joánicos II
Tema 2 :
LUZ QUE CONDUCE A LA VIDA
Texto: Juan 7 - 10
CLAVE BÍBLICA
1. NIVEL LITERARIO
1.1. Géneros literarios
Dentro de la parte primera del evangelio de Juan, que algunos llaman el "libro de los signos", hemos agrupado estos cuatro capítulos bajo el título: "Luz que conduce a la vida" para sintetizar la imagen de Cristo-Luz junto con la de Puerta y Buen Pastor. Puede verse una cierta autonomía en cada capítulo, pero mejor aún es descubrir una relación especial entre los capítulos 7 y 8, por un lado, y 9 y 10, por el otro, sin que falten rasgos unificadores. Por ejemplo, la hostilidad creciente de los responsables "judíos" (7,1.11.35; 8,22.33.48.52.57; 9,18.22; 10,19.24.31) que intentan apoderarse de Jesús e incluso matarlo (7,1.19.20.25.30.32.44; 8,20.22.37.40.59; 10,31-33.39).
Por otra parte hay narración y discurso entremezclados un poco por todos los capítulos. Podemos fijarnos especialmente en cuatro géneros literarios mayores utilizados diversamente aquí. El más abundante en estos capítulos es sin duda el de "diálogo disputa" entre Jesús y las autoridades judías, sean los fariseos en concreto (7,32.33.45.47.48; 8,3.13; 9,13.15.16.40) o, más generalmente, lo llamados "judíos". Por eso predominan los verbos decir, escuchar, hablar y responder.
* Los diálogos-disputa son esas conversaciones polémicas en que se discute algún punto antropológico, cristológico o teológico. Reflejan la tensión histórica de Jesús con las autoridades coetáneas; pero también -y más- la tensión entre la nueva comunidad cristiana y el judaísmo u otros ambientes hostiles. Aquí están los propios hermanos de Jesús (7,1-13), y tal vez los discípulos de Juan Bautista (10,40-41); pero sobe todo los judíos y fariseos, incrédulos y con hostilidad creciente. En nuestro caso ocupan casi enteros los capítulos 7 y 8; y parte del 9 y 10.
* El signo del ciego de nacimiento es uno de los siete "signos" que narra Juan en su evangelio. Ocupa el sexto o penúltimo lugar, y se sitúa en el capítulo 9, entre la presentación de Jesús como Luz (8,12) y luego como Pastor que guía a las ovejas (10,1ss). Los "signos" joánicos se parecen a los "relatos de milagro" sinópticos, pero acentúan más claramente su valor simbólico, ya que se escogen y colocan en relación a los temas que desarrolla luego el discurso de Jesús o del propio evangelista. Aquí apenas se cuenta el milagro, y, en cambio, se desarrolla ampliamente un interrogatorio y una discusión de Jesús con los fariseos. El mismo término ciego pasa de ser un caso físico a ser un caso moral y religioso (9,1.2.13...diverso de 9,39-41).
* La "paroimia" del mundo pastoril (10,1-18) es un género peculiar, que no equivale a la parábola normal por no tener un único punto de comparación, pero tampoco es una alegoría, en la que cada parte tendría su clave explicativa. Más bien es un "cuadro simbólico", de donde se toman algunos rasgos, sin forzar el alegorismo. Están cerca de las parábolas sinópticas también en su condición de ser no tan fáciles de captar (16,25.29). Se contraponen al hablar con "parresia" o plena claridad y libertad (7,4.26; 10,24; 11,14; 16,25.29; 18,20). En la cena final se puede ver una "paroimía" en el cuadro simbólico de la Vid. Aquí es un cuadro simbólico pastoril el que sirve de base a la explicación ulterior de Jesús como Puerta y Buen Pastor.
* Los discursos revelatorios son típicos del Jesús que nos presenta el evangelio joánico. Algunos suponen que hubo una fuente literaria de estos discursos de revelación, pero, al menos, hay que notar su importancia decisiva en la construcción de la imagen de fe de Jesús, que se presenta en ellos como el único y definitivo Revelador del Padre que lo ha enviado. Aquí entrarían sobre todo las partes de 7,37-39; 8,12-29.49-59; 9,35-39 y 10, 7-18.25-38. A ello habría que añadir todos los "Yo soy" del resto del evangelio, que se concentran aquí en 8,12.24.28.58 y 10,7.9.11.14.Todo el sermón de los panes y una buena parte del "discurso de despedida" pertenecen a este género literario.
1. 2. Vocabulario
Las palabras más usadas en estos capítulos las acabamos de señalar ya: judíos (18 veces), Padre (22), fariseos (11), Dios (20); y los verbos: decir (57+53), hablar (20), escuchar (22) y responder (24). Dentro de este gran diálogo, que se vuelve discusión muchas veces y revelación culminante otras, cabe señalar cuatro o cinco campos dominantes a nivel terminológico:
* Verdad-mentira : Estas palabras salen reiteradamente, ya en el capítulo 7, en que se predica de Dios su calidad de "verdadero" (7,18.28); pero sobre todo ocupan el centro del debate en el capítulo 8. Aquí se discute la calidad "verídica" del testimonio y del juicio de Jesús, así como del auténtico discípulo. Más aún, Jesús se presenta como el que dice la "Verdad", que los judíos no aceptan aun cuando sería la que los haría libres de veras (8,13-17.26.31ss.40.44-46). La explicación última de su rechazo a la Verdad es que provienen del "padre de la mentira". Éste es mentiroso y homicida, busca la muerte del hombre, como están haciendo ellos con Jesús, ya que intentan matarle en lugar de prestar crédito al Revelador de la Verdad (y Pastor de la Vida).
* Ley-libertad : Los dirigentes judíos justifican su mentira y pretensión asesina con la defensa de la Ley de Moisés, irrespetada, según ellos, por Jesús en sus palabras y sobre todo con sus "signos". La mitad de las veces que Juan cita la Ley o a Moisés se hallan en estos capítulos (7 de 13 y 8 de 15, respectivamente). Cabe añadir la referencia al patriarca Abrahán (11 veces), cuya paternidad ellos reclaman y Jesús les niega. No son verdaderos "hijos de Abrahán" ni de su Dios que es el Padre de Jesús, sino servidores de la mentira y la violencia; no son ,pues, hijos libres, sino esclavos del pecado (9 veces de 17). Jesús viene a superar esa Ley interpretada por los fariseos y esa institución representada por las fiestas (7 de 17) de su Templo (6 de 11), hecho "casa de mercado". Jesús sacará a sus ovejas de ese redil explotador.
* Ciego-ver-creer: Todo el capítulo 9 está dominado por el relato del ciego de nacimiento, cuyos ojos (11 veces) quedan abiertos por la actuación de Jesús y de su confianza creciente en él. Pero su ver (9 veces) se va volviendo cada vez más profundo, hasta convertirse en visión de fe, en un creer (20 veces). En abierto contraste con él, los fariseos van pasando de indagadores del signo a negadores de su sentido y alcance, tergiversando los datos y rechazando toda postura de fe en Jesús. Lo más grave es que pretenden ver correctamente, incapaces de reconocer su ceguera espiritual. El verbo creer atraviesa todos los capítulos de esta sección y es tema teológico mayor del evangelio.
* Pastor-oveja: En el capítulo 10 los símbolos más repetidos son los del pastor (6 veces) y las ovejas (15 veces), tema que remite de algún modo al capítulo 2 y al 21, en que salen también en sentido metafórico términos parecidos. En el 2 la figura de Jesús no es la de Pastor, sino la del Templo nuevo, y en el 21 se trata claramente de lenguaje eclesial, como también en nuestro pasaje. Sólo que la relación aquí apuntada es más íntima, ya que se trata de un conocimiento mutuo y de un seguimiento fiel. Es un Pastor que da su vida por las ovejas y hace que tengan vida y que la tengan en abundancia.
* Oír-conocer-saber: Los dirigentes judíos pretenden saber casi todo sobre Jesús pero, en vez de escucharlo, lo tergiversan todo. Jesús en cambio les dice que Él sí sabe de dónde viene y cuál es su destino. Los que pretenden saber no lo conocen, pues los que le conocen le escuchan, oyen su voz y le siguen. Tras los verbos de decir, son estos tres los que más se utilizan aquí : oír (22 veces), conocer (18) y saber (28). Hay un progreso creciente que, partiendo de la escucha obediente, llega al conocimiento y culmina en la experiencia sapiencial. Además, están las palabras y la voz de Jesús que los falsos pastores ni escuchan, ni conocen, ni siguen, porque no son de sus ovejas.
1.3. La adúltera no condenada
Entre los capítulos 7 y 8 se ha insertado una perícopa de corte sinóptico, que es ciertamente palabra de Dios y evangelio cristiano, pero que no pertenece a este libro joánico, aunque es el lugar donde aparece habitualmente.
* No pertenece al evangelio de Juan. Es un dato seguro de la investigación la no pertenencia al evangelio, pues no se halla en ningún códice anterior al siglo IV, ni en los escritos de los Santos Padres griegos de esos mismos siglos. Sólo en los Padres latinos y en la época posterior a éstos se encuentran los primeros testimonios. Incluso su ubicación es insegura, ya que a veces se ponía al final de Juan. Además están las razones de vocabulario y estilo: Juan nunca nombra el Monte de los Olivos, ni habla de "escribas", ni dice “laos” para referirse a la multitud. Ni le llama a Jesús “Maestro”, sino “Rabí”, ni enseña sentado como aquí. Cuadra mejor con el estilo y el tono de Lucas, donde lo ponían algunos manuscritos antiguos ( tras Lc 21,38). Por otro lado, interrumpe el relato de Juan sin preparación alguna, aunque hay algunos puntos de contacto.
* Justificación de la inserción aquí. No conocemos las razones por las que en determinado momento (de fines del siglo III seguramente) se acabó insertando esta joya evangélica en este lugar preciso. Una primera razón es su ubicación en el Templo (8,2) y la presencia hostil de los fariseos (8,3 y 5). También el tema de la Ley de Moisés (8,5) y el del pecado están presentes en el capítulo 7 de Juan.
Es verdad que el pecado del que habla Juan es la incredulidad judía; pero a la vez puede tratarse del pecado de idolatría, ya que los judíos afirmarán que no son “hijos de prostitución”. Esta metáfora, lo mismo que la del adulterio, es tradicional en los profetas para referirse a la infidelidad de Israel a su Dios. Por lo demás, a los infieles a Dios se les condena a lapidación en la Ley (Dt 13,11; 17,5) más severamente que a la mujer adúltera -cosa discutida en tiempos de Jesús-.
Todavía hay en la lapidación otro lazo de unión -probablemente querido- con todo el conjunto. Desde
el principio aparecen los judíos hostiles hacia Jesús, pero ese rechazo va pasando de una búsqueda de apoderarse de él a un intento de lapidación o linchamiento, que se ve frustrado porque aún no ha llegado la hora señalada por el Padre (así 8,5 y 7 se relacionan profundamente con 8,59 y 10,31s).
1.4. El “midrash” de Jn 8 sobre el “Yo soy”
Un midrash es más bien un método o un estilo de exégesis, que no propiamente un género literario. Es “una lectura o comentario de textos bíblicos para desvelar su sentido para la comunidad presente”. Esta actitud es “la traducción concreta de la manera según la cual se concibe en Israel la relación entre la Escritura y el pueblo de Dios”. Se ha escrito que el midrash es “un género popular, ante todo homilético”, aunque utilice procedimientos complicados a veces. No se basa sólo en textos sino también en los sucesos, y ambos proporcionan estímulos a la creación de esa exégesis midrashica.
En todo el evangelio de Juan se emplea la frase “Yo soy” unas 16 veces. Unas 8 veces se trata del sujeto de un predicado teológico-simbólico: Yo soy el Pan de Vida (6,35.41.48.51); Luz del mundo (8,12 y 9,5); La Puerta (10,7.9); El Buen Pastor (10,11.14); La Resurrección y la Vida (11,25); El camino, la verdad y la Vida (14,6); La Vid verdadera (15,1.5). Otras es mera autoidentificación, aunque apuntan tal vez a algo más (6,20; 13,19; 18,5.6.8 ).También en los Sinópticos se da este empleo de autoidentificación o definición como Mesías (Mc 6,50; 13,6; 14,62 pp. Lc 24,39).
Pero en otras ocasiones lo usa Juan en sentido absoluto. De ellas 3 están en nuestros capítulos: Jn 8,24.28.58: “Si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados”. “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy”. “En verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, Yo soy”. Con ello Juan nos está diciendo que el Nombre de Dios lo ha revelado de veras Jesús, en sus palabras y sobre todo en su vida y obras, en su Persona, que es la Revelación definitiva del Padre por obra del Espíritu.
Según el concepto de midrash que señalamos, no cabe duda que en las frases joánicas puestas en boca de Jesús como el “Yo soy”, sobre todo en forma absoluta, se da un midrash del Éxodo, cuando Dios revela su Nombre a Moisés como “YHWH” o “Yo soy”, tal como aparece en la traducción griega del A.T. llamada de los LXX: “Ego eimi” ( Ex 3,14 y 6,6), y también Is 43,10ss y 45,18: “Para que conozcáis que Yo soy...Yo, Yo soy Yahveh, y fuera de mí no hay Salvador”. Hay que advertir que Isaías hace una relectura del Éxodo para los desterrados a los que anima a volver.
Juan aplica a Jesús esa fórmula revelatoria del AT, dándole así una autoridad inaudita ante los oídos judíos. “Pero se interpretaría mal el uso de la fórmula exigente en boca del Jesús joánico, si se la quisiera exponer como una identificación con Dios. Jesús es el Revelador escatológico de Dios, en el que Dios mismo habla. Pero su autorrevelación, como lo testifican ya los pasajes veterotestamentarios, es articular la palabra de Dios a Israel, su consuelo, su promesa y la revelación salvífica para quienes creen en él” (Léon-Dufour). Por eso ven en ello una blasfemia los judíos incrédulos (8,58ss; 10,30-33).
Todas esas frases son o pueden verse como variantes de 10,10. Apuntan a una situación vital de tipo cultual y litúrgico, sobre todo en relación al “Pan de Vida”. Para el mundo helenista representan una función propagandística y defensiva, por el tono de captación que resonaba entonces y por la pretensión exclusiva también. El tono antitético frente al judaísmo aparece en el tema del Pastor. Así este midrash apunta al maná del desierto (Ex 16) y al Dios que allí se reveló, pero a la vez apunta a la comunidad joánica presente, a su vida y sus problemas.
1.5. La ironía o el doble sentido en Juan
Hay en Juan mucho doble sentido. No tanto al mero nivel de las palabras (como en el caso de “subir” a Jerusalén o al Padre de 7,8), sino a nivel más profundo de incomprensión o tergiversación de sus palabras por parte de sus oyentes, o, más aún, al afirmar cosas inexactas y hasta sarcásticas sobre Jesús que, en un sentido más profundo, se revelan perfectamente verdaderas. También los casos en que Jesús formula algo que no comprenden sus oyentes, o sólo lo hacen a un nivel superficial, para luego ir profundizándolo en el propio relato o diálogo. En realidad es un segundo nivel de lectura, sólo comprensible tras la Pascua.
Estos casos se multiplican en nuestros capítulos. Así en 7,35 referido a su ida a la diáspora helenista, cosa que el evangelista sabe ya realizada; y en 8,22 sobre su “ir” a donde ellos no pueden ir, que entienden como suicidio, cuando se refería a su ida al Padre. El caso más explícito es la “profecía” de Caifás sobre la conveniencia de la muerte de uno para que no pereciera todo el pueblo, que Juan amplía al alcance redentor de la muerte de Cristo sobre todos los hijos de Dios dispersos por el mundo (11,50-52).
Un magnífico ejemplo de diálogo irónico fino es todo el relato del ciego de nacimiento (9,1-41) Ironía sobre la creencia tradicional de los discípulos, que relacionan la enfermedad con el pecado. Ironía del ciego con los maestros fariseos que le interrogan y al fin condenan. Ironía de Jesús sobre el pretendido saber de esos guías ciegos, que pretenden ver las cosas. Todo el relato es una ironía por afirmar la visión profundamente verdadera de un pobre ciego, frente a la ceguera espiritual más o menos grave de discípulos, familiares, multitud y sobre todo de los líderes religiosos del pueblo judío. Así se vuelve expresión simbólica de lo afirmado sobre Jesús como Luz del mundo brillando en medio de las tinieblas que no lo quieren recibir.
Es una manera de subrayar el misterio escondido en las palabras y obras de Jesús, que no pudieron ser comprendidas sino al fin de su vida entera gracias al don del Espíritu tras su Pascua. A ello apuntan las frases de 2,21s; 7,39; 11,51ss; 12,16; y lo que dice del Espíritu en el discurso de despedida (14,25ss 16,12-15). En el capítulo 9 se nos muestra el desarrollo de esa fe, que pasa de interpretar a Jesús como Profeta a postrarse ante Él como Señor (9,17 y 38). Es el Espíritu quien mantiene el vínculo entre el Jesús de la historia y la historia de Jesús que sigue en la comunidad joánica.
2. NIVEL HISTÓRICO
Cabe distinguir fácilmente un doble nivel o plano histórico. El primero es el de Jesús y su actividad histórica en el Templo de Jerusalén, con ocasión de algunas fiestas; así como el del creciente enfrentamiento u hostilidad de las autoridades jerosolimitanas (éste es el sentido aquí de “judíos”), que buscan matarlo, lo que van a conseguir muy pronto, cuando llegue su hora.
El otro nivel es el de la comunidad joánica, que se trasluce en esos episodios, sobre todo en el signo del ciego y en la alegoría del Buen Pastor y sus ovejas frente a los malos pastores. Aquí trataremos de separarlos, atendiendo primero a la época de Jesús (2.1 y 2.2) y luego a la situación comunitaria (2.4 y 2.5). En medio trataremos el tema del lenguaje dualista y casi gnóstico (2.3), para concluir con la relectura del sufrimiento comunitario en el de Jesús (2.6)
2.1. La fiesta de los tabernáculos y de la dedicación
Juan presenta estos capítulos en una cierta unidad de tiempo y lugar. Al inicio Jesús va a subir a Jerusalén para la fiesta de las tiendas o los tabernáculos, que fue la principal fiesta de Israel durante siglos. Se celebraba en otoño, para dar gracias por las cosechas, y durante la misma se daba la mayor peregrinación de fieles a Jerusalén. Durante esa fiesta tuvo lugar la consagración del Templo por Salomón (1Re 8,2). Al final estamos en la fiesta reciente de la dedicación o purificación del templo tras la profanación seléucida. Era como un segunda consagración, tras la restauración de los Macabeos. En medio está el episodio del ciego de nacimiento y la parábola del Buen Pastor.
El lugar es el templo, desde 7,28 hasta 8,59 en que sale del mismo, para retornar unos meses después en la dedicación. En dos puntos se precisa la ubicación: en el atrio del gazofilacio o alcancía del tesoro (8,20) durante las tiendas; y luego en el pórtico de Salomón, resguardado del frío invernal en la fiesta de la dedicación (10,23). Esta unidad de espacio y tiempo cultual es sin duda querida por Juan, que comenzó presentando a Jesús como el Nuevo Templo de Dios ya en el capítulo 2. El es la nueva y definitiva presencia de Dios en este mundo.
* Ritos de agua y luz. Durante los siete días que duraba la fiesta se iba a buscar agua a la fuente de Gihón (que proveía de agua la piscina de Siloé: 9,7.11) y se llevaba en procesión hasta el Templo, para derramarla sobre el altar, pidiendo la fertilidad de las cosechas y la bendición de la vida. También se hacían espléndidas luminarias con los dos grandes candeleros de siete brazos que iluminaban no sólo el recinto del Templo, sino incluso esas noches jerosolimitanas. Ambos elementos sirven de base a las palabras de Jesús y a la narración de Juan.
* Lecturas litúrgicas del Antiguo Testamento. Además se leían en esa ocasión ciertos textos bíblicos, que señalaban el alcance mesiánico de esta fiesta con la espera de la renovación escatológica en virtud del don del Espíritu de Dios, simbolizado por esa agua viva que salía del Templo, y por el Pastor justo y definitivo que Dios iba a suscitar en su pueblo. Los principales eran Ez 34,1ss que trata el tema del pastoreo, y 47,1ss que trata de la fuente que mana del Templo y revitaliza hasta el mar muerto; además de Za 9,9s 12, 10; 13, 1 y 14,1-17, donde aparece la espera del Rey mesiánico, pacífico y victorioso y la inquietante figura del Traspasado, se habla de la fuente abierta en Jerusalén así como de la confluencia de pueblos hacia el Dios de Israel en ese "Día del Señor" en un Templo libre de mercaderes. Se pueden añadir Is 2,3 ; Jr 2,13 y los salmos del Hallel (113-118) entre los textos litúrgicos proclamados en esas ceremonias. La fiesta de la dedicación, con su sentido de Templo purificado y consagrado de nuevo, pudo dar lugar a presentar a Jesús no sólo como la Tienda o el Templo nuevos de Dios (1,14 y 2,21), sino como el verdadero lugar de su Presencia, consagrado y enviado por Dios al mundo (10,36).
2.2. El templo y su tesoro.
Tal vez la clave secreta de todo el episodio está en esa ubicación, aparentemente secundaria, que apunta al gazofilacio o alcancía del tesoro. El Templo de Jerusalén, como muchos otros templos importantes de la época, era no sólo el principal lugar de culto, sino también una potencia económica, entre banco central y ministerio de hacienda. Allí confluían o se recolectaban los impuestos que todo israelita debía pagar, además de todos los gastos para sacrificios y ofrendas obligatorias o voluntarias de los fieles, un tercio de siclo de plata por cabeza, más el rescate por los primogénitos, los diezmos y primicias, los votos, las ofertas y las colectas. Se recogían en 13 cepillos o alcancías que estaban en el patio de las mujeres, donde se encontraba Jesús (8,20).
El Templo judío siempre tuvo fama de muy rico, suscitando la codicia de los imperios vecinos, como Sesac de Egipto o Nabucodonosor de Babilonia. Sobre todo Antíoco IV Epífanes saqueó enteramente el tesoro (2 Ma 5,21). En los años de Jesús, Herodes había reconstruido con grandiosidad y riqueza el Templo, recubriendo de oro las puertas de entrada, la fachada y el vestíbulo, y por supuesto el Sancta Sanctorum. Varios utensilios sagrados, como el candelabro de siete brazos o la mesa de los panes de la proposición, eran de oro macizo. No en vano los discípulos galileos se quedan admirados ante tamaña construcción, como aparece en los sinópticos (Mc 13, 1 y antes 12,41ss).
Con ello se nos está remitiendo al rechazo inicial de Jesús de un Templo convertido en "una casa de mercado" (2,16). Esa era la causa última y profunda del rechazo de las autoridades judías a Jesús, que destruía su dominio y explotación económica del pueblo. Por eso intentan matarlo, como se insiste reiteradamente en esta sección (7,1.19.20.25.30.32.44; 8,20.22.37.40.59; 10,30-33.39),aunque no lo logran, porque aún no ha llegado la hora de su paso al Padre. Jesús abandona el Templo, como lo abandonó la Gloria de Dios según Ez 10,18s y 11,22s. Lo mismo viene a decir expresamente el Jesús sinóptico en su apóstrofe a la Jerusalén que mata a los profetas (Mt 23,38 o Lc 13,35).
Todo esto nos remite a la época del Jesús histórico, cuando existía aún el Templo de Jerusalén y se celebraban aquellas solemnes liturgias. Aunque la reflexión cristiana de Juan haya remodelado los dichos de Jesús, su primera y mejor ubicación están al final de su ministerio público. Por eso señalamos esa ubicación cronológica y espacial en primer lugar, pero tenemos muchos rasgos de la relectura joánica de esos episodios y palabras de Jesús.
2.3. Oposición luz-tinieblas.
No es fácil ponerle fecha a un mundo simbólico tan universal como este de la oposición “luz-tinieblas”. Ciertamente es común a varias culturas y muy previo al uso neotestamentario. Aunque no podemos precisar las influencias que recibe la escuela joánica, es muy probable que sea la región siria, cercana a ese mundo cultural del mazdeismo, la responsable del uso tan fuerte de estos símbolos ya desde el Prólogo del evangelio. Es verdad que Jesús es presentado como Luz de las naciones también en los sinópticos (Mt 4,12ss citando a Is 9,1; o Lc 1,78; 2,32 con clara alusión a Is 42,6; 49,6 y otros); pero el dualismo simbólico no aparece con fuerza sino en Juan y los escritos paulinos.
2.3.1. Del mazdeismo persa a la gnosis
Por esta razón también se ubica mejor la escuela joánica en Siria que en Asia Menor. Uno de los dualismos más conocidos en el mundo de Asia Occidental es el teológico y cósmico de Ormuz y Ahriman que, en el sistema mazdeista, son presentados como dios de la luz y el bien el primero, y dios de la tiniebla y el mal el segundo. En Babilonia ese dualismo se reflejaba en la lucha cósmica entre el dios creador Marduk y el dios caótico Tiamat. Ya Isaías 45,5-7 se opuso radicalmente a ese dualismo con su formulación radical del monoteísmo bíblico.
Pero el dualismo siguió influyendo en el pensamiento religioso de Siria hasta el bien conocido maniqueísmo del siglo II d.C. Tal vez Marción tuvo que ver con esta corriente, ya que opuso tan radicalmente al Dios creador del AT el Dios redentor de Jesús. Tanto la gnosis judía como la cristiana tienen sus raíces en la región de Siria, aunque pronto pasó a Egipto y otras partes. En torno a la era cristiana se busca la respuesta a todos los problemas en un pretendido conocimiento (=gnosis) sobre la verdadera realidad del mundo, del hombre y de Dios, frente al engaño y tiniebla de la realidad aparente.
La gnosis surge en este contexto, aunque se sigue discutiendo si procede más bien del judaísmo que del cristianismo, y, junto a ello, si es previa o posterior al fenómeno cristiano, y en qué momento surgió. Algunos ven ya gnósticos en las cartas de Pablo (sobre todo Gálatas, Corintios y Filipenses), y también en los cristianos docetas que aparecen en la primera carta de Juan. Otros hablan aquí de una pre-gnosis, que desembocó sólo en el siglo II d.C. en los sistemas gnósticos que denunciaron los Padres de la Iglesia. Aunque no hay pruebas ciertas de un sistema gnóstico previo a Juan, sí es cierto, por el contrario, el uso de las ideas y textos joánicos entre los gnósticos postcristianos. De todas formas, el influjo más inmediato en la teología y el lenguaje de Juan hay que buscarlo en otra parte.
2.3.2. El dualismo ético en Qumram
Mientras en el mundo persa el dualismo llega a ser cósmico y metafísico, con un principio del bien y la luz frente a otro del mal y la tiniebla, en el mundo judío no se llega a ese extremo. La obra creada por Dios no es fruto de ningún principio antagónico divino, ni es en sí misma mala. Por eso el Antiguo Testamento pone todo lo que hay bajo el único poder creador del Dios bueno.
Esto queda claro incluso en unos escritos de un dualismo tan radical como los de la comunidad esenia de Qumran. Aquí se contraponen los "hijos de la luz" a los "hijos de las tinieblas", pero se trata de un dualismo moral, de actitudes y conductas humanas justas o impías, no de un dualismo creacional o divino. Sea cual fuere la posible relación o comunidad de ideas entre esa secta y la escuela joánica -heredera en parte de las tradiciones de Juan Bautista, que parece también cercano a Qumran-, lo cierto es que el dualismo joánico está también en esta línea ética solamente.
La referencia inmediata de este lenguaje de fuerte contraste ético va a los oyentes de Jesús, sobre todo a los dirigentes judíos que no captan su luz y buscan extinguirla con su rechazo mortal. Pero, sin duda, la comunidad joánica está expresando el rechazo que ella experimenta por parte de la dirigencia farisea, que es la única tendencia judía que prevalece tras la rebelión contra Roma y el famoso sínodo de Yamnia. Juan sabe que la Luz vino a los suyos, pero los suyos nos la recibieron (1,11).
2.4. La comunidad judeocristiana excomulgada y perseguida.
El evangelio de Juan está escrito claramente después de la destrucción de Jerusalén e incluso del concilio judío de Yamnia, que se suele datar hacia fines del siglo I d.C. La razón fundamental está en la clara alusión a la expulsión de la sinagoga para todo aquel que proclame a Jesús como Mesías. Lo que en Jn 16,2 es todavía una temible posibilidad en 9,22 y 12,42 es ya una realidad.
Con ello se está reflejando la dura experiencia de la comunidad joánica, que hasta hacía poco tiempo convivía en el seno del judaísmo, aunque fuera con tensiones y discusiones. Ahora ya se sabe excluida y perseguida a causa de su fe de forma radical. Parece que fue en ese sínodo de Yamnia cuando los fariseos quedaron como única dirigencia espiritual y social del judaísmo, y se hizo norma general la recitación de una oración contra los "minim" o excomulgados, entre los que se comprendían los cristianos.
Por eso nunca aparecen en Juan otros grupos dirigentes fuera de los fariseos. Nunca los saduceos ni los herodianos u otros. Incluso, aunque conoce y expone claramente en los relatos de la Pasión que los responsables últimos de la muerte de Jesús fueron los sumos sacerdotes, nunca aparece el Sanedrín normal, compuesto de ancianos y escribas, en gran parte saduceos.
En cambio, al hablar en general de los judíos, muchas veces en sentido de dirigentes o autoridades, parece suponer que se trata de fariseos y no de otras corrientes. Una vez más estamos ante la situación real de la comunidad joánica, enfrentada al poder de los fariseos como único grupo dirigente tras la caída de Jerusalén. La relación histórica de Jesús con los fariseos fue más polivalente, y sus enemigos mortales fueron en realidad los sumos sacerdotes y la clase dirigente, en su mayoría saducea (o herodiana en Galilea), como aparece en los sinópticos. Tal vez eso mismo se refleja cada vez que Jesús se descarta del pueblo judío al hablar de “vuestra Ley” o similares (8,17; 10,34)
2.5. La comunidad cristiana dividida: los falsos pastores.
En 8,31ss se habla de judíos que habían llegado a creer en Jesús; pero a renglón seguido reaccionan muy negativamente ante él. Esto se entiende mucho mejor si se lee desde la situación de la comunidad joánica, compuesta en sus inicios y por largo tiempo de discípulos del Bautista que siguieron a Jesús y de otros judíos que lo aceptaron hasta el momento en que la presión farisea, por un lado, y tal vez la propia conciencia de ir demasiado lejos aceptando confesión cristiana (rompiendo la unidad de Dios!), les lleva a separarse y hasta a rechazar y perseguir a sus previos correligionarios, acusándolos de heréticos o samaritanos y endemoniados. Al fin prefieren la raza de Abrahán y la Ley, entendida al modo fariseo, a la revelación acaecida en Jesucristo.
Este momento histórico está sin duda reflejado en la comparación de los falsos pastores, bandidos y ladrones o explotadores del pueblo que usan la violencia, y el Buen Pastor que arriesga su vida para que las ovejas tengan vida. Lo mismo en la apertura a ovejas de otro redil, ya que la comunidad cristiana incorporó pronto hombres de todo pueblo y nación, cultura y religión, frente a las pretensiones exclusivistas de la "raza de Abrahán". Por eso Jesús tiene que echar fuera del Templo y del redil antiguo (el pueblo de Israel) a sus ovejas (2,15 y 10,3ss). El libro de los Hechos es testigo del doloroso proceso de separación de la comunidad cristiana de origen judío, de su encerramiento en los límites culturales (y religiosos) del judaísmo.
Las disputas de 7,11-13. 40s o 10,20s se entienden mejor desde los debates ulteriores en el seno de los judeocristianos. De hecho Mt 27,63 y Lc 23,2 ponen también en boca de los fariseos la acusación de que Jesús es un seductor del pueblo sencillo, como San Justino lo afirma de los judíos posteriores. En el capítulo 8 hay a la vez judíos que creen y muchos que discuten y al fin no aceptan la revelación acaecida en Jesús (8,22.25.27.33.39), o lo aceptan sólo como Mesías, pero no como Hijo de Dios. Es la historia dolorosa del judeocristianismo.
Un proceso de crecimiento en la fe de un judeocristiano se refleja en el relato del ciego de nacimiento. Este pasa de conocerlo como el "llamado Jesús" (= Dios salva), a ver en él un Profeta u "hombre de Dios", para aceptarlo, al fin, como el "Hijo del hombre" y el "Señor" escatológico y postrarse ante él (9,11.17.33.35s.38). El aviso de 10,5 sobre las ovejas que no oyen la voz de pastores extraños, supone que esas voces llegaban cerca de las ovejas cristianas.
2.6. La iglesia perseguida rememora la persecución a Jesús.
Para muchos es claro que Juan anticipa el juicio ante el Sanedrín en los versículos finales del capítulo 10 . La razón fundamental es que están ahí los dos puntos de acusación en que se basó su condena de Jesús: su condición de Mesías (10,22-31) y su pretensión de ser (Hijo de) Dios (10,32-39); por aquello se le acusó de seducir al pueblo y por esto último de blasfemia contra Dios.
Por lo demás, aunque el modo de argumentar, basándose en la Escritura, puede reflejar mejor la relectura ulterior de los cristianos que no la práctica de Jesús, esto no quita verosimilitud al fondo de la acusación histórica, sino que la colorea desde la experiencia cristiana ulterior. Precisamente en una comunidad judeocristiana como la joánica se explica mejor esa relectura escriturística.
Sin duda la imagen de Jesús como nuevo Templo está detrás de la visión joánica desde el inicio de su evangelio, pero aquí se acentúa. Además hay dos o tres referencias muy claras a la Hora de la Pascua. La primera en 7,37-39, donde se adelanta la hora de su glorificación, cuando hará surgir el Agua del Espíritu de su costado abierto (19,34). Otra está en 8,28 : “cuando levantéis al Hijo del hombre, entonces conoceréis que Yo soy”, con lenguaje similar al de 12,32, dentro de ese Getsemaní joánico anticipado, y, tal vez, 3,14ss. Finalmente en la comparación del Buen Pastor se habla de que arriesga y da su vida por las ovejas (10,11.15.17ss).
Una iglesia excomulgada y perseguida, amenazada y martirizada tiene muy buenas razones para volver los ojos al Crucificado presente en ella y para leer su situación en la del Jesús condenado por su propio pueblo. Por eso hay como un juego de espejos en estos capítulos: la historia de Jesús anticipa rasgos de la comunidad joánica y la comunidad cristiana proyecta su vida en la de su Señor, crucificado y gloriosamente presente en medio de ella. Por eso en el Sermón de despedida aparecerán otra vez muchos datos de este doble juego, ya que habla más el Señor por su Paráclito que el Jesús histórico de los últimos momentos de turbación.
3. NIVEL TEOLÓGICO
Dentro del rico contenido de estos capítulos nos vamos a fijar especialmente en seis temas relevantes, siguiendo un orden más bien temático.
3.1. “Creer - no creer” en Jesús, Luz del mundo
El verbo creer, para afirmar la reacción positiva o negativa de los oyentes de Jesús a sus palabras y su Persona, recorre los cuatro capítulos y casi los centra en esa temática. Ya al inicio se nos habla de la falta de fe de la familia de Jesús, y al fin se nos dice que muchos judíos creyeron en él, incluso entre los jefes fariseos; sin embargo, domina el miedo a confesar esa fe, como aparece de modo paradigmático en los padres del ciego de nacimiento.
Ya desde el prólogo se nos dice que a los que creen en la Luz, que es el Verbo, se les da capacidad de llegar a ser hijos de Dios (1,12s). La fe posibilita la filiación divina en el hombre creyente. Los signos y palabras de Jesús procuran suscitar esa fe en su Persona (2,11.22s; 3,12; 6,29ss.35.44ss; 11,40.45; 12,44ss). A través de la fe en Jesús se alcanza la fe en Dios como Padre (14,10ss; 16,27ss.30; 17,8). La Pascua lleva a la fe en Jesús como Cordero de Dios y Traspasado, el Signo levantado en alto (3,14ss; 19,35ss), y a creer en la divinidad del Señor resucitado (20,8.28). Todo el evangelio está escrito para suscitar esa fe que lleva a la vida (20,31).
En esta sección se acentúa la fe como encuentro personal con Jesús. Se trata de una aceptación que lleva a un conocimiento mutuo y un seguimiento fiel, o de un rechazo culpable que deja al hombre en sus tinieblas y pecado. Para Juan el pecado del mundo es sobre todo la incredulidad (15,22; 16,9, y aquí en 8,21-24 y en lenguaje figurado en 9,41).
La postura de incredulidad se da en sus hermanos (7,5). Porque la fe es un acto libre y liberador (8,31-32); pero antes es un don de Dios, una invitación a beber del agua que Jesús va a dar y a creer en él (8,24). Sólo Él es la Luz del mundo, que ilumina hasta la ceguera de nacimiento, pero que ciega al que voluntariamente se cierra a su luz (8,12; 9,5ss). En definitiva Él es el "Yo soy" que revela al Padre que lo envía como Revelador, Salvador, Liberador e Hijo (8,24.28.58).
En el cuadro simbólico del Pastor, se muestra la fe como relación personal, que es conocimiento mutuo y seguimiento fiel (10,25s). Las obras o signos de Jesús llevan a esa fe (10,37s), ya que muestran la relación con su Padre que le da el poder de realizarlas y atraer de esta modo a los hombres.
3.2. La Verdad que libera de la ley y del templo
Al relacionarse concretamente con el mundo judío de su época, la fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios lleva a superar la cerrazón del judaísmo en la Ley y en el Templo. Es decir, permite liberarse de la interpretación de la Revelación del AT controlada por los dirigentes judíos, sobre todo fariseos, tan acentuada en la época de Juan en que éstos pasan a dominar el judaismo. Y lleva también a liberarse de las instituciones religiosas explotadoras y dominadoras del pueblo sencillo y fiel por parte de la dirigencia saducea que controlaba el Templo, las fiestas, el tesoro de la nación y la misma vida.
Jesús acepta la Ley como Revelación de Dios y, por eso, afirma que da testimonio de él y lleva a reconocerlo. Pero el modo de interpretarla por parte de las autoridades judías (fariseas sobre todo) lleva a dominar la conciencia de la gente y hacer de la Ley un instrumento esclavizador y distorsionador de la relación del hombre con el Dios liberador del éxodo y los profetas. Lleva en definitiva a una total tergiversación de las palabras, obras y Persona de Jesús, que ya no es visto como Profeta, sino como Endemoniado (7,20; 8,52; 10,20).
También Jesús respeta el Templo como Casa de su Padre y lugar de oración y enseñanza del pueblo, y lo usa en tal función. Pero no puede tolerar que los dirigentes religiosos hayan hecho del mismo una “casa de negocios”, donde el Tesoro acaba siendo el verdadero motor de todo, sin que paren hasta matar al que denuncia semejante idolatría. Aquí los dirigentes históricos fueron sobre todo los saduceos, aunque Juan hable en general de los judíos. Ellos son los que cuestionan su autoridad para hacer esas denuncias, y los que le acusan de “blasfemo” por su pretensión de revelarse como Hijo del Padre que le envía para esa liberación (10,17s.33,36).
Por eso Jesús tiene que distanciarse de esa Ley (“vuestra Ley” en 8,17 y 10,34) y alejarse de ese Templo y anunciar su destrucción (2,19s; 8,59). Más aún, tiene que sacar a sus ovejas de ese redil y atraerlas hacia sí (10,3s), porque los falsos pastores expulsan a los que creen en él de la sinagoga (9,22; 16,2).
Cualquier institución que pase de ser una mediación imperfecta de Dios a pretender sustituirlo o controlarlo en algún modo, se vuelve idolatría, y produce frutos de mentira y de muerte. Lo más triste es que se trata muchas veces de instituciones religiosas (la Ley y el Templo), que deberían estar más atentas que otras a este riesgo idolátrico. Tal vez, sin una voz profética de alerta, este riesgo está siempre inherente a las instituciones religiosas.
.3.3. El juicio sobre el pecado del mundo
Sin embargo, la comunidad joánica sabe superar la circunstancia peculiar de su situación y ver en ella un caso significativo y simbólico de una constante de toda la humanidad ante la revelación de Dios en Jesús. Por eso en esta sección aparece el significado negativo del “mundo”, como esa parte de la humanidad cerrada a la Luz de Jesús y hostil a su revelación de filiación divina y fraternidad interhumana. Es el mundo que aborrece a Jesús (7,7), el que conforma el modo de pensar, valorar y vivir de tantos hombres (8,23s) que no captan ni aceptan al que no es “de esta clase de mundo”.
Por eso, aunque Jesús se proclama la Luz del mundo (1,9; 8,12; 9,5) y es el enviado que habla del Padre al mundo (8,26; 10,36), sin embargo, su venida es un juicio sobre esta clase de mundo, que se pretende clarividente y está ciego para la Luz que es Cristo (9,39). Este juicio sobre el mundo le revela su pecado fundamental: no creer en Jesús, o sea: no aceptar su revelación de Dios como Padre y del hombre como ser querido por Dios y llamado a ser su hijo.
Vivir cerrado a este proyecto de Dios, a la filiación y a la fraternidad, sobre todo cuando en nombre de Dios y de la religión se domina y explota a los demás, es el pecado del mundo. Eso es vivir en la mentira sobre el ser profundo del hombre en el proyecto creador de Dios, y, consecuentemente, en la violencia contra el prójimo, explotándolo y hasta matándolo. Esto demuestra que se adora como verdadero Dios el Tesoro (Jn 2, 16; 8,20.59; Mc 11,17), o Mammón, como dice el Jesús de los sinópticos (Mt 6,24; Lc 16,13).
Construir la propia vida sobre la confianza última en el dinero y vivir las relaciones con los hombres desde esa idolatría fundamental, es el pecado radical del mundo, que se concretaba en la institución socio-religiosa del Templo en el mundo judío de entonces, pero que era antes -y sigue siendo después- la alternativa más radical al Dios Padre que se nos reveló en Jesús. No necesita hoy disfrazarse de religión, pues su poder y sus “templos” dominan la figura de nuestro mundo como nunca (bancos, MCS, consumismo, capitalismo como figura final de la historia, neoliberalismo sin alternativa posible, etc.)
3.4. Del Mesías al Hijo enviado
En estos capítulos se refleja mucho la discusión intrajudía sobre el origen, el destino, la misión y, en definitiva, el misterio de la Persona de Jesús. Si todo el evangelio ha sido escrito también con esta finalidad (20,31), en pocas secciones se expone tan detalladamente esta cristología, superior a las expectativas judías y hasta veterotestamentarias.
La figura del Mesías y del Profeta definitivo apuntan más bien a una cristología que busca sus raíces veterotestamentarias y judías. En cambio la del Buen Pastor y la Puerta se abre a la comprensión de la comunidad cristiana. Para desembocar ambas en el misterio más hondo de Jesús: ser el Hijo revelador del Padre para los hombres, su Enviado definitivo. Pues Dios Padre y el don de su Vida a los hombres es la verdadera meta de Jesús como Revelador
3.4.1. Jesús, el Mesías y el Profeta
En primer lugar aparece la discusión sobre Jesús como Mesías. Tanto su origen como su procedencia sirven a algunos de argumento para no aceptarlo como tal. Creen saber que no proviene de David y que es de Galilea; además, el mero conocer eso ya se opone a la aparición inesperada del mismo, según otras tradiciones. Todo sirve de excusa para no aceptarlo, a pesar de sus signos (7,31), como señalan algunos judeocristianos (7,26s.31.41s; 9,22; 10,24). Por eso no sirve que Jesús se declare o no francamente el Mesías, tanto más que su pretensión mesiánica va a desbordar con mucho las expectativas judías.
Incluso la figura de un Mesías, presentado como un Profeta cual Moisés o incluso superior a él, tal como aparece en Dt 18,15s y en nuestra sección (7,40 y tal vez 9,17), se queda corta para expresar la misión y la persona de Jesús. Sin embargo sería un reconocimiento inicial, que el pueblo tiene (9,17) y las autoridades rechazan (7,52 y 9,16.24ss). La fe judeocristiana tiene que pasar más allá de esa comprensión; aunque debe aceptar que nunca como en Jesús nos ha dirigido el Padre su Palabra y ha hecho signos que lo revelan como tal y autentifican a su enviado como el Hijo revelador.
3.4.2. Jesús, Buen Pastor y Puerta del rebaño
Con el cuadro simbólico, entre parábola y alegoría, del capítulo 10, Juan nos presenta a Jesús en relación con “sus ovejas”, la comunidad de los creyentes. Bajo la imagen del Buen Pastor se sienten objeto especial de la llamada y del amor de Jesús. Se dice que las llama por su nombre a cada una; y que ellas conocen su voz y su persona (10,3s14.16). Afirma que él ha venido para que ellas tengan vida abundante (10,10), y que para ello va a entregar su propia vida (10,11.15.17s). Actitud que contrasta con los pastores falsos, explotadores del pueblo y a quienes no les importa la vida de las ovejas.
Esta es la experiencia de la comunidad joánica. Saberse y sentirse como ovejas del redil de Cristo, Buen Pastor. Saber que es él quien los ha convocado, más aún, quien los ha llamado personalmente. Reconocer agradecidos que él ha dado su vida por ellos. Experimentar que por ello han recibido el don de la vida, o han pasado de la muerte a la vida, y estar dispuestos a seguir a ese Pastor hasta dar también ellos la vida por los hermanos (1Jn 3,14-18; 4,10s.19ss).
La imagen de la Puerta del rebaño apunta más hacia fuera, en un tono menos intimista y más polémico frente a los malos pastores. Estos son los que entran por puerta falsa, escalando la cerca para robar y matar (10,1.8.10.12ss). Con ello se alude a la triste realidad de los dirigentes socio-religiosos del pueblo, que lo explotan precisamente bajo capa de religión. Si en la época de Jesús se trataba de los saduceos sobre todo, en la de Juan son los fariseos los ladrones y bandidos, especialmente frente a la comunidad judeocristiana.
Más al fondo tal vez, Jesús rechaza cualquier pretensión de pastoreo que se anteponga a su Persona. En este sentido “todos los que han venido antes” son ladrones y salteadores. Esto vale de los pseudomesías que se presentaron en su época, ciertamente. Pero también vale de los pastores de la comunidad que se anteponen a Jesús; y hasta de toda mediación anterior o posterior (incluidas las del AT y las de toda religión) que no pase por Jesús una vez conocido. Aquí no sólo entran el posible gnosticismo coetáneo de la comunidad joánica, sino toda usurpación del liderazgo que no deje el puesto al Buen Pastor, y toda "puerta" que no pase por el único Camino y Mediador del Padre.
3.4.3. Las obras del Hijo enviado del Padre
Juan hace esta presentación de la figura de Jesús, ciertamente a la luz de sus palabras y signos, pero más aún a la luz de su Pascua y del don de su Espíritu a partir de ella (7,39). Por eso puede adelantar en el Jesús histórico la presencia del Resucitado glorioso, Señor actual de la comunidad (9,38).
En realidad, toda la vida de Jesús es presentada como una obra única: dar la vida por sus ovejas (10,17), pues tal es la orden que el Padre le ha dado (10,18). Por eso la obra que Dios espera del hombre también es única: creer en el Enviado del Padre (6,29), aunque los motivos de esa fe los encuentren en las obras variadas de Jesús (2,11; 10,37s; 14,11).
Pero no se ha captado el verdedro sentido de sus palabras o sus "signos" si no se llega hasta esa comprensión creyente: si no se ve al Padre en el Hijo, si no se descubre a Jesús como el Enviado de ese Padre (24 veces en Jn; en nuestro caso ver 7,16.18.28.33; 8,16.18.26.29; 9,4 y aún 7,29; 8,42 y 10,36). Esta misma teología y cristología, decisiva del ser y la misión del Hijo. aparecerá luego en el sermón de despedida.
Esas frases están al servicio de la cristología y soteriología joánicas. Constituyen una articulación tan fuerte como la de los títulos cristológicos. Si Jesús es el Mesías, lo es en cuanto el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, y que por ese autosacrificio da vida en abundancia a las que oyen su voz y le siguen. Desde el prólogo se nos dice que el Verbo se hizo carne para hacer ver la gloria del Padre, mostrándose como el Hijo unigénito y dando la capacidad de ser hijos de Dios a los que creen en su revelación del rostro verdadero de Dios, que es plenitud de amor fiel.
Aquí se nos resume su función de Luz que conduce a la Vida, como la Obra fundamental para la que el Padre lo ha enviado al mundo. La oposición hostil de las tinieblas de la incredulidad asesina no va a lograr apagar esa Luz, sino que va a ser ocasión de que brille en toda su Gloria al culminar su misión de revelación salvífica en ese gesto de amor mayor que es el Don de su vida para la Vida del mundo (3,16ss; 6,28-51 y 10,10-38).
3.5. Dar Vida dando la vida
Si Jesús histórico se presentó como el Buen Pastor, eso no le quita a Juan la libertad de definir más claramente la imagen, teniendo presente la vida entera, hasta la entrega de su vida por los suyos y por todos los hijos de Dios (11,51s; 12,32). Por eso sabe y expresa has dónde ama Dios al mundo en el Hijo, porque Jesús nos lo ha mostrado a través de la entrega voluntaria de su propia vida (3,16s; 10,10ss; 11,50ss; 12,47; 13,1ss; 1Jn 4,9s.19).
Hay aquí una revelación de Dios como Padre y fuente de vida para el hombre, opuesto a todo aquello que oprime y mata al hombre, aunque se haga en nombre de lo más sagrado. Hay aquí una revelación del hombre como hijo de Dios, que se ha mostrado plenamente realizada en el propio Jesús, pero que está abierta a su realización en cada ser humano (1,12; 3,3.7; 10,35s; 11,52; 20,17.31). Esta es la Obra que el Padre ha encomendado al Hijo; al menos por esta obra los hombres deberían creer en Él (8,28s;10,18.25-38).
Por eso se dice con razón que la cristología del Hijo de Dios es, en Juan, una soteriología de los hijos de Dios. Más que de una doctrina sobre Jesús aislado, se trata de una reflexión sobre su relación con la humanidad, en la que Jesús aparece como emisario de Dios que revela y otorga su salvación (Schnackenburg). Si la Gloria de Dios se reveló en todas las obras y palabras de Jesús, esta revelación alcanzó su culmen en la cruz donde mostró en plenitud su amor, que es el amor del Padre al mundo (3,16s; 10,10s;13,1; 15,13).
Eso mismo se expresará en el sermón de despedida con el don del Espíritu, como ya señalaba la imagen del agua viva que correría del seno del Crucificado y se derramaría en los creyentes (7,37-39). Esa Vida en abundancia es la filiación desde cuya experiencia escribe la comunidad joánica, y a la que invita al lector u oyente de su testimonio (1,12 y 20,30).
3.6. Oír la voz, conocer y seguir al Pastor
El que cree en Jesús como Hijo enviado del Padre, va entrando en una relación y un proceso de conocimiento y confianza crecientes. Se vuelve oveja de su rebaño que escucha permanentemente su voz y no la de los extraños. Le va conociendo cada vez más profundamente, ahondando en el misterio de su Persona, que es un misterio de amor, y se entrega confiado a él.
El tema del seguimiento (5 casos de los 19 en Jn) nos salió ya en el primer capítulo (1,37s.40.43) y va a salir con fuerza en el capítulo final (21,19s.22), unido al discipulado; aquí está bajo el lenguaje figurado de las ovejas que siguen al Pastor (10,4.5.27). Ese seguimiento implica la escucha de la voz de Jesús, pero más aún la práctica de la entrega de la vida para que los hermanos tengan vida, en definitiva una vida de hijo de Dios, tal como se ha revelado en el Hijo.
Como se dice en Jn 15,13 y en Mt 5,45 o Lc 6,35 el amor extremo, incluso a los enemigos, es el que muestra la filiación divina de los hombres hecha fraternidad vivida. En eso conocerán los hombres que somos de veras cristianos, hijos de Dios en el Hijo único del Padre que ama al mundo sin condiciones.
El trato de Jesús con los hombres, su continuo diálogo y su discurso revelatorio -releído sin duda a través de la experiencia y el diálogo dentro de la comunidad del Discípulo amado- tiene como objetivo y meta que el oyente se vuelva creyente; que de la escucha se pase al conocimiento efectivo, por trato y relación, y, en definitiva, a la obediencia y proseguimiento de su misión.
La imagen del Pastor que da la vida por las ovejas apunta, de algún modo, a la visión del Crucificado como Cordero al que no se le quiebran los huesos. Allí las ovejas del redil son la Madre, las otras mujeres y el Discípulo amado, y la casa, el lugar en que los discípulos, antes cobardes e incrédulos, van a convivir y proseguir el anuncio y la vivencia de la fraternidad de los hermanos de Jesús, hijos del mismo Padre (19,26s.31-37;20,17s; 21,19s).
Así toda la misión reveladora del Enviado, su ser Luz en medio de un mundo de tinieblas, está en función de comunicar su misma Vida, esa “vida según Dios”, a todos los creyentes, que se convierten así en hijos de Dios, prosiguiendo en la historia su misma vida. El fin del evangelio lo dice muy expresamente: “para que creyendo tengan vida en su Nombre” (20,31).
CLAVE SITUACIONAL
1. Creer o no creer hoy en Jesús-luz de vida. Entre los símbolos y mensajes de estos capítulos de Juan que hemos de situar en nuestros contextos, varios se integran en la gran cuestión de “creer o no creer en Jesús-luz de vida” ahora, bajo las luces del imperio del lucro y del espectáculo. Con los mass media y otros poderes, la globalización del vigente sistema de vida lo va llenando todo de “mercantilismo” (política, ciencia y tecnología, “cultura”, comercio, educación, trabajo, ocio, deporte...todo); se respiran por doquier los aires y aspiraciones de tres tendencias dominantes: conseguir más dinero, consumir más, disfrutar más. La avaricia, la insolidaridad y la “exclusión” de la “población sobrante”, marcan el paso actual “de lo injusto a lo inhumano” en un mundo cada vez más fascinante para unos y para otros más inmisericorde y cruel. Si Jesús vio el Templo convertido en mercado, hoy vemos el Mercado convertido en Templo universal de un culto espectacular al becerro de oro con sacrificios humanos...
¿En qué afecta eso (positivamente? negativamente?) para que las gentes crean o no hoy en Jesús y en su Evangelio de vida justa, fraterna, servicial y solidaria?... Consideremos también si hay grupos y colectivos que resisten y buscan alternativas de vida; y si hay pueblos o sectores con culturas y tradiciones vigentes más humanas y comunitarias... Pero, no dejemos de detectar los impactos que el actual imperio del lucro y la diversión produce en la fe de nuestros cristianos.
2. El estado de la fe de la Iglesia en Jesucristo. Cada tiempo de la historia y cada lugar del mundo, con sus situaciones cambiantes, ponen a prueba la fe de la Iglesia en Jesucristo y su anuncio. Aun proclamando que “Jesús es la luz del mundo”, la Iglesia podría tener Su Nombre en los labios si tener el corazón lleno de Su Espíritu. Y sólo muestra su adhesión viva al Señor, cuando ella irradia también luz de vida sobre las sombras... cuando le brotan ríos de misericordia y da su vida por dar vida... cuando la misma Iglesia entra por “la puerta” que es Cristo y encarna lo del buen Pastor con las víctimas de los lobos de ahora... ¿Se puede diagnosticar en base a hechos y a síntomas inequívocos, que la Iglesia universal o nuestra Iglesia particular padezcan ahora algún grado de “ceguera” en la fe en Jesucristo y en su anuncio y pastoreo?... ¿Algo opaca u oscurece en la Iglesia a “Jesús luz de vida” para nuestro mundo?
También nos podemos preguntar si la pluralidad de tendencias, movimientos y espiritualidades que hoy se da en la Iglesia, produce variantes enriquecedoras de la fe eclesial en Jesucristo y de su irradicación como “luz de vida” para las situaciones de la humanidad. Y también la diversidad de culturas, y del género masculino y femenino en que la Iglesia vive, reflexiona, anuncia y celebra su fe en Jesucristo. Y el diálogo interreligioso. Y, ¿por qué no?, los desafíos de la ola actual de religiosidades, sincretismos espirituales y nuevas gnosis (new age, sectas, etc., etc.,).
Especial atención merece hoy conocer bien las motivaciones reales de la fe de nuestros cristianos: a ver si van a Dios por su fe en Jesús (el Relevador y la puerta) o si proyectan en Jesús creencias y conveniencias por las que lo “imaginan” como no es, y, por esas “puertas falsas”, van a dioses que no son el Dios de Jesús.
3. “La verdad os hará libres”, un desafío para hoy. En las situaciones que configuran los ambientes donde vivimos nuestra misión, considerando las costumbres culturales, mentalidad, sensibilidad y aspiraciones de la gente, con sus valores y antivalores, ¿qué viene a significar, o cómo se ve y se interpreta, esa promesa/desafío de Jesús: “la verdad os hará libres”? ¿qué horizontes y sentimientos puede suscitar?...
Son posibles otras conexiones de tal desafío con las sensibilidades y situaciones de hoy. Por ejemplo: en consonancia con la cultura y la sensibilidad que acentúan la primacía de la persona como “sujeto” y el valor de la experiencia personal, hay quienes auguran buen futuro a la fe cristiana donde se acentúe la verdad de la experiencia personal del Dios de Jesús (orientando a esa experiencia y a su personalización, la verdad doctrinal de la fe); y ven mal futuro para la fe, si se sacrifica o se menosprecia esa experiencia espiritual y su personalización en aras de la “verdad” doctrinal dogmática y colectiva. ¿Qué percepción teórico-práctica se tiene de esto en nuestra Iglesia local?... La experiencia personalizada de la verdad/amor del Dios de Jesús, ¿puede liberar a los cristianos de esclavitudes como las de la Ley, la Doctrina y el Templo, y de otras esclavitudes como la del dinero, la del consumismo, etc.?
CLAVE EXISTENCIAL
1. Contemplar la manifestación de Jesús. Orar estos textos joáneos, nos permite contemplar la manifestación de Jesús, y saborear en El la revelación de Dios a través de los signos y los símbolos que brotan frente a quienes no creen en Jesús como Mesías, Hijo y Revelador de Dios:
- Jesús-“luz de vida”, cuando es de noche y las tinieblas falsean la sed de vivir...
- Jesús-“agua viva” que, si se bebe con fe, hace sentir dentro ríos de vida...
- Jesús-amor de “misericordia” que perdona y libera...
- Jesús-“puerta” abierta al corazón del Padre...
2. La interpelación de los símbolos. Si contemplamos como discípulos la revelación de Jesús en estos textos, la fuerza orante del Espíritu nos lleva a sentir la interpelación de los símbolos como una dulce necesidad:
- “Yo soy la luz, vengo para dar vista a los ciegos y privar de ella a los que creen ver”... (¿qué cegueras hay en mí todavía?...)
- “Yo soy el agua viva, quien venga a mí...” (¿sacio en El mi sed?, ¿siento sus ríos?...)
- “Yo soy el buen pastor, y soy la puerta...” ( ¿paso por El al Padre y al pueblo en mis servicios pastorales... o “paso de El” buscando “puertas falsas”?...)
- Yo soy la misericordia, el perdón, la liberación... (¿me contagia su compasión ante esa mujer, su entrega para dar vida a tanta gente perdida?...).
3. Hacia la plenitud, “fieles a su Palabra”. Conocer y vivir personalmente la libertad de Jesús en la insondable verdad de Dios, es una posibilidad real para quien personalice existencialmente estas palabras del Maestro en Juan 8,31-32: “Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad completa y esa verdad os hará libres”...
4. Un chequeo realista a nuestra fe. Estos textos ofrecen también la oportunidad de hacerse uno mismo un chequeo de su fe, respondiéndose preguntas como estas:
- ¿Qué estoy aportando para que los otros tengan vida, y en plenitud?, ¿cuánto “me desvivo” por esta Causa?...
- ¿Qué le falta a mi fe de discípulo: libertad interior?, coherencia?, encarnación?, inculturación?, oración y escucha?, conocimiento/experiencia de la verdad siempre nueva del amor de Jesús?...