profetas 10
TEMA 10: RECREAR DESDE EL DOLOR
TEXTO: Isaías 40 - 55 (para el encuentro comunitario: Is 55,1-13)
CLAVE BIBLICA
1. NIVEL HISTORICO
1.1. Acomodación a la situación de Babilonia
Judá fue desterrado a Babilonia, acontecimiento que resultó sumamente complejo. Después de la primera deportación en el año 597, tanto los deportados (cfr. Jr. 29) como los refugiados en Egipto parece que esperaban un pronto retorno; por otra parte, los que quedaron en el país se dividieron entre los resignados al yugo babilónico y los saboteadores. Sin embargo, la rebelión de Sedecías, que ocasionó la total destrucción de Jerusalén y la segunda deportación del año 587, dio al traste con toda esperanza. La derrota de Judá ‑y de Yahveh‑ había sido tan completa como la del reino del norte a manos de los asirios.
Parece que una buena parte de los deportados aceptaron los hechos consumados, con más o menos nostalgia: el dios Marduck había vencido, y los nuevos territorios no eran malos. Además muchos de ellos eran gente instruida, que se podía abrir paso. Así había sucedido con los deportados de Israel por los asirios.
1.2. Victorias de Ciro: una súbita esperanza
Otros grupos iniciaron un movimiento de reflexión, como nos muestran Ezequiel y el código sacerdotal, que acopla el yahvismo a la nueva situación, sin templo ni sacrificios.
El dolor, la oscuridad, las esperanzas y rencores dentro de los que se movían en estos grupos, son descritos repetidamente en el deutero-Isaías: "Oculto está mi camino para Yahveh, y a Dios se le pasa mi derecho" (Is 40, 27) "Es un pueblo hollado y despojado... en cárceles han sido encerrados. Se les despojaba y no había quien salvase" (42,22), "No me has traído ovejas... no te obligué yo a servirme con oblación" (43,23).
El largo reinado de casi 60 años, de Nabucodonosor, fue una inmensa bota opresora que no permitió el más mínimo resquicio de esperanza de liberación. Las comunidades exílicas fieles a Yahveh tuvieron que apoyar su fidelidad en la pura fe.
Pero pasados sólo nueve años de la muerte del tirano, Ciro, el persa, establecía firmemente su supremacía, conquistando en 553 la capital de sus mentores medos, Ecbatana. Enseguida debió dejar claro que su política imperialista se apartaba decididamente de la herencia asiria y babilónica, con sus deportaciones. La expansión fulminante de su imperio, sólo se explica por las expectativas de liberación que inteligentemente supo despertar en tantos pueblos oprimidos: hasta en la suprema rival Babilonia entró sin gastar una flecha.
No parece ser mera retórica, tan habitual en estas descripciones, lo que, años después, Ciro nos dejaba plasmado en su "Cilindro": "Los habitantes de Babilonia... El país de Summer y Acad con los príncipes... besaron sus ‑de Ciro‑ pies, alegres de que hubiera recibido la realeza..., felices, lo aclamaron por señor los que, mediante su socorro, habían recuperado la vida... y fueron liberados del perjuicio y la desgracia".
Esta es la imagen exacta que, desde el principio, Ciro quiso mostrar y que después miró de implementar con su política hacia los vencidos. Desde sus primeras campañas, quedaba claro que Ciro iba a acabar con el imperio babilónico, sumido en la guerra civil y descomposición interna.
Este hecho no pasó por alto a los grupos de israelitas deportados, cuya única esperanza hasta ese momento había sido la fidelidad y el silencio en torno a la Palabra salvífica. Serán la Palabra y Ciro quienes despertarán la voz del deutero-Isaías. El libro se ajusta a la situación que vivieron en torno al año 445 a.c.
2.NIVEL LITERARIO:
2.1. Unidad de autor y estilo
Dos rasgos prominentes de este libro, lo hacen único en la literatura profética: su finalidad global única, que condiciona y da sentido a todos los oráculos particulares, y su elevado nivel poético, sostenido hasta el final.
La finalidad de toda la obra es animar a los desterrados a que dejen Babilonia y tomen parte en el nuevo Exodo de repatriación a Judá. Para ello echa mano teológicamente de toda la historia sagrada y de los profetas preexílicos, reinterpretados en el anonadamiento del destierro. Esta amplia visión hace suponer una compleja base de reflexión teológica. Su utilización es coherente a pesar de abordar la situación concreta de un período tan insignificante que no parece exceder los 15 años: desde la aparición de Ciro en el horizonte, con la conquista de Ecbatana el año 553, hasta el permiso de repatriación y reconstrucción del Templo en el año 538.
Usa con maestría todo tipo de recursos literarios, desde el oráculo hasta las visiones e himnos, desde el reproche y polémica judicial hasta el mensaje, canciones y doxologías.
Todo ello hace suponer que el autor es único, excelente literato, consumado retórico e inspirado teólogo.
Todo era necesario para traducir a la nueva y esperanzadora situación tanta muerte y llanto, tanta fe callada en Yahveh derrotado; y no menos para cuestionar tanta resignación interesada, que la deportación había originado.
2.2. Estructura del libro
El trasfondo que anima todo el libro es la apología del plan eterno salvífico de Yahveh, y la admiración por su ensamblaje y consistencia. Lejos de fracasar con el destierro, en éste se ha revelado toda su sofisticación, gratuidad y alcance universal (cfr. principio y final: 40,5‑8; 55,6‑11).
Literariamente se nos va desvelando este plan, conjugando apologías sobre la justicia del destierro y sobre la omnipotencia y exclusividad de Yahveh, con entrañables descripciones de su amor eterno y de la nueva salvación que va a realizar.
Aunque el profeta usa casi todas las imágenes de salvación antiguas, aquilatadas por la reflexión del destierro, predomina sin duda la figura de un nuevo Exodo, con Yahveh en primer plano, dominándolo y planeándolo todo.
El libro tiene dos secciones:
‑ Himnos de Yahveh e Israel (cc.40‑48): liberación de la esclavitud y marcha triunfal por el desierto.
‑Oráculos‑himnos sobre la nueva Sión‑Jerusalén prometidas (cc.49‑55).
Todo forma un conjunto progresivo y dialécticamente entrelazado, para invitar a los judíos, tanto a los fervorosos como, sobre todo, a los ya aclimatados, a participar en esta inaudita obra de salvación que se les ofrece.
2.3. Poemas del "Siervo de Yahveh"
Dentro de nuestro libro, hay unos insertos que, tanto por el estilo como, sobre todo, por la temática y por su centro de interés, se apartan significativamente del conjunto. Se trata de los llamados "poemas del Siervo de Yahveh": 42,1‑4; 49,1‑6; 50,4‑9; 52,13‑53,12. Al estar dispersos en el libro, también cabe que otros fragmentos cortos formen parte de este grupo, pero esto es más difícil de probar, ya que el primer y segundo poema parecen haber sido prolongados por redactores posteriores: 42,5‑9 y 49,7‑13.
En estos poemas, la repatriación de los deportados es incidental y supeditada al alcance universal de la misión del Siervo. La salvación de que se nos habla, no se presenta como pura iniciativa graciosa de Dios, sino también como resultado de la justicia del Siervo. El dolor y el rechazo no son vistos como consecuencia del pecado propio, sino como propiciación por el ajeno.
El interés está claramente centrado en la eficacia salvadora, con alcance universal, de la inutilidad, menosprecio, persecución y muerte de un siervo misterioso, siempre apoyado en Yahveh.
En el primer poema (42,1‑4), Dios mismo nos lo presenta acentuando su humildad y firmeza en llevar la justicia a las naciones. En el segundo (49,1‑6), se autopresenta a las naciones como instrumento eficaz ‑pero aparentemente inútil‑, no sólo para repatriar a los supervivientes sino para llevar la salvación a las naciones. El tercero (50,4‑9) es una autoapología de su actuación en orden a sostener a los cansados, violentamente contestada pero apoyada en Yahveh. En el cuarto (52,13‑53,12), Yahveh mismo lo introduce al principio (52,13‑15) y desvela todo su sentido al final (53,11‑12). En la parte central, una multitud anónima se muestra pasmada por la pasión y muerte expiatoria del Siervo (53,1‑10).
Hay también en ellos muchos puntos de contacto con el resto del libro, como la denominación "Siervo", el alcance universal de la salvación, la inescrutabilidad y firmeza del plan divino.
Todo ello induce a pensar que también estos poemas han sido fruto de la reflexión en el destierro, al igual que el deutero-Isaías, aunque el centro de atención es marcadamente diferente. De todos modos hay opiniones críticas para todos los gustos, y apenas si hay un solo punto que no sea contestado. Este mismo hecho es prueba, sin embargo, de su singularidad.
2.4. "Profecía comunitaria"
La profecía clásica nace con el reino, y centra su atención en la vida nacional. Los profetas son fuertes personalidades, animadas por su experiencia profética, y normalmente opuestos a los "falsos profetas", o grupos proféticos más o menos institucionalizados, indispensables en toda corte para ser consultados en cualquier asunto de importancia.
El destierro, fin de la auténtica vida nacional de Israel, en la práctica acabó también con la profecía clásica. Sin embargo, lejos de ser un período estéril, en él se elabora una nueva teología que anima el documento sacerdotal, estructura todo el deutero-Isaías, y condicionará toda la literatura posterior.
El yahvismo pasa de apoyarse en las estructuras de poder real, y en personalidades proféticas, a subsistir en las comunidades desterradas, expuestas a la constante tentación de apostasía. A estas comunidades sólo les quedaba ampararse en la Palabra, para sustentar su identidad. De esta reflexión nacieron una vitalidad y una amplitud de visión, inimaginables un siglo antes. Este será el origen de la conciencia y de las primeras plasmaciones de la profecía comunitaria.
La literatura va perdiendo el acento personal, típico de la profecía, y pasa a ocuparse de los problemas surgidos en un amplio sector del pueblo. Ya el deutero-Isías es pseudoepigráfico y prácticamente toda la literatura sapiencial y apocalíptica posterior será también o apócrifa o pseudoepigráfica.
También el Deuteronomio había sido ya una reflexión semejante sobre el destierro y aniquilación del reino del norte, aunque a un nivel más elitista que nunca tuvo repercusión social antes del destierro, ni siquiera en la apresurada reforma de Josías.
3. NIVEL TEOLOGICO:
3.1. La ternura materna de Dios
Deportado a un país tentador, a merced de dioses esplendorosos y temibles, privado del culto y amenazado de desintegración, el pueblo vuelve a reunirse en torno a la Palabra, que va desvelando toda su fuerza creadora. Aquel tocón irrisorio de Judá después de la tala, empezaba de nuevo a rezumar sabia; al mismo tiempo, aquel Yahveh, hecho irrisión de las naciones por la derrota, empezaba a mostrar su potencia hasta en Babilonia. Era una situación tan parecida a la elección de Abraham, que no podía menos que evocarla desde una perspectiva completamente nueva: "reparad en Abraham vuestro padre, y en Sara que os dio a luz; pues uno solo era cuando le llamé, pero le bendije y le multipliqué" (51,2; cfr. 41,8ss).
No sólo situaciones tan parecidas, sino toda la historia sagrada empezó a impregnarse de nuevo sentido, al vivificar Yahveh a los exiliados. Es un proceso en cierta manera inverso al del profeta, que anuncia la destrucción, porque, mientras el poder‑pueblo no acepta apoyarse en el Dios que les ha elegido y en cuyo amor no creen, ahora, el resucitar de las cenizas revela con fuerza la veracidad del amor inmenso que manifestaban todas las intervenciones de Dios en la historia. No se trata ya de algo aprendido de memoria, sino que es carne y alma de ese pueblo aniquilado a quien la Palabra está resucitando.
Esta experiencia del amor divino es el alma del libro, y se nos describe profusamente: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios" (40,1); "Ahí viene el Señor Yahveh...Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas" (40,11); "Y tú, Israel, siervo mío... simiente de mi amigo Abraham ... Siervo mío no temas, que contigo estoy... te tengo asido con mi diestra justiciera" (41,8s); "No temas gusano de Jacob... yo te ayudo... tu redentor es el Santo de Israel" (41,13-14); "Así... dice tu creador, Jacob... No temas... te he llamado por tu nombre. Tu eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo... dado que eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo" (43,ls: cfr.43.11s; 44.ls.); "Recuerda esto, Jacob, y que eres mi siervo, Israel. ¡Yo te he formado, tú eres mi siervo, Israel, yo no te olvido!... Gritad, cielos, de júbilo... pues Yahveh ha rescatado a Jacob y manifiesta su gloria en Israel!" (44,21s.); "¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra!... pues Yahveh ha consolado a su pueblo... Pero dice Sión: 'Yahveh me ha abandonado ..' ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho... Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente." (49,13s.); "Yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú que tienes miedo del mortal...? (51,12); "Yo he puesto mis palabras en tu boca y te he escondido a la sombra de mi mano, cuando extendía los cielos y cimentaba la tierra, diciendo a Sión:'Mi pueblo eres tú'." (51,16); "La vergüenza de tu mocedad olvidarás... Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama. Como a mujer abandonada... te llamó Yahveh; y la mujer de la juventud ¿es repudiada?... Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré...pero con amor eterno te he compadecido" (54,4s.).
Fue la conciencia de este amor de Yahveh, recobrada en medio del dolor, lo que dejó ya claro para siempre que sólo Yahveh era Dios, y que su dominio trascendía las fronteras y los intereses mismos del pueblo, para alcanzar dimensiones universales; y, al mismo tiempo, desacralizó y puso al descubierto la vaciedad de los pomposos cultos paganos.
La Palabra de Yahveh, de cuya fuerza vivían, ‑así como, posteriormente, el Espíritu, aguijón de los profetas‑, cobró parte del carácter trascendente de Yahveh que la había pronunciado, y cuyos designios desvelaba. Cuando el monoteísmo estricto, a fuerza de insistir en la trascendencia y santidad de Dios, lograría alejarle de la historia concreta, tanto la Palabra‑Sabiduría, que es esencialmente cercana al hombre, como el Espíritu, en su función de intermediarios, comenzaban el proceso de una personificación divinizante.
Nuestro autor toma el plan maravilloso de Dios, tema clave de Isaías, y lo identifica con la Palabra de Yahveh, ejecutadora de sus designios entre los hombres, aun conservando la presencia inmediata de Yahveh en la historia, sobre todo en el capitanear el retorno.
Esta Palabra‑plan de Yahveh constituye la base de argumentación de todo el libro, como muestra su posición prominente al principio y final del libro:
- En ella se basa la polémica contra la idolatría. Lo que pasa hoy, estaba ya decidido y anunciado hace mucho tiempo, no sólo desde la elección de Abraham, sino desde la creación. La victoria y esplendor del dios Marduck, con la derrota de Yahveh, no podían ser sino pura apariencia: era el mismo Yahveh quien estaba detrás de todo ello, planificándolo.
Ahora quedaba claro: casi en el mismo instante en que aparecía el máximo esplendor de Marduck, éste empezaba a tambalearse de raíz: Ciro se paseaba ya a sus anchas por levante. Y el hecho de que fuera un pagano el salvador, lejos de ser un escándalo, sería una manifestación de los infinitos recursos salvadores con que cuenta esta Palabra y que alcanzan a toda la creación.
Desde luego, era un argumento para hacer pensar no sólo a los judíos, que se habían llevado un chasco con la derrota, sino sobre todo a los que se admiraban de la fuerza de Marduck.
‑ Esta Palabra, en su humildad poderosa, es reveladora de amor y creadora de vida. La creación misma lo atestigua. Toda la historia sagrada es un empeño en orden a la creación amorosa de un pueblo, que pronto pasa de salvado a egoísta e idólatra hasta su propia perdición.
Pero es en medio de esta aniquilación, en el dolor de la esclavitud, donde la Palabra se ha hecho más explícitamente portadora de amor y fuerza creadora: "Grita de júbilo, estéril que no das a luz, rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha tenido los dolores; que más son los hijos de la abandonada que los hijos de la casada, dice Yahveh... porque tu esposo es tu Hacedor" (54,ls.). Es un resumen perfecto de la experiencia de la vida que la Palabra creó, por la fe, en medio de tanta destrucción.
‑ Será en el nuevo Exodo que se avecina, donde Dios mismo va a realizar una liberación nunca vista hasta ahora. Si, en plena destrucción, la Palabra fue don de vida, ¿qué no iba a ser en el rescate?.
3.2. El nuevo Exodo
Partiendo de la similitud entre la esclavitud de Egipto y el destierro, el autor centra el interés de sus oyentes en el futuro inmediato: el nuevo éxodo que se avecina, y la nueva Sión, término del viaje. Más que de una restauración, se trata de una nueva creación. Respecto a ella, todo el pasado salvífico habría sido un mero preludio profético.
‑ La novedad de este rescate que se aproxima, es inculcada en 42,9; 43,19; 48,6‑8, y descrita profusamente. Se trata de algo tan inaudito, que no puede sino apoyase en el poder creador y dominio universal de Yahveh, recién descubiertos en el destierro.
‑En el paralelismo con el antiguo éxodo, se recalcan mucho más las diferencias, que las similitudes:
a) No se trata de un pueblo sencillamente esclavizado en Egipto, sino castigado por el mismo Dios en Babilonia, por sus pecados "¿Quién entregó al pillaje a Jacob, y a Israel a los saqueadores? ¿No ha sido Yahveh, contra quien pecamos?" (42,24); "¿Dónde está la carta de divorcio de vuestra madre, a quien repudié? o ¿a cuál de mis acreedores os vendí? Mirad que por vuestras culpas fuisteis vendidos, y por vuestras rebeldías fue repudiada vuestra madre." (50,ls). Además, Babilonia no se contenta con castigar, sino que "hiciste caer pesadamente tu yugo contra el anciano. Tu decías 'Seré por siempre señora eterna'... ¡yo, y nadie mas!" (47,6s).
b) Dios ya no necesita de un Moisés. Como Señor universal escoge un pagano ciego, Ciro, para abatir a Babilonia con sus dioses, cuyo engaño ha quedado al descubierto (41,ls.25s; 45,ls).
c) La descripción de la marcha por el desierto, carece de todo elemento de tentación o castigo, predominantes en el primer éxodo. Ya Oseas vio la estancia en el desierto como el idilio entre Dios y su pueblo (Os.2,16; 11,1; 12,10); y con más reservas también el Dt.8,1‑6. Nuestro profeta usa de toda clase de recursos literarios e imágenes para describir la maravilla inaudita en que consistirá la nueva marcha por el desierto. Mas que una repatriación, se nos presenta como una procesión litúrgica, encabezada por Yahveh en persona, quien prodigará toda su fuerza creadora, haciendo del desierto un vergel. "En el desierto abrid un camino a Yahveh... Que todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado... se revelará la gloria de Yahveh, y toda creatura a una la verá... Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos" (40,3s); "Pondré en el desierto cedros...de modo que todos vean... que el Santo de Israel lo ha creado" (41,19s); "Haré andar a los ciegos por un camino que no conocían... Trocaré ante ellos la tiniebla en luz y lo tortuoso en llano" (42,16); "los pueblos... traerán a tus (Sión) hijos en brazos y tus hijas serán llevadas a hombros. Reyes serán tus tutores, y sus princesas, nodrizas tuyas" (49,22s.).
d) También la tierra prometida, término del nuevo éxodo, es diferente; no se trata de un país por conquistar, sino de una Sión renovada, en la que Yahveh va a entrar como Rey (52,7).
El amor maternal de Yahveh por Sión es eterno, aun en la ruina. Pero la reconstrucción va a ser más eficiente que la devastación misma (49,17). De la esclavitud, la profanación y el polvo, pasa a ser santa y a reinar (52,ls; 54,11s).
Viuda y sin hijos como era, Sión de repente se va a convertir en madre fecunda de multitudes, en perpetua celebración (49,18s; 5l,3; 54,ls).
Como hija y esposa de Yahveh, Dios único, Sión pasa a ser testigo y centro de acceso a este Dios, de manera que se convertirá en centro de convergencia de las naciones (49,22; 52,10; 55,4‑5).
Es un error demasiado frecuente ver en estas descripciones del retorno, idealizaciones poéticas de lo que después será una vulgar y penosa repatriación. El autor había tragado demasiado destierro, como para dejar de tocar con los pies en el suelo repentinamente; su libro es fruto de un destierro asimilado, y está en línea con las "ilusorias" salvaciones de Isaías I: no pretende construir castillos en el aire, sino anunciar la verdad inefable de lo que está sucediendo. Ciro permitió repatriarse a muchos pueblos; pero sólo en el caso de Judá, se comportaría como un auténtico Moisés, siervo de Yahveh. Y sólo aquellos arapientos judíos repatriados hacían justicia plena al amor y verdad de Yahveh; de un Yahveh que había adquirido definitivamente su puesto de Dios único.
Isaías era consciente de ello, y sabía que la realidad de esta liberación dejaba corta toda idealización posible.
Conclusión: Ante el hecho consumado de la deportación, Judá cobró conciencia de que se había roto su especial relación con Yahveh, tal como los profetas habían anunciado. Sin un nuevo punto de partida, las promesas de Dios quedaban en enigmático suspenso.
Cuando cobraba cuerpo esta esperanza con Ciro, surge el deutero-Isaías, armado del monoteísmo y la Palabra, para "evangelizar" no sólo que se iba a restablecer el vínculo salvador con Yahveh, sino que esta salvación era un plan eterno de amor y tenía un alcance universal, antes nunca imaginado. Estaba a la altura de Yahveh que la había planificado y la iba a realizar; iba a ser una continuación del amor y de las promesas antiguas, pero cualificada por el poder creador de Yahveh, y signo visible de su exclusividad como Dios, lo cual no podía ya ser ignorado por los pueblos.
El profeta evangelizó a los exilados doloridos, a los desanimados y a los ya resignados, para que no perdieran esta ocasión única y participaran en esta gran aventura del designio de Dios. Pero el quedarse sólo en las ramas, fácilmente podía llevar a la desilusión, como parece que ya se experimentó en el ambiente del Isaías III.
3.3. Poemas del Siervo
En la tradición judía este Siervo fue interpretado como el Israel perseguido y fiel, como lo indican las glosas "Jacob‑Israel" del griego en 42,1 y la posible glosa de 49,3 ‑de no serlo, se darían dos sentidos diferentes al nombre de Israel en el mismo poema: vv. 3 y 5-. Esta interpretación no es extraña en períodos de persecución, como, por ejemplo en tiempo de los Macabeos. Pero en el resto del deutero Isaías, no aparece para nada la dicotomía de un Israel perseguido y fiel, y otro infiel.
3.3.1 Vocación‑misión:
La misión del Siervo se nos describe conjugando dialécticamente su grandeza con la limitación de recursos; la perseverancia infructuosa del Siervo con el plan grandioso de Dios, en quien se apoya. Es una dialéctica que se consuma en la muerte‑glorificación del Siervo, según el plan de Yahveh.
Ya en el primer poema (42,ls), nos lo presenta Yahveh como destinado a implantar el derecho en las naciones, que están esperando su doctrina; en el segundo, Dios le hace "luz de las gentes, para que mi salvación llegue a los confines de la tierra", además de confiarle la "sencilla" tarea de hacer volver a los "preservados de Israel" (49,6). En el cuarto, muchas naciones y reyes (52,15) quedan atónitos ante la incomprendida pasión del Siervo. Sólo en el tercero no se nos habla del alcance universal de su misión.
La realización de esta misión se nos describe en una progresión dramática. Empieza dictando la ley a las naciones, mansamente y sin desmayar (42,2‑4). Sigue declarando que "en vano e inútilmente su vigor" había gastado (49,3). En el tercer poema tiene que hacer una apología de su comportamiento, ante la violenta oposición: "Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos" (50,6). Finalmente, en el c. 53, se nos describe su pasión expiatoria hasta la muerte y su posterior glorificación.
No es fácil explicitar en qué consista concretamente el contenido de esta misión, este implantar el derecho y llevar la salvación a las gentes. Al principio parece fruto de una larga y humilde permanencia entre estos pueblos, algo similar al destierro; además, una parte pequeña de esta misión, es la vuelta del destierro (49,6). En los últimos poemas, en cambio, parece que consista en reconocer el plan de Dios en un acontecimiento bastante puntual: la persecución, pasión y muerte del Siervo.
Lo que sin duda está claro, es que las naciones están incluidas activamente en la misión del Siervo, cuya realización se convierte en pauta tanto para Israel como para las gentes. Las naciones reconocerán pacíficamente el plan de Yahveh en este Siervo, que les ha traído la salvación. Reconocer el plan de Dios no consiste sólo en admirarlo, sino en aceptarlo como exigencia para la propia vida.
La salvación cobra, pues, un ámbito universal y cotidiano al mismo tiempo, inaudito hasta ahora; no se funda ya en promesas o alianzas de un pueblo con Dios, sino en vivir la dura realidad de cada día apoyado en Yahveh y consciente de estar realizando su plan salvífico, aun en medio de la oposición y de situaciones sin salida. Y ello es válido tanto para judíos como gentiles.
Este concepto de salvación refleja la experiencia de aniquilación y fidelidad vivida en el destierro, extendida ahora a todas las naciones con el descubrimiento del Dios único creador.
3.3.2. Sufrimiento salvífico:
El sufrimiento manso del Siervo se nos describe en un vigoroso crescendo, paralelo al creciente silencio en que se envuelve el don de una palabra afilada, que Dios le otorga. Empieza con una elocuencia silenciosa: "dictará la ley a las naciones. No vociferará... y no hará oír en la calle su voz." (42,1s.); sigue gastando en vano su vigor, a pesar de que Yahveh había hecho su boca como espada afilada... (49,2s). En el tercer poema, el don de la palabra alentadora para el cansado, se convierte en un escuchar de discípulo, en no resistirse a insultos ni salivazos, en ofrecer la espalda a los que le golpean (50,4s). Finalmente el c. 53 es la austera biografía de una vida en el silencio total, en medio del dolor, irrisión, persecución y muerte. Pero se trata de un dolor y un silencio, acompañados de una plena conciencia de estar de parte de Yahveh, de estar realizando su designio. Este designio de Dios, realizado por el Siervo, es una de las revelaciones más increíbles de la reflexión del destierro. El apoyarse en Yahveh, el vivir de su Palabra, es lo único que salva y convierte en salvadora cualquier situación del hombre; convierte en elocuente y misionero cualquier silencio; convierte en salvación cualquier situación de dolor y muerte. El rechazo, oposición, persecución y muerte, soportados en presencia de Yahveh, hacen más patente y presente la voluntad salvífica de Dios. Como el pecado y la desobediencia acarrean dolor, sufrimiento y muerte al pecador y a su alrededor, así mismo el dolor y la muerte, vividos en obediencia, se transforman en vida y salvación, propia y ajena. El silencio y la mansedumbre en obediencia se convierten en palabra afilada y eficaz.
Conclusión: Tanto la radical universalidad de la misión del Siervo como el aspecto expiatorio y salvador del sufrimiento en obediencia, parecen ser descubrimientos realizados en la situación límite del destierro, y resultan bien difíciles de aceptar y comprender en situaciones menos desesperadas. De tal modo que ambas revelaciones prácticamente no sólo no tendrán ya ulterior desarrollo teológico, sino que se limitarán a realizaciones mucho menos radicales o serán relegadas al olvido en las grandes corrientes teológicas posteriores, hasta llegar al Nuevo Testamento. No parece exagerado compararlo con el vacío en que cayó el Deuteronomio durante siglos.
3.3.3. Identificación del Siervo:
El problema de identificar a este Siervo salta enseguida a la vista. El alcance universal de su misión, con una realización tan pacífica, difícilmente es aplicable a un individuo. Los rasgos concretos y perfectamente fieles del Siervo en medio de la persecución, pasión y muerte, son mucho más aplicables a bastantes personajes conocidos que a una hipotética comunidad y más aún que al pueblo en cuanto tal, cuya fidelidad no es objeto precisamente de alabanzas, hasta los tiempos de la literatura apocalíptica.
En el deutero-Isaías sólo tienen un eco universal semejante, Ciro ‑cosa bien comprensible‑, elegido por Yahveh como instrumento de sus intervenciones en el mundo, y el nuevo éxodo del pueblo, obra creadora y maravilla de la omnipontencia de Yahveh.
La misión universal del Siervo, conserva tanto los rasgos de Ciro como los del retorno: es instrumento en manos de Yahveh, y en él Dios realiza algo pasmoso. Pero el contraste es todavía mayor: nada de ejércitos ni de romper cerrojos ‑Ciro‑, sino cuidar de la cana cascada; nada de fuentes en el desierto, ni tronos o esmeraldas, sino salivazos y muerte entre bandidos. También aquí, como en Isaías I y II, el plan perfecto de Yahveh lo domina todo.
Todo hace pensar que se trata de una reinterpretación del libro de la consolación. Motivos no faltaban: el liberador Ciro había pasado a opresor, diferente de Babilonia, pero imperialista. El éxodo se había realizado entre penuria y dificultades. Por otra parte, los problemas entre los que nació la nueva Sión nos han quedado bien plasmados en los libros históricos.
Seguramente ya en el destierro había nacido la teología de la expiación, que resultaba un complemento precioso al mismo libro de la consolación. Existía el peligro de que éste apareciera como un sueño a los repatriados, cuyos ánimos en nada paliaban la nueva situación dolorosa en que se encontraban.
Los rasgos tan concretos y de extraordinaria fidelidad en que se mueve toda la vida del Siervo, hacen pensar que se trata de una reflexión sobre la vida de una persona concreta. Candidatos no faltan, aunque lo que aquí se nos describe, supera con mucho toda biografía conocida. Si el autor lo quiso dejar en el anonimato, de no ser alguien bien conocido de todos ‑y ciertamente no nos ha quedado rastro de un tal consenso‑, no parece muy necesario buscarlo contra viento y marea. Además existe la peculiaridad de que, al ser insertado en este libro como modelo del pueblo repatriado, más de un aspecto ha sido retocado y hasta forzado, resultando en más de una incoherencia. De lo que no cabe duda, sin embargo, es de que, trátese de quien se trate, su vida ha sido reinterpretada ‑y quizás algo idealizada‑, a partir de la experiencia de los grupos fieles en el sufrimiento del destierro.
Si no fue el mismo deutero-Isaías ‑cosa bien posible‑ quien compuso e insertó posteriormente estos poemas en el libro, a causa de la nueva situación, por lo menos, podemos decir que, a pesar de la divergencia de intereses, ambos autores habían nacido en un mundo teológico idéntico.
Dentro del libro de la consolación, la función del Siervo es presentarnos un nuevo tipo de Ciro y de Exodo, que, a su modo, también realizan los planes de salvación universal de Dios, pero desde una perspectiva diferente y mucho más próxima a la de los repatriados: en obediencia sufrida, en inutilidad callada, en la muerte expiatoria.
El autor apuntó tan alto, que solamente quinientos años después, con Jesús, estos poemas no sólo tendrán una realización literal, sino que serán sobrepasados sobre toda imaginación.
SUBSIDIOS
EL SIERVO, LA PASION DE JESUS Y LA PRIMERA COMUNIDAD
La interpretación, normal en tiempos de Jesús, de que el Siervo de Isaías era el pueblo de Israel, tuvo su peso y, por ello, esta figura no entró a formar parte de las primeras formulaciones teológicas de la muerte y resurrección de Jesús. Sin embargo las semejanzas eran demasiado claras como para que pudieran pasar largo tiempo inadvertidas. En el N.T. hay más de 15 citas o referencias al cuarto poema solamente. Parte del relato de la Pasión de Jesús ha sido configurado desde la figura del Siervo, sobre todo su silencio ante los tribunales, la flagelación, la muerte y sepultura. Lucas 22,37 pone en boca de Jesús "con los rebeldes fue contado" (Is.53,12), como interpretación de la Pasión. Mt. interpreta los milagros de Jesús (Mt.8.17) como el "cargar con nuestras culpas" del Siervo (Is.53,4). Rm.4,25, una antigua confesión de fe, supone Is. 53,12.: "quien fue entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación". |
LA "VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO" Y LA PREDICACION DE JUAN BAUTISTA
El aspecto de Evangelio, de anuncio de una Buena Nueva, que en Isaías II toma la Palabra, fue vigorosamente asumido por Jesús en su proclamación del Reino, hasta convertirse en el compendio de su Misión.
También el precursor, Juan, es visto bajo esta luz evangélica: ya Marcos, citando Isaías 40,3, nos lo presenta como "Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas." (Mc.1,3). Así también Mt.3,3; Jn.1,22 y más prolijamente Lc.3,4‑5.
Juan se nos muestra transfigurado por la cercanía del Mesías, así como obsesionado por el alejamiento en que se encuentra Israel para aceptarlo y por el terrible juicio que ello iba a ocasionar. Predica un Bautismo de conversión y penitencia.
Pero el Evangelio del Mesías fue menos clamoroso de lo que Juan había esperado, y el Juicio mucho más sutil, aunque no menos trágico. Juan tuvo que pasar de precursor a creyente. Sólo con su silencio ante un juicio injusto y ante la muerte violenta, se convirtió en evangelista y exacto precursor de la Buena Nueva salvífica del Siervo Jesús. |
CLAVE CLARETIANA
LOS PIES DEL MENSAJERO
San Jerónimo ve en Isaías al profeta, al evangelista, y al apóstol. "Expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva! Y le habla como a un apóstol, cuando dice: ¿A quien mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo? Y él responde: Aquí estoy, mándame". (San Jerónimo, Del prólogo del comentario sobre el profeta Isaías, Núms. 1.2: CCL 73, 1‑3)
Claret ha mirado el ejemplo de Isaías y se ofrece enseguida para ser enviado. Para entender mejor su vocación se siente, como él, pies del mensajero que anuncia la Buena Nueva, "los pies de los que evangelizan la paz son hermosos por su velocidad en discurrir por lo pueblos, como si fueran espíritus celestiales, y, como ángeles, se ocupan en la salvación de las almas, sin llamarles la atención más que la mayor gloria de Dios y bien de sus semejantes; son hermosos también por su virtud y fortaleza en sobrellevar las asperezas, espinas y dificultades del ministerio; hermosos por su pureza con que andan sin llamarles la atención ni intereses temporales, ni aplausos, ni honores, ni comodidades; hermosos, en fin, por la hermosura de su vida ejemplarísima y por la suavidad y santidad de su doctrina, con que convierten atraen y enamoran las almas" (Cf EE p. 343‑344).
CLAVE SITUACIONAL
1. La historia de la salvación. Seguir leyendo la historia de la salvación exige la capacidad de descubrir los inumerables signos de vida, presentes a nuestro alrededor. Están ahí como sacramento de la presencia de Dios en nuestra historia, llena de pecado. Están ahí esperando que los asumamos para poder así desatar los nudos de la injusticia que oprime a tantos hermanos. La invitación a aprender a descubrirlos resuena fuertemente en el mensaje de Isaías. Asumirlos es un acto de fe al que somos invitados.
2. Esperar contra toda esperanza. Queremos pruebas y seguridades. Cuesta aceptar la gratuidad. Son los pobres aquellos que están más cercanos al Reino de los cielos -es "de ellos", dijo Jesús-, porque saben que sólo la presencia amorosa de Dios puede transformar en fuerza engendradora de vida aquello que sabe a muerte. Creen y esperan. Partir del pobre para aprender a esperar cristianamente. ¿Será capaz el hombre contemporáneo de reconocer estos signos de vida que crecen en medio de la caducidad, de lo que no cuenta, en el desierto, en un mundo que a veces parece condenado a morir, y que nos invitan a la esperanza?
3. Los signos de la vida y de la muerte. Esta es la invitación al grupo: intentemos dibujar un mapa de nuestro mundo, de nuestra nación, de nuestra ciudad o de nuestro barrio -no importa la magnitud- y señalemos en el mismo los lugares donde percibamos con mayor fuerza los signos de vida y de muerte (presencia de personas y grupos, centros que favorecen los valores conectados con la vida, lugares donde, por el contrario, esta vida sigue negada o martirizada y que necesita de ayuda urgente,...). Sigamos nuestro ejercicio señalando la presencia de los claretianos en este mapa: ¿dónde estamos? ¿cómo nos inserimos en esta historia de vida y muerte?
CLAVE EXISTENCIAL
1. Conocemos el talante de la predicación de Claret que intentaba siempre abrir los corazones a la conversión y a la esperanza. ¿Sabemos ser maestros y portadores de esperanza? ¿Cuál es la inspiración que recibimos del libro de la consolación que hemos meditado?
2. "Sevidores de la Palabra" es el título que nos define en la Iglesia. Ahí radica nuestro carácter profético. Será bueno preguntarnos si esa Palabra a la que servimos constituye verdaderamente el fundamento de nuestro espiritualidad, si ocupa el centro de nuestra vida, si es el núcleo de nuestro ministerio.
3. Somos una comunidad profética. Hagamos memoria de aquellos momentos históricos, de aquellos grupos comunitarios, de aquellas acciones misioneras en las que la profecía se ha manifestado o manifiesta con mayor claridad. Asumamos en acción de gracias estos momentos e imploremos al Señor la fidelidad de nuestra propia comunidad a su vocación profética.
4. La figura del "Siervo de Yahveh" encarna muchos rasgos que forman parte de la vocación y misión del servidor de la Palabra. Nuestra oración se debería abrir a las interpelaciones de los poemas del Siervo y nuestra vida a transparentar sus actitudes.
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: Is 55,1-13
3. Diálogo sobre el tema X en sus distintas claves.
4. Oración de acción de gracias o de intercesión a partir de lo compartido en la comunidad.
5. Canto final.