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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

joánicos IX





TEMA 9:

 

EL CORDERO, SEÑOR DE LA HISTORIA


TEXTO: Apocalipsis 4 - 7


 

CLAVE BÍBLICA


 

1. NIVEL LITERARIO


 

1.1. Sección en sí completa, articulada en dos subsecciones


La mención en 4,1 de "aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta” recuerda el texto de 1,10 y da a entender que queda cerrado el período que allí se abría y comienza una nueva secuencia. Han terminado los imperativos "escribe" (1,11 y passim), con su contenido específico para cada una de las iglesias. La nueva sección no trata de audiciones (como eran los mensajes a las iglesias) sino de visiones.


La apertura del séptimo sello en 8,1 cierra igualmente la sección de los sellos y abre la secuencia de las siete trompetas. El bloque Ap 4-7 tiene su unidad temática en el poder de Dios y del Cordero que se refleja en la sucesión de acontecimientos motivados por el hecho de que el Cordero abre los sellos.


Literariamente hay una primera subsección que es la presentación de Dios y del Cordero (cap.4-5) con todos sus atributos de poder y gloria y que queda concluida con el himno "al que está en el trono y al Cordero" (5,13) cantado por toda la creación y reverberado por el "amén" de los seres celestiales (5,14). Previamente, al Padre y al Cordero se les había cantado por separado (4,8.11; 5,9-12).


La segunda subsección abarca la apertura de los seis primeros sellos y los acontecimientos que esta apertura desencadena (cap.6-7). El poder del Cordero, contemplado anteriormente en el cielo, se muestra ahora en la marcha de la historia.


 

1.2. Sección con carácter de obertura


A pesar de lo variadas que son las teorías referentes a la génesis literaria del libro, generalmente se está de acuerdo en que las cartas a las siete iglesias (cap.2-3) fueron añadidas en una última redacción, de modo que los cap.4ss, originariamente introductorios, quedaron un tanto alejados de su lugar primigenio.


En Ap 4,1 se le dice al vidente que atienda a "lo que tiene que suceder", expresión que reaparecerá en 22,6. Cabalmente lo primero que se muestra a Juan es la gloria del Dios dominador de todo y del Cordero triunfador, del que se afirma expresamente que "venció el león de la tribu de Judá" (5,5). En 6,2 aparece Cristo vencedor, preparado para nuevas victorias y coronado; con ello se anticipa ya el desenlace final de la historia.


Pero la historia está todavía por realizarse, con todos sus desastres y tribulaciones. Prolépticamente aparecen los jinetes dispuestos a quitar la paz de la tierra (6,4), a privarla de alimentos (6,6), y a sembrar en ella la muerte (6,8). A los fieles les toca ser degollados por haber dado testimonio de Jesús (6,9-11).


No obstante, ese mundo de la maldición y el infortunio está llamado a ser substituido por otro nuevo, al que darán paso los cataclismos cósmicos y el justo juicio de Dios y del Cordero (6, 12-17). Se anticipa así la aparición de un cielo nuevo y una tierra nueva con que concluye el libro (21,1), o de la nueva Jerusalén (21,2) habitada por las nuevas doce tribus plenamente salvadas (7,4-8). La felicidad celestial se visualiza en Dios enjugando toda lágrima (7,17; 21,4). Como al final se afirmará de la novia (19,8), se dice ya de los redimidos que llevan vestidos de gloria (7,9).


El Dios que tomará venganza de la gran prostituta o de la gran ciudad (cap.18) posee ya ahora anticipadamente su dominio, en cuanto que es propietario del libro de los destinos de la historia (5,1), propiedad y dominio que comparte con el Cordero (5,7).


 

1.3. Diversidad de formas literarias


 

1.3.1. Teofanías


La manifestación de lo divino es doble: del Padre (en el cap. 4) y del Cordero (cap.5); otros elementos típicos del mundo celeste volverán a presentarse en el cap.7.


La manifestación del Padre pone de relieve la autoridad (trono) y la gloria (relámpagos, voces, truenos). En ella hay reminiscencias del Sinaí (Ex 19,16) y de la visión inicial de Ezequiel (Ez 1,26-28). El temor humano, típico de las teofanías veterotestamentarias, se manifiesta ahora en el acatamiento y adoración realizado por los veinticuatro ancianos (4,10). No está presente aquí el encargo al vidente, debido a que ya se le ha dado en 1,17-19.


La manifestación del Cordero es más original. También él está rodeado de seres que le glorifican y a cualquier acción suya prorrumpen en cánticos. Se hace referencia a la historia de Jesús, fundador de una comunidad para el Padre mediante su sacrificio (5, 9s). Su capacidad de abrir los sellos del libro le presenta como Señor omnipotente sobre la historia.


 

1.3.2. Cataclismos cósmicos


Se trata del elemento más característico del género apocalíptico. En nuestra sección destaca la alteración violenta de la realidad: el cielo se repliega, las estrellas caen, los montes y las islas se trasladan (6,13s); pero el autor resalta que no se queda todo en fenómenos cósmicos; para él cuenta sobre todo la reacción humana de temor ante el juicio de Dios (6,16); se trata de una transformación radical de la historia del hombre por obra de Dios que lleva al mundo hacia la meta de una novedad desconocida e incontrolable; el mundo tiene que cambiar, o, mejor dicho, está ya cambiando bajo el influjo de Dios que se implica en la historia humana.


 

1.3.3. Simbolismo teriomórfico (=de animales) y cromático (=de colores)


En torno al trono y al cordero están los cuatro vivientes; Jesús es presentado como Cordero degollado y como León de la tribu de Judá; por cada sello que se abre aparece un caballo con su jinete. Pero en ningún caso se trata de animales normales, sino transformados simbólicamente por el autor: el Cordero está a la vez degollado y en pie, tiene siete cuernos y siete ojos (¡!), y sus acciones tienen mucho que ver con el mundo humano-divino y nada con el mundo animal; los vivientes son solamente "parecidos" a animales conocidos, pues están llenos de ojos y realizan acciones inteligentes (4,6-9); los caballos, presentados con algunos rasgos de realismo, reciben enseguida concretizaciones (¡color verde!) que los alejan del mundo animal (6,1-8).


La acción de los animales remite inmediatamente a lo suprahumano y trascendente: desencadenan acontecimientos que pesan sobre la humanidad (6,8) y que escapan a todo control excepto el de Dios.


El color blanco es el color tradicional de lo trascendente, y está seguramente en relación con Cristo glorioso; el rojo significa crueldad y sangre; el negro es símbolo de la negatividad; el verde, desconcertante aplicado a un caballo (6,8), pudiera, en este caso, aludir a la inconsistencia (como la de la hierba del campo).


 

1.3.4. Celebraciones litúrgicas


A lo largo de todo el libro las alusiones a la liturgia son incontables. Ya el vidente dice haber tenido su arrobamiento en domingo (1,10), el día de la celebración cristiana. La presentación de Dios y del Cordero (cap.4-5) se realiza en clima de adoración, con lámparas encendidas (4,5), vestiduras litúrgicas (4,4), caídas y postraciones, instrumentos y perfumes (5,8). Las almas de los mártires están bajo un altar (6,9) que aparece en el escenario sin previo aviso (¡con artículo determinado!), como algo evidente y natural.


Pero el elemento litúrgico que más destaca en estos capítulos son los cánticos en honor de Dios y del Cordero: se les tributa o desea gloria, honor, poder, riqueza, bendición, sabiduría y fuerza, justamente a imagen de la pleitesía que se tributaba al emperador de Roma, sentado en su trono y rodeado de sus magnates. El vidente de Patmos invita a dar culto al verdadero emperador, al dueño del mundo y de la historia, al único santo. La cita de Is 6, 3 en Ap 4,8 traslada al lector al templo de Jerusalén, reafirmado así el carácter litúrgico de la visión.


 

1.4. Referencias veterotestamentarias y su sentido


Como ya se hizo notar en la introducción general al Apocalipsis, ningún libro del Nuevo Testamento contiene tantas alusiones y citas del Antiguo como éste. Dada la frecuencia verdaderamente excepcional del recurso al Antiguo Testamento en Ap 4-7, vale la pena, por una vez y a modo de ejemplo, presentar este hecho con detalle. Las citas o resonancias veterotestamentarias que se encuentran en Ap 4-7 pueden agruparse en cinco bloques principales:


 

a) Del Éxodo:


"Sube acá": Ap 4,1; Cf. Ex 19,20.24.

"Del trono salían voces..."; Ap 4,5. Cf. Ex 19,16.

"El que es":Ap 5,8; Cf Ex 3,14.

"Has hecho ...sacerdotes": Ap 5,10; Cf. Ex 19,6.


 

b) De Isaías:


"Uno sentado en el trono": Ap 4,2.9s etc.; Cf. Is 6,1.

"En torno al trono...ancianos": Ap 4,4; Cf.Is 24,23.

"Con seis alas cada uno": Ap 4,8; Cf Is 6,2.

"Santo, Santo, Santo...":Ap 4,8; Cf Is 6,3.

"El que era...y viene": Ap 4,8; Cf Is 41,4.

"Libro escrito...sellado": Ap 5,1s; Cf Is 29,11.

"La raíz de David": Ap 5,5; Cf Is 11,1.10.

"Cordero degollado": Ap 5,6.12; Cf Is 53,7.

"Un cántico nuevo": Ap 5,9; Cf Is 42,10.

"Has hecho ...sacerdotes": Ap 5,10; Cf Is 61,6.

"Estrellas, sol, luna...": Ap.6,12s; Cf Is 13,10.

"El cielo enrollándose como libro": Ap 6,14; CfIs 34,4.

"Se escondieron...en las rocas": Ap 6,15s; Cf Is 2,10.

"Ni hambre, ni sed...": Ap 7,16; Cf Is 49,10.

"Los conducirá a fuentes de agua de vida": Ap 7,17; Cf Is 49,10.

"Enjugará sus lágrimas": Ap 7,17; Cf Is 25,8.


 

c) De Ezequiel:


"Uno sentado en el trono": Ap 4,2 etc; Ez 1,26s.

"Refulgente...en torno el iris" Ap 4,3; Cf Ez 1,28.

"Relámpagos...fuego"; Ap 4,5; Cf. Ez 1,13.

"Semejante al vidrio"; Ap 4,6; Cf Ez 1,22.

Descripción de los vivientes, Ap 4,6s; Cf Ez 1,5-10; 10,14.

"Ojos alrededor": Ap 4,8; Cf. Ez 1,18; 10,12.

"Libro escrito por dentro y por fuera": Ap 5,1; Cf Ez 2,9s.

"Cuarta parte de la tierra...hambre...fieras":Ap 6,8; Cf Ez 5,12.17; 14,21; 33,27.

"Estrellas, sol, luna...": Ap 6,12s; Cf Ez 32,7s.

"Los cuatro vientos": Ap 7,1; Cf Ez 37,9.

"Sellar en la frente": Ap 7,3; Cf Ez 9,4.

"Los pastoreará": Ap 7,17; Cf Ez 34,23.


 

d) De Daniel:


"Lo que ha de suceder después": Ap 1,1; Cf Dan 2,28s.45.

"Que vive por los siglos de los siglos": Ap 4,9; Cf Dn 6,27; 12,7.

"Millares y miríadas": Ap 5,11; Cf Dn 7,10.

"Los cuatro vientos": Ap 7,1; Cf Dn 7,2.

"La gran tribulación": Ap 7,14; Cf Dn 12,1.


 

e) De Zacarías:


"Siete lámparas de fuego": Ap 4,5; Cf Zac 4,2.

"Siete ojos": Ap 5,6; Cf Zac 4,10.

"Caballo blanco, rojo, negro": Ap 6,2ss; Cf Zac 1,8;6,2s.6.

"Los cuatro vientos": Ap 7,1; Cf Zac 6,5.

 

Hay además algunas referencias a 1R y 2Cro cuando describen al rey sentado en el trono, a algunos salmos que hablan de la realeza de Yahveh, y una alusión a Mal 3,2 al pintar el día de la cólera de Yahveh (Ap 6,17).


Este prolijo (e incompleto) elenco de citas y alusiones a pasajes veterotestamentarios podría ser complementado con algunas a apócrifos judíos (Jubileos, Henoc,...). En su conjunto nos hace caer en la cuenta de que el autor del Ap dispone de una rica herencia y la aprovecha, pero, al mismo tiempo, la maneja con libertad y la reinterpreta con originalidad.


Un buen número de citas, especialmente las de Is 6, Ex 19 y Ez, están al servicio de la descripción del Dios majestuoso y trascendente. Las de Zacarías ponen de relieve su sabiduría y su poder. La de Malaquías, lo terrible de su juicio.


El trasfondo del libro de Daniel -y algunos pasajes apocalípticos de Is- sirve para hablar de la sustitución de la situación presente por otra, en la que perezca el impío opresor y sea salvado el pueblo de los elegidos. El Deutero- y Trito-Isaías sugieren la plenitud de vida en el reino mesiánico.


Típico del Ap es trasferir al Cordero una serie de rasgos que en el AT caracterizan a Yahveh.



 

2. NIVEL HISTÓRICO


 

2.1. Difícil fidelidad en tiempo de persecución


La comunidad del Apocalipsis se encuentra atribulada y tentada; constata su propia opresión y el hecho de que a quienes practican los cultos imperiales les va mejor. Ella está pasando por la "gran tribulación" (7,14), le toca vivir su fe y "mantener su testimonio" (6,9) en contexto pagano como a los israelitas en Egipto. Igual que fueron selladas las casas hebreas antes de que pasase el ángel exterminador, son ahora sellados en la frente los siervos de Dios (7,3), para que, sabiéndose distintos, tengan la seguridad de que no podrá con ellos la fuerza destructora que va a asolar la tierra.


El Cordero degollado y al mismo tiempo en pie es el paradigma del precio de la fidelidad en condiciones adversas y fuente de coraje para quienes, desde un criterio meramente humano, se sentirían tentados a emprender otro camino.


 

2.2. Frente a un emperador divinizado que se hace glorificar


Cuando reyes extranjeros o reyezuelos de países sometidos al imperio se acercaban al emperador comenzaban por quitarse la corona antes de ser recibidos en audiencia (4,10). Y, cuando el emperador regresaba de alguna campaña guerrera, o cuando sencillamente se celebraban ceremonias imperiales, parece que se le cantaban himnos en los que se le deseaba poder, fuerza, gloria y sabiduría, confesando incluso que sólo él era digno de tales honores.


En esa situación social la comunidad del Ap tiene que mostrar la osadía de declarar que sólo Dios y el Cordero pueden ser adorados, con lo cual explícitamente se distancian del medio en que viven, aun con el riesgo de la propia vida.


 

2.3. Un imperio pagano que no está por la conversión


Las almas de los mártires piden que lleguen ya los signos de la plena salvación final, que su sangre sea ya definitivamente vengada (6,10) por Dios, pero se les da a entender que todavía quedan tiempos de persecución, que han de morir violentamente otros consiervos suyos (6,11).


En este punto el autor del Apocalipsis se distancia de otros autores (por ejemplo el del libro de Daniel) que presentan la gran intervención de Dios como mucho más inminente; quizá podríamos decir que nuestro autor y su comunidad son "poco apocalípticos".


Los poderes del imperio, que provocan la maldición del cielo, continúan en acción, a pesar de que de antemano se sabe que el jinete del caballo blanco, muy probablemente Cristo glorioso (cf.19,11ss), tiene la victoria final asegurada. Pero a los otros tres jinetes se les concede todavía un tiempo de hacer el mal en la tierra; como punto culminante de esa maldad (jinete cuarto) se presenta la persecución contra los creyentes: es el imperio terreno que se insolenta contra el proyecto de Dios.


 

2.4. Opresión social extraeclesial


No se trata únicamente del estrago entre los creyentes, sino también de la provocación de injusticia social en el mundo. Con motivo de la aparición del tercer jinete se anuncia la escasez y la insuficiencia de los productos de la tierra (6,6), con su consiguiente encarecimiento.

Parece que al autor no se le escapa la terrible desigualdad existente en el imperio, el desequilibrio entre el lujo desmedido de los magnates romanos y un pueblo oprimido que no puede "tocar el aceite ni el vino".


En otros pasajes del libro se hablará del poder que esquilma a los pueblos sometidos, apropiándose sus piedras preciosas, sus metales valiosos y "todos los productos delicados y magníficos" (Ap 18,14).


 

2.5. Una comunidad necesitada de consuelo y afianzamiento


La experiencia actual es sobre todo de desastre, dolor y muerte, algo paradójico para los seguidores del Cristo triunfador. La comunidad tiene que ser orientada a la contemplación de aquel de cuyo poder no se puede dudar.


Dios sentado en el trono y adorado por los vivientes celestiales (los cuatro vivientes) y terrenos (los veinticuatro ancianos) es aquel cuya causa no puede fracasar. El Cordero en pie a pesar de su pasada degollación indica a la comunidad que los actuales poderes de muerte no son definitivos; él es el León de la tribu de Judá que ya ha vencido (5,5); más aún, los poderes de muerte se ponen en marcha sólo cuando el Cordero abre los sellos, es decir, cuando les concede un pequeño espacio de tiempo para ello.


Muchos cristianos están muriendo martirizados por atenerse a la palabra de Dios, pero sus almas son trasladadas al templo de Dios, al lugar de la gloria (6,9), y los que aún están en la tierra no tienen que temer, pues Dios los ha hecho sellar en sus frentes, como signo de protección; el Dios que selló la frente de Caín para que nadie le matara (Gn 4,15),¡cuánto más se preocupará de proteger a sus siervos fieles! Y parece que los que se van a salvar no son unos poquitos: mil veces las tribus de Israel al cuadrado más la inmensa multitud de los procedentes del mundo pagano. Su destino es vestir de blanco, es decir, de gloria, como el jinete vencedor que monta el primer caballo, cuyo ejército están llamados a formar (6,2; cf.19,11-14).


 

2.6. Una comunidad que, en el culto, celebra anticipadamente la gloria futura


 

Los agudos problemas "temporales" que la Iglesia tiene que afrontar no la convierten en un grupo extrovertido o incapacitado para vivir el aspecto fundamental del cristianismo que es la oración y celebración; de esta rica vida cultual hablan elocuentemente las abundantes piezas litúrgicas de Ap 4-7. A través de ellas el autor intenta describir la vida de los seres celestes y de los hermanos ya definitivamente triunfadores sobre "la gran tribulación"; pero no puede hacerlo sino proyectando al más allá lo que es la celebración litúrgica de la propia comunidad. Mediante esta celebración, el grupo de creyentes entra en la experiencia anticipada de lo divino, pero este hecho no conduce a una desencarnación cultural; antes bien, una amplia serie de elementos de "celebraciones profanas" (cultos imperiales) son aprovechados y reelaborados para celebrar al único Dios y al Cordero.



 

3. NIVEL TEOLÓGICO


 

3.1. El Padre y Cristo, señores indiscutibles del mundo y de la historia


Más arriba (1.2.) hemos hablado del carácter proléptico que tienen estos capítulos del Ap; son como la obertura de toda la obra, pero en cierto modo en orden inverso, ya que la gloria de Dios y del Cordero (cap.4-5) son presentadas antes de la lucha entre el poder de Dios y las fuerzas del mal.


El Padre está sentado en el trono: gran signo de autoridad; y, con lenguaje forzado, se nos indica que el Cordero está "en medio del trono", es decir, que participa del mismo poder, y rodeado de los veinticuatro ancianos (¿las doce tribus más los doce apóstoles?) glorificados (es lo que significa la vestidura blanca, Ap 4,4) también sobre sus correspondientes tronos: en torno a Dios y al Cordero todo es poder y gloria.


 

El Cordero tiene siete cuernos y siete ojos (5,6), es decir, la plenitud del poder y del conocimiento, que se personifican en su Espíritu mediante el cual actúa en sus discípulos que aún están en la tierra. Las cicatrices del Cordero manifiestan su victoria tras el combate pasado, por lo cual se le puede contemplar ya como vencedor coronado del combate futuro (6,2. Cf. Doc. Aux. I).


El destino de la historia no es accesible a criatura alguna (5,4), sino que está en manos del Padre; sólo el Cordero puede conocerlo y dominarlo, agarrarlo con sus manos y abrirlo, lo cual supone un acto de soberanía que hace prorrumpir a todo el cielo en un himno de gloria (5,9s). Y el Padre y el Hijo ("una voz como de trompeta"), como muestra de su conocimiento anticipado, comunican al vidente Juan "lo que va a suceder después" (4,1); pero se trata de contenidos que siguen encerrados en el cielo y sólo se perciben cuando "se abre su puerta".


 

3.2. Las fuerzas opuestas al plan divino entran en acción


Es significativo que los cuatro primeros jinetes se presenten en una misma unidad literaria (6,1-8); este hecho deja claro que se trata de un auténtico encuentro o contraposición entre el Cordero vencedor de la historia y las fuerzas opuestas que querrían arrebatarle esa categoría.


El hecho de presentar esas fuerzas en forma de caballos habla de su ímpetu; invaden el campo de la historia devastándolo todo. Y, en su conjunto son portadoras de los males clásicos según la Biblia: la guerra, el hambre y la peste; es la muerte con todo su cortejo de sufrimiento y destrucción.


 

Pero conviene caer en la cuenta de que esos poderes de muerte están bajo control: no entran en acción hasta que el Cordero no abre el sello correspondiente, y su final es cuando Dios lo decide desde sus planes inabarcables. Los mártires ya victoriosos querrían ver rápidamente la conclusión del drama (6,10), pero Dios tiene su propio calendario. Cuando Él lo decide llega el gran día de la cólera (6,17), expresión clásica del profetismo (Is 13,6-9; Am 5,18-20), para designar la acción de Dios aniquiladora del mal y potenciadora del bien, mediante la supresión de los enemigos del pueblo elegido.


 

3.3. "Y para vencer": Dios tiene la última palabra


Las fuerzas hostiles no tienen capacidad de destrucción contra los elegidos de Dios. Los que parecían haber sido víctimas de la insolencia humana están a buen recaudo, "debajo del altar" (6,9), y, ya antes de la consumación, visten vestiduras blancas (6,11), es decir, gozan de la gloria.


Por otra parte, la potencia destructora de Dios es incomparablemente más fuerte que la de sus enemigos; ellos pueden provocar guerra y persecución, pero Dios enrolla el cielo y sacude sus astros como el viento sacude las ramas de una higuera; y, mientras que la acción de los enemigos es puramente de destrucción, la de Dios es creadora de un mundo nuevo: muerte y vida descritas según la imaginería apocalíptica tradicional.


Pero esa misma acción destructora de Dios "el día de la cólera" (Cf. Documentación Auxiliar) no será indiscriminada, como no lo fue la del ángel exterminador de la historia del Éxodo, sino que todo lo que lleva el sello de Dios queda a salvo, protegido por él: "no hagáis daño a la tierra...hasta que sellemos a los siervos de nuestro Dios" (7,3).

 

3.4. Entre tanto, llamada a la conversión


El anticipado desenlace de la historia está indicando que con Dios no se juega; es una advertencia hacia dentro y hacia fuera. Ya las cartas a las siete iglesias son una invitación a la autocrítica: el hecho de ser cristianos no les garantiza automáticamente una salida airosa en el día del juicio, sino que "su lámpara puede ser retirada" (cf.2,5). Ahora, como estímulo positivo, se recuerda a los creyentes su categoría de pueblo sacerdotal y regio para su Dios (5,10), llamados a conservar sobre sus frentes el sello divino con que han sido distinguidos (7,3s).


Pero, sobre todo, se dirige una advertencia seria a los no convertidos, a los paganos que adoran la imagen del emperador: sólo al Dios del cielo corresponde la gloria y el honor por siempre (7,12); los que no se lo hayan dado temblarán "ante la mirada del que está sentado en el trono y ante la cólera del Cordero" (6,16), prefiriendo ser sepultados por los montes y los peñascos.


 

3.5. Los mártires victoriosos, estímulo para sus hermanos perseguidos


Los cap.6 y 7 nos ofrecen sendas representaciones de la vida celestial de los mártires. En el primer caso se dice que están "debajo del altar", es decir, en el lugar donde se da gloria a Dios, de la cual ellos ya participan, pues se les regala "a cada uno una vestidura blanca" (6,11); pero la comunión con sus hermanos sufrientes en la tierra y su deseo de que Dios sea glorificado por toda la humanidad los lleva, insatisfechos, a pedirle que aniquile ya y para siempre a los que se le oponen, "los habitantes de la tierra". Da la impresión de que no pueden tener una perfecta glorificación mientras Dios no "sea todo en todos" (1Cor 15,28; Ef 1,23).


El cap.7 califica de mártires a todos los salvados: "vienen de la gran tribulación" (7,14); es como si el autor no concibiese para el cristiano, en aquel momento, la posibilidad de un desenlace distinto del martirio. Pero ahora los mártires ya no están "debajo del altar" (¿signo de una cierta espera en opresión? ¿base para una teología del "estado intermedio"?), sino "ante el trono de Dios" (7,15), que puede equivaler a estar ante el altar, pues es donde "le dan culto día y noche en su templo".


En uno y otro caso la fe les ha costado la vida, pero se ha cumplido la enseñanza de la sabiduría: "a los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por quebranto su salida, y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos están en paz...El día de su visita resplandecerán y como chispas en rastrojos correrán" (Sab 3,2-7).


Esta contemplación del estado actual de sus hermanos recientemente martirizados y esta anticipación de la gloria final de todos los que hayan permanecido fieles es capaz de dar ánimos a la comunidad destinataria del Apocalipsis que parece correr el mismo riesgo o pasar por persecuciones semejantes. Aquellos, por no haber amado tanto su vida como para temer la muerte (cf.Ap 12, 11) forman ahora el cortejo del Cordero que "los apacienta, los conduce a fuentes de aguas de vida, y Dios enjuga toda lágrima de sus ojos" (7,17; cf.21,4).


La ocupación de los salvados es cantar himnos de gloria al Padre y al Cordero (7,10), una especie de eternización de las celebraciones cultuales de la iglesia en el presente, algo así como si el tiempo se parase para siempre cuando los creyentes están experimentando en su forma más pura y profunda el gozo de la redención.


 

3.6. Universalidad de la salvación esperada


La comunidad misionera, consciente de que la sangre del Cordero tiene fuerza redentora universal (5,9: "de toda raza, lengua, pueblo y nación") transmite y regala su propia fe a cuantos quieran acogerla. De este modo se crea un nuevo pueblo de Dios, el pueblo de los que llevan "escrito en sus frentes el nombre del Cordero y el de su Padre" (14,1; cf.7,3), contrapuesto al de los que se tatuarán el signo de la Bestia en la frente o en la mano derecha (cf.13,16; 14,9).


Este nuevo pueblo de Dios es contemplado a imagen del antiguo, naciendo de las doce tribus de Israel, pero ahora elevadas al cuadrado y multiplicadas por mil, es decir, habiendo logrado su máximo desarrollo. Por si esto fuera poco, a ese pueblo de Dios se asocia una multitud incontable y liberada de toda limitación cultural o étnica, formada "de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (7,9): para todos hay un espacio ante el trono y ante el Cordero y una palma que lucir entre manos martiriales. Se cumple la esperanza isaiana de que pueblos numerosos afluyen al monte de la casa del Señor (Is 2,2) o la formulada por el salmista de que "los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán" (Sal 47,10). Pero no sólo se unen en la confesión de la fe, sino que tienen también la valentía de testimoniarla afrontando el martirio; también los antiguos paganos participan pacientemente en el derramamiento de sangre que se inició con el Cordero y se visten la túnica blanca de los glorificados.


Esta visión universalista de la salvación es a la vez fruto y alimento de los afanes misioneros de la iglesia a la que se dirige el Apocalipsis.


 

DOCUMENTACIÓN AUXILIAR

 

1. EL CORDERO


 

En el cuarto evangelio se encuentra dos veces el sustantivo "cordero"; en el Apocalipsis, veintinueve veces, de las cuales veintiocho como designación de Jesús. Pero, curiosamente, ambos libros usan distinto término griego: “amnós” el cuarto evangelio y “arníon” el Apocalipsis.


Para captar la intención del autor al designar así a Cristo glorioso conviene indagar un poco en el trasfondo de este término.


 

Muchos han querido entenderlo desde Is 53,7 ("como cordero llevado al matadero"), pero hay algunas dificultades. Ante todo, la traducción griega del Antiguo Testamento realizada por los LXX no emplea en ese lugar el término “arníon”, sino “amnós”; en segundo lugar, el texto isaiano no concede ninguna relevancia a la sangre de ese cordero ni a su poder, elementos que resaltan especialmente en Ap 5; finalmente, en Ap el término no se relaciona con Cristo Siervo.


 

Otro campo de búsqueda ha sido el cordero pascual, sobre todo tal como es presentado en Ex 12; ciertamente sigue habiendo diferencia terminológica, pues en Ex 12 se habla de “próbaton” y no de “arníon”, pero en Ex 12,5 se dice que se le tomará de entre los “arnón” y repetidamente se menciona su degollación. Por lo demás, su sangre sirve para sellar a los elegidos de Dios y tiene fuerza para liberarlos de los enemigos (cf. Ap 7,4.14). Este trasfondo de la designación como cordero de Cristo inmolado y glorioso podría quizá completarse con el sacrificio de Isaac (Gn 22). Pero hay que reconocer que el Cordero del Ap tiene una serie de rasgos personales difícilmente deducibles de estos corderos puramente pasivos que ofrece la tradición veterotestamentaria.


Por ello se ha mostrado especialmente útil el recurso a la literatura judía apocalíptica, la cual nos ofrece "un carnero enviado por el dueño de las ovejas para que las gobierne en lugar del carnero que las destroza" (Libro 1 de Henoc 89,46), un cordero que nace de entre los cuernos y que tiene la parte derecha como un león, y vence a todos los animales enemigos (Testamento de José 19,8), o un cordero que, puesto en un platillo de balanza, levanta a todo Egipto puesto en el otro platillo y que es interpretado por Jannés y Jambrés como un rey de Israel que devastará la tierra de Egipto (Targum Jerosolimitano sobre Ex 1,15). No cabe duda de que son estos datos parabíblicos los que, sin excluir el leve trasfondo bíblico ya apuntado, han servido al autor de Ap para su original representación de Cristo como Cordero.


 

2. LA CÓLERA, IRA O VENGANZA DE DIOS


 

La palabra griega “ekdikéin”(=vengar) aparece sólo dos veces en el Ap, y el sustantivo “ekdíkesis” (=venganza) está completamente ausente. En cambio el sustantivo “orgé”(= ira o cólera) se encuentra seis veces, y dos el verbo “orgidsesthai” (=irritarse o encolerizarse).


En los escritos bíblicos más antiguos, al lado de los inevitables antropomorfismos, la descripción del ser y de la acción de Yahveh puede estar influenciada por concepciones paganas y mitológicas de la divinidad; y sabido es que, tanto en las mitologías mesopotámicas como en las egipcias o las griegas, los dioses son frecuentemente descritos con rasgos de pasiones humanas. Pero, tratándose de la "cólera" o "ira", en Israel actúa un factor añadido: la Santidad de Yahveh. El Dios Santo no puede soportar con indiferencia la maldad moral del hombre, y el Dios amante de su pueblo no puede permitir impasible que Israel sea maltratado por los enemigos. Por eso repetidas veces el Antiguo Testamento entrevé una futura acción de Dios en la que, manifestando su santidad y su poder, acabe con las diversas manifestaciones del mal en el mundo; aparece así el concepto de "día de la ira" o el de "cólera venidera" (cf. Mt 3,7).


Debido a esta referencia a la destrucción del pecado y sus manifestaciones, se llega a la expresión "estar bajo la cólera", equivalente a estar destinado a la perdición y utilizada más como descripción de un estado del hombre que de un sentimiento de Dios.


En la época neotestamentaria el judaísmo va acentuando cada vez más la trascendencia de Dios; por lo cual en el Targum se evita hacerle sujeto de pasiones: se dirá que "hay cólera ante" Yahveh, etc (cf. Mt 18,14: "no hay voluntad ante vuestro Padre").


Jesús en su predicación no se recata de hablar de un Dios que se alegra, pero con preferencia por el circunloquio "hay alegría en el cielo" (Lc 15,7) o "hay alegría ante los ángeles de Dios" (Lc 15,10). Y él mismo, que pretende reflejar en su comportamiento el sentir de Dios, manifiesta, en más de una ocasión, sentimientos de ira o enfado (cf.Mc 3,5 y los numerosos dichos sobre "esta generación").


S. Pablo contempla una humanidad mayoritariamente alejada del plan de Dios y abocada a la perdición, porque ha "atesorado ira para sí misma en el día de la ira" (Rm 2,5), pero sabe que en Cristo se ha manifestado la bondad misericordiosa de Dios, y el que cree en él queda libre "de la ira venidera" (1Tes 1,10); ésta estaba en relación con el futuro juicio de Dios, pero "ninguna condena pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús" (Rm 8,1).


Entonces la "ira de Dios" o final catastrófico del hombre es la suerte que queda reservada a quienes hayan rechazado la oferta de salvación. Jesús habla de pecado imperdonable para quienes hayan interpretado mal sus gestos salvíficos realizados con la fuerza del Espíritu de Dios (cf.Mc 3,28s). Y Pablo afirma enérgicamente que los dominados por el dios de este mundo están incapacitados para percibir el resplandor de su evangelio, por lo cual quedan abocados a la perdición (2Cor 4,3s). Se trata, pues, de una situación en la que el hombre se ha introducido voluntariamente y en contra del plan de Dios; se pierden ellos a sí mismos, y Dios no es indiferente ante esa contravención de su proyecto salvífico.


En nuestro contexto de Ap 4-7 el "día de la cólera" es el del juicio final, en el que Dios hace valer definitiva e inconfundiblemente su soberanía, aniquila todo el mal del mundo, y perecen los que no quisieron acoger la salvación ofrecida en la sangre del Cordero.


CLAVE SITUACIONAL


1. Las plagas del mal. ¿Qué es lo que hoy obstaculiza más la evangelización? Sin duda ninguna no son las demás religiones, ni siquiera las numerosas sectas que pululan por doquier, ni la búsqueda oscurantista del más allá. Lo que realmente la obstaculiza por encima de todo son las plagas internacionales: el comercio de armas, las minas personales, las redes de prostitución, la droga, la violencia... Contra estas fuerzas del mal parece que la Palabra tiene poco que hacer. También el Éxodo parecía una empresa imposible, aún para el mismo Moisés. Pero el Señor cuenta con el paso de los creyentes por la historia cotidiana, y parece que este paso es el decisivo para vencer el mal. Salir del propio egoísmo y de las propias esclavitudes, he ahí la clave. Antes hay que preguntarse ¿cuál es nuestro propio y personal “egipto”? ¿contra quién es nuestra lucha? ¿en quién tenemos puesta nuestra esperanza?


 

2. Cómo distinguir las palabras. El hombre es un inmenso receptor, con infinidad de canales a sintonizar. Se oriente hacia donde se oriente recibe mensajes. Gran parte de ellos ignoran por completo el estadio religioso, donde Dios y la pregunta por lo último simplemente son cuestiones sin interés. Donde se valora lo superficial y se idolatra el tener. Donde cuenta la comunicación y se margina la comunión. Donde se consume pero no se crea. Llegar a distinguir en medio de este ‘maremagnum’ de palabras la Palabra que salva es el gran reto que se nos propone. Pero es el único camino para llegar a ser siervo de Dios y entrar en el número de los salvados. ¿Dónde está la fuente de nuestro alimento intelectual y espiritual? ¿dónde acudimos normalmente a buscar las respuestas a nuestras preguntas?


 

3. Testigos de lo imposible. Alguna vez habremos escuchado la frase: “Era imposible, pero él no lo sabía y lo hizo”. Cuando escuchamos que alguien ha dado la vida por un ideal, de cualquier tipo que sea, volvemos a recuperar la esperanza en algo nuevo. Dar la vida es hacer todo posible, es coronar la cima. Sólo los que conviven con la esterilidad son incapaces de ver vida en la muerte de un testigo. Pero para los cristianos hay algo más. El martirio es una herencia dejada por Cristo a su Iglesia, y de esta herencia, en mayor o menor medida, todos participamos. Estamos fundamentados en el “cordero inmolado”, en Aquel “que fue traspasado”. La Iglesia necesita estar cerca de sus mártires, y a ser posible de los mártires de hoy, de los mártires “de aquí”. Sabemos que la Iglesia se reserva el derecho de confirmar, pero todos tenemos también el derecho y la obligación de recoger la sangre de nuestros mártires, que habla de burla, de banalización, de indiferencia, de calumnia y...de muerte. Todos podemos preguntarnos con admiración en cada caso: ¿Quiénes son, de dónde han venido?


 

4. La cólera de Dios. He aquí una visión apocalíptica para hoy de Jean-Claude Eslin: “He visto un mundo partido en dos. El hemisferio norte es rico; el hemisferio sur es pobre. ¡Ricos, seguid siendo ricos! ¡Pobres, seguid siendo pobres! Veo la fisura en medio del mundo y no hay nadie que quiera colmarla. Veo la ciudad dividida en barrios. El barrio oeste es rico, el barrio este es pobre. He visto a Santiago bajo el fuego de los militares, el incendio de los libros tras el fuego de los tanques. He visto Lima llena de barricadas. He visto a un pueblo que duerme, un pueblo rico y abastecido, y cómo se esterilizan sus inteligencias más vivas”. ¿Recuerdas alguna visión apocalíptica de hoy?



 

CLAVE EXISTENCIAL


1. En esta lectura ¿te has sentido invitado a la conversión? ¿Has sentido una llamada a la autocrítica, al cambio en tus actitudes fundamentales?


2. ¿Significan algo para ti los testigos congregacionales que han dado su vida por la fe? ¿Particularmente conoces y alimentas tu espiritualidad claretiana con el testimonio de los mártires de Barbastro? ¿Conoces y valoras los testimonios de aquellos que todavía hoy son perseguidos?


3. ¿Has seguido con interés y te han interpelado las experiencias evangelizadoras “ad gentes” y en lugares de frontera? ¿Estarías dispuesto a sumarte a ellas para abrir caminos nuevos en el servicio misionero de la Palabra?


4. Cuando piensas en el futuro de la iglesia y la congregación ¿te sientes pesimista u optimista? ¿Por qué?









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