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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

Introducción al Nuevo Testamento






INTRODUCCION AL NUEVO TESTAMENTO


 

Objetivos de este modulo.


 

  • Conocer el ambiente socio-político, socio-económico, socio-cultural y socio-religioso en que vivió Jesús, para comprender el contenido de sus palabras y obras que encontramos en el evangelio.


 

  • Aprender a establecer una relación entre la vida de Jesús: sus palabras y acciones, con el entorno en el que él vivió.



 

  • Aprender a establecer una relación entre los personajes de la historia y las instituciones que representan, con la vida de Jesús.



 

  • Valorar histórica y religiosamente el mundo greco-romano, a fin de conocer el impacto religioso y las huellas que estas culturas dejaron en el cristianismo.



 

Recomendaciones para el uso de este modulo



 

  • Con el contenido de este modulo haremos un recorrido por los aspectos más importantes de la realidad histórico-cultural del Nuevo Testamento. El material de este modulo esta distribuido en cuatro unidades, las cuales corresponden a los elementos que caracterizan la estructura de toda sociedad: lo político, lo económico, lo cultural y lo religioso.



 

  • Los elementos que vamos a presentar en cada unidad son densos y en algunas ocasiones pueden ser pesados, por los nombres, fechas y acontecimientos que se quieren transmitir. No es posible cambiarlos porque corresponden a momentos históricos muy definidos que no es posible reelaborar. Esta dificultad se puede solucionar con un estudio complementario a través de lecturas afines a los temas tratados o con la orientación y asesoría de un tutor.



 

  • Al final de cada unidad se presentan unos puntos para un trabajo de elaboración personal, con los cuales se pretende que cada uno realice una investigación, piense, analice y haga por su propia cuenta una reflexión sobre el tema tratado. Los miembros de las Comunidades Eclesiales de Base, deben estar en condiciones de apropiarse de los temas expuestos e ir relacionándolos con la realidad neotestamentaria y con la propia realidad que estamos viviendo en Colombia.



 

  • No olvidemos que el estudio que estamos realizando de la Biblia no tiene como objetivo el aumentar nuestros conocimientos bíblicos, sino que esta diseñado para confrontar la realidad con la Palabra y luchar por construir una nueva sociedad.



 


PRIMERA UNIDAD



 

LA HISTORIA POLÍTICA DEL JUDAÍSMO EN LA EPOCA HELENÍSTICA Y ROMANA



 

Objetivo



 

Conocer los acontecimientos históricos que generaron la conquista de Palestina por parte de los Griegos y los Romanos para identificar:



 

  • El papel que jugó el pensamiento helenista en la conformación de las primeras comunidades cristianas.

  • El papel que jugó Roma en la situación política de Palestina en tiempo de Jesús y de la iglesia primitiva.



 

Temas



 

  1. Palestina bajo la dominación persa

  2. Palestina bajo Alejandro magno y la dominación egipcia.

  3. Palestina bajo el dominio de los Seleúcidas y la guerra de liberación Macabea.

  4. El reino de los Asmoneos.

  5. Palestina bajo la dominación romana.

  6. La guerra judaica y la insurrección bajo Bar Kokba


 

Bibliografía


 

H. Guevara, Ambiente político del pueblo judío en tiempo de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1985

Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1977

Emil Schurer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús. 2 Vol. Cristiandad, Madrid, 1985

André Paúl. El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política. Madrid, Cristiandad, 1982

José Luis Sicré. El Cuadrante. Parte II -La apuesta- El mundo de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1977

EQUIPO “FACULTAD DE TEOLOGIA DE LYON”. Flavio Josefo. Un testigo de Palestina del tiempo de los apóstoles. Estella, Verbo Divino, 1982


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

PRIMERA UNIDAD


 

LA HISTORIA POLÍTICA DEL JUDAÍSMO EN LA EPOCA HELENÍSTICA Y ROMANA


 

El judaísmo de la época neotestamentaria es heredero de la atormentada historia vivida en los siglos precedentes: los judíos sufrieron sistemáticamente la dominación de las grandes potencias que gobernaban el Medio Oriente.


 

  1. Palestina bajo la dominación persa


 

La historia del judaísmo se inicia con el período del EXILIO BABILÓNICO. Las 10 tribus de Israel asentadas en el norte del país desaparecieron después de la destrucción de Samaría por obra de los asirios en el 722 a.C. Judea fue definitivamente conquistada por los babilonios en el 587 a.C., cuando fue destruida Jerusalén. No pudiendo continuar el culto en el Templo, permanecieron sin embargo fieles a la Ley de su Dios y observaron los mandamientos del sábado y de la circuncisión, signos permanentes de la conciencia de Israel de ser distinto a todos los otros pueblos.

 

En el año 539 a.C. CIRO entró victorioso en Babilonia. Los persas a menudo tuvieron en cuenta las diversas situaciones locales, permitieron la supervivencia de la peculiaridad de los pueblos y dejaron que ellos continuaran viviendo según las propias costumbres, buscando así ganarlos a su causa. En el siglo V a.C., por parte de los judíos de Mesopotamia hubo una gran voluntad por reconstruir la comunidad judía en Jerusalén (Nehemías y Esdras).

 

En un primer momento también los samaritanos pertenecían a la comunidad cultural de Jerusalén. Pero cuando los samaritanos tuvieron su propio santuario, surgió entre ellos y los judíos una áspera enemistad que desembocó en un conflicto militar, que tuvo como consecuencia en el 128 a.C. que los judíos, bajo Juan Ircano, destruyeran el templo situado en el monte Garizim. En el tiempo de Jesús, los judíos no tenían relaciones con los samaritanos (Jn 4,9) y los consideraban extranjeros (Lc 17,18). El término “samaritano” era empleado por los judíos como sinónimo de “loco” o “estúpido”(Jn 8,48)


 

  1. Palestina bajo Alejandro magno y la dominación egipcia.


 

En la batalla de Isso (333 a.C.) ALEJANDRO MAGNO venció al rey persa Darío III y gracias a esta victoria se abrió, a través de Siria y Palestina, el camino hacia Egipto. Judea quedó espontáneamente bajo el poder del general Parmenión mientras Samaría, sede del gobernador persa, fue conquistada por Perdicca y sus soldados. Ante los nuevos gobernadores, los judíos, puesto que se habían sojuzgado sin oponer resistencia, tuvieron confirmados todos los derechos, de los que ya habían gozado bajo la administración persa.


 

Si el cambio de poder exteriormente no cambió el estado jurídico de la comunidad judía, las transformaciones que siguieron al ingreso de los griegos en el país fueron muy profundas: los pueblos del medio oriente se abrieron a la influencia, a las costumbres, a la cultura y al patrimonio espiritual de los griegos. Se explica así como en el período neotestamentario en Palestina muchos pudiesen comprender y hablar el griego. Con la lengua, penetró en la región

también la cultura helenística: sus costumbres de vida, construcciones griegas, teatros y termas, gimnasios, el uso de comer echados a la mesa, el arte médica, el razonamiento dialógico. La simpatía que se alimentó en ciertos ambientes judíos por la cultura y la superior civilización griega llegó al punto de que en el s. II a.C. en Jerusalén hubo judíos que defendían con toda seriedad estar emparentados, como raza, con los espartanos.


 

La evolución de este estado de cosas habría podido llegar a la completa helenización de Jerusalén y de Judea, como había ocurrido en los países de los fenicios y de los filisteos, pero la Ley recibida de los padres, escrita en hebreo, obligó a la comunidad a conservar la antigua fe, a practicar el culto según la ley de Moisés y a recordar que el Dios de Israel había elegido a su pueblo, distinguiéndolos de todos los demás.


 

La imprevista muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C. provocó desórdenes políticos. Sus generales lucharon entre ellos. El gobernador de Egipto, PTOLOMEO, hizo ocupar Palestina, pero ANTÍGONO, que gobernaba Siria, la recuperó en el 315 a.C. Tras una revuelta contra Antígono, Ptolomeo volvió a controlar Palestina, pero también Egipto estaba bajo la órbita cultural griega por lo que la civilización helenística continuó entre los judíos.


 

El poder entre los judíos estaba en manos de sumo sacerdote. A su lado, en el sanedrín se encontraban los sacerdotes y los ancianos, jefes de las familias influyentes de Jerusalén. No se puede establecer con certeza cuando comenzó a funcionar esta suprema autoridad judía. Puede que su origen esté en la época persa, pero existe constancia clara sólo desde esta época helenística. En el s. I a.C. a los sacerdotes y a los ancianos se les añadió un tercer grupo: los escribas.


 

  1. Palestina bajo el dominio de los seleúcidas y la guerra de liberación macabea.


 

A finales del S. III y al inicio del S. II a.C. el rey de Siria ANTÍOCO III conquistó Palestina a los egipcios de la dinastía ptolomaica. Durante esta guerra, los judíos estuvieron de parte de los sirios así que los Seleúcidas, después de su victoria, les trataron benévolamente. Pero esta amistad no duró mucho tiempo. Los Seleúcidas, buscando una mayor cohesión de su territorio, promovieron una intensa helenización. Con el rey Antíoco IV, el Sumo Sacerdote Josué hizo cambiar su nombre por el griego JASÓN, y practicando el culto del Templo según la prescripción de la ley, sin embargo promovió con energía la helenización.


 

Los ROMANOS, que después de su victoriosa guerra contra Aníbal habían extendido su influencia militar y política hasta Oriente, se posicionaron con los ptolomeos egipcios, contra el rey Antíoco de Siria. Éste, para procurarse dinero con el que mantener sus gastos militares, expolió el Templo de Jerusalén en el año 169 a.C. A este hecho se unió el profundo descontento por las leyes helenizadoras que prohibían, bajo pena de muerte, celebrar el sábado y circuncidar a los niños.


 

En el propio Templo de Jerusalén fue erigido un altar pagano al dios supremo Zeus Olimpo (167 a.C.). Fue demasiado: estos hechos provocaron una peligrosísima crisis para el judaísmo: el libro de DANIEL fue compuesto para esta comunidad oprimida y ofendida. Creció hasta lo insoportable la oposición a la política seleúcida así que el incidente de MODEIN encendió la revuelta: el anciano sacerdote MATATÍAS mató a un judío dispuesto a ofrecer sacrificios paganos. Tuvo que huir con sus hijos y refugiarse en las montañas del desierto de Judá, donde pronto se le unieron otros más a la lucha. Matatías murió poco después y asumió la comandancia su hijo JUDAS, con sobrenombre EL MACABEO (probablemente del aramaico maqqabâ = martillo), que entró victorioso en Jerusalén, restaurando y purificando el altar del Templo en el año 164 a.C. Un acuerdo con los sirios permitió a éstos mantener su soberanía en Palestina y a aquellos poder practicar su religión.


 

Bajo el rey siríaco Demetrio, subido al trono en el 162 a.C., ambientes de tendencia helenística se lamentaron de ser oprimidos por Judas. El rey les hizo caso y envió como Sumo Sacerdote a un tal ALCIMO. Judas se opuso y Siria apoyó a su candidato. Se sucedieron varios encuentros bélicos, en el curso de los cuales Judas murió en el 160 a.C. Los grupos de combatientes se retiraron al desierto y tomaron como nuevo jefe al hermano de Judas, JONATÁN, asesinado en el 143 a.C., y después al otro hermano, SIMÓN. Éste arrebató Jerusalén a los sirios y pudo gozar de una relativa independencia, exenta de tributos y con acuñación de moneda, creando la DINASTÍA DE LOS ASMONEOS. Se alabó el gobierno de Simón como un período de paz y bienestar (I Mac 14, 8-15). Sin embargo, algunos sacerdotes y píos eran contrarios a la soberanía de los Asmoneos porque, no descendiendo de estirpe sumo sacerdotal ni davídica, habían reunido en sí el puesto del Sumo Sacerdote y el de Jefe de Israel. Aquí tiene su origen el hecho de que se retiren al desierto un grupo de judíos de rigurosa observancia, para realizar en la rivera del mar Muerto una vida de total observancia a la ley.


 

El reino de Simón acabó improvisadamente en el 134 a.C., cuando fue asesinado. Le sucedió JUAN IRCANO, su hijo.


 

  1. El reino de los Asmoneos.


 

Juan Ircano buscó extender su propio dominio. Primero destruyó el templo sobre el Garizim (128 a.C.) y luego fue contra Idumea y contra Samaría (cayó en su poder el 107 a.C.). La política de Ircano encontró poco consenso en el pueblo y aversión en los ambientes píos. A éstos les interesaba regular la propia vida según la ley de Dios, por eso criticaban a los asmoneos su ansia de poder inspirada en ambiciones profanas.

 

Después de la muerte de Ircano, tomó el poder su hijo ARISTÓBULO, que se comportó como todos los soberanos de los pequeños estados orientales y se dio el título de REY. Fue un amigo de los griegos. Murió en el 103 a.C. Le sucedió su hermano ALEJANDRO JANEO que continuó con victoriosas campañas militares hasta llegar al territorio parecido al controlado por Salomón aunque con menor cohesión. Los píos tenían un comportamiento abiertamente hostil a la política del soberano. La tensión creció hasta el punto que se llegó a una confrontación armada. Se dice que Janeo hizo prisioneros a 800 rebeldes, los llevó a Jerusalén y los hizo crucificar. Hasta entonces no se había utilizado nunca en Israel el atroz suplicio de la crucifixión. En el lecho de muerte, Alejandro Janeo habría aconsejado a su mujer SALOMÉ ALEJANDRA intentar una reconciliación con los fariseos, y después de su muerte, ella asumió personalmente el poder, gobernando con prudencia y sabiduría durante 9 años (76-67 a.C.). El puesto de Sumo Sacerdote fue confiado a su hijo IRCANO II, hombre débil. Salomé alcanzó un acuerdo con los fariseos: escribas de la comunidad farisaica se hicieron miembros del Sanedrín. Esto enfureció a los círculos saduceos, con quienes se alió el hijo menor de la reina ARISTÓBULO II. En la tradición farisaica, el reinado de Salomé viene alabado como un tiempo bendito y pacífico. A la muerte de Salomé, la lucha por el poder se sucedió entre sus dos hijos, Ircano II y Aristóbulo II, pero antes de que se llegara a ningún resultado, las tropas romanas entraron en acción bajo el mando de POMPEYO.


 

  1. Palestina bajo la dominación romana.


 

Pompeyo entró en Jerusalén y reordenó la situación en Palestina. Aristóbulo fue conducido prisionero a Roma mientras Ircano fue repuesto como Sumo Sacerdote. Fueron trazados nuevos límites territoriales: las ciudades helenísticas de la Transjordania, la Decapolis, y las ciudades costeras fueron declaradas libres. Entre tanto, las graves luchas por el poder en Roma tuvieron repercusiones en Palestina. En la lucha entre César y Pompeyo, Ircano y los suyos tomaron partido por éste último. Pero cuando CÉSAR salió victorioso y Pompeyo fue asesinado en Egipto en el 48 a.C., Ircano y Antipatro se pasaron rápida y felizmente a la parte del más fuerte. Enviaron ayuda militar a Egipto, en favor de César, y se ganaron su simpatía. Ircano fue confirmado como Sumo Sacerdote, nombrado etnarca y aliado de Roma. Antipatro fue hecho procurador de Judea. El judaísmo empezó a vivir entonces bajo la protección del estado romano. Después de un tiempo y ante la amenaza de los PARTOS, HERODES, hijo de Antipatro, que había sucedido a su padre, se comportó del modo más inteligente en una situación así: buscó refugio en los romanos pidiendo ayuda y protección contra Antígono y los partos. En el 40 a.C. fue a Roma, donde obtuvo la confianza y el favor de Antonio y Octaviano: con decreto oficial del Senado, fue nombrado REY DE LOS JUDÍOS. En el 37 a.C. pudo empadronarse en Jerusalén e inaugurar su reino.


 

HERODES eliminó toda oposición a su poder y se casó con MARIAN, de la estirpe de los Asmoneos, emparentándose así con la casa real. El aspecto de su carácter queda bien expuesto en la narración mateana de la muerte de los niños de Belén. Como rey de los judíos, quería ser judío; como rey de los griegos, quería ser griego. Así que los píos estaban irritados del trato de favor que Herodes mostraba a los no judíos. Inició su política de grandes obras públicas (Sebaste = Samaría; Cesarea; torre Antonia de Jerusalén; Masada). Si bien este rey hizo mucho por su país, quedó siempre como un “extranjero” para los judíos. Hacia el final de su reinado, nacieron Juan el Bautista y Jesús de Nazaret (Mt 2,1; Lc 1,5).

 

En su testamento, dividió el reino entre sus hijos ARCHELAO, HERODES ANTIPAS Y FILIPO: Arquelao habría debido ser rey y reinar sobre Judea, Samaría e Idumea; Herodes Antipas recibiría Galilea y Perea de Transjordania y Filipo, la zona transjordánica del norte del reino. Para poder cumplirse, estas disposiciones necesitaban la aprobación formal de Roma. Así, muerto Herodes (4 d.C.) los 3 hermanos se pusieron en viaje hacia la capital del imperio. Los habitantes de Jerusalén, por su parte, enviaron una embajada a Roma con la petición de poner fin a la dinastía y restituir la independencia a la comunidad cultual de Jerusalén. AUGUSTO no hizo caso y siguió las directrices de Herodes. Herodes Antipas y Filipo fueron nombrados TETRARCAS, es decir, pequeños príncipes; Arquelao no obtuvo el título de rey pero sí el de ETNARCA.


 

El más odiado por el pueblo era ARQUELAO. Gobernó con tanta arbitrariedad y brutalidad que el año 6 fue destronado y exiliado a la Galia. Al tiempo de Jesús, pues, Galilea y la parte septentrional de Transjordania se encontraban bajo el dominio de los príncipes judíos, mientras Judea, Samaría e Idumea estaban regidas por un procurador romano. Este residía en Cesárea. La autonomía de la comunidad cultual y la actividad de los sacerdotes y del Sanedrín no fueron puestas en discusión.


 

En tiempo de Jesús era procurador romano PONCIO PILATO (26-36). Filón de Alejandría refiere que el ejercicio de su oficio consistía en corrupción, violencia, robo, ofensas, continuas ejecuciones sumarias e insoportable crueldad. El cuadro de Poncio Pilato transmitido por las fuentes contemporáneas está confirmado por el NT.


 

Herodes Antipas gobernó en Galilea del 4 al 39. Fue, pues, el soberano de Jesús. Queriendo sonsacar del emperador Calígula la dignidad real, consiguió lo contrario: fue desposeído y exiliado a las Galias el año 39.


 

Por su parte, Filipo fue el primer soberano judío que hizo acuñar monedas con la efigie del emperador romano. Murió en el año 34 sin descendencia.

 

Palestina fue aún por breve tiempo dominada por un rey judío, AGRIPA, nieto del rey Herodes, que desde el año 41 dominó en todo el territorio. Éste se mostró como un pío judío, solícito en seguir rigurosamente la ley y por eso fue muy alabado por los escribas y los fariseos. Pero también se comportaba en ambientes helenísticos como un griego más. En el país, entretanto, crecía el odio contra los romanos.


 

  1. La guerra judaica y la insurrección bajo Bar Kokba.


 

La conducta falta de respeto de las fuerzas de ocupación romanas llevó el odio de la población judía a la exasperación. Cuando en Cesarea hubo manifestaciones antijudías por parte de la población helenística, los judíos buscaron protección en los romanos, pero no la hallaron. La avaricia del procurador GESSIO FLORO hizo que se suspendiera el culto al emperador y ésta fue la señal de una revolución abierta. Ni siquiera la fortaleza Antonia pudo resistir la violencia de la rebelión y fue conquistada. El Sumo Sacerdote, que había intentado inútilmente evitar aquel desastre, fue asesinado. Las primeras victorias judías asustaron al emperador Nerón, que encargó a su general VESPASIANO la guerra contra los judíos. En el año 67, con la caída de Galilea, todo el territorio estuvo bajo el control romano. Se trataba de decidir la suerte de Jerusalén. En la ciudad prevalecían los grupos extremistas. Los zelotas se establecieron en la zona del Templo; el resto, por toda la ciudad. La comunidad cristiana, que no se había unido a la revuelta, huyó a Pella de Transjordania.

 

Cuando en el año 69 Vespasiano fue proclamado emperador, cedió el comando de la guerra a su hijo TITO. Durante la pascua del año 70, Tito avanzó con 4 legiones y un fuerte contingente de tropas auxiliares. Se esperaba que Dios habría intervenido en el último momento para salvar a su pueblo. Pero el coraje y la esperanza resultaron vanos. Con la destrucción del Templo y de la ciudad, el judaísmo había perdido su centro visible.

 

El último centro de resistencia fue Masada: cuando entraron los romanos encontraron sólo cadáveres. No sobrevivían más que 2 mujeres y 5 niños.


 

El judaísmo pudo sobrevivir a esta terrible catástrofe porque tenía en sí grandes energías que le abrían a un nuevo inicio. Con la destrucción de Jerusalén, los saduceos desaparecieron. En el s. II el judaísmo intentó otra vez liberarse del yugo romano (132-135) con la rebelión guiada por BAR KOKBA, siendo emperador Adriano, que había mandado promulgar numerosas leyes antijudías. El jefe de los rebeldes fue tomado por RABI AQIBA, el escriba más estimado entonces, como el HIJO DE LA ESTRELLA prometido en Num 24,17. Pero ambos murieron al final. Sobre las ruinas de Jerusalén fue fundada una colonia romana y erigido un templo a Júpiter. La nueva ciudad fue habitada por no judíos y a éstos les estaba prohibido el ingreso. Con profunda amargura, el 9 de Ab (fin de julio-inicio de agosto) los judíos recordaron cada año la destrucción de Jerusalén y del Templo.


 


 


 


 


 


 

SEGUNDA UNIDAD



 

SITUACIÓN SOCIO-ECONOMICA DEL PUEBLO JUDIO

EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMETO



 

Objetivo



 

Conocer la situación socio-económica del pueblo judío en la época del Nuevo Testamento, con el fin de saber por qué Jesús asumió una actitud de rechazo y oposición contra esta estructura de miseria y opresión.



 

Temas



 

  1. Los judíos en el imperio Romano

  2. Las posibilidades económicas del país

  3. La pirámide social



 
  Bibliografía   P. Connolly, La vida en tiempos de Jesús de Nazaret. Ediciones Generales Anaya, Madrid, 1985 J. Comby y J. P. Lemonon. Roma frente a Jerusalén, vista por autores griegos y latinos. Estella, Verbo Divino, 1983 André Paúl. El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política. Madrid, Cristiandad, 1982   J. D. Crossan. Jesús: Vida de un campesino judío. Crítica, Barcelona, 1994             SEGUNDA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-ECONOMICA DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   Los judíos en el imperio Romano   Se calcula la población total del imperio durante el S. I. d.C. en unos 50 millones de habitantes, de los cuales unos 5 millones eran judíos, es decir, una población del 10%, muy alta para tratarse de un pueblo originario de un país pequeño y pobre. La razón probablemente, fue el estilo de vida y las convicciones morales de los judíos. Ellos consideraban los hijos como un don o una bendición de Dios (Sal 127, 3-5; 128, 3; Gn 15, 5; 22, 17; 24, 60; 26, 4; Rut 4, 11-12; Prov 17, 10), recibiéndolos con amor y cuidándolos y educándolos con solicitud, mientras que entre los paganos era elevada la tasa de infanticidios (los niños que nacían con enfermedades congénitas, o que simplemente sus padres no los deseaban, los eliminaban), también utilizaban ampliamente métodos anticonceptivos empíricos pero eficaces, lo mismo que el aborto. Todas estas cosas eran abominación para los judíos.   La cultura helenística despreciaba el trabajo, considerándolo actividad de esclavos y de siervos o de hombres inferiores. En cambio los judíos lo consideraban como una obligación moral: Gn 2, 15; 3, 17-19; Ex 20, 8ss; Sal 104, 23; Si 38, 24-34; 2Tes 3, 10; de ahí su laboriosidad proverbial y, en ocasiones, su bienestar económico. Sabemos que había colonias de judíos en casi todos las ciudades grandes y medianas del imperio (Cfr. Hch 2, 7-13); en algunas de ellas eran influyentes, tal es el caso de la colonia judía en Alejandría. Se reunían en sus sinagogas, de las cuales había una o más en cada ciudad de acuerdo al numero de fieles. La sinagoga no era solo lugar de oración sino también lugar de encuentro, escuela, hospedería y centro de difusión y propaganda del judaísmo entre los paganos. Entre los paganos el judaísmo causaba admiración o, por lo menos, curiosidad: su estricto y consistente monoteísmo y la elevada aspiración de su praxis moral atraían a muchos insatisfechos de las groseras especulaciones mitológicas y de los desmanes del paganismo al caer en el libertinaje y la inmoralidad. Los paganos que se convertían a la fe en el único Dios y asumían algunos de los principales mandamientos de la ley eran considerados “temerosos de Dios”: Hch 10, 2, si daban el paso definitivo y se hacían circuncidar (los Hombres), pasaban a ser prosélitos: Hch 2, 11 y se les equiparaba simplemente a un judío de nacimiento. Fueron los judíos de la diáspora los más abiertos a esta misión entre paganos, y fue entre los prosélitos y temerosos de Dios entre quienes Pablo encontró más fácil acogida para propagar el mensaje cristiano (Cfr. Hch 13, 43).   Julio Cesar había declarado al judaísmo “religión licita” y los había exonerado del servicio militar y les había autorizado el envío de limosnas y tributos para el templo de Jerusalén desde cualquier parte del imperio. Nada de esto impedía que se presentaran animosidades contra el pueblo judío, que algunos escritores paganos lo satirizaban y calumniaban en sus escritos y de vez en cuando, estallaban motines antijudíos en algunos lugares del imperio. Sobre todo después de las dos insurrecciones judías contra Roma, estos sentimientos se hicieron más comunes y manifiestos.     Las posibilidades económicas del país   La tierra de Israel no era rica en recursos naturales, su importancia estratégica era la que la convertía en un país cuyo dominio se disputaron las potencias. En la época del NT, es decir, en el S. I de nuestra era, producía el sustento para una población de algo así como de un millón de personas. Las actividades económicas más importes eran: el trigo y la cebada, el ganado menos (cabras y ovejas), el aceite y el vino, las legumbres y las frutas, también exportaban algunos excedentes de grano, vino y aceite; además de productos de perfumería y bálsamo cultivado en el valle de Jericó. También exportaban madera, cerámica, metales y una gran cantidad de artículos suntuarios. La economía del país se reforzaba por ser Palestina un territorio por donde cruzaban las principales vías de comunicación por donde transitaban numerosas caravanas que viajaban de Asia y África. El puerto de Cesárea construido por Herodes el grande permitió que el comercio fuera relativamente importante a través del Mediterráneo oriental.   En esta época, la tenencia de la tierra en Israel se había transformado; grandes propiedades rurales habían pasado a manos del rey Herodes, sus sucesores y cortesanos, (Cfr. Lc 16, 1-8. 19-31; 18, 23), y a unas cuantas familias, constituyéndose una clase social de campesinos desposeídos que hacían de aparceros o arrendatarios o que simplemente trabajaban como peones (Cfr. Mt 20, 1; Lc 20, 9).   El templo de Jerusalén dinamizaba enormemente la economía del país y de su capital, pues a él afluían los tributos y donaciones de los judíos esparcidos por toda la tierra y de los peregrinos. Del culto en el templo dependía en gran parte el mercado y las actividades artesanales de la ciudad. Las grandes construcciones patrocinadas primero por los Asmoneos y después por Herodes y sus sucesores, lo mismo que por los romanos, fueron lo que hoy llamamos “obras públicas”, las cuales generaban empleos y subempleos, sirviéndose de mucha mano de obra barata para la fabricación de artesanías y dinamizando la explotación de canteras y de otros materiales de construcción. Los romanos incrementaron la red de carreteras y caminos, construyeron varios acueductos, levantaron ciudades y reconstruyeron algunas otras destruidas por las guerras de reconquista.   La pirámide social   En la cumbre de la pirámide social se encuentra la aristocracia sacerdotal y laical, que dominaba la política interna del templo, del culto y del sanedrín. Con este grupo trataban los romanos. Estas pocas familias eran los propietarios de la mayor parte de la tierra y de los monopolios comerciales. El sumo sacerdote, sus funcionarios, los senadores o “ancianos” (Mc. 11, 27), los grandes dignatarios, hacían parte de este estrato. Este grupo, política y religiosamente eran conservadores, que habían logrado acomodarse a la situación de dominación romana conservando muchos privilegios.   En el segundo renglón de la pirámide se encontraba la franja de población económicamente activa en el comercio, la agricultura y la ganadería, los que ocupaban cargos burocráticos y los distintos oficios artesanales (carpinteros, albañiles, herreros, panaderos, sastres, etc). Era la población que dinamizaba la economía y también la que debía cargar con el peso principal del pago de los impuestos.   Venían después los pobres: aquellos que no disponían más que de la fuerza de sus brazos para ganarse el sustento: peones, aparceros, cargueros, obreros y pastores. Como las mujeres solo podían desempeñar trabajos domésticos, las familias pobres no percibían otros ingresos más que los que lograba conseguir el padre y los hijos mayores. Nos podemos imaginar la situación que vivía la gente si se tiene en cuenta que no existían leyes que regularan el trabajo y la seguridad social. Las únicas normas en este sentido con las que se contaba eran las normas del libro del Deuteronomio: 15, 12-18; 23, 16.20.25-26; 24, 7 y no se sabe hasta que punto se aplicaban.   Finalmente, en el piso más bajo de la pirámide social, estaban los huérfanos y las viudas, los enfermos incurables o considerados impuros: leprosos, ciegos, cojos, paralíticos, epilépticos, endemoniados. Estas personas eran segregadas de la comunidad y vivían de la caridad pública.           TERCERA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-CULTURAL DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   Objetivo   Conocer los principales elementos culturales del pueblo judío en la época de Nuevo Testamento, con el fin de identificar la posición que Jesús tomó frente a ellos.   Temas   El niño y la educación El matrimonio La mujer Los ancianos La enfermedad La muerte   Bibliografía     Ch. Saulnier y B. Rolland. Palestina en tiempos de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1991. Col: Cuadernos Bíblicos, 27   A. Rouet. Hombres y cosas del Nuevo Testamento. Estella, Verbo Divino, 1982             TERCERA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-CULTURAL DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   El niño y la educación   Describamos ahora las principales etapas del ciclo vital en el pueblo judío, teniendo en cuenta que estas costumbres comunes, tenían variaciones según se perteneciera a una determinada clase social, se habitara en Palestina o en la diáspora, se viviera en Jerusalén o fuera de ella o se ejerciera una determinada profesión.   La mujer daba a luz con la ayuda de una o varias comadronas, a veces pertenecientes a la misma familia. El recién nacido era bañado, se le untaba sal y se le envolvía en pañales; luego la madre lo amamantaba durante varios meses, tantos como pudiera, el destete era tardío. Sólo las familias muy ricas o helenizadas contrataban los servicios de una nodriza. Si nacía un varón la impureza ritual de la madre era 40 días, si nacía una mujer la impureza era de 80 días. Se preferían los niños a las niñas, pero sin que ello significara que a las niñas no se les recibiera con amor ni se les criara con dedicación.   Todo niño judío era circuncidado al octavo día de su nacimiento (Lc 1, 59; 2, 22) y ese mismo día se le imponía el nombre, casi siempre en la tradición onomástica de Israel, aunque los ricos helenizados llegaron a utilizar nombres helenísticos para sus hijos e hijas, y algunos judíos de la época del NT llevaron doble nombre: uno de origen semítico y otro helenístico (por Ej: Salomón Alejandra, Juan Marcos, Saulo Pablo, etc). La circuncisión era responsabilidad de un experto de la comunidad, no necesariamente el padre ni un Sacerdote, actualmente la realiza el rabino en la sinagoga. A los 40 o a los 80 días del alumbramiento la criatura debía ser presentada en el santuario a un Sacerdote y la madre debía ofrecer un sacrificio de purificaci6n: Lv 12,6-8. Cuando nacía el primogénito este debía ser “rescatado” por medio de un sacrificio especial: Ex 13,1-2. 11-16; Lc 2,22-24, pues pertenecía a Dios.   La crianza de los niños era responsabilidad de la madre y de las demás mujeres de la casa hasta que los varones cumplían 4 años; a esta edad el padre asumía su formación religiosa instruyéndolos en las tradiciones, los ritos y las normas judías: Dt 6,4-7; 11. 18-1 9, etc. Las niñas aprendían por reflejo, por lo que oían que le enseñaban a sus hermanitos, o por lo que su propia madre les trasmitía, no porque fueran instruidas formalmente como los varones. A ellas se las entrenaba en las faenas domésticas, o se les criaba ociosas, dedicadas a labores de lujo (bordado por Ej.), cuando pertenecían a las familias ricas.   Se discute mucho la época en la cual se establecieron escuelas para la educación de los niños: algunos opinan que debió ser ya en época del asmoneo Juan Hircano, alrededor del 130 a.C.; consta que en el 63 d.C. el sumo Sacerdote Josué ben Guimia ordenó establecerlas en cada ciudad y aldea y que los niños debían frecuentarlas desde los 6 o 7 años. En todo caso, era muy común que los judíos supiesen leer y escribir dado el carácter “literario” de su fe religiosa, la prueba está en los numerosos documentos escritos encontrados en el suelo palestinense que datan, precisamente, de la época que estamos considerando. Documentos similares: judíos y de la época ínter testamentaria, se han encontrado también en Egipto y en otras regiones de lo que era el imperio romano. Lc 4, 16ss supone que Jesús sabía leer, de donde se deduce que también sabía escribir. Este también seria el caso de los apóstoles, pequeños artesanos y comerciantes, incluso un publicano como es sabido, que por sus oficios debían llevar cuentas, extender documentos, etc.   A los trece años el niño era considerado mayor de edad y por tanto responsable del cumplimiento de la ley. Tenía lugar una celebración llamada hoy en día “Bar-miswá” (= “hijo del mandamiento”), durante la cual era recibido solemnemente en la sinagoga y se le encomendaba la lectura pública de las Escrituras delante de la asamblea compuesta por los varones adultos de su comunidad. Para las mujeres no había nada similar. Es posible que el tercer evangelio evoque esta celebración en el relato de Jesús perdido en el Templo a la edad de 12 años: Lc 2,41-50, aunque no sabemos ciertamente si esta celebración ya existía en la época de Jesús.   El matrimonio   La edad para el matrimonio era temprana: a partir de los 12 años para las mujeres y de los 14 para los varones. Los judíos no practicaron el celibato, a no ser la secta de los esenios; esto plantea el tema del celibato de Jesús y de Pablo, y la práctica celibataria presente ya en los orígenes cristianos (cfr. lCor 7,8 etc). El matrimonio judío era solemnizado por las familias de los novios y por sus vecinos con rituales diversos de los cuales quedan trazas en la Biblia, cfr. por Ej.: el Cantar de los cantares y textos como por Ej. Tb 7,13-14; Mc 2,19-20; Mt 22,2-4; 25,1-13. Los padres, concertaban el matrimonio de sus hijos, muy especialmente entre los ricos. Esto no impedía que se diera algo así como una época de noviazgo, cuando los jóvenes se conocían, durante las actividades agrícolas comunes, como la recolección de las cosechas, en las cuales participaban todos los miembros de la comunidad de las aldeas campesinas, u otras ocasiones similares. El contrato matrimonial se hacia por escrito: Tb 7,13 e implicaba un periodo de compromiso, de seis a doce meses según las diversas situaciones, durante el cual la novia preparaba su ajuar y el novio ponía a punto la casa en que había de recibirla. Las relaciones sexuales con un extraño durante este tiempo eran consideradas adulterio e implicaban los castigos previstos por la Ley. Mt 2,18-19 supone este periodo cuando habla de José y María; el tema no aparece tan claro en Lc 1,27.   La novia llevaba una dote al matrimonio, humilde si se trataba de una mujer pobre (algunos vestidos o unas cuantas monedas por ejemplo); una verdadera fortuna en el caso de las familias ricas. La dote debía ser devuelta por el novio en caso de repudiar a su mujer. Son de sobra conocidas las discusiones de los rabinos judíos de la época del NT en torno a las causales del repudio que era privilegio del esposo: Dt 24,14; para algunos solo era causal de repudio el adulterio comprobado, para otros bastaba un detalle, por Ej: dejar quemar la comida. Conocemos también la actitud de Jesús al respecto: Mc 1 0, 1-12 par. La poligamia se había convertido en privilegio de los ricos, pues a los pobres ni les alcanzaba para mantener a una sola mujer y sus hijos.       La mujer   Podernos hablar aquí brevemente de la situación de la mujer entre los judíos de la época de Jesús: la situación era similar a la de las mujeres en los demás pueblos del Medio Oriente; variando un poco entre los romanos, en el sentido de algunos derechos y garantías que le reconocían las leyes: no ser obligada a casarse contra su voluntad, poder pedir el divorcio en ciertos casos, administrar sus propios bienes, etc. En el Medio oriente en cambio, dentro de culturas y sociedades fuertemente patriarcales, la mujer dependía en todo y para todo del varón: de su padre si era soltera, de su esposo si era casada. Por eso la situación de las viudas era tan apurada, porque no tenían quien viera por ellas y por sus hijos, hasta el punto de que uno de los títulos más tiernos aplicados a Dios en el AT es el de “padre de huérfanos y protector de viudas”: Sal 68,6; 146,9; cfr. además: Dt 10,18; 24,17.19-21. En este mismo sentido los milagros del AT: 2Re 4,1-7 y de Jesús: Lc 7,12 en favor de las viudas; y las palabras de éste último en las cuales son protagonistas de sus parábolas o enseñanzas; Lc 18,3ss; 21,2ss.   Entre los pobres y campesinos la situación de la mujer era paradójica: participaba en los trabajos del campo y del rebaño, pero no por eso era más libre. En general la mujer no heredaba ni a su padre ni a su esposo a no ser que faltara descendencia masculina. De todas maneras hay que decir que la tradición bíblica del AT reconocía, así fuera teóricamente, la igualdad de dignidad del hombre y la mujer creados ambos “a imagen y semejanza de Dios”: Gn 1,27; y que la Torah ordenaba amar, respetar y obedecer al padre y a la madre: Ex 20,12; Lv 19,3; Dt 5,16; como también las reflexiones recopiladas en los sapienciales, por Ej.: Si 3,1-16. Lo mismo cabe decir de las obligaciones de fidelidad respeto y ayuda entre los esposos, que eran mutuas, aunque el castigo del adulterio de la mujer fuera más fácil, y por tanto más frecuentemente aplicado, que el del hombre: Ex 20,14; etc. Estrictas normas velaban por la santidad del matrimonio, muchas de ellas en favor de la mujer, por Ej.: Lv 18,1-30; 20,8-21.   Las costumbres, no solo judías sino de todo el Medio Oriente, estipulaban una estricta separación de los dos sexos que no alternaban en público, como en épocas posteriores: las mujeres permanecían en sus casas y cuando salían lo hacían bien cubiertas y manteniéndose a cierta distancia o en un lugar aparte de los varones. Se consideraba escandaloso que una mujer hablara en público con un extraño, más escandaloso aún que un rabino se entretuviera en el trato con alguna mujer: cfr. Jn 4,7.27.   En Israel la mujer estaba excluida del culto, tal vez por reacción contra los cultos cananeos y de los demás pueblos paganos en los cuales el sacerdocio era ejercido por personas de los dos sexos privilegiándose el sacerdocio femenino para ciertos ritos y divinidades. Esta exclusión del culto implicaba un lugar aparte para las mujeres tanto en el templo como en la sinagoga.   Digamos finalmente que es muy común hablar del “machismo” de los judíos de la antigüedad, o del antifeminismo de ciertos textos y autores bíblicos; frente a estas valoraciones negativas debemos recordar que los judíos actuaban en la misma línea de los pueblos patriarcales del Medio Oriente, y que la Biblia simplemente constata esa actitud y ese tipo de sociedad y de cultura. Un conocimiento profundo de las Escrituras, tanto del AT como del NT, nos llevará a deducir que ante Dios todos somos iguales, que somos sus hijos y sus hijas; que su concepción patriarcal es una concesión a nuestra incapacidad de representárnoslo tal y como Él es; y que la misma Escritura sugiere la trascendencia de Dios sobre la diferenciación sexual. La actitud de Jesús frente a la mujer es absolutamente novedosa y en la línea que acabamos de sugerir. Que los cristianos no la hallamos asumido siempre es otro asunto.   Los ancianos   Volviendo al ciclo vital, debemos referimos a la actitud de respeto y veneración por los ancianos, propia también de las culturas del Medio Oriente antiguo y de la mayoría de las culturas primitivas. Ellos son los depositarios de la experiencia y de la sabiduría: Job 8,8-10; 12,12.20; 15,9s; Eclo 8,9; 25,4-6; 2Mac 6,23-27; Jer 18, 1 8; Ez 7,26, en ocasiones los jefes de la comunidad o sus jueces: Dt 19, 11s; 21,1-6 18-21; 22,13-19;25,7-9 etc., de todos modos se les debe respetar y atender: Lv 19,32; cfr Pro 23,22 Eclo 8,6. Por supuesto que la expectativa de vida era muy inferior a la que han conseguido los países desarrollados y en vías de estarlo de nuestro siglo. Según la Mishná la vejez propiamente dicha comenzaba a los 60 años y en Num 8,25 se prescribía que los levitas debían jubilarse a los 50. Las edades fabulosas alcanzadas por los patriarcas: Gn 5; Abrahán 175; Isaac 180; Jacob 147; etc, deben ser entendidas desde un sentido teológico: como la larga vida que Dios concede a quien le es grato o que alcanzaban los que más próximos se encontraban a la fuente de toda divinidad. A propósito de las reflexiones sapienciales sobre la edad hay textos en los que no se tiene en cuenta esta valoración de la ancianidad, o se la matiza: Gn 6.3; Sal 71,9; 90, 1 0; Ecl 12,1-7, siendo éste último texto una poética metáfora de los males que trae la vejez. En los sinópticos los “ancianos” mencionados frecuentemente, por Ej.: Mc 11, 27; 14,43.53; etc., son los jefes de las principales familias laicas, ricas y aliadas de la alta jerarquía sacerdotal, todos de tendencia saducea que tenían asiento en el sanedrín.   La enfermedad   Como en tantas otras religiones antiguas la enfermedad es considerada en la Biblia consecuencia del pecado: Eclo 31,15; Mt 9,2-7; Jn 5,14; 9,2, o efecto de la posesión diabólica: Sal 78,50; 91,3.6; Mc 9,25-29; Jesús no rechaza de plano esta creencia: Jn 5,14, pero la relativiza no sólo con su palabra: Jn 9,3; 11,4 sino con su actividad taumatúrgica en favor de tantos enfermos que seguramente, como narran los evangelios, fueron curados por Él. Veremos que estos milagros son los signos de la llegada del Reino, del cumplimiento de la voluntad salvífica de Dios en favor de los que sufren. Los sinópticos testimonian la actividad médica entre los judíos de la época del NT: Mc 2,14; Le 4,23; 8,43, actividad que no había llegado a los desarrollos que alcanzó entre los egipcios o los griegos debido tal vez a las peculiaridades de la religión judía en la cual, por Ej., estaba prohibida la manipulación de cadáveres; o las practicas abortivas, etc.; las mismas que a egipcios y a griegos habían dado un amplio conocimiento de la anatomía y de la embriología.   La muerte   La muerte era para los judíos, no la separación de cuerpo y alma como en la mentalidad de los helenistas neoplatónicos, sino el final de la vida humana al disolverse o extinguirse el “nefesh” o principio vital, o al retirar Dios su espíritu que hace vivir al hombre. Solo libros tardíos como el de Sabiduría, 3,4, testimonian un influjo de las concepciones helenistas entre los judíos de la diáspora egipcia. Los cadáveres inhumados envueltos en un sudario (no usaban ataúdes) después de habérseles lavado y perfumado. Los judíos nunca practicaron ni la cremación (como los hindúes, los griegos y romanos primitivos y otros pueblos) ni la momificación que practicaron los egipcios. A la inhumación precedían ritos de duelo, frecuentemente descritos en la Biblia, vestirse de luto, echarse ceniza o polvo sobre la cabeza, llorar a grandes gritos, por Ej.: Job 2,8. 12-13; etc. Como en otros pueblos antiguos de la cuenca mediterránea se contrataban a veces los servicios de plañideras: Lc 8,52, que hicieran más impresionante el momento.   Las tumbas se construían en el suelo, en áreas delimitadas como cementerios fuera de las ciudades y aldeas; muy frecuentemente se habilitaban cuevas entre las rocas para que sirvieran de monumentos fúnebres, o estos se construían y se adornaban con motivos arquitectónicos: Mt 23,29. Estaba prohibido severamente el culto de los muertos, pero los dolientes visitaban las tumbas para recordar a sus seres queridos: Mt 28,1 y a éstas se les mantenía pintadas de blanco: Mt 23,27 o señaladas con piedras.           CUARTA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-RELIGIOSA DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   Objetivo   Conocer las instituciones judías y sus practicas religiosas, lo mismo que los principales grupos político-religiosos de la sociedad judía, con el fin de ver la influencia que ellos tienen en el pensamiento y obra de Jesús y la posición que ellos mismas tomaron frente a él.   Temas   LAS INSTITUCIONES Y LAS PRACTICAS RELIGIOSAS JUDIAS   La casta sacerdotal El Sumo Sacerdote La aristocracia sacerdotal El Sanedrín Templo y culto La sinagoga El precepto sabático Las fiestas religiosas   LOS GRUPOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DE LA SOCIEDAD DE JESÚS   Los Saduceos Los Fariseos Los Esenios Los Escribas Los Celotas Los Herodianos Los Bautistas Los Samaritanos   Bibliografía   Ch. Saulnier y B. Rolland. Palestina en tiempos de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1991. Col: Cuadernos Bíblicos, 27 H. Guevara, Ambiente político del pueblo judío en tiempo de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1985 Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1977 Emil Schurer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús. 2 Vol. Cristiandad, Madrid, 1985 André Paúl. El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política. Madrid, Cristiandad, 1982 José Luis Sicré. El Cuadrante. Parte II -La apuesta- El mundo de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1977         CUARTA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-RELIGIOSA DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   LAS INSTITUCIONES Y LAS PRACTICAS RELIGIOSAS JUDIAS   La casta sacerdotal   El sacerdocio en Israel, exclusivamente masculino, fue asignado desde época remota a la tribu de Leví: cfr. Dt 33,8-1 1, la misma a la que pertenecían Moisés y su hermano Aarón: Ex 6,16.18.20; éste último, junto con sus hijos, consagrado por orden de Dios como Sacerdote durante la travesía por el desierto: Ex 28,1; 29.1; 40,12-15. Es de suponer que el monopolio sacerdotal ejercido por la tribu de Leví, a la que no fue asignado territorio en la repartición de la tierra: Nm 18,20-24; 35,1-4 porque su "porción" era el mismo Dios, fue el resultado de un proceso complejo y difícil que se extiende por toda la época de los jueces y del comienzo de la monarquía. En éstas épocas primitivas Israel contaba con diversos santuarios, en los cuales seguramente se fue conformando la tradición sacerdotal. Cuando David entronizó el arca de la alianza en Jerusalén, su nueva capital recién conquistada (aprox. 1000 a.C.), debió tomar disposiciones acerca del sacerdocio: Cfr. 2Sm 8, 1 7; 1 Cr 28,13, que se verían afianzadas durante los gloriosos años del reinado de Salomón, el constructor del templo (aprox. 965 a.C.): Cfr. l Re 4,2- 1Cr 8,14-15. Aunque no lo digan expresamente, muchos textos reflejan las pretensiones sacerdotales de los primeros reyes de Israel, que no pertenecían a la tribu de Leví: Saúl: 1Sm 13,7b-9.11-12, David y Salomón 2Sm 6,17-18; lRe 3,4;8,5.14.54-55.63-64; lCr 8,12-13. El hecho de que en el santuario real de Jerusalén se custodiara el arca de la alianza, hizo de, é1 -y del sacerdocio a su servicio-, la institución cultual más importante de toda la nación. Las reformas religiosas de Ezequías (716-687 a.C.) y de Josías (640-609; la reforma en el 622 a.C.) con su fuerte centralización cultual en el templo de Jerusalén, acabaron por convertir al sacerdocio de dicha ciudad en una casta poderosa y respetada. Al regreso del destierro (a partir del 538 a.C.), en el templo restaurado (llamado 2do templo, consagrado en el 515 a.C. aprox.), se estableció nuevamente el sacerdocio: Esd 3,1-2.10-11; 6,15-18, adoptando los antiguos estatutos anteriores al destierro y actualizándolos a las circunstancias de la época.     El Sumo Sacerdote:   El más importante de los sacerdotes del templo de Jerusalén, que ejercía una especie de hegemonía sobre todo el sistema religioso judío, se convirtió en sumo Sacerdote: cfr. Lv 21,10-15- Neh 3,1, adoptando el estatuto de Aarón y de sus hijos: Ex 28, 1; 29, 1; 40,12-15, considerándose su descendiente y sucesor, y ejerciendo el cargo de manera vitalicia y hereditaria. Es admirable el hecho de que la tradición judía haya conservado la lista casi completa de todos los sumos sacerdotes post-exílicos, desde Josué al regreso del destierro, hasta Pinjás de Cabta, nombrado por los celotes en plena revolución, en el 67 y ejecutado por los romanos en el 70 d.C. El prestigio y el poder de los sumos sacerdotes se vio acrecentado en la época de los Macabeos-Asmoneos, cuando Simón y sus descendientes asumieron el cargo junto a la dignidad real. Se trató por esa época (142-76 a.C.), tan próxima a la del NT, de una autentica teocracia, pues el poder religioso y civil estaba en las manos de este primer representante de la casta sacerdotal. La dominación romana y de sus representantes (los Herodes, los procuradores) modificó mucho las cosas; ellos nombraban al sumo Sacerdote según sus intereses, escogiéndolo entre las familias sacerdotales más nobles y poderosas y más fieles a Roma. Se arrogaban también el derecho de deponerlo a su amaño y de manipularlo. Símbolo de este estado de cosas era el hecho de que las vestiduras del sumo sacerdote, aquellas con las cuales debía ejercer las funciones solemnes de su cargo eran custodiadas por el representante del poder romano en la Fortaleza Antonia, entregándolas cada que se necesitaban para las funciones sagradas y reclamándolas al terminar éstas.   La veneración por la persona del sumo sacerdote, cfr. por Ej. Hch 23,2-5, era reflejo del respeto por sus altas funciones de intercesor y mediador ante Dios, ejercidas especialmente durante la fiesta del Yom Kippur o día de la expiación: cfr. Lv 16; 23,26-32, Nm 29,7-11; Hb 9,6, cuando é1 solo, y por única vez en el año, ingresaba en el “Debir” o lugar santísimo del templo y ofrecía a Dios la sangre de los sacrificios de expiación, envuelto en nubes de incienso y pronunciando temeroso el impronunciable nombre de Dios. Al sumo sacerdote se atribuía el don de profecía, cfr. Jn 11,49-52, su muerte era considerada vicaria ante Dios, es decir que por ella Dios perdonaba las culpas del pueblo y, entre otras prerrogativas, el condenado a muerte que por casualidad se cruzara en su camino debía ser perdonado. Desde la época de los Asmoneos el sumo sacerdote presidía el sanedrín, una especie de consejo de gobierno o de senado del cual hablaremos más adelante.   Son famosos, entre nosotros los cristianos, los sumos sacerdotes de la época de Jesús: Anás, Jn 18,12-23, hijo de un tal Set, que ejerció el cargo desde el año 6 (?) hasta el 15 d.C. cuando el procurador Valerio Grato lo destituyó; y José, llamado Caifás, yerno de Anás que fue sumo sacerdote del 18 al 36: Mt 26,57; Lc 3,2; Jn 11,49; 18,13-14.24.28. Ambos son mencionados a propósito del proceso y la condena contra Jesús. Pero miembros de la misma familia ejercieron todavía el alto cargo durante esta época: Jonatan, hijo de Anás, nombrado por Vitelio en el 36 para reemplazar a su cuñado Caifás y Teófilo, también hijo de Anás, nombrado por el mismo procurador; ejerció el cargo del 37 al 41. Hch 23,2s menciona a Ananías, nombrado por Herodes Agripa II en el 47 y que, con una interrupción, ejerció el cargo hasta el 66, cuando fue asesinado por los revolucionarios judíos.   La aristocracia sacerdotal:   En torno al sumo Sacerdote actuaba una verdadera aristocracia sacerdotal compuesta por sus inmediatos colaboradores, especie de ministros, a los cuales delegaba funciones importantes; y por los miembros de las familias que en el pasado habían detentado el poder y conservaban todavía alguna influencia, lo mismo que por otras familias sacerdotales enriquecidas y, por lo tanto, influyentes.   Algo así como un ministro del interior, el “jefe del templo” estaba encargado de la seguridad de la ciudadela sagrada, contando para ello con una verdadera policía: cfr. por Ej.: Mc 14,43; Jn 18,3.12.22-26 y con un cuerpo de porteros que harían las veces de vigilantes, extendiéndose su poder más allá del área del santuario, a la ciudad y aún a regiones apartadas del país.   Para coordinar el complejo ceremonial que debía desarrollarse en el templo un jefe de los sacerdotes, asistido por los jefes de 24 grupos en que estaban divididos, programaba y supervisaba las celebraciones. Los sacerdotes llanos eran unos 10.000 en la época de Jesús, ejercían sus funciones por turnos de a dos grupos cada mes del año, echando a suertes las funciones: cfr. Lc 1,5-10, el resto del tiempo lo pasaban en sus casas, sea en Jerusalén o en las ciudades que les habían sido asignadas expresamente: cfr. Nm 35,1-8- Jos 2,1 viviendo de la parte que les correspondía durante el tiempo de su servicio o de algunas limosnas del pueblo, cfr. Dt 14,27.29, y de los pocos oficios que podían realizar. Lc es el único de los evangelistas que se refiere al carácter sacerdotal de los padres del Bautista: 1,5-25, sin que esto influya para nada en la presentación del precursor adulto. Insinuaba también Lc el oficio “sacerdotal” de Jesús haciendo de María y de Isabel dos parientas cercanas. Lo mismo cabría preguntarse respecto al gesto de Jesús al ascender a los cielos bendiciendo a los discípulos: Lc. 24,51; siendo la bendición un atributo sacerdotal. Será el autor de la carta a los Hebreos quien desarrolle toda la simbología y la teología del único y sumo sacerdocio de Cristo.   Para la compleja administración económica del templo el sumo sacerdote contaba con una especie de consejo presidido por tres tesoreros que custodiaban, cada uno, una de las tres llaves de las arcas triclaves. Esto tenía, por supuesto, una finalidad fiscalizadora. Pero este consejo estaría asistido además por toda una burocracia de contables, almacenistas, archivadores, etc. Al servicio del templo y, de su máxima autoridad que era el sumo sacerdote, funcionaba también una especie de cancillería que se encargaba de las relaciones externas y que contaría también con su carga burocrática de secretarios, amanuenses, representantes, etc. Toda esta compleja administración supone igualmente una escuela de funcionarios que proveía los cargos con personal sacerdotal educado y entrenado específicamente para ejercer determinadas funciones. Flavio Josefo fue aventajado alumno de esta escuela.   La centralización del culto en Jerusalén, realizada especialmente por el rey Josías de Judá (622 a.C.), y confirmada a la vuelta del destierro, llevó a la formación de una clase subalterna, la de los levitas, cfr. Nm 3,5-10.4D-51; 8, que no tenían las prerrogativas ni ejercían las funciones propiamente sacerdotales, sino que desempeñaban diversos oficios secundarios en el templo: eran los cantores y músicos, los porteros y vigilantes, los ayudantes en las funciones sagradas, encargados de la limpieza, el almacenamiento, los trabajos manuales como la panadería, etc. Eran más numerosos que los sacerdotes propiamente dichos (unos 20000 calculan los historiadores para el tiempo de Jesús), divididos también en 24 turnos que se alternaban en el ejercicio de sus tareas. Jesús, según Lc 10,32 menciona a un Sacerdote y un levita que, bajando de Jerusalén (de ejercer sus funciones, tal vez) no se compadecieron del hombre que había sido robado y herido a la vera del camino. En Hch 4,22 se testimonia el origen levita de Bernabé; y en 6,7, evocando la vida de la primera comunidad de Jerusalén, se afirma que "multitud de sacerdotes iban abrazando la fe".   Podemos anticipar aquí la actitud de Jesús frente al sacerdocio judío de su tiempo: é1 no pertenecía a dicha casta pues se le presenta como un laico, miembro de la tribu de Judá. Además, su predicación y sus acciones y la polémica con sus interlocutores lo llevaron a un fuerte enfrentamiento con las máximas autoridades religiosas -sacerdotales- de su tiempo, como queda consignado en los relatos de la pasión. Asumió una actitud soberanamente independiente y critica frente a estas instituciones: el templo, el sistema de las ofrendas y los sacrificios, el sacerdocio, el sistema de la pureza ritual, etc.   El Sanedrín:   El sumo sacerdote presidía un consejo o senado compuesto por 70 notables que representaban las distintas clases y tendencias del pueblo judío. Los orígenes de esta institución se remontan a la época de la vuelta del destierro, pero su constitución esta inspirada en el consejo de 70 ancianos que Moisés elige, por consejo de su suegro, para que le ayuden a ejercer la justicia sobre el pueblo: Ex 18,13-26; Nm 11,16-17.24-30; Dt 1,9-18. Los poderes y competencias del sanedrín variaron con el tiempo, alcanzando un punto muy alto durarte la época asmonea, cuando fueron una especie de senado o corte suprema o corte de apelaciones, que podía decretar la pena de muerte por determinados crímenes. En la época de Jesús tales poderes se habían visto limitados por la intervención romana al puro ámbito de los asuntos religiosos, sin el "jus gladii" (poder de condenar a muerte) que se reservaban los romanos; así continuaron siendo hasta después de la destrucción de Jerusalén, cuando el gran sanedrín asumió funciones religiosas rectoras del judaísmo de la diáspora, habiendo tenido su sede primero en Jamnia y luego en Séforis y Tiberiades.   En los evangelios el sariedrín es designado con nombres diversos: propiamente “sanedrín” en Mt 5,22; 26,59; el mismo evangelista se refiere a los sumos sacerdotes, es decir el alto clero, la aristocracia sacerdotal, y los ancianos, los jefes de las familias laicas más poderosas por estirpe y riqueza, como un grupo que toma decisiones: 21,23-, 26,3.47; 27,3.12.20 o que expresamente celebra "consejo": 27, 1; 28,12; todavía habla de los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos: Mt 26,57; 27,41. Mc en cambio designa propiamente al sanedrín en 14,53, y 15, 1; en varios pasajes parece referirse a los tres grupos principales que lo componían: “los sumos sacerdotes, los escribas (fariseos) y los ancianos” 11,27; 14,43.53; 15,1; y todavía menciona a los "sumos sacerdotes y los escribas" en 11,18; 14,1; 15,31. Lc por su parte habla de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas: 9,22, y en otro orden 20,1; de los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo; 19,47; de los escribas y los sumos sacerdotes (o al revés): 20,19; 22,1 y en un texto muy explicito habla de: “el consejo de ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y los escribas” que hicieron conducir a Jesús "a su sanedrín", refiriéndose tal vez al edificio, en la explanada del templo, en donde tenían lugar las sesiones: 22,66. Juan es menos preciso: nunca usa la palabra “sanedrín” y solo se refiere a “los sumos sacerdotes y los fariseos”, según su tendencia a la generalización: 7,45; 11, 57; en 11,47 dice que los mismos sumos sacerdotes y fariseos “convocaron consejo” refiriéndose, muy probablemente, a la reunión del sanedrín en la que se decretó la muerte de Jesús. Es en Hch en donde más se menciona expresamente al sanedrín: 4,15-, 5,21b.27.34; 6,12; 22,30; 23,1.6.28, refiriéndose también a é1 por la mención de sus miembros, como en los evangelios: 4,1.5-6; 5,17.   Queda claro que el sanedrín estaba compuesto por tres órdenes o clases principales: a) el sumo Sacerdote y la aristocracia sacerdotal (por eso se habla de “sumos sacerdotes” en plural), b) los “ancianos” o jefes de las principales familias o clanes laicos y, c) los escribas” o peritos de la ley, la mayoría de ellos de tendencia farisea, mientras que los dos primeros órdenes eran de tendencia saducea. A estas tendencias nos referiremos más adelante.   Los evangelistas son unánimes en atribuir al sanedrín, liderado por el sumo sacerdote, la máxima responsabilidad en la muerte de Jesús, cfr. Mc 14,53.63-64, solo que no es posible reconstruir los hechos en detalle, y resulta difícil definir si hubo un proceso formal, o si se trató de un complot. Los exegetas tienden a preferir la segunda solución. Los apóstoles y los primeros cristianos de Jerusalén también tuvieron que vérselas con esta institución ante la cual comparecieron varias veces: Hch 4,1-22; 5,17-42, El sanedrín aparece también, en Hch 6-7, como responsable de la muerte de Esteban y hasta Pablo tendrá que defenderse ante ellos de la grave acusación de profanar el templo: Heh 22,30-23, 10.   Templo y culto   El templo de la ciudad santa no había perdido en tiempos de Jesús ninguna de la gran importancia tenida durante toda su historia. Bajo el gobierno del rey Herodes, el templo había sido renovado completamente y redoblada su área: “quien no ha visto la construcción de Herodes no ha visto nunca nada bello” decía una sentencia.   El área del templo comenzaba en el PATIO EXTERNO, abierto también a los paganos. Aquí había siempre un continuo ir y venir de peregrinos comprando las ofrendas del sacrificio o cambiando su dinero. En la puerta de acceso al PATIO INTERNO se encontraban los pobres mendigando. En la parte oriental del templo estaba el patio para las mujeres judías y en la occidental, el de los hombres, ya que, siendo más cercano al templo-templo, sólo los hombres podían tomar parte en el culto. Delante del Templo se encontraba el ALTAR DE LOS HOLOCAUSTOS, y dentro, el altar de oro de los inciensos, el candelabro de 7 brazos que ardía ininterrumpidamente y la mesa de la proposición. El SANTO DE LOS SANTOS estaba separado del resto del templo por espesas cortinas, y era accesible sólo al sumo sacerdote cuando en el gran día de la Expiación debía cumplir el sacrificio de reconciliación por todo Israel.   En el templo desarrollaban su ministerio los sacerdotes, cuyo jefe era el Sumo Sacerdote. Como presidente del Sanedrín era él el vértice de toda la comunidad judía. Era considerado verdaderamente de una naturaleza intermedia entre Dios y el hombre (Filón). Bajo el Sumo Sacerdote estaban los grandes sacerdotes, que como él, descendían de las más eminentes familias saduceas de Jerusalén. Como vicario del Sumo Sacerdote oficiaba el “comandante del templo”.   Los jefes de las clases sacerdotales, los custodios del templo, a quienes estaban sometidos los levitas y los tesoreros, habitaban establemente en Jerusalén y ocupaban posiciones influyentes en el interior del templo y en la ciudad.   La gran masa de sacerdotes vivía con sus familias fuera de la capital. Estaba dividida en 24 clases, cada una de las cuales debía servir al templo durante una semana.   Para las grandes fiestas solemnes llegaban a Jerusalén nutridos grupos de peregrinos, que superaban bastante los 25000 habitantes de la capital. Para toda la comunidad judía, el Templo era el lugar santo. Incluso la comunidad judeocristiana continuó considerando el templo como el lugar de su oración.   La Sinagoga   Los orígenes de la sinagoga son oscuros. Se puede pensar que los judíos deportados a Babilonia tras la caída de Jerusalén en el 587 a.C., obligados a vivir en el exilio, habrían instituido centros donde poder escuchar la palabra y los preceptos divinos. Los primeros testimonios seguros se remontan al s. III a.C.; entonces ya había sinagogas en la diáspora egipcia. Los orígenes de la sinagoga hay, pues, que buscarlos en la diáspora, donde los judíos vivían dispersos en medio de pueblos de otro credo. En el tiempo de Jesús, cada pueblo, cada centro habitado, tenía su sinagoga. En ella, se celebraba el culto, se estudiaba la ley y se instruía a los niños. Era un largo edificio cuadrangular orientado hacia Jerusalén. A la entrada había ánforas llenas de agua, para la purificación ritual.   La sinagoga servía a la comunidad judía local, que debía procurarle el mantenimiento. La administración de los negocios externos de la comunidad sinagogal estaba confiada generalmente a un comité de 3 miembros. El personal de la sinagoga estaba constituido sólo por el presidente y su asistente. El archisinagogo, elegido entre los hombres más considerados de la comunidad, era el responsable de la organización del culto y de su desarrollo.   El juicio era formulado por un colegio de 3 jueces contra quien intencionadamente hubiera actuado contra la Torah. El número de culpas no podía ser superior a 39, para no transgredir en ningún caso el precepto de Dt 25,3, donde están previstas 40 culpas. Para poder celebrar el culto de la sinagoga era necesaria la participación de, al menos, 10 hombres. El culto sinagogal tenía por objeto la profesión de fe en el Dios único, la oración, la lectura de la Escritura y la enseñanza de la voluntad divina. La sinagoga fue llamada el “pequeño santuario”. Los judíos se reunían para la asamblea litúrgica el sábado, y también días feriales, sobre todo lunes y jueves, y en las festividades.   El desarrollo de la función religiosa se divide en dos partes: una tiene una impronta litúrgica más acentuada; la otra tiene un carácter más didáctico.   Se pronuncia primero el Shemá Israel, que contiene 3 textos escriturísticos (Dt 6,4-9; 11,13-21; Num 15,37-41). Le siguen las llamadas 18 invocaciones, oración consistente en 18 súplicas: las 3 primeras y las 3 últimas invitan a alabar a Dios; las 12 restantes se refieren por un lado a las necesidades de cada día y por otro al tiempo mesiánico que puede traer la misericordia de Dios.   La segunda parte, más didáctica, comprende la lectura y explicación de la Escritura. Para la lectura de la Torah, esto es, del Pentateuco, considerado la parte más importante de la Escritura, se vino formando poco a poco una lectio continua, en la cual los textos de la ley (parasen) eran repartidos a lo largo del año. A la lectura de un texto de la Ley, le seguía otro de los libros proféticos. El lector era libre para elegir el texto que quería presentar. Esta segunda lectura espiritual cerraba el servicio litúrgico, por eso era llamada haftarah (despedida). A la lectura se podía añadir una predicación.   La amplia tradición de los comentarios bíblicos recogidos fue fijada por escrito en los llamados midrashim (estudios, o comentarios). Los primeros midrashim fueron redactados por los rabinos en el siglo II d.C.   La sinagoga era lugar de enseñanza y sede, por tanto, de la escuela; por eso fue llamada casa de la enseñanza. Además de la instrucción primaria, en la sinagoga se atendían también los estudios superiores. La sinagoga era el centro de la vida de la comunidad, donde la gente se encontraba también para discutir asuntos civiles y todos los problemas referidos a la vida del grupo.   El precepto Sabático   Sabemos que el culto se ajusta a un calendario litúrgico que marca su ritmo señalando días o periodos especialmente significativos. La base del calendario judío era la semana, que culminaba en el séptimo día, el día del Sábado, Shabbat o “descanso”, consagrado por el mismo Dios. Era día de plegaria, de solemne celebración en el templo, en las sinagogas, y en las casas; tan venerado que, en algunas circunstancias, los judíos prefirieron morir antes que empuñar las armas para defenderse durante ese día: cfr. 1Mc 2,29-41. El descanso sabático estaba vinculado a la fe en el poder creador del único Dios: Gn 2,1-3 y era el tercero de los diez mandamientos dados a Moisés, motivado precisamente en el acto creador: Ex 20,8-11; el sábado evocaba también la alianza entre Dios y su pueblo: Ex 31,12-17; y la exigencia del descanso y la prohibición del trabajo estaban sancionadas con la pena de muerte. Ex 35, 1-2; Nm 15,32-36; hasta encender el fuego estaba prohibido ese día. Ex 35,3. La casuística de los escribas y fariseos había sistematizado todas las posibles variantes de las severas normas del descanso sabático, hasta llegar a extremos ridículos como el de preguntarse si era lícito o no comer el huevo de una gallina puesto en sábado. Espontáneamente nos vienen a la memoria las múltiples controversias de Jesús acerca del significado de este día, de lo que verdaderamente Dios quiere al respecto: Mt 12,1-8; par: Mc 2,23-28; Lc 6,1-5; Mt 12,9-14; par: Mc 3,1-6; Lc 6,6-1; Lc 13,10-17; 14,1-6; Jn 5,1-18; 7,19-24; 9,14.16. Los judíos todavía hoy celebran y descansan el Sábado; los primeros cristianos muy prontamente trasladaron la significación de este día al primero de la semana, llamándolo “día del Señor”: Domingo, es decir, de la conmemoración de su muerte y resurrección: Mt 28,1 Hch 20,7-, lCor 16,2; Ap 1,10. Algunas sectas, como por ejemplo la de los Adventistas del séptimo día han vuelto a la praxis sabática.   5. Las fiestas religiosas   En primavera se celebraba en Jerusalén la PASCUA, en recuerdo de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, descrita en el Pesahim de la Mishnáh. Queda aún viva la esperanza de que un día se puedan nuevamente llevar corderos pascuales al templo reconstruido, y nuevamente la fiesta de la pascua pueda ser celebrada en la ciudad santa. Esta esperanza encuentra su expresión en el grito con el que se concluye la fiesta: “El próximo año en Jerusalén”.   50 días después de la pascua, llega PENTECOSTÉS, fiesta de la ofrenda de las primicias, los primeros frutos, en acción de gracias por el tiempo transcurrido y por el tiempo futuro. Se trató de poner esta fiesta en relación con la historia de Israel poniendo en el día de Pentecostés la entrega de la ley en el Sinaí. Este sentido de la fiesta pudo sobrevivir a la destrucción del templo y perdura todavía hoy.   En otoño se celebraba la FIESTA DE LAS CHOZAS: durante 7 días se vivía en pequeñas cabañas, como recuerdo de la marcha de Israel a través del desierto.   Junto a estas 3 fiestas DE PEREGRINACIÓN, celebradas en el Templo de Jerusalén, revistió gran importancia el GRAN DÍA DE LA EXPIACIÓN que caía en otoño, según el rito prescrito en el capítulo 16 del Levítico. Después del 70 tampoco este rito pudo ser cumplido; desde entonces el gran día de la Expiación es considerado como el día de la conversión.   A finales del noveno mes, que cae entre Noviembre y Diciembre (en invierno), se celebraba la FIESTA DE LA DEDICACIÓN O HANUKKÁ también a lo largo de 8 días, en conmemoración de la purificación y consagración del templo realizada por Judas Macabeo en el 165 a.C., después de que Antioco IV lo profanara y saqueara: 1M 4,52-591 2M 10,5-8. Según Jn 10,22 Jesús también se encontraba presente en Jerusalén durante la celebración de una de estas fiestas.   En el último mes del año, entre Febrero y Marzo, se celebraban todavía dos fiestas conmemorativas de acontecimientos salvíficos, y que han llegado a ser con el tiempo algo así como carnavales judíos, fiestas de alegría por la salvación: se trata del día de Nicanor, cfr.: 1M 7,39-49; 2M 15,25-36; y al día siguiente la fiesta de los Purim o de las Suertes conmemorando la liberación narrada en Est 9,20-32; tambi6n se la llama "Día de Mardoqueo", cfr. 2M 15,36.       LOS GRUPOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DE LA SOCIEDAD DE JESÚS   Los Saduceos   El historiador judío Flavio Josefo describe a sus lectores helenísticos los grupos y las comunidades existentes en el judaísmo en los inicios del siglo I d. C., según el modelo de las escuelas filosóficas griegas: hay entre los judíos tres escuelas filosóficas. La primera constituida por los fariseos, la segunda por los saduceos, la tercera, que vive según una regla particularmente rígida, por los llamados esenios.   A menudo los saduceos fueron comparados por los rabinos con los epicúreos, cuya filosofía estaba completamente orientada a la vida terrena. Los saduceos desaparecieron con la destrucción de Jerusalén el año 70. La designación “saduceos” está sin duda puesta en relación con el nombre Sadoq, sumo sacerdote de Salomón, que los sacerdotes consideraban su antepasado. La comunidad de los saduceos surgió en los ambientes de la aristocracia de Jerusalén. Esta proveniencia les llevó a posiciones conservadoras y, por los puestos y oficios que ocupaban, a mantener una posición realista de las situaciones.   Los saduceos se atenían rígidamente a la letra de la Ley; rechazaban la tradición oral, tan apreciada por los fariseos, negándose a ponerla en el mismo plano que la letra escrita. No creían ni en los ángeles ni en los demonios y, sobre todo, no compartían la creencia en la resurrección de los muertos. Sin embargo, aún más que los fariseos, observaban rígidamente el sábado y hacían cumplir exactamente las prescripciones de la Ley. Los saduceos estaban siempre preocupados por unir a su fe, orientada a la vida presente, un comportamiento abierto hacia el mundo, reconociendo siempre los gobiernos del momento y esforzándose por modelar la creciente hostilidad del pueblo hacia los romanos. Pero su poder y su influencia eran limitados.   Los Fariseos   El nombre de fariseo deriva del hebreo perushim, que significa separados porque ellos se mantenían alejados del ambiente para evitar el contacto con los ambientes impuros. No fueron una escuela filosófica como afirmó Josefo. Los inicios del movimiento fariseo se sitúan en la época macabea, cuando la fe judía tuvo que ser defendida de la irrupción de la cultura helenística. 1Mac 2,42 menciona un partido de píos judíos, fuertes hombres de Israel, todos preparados para sacrificarse por la Ley. De este ambiente de hasidim, píos, surgieron los fariseos, esto es, judíos fieles a la Ley. No tenían miras políticas, sino simplemente vivir en el pleno respeto de la ley de Israel; aunque tomaron parte en encuentro armados, normalmente mantenían una vida pía en la oración y en el ayuno. Los fariseos se mantuvieron en comunidades cerradas donde podían seguir escrupulosamente los mandamiento de la ley, los preceptos de pureza ritual y el diezmo. A estas obligaciones se añadían otras obras devotas, como el ayuno voluntario, dos días a la semana (lunes y jueves).   A las comunidades fariseos pertenecían algunos sacerdotes, pero sobre todo laicos, artesanos, labradores y comerciantes, que se reunían para comidas en común. Los fariseos se mantenían alejados de quien no conocía o no seguía la Ley, evitando tener relaciones con ellos. Con la expresión veterotestamentaria (pueblo de la tierra) se indicaba con desprecio a “esa gentuza que no conoce la ley”. Sobre todo, se mantenían a distancia de los publícanos y los pecadores, que estaban al servicio del poder pagano de ocupación: ya que un pecador que quiera enmendarse debe primero reparar a todos el mal que ha hecho; los fariseos mantenían que un publicano nunca podía hacer penitencia, ya que era imposible que recordaran a todos los hombres a quienes habían engañado (recaudación de impuestos). Los fariseos nutrieron una fuerte esperanza mesiánica. Para compensar los pecados cometidos, los fariseos trataban de acumular obras buenas a través de devociones suplementarias, a fin de que el juicio de Dios, que sopesaba méritos y culpas, les fuese favorable. Ejercieron hasta la destrucción de Jerusalén una considerable influencia en el Sanedrín y fueron los únicos que se mantuvieron vigentes después del desastre del 70.   Los Esenios   Mientras en el NT se habla a menudo de fariseos y saduceos, los esenios no vienen jamás mencionados. Constituían un movimiento judío con una vida más apartada que la de los fariseos y saduceos. Su nombre deriva del arameo hasajja (píos). Así, pues, los esenios provienen del mismo ambiente que los fariseos, de quienes se distinguen por una obediencia todavía más severa la Ley a la que no aminoraban en la praxis corriente con ningún genero de mitigaciones o concesiones. Vivían sobre todo en los pueblos de Palestina. Sus miembros eran célibes; renunciaban al matrimonio no por tendencias acéticas, extrañas al judaísmo, sino que evitaban relaciones con las mujeres para no contaminarse. El matrimonio era visto únicamente como instrumento de procreación.   El que quería entrar en la comunidad esenia, recibía una pequeña azada, una faja y un hábito blanco. A esto seguía un año de noviciado. Los miembros de la secta ponían sus bienes a disposición de la comunidad: en ella no existía propiedad privada. En el momento de la admisión en la comunidad, cada miembro prometía delante de todos observar las reglas. La comunidad estaba compuesta por cuatro clases, rigurosamente distintas una de la otra. También el sábado era observado en la más estrecha obediencia a la Ley. Ningún trabajo podía hacerse en sábado, ni siquiera satisfacer las propias necesidades corporales. En lo que respecta a su doctrina, según Josefo, los esenios creen que el alma inmortal del hombre proviene del cielo, que su destino está predeterminado y que el cuerpo es la prisión del alma. Los esenios, según cuenta Plinio el viejo, tenían el centro de su comunidad en la ribera del mar Muerto, desde donde lucharon activamente contra los romanos. También la comunidad esenia desapareció tras los horrores de la guerra.   Los Escribas   Los escribas dieron una impronta decisiva a los distintos grupos. En origen, transmitir y enseñar la palabra de Dios era deber de los sacerdotes; Esdras, que vinculó el judaísmo postexílico al respeto de la Ley, era sacerdote y escriba. La tradición sucesiva hizo descender de él y de los hombres de la gran sinagoga de la que fue fundador, una serie ininterrumpida de escribas, pero noticias concretas sobre escribas particulares se tienen sólo a partir del segundo siglo a.C.. Las primeras se refieren a un hombre de nombre griego, Antígono de Sokho.   La constitución de una clase de escribas debió haber tenido lugar con el encuentro-desencuentro con la cultura helenística. Para conservar una cierta independencia de la enseñanza de la Ley frente al fuerte influjo del espíritu griego, la antigua doctrina sacerdotal no bastaba ya. Para estudiar la Escritura e interpretarla objetivamente, se necesitaba, por contra, servirse de los métodos y del patrimonio intelectual de los griegos, aprendiendo de ellos el modo de plantear un diálogo didáctico a través de preguntas y respuestas, cuestiones y contra cuestiones, hasta una síntesis conclusiva común.   Ya que los escribas se dedicaron a conservar la tradición y a la interpretación y aplicación de la Escritura, fueron llamados también sabios, doctores de la Ley o maestros. Ellos debían resolver, no sólo cuestiones teológicas, sino también jurídicas. Al alto deber de los escribas se debía la gran reputación de la que gozaban ante el pueblo. El acceso a la clase de los escribas no dependía del nacimiento o de la proveniencia, sino de la preparación cultural y de la capacidad personal. Quien quería ser escriba debía cumplir largos y profundos estudios. En torno a un escriba famoso se reunía un grupo de discípulos. El modo de proceder de Jesús con sus discípulos se distingue del de los escribas precisamente por el hecho de que no eran los discípulos los que elegían al maestro, sino que Jesús fue el que los llamó. Cuando el discípulo había llevado a buen fin los estudios, el maestro lo declaraba escriba, le imponía las manos y lo ordenaba. Venía así inscrito en la cadena de la tradición y podía responder personalmente como maestro a las cuestiones, expresando su juicio. En cuanto maestro tenía derecho al título honorífico de Rabbí y podía llevar el hábito largo de los escribas. A él se reservaba en la sinagoga el puesto de honor sobre la cátedra de Moisés.   En el tiempo de Jesús, los escribas más famosos eran HILLEL y SHAMMAI. Hillel había venido a Palestina de la diáspora babilónica y para poder estudiar se había ganado pobremente el pan como bracero. Las posiciones de Hillel eran en general menos rigurosas que las de Shammai. Hillel llegaba a encontrar soluciones a problemas hasta ese momento insolubles. Este procedimiento se llama prozbol (mirando al bien común). De las escuela de Hillel salió Gamaliel, maestro de Pablo.   El maestro más reseñable al inicio del segundo siglo fue R. Aqiba, en torno al cual se formó un nutrido grupo de discípulos. Cuando Bar Kokba dio inicio a la revuelta contra los romanos, fue saludado por R. Aqiba como el prometido hijo de la estrella. Su recuerdo quedó en un gran honor en el judaísmo sucesivo. R. Ishmael tenía las mismas reglas para la interpretación del texto bíblico. Tras la catástrofe de Bar Kokba, se comenzó entonces a regoger el material de la tradición ordenándolo y componiéndolo en los tratados de la MISHNÁ. R. Iehuba, nombrado simplemente Rabbí por su gran prestigio, promovió con vigor este trabajo, que se concluyó hacia el final del segundo siglo. Así, junto a la letra de la Escritura, se tuvo también la interpretación de la Ley, cuyas disposiciones tuvieron valor normativo para la vida de la comunidad.   Los Celotas   Cuando en el año 6, el soberano judío Arquelao fue privado de su cargo y los romanos tomaron directamente el gobierno de Judea, fue ordenado un censo de toda la población para adecuar la política fiscal. Esto originó una decidida oposición por parte de un grupo de fariseos disidentes, que negaron obediencia a los romanos por celo hacia la ley de Dios. Estos celotas concordaban con los fariseos en todas las cuestiones doctrinales, pero subrayaban decididamente su amor por la libertad y la independencia bajo la guía y señorío sólo de Dios. Su fundador Judas el galileo, al inicio del primer siglo llamó a la rebelión general contra Roma, organizando periódicas incursiones contra las fuerzas de ocupación. Los celotas fomentaban la enemistad contra los paganos, provocando continuos desórdenes. Con la destrucción de Jerusalén y el aniquilamiento de las últimas fuerzas de resistencia, el movimiento celota encontró su trágico fin.   Los Herodianos   Los herodianos son mencionados pocas veces en los evangelios: Mt 22,16 y Mc 3,6; 12,13, Lc no los nombra en los textos paralelos. No hay un consenso entre los estudiosos respecto a su identificación, para unos se trataba de partidarios de la dinastía herodiana, que alimentaban esperanzas mesiánicas en torno a los representantes de dicha casa. Otros piensan que se trata de simples espías, especie de policía secreta al servicio de Herodes y sus descendientes. En todo caso aparecen como enemigos de Jesús en esos pocos textos que los mencionan.   Los Bautistas   Consta en los evangelios que en tomo a Juan Bautista se constituyó una comunidad de discípulos: Mc 6,29 y pp; Mt, 11,2 y pp; Jn 1,35; 3,25; 4,1 y en Hch 19,1-3 se menciona a un grupo de discípulos que sólo ha recibido el bautismo de Juan, lo que significa que la comunidad de discípulos de Juan sobrevivió a su maestro, practicando su bautismo. Estos datos han llevado a pensar que Juan hacia parte de un movimiento más vasto caracterizado por practicas bautismales, diferentes de los simples baños de purificación que practicaban los fariseos y los esenios, y que subsisten en una secta gnóstica hasta el día de hoy, la secta de los mazdeístas, un sincretismo judeocristiano y persa, con practicas bautismales en el Eufrates denominado “Jordán”. No se puede olvidar que Juan el Bautista fue interrogado con relación a condición mesiánica: Lc 3, 15-16; Jn 1, 19-28   Los Samaritanos   Los samaritanos no eran propiamente una secta ni un movimiento; se trataba más bien de una “etnia” cuyo origen es explicado en clave deuteronomistica en 2Re 18,24-41. Eran los habitantes de la región de Samaría, descendientes de los israelitas que quedaron en el país después de la deportaci6n del 722, mezclados con los paganos que fueron traídos por los asirios a repoblarlo. Habían conservado y adaptado la religión mosaica, con su estricto monoteísmo, pero en una forma más bien rígida y arcaica, hasta el punto de no aceptar como escritura sagrada más que el Pentateuco, conservado por ellos en manuscritos bastante antiguos en los cuales todavía usan el primitivo alfabeto fenicio. Cuando en el 538 comenzaron a llegar los grupos de judíos repatriados gracias al edicto de Ciro, los samaritanos obstaculizaron de diversas maneras la reconstrucci6n de las murallas y del templo de Jerusalén, dando pie a la secular enemistad entre los dos grupos, el de los judíos postexilicos y el que ellos mismos conformaban teniendo corno especie de ciudad capital a Nablus, la antigua Siquem, entre los montes Ebal y Garizim. Sobre este último habían construido un santuario en donde celebraban la Pascua y otros actos de culto. Parece que debieron sufrir durante la invasión de los ejércitos de Alejandro Magno y corrieron una suerte similar a la de sus vecinos durante los periodos del dominio de los Lagidas y de los Seleucidas. En la época asmonea habían sido sometidos por la fuerza a la autoridad de los reyes sacerdotes de Jerusalén, y habían visto su lugar de culto destruido por orden de Alejandro Janeo que quiso así forzarlos a adorar a Dios en Jerusalén.   En el tiempo de Jesús, vasallos –como los judíos- de Herodes y de los procuradores romanos, mantenían con los de Jerusalén una relación de odio mutuo y desconfianza, de la cual quedan trazas en los evangelios: Mt 10,5; Le 9,52; Jn 4,9; 8,48. Pero también encontramos testimonios de una actitud respetuosa y tolerante de Jesús, o de los evangelistas, frente a ellos: Lc 9,55; 17,16; Jn 4,39-42; que es el preludio, o el reflejo literario, de la exitosa misión cristiana entre los samaritanos, como queda testificada en Hch 8,4-8.25. Es interesante saber que todavía subsisten algunas familias samaritanas en Nablus y en otras localidades de Israel-Palestina y del Medio Oriente. Todavía asisten a sus propias sinagogas en las que custodian antiquísimos rollos del Pentateuco, y celebran la Pascua en el Garizim, no lejos de la cumbre, ocupada por las magnificas ruinas de la basílica que un emperador cristiano hizo construir en honor de la "Teotokos", la Madre de Dios.                     INTRODUCCION AL NUEVO TESTAMENTO       Objetivos de este modulo.       Conocer el ambiente socio-político, socio-económico, socio-cultural y socio-religioso en que vivió Jesús, para comprender el contenido de sus palabras y obras que encontramos en el evangelio.       Aprender a establecer una relación entre la vida de Jesús: sus palabras y acciones, con el entorno en el que él vivió.       Aprender a establecer una relación entre los personajes de la historia y las instituciones que representan, con la vida de Jesús.       Valorar histórica y religiosamente el mundo greco-romano, a fin de conocer el impacto religioso y las huellas que estas culturas dejaron en el cristianismo.   Recomendaciones para el uso de este modulo   Con el contenido de este modulo haremos un recorrido por los aspectos más importantes de la realidad histórico-cultural del Nuevo Testamento. El material de este modulo esta distribuido en cuatro unidades, las cuales corresponden a los elementos que caracterizan la estructura de toda sociedad: lo político, lo económico, lo cultural y lo religioso.   Los elementos que vamos a presentar en cada unidad son densos y en algunas ocasiones pueden ser pesados, por los nombres, fechas y acontecimientos que se quieren transmitir. No es posible cambiarlos porque corresponden a momentos históricos muy definidos que no es posible reelaborar. Esta dificultad se puede solucionar con un estudio complementario a través de lecturas afines a los temas tratados o con la orientación y asesoría de un tutor.   Al final de cada unidad se presentan unos puntos para un trabajo de elaboración personal, con los cuales se pretende que cada uno realice una investigación, piense, analice y haga por su propia cuenta una reflexión sobre el tema tratado. Los miembros de las Comunidades Eclesiales de Base, deben estar en condiciones de apropiarse de los temas expuestos e ir relacionándolos con la realidad neotestamentaria y con la propia realidad que estamos viviendo en Colombia.   No olvidemos que el estudio que estamos realizando de la Biblia no tiene como objetivo el aumentar nuestros conocimientos bíblicos, sino que esta diseñado para confrontar la realidad con la Palabra y luchar por construir una nueva sociedad.           PRIMERA UNIDAD   LA HISTORIA POLÍTICA DEL JUDAÍSMO EN LA EPOCA HELENÍSTICA Y ROMANA   Objetivo   Conocer los acontecimientos históricos que generaron la conquista de Palestina por parte de los Griegos y los Romanos para identificar:   El papel que jugó el pensamiento helenista en la conformación de las primeras comunidades cristianas. El papel que jugó Roma en la situación política de Palestina en tiempo de Jesús y de la iglesia primitiva.   Temas   Palestina bajo la dominación persa Palestina bajo Alejandro magno y la dominación egipcia. Palestina bajo el dominio de los Seleúcidas y la guerra de liberación Macabea. El reino de los Asmoneos. Palestina bajo la dominación romana. La guerra judaica y la insurrección bajo Bar Kokba   Bibliografía   H. Guevara, Ambiente político del pueblo judío en tiempo de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1985 Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1977 Emil Schurer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús. 2 Vol. Cristiandad, Madrid, 1985 André Paúl. El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política. Madrid, Cristiandad, 1982 José Luis Sicré. El Cuadrante. Parte II -La apuesta- El mundo de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1977 EQUIPO “FACULTAD DE TEOLOGIA DE LYON”. Flavio Josefo. Un testigo de Palestina del tiempo de los apóstoles. Estella, Verbo Divino, 1982                         PRIMERA UNIDAD   LA HISTORIA POLÍTICA DEL JUDAÍSMO EN LA EPOCA HELENÍSTICA Y ROMANA   El judaísmo de la época neotestamentaria es heredero de la atormentada historia vivida en los siglos precedentes: los judíos sufrieron sistemáticamente la dominación de las grandes potencias que gobernaban el Medio Oriente.   Palestina bajo la dominación persa   La historia del judaísmo se inicia con el período del EXILIO BABILÓNICO. Las 10 tribus de Israel asentadas en el norte del país desaparecieron después de la destrucción de Samaría por obra de los asirios en el 722 a.C. Judea fue definitivamente conquistada por los babilonios en el 587 a.C., cuando fue destruida Jerusalén. No pudiendo continuar el culto en el Templo, permanecieron sin embargo fieles a la Ley de su Dios y observaron los mandamientos del sábado y de la circuncisión, signos permanentes de la conciencia de Israel de ser distinto a todos los otros pueblos.   En el año 539 a.C. CIRO entró victorioso en Babilonia. Los persas a menudo tuvieron en cuenta las diversas situaciones locales, permitieron la supervivencia de la peculiaridad de los pueblos y dejaron que ellos continuaran viviendo según las propias costumbres, buscando así ganarlos a su causa. En el siglo V a.C., por parte de los judíos de Mesopotamia hubo una gran voluntad por reconstruir la comunidad judía en Jerusalén (Nehemías y Esdras).   En un primer momento también los samaritanos pertenecían a la comunidad cultural de Jerusalén. Pero cuando los samaritanos tuvieron su propio santuario, surgió entre ellos y los judíos una áspera enemistad que desembocó en un conflicto militar, que tuvo como consecuencia en el 128 a.C. que los judíos, bajo Juan Ircano, destruyeran el templo situado en el monte Garizim. En el tiempo de Jesús, los judíos no tenían relaciones con los samaritanos (Jn 4,9) y los consideraban extranjeros (Lc 17,18). El término “samaritano” era empleado por los judíos como sinónimo de “loco” o “estúpido”(Jn 8,48)   Palestina bajo Alejandro magno y la dominación egipcia.   En la batalla de Isso (333 a.C.) ALEJANDRO MAGNO venció al rey persa Darío III y gracias a esta victoria se abrió, a través de Siria y Palestina, el camino hacia Egipto. Judea quedó espontáneamente bajo el poder del general Parmenión mientras Samaría, sede del gobernador persa, fue conquistada por Perdicca y sus soldados. Ante los nuevos gobernadores, los judíos, puesto que se habían sojuzgado sin oponer resistencia, tuvieron confirmados todos los derechos, de los que ya habían gozado bajo la administración persa.   Si el cambio de poder exteriormente no cambió el estado jurídico de la comunidad judía, las transformaciones que siguieron al ingreso de los griegos en el país fueron muy profundas: los pueblos del medio oriente se abrieron a la influencia, a las costumbres, a la cultura y al patrimonio espiritual de los griegos. Se explica así como en el período neotestamentario en Palestina muchos pudiesen comprender y hablar el griego. Con la lengua, penetró en la región también la cultura helenística: sus costumbres de vida, construcciones griegas, teatros y termas, gimnasios, el uso de comer echados a la mesa, el arte médica, el razonamiento dialógico. La simpatía que se alimentó en ciertos ambientes judíos por la cultura y la superior civilización griega llegó al punto de que en el s. II a.C. en Jerusalén hubo judíos que defendían con toda seriedad estar emparentados, como raza, con los espartanos.   La evolución de este estado de cosas habría podido llegar a la completa helenización de Jerusalén y de Judea, como había ocurrido en los países de los fenicios y de los filisteos, pero la Ley recibida de los padres, escrita en hebreo, obligó a la comunidad a conservar la antigua fe, a practicar el culto según la ley de Moisés y a recordar que el Dios de Israel había elegido a su pueblo, distinguiéndolos de todos los demás.   La imprevista muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C. provocó desórdenes políticos. Sus generales lucharon entre ellos. El gobernador de Egipto, PTOLOMEO, hizo ocupar Palestina, pero ANTÍGONO, que gobernaba Siria, la recuperó en el 315 a.C. Tras una revuelta contra Antígono, Ptolomeo volvió a controlar Palestina, pero también Egipto estaba bajo la órbita cultural griega por lo que la civilización helenística continuó entre los judíos.   El poder entre los judíos estaba en manos de sumo sacerdote. A su lado, en el sanedrín se encontraban los sacerdotes y los ancianos, jefes de las familias influyentes de Jerusalén. No se puede establecer con certeza cuando comenzó a funcionar esta suprema autoridad judía. Puede que su origen esté en la época persa, pero existe constancia clara sólo desde esta época helenística. En el s. I a.C. a los sacerdotes y a los ancianos se les añadió un tercer grupo: los escribas.   Palestina bajo el dominio de los seleúcidas y la guerra de liberación macabea.   A finales del S. III y al inicio del S. II a.C. el rey de Siria ANTÍOCO III conquistó Palestina a los egipcios de la dinastía ptolomaica. Durante esta guerra, los judíos estuvieron de parte de los sirios así que los Seleúcidas, después de su victoria, les trataron benévolamente. Pero esta amistad no duró mucho tiempo. Los Seleúcidas, buscando una mayor cohesión de su territorio, promovieron una intensa helenización. Con el rey Antíoco IV, el Sumo Sacerdote Josué hizo cambiar su nombre por el griego JASÓN, y practicando el culto del Templo según la prescripción de la ley, sin embargo promovió con energía la helenización.   Los ROMANOS, que después de su victoriosa guerra contra Aníbal habían extendido su influencia militar y política hasta Oriente, se posicionaron con los ptolomeos egipcios, contra el rey Antíoco de Siria. Éste, para procurarse dinero con el que mantener sus gastos militares, expolió el Templo de Jerusalén en el año 169 a.C. A este hecho se unió el profundo descontento por las leyes helenizadoras que prohibían, bajo pena de muerte, celebrar el sábado y circuncidar a los niños.   En el propio Templo de Jerusalén fue erigido un altar pagano al dios supremo Zeus Olimpo (167 a.C.). Fue demasiado: estos hechos provocaron una peligrosísima crisis para el judaísmo: el libro de DANIEL fue compuesto para esta comunidad oprimida y ofendida. Creció hasta lo insoportable la oposición a la política seleúcida así que el incidente de MODEIN encendió la revuelta: el anciano sacerdote MATATÍAS mató a un judío dispuesto a ofrecer sacrificios paganos. Tuvo que huir con sus hijos y refugiarse en las montañas del desierto de Judá, donde pronto se le unieron otros más a la lucha. Matatías murió poco después y asumió la comandancia su hijo JUDAS, con sobrenombre EL MACABEO (probablemente del aramaico maqqabâ = martillo), que entró victorioso en Jerusalén, restaurando y purificando el altar del Templo en el año 164 a.C. Un acuerdo con los sirios permitió a éstos mantener su soberanía en Palestina y a aquellos poder practicar su religión.   Bajo el rey siríaco Demetrio, subido al trono en el 162 a.C., ambientes de tendencia helenística se lamentaron de ser oprimidos por Judas. El rey les hizo caso y envió como Sumo Sacerdote a un tal ALCIMO. Judas se opuso y Siria apoyó a su candidato. Se sucedieron varios encuentros bélicos, en el curso de los cuales Judas murió en el 160 a.C. Los grupos de combatientes se retiraron al desierto y tomaron como nuevo jefe al hermano de Judas, JONATÁN, asesinado en el 143 a.C., y después al otro hermano, SIMÓN. Éste arrebató Jerusalén a los sirios y pudo gozar de una relativa independencia, exenta de tributos y con acuñación de moneda, creando la DINASTÍA DE LOS ASMONEOS. Se alabó el gobierno de Simón como un período de paz y bienestar (I Mac 14, 8-15). Sin embargo, algunos sacerdotes y píos eran contrarios a la soberanía de los Asmoneos porque, no descendiendo de estirpe sumo sacerdotal ni davídica, habían reunido en sí el puesto del Sumo Sacerdote y el de Jefe de Israel. Aquí tiene su origen el hecho de que se retiren al desierto un grupo de judíos de rigurosa observancia, para realizar en la rivera del mar Muerto una vida de total observancia a la ley.   El reino de Simón acabó improvisadamente en el 134 a.C., cuando fue asesinado. Le sucedió JUAN IRCANO, su hijo.   El reino de los Asmoneos.   Juan Ircano buscó extender su propio dominio. Primero destruyó el templo sobre el Garizim (128 a.C.) y luego fue contra Idumea y contra Samaría (cayó en su poder el 107 a.C.). La política de Ircano encontró poco consenso en el pueblo y aversión en los ambientes píos. A éstos les interesaba regular la propia vida según la ley de Dios, por eso criticaban a los asmoneos su ansia de poder inspirada en ambiciones profanas.   Después de la muerte de Ircano, tomó el poder su hijo ARISTÓBULO, que se comportó como todos los soberanos de los pequeños estados orientales y se dio el título de REY. Fue un amigo de los griegos. Murió en el 103 a.C. Le sucedió su hermano ALEJANDRO JANEO que continuó con victoriosas campañas militares hasta llegar al territorio parecido al controlado por Salomón aunque con menor cohesión. Los píos tenían un comportamiento abiertamente hostil a la política del soberano. La tensión creció hasta el punto que se llegó a una confrontación armada. Se dice que Janeo hizo prisioneros a 800 rebeldes, los llevó a Jerusalén y los hizo crucificar. Hasta entonces no se había utilizado nunca en Israel el atroz suplicio de la crucifixión. En el lecho de muerte, Alejandro Janeo habría aconsejado a su mujer SALOMÉ ALEJANDRA intentar una reconciliación con los fariseos, y después de su muerte, ella asumió personalmente el poder, gobernando con prudencia y sabiduría durante 9 años (76-67 a.C.). El puesto de Sumo Sacerdote fue confiado a su hijo IRCANO II, hombre débil. Salomé alcanzó un acuerdo con los fariseos: escribas de la comunidad farisaica se hicieron miembros del Sanedrín. Esto enfureció a los círculos saduceos, con quienes se alió el hijo menor de la reina ARISTÓBULO II. En la tradición farisaica, el reinado de Salomé viene alabado como un tiempo bendito y pacífico. A la muerte de Salomé, la lucha por el poder se sucedió entre sus dos hijos, Ircano II y Aristóbulo II, pero antes de que se llegara a ningún resultado, las tropas romanas entraron en acción bajo el mando de POMPEYO.   Palestina bajo la dominación romana.   Pompeyo entró en Jerusalén y reordenó la situación en Palestina. Aristóbulo fue conducido prisionero a Roma mientras Ircano fue repuesto como Sumo Sacerdote. Fueron trazados nuevos límites territoriales: las ciudades helenísticas de la Transjordania, la Decapolis, y las ciudades costeras fueron declaradas libres. Entre tanto, las graves luchas por el poder en Roma tuvieron repercusiones en Palestina. En la lucha entre César y Pompeyo, Ircano y los suyos tomaron partido por éste último. Pero cuando CÉSAR salió victorioso y Pompeyo fue asesinado en Egipto en el 48 a.C., Ircano y Antipatro se pasaron rápida y felizmente a la parte del más fuerte. Enviaron ayuda militar a Egipto, en favor de César, y se ganaron su simpatía. Ircano fue confirmado como Sumo Sacerdote, nombrado etnarca y aliado de Roma. Antipatro fue hecho procurador de Judea. El judaísmo empezó a vivir entonces bajo la protección del estado romano. Después de un tiempo y ante la amenaza de los PARTOS, HERODES, hijo de Antipatro, que había sucedido a su padre, se comportó del modo más inteligente en una situación así: buscó refugio en los romanos pidiendo ayuda y protección contra Antígono y los partos. En el 40 a.C. fue a Roma, donde obtuvo la confianza y el favor de Antonio y Octaviano: con decreto oficial del Senado, fue nombrado REY DE LOS JUDÍOS. En el 37 a.C. pudo empadronarse en Jerusalén e inaugurar su reino.   HERODES eliminó toda oposición a su poder y se casó con MARIAN, de la estirpe de los Asmoneos, emparentándose así con la casa real. El aspecto de su carácter queda bien expuesto en la narración mateana de la muerte de los niños de Belén. Como rey de los judíos, quería ser judío; como rey de los griegos, quería ser griego. Así que los píos estaban irritados del trato de favor que Herodes mostraba a los no judíos. Inició su política de grandes obras públicas (Sebaste = Samaría; Cesarea; torre Antonia de Jerusalén; Masada). Si bien este rey hizo mucho por su país, quedó siempre como un “extranjero” para los judíos. Hacia el final de su reinado, nacieron Juan el Bautista y Jesús de Nazaret (Mt 2,1; Lc 1,5).   En su testamento, dividió el reino entre sus hijos ARCHELAO, HERODES ANTIPAS Y FILIPO: Arquelao habría debido ser rey y reinar sobre Judea, Samaría e Idumea; Herodes Antipas recibiría Galilea y Perea de Transjordania y Filipo, la zona transjordánica del norte del reino. Para poder cumplirse, estas disposiciones necesitaban la aprobación formal de Roma. Así, muerto Herodes (4 d.C.) los 3 hermanos se pusieron en viaje hacia la capital del imperio. Los habitantes de Jerusalén, por su parte, enviaron una embajada a Roma con la petición de poner fin a la dinastía y restituir la independencia a la comunidad cultual de Jerusalén. AUGUSTO no hizo caso y siguió las directrices de Herodes. Herodes Antipas y Filipo fueron nombrados TETRARCAS, es decir, pequeños príncipes; Arquelao no obtuvo el título de rey pero sí el de ETNARCA.   El más odiado por el pueblo era ARQUELAO. Gobernó con tanta arbitrariedad y brutalidad que el año 6 fue destronado y exiliado a la Galia. Al tiempo de Jesús, pues, Galilea y la parte septentrional de Transjordania se encontraban bajo el dominio de los príncipes judíos, mientras Judea, Samaría e Idumea estaban regidas por un procurador romano. Este residía en Cesárea. La autonomía de la comunidad cultual y la actividad de los sacerdotes y del Sanedrín no fueron puestas en discusión.   En tiempo de Jesús era procurador romano PONCIO PILATO (26-36). Filón de Alejandría refiere que el ejercicio de su oficio consistía en corrupción, violencia, robo, ofensas, continuas ejecuciones sumarias e insoportable crueldad. El cuadro de Poncio Pilato transmitido por las fuentes contemporáneas está confirmado por el NT.   Herodes Antipas gobernó en Galilea del 4 al 39. Fue, pues, el soberano de Jesús. Queriendo sonsacar del emperador Calígula la dignidad real, consiguió lo contrario: fue desposeído y exiliado a las Galias el año 39.   Por su parte, Filipo fue el primer soberano judío que hizo acuñar monedas con la efigie del emperador romano. Murió en el año 34 sin descendencia.   Palestina fue aún por breve tiempo dominada por un rey judío, AGRIPA, nieto del rey Herodes, que desde el año 41 dominó en todo el territorio. Éste se mostró como un pío judío, solícito en seguir rigurosamente la ley y por eso fue muy alabado por los escribas y los fariseos. Pero también se comportaba en ambientes helenísticos como un griego más. En el país, entretanto, crecía el odio contra los romanos.   La guerra judaica y la insurrección bajo Bar Kokba.   La conducta falta de respeto de las fuerzas de ocupación romanas llevó el odio de la población judía a la exasperación. Cuando en Cesarea hubo manifestaciones antijudías por parte de la población helenística, los judíos buscaron protección en los romanos, pero no la hallaron. La avaricia del procurador GESSIO FLORO hizo que se suspendiera el culto al emperador y ésta fue la señal de una revolución abierta. Ni siquiera la fortaleza Antonia pudo resistir la violencia de la rebelión y fue conquistada. El Sumo Sacerdote, que había intentado inútilmente evitar aquel desastre, fue asesinado. Las primeras victorias judías asustaron al emperador Nerón, que encargó a su general VESPASIANO la guerra contra los judíos. En el año 67, con la caída de Galilea, todo el territorio estuvo bajo el control romano. Se trataba de decidir la suerte de Jerusalén. En la ciudad prevalecían los grupos extremistas. Los zelotas se establecieron en la zona del Templo; el resto, por toda la ciudad. La comunidad cristiana, que no se había unido a la revuelta, huyó a Pella de Transjordania.   Cuando en el año 69 Vespasiano fue proclamado emperador, cedió el comando de la guerra a su hijo TITO. Durante la pascua del año 70, Tito avanzó con 4 legiones y un fuerte contingente de tropas auxiliares. Se esperaba que Dios habría intervenido en el último momento para salvar a su pueblo. Pero el coraje y la esperanza resultaron vanos. Con la destrucción del Templo y de la ciudad, el judaísmo había perdido su centro visible.   El último centro de resistencia fue Masada: cuando entraron los romanos encontraron sólo cadáveres. No sobrevivían más que 2 mujeres y 5 niños.   El judaísmo pudo sobrevivir a esta terrible catástrofe porque tenía en sí grandes energías que le abrían a un nuevo inicio. Con la destrucción de Jerusalén, los saduceos desaparecieron. En el s. II el judaísmo intentó otra vez liberarse del yugo romano (132-135) con la rebelión guiada por BAR KOKBA, siendo emperador Adriano, que había mandado promulgar numerosas leyes antijudías. El jefe de los rebeldes fue tomado por RABI AQIBA, el escriba más estimado entonces, como el HIJO DE LA ESTRELLA prometido en Num 24,17. Pero ambos murieron al final. Sobre las ruinas de Jerusalén fue fundada una colonia romana y erigido un templo a Júpiter. La nueva ciudad fue habitada por no judíos y a éstos les estaba prohibido el ingreso. Con profunda amargura, el 9 de Ab (fin de julio-inicio de agosto) los judíos recordaron cada año la destrucción de Jerusalén y del Templo.             SEGUNDA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-ECONOMICA DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMETO   Objetivo   Conocer la situación socio-económica del pueblo judío en la época del Nuevo Testamento, con el fin de saber por qué Jesús asumió una actitud de rechazo y oposición contra esta estructura de miseria y opresión.   Temas   Los judíos en el imperio Romano Las posibilidades económicas del país La pirámide social     Bibliografía   P. Connolly, La vida en tiempos de Jesús de Nazaret. Ediciones Generales Anaya, Madrid, 1985 J. Comby y J. P. Lemonon. Roma frente a Jerusalén, vista por autores griegos y latinos. Estella, Verbo Divino, 1983 André Paúl. El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política. Madrid, Cristiandad, 1982   J. D. Crossan. Jesús: Vida de un campesino judío. Crítica, Barcelona, 1994             SEGUNDA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-ECONOMICA DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   Los judíos en el imperio Romano   Se calcula la población total del imperio durante el S. I. d.C. en unos 50 millones de habitantes, de los cuales unos 5 millones eran judíos, es decir, una población del 10%, muy alta para tratarse de un pueblo originario de un país pequeño y pobre. La razón probablemente, fue el estilo de vida y las convicciones morales de los judíos. Ellos consideraban los hijos como un don o una bendición de Dios (Sal 127, 3-5; 128, 3; Gn 15, 5; 22, 17; 24, 60; 26, 4; Rut 4, 11-12; Prov 17, 10), recibiéndolos con amor y cuidándolos y educándolos con solicitud, mientras que entre los paganos era elevada la tasa de infanticidios (los niños que nacían con enfermedades congénitas, o que simplemente sus padres no los deseaban, los eliminaban), también utilizaban ampliamente métodos anticonceptivos empíricos pero eficaces, lo mismo que el aborto. Todas estas cosas eran abominación para los judíos.   La cultura helenística despreciaba el trabajo, considerándolo actividad de esclavos y de siervos o de hombres inferiores. En cambio los judíos lo consideraban como una obligación moral: Gn 2, 15; 3, 17-19; Ex 20, 8ss; Sal 104, 23; Si 38, 24-34; 2Tes 3, 10; de ahí su laboriosidad proverbial y, en ocasiones, su bienestar económico. Sabemos que había colonias de judíos en casi todos las ciudades grandes y medianas del imperio (Cfr. Hch 2, 7-13); en algunas de ellas eran influyentes, tal es el caso de la colonia judía en Alejandría. Se reunían en sus sinagogas, de las cuales había una o más en cada ciudad de acuerdo al numero de fieles. La sinagoga no era solo lugar de oración sino también lugar de encuentro, escuela, hospedería y centro de difusión y propaganda del judaísmo entre los paganos. Entre los paganos el judaísmo causaba admiración o, por lo menos, curiosidad: su estricto y consistente monoteísmo y la elevada aspiración de su praxis moral atraían a muchos insatisfechos de las groseras especulaciones mitológicas y de los desmanes del paganismo al caer en el libertinaje y la inmoralidad. Los paganos que se convertían a la fe en el único Dios y asumían algunos de los principales mandamientos de la ley eran considerados “temerosos de Dios”: Hch 10, 2, si daban el paso definitivo y se hacían circuncidar (los Hombres), pasaban a ser prosélitos: Hch 2, 11 y se les equiparaba simplemente a un judío de nacimiento. Fueron los judíos de la diáspora los más abiertos a esta misión entre paganos, y fue entre los prosélitos y temerosos de Dios entre quienes Pablo encontró más fácil acogida para propagar el mensaje cristiano (Cfr. Hch 13, 43).   Julio Cesar había declarado al judaísmo “religión licita” y los había exonerado del servicio militar y les había autorizado el envío de limosnas y tributos para el templo de Jerusalén desde cualquier parte del imperio. Nada de esto impedía que se presentaran animosidades contra el pueblo judío, que algunos escritores paganos lo satirizaban y calumniaban en sus escritos y de vez en cuando, estallaban motines antijudíos en algunos lugares del imperio. Sobre todo después de las dos insurrecciones judías contra Roma, estos sentimientos se hicieron más comunes y manifiestos.     Las posibilidades económicas del país   La tierra de Israel no era rica en recursos naturales, su importancia estratégica era la que la convertía en un país cuyo dominio se disputaron las potencias. En la época del NT, es decir, en el S. I de nuestra era, producía el sustento para una población de algo así como de un millón de personas. Las actividades económicas más importes eran: el trigo y la cebada, el ganado menos (cabras y ovejas), el aceite y el vino, las legumbres y las frutas, también exportaban algunos excedentes de grano, vino y aceite; además de productos de perfumería y bálsamo cultivado en el valle de Jericó. También exportaban madera, cerámica, metales y una gran cantidad de artículos suntuarios. La economía del país se reforzaba por ser Palestina un territorio por donde cruzaban las principales vías de comunicación por donde transitaban numerosas caravanas que viajaban de Asia y África. El puerto de Cesárea construido por Herodes el grande permitió que el comercio fuera relativamente importante a través del Mediterráneo oriental.   En esta época, la tenencia de la tierra en Israel se había transformado; grandes propiedades rurales habían pasado a manos del rey Herodes, sus sucesores y cortesanos, (Cfr. Lc 16, 1-8. 19-31; 18, 23), y a unas cuantas familias, constituyéndose una clase social de campesinos desposeídos que hacían de aparceros o arrendatarios o que simplemente trabajaban como peones (Cfr. Mt 20, 1; Lc 20, 9).   El templo de Jerusalén dinamizaba enormemente la economía del país y de su capital, pues a él afluían los tributos y donaciones de los judíos esparcidos por toda la tierra y de los peregrinos. Del culto en el templo dependía en gran parte el mercado y las actividades artesanales de la ciudad. Las grandes construcciones patrocinadas primero por los Asmoneos y después por Herodes y sus sucesores, lo mismo que por los romanos, fueron lo que hoy llamamos “obras públicas”, las cuales generaban empleos y subempleos, sirviéndose de mucha mano de obra barata para la fabricación de artesanías y dinamizando la explotación de canteras y de otros materiales de construcción. Los romanos incrementaron la red de carreteras y caminos, construyeron varios acueductos, levantaron ciudades y reconstruyeron algunas otras destruidas por las guerras de reconquista.   La pirámide social   En la cumbre de la pirámide social se encuentra la aristocracia sacerdotal y laical, que dominaba la política interna del templo, del culto y del sanedrín. Con este grupo trataban los romanos. Estas pocas familias eran los propietarios de la mayor parte de la tierra y de los monopolios comerciales. El sumo sacerdote, sus funcionarios, los senadores o “ancianos” (Mc. 11, 27), los grandes dignatarios, hacían parte de este estrato. Este grupo, política y religiosamente eran conservadores, que habían logrado acomodarse a la situación de dominación romana conservando muchos privilegios.   En el segundo renglón de la pirámide se encontraba la franja de población económicamente activa en el comercio, la agricultura y la ganadería, los que ocupaban cargos burocráticos y los distintos oficios artesanales (carpinteros, albañiles, herreros, panaderos, sastres, etc). Era la población que dinamizaba la economía y también la que debía cargar con el peso principal del pago de los impuestos.   Venían después los pobres: aquellos que no disponían más que de la fuerza de sus brazos para ganarse el sustento: peones, aparceros, cargueros, obreros y pastores. Como las mujeres solo podían desempeñar trabajos domésticos, las familias pobres no percibían otros ingresos más que los que lograba conseguir el padre y los hijos mayores. Nos podemos imaginar la situación que vivía la gente si se tiene en cuenta que no existían leyes que regularan el trabajo y la seguridad social. Las únicas normas en este sentido con las que se contaba eran las normas del libro del Deuteronomio: 15, 12-18; 23, 16.20.25-26; 24, 7 y no se sabe hasta que punto se aplicaban.   Finalmente, en el piso más bajo de la pirámide social, estaban los huérfanos y las viudas, los enfermos incurables o considerados impuros: leprosos, ciegos, cojos, paralíticos, epilépticos, endemoniados. Estas personas eran segregadas de la comunidad y vivían de la caridad pública.           TERCERA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-CULTURAL DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   Objetivo   Conocer los principales elementos culturales del pueblo judío en la época de Nuevo Testamento, con el fin de identificar la posición que Jesús tomó frente a ellos.   Temas   El niño y la educación El matrimonio La mujer Los ancianos La enfermedad La muerte   Bibliografía     Ch. Saulnier y B. Rolland. Palestina en tiempos de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1991. Col: Cuadernos Bíblicos, 27   A. Rouet. Hombres y cosas del Nuevo Testamento. Estella, Verbo Divino, 1982             TERCERA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-CULTURAL DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   El niño y la educación   Describamos ahora las principales etapas del ciclo vital en el pueblo judío, teniendo en cuenta que estas costumbres comunes, tenían variaciones según se perteneciera a una determinada clase social, se habitara en Palestina o en la diáspora, se viviera en Jerusalén o fuera de ella o se ejerciera una determinada profesión.   La mujer daba a luz con la ayuda de una o varias comadronas, a veces pertenecientes a la misma familia. El recién nacido era bañado, se le untaba sal y se le envolvía en pañales; luego la madre lo amamantaba durante varios meses, tantos como pudiera, el destete era tardío. Sólo las familias muy ricas o helenizadas contrataban los servicios de una nodriza. Si nacía un varón la impureza ritual de la madre era 40 días, si nacía una mujer la impureza era de 80 días. Se preferían los niños a las niñas, pero sin que ello significara que a las niñas no se les recibiera con amor ni se les criara con dedicación.   Todo niño judío era circuncidado al octavo día de su nacimiento (Lc 1, 59; 2, 22) y ese mismo día se le imponía el nombre, casi siempre en la tradición onomástica de Israel, aunque los ricos helenizados llegaron a utilizar nombres helenísticos para sus hijos e hijas, y algunos judíos de la época del NT llevaron doble nombre: uno de origen semítico y otro helenístico (por Ej: Salomón Alejandra, Juan Marcos, Saulo Pablo, etc). La circuncisión era responsabilidad de un experto de la comunidad, no necesariamente el padre ni un Sacerdote, actualmente la realiza el rabino en la sinagoga. A los 40 o a los 80 días del alumbramiento la criatura debía ser presentada en el santuario a un Sacerdote y la madre debía ofrecer un sacrificio de purificaci6n: Lv 12,6-8. Cuando nacía el primogénito este debía ser “rescatado” por medio de un sacrificio especial: Ex 13,1-2. 11-16; Lc 2,22-24, pues pertenecía a Dios.   La crianza de los niños era responsabilidad de la madre y de las demás mujeres de la casa hasta que los varones cumplían 4 años; a esta edad el padre asumía su formación religiosa instruyéndolos en las tradiciones, los ritos y las normas judías: Dt 6,4-7; 11. 18-1 9, etc. Las niñas aprendían por reflejo, por lo que oían que le enseñaban a sus hermanitos, o por lo que su propia madre les trasmitía, no porque fueran instruidas formalmente como los varones. A ellas se las entrenaba en las faenas domésticas, o se les criaba ociosas, dedicadas a labores de lujo (bordado por Ej.), cuando pertenecían a las familias ricas.   Se discute mucho la época en la cual se establecieron escuelas para la educación de los niños: algunos opinan que debió ser ya en época del asmoneo Juan Hircano, alrededor del 130 a.C.; consta que en el 63 d.C. el sumo Sacerdote Josué ben Guimia ordenó establecerlas en cada ciudad y aldea y que los niños debían frecuentarlas desde los 6 o 7 años. En todo caso, era muy común que los judíos supiesen leer y escribir dado el carácter “literario” de su fe religiosa, la prueba está en los numerosos documentos escritos encontrados en el suelo palestinense que datan, precisamente, de la época que estamos considerando. Documentos similares: judíos y de la época ínter testamentaria, se han encontrado también en Egipto y en otras regiones de lo que era el imperio romano. Lc 4, 16ss supone que Jesús sabía leer, de donde se deduce que también sabía escribir. Este también seria el caso de los apóstoles, pequeños artesanos y comerciantes, incluso un publicano como es sabido, que por sus oficios debían llevar cuentas, extender documentos, etc.   A los trece años el niño era considerado mayor de edad y por tanto responsable del cumplimiento de la ley. Tenía lugar una celebración llamada hoy en día “Bar-miswá” (= “hijo del mandamiento”), durante la cual era recibido solemnemente en la sinagoga y se le encomendaba la lectura pública de las Escrituras delante de la asamblea compuesta por los varones adultos de su comunidad. Para las mujeres no había nada similar. Es posible que el tercer evangelio evoque esta celebración en el relato de Jesús perdido en el Templo a la edad de 12 años: Lc 2,41-50, aunque no sabemos ciertamente si esta celebración ya existía en la época de Jesús.   El matrimonio   La edad para el matrimonio era temprana: a partir de los 12 años para las mujeres y de los 14 para los varones. Los judíos no practicaron el celibato, a no ser la secta de los esenios; esto plantea el tema del celibato de Jesús y de Pablo, y la práctica celibataria presente ya en los orígenes cristianos (cfr. lCor 7,8 etc). El matrimonio judío era solemnizado por las familias de los novios y por sus vecinos con rituales diversos de los cuales quedan trazas en la Biblia, cfr. por Ej.: el Cantar de los cantares y textos como por Ej. Tb 7,13-14; Mc 2,19-20; Mt 22,2-4; 25,1-13. Los padres, concertaban el matrimonio de sus hijos, muy especialmente entre los ricos. Esto no impedía que se diera algo así como una época de noviazgo, cuando los jóvenes se conocían, durante las actividades agrícolas comunes, como la recolección de las cosechas, en las cuales participaban todos los miembros de la comunidad de las aldeas campesinas, u otras ocasiones similares. El contrato matrimonial se hacia por escrito: Tb 7,13 e implicaba un periodo de compromiso, de seis a doce meses según las diversas situaciones, durante el cual la novia preparaba su ajuar y el novio ponía a punto la casa en que había de recibirla. Las relaciones sexuales con un extraño durante este tiempo eran consideradas adulterio e implicaban los castigos previstos por la Ley. Mt 2,18-19 supone este periodo cuando habla de José y María; el tema no aparece tan claro en Lc 1,27.   La novia llevaba una dote al matrimonio, humilde si se trataba de una mujer pobre (algunos vestidos o unas cuantas monedas por ejemplo); una verdadera fortuna en el caso de las familias ricas. La dote debía ser devuelta por el novio en caso de repudiar a su mujer. Son de sobra conocidas las discusiones de los rabinos judíos de la época del NT en torno a las causales del repudio que era privilegio del esposo: Dt 24,14; para algunos solo era causal de repudio el adulterio comprobado, para otros bastaba un detalle, por Ej: dejar quemar la comida. Conocemos también la actitud de Jesús al respecto: Mc 1 0, 1-12 par. La poligamia se había convertido en privilegio de los ricos, pues a los pobres ni les alcanzaba para mantener a una sola mujer y sus hijos.       La mujer   Podernos hablar aquí brevemente de la situación de la mujer entre los judíos de la época de Jesús: la situación era similar a la de las mujeres en los demás pueblos del Medio Oriente; variando un poco entre los romanos, en el sentido de algunos derechos y garantías que le reconocían las leyes: no ser obligada a casarse contra su voluntad, poder pedir el divorcio en ciertos casos, administrar sus propios bienes, etc. En el Medio oriente en cambio, dentro de culturas y sociedades fuertemente patriarcales, la mujer dependía en todo y para todo del varón: de su padre si era soltera, de su esposo si era casada. Por eso la situación de las viudas era tan apurada, porque no tenían quien viera por ellas y por sus hijos, hasta el punto de que uno de los títulos más tiernos aplicados a Dios en el AT es el de “padre de huérfanos y protector de viudas”: Sal 68,6; 146,9; cfr. además: Dt 10,18; 24,17.19-21. En este mismo sentido los milagros del AT: 2Re 4,1-7 y de Jesús: Lc 7,12 en favor de las viudas; y las palabras de éste último en las cuales son protagonistas de sus parábolas o enseñanzas; Lc 18,3ss; 21,2ss.   Entre los pobres y campesinos la situación de la mujer era paradójica: participaba en los trabajos del campo y del rebaño, pero no por eso era más libre. En general la mujer no heredaba ni a su padre ni a su esposo a no ser que faltara descendencia masculina. De todas maneras hay que decir que la tradición bíblica del AT reconocía, así fuera teóricamente, la igualdad de dignidad del hombre y la mujer creados ambos “a imagen y semejanza de Dios”: Gn 1,27; y que la Torah ordenaba amar, respetar y obedecer al padre y a la madre: Ex 20,12; Lv 19,3; Dt 5,16; como también las reflexiones recopiladas en los sapienciales, por Ej.: Si 3,1-16. Lo mismo cabe decir de las obligaciones de fidelidad respeto y ayuda entre los esposos, que eran mutuas, aunque el castigo del adulterio de la mujer fuera más fácil, y por tanto más frecuentemente aplicado, que el del hombre: Ex 20,14; etc. Estrictas normas velaban por la santidad del matrimonio, muchas de ellas en favor de la mujer, por Ej.: Lv 18,1-30; 20,8-21.   Las costumbres, no solo judías sino de todo el Medio Oriente, estipulaban una estricta separación de los dos sexos que no alternaban en público, como en épocas posteriores: las mujeres permanecían en sus casas y cuando salían lo hacían bien cubiertas y manteniéndose a cierta distancia o en un lugar aparte de los varones. Se consideraba escandaloso que una mujer hablara en público con un extraño, más escandaloso aún que un rabino se entretuviera en el trato con alguna mujer: cfr. Jn 4,7.27.   En Israel la mujer estaba excluida del culto, tal vez por reacción contra los cultos cananeos y de los demás pueblos paganos en los cuales el sacerdocio era ejercido por personas de los dos sexos privilegiándose el sacerdocio femenino para ciertos ritos y divinidades. Esta exclusión del culto implicaba un lugar aparte para las mujeres tanto en el templo como en la sinagoga.   Digamos finalmente que es muy común hablar del “machismo” de los judíos de la antigüedad, o del antifeminismo de ciertos textos y autores bíblicos; frente a estas valoraciones negativas debemos recordar que los judíos actuaban en la misma línea de los pueblos patriarcales del Medio Oriente, y que la Biblia simplemente constata esa actitud y ese tipo de sociedad y de cultura. Un conocimiento profundo de las Escrituras, tanto del AT como del NT, nos llevará a deducir que ante Dios todos somos iguales, que somos sus hijos y sus hijas; que su concepción patriarcal es una concesión a nuestra incapacidad de representárnoslo tal y como Él es; y que la misma Escritura sugiere la trascendencia de Dios sobre la diferenciación sexual. La actitud de Jesús frente a la mujer es absolutamente novedosa y en la línea que acabamos de sugerir. Que los cristianos no la hallamos asumido siempre es otro asunto.   Los ancianos   Volviendo al ciclo vital, debemos referimos a la actitud de respeto y veneración por los ancianos, propia también de las culturas del Medio Oriente antiguo y de la mayoría de las culturas primitivas. Ellos son los depositarios de la experiencia y de la sabiduría: Job 8,8-10; 12,12.20; 15,9s; Eclo 8,9; 25,4-6; 2Mac 6,23-27; Jer 18, 1 8; Ez 7,26, en ocasiones los jefes de la comunidad o sus jueces: Dt 19, 11s; 21,1-6 18-21; 22,13-19;25,7-9 etc., de todos modos se les debe respetar y atender: Lv 19,32; cfr Pro 23,22 Eclo 8,6. Por supuesto que la expectativa de vida era muy inferior a la que han conseguido los países desarrollados y en vías de estarlo de nuestro siglo. Según la Mishná la vejez propiamente dicha comenzaba a los 60 años y en Num 8,25 se prescribía que los levitas debían jubilarse a los 50. Las edades fabulosas alcanzadas por los patriarcas: Gn 5; Abrahán 175; Isaac 180; Jacob 147; etc, deben ser entendidas desde un sentido teológico: como la larga vida que Dios concede a quien le es grato o que alcanzaban los que más próximos se encontraban a la fuente de toda divinidad. A propósito de las reflexiones sapienciales sobre la edad hay textos en los que no se tiene en cuenta esta valoración de la ancianidad, o se la matiza: Gn 6.3; Sal 71,9; 90, 1 0; Ecl 12,1-7, siendo éste último texto una poética metáfora de los males que trae la vejez. En los sinópticos los “ancianos” mencionados frecuentemente, por Ej.: Mc 11, 27; 14,43.53; etc., son los jefes de las principales familias laicas, ricas y aliadas de la alta jerarquía sacerdotal, todos de tendencia saducea que tenían asiento en el sanedrín.   La enfermedad   Como en tantas otras religiones antiguas la enfermedad es considerada en la Biblia consecuencia del pecado: Eclo 31,15; Mt 9,2-7; Jn 5,14; 9,2, o efecto de la posesión diabólica: Sal 78,50; 91,3.6; Mc 9,25-29; Jesús no rechaza de plano esta creencia: Jn 5,14, pero la relativiza no sólo con su palabra: Jn 9,3; 11,4 sino con su actividad taumatúrgica en favor de tantos enfermos que seguramente, como narran los evangelios, fueron curados por Él. Veremos que estos milagros son los signos de la llegada del Reino, del cumplimiento de la voluntad salvífica de Dios en favor de los que sufren. Los sinópticos testimonian la actividad médica entre los judíos de la época del NT: Mc 2,14; Le 4,23; 8,43, actividad que no había llegado a los desarrollos que alcanzó entre los egipcios o los griegos debido tal vez a las peculiaridades de la religión judía en la cual, por Ej., estaba prohibida la manipulación de cadáveres; o las practicas abortivas, etc.; las mismas que a egipcios y a griegos habían dado un amplio conocimiento de la anatomía y de la embriología.   La muerte   La muerte era para los judíos, no la separación de cuerpo y alma como en la mentalidad de los helenistas neoplatónicos, sino el final de la vida humana al disolverse o extinguirse el “nefesh” o principio vital, o al retirar Dios su espíritu que hace vivir al hombre. Solo libros tardíos como el de Sabiduría, 3,4, testimonian un influjo de las concepciones helenistas entre los judíos de la diáspora egipcia. Los cadáveres inhumados envueltos en un sudario (no usaban ataúdes) después de habérseles lavado y perfumado. Los judíos nunca practicaron ni la cremación (como los hindúes, los griegos y romanos primitivos y otros pueblos) ni la momificación que practicaron los egipcios. A la inhumación precedían ritos de duelo, frecuentemente descritos en la Biblia, vestirse de luto, echarse ceniza o polvo sobre la cabeza, llorar a grandes gritos, por Ej.: Job 2,8. 12-13; etc. Como en otros pueblos antiguos de la cuenca mediterránea se contrataban a veces los servicios de plañideras: Lc 8,52, que hicieran más impresionante el momento.   Las tumbas se construían en el suelo, en áreas delimitadas como cementerios fuera de las ciudades y aldeas; muy frecuentemente se habilitaban cuevas entre las rocas para que sirvieran de monumentos fúnebres, o estos se construían y se adornaban con motivos arquitectónicos: Mt 23,29. Estaba prohibido severamente el culto de los muertos, pero los dolientes visitaban las tumbas para recordar a sus seres queridos: Mt 28,1 y a éstas se les mantenía pintadas de blanco: Mt 23,27 o señaladas con piedras.           CUARTA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-RELIGIOSA DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   Objetivo   Conocer las instituciones judías y sus practicas religiosas, lo mismo que los principales grupos político-religiosos de la sociedad judía, con el fin de ver la influencia que ellos tienen en el pensamiento y obra de Jesús y la posición que ellos mismas tomaron frente a él.   Temas   LAS INSTITUCIONES Y LAS PRACTICAS RELIGIOSAS JUDIAS   La casta sacerdotal El Sumo Sacerdote La aristocracia sacerdotal El Sanedrín Templo y culto La sinagoga El precepto sabático Las fiestas religiosas   LOS GRUPOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DE LA SOCIEDAD DE JESÚS   Los Saduceos Los Fariseos Los Esenios Los Escribas Los Celotas Los Herodianos Los Bautistas Los Samaritanos   Bibliografía   Ch. Saulnier y B. Rolland. Palestina en tiempos de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1991. Col: Cuadernos Bíblicos, 27 H. Guevara, Ambiente político del pueblo judío en tiempo de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1985 Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús. Cristiandad, Madrid, 1977 Emil Schurer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús. 2 Vol. Cristiandad, Madrid, 1985 André Paúl. El mundo judío en tiempos de Jesús. Historia política. Madrid, Cristiandad, 1982 José Luis Sicré. El Cuadrante. Parte II -La apuesta- El mundo de Jesús. Estella, Verbo Divino, 1977         CUARTA UNIDAD   SITUACIÓN SOCIO-RELIGIOSA DEL PUEBLO JUDIO EN LA EPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO   LAS INSTITUCIONES Y LAS PRACTICAS RELIGIOSAS JUDIAS   La casta sacerdotal   El sacerdocio en Israel, exclusivamente masculino, fue asignado desde época remota a la tribu de Leví: cfr. Dt 33,8-1 1, la misma a la que pertenecían Moisés y su hermano Aarón: Ex 6,16.18.20; éste último, junto con sus hijos, consagrado por orden de Dios como Sacerdote durante la travesía por el desierto: Ex 28,1; 29.1; 40,12-15. Es de suponer que el monopolio sacerdotal ejercido por la tribu de Leví, a la que no fue asignado territorio en la repartición de la tierra: Nm 18,20-24; 35,1-4 porque su "porción" era el mismo Dios, fue el resultado de un proceso complejo y difícil que se extiende por toda la época de los jueces y del comienzo de la monarquía. En éstas épocas primitivas Israel contaba con diversos santuarios, en los cuales seguramente se fue conformando la tradición sacerdotal. Cuando David entronizó el arca de la alianza en Jerusalén, su nueva capital recién conquistada (aprox. 1000 a.C.), debió tomar disposiciones acerca del sacerdocio: Cfr. 2Sm 8, 1 7; 1 Cr 28,13, que se verían afianzadas durante los gloriosos años del reinado de Salomón, el constructor del templo (aprox. 965 a.C.): Cfr. l Re 4,2- 1Cr 8,14-15. Aunque no lo digan expresamente, muchos textos reflejan las pretensiones sacerdotales de los primeros reyes de Israel, que no pertenecían a la tribu de Leví: Saúl: 1Sm 13,7b-9.11-12, David y Salomón 2Sm 6,17-18; lRe 3,4;8,5.14.54-55.63-64; lCr 8,12-13. El hecho de que en el santuario real de Jerusalén se custodiara el arca de la alianza, hizo de, é1 -y del sacerdocio a su servicio-, la institución cultual más importante de toda la nación. Las reformas religiosas de Ezequías (716-687 a.C.) y de Josías (640-609; la reforma en el 622 a.C.) con su fuerte centralización cultual en el templo de Jerusalén, acabaron por convertir al sacerdocio de dicha ciudad en una casta poderosa y respetada. Al regreso del destierro (a partir del 538 a.C.), en el templo restaurado (llamado 2do templo, consagrado en el 515 a.C. aprox.), se estableció nuevamente el sacerdocio: Esd 3,1-2.10-11; 6,15-18, adoptando los antiguos estatutos anteriores al destierro y actualizándolos a las circunstancias de la época.     El Sumo Sacerdote:   El más importante de los sacerdotes del templo de Jerusalén, que ejercía una especie de hegemonía sobre todo el sistema religioso judío, se convirtió en sumo Sacerdote: cfr. Lv 21,10-15- Neh 3,1, adoptando el estatuto de Aarón y de sus hijos: Ex 28, 1; 29, 1; 40,12-15, considerándose su descendiente y sucesor, y ejerciendo el cargo de manera vitalicia y hereditaria. Es admirable el hecho de que la tradición judía haya conservado la lista casi completa de todos los sumos sacerdotes post-exílicos, desde Josué al regreso del destierro, hasta Pinjás de Cabta, nombrado por los celotes en plena revolución, en el 67 y ejecutado por los romanos en el 70 d.C. El prestigio y el poder de los sumos sacerdotes se vio acrecentado en la época de los Macabeos-Asmoneos, cuando Simón y sus descendientes asumieron el cargo junto a la dignidad real. Se trató por esa época (142-76 a.C.), tan próxima a la del NT, de una autentica teocracia, pues el poder religioso y civil estaba en las manos de este primer representante de la casta sacerdotal. La dominación romana y de sus representantes (los Herodes, los procuradores) modificó mucho las cosas; ellos nombraban al sumo Sacerdote según sus intereses, escogiéndolo entre las familias sacerdotales más nobles y poderosas y más fieles a Roma. Se arrogaban también el derecho de deponerlo a su amaño y de manipularlo. Símbolo de este estado de cosas era el hecho de que las vestiduras del sumo sacerdote, aquellas con las cuales debía ejercer las funciones solemnes de su cargo eran custodiadas por el representante del poder romano en la Fortaleza Antonia, entregándolas cada que se necesitaban para las funciones sagradas y reclamándolas al terminar éstas.   La veneración por la persona del sumo sacerdote, cfr. por Ej. Hch 23,2-5, era reflejo del respeto por sus altas funciones de intercesor y mediador ante Dios, ejercidas especialmente durante la fiesta del Yom Kippur o día de la expiación: cfr. Lv 16; 23,26-32, Nm 29,7-11; Hb 9,6, cuando é1 solo, y por única vez en el año, ingresaba en el “Debir” o lugar santísimo del templo y ofrecía a Dios la sangre de los sacrificios de expiación, envuelto en nubes de incienso y pronunciando temeroso el impronunciable nombre de Dios. Al sumo sacerdote se atribuía el don de profecía, cfr. Jn 11,49-52, su muerte era considerada vicaria ante Dios, es decir que por ella Dios perdonaba las culpas del pueblo y, entre otras prerrogativas, el condenado a muerte que por casualidad se cruzara en su camino debía ser perdonado. Desde la época de los Asmoneos el sumo sacerdote presidía el sanedrín, una especie de consejo de gobierno o de senado del cual hablaremos más adelante.   Son famosos, entre nosotros los cristianos, los sumos sacerdotes de la época de Jesús: Anás, Jn 18,12-23, hijo de un tal Set, que ejerció el cargo desde el año 6 (?) hasta el 15 d.C. cuando el procurador Valerio Grato lo destituyó; y José, llamado Caifás, yerno de Anás que fue sumo sacerdote del 18 al 36: Mt 26,57; Lc 3,2; Jn 11,49; 18,13-14.24.28. Ambos son mencionados a propósito del proceso y la condena contra Jesús. Pero miembros de la misma familia ejercieron todavía el alto cargo durante esta época: Jonatan, hijo de Anás, nombrado por Vitelio en el 36 para reemplazar a su cuñado Caifás y Teófilo, también hijo de Anás, nombrado por el mismo procurador; ejerció el cargo del 37 al 41. Hch 23,2s menciona a Ananías, nombrado por Herodes Agripa II en el 47 y que, con una interrupción, ejerció el cargo hasta el 66, cuando fue asesinado por los revolucionarios judíos.   La aristocracia sacerdotal:   En torno al sumo Sacerdote actuaba una verdadera aristocracia sacerdotal compuesta por sus inmediatos colaboradores, especie de ministros, a los cuales delegaba funciones importantes; y por los miembros de las familias que en el pasado habían detentado el poder y conservaban todavía alguna influencia, lo mismo que por otras familias sacerdotales enriquecidas y, por lo tanto, influyentes.   Algo así como un ministro del interior, el “jefe del templo” estaba encargado de la seguridad de la ciudadela sagrada, contando para ello con una verdadera policía: cfr. por Ej.: Mc 14,43; Jn 18,3.12.22-26 y con un cuerpo de porteros que harían las veces de vigilantes, extendiéndose su poder más allá del área del santuario, a la ciudad y aún a regiones apartadas del país.   Para coordinar el complejo ceremonial que debía desarrollarse en el templo un jefe de los sacerdotes, asistido por los jefes de 24 grupos en que estaban divididos, programaba y supervisaba las celebraciones. Los sacerdotes llanos eran unos 10.000 en la época de Jesús, ejercían sus funciones por turnos de a dos grupos cada mes del año, echando a suertes las funciones: cfr. Lc 1,5-10, el resto del tiempo lo pasaban en sus casas, sea en Jerusalén o en las ciudades que les habían sido asignadas expresamente: cfr. Nm 35,1-8- Jos 2,1 viviendo de la parte que les correspondía durante el tiempo de su servicio o de algunas limosnas del pueblo, cfr. Dt 14,27.29, y de los pocos oficios que podían realizar. Lc es el único de los evangelistas que se refiere al carácter sacerdotal de los padres del Bautista: 1,5-25, sin que esto influya para nada en la presentación del precursor adulto. Insinuaba también Lc el oficio “sacerdotal” de Jesús haciendo de María y de Isabel dos parientas cercanas. Lo mismo cabría preguntarse respecto al gesto de Jesús al ascender a los cielos bendiciendo a los discípulos: Lc. 24,51; siendo la bendición un atributo sacerdotal. Será el autor de la carta a los Hebreos quien desarrolle toda la simbología y la teología del único y sumo sacerdocio de Cristo.   Para la compleja administración económica del templo el sumo sacerdote contaba con una especie de consejo presidido por tres tesoreros que custodiaban, cada uno, una de las tres llaves de las arcas triclaves. Esto tenía, por supuesto, una finalidad fiscalizadora. Pero este consejo estaría asistido además por toda una burocracia de contables, almacenistas, archivadores, etc. Al servicio del templo y, de su máxima autoridad que era el sumo sacerdote, funcionaba también una especie de cancillería que se encargaba de las relaciones externas y que contaría también con su carga burocrática de secretarios, amanuenses, representantes, etc. Toda esta compleja administración supone igualmente una escuela de funcionarios que proveía los cargos con personal sacerdotal educado y entrenado específicamente para ejercer determinadas funciones. Flavio Josefo fue aventajado alumno de esta escuela.   La centralización del culto en Jerusalén, realizada especialmente por el rey Josías de Judá (622 a.C.), y confirmada a la vuelta del destierro, llevó a la formación de una clase subalterna, la de los levitas, cfr. Nm 3,5-10.4D-51; 8, que no tenían las prerrogativas ni ejercían las funciones propiamente sacerdotales, sino que desempeñaban diversos oficios secundarios en el templo: eran los cantores y músicos, los porteros y vigilantes, los ayudantes en las funciones sagradas, encargados de la limpieza, el almacenamiento, los trabajos manuales como la panadería, etc. Eran más numerosos que los sacerdotes propiamente dichos (unos 20000 calculan los historiadores para el tiempo de Jesús), divididos también en 24 turnos que se alternaban en el ejercicio de sus tareas. Jesús, según Lc 10,32 menciona a un Sacerdote y un levita que, bajando de Jerusalén (de ejercer sus funciones, tal vez) no se compadecieron del hombre que había sido robado y herido a la vera del camino. En Hch 4,22 se testimonia el origen levita de Bernabé; y en 6,7, evocando la vida de la primera comunidad de Jerusalén, se afirma que "multitud de sacerdotes iban abrazando la fe".   Podemos anticipar aquí la actitud de Jesús frente al sacerdocio judío de su tiempo: é1 no pertenecía a dicha casta pues se le presenta como un laico, miembro de la tribu de Judá. Además, su predicación y sus acciones y la polémica con sus interlocutores lo llevaron a un fuerte enfrentamiento con las máximas autoridades religiosas -sacerdotales- de su tiempo, como queda consignado en los relatos de la pasión. Asumió una actitud soberanamente independiente y critica frente a estas instituciones: el templo, el sistema de las ofrendas y los sacrificios, el sacerdocio, el sistema de la pureza ritual, etc.   El Sanedrín:   El sumo sacerdote presidía un consejo o senado compuesto por 70 notables que representaban las distintas clases y tendencias del pueblo judío. Los orígenes de esta institución se remontan a la época de la vuelta del destierro, pero su constitución esta inspirada en el consejo de 70 ancianos que Moisés elige, por consejo de su suegro, para que le ayuden a ejercer la justicia sobre el pueblo: Ex 18,13-26; Nm 11,16-17.24-30; Dt 1,9-18. Los poderes y competencias del sanedrín variaron con el tiempo, alcanzando un punto muy alto durarte la época asmonea, cuando fueron una especie de senado o corte suprema o corte de apelaciones, que podía decretar la pena de muerte por determinados crímenes. En la época de Jesús tales poderes se habían visto limitados por la intervención romana al puro ámbito de los asuntos religiosos, sin el "jus gladii" (poder de condenar a muerte) que se reservaban los romanos; así continuaron siendo hasta después de la destrucción de Jerusalén, cuando el gran sanedrín asumió funciones religiosas rectoras del judaísmo de la diáspora, habiendo tenido su sede primero en Jamnia y luego en Séforis y Tiberiades.   En los evangelios el sariedrín es designado con nombres diversos: propiamente “sanedrín” en Mt 5,22; 26,59; el mismo evangelista se refiere a los sumos sacerdotes, es decir el alto clero, la aristocracia sacerdotal, y los ancianos, los jefes de las familias laicas más poderosas por estirpe y riqueza, como un grupo que toma decisiones: 21,23-, 26,3.47; 27,3.12.20 o que expresamente celebra "consejo": 27, 1; 28,12; todavía habla de los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos: Mt 26,57; 27,41. Mc en cambio designa propiamente al sanedrín en 14,53, y 15, 1; en varios pasajes parece referirse a los tres grupos principales que lo componían: “los sumos sacerdotes, los escribas (fariseos) y los ancianos” 11,27; 14,43.53; 15,1; y todavía menciona a los "sumos sacerdotes y los escribas" en 11,18; 14,1; 15,31. Lc por su parte habla de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas: 9,22, y en otro orden 20,1; de los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo; 19,47; de los escribas y los sumos sacerdotes (o al revés): 20,19; 22,1 y en un texto muy explicito habla de: “el consejo de ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y los escribas” que hicieron conducir a Jesús "a su sanedrín", refiriéndose tal vez al edificio, en la explanada del templo, en donde tenían lugar las sesiones: 22,66. Juan es menos preciso: nunca usa la palabra “sanedrín” y solo se refiere a “los sumos sacerdotes y los fariseos”, según su tendencia a la generalización: 7,45; 11, 57; en 11,47 dice que los mismos sumos sacerdotes y fariseos “convocaron consejo” refiriéndose, muy probablemente, a la reunión del sanedrín en la que se decretó la muerte de Jesús. Es en Hch en donde más se menciona expresamente al sanedrín: 4,15-, 5,21b.27.34; 6,12; 22,30; 23,1.6.28, refiriéndose también a é1 por la mención de sus miembros, como en los evangelios: 4,1.5-6; 5,17.   Queda claro que el sanedrín estaba compuesto por tres órdenes o clases principales: a) el sumo Sacerdote y la aristocracia sacerdotal (por eso se habla de “sumos sacerdotes” en plural), b) los “ancianos” o jefes de las principales familias o clanes laicos y, c) los escribas” o peritos de la ley, la mayoría de ellos de tendencia farisea, mientras que los dos primeros órdenes eran de tendencia saducea. A estas tendencias nos referiremos más adelante.   Los evangelistas son unánimes en atribuir al sanedrín, liderado por el sumo sacerdote, la máxima responsabilidad en la muerte de Jesús, cfr. Mc 14,53.63-64, solo que no es posible reconstruir los hechos en detalle, y resulta difícil definir si hubo un proceso formal, o si se trató de un complot. Los exegetas tienden a preferir la segunda solución. Los apóstoles y los primeros cristianos de Jerusalén también tuvieron que vérselas con esta institución ante la cual comparecieron varias veces: Hch 4,1-22; 5,17-42, El sanedrín aparece también, en Hch 6-7, como responsable de la muerte de Esteban y hasta Pablo tendrá que defenderse ante ellos de la grave acusación de profanar el templo: Heh 22,30-23, 10.   Templo y culto   El templo de la ciudad santa no había perdido en tiempos de Jesús ninguna de la gran importancia tenida durante toda su historia. Bajo el gobierno del rey Herodes, el templo había sido renovado completamente y redoblada su área: “quien no ha visto la construcción de Herodes no ha visto nunca nada bello” decía una sentencia.   El área del templo comenzaba en el PATIO EXTERNO, abierto también a los paganos. Aquí había siempre un continuo ir y venir de peregrinos comprando las ofrendas del sacrificio o cambiando su dinero. En la puerta de acceso al PATIO INTERNO se encontraban los pobres mendigando. En la parte oriental del templo estaba el patio para las mujeres judías y en la occidental, el de los hombres, ya que, siendo más cercano al templo-templo, sólo los hombres podían tomar parte en el culto. Delante del Templo se encontraba el ALTAR DE LOS HOLOCAUSTOS, y dentro, el altar de oro de los inciensos, el candelabro de 7 brazos que ardía ininterrumpidamente y la mesa de la proposición. El SANTO DE LOS SANTOS estaba separado del resto del templo por espesas cortinas, y era accesible sólo al sumo sacerdote cuando en el gran día de la Expiación debía cumplir el sacrificio de reconciliación por todo Israel.   En el templo desarrollaban su ministerio los sacerdotes, cuyo jefe era el Sumo Sacerdote. Como presidente del Sanedrín era él el vértice de toda la comunidad judía. Era considerado verdaderamente de una naturaleza intermedia entre Dios y el hombre (Filón). Bajo el Sumo Sacerdote estaban los grandes sacerdotes, que como él, descendían de las más eminentes familias saduceas de Jerusalén. Como vicario del Sumo Sacerdote oficiaba el “comandante del templo”.   Los jefes de las clases sacerdotales, los custodios del templo, a quienes estaban sometidos los levitas y los tesoreros, habitaban establemente en Jerusalén y ocupaban posiciones influyentes en el interior del templo y en la ciudad.   La gran masa de sacerdotes vivía con sus familias fuera de la capital. Estaba dividida en 24 clases, cada una de las cuales debía servir al templo durante una semana.   Para las grandes fiestas solemnes llegaban a Jerusalén nutridos grupos de peregrinos, que superaban bastante los 25000 habitantes de la capital. Para toda la comunidad judía, el Templo era el lugar santo. Incluso la comunidad judeocristiana continuó considerando el templo como el lugar de su oración.   La Sinagoga   Los orígenes de la sinagoga son oscuros. Se puede pensar que los judíos deportados a Babilonia tras la caída de Jerusalén en el 587 a.C., obligados a vivir en el exilio, habrían instituido centros donde poder escuchar la palabra y los preceptos divinos. Los primeros testimonios seguros se remontan al s. III a.C.; entonces ya había sinagogas en la diáspora egipcia. Los orígenes de la sinagoga hay, pues, que buscarlos en la diáspora, donde los judíos vivían dispersos en medio de pueblos de otro credo. En el tiempo de Jesús, cada pueblo, cada centro habitado, tenía su sinagoga. En ella, se celebraba el culto, se estudiaba la ley y se instruía a los niños. Era un largo edificio cuadrangular orientado hacia Jerusalén. A la entrada había ánforas llenas de agua, para la purificación ritual.   La sinagoga servía a la comunidad judía local, que debía procurarle el mantenimiento. La administración de los negocios externos de la comunidad sinagogal estaba confiada generalmente a un comité de 3 miembros. El personal de la sinagoga estaba constituido sólo por el presidente y su asistente. El archisinagogo, elegido entre los hombres más considerados de la comunidad, era el responsable de la organización del culto y de su desarrollo.   El juicio era formulado por un colegio de 3 jueces contra quien intencionadamente hubiera actuado contra la Torah. El número de culpas no podía ser superior a 39, para no transgredir en ningún caso el precepto de Dt 25,3, donde están previstas 40 culpas. Para poder celebrar el culto de la sinagoga era necesaria la participación de, al menos, 10 hombres. El culto sinagogal tenía por objeto la profesión de fe en el Dios único, la oración, la lectura de la Escritura y la enseñanza de la voluntad divina. La sinagoga fue llamada el “pequeño santuario”. Los judíos se reunían para la asamblea litúrgica el sábado, y también días feriales, sobre todo lunes y jueves, y en las festividades.   El desarrollo de la función religiosa se divide en dos partes: una tiene una impronta litúrgica más acentuada; la otra tiene un carácter más didáctico.   Se pronuncia primero el Shemá Israel, que contiene 3 textos escriturísticos (Dt 6,4-9; 11,13-21; Num 15,37-41). Le siguen las llamadas 18 invocaciones, oración consistente en 18 súplicas: las 3 primeras y las 3 últimas invitan a alabar a Dios; las 12 restantes se refieren por un lado a las necesidades de cada día y por otro al tiempo mesiánico que puede traer la misericordia de Dios.   La segunda parte, más didáctica, comprende la lectura y explicación de la Escritura. Para la lectura de la Torah, esto es, del Pentateuco, considerado la parte más importante de la Escritura, se vino formando poco a poco una lectio continua, en la cual los textos de la ley (parasen) eran repartidos a lo largo del año. A la lectura de un texto de la Ley, le seguía otro de los libros proféticos. El lector era libre para elegir el texto que quería presentar. Esta segunda lectura espiritual cerraba el servicio litúrgico, por eso era llamada haftarah (despedida). A la lectura se podía añadir una predicación.   La amplia tradición de los comentarios bíblicos recogidos fue fijada por escrito en los llamados midrashim (estudios, o comentarios). Los primeros midrashim fueron redactados por los rabinos en el siglo II d.C.   La sinagoga era lugar de enseñanza y sede, por tanto, de la escuela; por eso fue llamada casa de la enseñanza. Además de la instrucción primaria, en la sinagoga se atendían también los estudios superiores. La sinagoga era el centro de la vida de la comunidad, donde la gente se encontraba también para discutir asuntos civiles y todos los problemas referidos a la vida del grupo.   El precepto Sabático   Sabemos que el culto se ajusta a un calendario litúrgico que marca su ritmo señalando días o periodos especialmente significativos. La base del calendario judío era la semana, que culminaba en el séptimo día, el día del Sábado, Shabbat o “descanso”, consagrado por el mismo Dios. Era día de plegaria, de solemne celebración en el templo, en las sinagogas, y en las casas; tan venerado que, en algunas circunstancias, los judíos prefirieron morir antes que empuñar las armas para defenderse durante ese día: cfr. 1Mc 2,29-41. El descanso sabático estaba vinculado a la fe en el poder creador del único Dios: Gn 2,1-3 y era el tercero de los diez mandamientos dados a Moisés, motivado precisamente en el acto creador: Ex 20,8-11; el sábado evocaba también la alianza entre Dios y su pueblo: Ex 31,12-17; y la exigencia del descanso y la prohibición del trabajo estaban sancionadas con la pena de muerte. Ex 35, 1-2; Nm 15,32-36; hasta encender el fuego estaba prohibido ese día. Ex 35,3. La casuística de los escribas y fariseos había sistematizado todas las posibles variantes de las severas normas del descanso sabático, hasta llegar a extremos ridículos como el de preguntarse si era lícito o no comer el huevo de una gallina puesto en sábado. Espontáneamente nos vienen a la memoria las múltiples controversias de Jesús acerca del significado de este día, de lo que verdaderamente Dios quiere al respecto: Mt 12,1-8; par: Mc 2,23-28; Lc 6,1-5; Mt 12,9-14; par: Mc 3,1-6; Lc 6,6-1; Lc 13,10-17; 14,1-6; Jn 5,1-18; 7,19-24; 9,14.16. Los judíos todavía hoy celebran y descansan el Sábado; los primeros cristianos muy prontamente trasladaron la significación de este día al primero de la semana, llamándolo “día del Señor”: Domingo, es decir, de la conmemoración de su muerte y resurrección: Mt 28,1 Hch 20,7-, lCor 16,2; Ap 1,10. Algunas sectas, como por ejemplo la de los Adventistas del séptimo día han vuelto a la praxis sabática.   5. Las fiestas religiosas   En primavera se celebraba en Jerusalén la PASCUA, en recuerdo de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, descrita en el Pesahim de la Mishnáh. Queda aún viva la esperanza de que un día se puedan nuevamente llevar corderos pascuales al templo reconstruido, y nuevamente la fiesta de la pascua pueda ser celebrada en la ciudad santa. Esta esperanza encuentra su expresión en el grito con el que se concluye la fiesta: “El próximo año en Jerusalén”.   50 días después de la pascua, llega PENTECOSTÉS, fiesta de la ofrenda de las primicias, los primeros frutos, en acción de gracias por el tiempo transcurrido y por el tiempo futuro. Se trató de poner esta fiesta en relación con la historia de Israel poniendo en el día de Pentecostés la entrega de la ley en el Sinaí. Este sentido de la fiesta pudo sobrevivir a la destrucción del templo y perdura todavía hoy.   En otoño se celebraba la FIESTA DE LAS CHOZAS: durante 7 días se vivía en pequeñas cabañas, como recuerdo de la marcha de Israel a través del desierto.   Junto a estas 3 fiestas DE PEREGRINACIÓN, celebradas en el Templo de Jerusalén, revistió gran importancia el GRAN DÍA DE LA EXPIACIÓN que caía en otoño, según el rito prescrito en el capítulo 16 del Levítico. Después del 70 tampoco este rito pudo ser cumplido; desde entonces el gran día de la Expiación es considerado como el día de la conversión.   A finales del noveno mes, que cae entre Noviembre y Diciembre (en invierno), se celebraba la FIESTA DE LA DEDICACIÓN O HANUKKÁ también a lo largo de 8 días, en conmemoración de la purificación y consagración del templo realizada por Judas Macabeo en el 165 a.C., después de que Antioco IV lo profanara y saqueara: 1M 4,52-591 2M 10,5-8. Según Jn 10,22 Jesús también se encontraba presente en Jerusalén durante la celebración de una de estas fiestas.   En el último mes del año, entre Febrero y Marzo, se celebraban todavía dos fiestas conmemorativas de acontecimientos salvíficos, y que han llegado a ser con el tiempo algo así como carnavales judíos, fiestas de alegría por la salvación: se trata del día de Nicanor, cfr.: 1M 7,39-49; 2M 15,25-36; y al día siguiente la fiesta de los Purim o de las Suertes conmemorando la liberación narrada en Est 9,20-32; tambi6n se la llama "Día de Mardoqueo", cfr. 2M 15,36.       LOS GRUPOS POLÍTICO-RELIGIOSOS DE LA SOCIEDAD DE JESÚS   Los Saduceos   El historiador judío Flavio Josefo describe a sus lectores helenísticos los grupos y las comunidades existentes en el judaísmo en los inicios del siglo I d. C., según el modelo de las escuelas filosóficas griegas: hay entre los judíos tres escuelas filosóficas. La primera constituida por los fariseos, la segunda por los saduceos, la tercera, que vive según una regla particularmente rígida, por los llamados esenios.   A menudo los saduceos fueron comparados por los rabinos con los epicúreos, cuya filosofía estaba completamente orientada a la vida terrena. Los saduceos desaparecieron con la destrucción de Jerusalén el año 70. La designación “saduceos” está sin duda puesta en relación con el nombre Sadoq, sumo sacerdote de Salomón, que los sacerdotes consideraban su antepasado. La comunidad de los saduceos surgió en los ambientes de la aristocracia de Jerusalén. Esta proveniencia les llevó a posiciones conservadoras y, por los puestos y oficios que ocupaban, a mantener una posición realista de las situaciones.   Los saduceos se atenían rígidamente a la letra de la Ley; rechazaban la tradición oral, tan apreciada por los fariseos, negándose a ponerla en el mismo plano que la letra escrita. No creían ni en los ángeles ni en los demonios y, sobre todo, no compartían la creencia en la resurrección de los muertos. Sin embargo, aún más que los fariseos, observaban rígidamente el sábado y hacían cumplir exactamente las prescripciones de la Ley. Los saduceos estaban siempre preocupados por unir a su fe, orientada a la vida presente, un comportamiento abierto hacia el mundo, reconociendo siempre los gobiernos del momento y esforzándose por modelar la creciente hostilidad del pueblo hacia los romanos. Pero su poder y su influencia eran limitados.   Los Fariseos   El nombre de fariseo deriva del hebreo perushim, que significa separados porque ellos se mantenían alejados del ambiente para evitar el contacto con los ambientes impuros. No fueron una escuela filosófica como afirmó Josefo. Los inicios del movimiento fariseo se sitúan en la época macabea, cuando la fe judía tuvo que ser defendida de la irrupción de la cultura helenística. 1Mac 2,42 menciona un partido de píos judíos, fuertes hombres de Israel, todos preparados para sacrificarse por la Ley. De este ambiente de hasidim, píos, surgieron los fariseos, esto es, judíos fieles a la Ley. No tenían miras políticas, sino simplemente vivir en el pleno respeto de la ley de Israel; aunque tomaron parte en encuentro armados, normalmente mantenían una vida pía en la oración y en el ayuno. Los fariseos se mantuvieron en comunidades cerradas donde podían seguir escrupulosamente los mandamiento de la ley, los preceptos de pureza ritual y el diezmo. A estas obligaciones se añadían otras obras devotas, como el ayuno voluntario, dos días a la semana (lunes y jueves).   A las comunidades fariseos pertenecían algunos sacerdotes, pero sobre todo laicos, artesanos, labradores y comerciantes, que se reunían para comidas en común. Los fariseos se mantenían alejados de quien no conocía o no seguía la Ley, evitando tener relaciones con ellos. Con la expresión veterotestamentaria (pueblo de la tierra) se indicaba con desprecio a “esa gentuza que no conoce la ley”. Sobre todo, se mantenían a distancia de los publícanos y los pecadores, que estaban al servicio del poder pagano de ocupación: ya que un pecador que quiera enmendarse debe primero reparar a todos el mal que ha hecho; los fariseos mantenían que un publicano nunca podía hacer penitencia, ya que era imposible que recordaran a todos los hombres a quienes habían engañado (recaudación de impuestos). Los fariseos nutrieron una fuerte esperanza mesiánica. Para compensar los pecados cometidos, los fariseos trataban de acumular obras buenas a través de devociones suplementarias, a fin de que el juicio de Dios, que sopesaba méritos y culpas, les fuese favorable. Ejercieron hasta la destrucción de Jerusalén una considerable influencia en el Sanedrín y fueron los únicos que se mantuvieron vigentes después del desastre del 70.   Los Esenios   Mientras en el NT se habla a menudo de fariseos y saduceos, los esenios no vienen jamás mencionados. Constituían un movimiento judío con una vida más apartada que la de los fariseos y saduceos. Su nombre deriva del arameo hasajja (píos). Así, pues, los esenios provienen del mismo ambiente que los fariseos, de quienes se distinguen por una obediencia todavía más severa la Ley a la que no aminoraban en la praxis corriente con ningún genero de mitigaciones o concesiones. Vivían sobre todo en los pueblos de Palestina. Sus miembros eran célibes; renunciaban al matrimonio no por tendencias acéticas, extrañas al judaísmo, sino que evitaban relaciones con las mujeres para no contaminarse. El matrimonio era visto únicamente como instrumento de procreación.   El que quería entrar en la comunidad esenia, recibía una pequeña azada, una faja y un hábito blanco. A esto seguía un año de noviciado. Los miembros de la secta ponían sus bienes a disposición de la comunidad: en ella no existía propiedad privada. En el momento de la admisión en la comunidad, cada miembro prometía delante de todos observar las reglas. La comunidad estaba compuesta por cuatro clases, rigurosamente distintas una de la otra. También el sábado era observado en la más estrecha obediencia a la Ley. Ningún trabajo podía hacerse en sábado, ni siquiera satisfacer las propias necesidades corporales. En lo que respecta a su doctrina, según Josefo, los esenios creen que el alma inmortal del hombre proviene del cielo, que su destino está predeterminado y que el cuerpo es la prisión del alma. Los esenios, según cuenta Plinio el viejo, tenían el centro de su comunidad en la ribera del mar Muerto, desde donde lucharon activamente contra los romanos. También la comunidad esenia desapareció tras los horrores de la guerra.   Los Escribas   Los escribas dieron una impronta decisiva a los distintos grupos. En origen, transmitir y enseñar la palabra de Dios era deber de los sacerdotes; Esdras, que vinculó el judaísmo postexílico al respeto de la Ley, era sacerdote y escriba. La tradición sucesiva hizo descender de él y de los hombres de la gran sinagoga de la que fue fundador, una serie ininterrumpida de escribas, pero noticias concretas sobre escribas particulares se tienen sólo a partir del segundo siglo a.C.. Las primeras se refieren a un hombre de nombre griego, Antígono de Sokho.   La constitución de una clase de escribas debió haber tenido lugar con el encuentro-desencuentro con la cultura helenística. Para conservar una cierta independencia de la enseñanza de la Ley frente al fuerte influjo del espíritu griego, la antigua doctrina sacerdotal no bastaba ya. Para estudiar la Escritura e interpretarla objetivamente, se necesitaba, por contra, servirse de los métodos y del patrimonio intelectual de los griegos, aprendiendo de ellos el modo de plantear un diálogo didáctico a través de preguntas y respuestas, cuestiones y contra cuestiones, hasta una síntesis conclusiva común.   Ya que los escribas se dedicaron a conservar la tradición y a la interpretación y aplicación de la Escritura, fueron llamados también sabios, doctores de la Ley o maestros. Ellos debían resolver, no sólo cuestiones teológicas, sino también jurídicas. Al alto deber de los escribas se debía la gran reputación de la que gozaban ante el pueblo. El acceso a la clase de los escribas no dependía del nacimiento o de la proveniencia, sino de la preparación cultural y de la capacidad personal. Quien quería ser escriba debía cumplir largos y profundos estudios. En torno a un escriba famoso se reunía un grupo de discípulos. El modo de proceder de Jesús con sus discípulos se distingue del de los escribas precisamente por el hecho de que no eran los discípulos los que elegían al maestro, sino que Jesús fue el que los llamó. Cuando el discípulo había llevado a buen fin los estudios, el maestro lo declaraba escriba, le imponía las manos y lo ordenaba. Venía así inscrito en la cadena de la tradición y podía responder personalmente como maestro a las cuestiones, expresando su juicio. En cuanto maestro tenía derecho al título honorífico de Rabbí y podía llevar el hábito largo de los escribas. A él se reservaba en la sinagoga el puesto de honor sobre la cátedra de Moisés.   En el tiempo de Jesús, los escribas más famosos eran HILLEL y SHAMMAI. Hillel había venido a Palestina de la diáspora babilónica y para poder estudiar se había ganado pobremente el pan como bracero. Las posiciones de Hillel eran en general menos rigurosas que las de Shammai. Hillel llegaba a encontrar soluciones a problemas hasta ese momento insolubles. Este procedimiento se llama prozbol (mirando al bien común). De las escuela de Hillel salió Gamaliel, maestro de Pablo.   El maestro más reseñable al inicio del segundo siglo fue R. Aqiba, en torno al cual se formó un nutrido grupo de discípulos. Cuando Bar Kokba dio inicio a la revuelta contra los romanos, fue saludado por R. Aqiba como el prometido hijo de la estrella. Su recuerdo quedó en un gran honor en el judaísmo sucesivo. R. Ishmael tenía las mismas reglas para la interpretación del texto bíblico. Tras la catástrofe de Bar Kokba, se comenzó entonces a regoger el material de la tradición ordenándolo y componiéndolo en los tratados de la MISHNÁ. R. Iehuba, nombrado simplemente Rabbí por su gran prestigio, promovió con vigor este trabajo, que se concluyó hacia el final del segundo siglo. Así, junto a la letra de la Escritura, se tuvo también la interpretación de la Ley, cuyas disposiciones tuvieron valor normativo para la vida de la comunidad.   Los Celotas   Cuando en el año 6, el soberano judío Arquelao fue privado de su cargo y los romanos tomaron directamente el gobierno de Judea, fue ordenado un censo de toda la población para adecuar la política fiscal. Esto originó una decidida oposición por parte de un grupo de fariseos disidentes, que negaron obediencia a los romanos por celo hacia la ley de Dios. Estos celotas concordaban con los fariseos en todas las cuestiones doctrinales, pero subrayaban decididamente su amor por la libertad y la independencia bajo la guía y señorío sólo de Dios. Su fundador Judas el galileo, al inicio del primer siglo llamó a la rebelión general contra Roma, organizando periódicas incursiones contra las fuerzas de ocupación. Los celotas fomentaban la enemistad contra los paganos, provocando continuos desórdenes. Con la destrucción de Jerusalén y el aniquilamiento de las últimas fuerzas de resistencia, el movimiento celota encontró su trágico fin.   Los Herodianos   Los herodianos son mencionados pocas veces en los evangelios: Mt 22,16 y Mc 3,6; 12,13, Lc no los nombra en los textos paralelos. No hay un consenso entre los estudiosos respecto a su identificación, para unos se trataba de partidarios de la dinastía herodiana, que alimentaban esperanzas mesiánicas en torno a los representantes de dicha casa. Otros piensan que se trata de simples espías, especie de policía secreta al servicio de Herodes y sus descendientes. En todo caso aparecen como enemigos de Jesús en esos pocos textos que los mencionan.   Los Bautistas   Consta en los evangelios que en tomo a Juan Bautista se constituyó una comunidad de discípulos: Mc 6,29 y pp; Mt, 11,2 y pp; Jn 1,35; 3,25; 4,1 y en Hch 19,1-3 se menciona a un grupo de discípulos que sólo ha recibido el bautismo de Juan, lo que significa que la comunidad de discípulos de Juan sobrevivió a su maestro, practicando su bautismo. Estos datos han llevado a pensar que Juan hacia parte de un movimiento más vasto caracterizado por practicas bautismales, diferentes de los simples baños de purificación que practicaban los fariseos y los esenios, y que subsisten en una secta gnóstica hasta el día de hoy, la secta de los mazdeístas, un sincretismo judeocristiano y persa, con practicas bautismales en el Eufrates denominado “Jordán”. No se puede olvidar que Juan el Bautista fue interrogado con relación a condición mesiánica: Lc 3, 15-16; Jn 1, 19-28   Los Samaritanos   Los samaritanos no eran propiamente una secta ni un movimiento; se trataba más bien de una “etnia” cuyo origen es explicado en clave deuteronomistica en 2Re 18,24-41. Eran los habitantes de la región de Samaría, descendientes de los israelitas que quedaron en el país después de la deportaci6n del 722, mezclados con los paganos que fueron traídos por los asirios a repoblarlo. Habían conservado y adaptado la religión mosaica, con su estricto monoteísmo, pero en una forma más bien rígida y arcaica, hasta el punto de no aceptar como escritura sagrada más que el Pentateuco, conservado por ellos en manuscritos bastante antiguos en los cuales todavía usan el primitivo alfabeto fenicio. Cuando en el 538 comenzaron a llegar los grupos de judíos repatriados gracias al edicto de Ciro, los samaritanos obstaculizaron de diversas maneras la reconstrucci6n de las murallas y del templo de Jerusalén, dando pie a la secular enemistad entre los dos grupos, el de los judíos postexilicos y el que ellos mismos conformaban teniendo corno especie de ciudad capital a Nablus, la antigua Siquem, entre los montes Ebal y Garizim. Sobre este último habían construido un santuario en donde celebraban la Pascua y otros actos de culto. Parece que debieron sufrir durante la invasión de los ejércitos de Alejandro Magno y corrieron una suerte similar a la de sus vecinos durante los periodos del dominio de los Lagidas y de los Seleucidas. En la época asmonea habían sido sometidos por la fuerza a la autoridad de los reyes sacerdotes de Jerusalén, y habían visto su lugar de culto destruido por orden de Alejandro Janeo que quiso así forzarlos a adorar a Dios en Jerusalén.   En el tiempo de Jesús, vasallos –como los judíos- de Herodes y de los procuradores romanos, mantenían con los de Jerusalén una relación de odio mutuo y desconfianza, de la cual quedan trazas en los evangelios: Mt 10,5; Le 9,52; Jn 4,9; 8,48. Pero también encontramos testimonios de una actitud respetuosa y tolerante de Jesús, o de los evangelistas, frente a ellos: Lc 9,55; 17,16; Jn 4,39-42; que es el preludio, o el reflejo literario, de la exitosa misión cristiana entre los samaritanos, como queda testificada en Hch 8,4-8.25. Es interesante saber que todavía subsisten algunas familias samaritanas en Nablus y en otras localidades de Israel-Palestina y del Medio Oriente. Todavía asisten a sus propias sinagogas en las que custodian antiquísimos rollos del Pentateuco, y celebran la Pascua en el Garizim, no lejos de la cumbre, ocupada por las magnificas ruinas de la basílica que un emperador cristiano hizo construir en honor de la "Teotokos", la Madre de Dios.                
.....Escuela Bíblica Dabar Elohim - Parroquia de Ntra. Sra. de Chiquinquirá - Cl 45 30-62 - Tel 3795319 - 3184301 - Barranquilla - Colombia
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