación anticipada de la gloria. La gloria es el atributo de Dios por antonomasia, en el que se intenta significar su poder, su resplandor, su autoridad, bondad, belleza, plenitud. En el cuarto evangelio la primera confesión que realiza la comunidad cristiana es que en la palabra hecha carne ha contemplado la gloria (1,14). Jesús ha ido insinuando esa gloria a través de signos (2,11); pero es en el momento de la pasión-resurrección, en "la hora", en el paso de este mundo al Padre, cuando es glorificado plenamente. Y mediante esa glorificación del Hijo recibe gloria también el Padre (12,28a).
La gloria de Jesús está en su vuelta al Padre, que implica la recuperación de la gloria que tenía junto al Padre desde siempre. Está igualmente en ser reconocido en fe por los discípulos: "en ellos he sido glorificado". Pero, ya que esa gloria es real y perceptible también en este mundo ("hemos visto su gloria"), los discípulos de Jesús participan también de dicha gloria, pues Jesús se la ha dado (17,22). La gloria en cuanto cualidad típicamente divina es la que hace que ni Jesús ni los suyos sean del mundo (17,14b).
3.2. Una rica reflexión trinitaria
En ningún otro libro o pasaje del Nuevo Testamento se nos habla tan frecuente y profundamente sobre las personas divinas y sus relaciones mutuas como en Jn 13-17. Si no existieran estos capítulos, nuestra información bíblica sobre el Espíritu Santo quedaría reducida a menos de la mitad.
Como en el resto del cuarto evangelio, Jesús aparece aquí permanentemente pendiente del Padre: ha sido enviado por Él, ha vivido para Él, para darle a conocer, y sabe que ha formado una iglesia no para sí mismo, sino para el Padre. Si Jesús ha tenido discípulos, es porque el Padre se los dio (17,6); a él le ha tocado formarlos y cuidar de ellos (17,12ss), y ahora se los devuelve y encomienda al Padre (17,11:"guárdalos en tu nombre").
En yuxtaposición con este ponerlos en manos del Padre está la promesa del don del Espíritu, que continuará la tarea de Jesús. Jesús los ha iniciado; el Espíritu les recordará la enseñanza de Jesús y se la completará (14,26; 16,13). Ante la próxima partida de Jesús, los discípulos han experimentado tristeza y él los ha consolado (14,27: "os dejo mi paz...no se turbe vuestro corazón"). En adelante será el Espíritu quien los consuele, por eso se le designa como "otro consolador" (14,16).
3.2.1. Relación entre Jesús y el Padre.
Jesús es el que existía en el Padre y participaba de su gloria desde la eternidad (17,5.24; cf.1,1); no tiene una gloria propia, sino la misma del Padre. Vino al mundo enviado por el Padre (17,8.18.21) y en obediencia a él (14,31); la vida terrena de Jesús ha consistido en realizar fielmente un encargo del Padre: darle a conocer (17,6-8), manifestando su gloria (17,22) y enseñando su palabra (14,24). Por eso quien conoce a Jesús conoce al Padre (14,7), quien le ve ve al Padre (14,9), están cada uno en el otro (14,10), puede decirse que en definitiva son una misma cosa (17,22). Ambos se proporcionan mutuamente gloria (13,31s; 17,5).
La obra de Jesús en este mundo es la revelación del Padre, transparentarle. Jesús comunica lo que ha oído a su Padre (15,15), ama con el amor con el que el Padre le ama (15,9), posee todo en común con él (15,15; 17,10); el Padre cuida de Jesús, es su "viñador" (15,1), y Jesús se sabe seguro en sus manos y en su compañía (16, 32; cf.1,18: el Hijo "vuelto hacia el seno del Padre").
Sin entrar en cuestiones dogmáticas posteriores, el sermón de la cena, al mismo tiempo que afirma una notable identidad entre el Padre y el Hijo, acentúa la obediencia del Hijo para con el Padre; y en esto la relación no es mutua; el Padre se lleva el "primado". Por ello no rechina la afirmación de que "el Padre es mayor que yo" (14,28), especialmente dicha por Jesús en el contexto de recuperar una gloria temporalmente ocultada y que el Padre siempre ha conservado.
3.2.2. Relación entre Jesús y el Espíritu.
El Espíritu es el gran don del Padre a la comunidad de Jesús para que continúe y lleve a cabo su obra. El texto joánico no nos describe una relación vital o afectiva entre Jesús y el Espíritu, sino sobre todo una relación "económica": ambos están en continuidad en el mismo cometido (14,26; 16,13).
Entre Jesús y el Espíritu se da una relación semejante a la que existe entre Jesús y el Padre: el Espíritu es enviado por Jesús (16,7) y habla lo que Jesús le proporciona (16,14), igual que Jesús fue enviado por el Padre y comunicó las palabras del Padre (cf.17,8).
En el actual estado redaccional de Jn 14-17, prescindiendo del origen complejo y quizá paralelo de las diversas partes del discurso, puede entenderse que el Espíritu es el que prolonga la presencia de Jesús entre los suyos, que en él se realiza la vuelta de Jesús a la comunidad ("volveré a vosotros"/"os enviaré el Espíritu"). Igualmente, el Espíritu realiza la presencia del Padre y la tarea del Padre: los discípulos no se quedan huérfanos porque el Padre los guarda por encargo de Jesús (17,11), o bien porque Jesús pide al Padre que les envíe el Paráclito (14,16).
En cuanto a la procedencia del Espíritu, no sólo se nos dice que le enviará el Padre en nombre de Jesús (14,26); también afirma Jesús que él mismo le enviará (16,7). La célebre polémica oriental contra el "filioque" supone una lectura parcial.
3.3. La nueva comunidad de creyentes
La eclesiología es otro de los ricos contenidos presentes en Jn 13-17. Es el bloque del cuarto evangelio en que Jesús, tras su ruptura con el judaísmo en cuanto tal, se entretiene en intimidad con el pequeño grupo de seguidores en los que prolongará su presencia (14,20; 17,26) y su actividad testimoniante (17,20). Los discípulos están distanciados del judaísmo y del mundo (17,16).
3.3.1. Comunidad sostenida y dirigida por el Espíritu y la Palabra
En una visión retrospectiva, el autor hace notar que la comunidad se caracteriza por haber guardado la palabra que Jesús les ha dicho de parte del Padre (17,6-8); es una palabra que los ha purificado (15,3) y que los mantiene santos en la verdad (17, 17). La permanencia en la palabra de Jesús equivale a la permanencia en él (15,7) y a la amistad con él que garantiza el amor y las atenciones del Padre para con el creyente; en cierto modo la palabra es otra manera de presencia de Jesús entre los suyos, realidad expresada a veces mediante la convertibilidad gramatical entre Jesús y su palabra.
La comunidad se define como comunidad de discípulos de Jesús, pero es consciente de la ausencia de un Jesús visible, quizá principalmente cuando pasa por tribulaciones. Ella sabe que Jesús fue odiado por el mundo y venció al mundo (16,33), pero tiene que seguir soportando ese mismo odio del mundo (15,18). Esta ausencia de Jesús queda ahora suplida por la presencia y asistencia de su Espíritu; él es quien la acompaña eficazmente en sus nuevos avatares, ofreciéndole nueva doctrina para desde ella responder a los nuevos problemas (16,12), proporcionándole la fortaleza y la palabra oportuna para dar testimonio de Jesús incluso ante los tribunales (15,26s), y consolándola en sus experiencias de soledad y extrañamiento en medio de un mundo hostil (14,16; 15,7); es precisamente el título de “consolador” (paráclito) el otro nombre que se da al Espíritu. El es, en definitiva, el que acompaña a la iglesia en su crecimiento a través de nuevas experiencias de muerte y de vida, de desolación y de consuelo.
3.3.2. Comunidad alternativa y testimoniante
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Comunidad de amor y servicio
El concepto de amor enmarca toda la narración de la cena. En 13,1 se nos presenta a Jesús amando a los suyos hasta el extremo o el final; y en 17,26 Jesús pide al Padre que el amor que une a las personas divinas esté en ellos. La expresión griega “agapate allélous” (amaos mutuamente) es recurrente en el discurso (13,34s; 15,12.17), e igualmente la exhortación a ser uno (17,21.23).
La alegoría de la vid y los sarmientos (15,1-7) no incluye únicamente la unión de cada creyente con Jesús, sino también la de los creyentes entre sí, ya que por todos circula una misma savia de vida.
Y Jesús muestra que el amor mutuo no puede quedarse en un mero sentimiento, sino que ha de plasmarse en gestos visibles. El lavatorio de los pies es un servicio de esclavo; y Jesús quiere que los suyos se hagan esclavos unos de otros, prestándose también ese servicio (13,15). Pero se trata de una actitud de servicio sin límites, incluso a costa de la propia vida: Jesús quiere que amen como él los ha amado (15,12), es decir, con el amor más grande; y ya que el que habla a la comunidad es el Cristo glorioso, es también el que ha pasado por la muerte, y ése es el amor que debe ser imitado (15,13; casualmente en este versículo aparecen varias expresiones idénticas a las de Jn 10,15 -Jesús Buen Pastor dando la vida por sus ovejas-, lo cual demuestra que Jesús, en 15,13, no cita un refrán abstracto, sino que alude a su propia entrega).
b) Los que no se dejan atrapar por el mundo
Por la purificación obtenida mediante la Palabra (15,3) y el baño sacramental (13,10), los miembros de la comunidad se han convertido en el grupo de los santos, en aquellos que no pertenecen al mundo en cuanto ámbito de dominio del maligno. Inevitablemente se han de sentir tentados a acomodarse al ámbito del pecado, ya que estar a bien con lo que los rodea será fuente de aparente seguridad; pero Jesús ha orado al Padre para que no les permita sucumbir a la tentadora oferta circundante (17,15).
Su distanciamiento crítico de lo que no es según Dios causará persecución contra los discípulos de Jesús (15,18). Su criterio y conducta diferentes hará de ellos seres incómodos, y, por tanto, blanco de odio y rechazo. La comunidad se alegrará de pasar por los mismos trances de Jesús (15,20), con el consuelo de saber que, en definitiva, Cristo terminó victorioso sobre el mundo (16,33).
Jesús les ha dejado una paz (14,27) y alegría superiores a las que el mundo podría proporcionarles, y ya nadie se las puede quitar (16,22).
c). Los que creen y transmiten la fe
El objeto fundamental de la fe es el envío de Jesús por el Padre: "han conocido realmente que salí de ti y han creído que tú me enviaste" (17,8). Es una convicción de fe adquirida para siempre: "habéis creído que yo salí del Padre" (16,27); pero la irán actualizando muchas veces a lo largo de la vida, al ver que la palabra de Jesús se confirma (13,19; 14,29). Y ese origen de Jesús hace que él sea igual al Padre y así lo crean: creáis "que yo soy". Ya en 2,11 los discípulos vieron en Jesús la gloria y creyeron en él.
Pero no son solamente creyentes, sino también testigos misioneros. Jesús pide por la unidad de los creyentes de primera hora y por los de segunda generación (17,20), y más tarde declarará dichosos a los que crean sin haber visto (20,29). La expresión repetida en Jn 15 "dar fruto" pudiera referirse a la actividad y logros misioneros de la comunidad. Y el amor mutuo es exigido repetidas veces como la ineludible fuerza testimoniante (13,35; 17,23).
3.3.3. Comunidad peculiar junto a otras. El Discípulo Amado
En los capítulos de la pasión-resurrección aparece una especie de "competitividad" entre Pedro y el Discípulo Amado; ya en nuestra sección Jn 13-17, introductoria a la pasión, se observa esa "diferencia". Es particularmente llamativo que, durante la cena, el Discípulo Amado está más cercano a Jesús que Pedro, tanto que éste, para informarse de a quién alude Jesús al hablar de la traición, tiene que hacerlo a través del Discípulo Amado (13,24).
Probablemente nos encontramos aquí con una interesante doctrina eclesiológica: existen diversas iglesias legítimas, formadas a partir de diversos testigos; y Pedro no es el único sobre el que puede descansar la fe de una comunidad cristiana; para la comunidad joánica el gran mediador histórico que la pone en continuidad con Jesús es el Discípulo Amado, y esto le confiere su peculiaridad frente a otras legítimas comunidades cristianas.
3.4. Simplificación total de la ética
A lo largo del sermón de la cena aparece repetidas veces la palabra "mandamiento" (o su plural "mandamientos"). Jesús, hablando a su comunidad de discípulos, prescinde ahora totalmente del cúmulo de mandamientos veterotestamentarios y judíos; no se entretiene en las conocidas críticas a la ley judía que encontramos en los sinópticos, ni siquiera recuerda el decálogo, como por ejemplo en Mc 10,19 ó Mt 19,18s ó Lc 18,20.
Jn 13,34 habla del "mandamiento nuevo": que os améis unos a otros; id. en 15,12.17. En Jn 14,15.21 y 15,10 la guarda de los mandamientos es la condición o el signo de permanencia en el amor a Jesús. No parece que sea posible establecer diferencia entre el singular (amor mutuo entre los hermanos) y plural (muestra del amor a Jesús), pues en Jn 15,17 el mandamiento del amor al hermano es precedido por un pronombre en plural: "estas cosas os mando, que os améis mutuamente". Ello significa que la permanencia en el amor a Jesús se concretiza en las múltiples prácticas del amor mutuo dentro de la comunidad.
3.5. Sacramentología y vida
Un viejo tema de debate en torno al cuarto evangelio es el referente a su doctrina sobre los sacramentos. Hay quienes encuentran alusiones sacramentales por todas partes y quienes creen descubrir una polémica antisacramental generalizada. El criterio actual se distancia de ambos extremos y admite cada vez más una modesta doctrina sacramental enmarcada en el amplio contexto de la fe y del servicio mutuo.
La narración joánica de la última cena se distancia de los sinópticos en la omisión de la institución de la Eucaristía; es claro que el lector no necesita una nueva narración de la institución una vez que conoce Jn 6. Lo significativo es que Jn 13 en el lugar de la Eucaristía coloque el lavatorio de los pies, como si fuera algo equivalente. Y Jn 13,10 (aun con sus incertidumbres textuales) parece hablar del Bautismo en cuanto baño para siempre, pero necesitado de complementos ulteriores, entre ellos el lavatorio de los propios pies (¿penitencia?) y de los pies de los hermanos (servicio mutuo).
3.6. Mística de la inhabitación trinitaria
El sermón de la cena no se limita a ilustrar al creyente acerca de la vida de Dios en su ser trinitario; le muestra también cómo ese Dios sale de sí mismo al encuentro del creyente para incluirle en su vida inefable.
Entre el creyente y Jesús existe una relación de amor mutuo. Jesús habla de los creyentes como de su posesión: "me los diste" (17,6.9.24). Les llama amigos, ya que para con ellos no tiene secretos (15,15), y se ofrece espontáneamente a interceder por ellos ante el Padre (14,16; 15,16; 16,23). Una y otra vez se nos habla del amor de Jesús a los suyos (13,1.34; 15,12), del deseo que tiene de ser amado por ellos (14,23.28; 15,10), y de compartir su gozo con ellos (15,11; 17,13).
Pero llegado un momento, Jesús prescinde de su papel de mediador, pues sabe que el Padre mismo ama a los creyentes (16,27) y está en comunión con ellos; eran posesión del Padre antes de que él se los entregara a Jesús (17,6.9). Por ello Jesús tiene la confianza de encomendárselos de nuevo: "guárdalos" (17,11).
También el Espíritu se encuentra en una íntima relación con los creyentes. El es el que les inspira la palabra oportuna (15, 26s), el que los consuela y está siempre con ellos (14,16), el que los orienta mediante la comunicación de la verdad (16,13).
Pero en ninguno de los casos se trata meramente de una acción desde fuera; la preposición "en" abunda en estos capítulos extraordinariamente: "yo en ellos", "tú en mí", "ellos en nosotros". La alegoría de la vid habla de una comunión vital entre Cristo y los suyos, y de él y ellos con el Padre que da vida a todos. Pero la expresión culminante se encuentra en Jn 14,23: "vendremos a él y haremos morada en él". Se trata de una inhabitación personal e histórica, muy diferente del "alma del mundo" o del "logos" del neoplatonismo filoniano.
DOCUMENTACIÓN AUXILIAR
EL “MUNDO”
El término griego "kosmos" aparece 78 veces en el cuarto evangelio y 24 en las cartas joánicas (frente a sólo 14 veces en los sinópticos y 185 en la totalidad del NT). Es, pues, un concepto característico de los escritos joánicos.
En algunos textos la palabra "mundo" no significa otra cosa que el universo (Jn 1,10; 17,5.24); a veces recibe el matiz de su especial unión con el ser humano o de dependencia del mismo (1, 10), según la vieja idea bíblica de que la creación va a donde el hombre la lleve (cf.Gn 3,17; Dt 28,38ss). Por ello el cuarto evangelio cuenta con un mundo bueno en su origen pero sometido al pecado del hombre y sus consecuencias; es lo que Jn 1,5 llama "tinieblas"; en este sentido debe entenderse la designación de Satanás como "príncipe de este mundo" (Jn 12,31; 14,30; 16,11).
A pesar de esa degradación de la creación y de la humanidad, Dios la sigue amando; en los 12 primeros cap.de Jn se hacen muchas referencias al interés de Dios por salvar al mundo; Jesús fue enviado por el Padre para salvar al mundo (3,17; 10,36; 12,47), y Jesús, el salvador del mundo (4,42), da su carne para vida del mundo (6,33.51). La tragedia consiste en que la luz vino al mundo y éste prefirió seguir en las tinieblas (3,19). El mundo enfermo, pero abierto a salvación, optó por la condenación.
A partir de este hecho, el mundo joánico es lo no salvado y lo no salvable, lo abocado a la perdición. Ese es el mundo que no puede recibir al Paráclito, que no le ve ni le conoce (Jn 14,17); es el que ofrece una paz falsa (14,27), y que está sencillamente abocado a la condenación (16,8) por haber pecado contra la luz. Este concepto joánico se acerca notablemente a la "carne" del pensamiento paulino, aquella que "no se somete a la ley de Dios ni siquiera puede" (Rm 8,7), y que conduce irremisiblemente a la muerte al que "vive según ella" (Rm 8,13).
Según el cuarto evangelio, el mundo no sólo rechazó a Jesús, sino que odia y persigue también a los que son de Jesús (15,19), e incluso intenta seducirlos, de modo que Jesús tiene que orar para que no sean atrapados por él (17,15). Todo esto tiene en la iglesia joánica una clara concretización en el rechazo por parte del judaísmo en que nació y en la persecución del imperio romano que ahora le toca padecer. Para el autor de Jn 17, como también para el de 1Jn, la humanidad está ahora dividida en dos bloques: los que son del mundo y los que son de Dios; los disidentes de la comunidad se considera que viven del mismo espíritu del mundo (1Jn 4,4.5) debido a su herejía y a la ruptura de la comunión.
A pesar del actual poder opresor del mundo, sobre él la suerte está echada; Jesús ya le ha vencido (16,33) por su resurrección, y los creyentes están en el camino de la victoria por su fe (1Jn 5,4).
CLAVE SITUACIONAL
1. ¿Por qué estáis turbados? Las palabras de Jesús “No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mi” (Jn 14,1) nos traen a la memoria la imagen de la barca en medio de la tormenta, azotada por el viento contrario (cfr. Lc 22,24), que refleja bien la situación de la iglesia en determinados momentos y lugares. La increencia nos preocupa y nos da miedo. Mons. Krätzel, obispo auxiliar de Viena, preguntaba a un grupo de claretianos reunidos en Viena: ¿nos da miedo porque amenaza la posición de la Iglesia o nos preocupa tanto porque los hombres no pueden vivir dignamente sin fe? A él le rondaba la sospecha de que nuestra preocupación se inclinaba más por lo primero. El Concilio Vaticano II nos ha lanzado a caminar sobre las aguas en busca del Maestro, nos ha invitado a abandonar la seguridad de la barca. Y ahora, ante las dificultades, nos preguntamos ¿qué nos va a pasar? Y clamamos: ¡Señor, sálvanos! En vez de clamar: ¡Señor, sálvalos! ¿Qué es lo que realmente nos importa más, la disminución del número de sacerdotes, de creyentes, la amenaza de ser minoría, o el vivir como hombres y mujeres que tienen la seguridad de que el Señor está con ellos y el llevar al mundo necesitado este mensaje?
2. No sólo creyentes, también misioneros. “Te ruego no solamente por ellos, sino también por todos los que creerán en mi por medio de su palabra” (Jn 17,20). Esta oración de Jesús nos lleva a pensar en aquellas palabras del Concilio: “Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por él puede llevar a la fe...corresponde a la Iglesia la necesidad y al mismo tiempo el derecho sagrado de evangelizar, y, por ello, la actividad misionera conserva íntegra, hoy como siempre, su fuerza y su necesidad” (Ad Gentes, 7). Evangelizar es salir al encuentro de los hombres, buscadores de Dios, de concordia fraterna, de paz, de conocimiento de si mismos y de su propio destino. La verdad del evangelio no está ligada a una nación o cultura particular. Evangelizar es descubrir la necesidad del conocimiento de Cristo, luz de todo hombre que viene a este mundo. Impresiona recordar aquellos interrogantes de Pablo VI en su encíclica Evangelii Nuntiandi: “¿Puede ser un crimen contra la libertad ajena proclamar con alegría la Buena Nueva conocida gracias a la misericordia del Señor? ¿Por qué únicamente la mentira y el error, la degradación y la pornografía han de tener derecho a ser propuestas y, por desgracia, incluso impuestas con frecuencia?” (EN 80).
3. Diversas comunidades, diversos testigos. La apertura del Este Europeo nos ha acercado a una nueva realidad: un grupo mayoritario de cristianos que viven su fe desde otra perspectiva. Ante esto muchos católicos se han preparado para la competitividad, olvidándose de Pedro y Juan, y de sus comunidades y tradiciones, y de una historia rica en testimonios y martirio. Otros se paralizan pensando que evangelizar se parece mucho a imponer a otro las propias convicciones y opciones, confundiendo el diálogo interreligioso con una especie de intercambio de opiniones e informaciones. Otros creen que el Este Europeo ya está siendo evangelizado por los ortodoxos y no es necesaria otra presencia cristiana, identificándose con la teoría rusa de que existe un territorio canónico de los ortodoxos donde nadie puede entrar y cosechar, es decir, identificando nación y religión. Volvemos a Juan y Pedro, a sus comunidades y al modo peculiar de vivir unos junto a otros. Las diferencias no llevan consigo separación, rechazo o xenofobia, las diferencias claman por la convivencia, el diálogo, el intercambio y, sobre todo, por la búsqueda definitiva de la verdad. ¿Cómo plantear una evangelización en un territorio mayoritariamente cristiano no católico? ¿Tenemos algo nuevo que ofrecerles?
4. ¿Cómo estar en el mundo sin ser del mundo? Se trata de elegir entre estar a bien con el mundo o distanciarse críticamente de él. Sabemos que el mundo se mueve bien en la indefinición. Hoy más que nunca definirse es un riesgo del que se huye sistemáticamente. El mundo o persigue a los que se definen o intenta seducirlos. Pero también los hay que se definen como disidentes dentro de la Iglesia, y que, equivocadamente, el mundo les considera suyos. Muchas estructuras de la Iglesia tienen que ver con el mundo, muchos bautizados también, pero son Iglesia, ya que ésta no se define por la élite, sino que es santa y pecadora. Y es bueno recordar que la santidad no se consigue por contagio, sino que es la elección personal de Dios, que aparta de lo profano, del mundo. Es, por tanto, en el corazón de los hombres donde luchan el espíritu de Dios y el espíritu del mal que hay en el mundo. Pero ¿qué podemos hacer para no sucumbir hoy ante las ofertas del mundo?
CLAVE EXISTENCIAL
1. Nuestro título de Misioneros ¿qué nos exige? ¿En qué nos distinguimos de aquellos cuya misión es la labor social? ¿Nos sentimos orgullosos de nuestro carisma en la iglesia?
2. ¿Cómo podemos hoy ser buenos servidores de la Palabra? ¿Cómo definiríamos hoy este servicio? ¿Qué nos exige en cuanto a nuestra espiritualidad, a nuestro estilo de vida, a nuestra formación? ¿Nos hemos acostumbrado a llamarnos así o nos sentimos verdaderamente servidores de la Palabra?
3. En nuestro trabajo misionero ¿nos sentimos turbados, amenazados, perseguidos? ¿O somos reconocidos, aplaudidos, gozamos de privilegios, recibimos reconocimiento social? Según esto ¿qué podemos deducir de nuestra situación en el mundo?
4. ¿Vivimos en una comunidad abierta o cerrada? ¿Sentimos dentro de casa la presencia de los problemas y preocupaciones de aquellos a los que somos enviados?