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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

Joánicos XI





TEMA 11:

 

EN SITUACIONES DE MUERTE, DIOS GARANTIZA LA VIDA


TEXTO: Apocalipsis 15,5 - 19,10


 

CLAVE BÍBLICA


 

1. NIVEL HISTÓRICO


 

Contexto socio-cultural de Ap 15,5 - 19,10


 

En la INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS nos referimos ya a la “tradición apocalíptica”, dentro de la cual se sitúa el último libro de la Biblia, que estamos comentando. Antes de entrar en el deasarrollo de los contenidos de Ap 15,5 - 19,10, queremos retomar este tema resaltando su contenido social para ayudar a una mejor inteligencia de estos capítulos.


El contenido social de un escrito nunca destruye y ni siquiera disminuye en lo más mínimo su contenido teológico. Al contario, es el puente para que la fe se conecte con la vida, o para que la teología (“una reflexión sobre el Dios de Jesucristo”) pueda lograr lo que Jesús hizo: reflexionar sobre Dios a partir de su propio contexto histórico-cultural. Sólo así la teología sirve para transformar la vida y así adquirir su verdadera dimensión escatológica.


 

1.1. La herencia apocalíptica


 

El profetismo reapareció y se prolongó en la apocalíptica, la cual ayudó a mantener vivas tanto las personas como la conciencia de los derrotados: “Vi también... a los que habían triunfado de la Bestia y de su imagen y de la cifra de su nombre”... (Ap 15,2).


 

1.1.1. La ley del derrotado


La apocalíptica sólo se entiende y se comprende desde la derrota o desde la opresión. Por eso, todo “apocalipsis”, por definición, tiene siempre un contenido social. La razón de esto es muy sencilla: toda apocalíptica nace como respuesta a un problema de exclusión y de marginación social que experimenta el pueblo. Ya nos es conocida la situación del pueblo israelita, a partir de la destrucción del Reino del Sur: Jerusalén destruida, el templo incendiado, los reyes y príncipes depuestos y llevados al destierro, junto con la clase sacerdotal, los artesanos y comerciantes. La situación de pobreza y de miseria fue aterradora: “Nuestra heredad ha pasado a extranjeros, nuestras casas a extraños. Somos huérfanos, sin padre; nuestras madres, como viudas. A precio de plata bebemos nuestra agua, nuestra leña nos llega por dinero”... (Lm 5,1-4). Israel, como país conquistado, sólo contaba para el conquistador como fuente de economía. El pueblo había perdido su autonomía en todos los campos. Le tocaba pasar, como todo país derrotado, al campo de los marginados.


 

1.1.2. Cómo sobrevivir en la derrota


El mundo organizado de la monarquía había sido destruido. Y, como perdedor, no tenía derecho a participar en el mundo organizado del triunfador. Israel, pues, no sólo sentía que su mundo social y religioso había sido destruido, sino que no contaba en los planes del conquistador y quedaba excluido de todos sus proyectos. Fue entonces cuando nació la apocalíptica en Israel. Todo oprimido siente la necesidad de reconstruir su mundo y, a pesar de estar derrotado, lucha por ocupar un puesto digno en la historia. Por eso vemos que es típico de la apocalíptica condenar el orden existente creado por el opresor y anunciar otro orden diverso, correspondiente a sus sueños de oprimido. En la creación del mundo de sus deseos cuenta con su Dios, el cual no sólo intervendrá para destruir el mundo corrompido del opresor, sino para construir el mundo nuevo donde el oprimido recobrará su dignidad y volverá a ser tenido en cuenta.


 

1.1.3. El papel que juega la conciencia


Es importante subrayar cómo todos los planes del oprimido y marginado, para poder ser realizados en la historia, deben ser construídos primero en la conciencia. El gran propósito de la apocalíptica es siempre el de reconstruir la conciencia del oprimido y volver a crear utopías que alimenten la resistencia frente a las situaciones de marginación o de persecución en que se encuentre. Es por esto que la apocalíptica utiliza mitos, símbolos, visiones, signos, metáforas etc., orientados a reconstruir la conciencia del marginado. Si hay algún sitio donde el marginado percibe a Dios es su conciencia. Por eso llena esta conciencia de liturgias, de momentos de oración, de meditación y de reflexión. Prácticamente la apocalíptica convierte la conciencia del pueblo en un templo y hasta en un cielo. Y la conciencia viene a ser el sitio primero y privilegiado donde realidad injusta y proyecto de liberación se enfrentan. Por ello, de la conciencia pasarán a la historia tanto los deseos de que Dios ponga fin a los proyectos de destrucción del opresor, como las utopías de creación de un mundo nuevo orientado en justicia.


 

1.1.4. Respuesta del Apocalipsis a esta situación


Si aplicamos todo esto al Apocalipsis de San Juan, vemos cómo en él se trabajan los siguientes temas:

a) Se juntan dos campos: el de la recreación de la conciencia personal y el del cambio social.

b) Para recrear la conciencia personal, se procura que en ella se despierte una nueva imagen de Dios, de Jesucristo, de la Iglesia, del mundo, de la sociedad y desde luego del Imperio de turno que domina dicha sociedad.

c) Se enfrentan con claridad dos proyectos: el del Imperio Romano y el de Dios y la comunidad de creyentes.

d) Se hace un juicio severo a las estructuras de muerte del Imperio y se las condena.

e) Se establece el triunfo del proyecto de Dios en favor de sus hijos marginados y amenazados de muerte.

f) Se propone un modelo de nueva sociedad para el futuro.

g) Tanto la caída del Imperio como la posibilidad de una nueva sociedad se presentan como alimento de la conciencia del cristiano perseguido, para que encuentre no sólo razones para resistir en la persecución, sino proyectos para trabajar en la construcción de una nueva sociedad.

h) Se busca, con toda la simbólica usada, la creación en los oprimidos de una conciencia crítica que en la situación de exclusión en que se encuentran resistan, no se vendan al poderoso, lo ubiquen no como su salvador sino como el causante de su muerte, entiendan que el opresor no es omnipotente ni inmortal y que las estructuras de muerte tienen también su propia contradicción...


En el centro de este contexto social hay que colocar los capítulos que estudiamos en este folleto. Todo esto queda confirmado con la misma ubicación que estos capítulos tienen en la estructura literaria del Libro del Apocalipsis.


 

1.2 El trasfondo histórico del Apocalipsis


 

El Apocalipsis tiene como trasfondo histórico inmediato el Imperio Romano y sus estructuras de muerte:“Las aguas que has visto , donde está sentada la Ramera, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (17,15).


 

1.2.1 Presencia o memoria histórica del Éxodo en el Apocalipsis


El Éxodo y el Apocalipsis son dos interpretaciones de la historia casi paralelas. De aquí la influencia del primero en el segundo. El Apocalipsis bebe del Éxodo, no sólo sus figuras, sino la similitud de las estructuras sociales que oprimen al pueblo. En el tiempo del Éxodo el Imperio dominante para los israelitas era el de Egipto. En el tiempo del Apocalipsis el Imperio de turno es el de Roma. La coincidencia en el esquema social es obvia: se trata de un mismo sistema social, leído en dos tiempos. Pero por ser el mismo sistema, tienen los mismos principios, obran con la misma lógica y producen los mismos efectos de opresión, de deshumanización y de muerte en el pueblo. Los puntos de coincidencia , por tratarse del mismo sistema, son los siguientes:


- Ambos tienen al fondo la figura despótica del monarca y las imágenes serviles de sus funcionarios, tanto en el orden militar, como en el económico y en el religioso.

- Ambos crean clases sociales, desde las más privilegiadas, hasta las más humilladas y esclavizadas.

- Ambos cuentan con un sistema tributario férreo, que amarra al sistema monárquico todos los recursos del pueblo.

- Ambos se relacionan con una masa de pueblo indigente, oprimido y alienado que necesita ser liberado.

- El dolor del pueblo nace en gran parte del sistema social esclavista, montado para que el poder pueda sobrevivir.

- En el A.T. el pueblo esclavizado y perseguido por el Faraón es Israel, en el N.T. lo es el pueblo cristiano, el “nuevo” Israel, la iglesia.

- Tanto en el A.T. como e el N.T. se repite el mismo esquema: Dios tiene compasión del pueblo explotado y se pone de parte de él, en contra del proyecto del soberano y del sistema o estructuras que mantienen el dominio de unos pocos sobre el resto del pueblo.


Lo que está en primer plano no es tanto un determinado sistema social, como lo que él significa: la deshumanización de la mayor parte del pueblo, del cual Dios tiene cuidado, sencillamente porque se trata de sus hijos. El Faraón o monarca de Egipto es figura, a lo largo de todo el A.T., de todos los imperios opresores que desfilaron al lado de Israel, hasta destruirlo: Egipto, Filistea, Asiria, Babilonia, Persia, Grecia y... Roma. Así mismo, representa al mismo Israel cuando, en abierta rebeldía contra Dios (1S 8,7-8), se pasa de la estructura tribal igualitaria y solidaria a la estructura monárquica, acaparadora de los bienes del pueblo y, por lo mismo, empobrecedora y creadora de clases sociales (1S 8,1ss).


No olvidemos el papel que juegan los relatos de las plagas en el proceso de libertad del pueblo de Dios frente a Egipto, y en la demostración de autoridad que tiene el Dios que está por la causa de los esclavizados y en contra de los dioses que estaban por la causa del sistema esclavista. Así mismo, no nos olvidemos tampoco del papel que juegan las plagas en el Apocalipsis, tanto en el relato de las siete trompetas (8,6ss) como en el de las siete copas (15,5ss).


 

1.2.2. La estructura social del Imperio Romano:


El Apocalipsis tiene como fondo socio-económico, socio-político y socio-religioso, la estructura imperial de Roma. Reconstruyamos este fondo para poder comprender mejor el libro del Apocalipsis. Quien lea el Apocalipsis debe procurar lo siguiente:


 

1. Tener en cuenta al Imperio, símbolo de la estructura estatal global, fuerza satánica y asesina, que está presente en todas las estructuras de gobierno. El imperio es una bestia de diez cuernos, símbolo del poder absoluto (13,1 ss); y es también el dominador “de pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (17,15.17), lo que nos indica las fronteras sin límites del Imperio Romano.


 

2. La cabeza visible de este Imperio es el Emperador, o primer representante de dicha estructura. Como el Imperio, su padre, él se cobija bajo la figura de una bestia, marcada con el número 666 (Ver la explicación en el apartado 3.4.3 del tema 10)


3. Este Estado Imperial, con el Rey o Emperador a la cabeza, tiene, a su vez, tres sub-estructuras a su servicio, a través de las cuales ejerce su poder:


 

a) La Estructura Militar, que defiende al imperio con sus armas. Se trata de capitanes de barcos (18,17), de tribunos, de caballería (19,18) y de ejércitos listos para entablar combate (19,19).


 

b) La Estructura Económica, que alimenta al imperio con sus recursos, recursos económicos que sólo pueden ser vendidos “al que lleve la marca con el nombre de la Bestia, o con la cifra de su nombre” (13,17). Estos recursos económicos vienen a Roma como un cargamento de ignominia: traen los despojos de los pueblos conquistados, sus bienes, sus riquezas, sus materias primas, sus alimentos y, sobre todo, gente reducida a la esclavitud o condenada a muerte. Entre ella está lo que llama el Apocalipsis “mercancía humana” (18,11-19).


c) La Estructura Religiosa. El apocalipsis la pinta como una Bestia Menor que está al servicio de la Bestia Mayor y que está destinada -como estructura religiosa que es- a que el pueblo adore a la Bestia Mayor. Las atributos de esta estructura religiosa (según Ap 13,11-18) son: poder hacer milagros... Seducir con estos poderes al pueblo... Hacer que adoren al Imperio y a su Emperador, la Bestia Mayor; al hacer esto, revive o le prolonga la vida a la Gran Estructura del Imperio... Acusar ante el Imperio a los que se nieguen a adorarlo, sea para que el Imperio los asesine, sea para que les quite los derechos ciudadanos de comprar o vender libremente.


 

4. El Imperio dejaría de ser imperio si no tuviera sometidas a su fuerza bruta a multitud de naciones y ciudades, de cuya riqueza vive y en cuya fuerza se apoya, creando con ellas una espiral de vicios y de violencia que envuelven a la creación. Por eso la llama “ramera que se sienta sobre grandes aguas, haciendo que con ella forniquen los reyes y los habitantes de la tierra” (17,1-4). Roma es llamada, con reminiscencias del A.T., “la Gran Babilonia, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra... la mujer que se embriaga con la sangre de los mártires de Jesús” (17,5-6). Estas naciones le aplicarán la ley de la violencia a Roma: quien pone en marcha la violencia, tarde o temprano será víctima de ella: “las aguas que has visto, donde está sentada la Ramera, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas... van a aborrecer a la Ramera; la dejarán sola y desnuda, comerán sus carnes y la consumirán por el fuego” (17,15-16).


 

5. La verdadera víctima del Imperio, en definitiva, es el pueblo. Es decir, son todos éstos, “pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos” (13,16), quienes padecen el hambre y la persecución. Con el agravante de que, cuando caiga el Imperio, también serán ellos las primeras víctimas: “Venid (cuervos del cielo) para que comáis carne de reyes, carne de tribunos y carne de valientes, carne de caballos y de sus jinetes, y carne de toda clase de gente, libres y esclavos, pequeños y grandes” (19,18).


6. Finalmente, este Imperio, por su misma naturaleza, es creador de clases sociales dispares, nacidas de su misma estructura socio-económica: reyes, magnates, tribunos, ricos, poderosos, libres y esclavos (6,15).


Este modelo de sociedad que necesariamente engendra deshumanización, no es el querido por Dios. Más tarde, en Ap 21-22 se va a presentar el modelo de sociedad que Dios quiere, del mismo modo como ya antes había sucedido en el Éxodo. Recordemos el proyecto de la tierra conquistada que debía ser repartida entre las tribus. Así como el proyecto libertario del Éxodo es concebido como alternativo al del Faraón de Egipto, así mismo el proyecto del mundo nuevo (la nueva Jerusalén) de Apocalipsis 21-22 es pensado como algo alternativo al modelo de sociedad implantado por el Imperio Romano. El proyecto liberador de Dios siempre se enfrenta con el proyecto opresor de los poderosos de la tierra.


 

1.2.3. El Imperio Romano, explotador del pueblo.


En las líneas anteriores hemos tratado de descubrir la estructura general económico-política, social, religiosa e ideológica sobre la cual se afirma el Imperio Romano. Tratemos ahora de adentrarnos en estas estructuras, a fin de palpar los efectos de muerte que produce en el pueblo, sus causas inmediatas y el alcance desastroso de los mismos. El Imperio Romano recibe en el Apocalipsis un perfil crítico tan claro, que no permite equivocaciones frente a él.

- Es el dominador del mundo conocido. La prostituta Roma está asentada sobre “aguas”, es decir, sobre el Mar Mediterráneo. Roma había logrado conquistar todas las naciones ubicadas en la cuenca de este gran mar, grande por la cantidad y calidad de culturas que crecieron a su orilla: “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (17,15).


- Roma se enriquecía principalmente a través del comercio establecido con dichas naciones. Los comerciantes, dentro del sistema romano, eran una clase social privilegiada. A esta clase poderosa, inescrupulosa, tirana y despiadada, el Apocalipsis se complace en presentarla llorando, humillada, porque en el día del juicio histórico nadie compra ya sus cargamentos (18,11).


- Para Roma era una necesidad conquistar naciones, ya que éste era el medio para agrandar su mercado, llevando sus bienes y trayendo materia prima y alimentos de otras regiones. Por eso el Apocalipsis nos la presenta como acaparadora de todos los bienes negociables en ese momento. La lista es inmensa: “cargamentos de oro y plata, piedras preciosas y perlas, lino y púrpura, seda y escarlata, toda clase de maderas olorosas y toda clase de objetos de marfil, toda clase de objetos de madera preciosa, de bronce, de hierro y de mármol; cinamomo, amomo, perfumes, mirra, incienso, vino, aceite, harina, trigo, bestias de carga, ovejas y carros”... (18,12-13).


- Otra característica del sistema económico vigente es la apropiación que hace de los medios de producción la clase mercantil romana. El lamento de esta clase, dueña de los medios, nos lo prueba: “Ay, ay, la Gran ciudad, con cuya opulencia se enriquecieron cuantos tenían las naves en el mar”... (18,19). Aunque el imperio estaba unido a lo largo y a lo ancho de infinitos caminos, el medio más poderoso y efectivo para comunicar y controlar el Mar Mediterráneo, era el marítimo. La flota romana llegó a ser poderosa, tanto en la guerra como en el comercio. De esta clase comerciante se nos dice que era “la que tenía” las naves del mar, es decir, era su dueña. Era poseedora de los bienes y de los medios de producción.


 

1.2.4. El Imperio Romano, perseguidor de la comunidad cristiana.


El fruto de este sistema no se hizo esperar. La vida y la dignidad del ser humano fue su precio. La vida humana quedó convertida en una mercancía más. En la misma lista de las cosas comercializables, al lado de las bestias de carga, de las ovejas y de los caballos, figuraban hombres y mujeres (cf. 18,13).


Más adelante llega a responsabilizar a Roma, que hizo del Mercado su Dios, de la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los degollados de la tierra (18,24). Roma, pues, no sólo es la asesina de los cristianos, sino del pueblo en general.


 

1.2.5. El Imperio Romano, extinguidor de la vida


Una estructura imperial de esta clase termina apagando en medio de ella todo signo de vida, ya que tarde o temprano le toca pagar con la misma moneda la violencia que sembró y la sangre que derramó. Será entonces cuando su clase privilegiada, sus comerciantes, “se quedarán a distancia horrorizados ante su suplicio, llorando y lamentándose” (18,15).


Es dramática la canción-poema que el Apocalipsis incorpora y describe cómo la vida se apaga en las estructuras que, por buscar su interés, la han ido apagando en otras naciones. Este poema de la muerte lo recita o lo grita un ángel castigador: “Babilonia, la Gran Ciudad, // no aparecerá ya más; // y la música de los citaristas y cantores, // de los flautistas y trompetas, //no se oirá más en ti; // artífice de arte alguna // no se hallará más en ti; // la voz de la rueda de molino // no se oirá más en ti; // la luz de la lámpara // no lucirá más en ti; // la voz del novio y de la novia // no se oirá más en ti... (18,21-23).


 

1.2.6. El Imperio Romano, alienador de la conciencia


A pesar de todo lo dicho, el daño mayor lo hace el Imperio en la conciencia del pueblo, que termina no sólo aprobando, sino considerando como necesaria y conveniente la existencia de su opresor. Ap 17,8 nos habla de la admiración que despierta entre sus seguidores la reaparición de la Bestia. Por tratarse de un texto de no fácil traducción, preferimos la versión de la Nueva Biblia Española: “Los habitantes de la tierra, cuyo nombre no está escrito desde la creación del mundo en el registro de los vivos, se sorprenderán al ver que la fiera que estaba ahí y ahora no está, se presenta de nuevo”. Lo peor sucede en la historia, cuando el pueblo oprimido admira a su opresor, desea su existencia y la juzga como indispensable para su vida.


Esto significa que el mal ha tocado el esquema simbólico del pueblo, y su conciencia ya no lo ve como enemigo, sino más bien como benefactor. Para una conciencia así, Cristo queda anulado. El bien es percibido como lo malo y lo malo es considerado como lo bueno. Es lo que Jesús había señalado como perversión de la conciencia, o pecado contra el Espíritu Santo (Mc 3,28-30). El opresor busca, por todos los medios posibles, que el oprimido no vea su opresión, sino que lo llegue a desear, como a su salvador. La perversión de su conciencia es el peor mal o la peor alienación que le puede acaecer al pueblo.



 

2. NIVEL LITERARIO


Recordemos que nos encontramos sólo frente a unos capítulos del libro del Apocalipsis, no frente a todo el libro. Por lo mismo, es indispensable conocer el puesto que estos capítulos ocupan, para poder comprender el papel que juegan en la estructura a general del libro. Además, es necesario ver el género literario que emplean, para llegar a comprender a fondo su mensaje. Esta es la tarea que nos espera.


 

2.1. Ubicación de nuestros capítulos en la estructura literaria de todo el libro


Los capítulos 15,5-19,10 corresponden, en el Apocalipsis, a la sección de los juicios que Dios hace al Imperio: “Porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, por eso tú les has dado a beber sangre; lo tienen merecido” (16,6).


 

2.1.1. Estructura del Apocalipsis


 

En la INTRODUCCIÓN AL APOCALIPSIS nos hemos referido naturalmente a este aspecto. Allí indicábamos la dificultad de determinar una estructura de la Apocalipsis, aun reconociendo que se trata de una obra unitaria. Hay muchas propuestas de estructura. Nos referimos ahora bervemente a una de ellas (la que propone Pablo Richard en su libro “Apocalipsis, reconstrucción de la esperanza”, p 50ss.), que nos complementa la que ofrecimos en la Introducción enfatizando otras dimensiones igualmente importantes. Veámos, pues, la propuesta de estructura:


 

Introducción (1,1-8)

A) Visión apocalíptica del presente de la iglesia (1,9 - 3,22)

B) Visión profética de la historia: juicio del cordero a la misma: los 7 sellos (4,1 - 8,1)

C) Otra visión profética de la historia: otro juicio del cordero a la misma (8,2 - 11,19)

 

D) Centro: la comunidad del Cordero, signo vivo del juicio a los poderes: (12,1 - 15,4)

C’) Visión profética del imperio: juicio al mismo (15.5 - 16,21)

B’) Otra visión profética del imperio: otro juicio al mismo (17,1 - 19,10)

A’) Visión apocalíptica del futuro (19,11 - 19,10)

 

Epílogo (tiempo presente) (22,6-21)


Acerca de esta estructura del Apocalipsis y del puesto que ocupan nuestros capítulos en la misma anotemos brevemente lo siguiente:


a) El prólogo (1,1-8) y el epílogo (22,6-21) se corresponden: ambos hablan del tiempo presente de la iglesia y de la necesidad de conocerlo a través de la revelación profético-apocalíptica. Este conocimiento abarca tres campos: el eclesial (las comunidades cristianas), el teológico (Dios, Jesucristo, el Espíritu, sus mensajeros y mediaciones) y el social (el Imperio y sus estructuras).


b) 1,9 - 3,22 está en correspondencia con 19,11-22. Ambos tienen que ver con un doble juicio que Dios hace a la historia presente: a su iglesia o sus comunidades y a la humanidad o al cosmos.


c) 4,1 - 8,1 está en relación con 17,1 - 19,10. Las dos secciones presentan una visión profético-apocalíptica de la historia, resaltando los juicios que Dios hace en ella. En 4,1 - 8,1 se da una visión y se hace un juicio a la historia en general. En cambio 17,1 - 19,10 sería un segundo juicio de Dios referido al imperio romano. Aquí podría tratarse del juicio al imperio romano en tiempos de Domiciano, tiempo de la composición definitiva del Apocalipsis.


d) 8,2 - 11,19 se enlaza con 15,5 - 16,21. Ambas secciones tratan también de juicios a la historia en general (8,2 - 11,9) y al imperio romano en particular, pero quizás refiriéndose aquí al tiempo de Nerón (15,5 - 16,21). Esto se hace a partir de una relectura apocalíptica del Éxodo, para que la comunidad experimente que es posible liberarse de nuevo, si confía en la acción liberadora de Dios.


e) 12,1 - 15,5 queda como centro de todo el libro del Apocalipsis. Se trata de la realidad histórica concreta de la iglesia: la comunidad cristiana, pese a las persecuciones, prosigue viva su camino. No importa que siga enfrentada a las Bestias (el imperio y sus estructuras), ya que Dios, que está de su parte, garantiza su existencia. Esta existencia es la mejor prueba de la derrota de las Bestias.


Recordemos que es una idea muy del campo escatológico pensar que el enemigo (el maligno, el pecado, la opresión, las estructuras del mal,...) está fundamentalmente vencido, cuando ha sido ya derrotado en la conciencia. Jesús, el Hijo de Dios, el Cordero del Apocalipsis, ha sido el único en derrotarlo totalmente en su conciencia y nos ha dado a nosotros, por gracia, la posibilidad también de hacer lo mismo. Esta acción de Jesús en nuestra estructura mental simbólica, esta redención fundamental de nuestra conciencia, será lo que más ponderemos en esta sección del comentario al libro del Apocalipsis.


 

2.2. El género literario “visiones y voces celestiales” y su implicación social


Las visiones y voces de la apocalíptica tienen como objetivo darle mensajes a la conciencia del oprimido, a fin que ésta llegue a comprender su historia de opresión: “Voy a explicarte el misterio de la mujer y de la Bestia que la lleva, la que tiene siete cabezas y diez cuernos...” (17,7).


 

2.2.1. Un pueblo y un grupo en desventaja


Como vemos, los capítulos de nuestra sección (15,5 - 16,21 y 17,1 - 19,10) pertenecen a las partes donde el Apocalipsis hace una lectura de la realidad del imperio romano, más explícita que en otros capítulos. Pero, de hecho, esta lectura está presente a lo largo de todo el libro. La historia para el Apocalipsis es el escenario en el que la justicia y la injusticia se enfrentan. El imperio romano representa la injusticia, mientras la iglesia naciente la justicia. El pueblo cristiano que está inmerso en esa historia, sabe cuál es su papel frente al imperio: está en la lista de los perdedores y, por lo mismo, se encuentra entre los que no cuentan para el poder. Nerón ya lo demostró con la persecución de los cristianos de los años 64-68 y Domiciano lo corroboró con la persecución del 95, tiempo posible de la redacción definitiva del libro.


 

2.2.2. La conciencia del oprimido, lo más importante


 

Para un pueblo marginado y condenado a morir esclavo o perseguido, no queda otra alternativa que pensar en cómo cambiar el modelo de sociedad que lo deshumaniza. Pero todo modelo o cambio debe ser primeramente introyectado en la mente de los actores del cambio, los cuales en nuestro caso son las víctimas de la estructura que se quiere cambiar. Si no se hace este trabajo en la conciencia de todo el grupo afectado, el cambio lo harán sólo unos pocos -los concientizados- y terminará fracasando. Esto explica porqué el trabajo más urgente es reconstruir la mente o la conciencia del oprimido, que es su lugar más sagrado, ahí donde él puede sentir a Dios como liberador, o como alguien que está de parte de su causa y no de parte de la causa del opresor. Quizás la tarea más importante de toda la apocalíptica sea ésta: la reconstrucción de la conciencia alienada, oprimida, maleada, destruida del oprimido. Por esto, en los esquemas apocalípticos la conciencia se convierte en algo así como un templo, como un lugar donde Dios debe ser de nuevo entronizado, donde deben celebrarse las liturgias. Esta es la causa por la que la conciencia y el cielo se vuelven casi sinónimos en la apocalíptica.


 

2.2.3. El papel de las “visiones celestiales”


Si esto lo apoyamos en el género literario de “visiones celestiales”, encontramos aún más claridad. Las visiones, en tiempo de persecución, de destierro o de destrucción, van siempre dirigidas a la conciencia, a crearle estructuras nuevas, a reforzar en ella lo que se encuentra debilitado, y a destruirle la alienación que el sistema estructural del perseguidor logra siempre crear en la conciencia del perseguido u oprimido. El trabajo más bello de la apocalíptica, ya desde el A.T., ha sido siempre el de reconstruir la conciencia del pueblo, en sus momentos de muerte.


 

2.3. Cómo hablar de Dios, del Imperio y de sí mismo en situación de muerte


La fuerza simbólica del ser humano es su mejor herramienta para lograr decir las cosas indecibles: “Aquí es donde se requiere inteligencia y sabiduría...” (17,9).


 

2.3.1. Necesidad de un lenguaje cifrado y simbólico.


El poder opresor le quita al oprimido todo derecho a criticar a su opresor, o a hablar contra él, o a programar acciones que vayan en detrimento de la estructura social dominante. Si lo hace, caerá en los castigos que la estructura dominante establezca. Esta es la ley del vencedor contra el vencido. Por lo mismo, si el vencido quiere expresar su pensamiento y sus sentimientos acerca de su opresor, no tiene otro remedio que recurrir al lenguaje cifrado, el cual será entendido sólo por otros oprimidos y perseguidos. Es aquí donde el lenguaje simbólico, con toda la riqueza conceptual y toda la carga emocional que él contiene, se pone a disposición del oprimido, como vehículo capaz de recoger no sólo sus pensamientos y juicios, sino también de darles esa carga afectiva que el oprimido quisiera.


 

2.3.2. La doble dinámica del ser humano: opresión/represión y liberación /utopía


El pueblo suele ir acumulando en su interior los procesos por los cuales va pasando a lo largo de su vida. Y lo mismo que deposita sus opresiones y amarguras, deposita también sus esfuerzos y acciones de liberación y sus esperanzas. Es decir, en la historia diaria queda comprometido tanto su mundo consciente como el inconsciente. Y lo cierto es que todo lo que acontece en la historia y es captado por el mundo consciente, queda también registrado en su mundo inconsciente. La relación de estos dos mundos -consciente e inconsciente- es muy lógica. Por eso, lo que en el mundo del consciente es opresión, en el mundo del inconsciente se registra como represión; es decir, se le añade una gran carga afectiva. Y lo que en el mundo del consciente son acciones de liberación, se registran en el inconsciente como “utopías”, con la gran carga de esperanza que añaden los sueños y las ilusiones del futuro.


 

2.3.3. La apocalíptica y el lenguaje simbólico


Llega un momento en que el pueblo necesita expresar sus experiencias fuertes de opresión y liberación, que han quedado depositadas en su alma como represiones y utopías. Entonces recurre al lenguaje simbólico, único capaz de recoger la carga que tiene acumulada en su alma contra sus opresores y de dar salida a las esperanzas que tiene de un mundo alternativo al que lo oprime. Es por eso que el símbolo, aplicado a la historia de opresión del pueblo, no es otra cosa que el encuentro de un acumulado interior de amarguras, con una expresión literaria que sea capaz de recibir esta carga. De aquí nace el lenguaje simbólico apocalíptico, lleno de las más inverosímiles figuras aplicadas a Dios, a la comunidad cristiana y al Imperio. El papel entonces del símbolo apocalíptico es triple:


1. En primer lugar, deja salir la carga de represiones y de utopías que tiene el alma del oprimido.


2. Además, desencubre la maldad, la astucia y los planes del opresor que lo elimina, contrastada con el amor de Dios que está por la causa del oprimido.


3. Finalmente reconstruye la conciencia del pueblo perseguido, para que éste comprenda críticamente su historia de marginación, que no es gratuita ni fortuita, y para que descubra a sus verdaderos opresores, lo mismo que para que proyecte y comience a realizar una sociedad diferente a la que lo excluye y explota.



 

3. NIVEL TEOLÓGICO:


 

Cómo confesar la fe, cuando la muerte parece triunfar sobre la vida


Nadie duda de que el autor del Apocalipsis, a lo largo de todo el libro, está haciendo teología. Y la está haciendo, porque está reflexionando cómo actúa Dios en la historia de persecución y de exclusión que está viviendo el grupo. Además, lo está haciendo de una manera crítica, ya que lo hace deslegitimando las prácticas sociales y religiosas del contexto social en que vive. Lo bello de esta teología es que nace desde una fe amenazada por la persecución, desde una conciencia que siente la exclusión social como una verdadera pena de muerte que se ha de ejecutar lentamente. En este contexto, la fe del creyente en Jesucristo tiene su propia palabra acerca de los protagonistas que actúan en su historia. Por eso, la pregunta es: ¿Qué decir de Dios, que decir del Imperio y qué decir de la Comunidad creyente en esta situación de muerte?


 

3.1. Cómo hablar de Dios


La comunidad creyente descubre a un Dios que está contra la causa del Imperio y la juzga: "Justo eres Tú, el Santo... pues has hecho así justicia” (16,5).


 

3.1.1. Dios sigue vivo en la historia


En el centro de la estructura literaria de todo el Apocalipsis (12,1-15-4) nos quedó establecida esta tesis trascendental: Dios está vivo en la historia, porque su pequeña comunidad, con su ayuda, ha sido capaz de enfrentarse a las fuerzas del Mal, les ha resistido y está creando una conciencia nueva en la humanidad, capaz de engendrar una nueva sociedad en justicia. Por eso, la misma existencia de la comunidad es la mejor prueba de que Dios está vivo en la historia. Más aún: Dios es el Señor de la historia porque la juzga y, al hacerlo, le quita la razón al Imperio.


El Apocalipsis prueba el juicio de Dios sobre la historia con el mismo método de los profetas, adoptado por la apocalíptica: leer en la historia los juicios de Dios. Los imperios tienen su propia lógica: la lógica del poder; y cuando se aprende a leer el libro de la historia, se ve cómo ella está marcada por las contradicciones que el poder ha ido creando y que amenazan con destruirlo. Todo esto es lo que quiere probar el Apocalipsis recurriendo al Éxodo, donde ya se ha seguido el mismo método. Por eso las siete copas del furor (cap. 16-17) toman muchos contenidos de las plagas del Éxodo (Ex 7-11).


De estas plagas del Éxodo, que nos sirven para comprender las del Apocalipsis, sabemos lo siguiente:


a) Que fueron la recopilación de los fenómenos naturales que podían ocurrir durante los ciclos ecológicos de las cuatro estaciones climáticas del año.

b) Que el autor conocía el efecto negativo de dichos fenómenos sobre la economía de Egipto y que por eso los ponderó en los relatos de los mismos.

c) Que el Imperio Egipcio no supo leer estos golpes a su economía (esta crisis de su sistema) y no logró ver en ellos un llamado de Dios en favor del pueblo esclavizado.

d) Que más bien, frente al llamado a dejar en libertad al pueblo, “endureció su corazón”, convirtiendo en respuestas de violencia cada intento de liberarse.

e) Que sólo cuando la violencia tocó las casas y palacios de Egipto, con la matanza de sus primogénitos, es cuando el Faraón, víctima de su propia lógica de violencia, aflojó su endurecimiento frente al pueblo hebreo.


Si aplicamos todo esto a la visión de las Siete Copas (15,5-16,21), encontramos la misma lógica:


a) Se trataba de reveses históricos que golpeaban con frecuencia al Imperio Romano y que éste no quería asumir o interpretar.

b) Los cristianos, por su cuenta, trataban de leerlos y de ver en ellos muestras de resquebrajamiento del poder imperial.

c) Roma, siguiendo la lógica del poder, endurecía su posición contra el pueblo, el cual pagaba con torturas, desaparición y muerte cualquier intento de liberación. Nerón y Domiciano lo estaban demostrando con sus persecuciones.

d) Lo importante era que el pueblo del Apocalipsis había despertado su conciencia crítica y era capaz de analizar la historia de opresión que estaban viviendo e identificar sus causas.

e) Por eso, el Apocalipsis veía como signos de esperanza las plagas, es decir los reveses que le ocurren a Roma, y sacaba conclusiones: el Imperio no era intocable ni eterno, como él trataba de hacer creer; tenía también muchos puntos débiles y había naciones y grupos rebeldes que le cobraban su violencia y que ponían al descubierto las debilidades del poder imperial.


3.1.2. Dios está vivo en la conciencia


El relato de las Siete Copas comienza con una visión: “Vi que se abría en el cielo el Santuario de la Tienda del Testimonio, y salieron del Santuario los siete Angeles que llevaban las siete plagas, vestidos todos de lino puro resplandeciente...” (15,5-6). Ya sabemos que en la apocalíptica el género literario de visiones, apariciones y voces celestiales nos llevan al campo de la conciencia. Este campo es el objetivo de la apocalíptica, ya que ella busca reconstruir la conciencia del excluido y oprimido. El vestido de los ángeles (de lino puro resplandeciente) nos transporta al ámbito de Dios, siempre relacionado con elementos de pureza y blancura. Asimilando el relato de las Siete Copas, el cristiano perseguido podía prepararse para entrar en el ámbito de su conciencia y recibir un mensaje que le ayudara a la resistencia y a la liberación.


El apocalipsis utiliza también otro método de recreación de la conciencia: hacer nacer en ella la convicción de ser objeto de unas relaciones de intimidad con Dios. En la medida en que se viva la cercanía al martirio los cristianos entran a relacionarse con Dios como “santos y profetas” (16,6), o como “santos y mártires de Jesús” (17,6), o como “su pueblo” (18,4), o como sus “santos, apóstoles y profetas” (18,20), o como “los que mantienen el testimonio de Jesús... que es el espíritu de profecía” (19,10), o como aquellos a los que se les permite, por entrar en la esfera de Dios, “vestirse de lino deslumbrante de blancura” (19,8), o como “los suyos (los que le pertenecen a Dios), los llamados, elegidos y fieles” (17,14). Es decir, en todos estos términos subyace la intención de despertar la conciencia de la pertenencia a la familia o a la intimidad de Dios.


 

3.1.3. Los mensajes de las copas a la conciencia


A lo largo de las siete copas, la conciencia del lector o del que escucha el Apocalipsis irá recibiendo mensajes, todos ellos orientados a demostrar la debilidad del Imperio y el juicio que, tarde o temprano, le hará la historia. De esta manera la conciencia del perseguido queda reforzada.


* En la Primera Copa, se señala que es derramada sobre “los seres humanos que llevan la marca de la Bestia y adoran su imagen” y los llena de úlceras malignas y perniciosas (cf. Ex 9,8-11). Los seguidores de la poderosa Bestia no son intocables. Su poder no es ilimitado. La tensión dialéctica de la historia, en la cual interviene el mismo Dios, terminará poniéndolos al nivel de los oprimidos.


* La Segunda Copa toca el mar, el sitio donde Roma ejerce principalmente su dominio (naciones del Mar Mediterráneo) y el sitio donde ella demuestra su poder bélico y, sobre todo, su poder comercial. Este doble poder queda también tocado o enjuiciado.


* La Tercera Copa, que convierte las aguas dulces en sangre (cf. Ex 7,14-24), trae un mensaje: “Ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas y tú (Dios) les has dado a beber sangre; lo tienen merecido... tus juicios son verdaderos y justos” (16,6-7). Es lo que hemos llamado la lógica de la violencia o los juicios de la Historia.


* La Cuarta Copa habla del “endurecimiento del corazón” de los poderosos. Se trata de que en los signos históricos negativos que los opresores experimentan, no terminan de descubrir un llamado al cambio. Por eso terminan “blasfemando del nombre de Dios... y no arrepintiéndose dándole gloria” (16,9).


* La Quinta Copa, que alude a las tinieblas del A.T. (cf. Ex 10,21-23), remarca expresamente que “el reino de la Bestia queda en tinieblas, blasfemando del Dios del Cielo” (16,10-11). El Apocalipsis concibe la historia como un enfrentamiento de estos dos proyectos: el del Reino de la Justicia y el de la Injusticia.


* La Sexta Copa seca las aguas del río Eúfrates. Esta acción tiene también un gran sentido político. La sequía del río Eúfrates significaba dejar el camino expedito para que los enemigos de Roma (los partos, cf. 9,14) la invadieran y derrotaran. También a esta Sexta Copa va unido el episodio de las ranas del Ex 8,2-4. Estas ranas aquí se convierten en espíritus inmundos que pueden representar las estructuras religiosas del Imperio Romano, puesto que realizan milagros. Ellas convencen al Imperio a presentarle batalla a la nueva religión, la Iglesia Cristiana. El sitio de esta gran batalla, pensada como un juicio final para el Imperio, será “Harmaguedón” (la Montaña de Meguido), en la llanura de Esdrelón, sitio palestino cargado por su historia de contenido apocalíptico.


* La Séptima Copa es derramada sobre el aire, la cual produce una tempestad que termina con granizo de tamaño gigantesco (cf. Ex 9,22-26). Frente a la destrucción de la economía (el granizo afecta la agricultura) el Imperio reacciona y blasfema de Dios. Esta Séptima y última Copa está ligada a la primera, por medio de la voz que sale del Santuario. Otra vez se alude al mundo de Dios, al de la conciencia, que recibe una voz que la orienta para saber leer y llegar a entender los acontecimientos de la Historia.


¿Qué significan todos estos mensajes? Un cosa muy sencilla: que Dios está vivo en la conciencia, y lo está de una manera crítica, reconstruyendo la cosmovisión del oprimido. Esta es la mejor forma como Dios posee la conciencia del creyente y reina o ejerce su soberanía en ella. Esta es una nueva lectura del Reino de Dios. Desde aquí, desde la conciencia del creyente poseída por la Divinidad, transformada y liberada, se afianza la soberanía de Dios en la Historia.


 

3.2. Cómo hablar del Imperio


 

La comunidad creyente habla del Imperio descubriendo la maldad intrínseca que ocultan sus estructuras: “Dadle como ella ha dado, dobladle la medida conforme a sus obras; en la copa que ella preparó preparadle el doble. En proporción a su jactancia y a su lujo, dadle tormentos y llantos” (18,6-7).


Una conciencia reconstruida y liberada tendrá siempre una doble tarea: desenmascarar la injusticia de las estructuras sociales y crear en la sociedad nuevas estructuras de justicia.


 

3.2.1. La estructura del Imperio


Ya anteriormente reconstruimos la estructura completa del imperio a base de diversos textos del Apocalipsis. Veamos ahora los elementos que estos capítulos del Apocalipsis (15-19) enfatizan en orden al juicio que quiere establecer. Aparece, ante todo, una tríada diabólica compuesta por el Imperio, por el Emperador que es su representante, y por la Estructura religiosa (el falso profeta) que es su apoyo moral y que está totalmente a su servicio (16,13). Esta tríada viene reforzada por la presencia de Roma, capital de Imperio (17,1) y centro de las actividades del poder imperial. Aparecen también las naciones conquistadas de cuyos bienes vive el Imperio (17,3). Es decir, aparecen resumidas las estructuras más responsables de la muerte del pueblo, juntamente con sus víctimas.


Es importante señalar la mentalidad del Apocalipsis que coincide en señalar a la estructura religiosa como inmediata responsable de la muerte que envuelve al pueblo. Esta posición coincide con la de Jesús en los cuatro evangelios. En un pueblo tan teocrático como el judío, la estructura religiosa era de máxima importancia y responsabilidad. Y en un pueblo tan religioso como el romano, la estructura oficial religiosa jugaba un puesto trascendental en el gobierno del pueblo. La estructura religiosa, tanto en el uno como en el otro, estaba al servicio del estado y era manipulada por el mismo. Por eso el Apocalipsis se detiene a ponderar el papel desastroso que ejerce la religión, cuando vende su fuerza de convocación: engaña al pueblo con milagros y, por no decir la verdad, se entrega a la falsa profecía, convirtiendo así la religión en una hechicería (16,13; 18,23).


No nos cansaremos nunca de ponderar el papel profético de la apocalíptica que, aún en tiempos de persecución, encuentra el modo de decir la verdad acerca de la injusticia de las estructuras político-religiosas. Esto lo logra a partir del manejo extraordinario que hace del simbolismo. Gracias a éste, la iglesia del Apocalipsis es una comunidad que no se dejó silenciar por las amenazas de muerte.


 

3.2.2. Los daños del Imperio


El apocalipsis nos da una gran lección: no se trata de estar en contra de algo o de alguien por simple malquerencia. Lo que debe llevarnos a tomar posición en la historia es la bondad o maldad intrínseca de las estructuras a cuyo servicio están personas y cosas. El fruto de las estructuras que se afianzan en la búsqueda del poder, es siempre el mismo: sufrimiento, muerte, deshumanización del pueblo. Por eso el Apocalipsis recalca que no debemos asombrarnos de las muertes que genera el imperio, porque su estructura se alimenta de la vida del pueblo. Esta idea viene expresada con la palabra “embriaguez”, con toda la carga de propósito, gusto y satisfacción que este concepto encierra: “Y vi que la mujer (el Imperio) se embriagaba con la sangre de los santos y con la sangre de los mártires de Jesús” (17,6).


Otro daño, si se quiere más grave que el anterior, es el daño que hace el poder en la conciencia del pueblo. También a la conciencia se le mata, cuando se le pervierte. Y esto es lo que ha hecho el Imperio con sus seguidores, aquellos hombres y mujeres a los que el Apocalipsis denomina “los no inscritos en el libro de la vida” (17,8). Estos son los que creen y se abandonan al poder del Imperio, los que quieren que no desaparezca, los que se alegran o maravillan “al ver que la Bestia que era y ya no es, tiene poder para reaparecer”. Las estructuras del Imperio logran matar la conciencia del pueblo, cuando destruyen su capacidad crítica, impidiendo que relacione su suerte con las estructuras sociales que lo empobrecen y asesinan.


Finalmente, entre los daños que causa el Imperio está el de robarle los bienes al pueblo y a las naciones derrotadas. Recordemos la larga lista de bienes de 18,11-13 que le arrebatan a los conquistados. Y, sobre todo, recordemos el puesto que el Apocalipsis -interpretando al Imperio- le asigna al ser humano: una mercancía más que debe ser puesta al lado de otros bienes negociables, al par de los animales y bestias de carga (18,13). Si para el Imperio el ser humano es mercancía, es porque su destino es el negocio, al mejor postor. La historia nos dice cuál fue su destino: las casas de prostitución, para el placer del Imperio; las casas de los señores, para su comodidad; y los circos para su diversión. Todo a costa de la vida, de la dignidad y de la honra del pueblo. Mayor abyección no se puede pedir.


 

3.2.3. La debilidad del Imperio


Para la mentalidad del Apocalipsis, un Imperio que causaba tanto dolor, sufrimiento y deshumanización no podía subsistir. Por eso le anuncia su tiempo final. Este tiempo, según el estilo apocalíptico, más que cuantitativo hay que entenderlo cualitativo. La apocalíptica junta en un momento procesos que se dan paso a paso en la historia. Por eso podemos hablar de diversas etapas: De catástrofes, como incendios (18,9)... De empobrecimiento y fracaso en los negocios (18,11)... De disminución de frutos importados o producidos (18,14)... Del fin de la opulencia y el esplendor ((18,14)... Del fracaso comercial (18,15)... De la pérdida de los medios de producción (18,17-19)... Del irse muriendo lentamente la vida dentro de sí, hasta quedar completamente vacía, en manos de la muerte. Este es el sentido del bello poema que va apagando, paso a paso, sonidos, y voces, y ruidos, y amores... (18,21-23). Teniéndolo todo, todo se va de las manos, dejando en el alma un gran vacío y una inmensa soledad.


 

3.3. Cómo hablar de la Comunidad y del Pueblo


La comunidad creyente perseguida por el imperio habla de sí misma como de una comunidad reconstruida en su cosmovisión, y que encuentra esperanza y resistencia en su causa: "Al condenarla a ella, Dios ha juzgado vuestra causa...” (18,20).


 

3.3.1. Una comunidad que tiene un nueva visión del Imperio


El Imperio se apropia la fuerza de los pueblos que conquista. La conciencia de la comunidad cristiana queda enriquecida en la persecución. Esta es la gran conclusión que uno puede sacar de una lectura a fondo del Apocalipsis. Es cierto que este libro no quiere cobardías frente al enemigo. Sin embargo, desea y busca que el cristiano perseguido conozca su fuerza destructora. De este modo la persecución se convierte en escuela de formación de la conciencia. Por eso habla de “diez cuernos” que tiene la Bestia. El cuerno, en el lenguaje oriental, es el signo del poder. En nuestro caso, es la fuerza que tiene el Imperio como tal, que ahora se encuentra reforzada por las naciones que van cayendo en su órbita político-económica: “están todos de acuerdo en entregar a la Bestia el poder y la potestad que ellos tienen” (17,12-13). El conquistado no tiene más remedio que entregarse al conquistador y entrar a hacer parte de sus proyectos de violencia. Por eso, toda esta fuerza reunida será empleada en hacerle la guerra al Cordero (17,14) y, con él, a todos sus seguidores. El poder queda así reforzado con la fuerza del pueblo, el cual tendrá ahora que convertirse en perseguidor de sus mismos hermanos o de su misma gente, o de su misma clase social.


 

3.3.2. Una comunidad que conoce la fuerza seductora del Imperio.


Describir al Imperio como a una ramera seductora (17,1-6), no es una figura gratuita. El símbolo de la ramera esconde más de una verdad social. De suyo, la Ramera no corrompe. Quien se acerca a ella ya lleva el alma corrompida. Pero la ramera seduce para atraer hacia sí el mayor número posible de clientes. Hace ofertas para atraer a los ya corruptos. El Imperio hace algo parecido. Hace ofertas falsas para que los que buscan poder caigan en sus redes. Y en ellas van cayendo todos los grupos de poder de cada nación y de cada pueblo, que terminan vendiendo y traicionando a sus propios hermanos. Los Imperios conocen esta dinámica y por eso crean, fortalecen y animan a las oligarquías nacionales que, por intereses personales, les entregarán la vida de sus propios grupos. El poder de las rameras está en la corrupción de los que se le acercan. Así mismo, el poder de los Imperios de todos los tiempos está en los que, con el alma ya corrompida por la ambición, van en busca de mayores compensaciones, sin importarles la vida de su propia gente. Llegar a conocer esta dinámica social, le da al pueblo una mayor conciencia estructural.


3.3.3. Una comunidad que sabe que el poder termina destrozándose a sí mismo.


Este es otro principio que debe formar parte de la conciencia crítica del perseguido. Normalmente las naciones poderosas de turno se presentan como un monstruo imbatible que amilana al oprimido. En parte, la alienación de la conciencia del oprimido es creer que el Monstruo es inmortal, que no hay nada que hacer contra él. La experiencia bíblica, en cambio, es diferente. Ella, a lo largo de su historia, ha visto desfilar y caer imperio tras imperio, a pesar de todos sus poderíos. Egipto, Asiria, Babilonia, Persia y Grecia... Todos cayeron bajo la misma lógica: bajo las contradicciones de sus ambiciones económicas y de su violencia. Ahora es el momento de otro imperio: Roma. ¿Será este imperio una excepción? El Apocalipsis lo niega y añade con dramatismo: “Y los diez cuernos que has visto y la Bestia van a aborrecer a la ramera; la dejarán sola y desnuda, comerán sus carnes y la consumirán por el fuego” (17,16). Es decir, Roma se destrozará a sí misma. Las naciones de cuya sangre y muerte ha vivido, buscarán el momento para liberarse de su yugo.


 

3.3.4. Una comunidad que analiza el fin del imperio desde su lógica atrapadora y derrochadora


La contradicción mayor de una potencia económica es ser víctima de su derroche y de su lujo desenfrenado: “Del vino de sus prostituciones han bebido todas las naciones, y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido con su lujo desenfrenado” (18,3). La lógica del derroche provocará algún día la carencia: “los frutos en sazón que codiciaba tu alma, se han alejado de ti; y toda magnificencia y esplendor se han terminado para ti, y nunca jamás aparecerán” (18,14). Cuando un grupo humano ha llegado a acostumbrarse al derroche y al lujo, sus exigencias son mayores cada día; de aquí nace el creciente endeudamiento hasta llegar a la imposibilidad de pago; y de aquí brota la necesidad de la guerra, o de la conquista, o del robo o apropiación de los bienes de los otros; y así se llega a la doble moral, a la usura en los préstamos, o a la eliminación del contrario. La espiral de la violencia crece hasta que se llega a ser víctima de la misma.


Toda superpotencia es víctima de su propio consumismo. También esto nos lo ratifica el Apocalipsis: “En proporción a su jactancia y a su lujo, dadle tormentos y llantos. Pues dice en su corazón: estoy sentada como reina y no soy viuda y no he de conocer el llanto” (18,7). Existe, pues, la convicción de que el Monstruo caerá por sus contradicciones. Lo malo es que la caída de todo monstruo suele dejar demasiado llanto, sufrimiento y muerte en la historia: “llorarán, harán duelo por ella los reyes de la tierra, los que con ella fornicaron y se dieron al lujo, cuando vean la humareda de sus llamas” (18,9; cf. 18,15).


3.3.5. Una comunidad que sabe que Dios no es indiferente frente a los planes de atrapamiento y de muerte que tiene el poderoso.


Según el Apocalipsis, a Dios le duele la muerte de sus hijos. Por eso responsabiliza al Imperio del asesinato de tantos inocentes: “en ella (la Gran Ciudad) fue hallada la sangre de los profetas y de los santos y de todos los degollados sobre la tierra” (18,24). Por eso Dios la cita a juicio:”ven que te voy a mostrar el juicio de la célebre Ramera” (17,1); el sitio simbólico del juicio es Harmaguedón(la Montaña de Meguido), sitio de batallas y conquistas a lo largo de la historia (16,16). En el relato de la séptima copa, Roma y “las otras ciudades de las naciones” son juzgadas (16,19).


 

3.3.6. Una comunidad advertida de que es la ambición de Poder, viva hasta el fin de los tiempos, la que crea los Imperios.


La lógica de esta afirmación es la siguiente: es la ambición de Poder (el Dragón) quien le da vida al imperio (Bestia primera) y a la estructura religiosa que está a su servicio (Bestia segunda) y éstos harán nacer a la seductora capital del Imperio (Ramera que cabalga sobre la Bestia primera). Esta es la lógica que trae el Apocalipsis desde el cap. 13,1ss (“Vi surgir una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas... y el Dragón le dio su poder y su trono y gran poderío”...), lógica que completa en el mismo cap. 13,11ss (“Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos como de cordero...”) y que remata en el cap. 17,3ss (“Vi una mujer, sentada sobre una Bestia de color escarlata, cubierta de títulos blasfemos...”). Ap 16,13 resume lo que venimos diciendo: hay una fuerza o ambición de poder original, llamado Dragón, que le da poder y vida al Imperio (llamado Bestia) y a la Estructura Religiosa que se le vende y lo apoya (llamado Falso Profeta). Mientras el mundo exista y haya seres humanos en él, esta ambición de poder engendrará Imperios de muerte.


 

3.4. Conclusión


 

Para que no se apague la vida


 

El Imperio le enfría el alma a quien se deje atrapar por él o le colabore: “salid de la ciudad, pueblo mío, no sea que os hagáis cómplices, y os alcancen sus plagas” (18,4).


 

No sólo palabras...


La intención del Apocalipsis no era sólo la de crear una conciencia crítica, sino la de modificar la praxis de las comunidades. No es suficiente conocer la calidad del enemigo y tener una conciencia nueva frente al mismo. Es necesario que la conciencia crítica llegue también a tomar posiciones concretas. Entre éstas está que a las estructuras del Imperio no se les debe colaborar. Este es otro principio esencial en la praxis cristiana. El Apocalipsis lo señala como “una voz que habla desde el cielo” (18,4a), lo cual significa que se trata de un mensaje para la conciencia: “salid de la ciudad, pueblo mío, no sea que os hagáis cómplices de sus pecados y os alcancen sus plagas” (18,4b). Las “plagas” que pueden alcanzar a los cristianos no sólo son las plagas de la destrucción física. Son también las plagas morales, esas que revela la simbólica apocalíptica. La caída de Roma no es tanto física como espiritual. El mayor castigo del Imperio es su degeneración. El Imperio y sus estructuras pierden calidad de vida, la vida se va apagando en él y lo va secando interiormente. Recordemos que después del canto de la vida que se apaga en la ciudad, viene la razón de ello: porque en ella se halla la sangre de los mártires y degollados de la tierra (cf. 18,21-24).


Cuál es la peor “plaga” del Imperio


Quien mata la vida de su hermano apaga también la vida en sí mismo y seca su espíritu. “Dejarse alcanzar por las plagas de la ciudad” no es tanto perder la vida física, como enfriarse o perder la sensibilidad frente a los valores de vida de la creación. A veces nos asustamos al oír y comprobar que alguna de las estructuras que están al servicio del Poder dan orden de que se asesine a algún hermano que les estorba sus planes. ¿Pero, acaso no es ésta la lógica diaria de sus proyectos, cuando alguien se interpone a sus intereses? El Poder, cuando se siente lastimado, se vuelve asesino del hermano a sangre fría. La peor plaga que le puede caer a la humanidad es perder la sensibilidad frente a la vida y la muerte: es decir, no alegrarse por la vida que nace, así sea la vida del ser más oprimido... o ver morir y ver asesinar, sin que al alma le duela. El gran daño que ha hecho en nosotros el Imperio es insensiblizarrnos frente a la vida, acostumbrarnos a los asesinatos que causan sus estructuras y no sentir indignación en el alma por la injusticia.



 

CLAVE SITUACIONAL


 

1. ¿“Apocalipsis now”? Situaciones actuales de exclusión y muerte. En esta “nueva época”, con la aceleración de los cambios en todas las esferas, un nuevo imperio cabalga hacia la total dominación, globalizando el sistema económico neoliberal como última ideología triunfante que fácilmente implanta el totalitarismo del mercado y del lucro. En manos de las grandes potencias que imponen condiciones sin fronteras con sus multinacionales de la Industria, el Comercio y la Banca, el Imperio agiganta su poder dominador descentralizando la producción y concentrando la propiedad y los beneficios. Cada día caen en sus redes más regiones, más pueblos, más lenguas y muchedumbres, a través de más mercados. Se presenta como el único promotor eficaz de la vida y usa palabras fascinantes (“libertad” y “liberalización”, “modernización”, “progreso” y “crecimiento”); pero eso es anestesia para inyectar sus “medidas de ajuste” que desangran a la población de escasos recursos...


Los “progresos” y “crecimientos” que deberían hacernos a todos más humanos y hermanos, deshumanizan a unos y destrozan a otros. Hoy el valor del patrimonio de 358 personas es superior al ingreso anual del 45 por ciento de la población mundial (Informe de Naciones Unidas); 89 países están ahora peor que hace diez años; 450 millones de personas de 40 países pertenecen al grupo de los “PMA”, siglas que traducen por “Países Menos Avanzados”, pero significan “Países en Muerte Avanzada”; y, en términos absolutos, es denigrante la pobreza de 3000 millones de seres humanos. Más de 40 mil niños mueren de hambre cada día y crecen los “excluídos”, los sin tierra, sin empleo, sin casa, sin dinero y sin preparación, “población sobrante”que agrava en las ciudades el “caos urbano”. Los contrastes entre las villas-miseria y los lujosos barrios opulentos, cada vez más exclusivos y protegidos con muros alambrados, perros y guardias de seguridad privada, evidencian que ya se ve en cada ciudad lo que está vaticinado para el siglo XXI: “mundos humanos dispares en el mismo planeta, separándose como las galaxias”. Multimillonarios capitales flotan a diario, atravesando electrónicamente fronteras en busca de mayor rentabilidad y de mejores paraísos fiscales.

 

En la fiebre del mercado y del consumo, el dinero se adueña de todo porque todo se vende y se compra, cosas, personas, vidas y muertes. Brotan mercados, mercadeos, tráficos y mafias de divisas, drogas, armas, animales de lujo y personas para el trabajo barato, para la prostitución o para el espectáculo de las “estrellas”; mercados de niños y niñas, y mercados de deportistas que es el más “libre” y sube el sueldo a los jugadores escandalosamente. Reveladora, la espontánea confesión de un adolescente: “aún no sé lo que voy a estudiar, pero si a los treinta años no soy millonario, habré fracasado y me suicidaré”.


En cada continente, en cada país y lugar donde vivimos, ¿qué estructuras o mecanismos y situaciones de injusto sufrimiento, deshumanización o exclusión y muerte causan los poderes fácticos del actual sistema mercantilista y sus fenómenos colaterales?.. ¿Qué efectos se perciben en la conciencia, en los criterios y en las conductas de las gentes?


 

2. También el Imperio neoliberal intenta legitimarse con la religión. Michael Novak, teólogo jefe del Departamento de Teología del Instituto Americano de Empresas, ha llegado a escribir que la Bussines Corporation es la encarnación actual del Siervo sufriente de Yahvéh: “una encarnación de la presencia de Dios en este mundo, extremadamente despreciada”... “Mercado y Reino de Dios: tenemos que unir esos dos polos”, exhortaba Michel Camdessus, director del Fondo Monetario Internacional, a los Dirigentes Cristianos de Empresas. “Sabemos que Dios está con nosotros: Ustedes son hombres de mercado y de empresa en busca de la eficacia para la solidaridad”... Sólo que “el mercado es una solidaridad internacional prometida, que viene lentamente bajo formas con frecuencia inadecuadas”; por esto hay que tener “fe en el mercado”, y hacer aceptar con “humildad” los “sacrificios necesarios”, porque el mercado dará satisfacción a las necesidades y a los deseos de todos (el paraíso) por su “implementación completa”. Fascinante religión económica que une Mercado y Reino de Dios, no después de la muerte, sino antes; pero, mucho antes han de “sacrificarse” y morir dos tercios de la humanidad...


Los ideólogos y teólogos del neoliberalismo enseñan su teología a seminaristas a través de universidades; y a sacerdotes, superiores, superioras y obispos, ilustrándolos con publicaciones y en encuentros sobre las intenciones cristianas del neoliberalismo, al que presentan como único camino actualmente eficaz para practicar la “opción preferencial por los pobres”. Y denigran a los obispos que se oponen al neoliberalismo por defender a los pobres...


Creer que se hace el bien cuando se impone el mal (“sacricifios” inhumanos) y que los otros imponen el mal cuando hacen el bien, es el recurso de la conciencia alienada por el poder; la “perversión o el pecado contra el Espíritu Santo”, o la idolatría. La prueba de que “se absolutiza el Mercado” es que se “sacraliza” como si fuera instrumento de Dios.


¿Qué posiciones y reacciones vemos en nuestra Iglesia particular ante el vigente imperialismo del mercado neoliberal, sus medidas, sus efectos, y su legitimación religiosa y teológica? ¿Qué conciencia y visión tenemos nosotros de eso?


 

3. Mantener viva la conciencia, o despertarla y reconstruirla. Si “la peor plaga que puede caerle a la humanidad es perder conciencia y sensibilidad ante la vida y la muerte”, debemos preguntarnos si esa “plaga peor” no ha alcanzado ya a la mayoría de la humanidad; e incluso, si no alcanzado también a la mayoría de los bautizados en Cristo-Jesús, el Cordero del Apocalipsis: “el único que ha derrotado totalmente en su conciencia al poder dominador y que da el poder de hacer lo mismo”...


Hay minorías, colectivos, comunidades o grupos cristianos y de otras religiones, e incluso tal vez pueblos y culturas, que resisten, mantienen la conciencia y reaccionan. La alarma, las denuncias, y una cierta militancia de oposición abierta al neoliberalismo, así como la búsquedas de alternativas, crecen lentamente en algunos sectores de la sociedad y en las Iglesias. Expresiva, la convocatoria al “II Encuentro intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo”, para el verano europeo de 1997; denuncia “la acción del neoliberalismo contra la humanidad” y propone “crear una red intercontinental de resistencias” para “construir un futuro digno que nos libere de los antivalores que hoy dominan”.


En nuestros lugares y ambientes, ¿hasta qué punto la gente mantiene lúcida e íntegra la conciencia y resiste, o se hace pasiva, claudica y colabora en la actual deshumanización e inversión de “valores”? ¿Y nuestros cristianos?... ¿Qué fuerzas y sujetos se están dedicando ahora a mantener la conciencia de la gente o a despertarla y a reconstruirla en sus valores humanos, éticos, mentales y afectivos, frente al imperio devorador de conciencias?... ¿Está siendo nuestra Iglesia la encarnación y la voz de la justicia y de la humanización que el Dios de Jesús ha proyectado para su Reino de vida?


La tarea eclesial más importante en buena apocalíptica, la gran tarea eclesial sería ver la conciencia de los cristianos de ahora (y de toda la humanidad) como “el lugar donde Dios debe ser de nuevo entronizado”; y no cualquier Dios, sino el Dios de Jesús con su proyecto de vida.



 

CLAVE EXISTENCIAL


 

1. Vigencia existencial del Apocalipsis. Mientras haya situaciones de deshumanización y muerte anticipada en los pueblos y sociedades -efectos de la ambición de poder estructurada en sistemas inhumanos de vida- es hora de apocalipsis; y la fe cristiana, la profecía del Evangelio del Reino y toda la pastoral, se han de vigorizar con el Espíritu de la buena apocalíptica.


Como misioneros-profetas hemos de preguntarnos, cada uno y en comunidad, qué uso espiritual y pastoral hacemos del libro del Apocalipsis; y si en nuestra vida y en nuestros servicios del Evangelio cobra fuerza hoy el talante “apocalíptico” bien entendido.


2. Mantener vivas la sensibilidad y la conciencia. La propia sensibilidad personal y la propia conciencia, vivas e íntegras “ante la vida y la muerte”, frente a todo sufrimiento injusto, vidas matadas, conciencias alienadas u oprimidas... Y la Palabra de Dios puesta al servicio de las conciencias, para que resistan o despierten y se mantengan lúcidas, o para reconstruirlas... ¿Qué nos exige esta decidida atención a la sensibilidad y a las conciencias como objetivo evangélico y evangelizador en los rumbos de la vida actual?


 

3. La ineludible “condición humana”. El libro del Apocalipsis advierte con “una voz del cielo” a los elegidos: “Salid de la ciudad, no sea que os hagáis cómplices y os alcancen su plagas” (18,4). Por “condición humana”, nadie se libra de los gérmenes de las estructuras injustas de poder; ninguno de nosotros está libre por sí mismo de poder ser, no sólo víctima, sino también verdugo o cómplice...


Sabio será someter los propios afectos, motivaciones y conductas, a examen purificador, en el Espíritu de Jesús, único Hombre (Profeta y Cordero apocalíptico) que tiene el poder de vencer la ambición de poder en la propia conciencia. Se trata de seguirle hoy, hablando y haciendo como El haría ahora con su Espíritu.


 

4. Un lenguaje que llegue a las conciencias. El lenguaje simbólico y poético, (el más oracional y litúrgico) es el que penetra más hondo en las conciencias, pasa al subconsciente, toca los esquemas afectivos y mentales de las personas, y puede iluminar y rehacer su mundo interior herido o alienado. Es el lenguaje que expresa fe y transmite esperanza hacia una vida alternativa; el que vuelve a entronizar al Dios de Jesús en las conciencias... Podemos intuir ese alcance en esta visión de Juan Goytisolo: “El mundo en que vivimos necesita, para subsistir, de contemplativos y poetas; sin poesía no hay salida del drama de la modernidad incontrolada, ese nuevo orden mundial que atrofia el espíritu, destruye la biosfera, saquea los recursos limitados del orbe y oprime a continentes enteros con la insignificancia asoladora de su presunta estatura moral”.

 

Como oyente-orante y servidor de la Palabra de ese Dios, ¿qué presencia tiene en mi mundo interior, en mi espiritualidad y en mis servicios del Evangelio, un lenguaje simbólico y poético que, asumiendo la historia real, llegue a las conciencias?














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