profetas 03
TEMA 3: DESPREOCUPARSE DEL HERMANO ES APOSTASIA
TEXTO: Am 1-9 (Para el encuentro comunitario: Am 6,1-14)
CLAVE BIBLICA
1. NIVEL HISTORICO
1.1. La dinastía de Jehú-Jeroboam II
El trono del Reino del Norte, en más de las dos quintas partes del tiempo de su existencia, está gobernado por monarcas de la dinastía de Jehú. Los reyes de dicha dinastía se caracterizan por un largo período de tiempo de reinado (más de 20 años de promedio si prescindimos del asesinado Zacarías, último de la serie). Por el contrario, tenemos una media de diez años para los reyes precedentes y de cinco años para los reyes del último período de la monarquía israelita.
Israel vive dos situaciones diferentes en el tiempo en que reinan Jehú y sus descendientes según dos períodos que, más o menos, corresponden a las mitades sucesivas de dos siglos. Durante los últimos 50 años del s.IX el reino del Norte vive en una situación de debilidad. El baño de sangre actuado por Jehú y la presión militar de Damasco hacen que, al final de este período, en tiempo de Joacaz, Israel sólo cuente con cincuenta jinetes, diez carros y diez mil infantes (2 Re 13, 7). Por otra parte, el golpe de Jehú había fracasado en su doble objetivo de restablecer al yahvismo en lo social y en lo cultual. Respecto a lo social, continúan las mismas injusticias del tiempo de los omridas. Muchas condenas proféticas asignadas a la época de los descendientes de Omrí por el libro II de los Reyes, deben, quizás, ser situadas durante los años de Jehú y Joacaz. Tampoco en el ámbito cultual se llega a la purificación del sincretismo ya que, por ejemplo, Jehú paga tributo a los asirios (lo que conlleva el reconocimiento de los dioses de ese país).
La irrupción asiria en Occidente hacia el 800, bajo Adadnirari III, es muy breve ya que el imperio debe enfrentarse con el poderoso Urartu, pero deja como consecuencia favorable para Israel la posibilidad de afirmar su soberanía a causa del debilitamiento de Damasco, a pesar que el Reino del Norte deba sufrir aún esporádicas incursiones por parte de éste y de Moab sobre Galaad (Cf. Am.1,3.13).
De ahí que, alrededor del 800, Joás pueda vencer a Ben Hadad de Damasco y obligar también a Judá a permanecer en la órbita de los intereses de la política israelita. Comienza un período de prosperidad que se prosigue durante el largo reinado sobre Israel de Jeroboam II: "libertador que lo sacó de bajo la mano de Aram"(2 Re 13,5).
1.2. Las "fortalezas": imperialismo y construcciones
Comienza una época de reconquistas en la Transjordania: Carnayim y Lo-Debar (Am 6,13) vuelven a manos israelitas que, bajo Jeroboam, extiende su dominio a un territorio ocupado hasta entonces por Aram y Moab : "él restableció las fronteras de Israel desde la entrada de Jamat hasta el mar de la Arabá, según la palabra que Yahveh Dios de Israel había dicho por su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de Gat de Jéfer" (2 Re 14,25. Cf.Am 6, 14).
El restablecimiento de las fronteras no es el único de los pilares de la seguridad de Israel en esta época. Sirve también, para crear una sensación de tranquilidad frente a las amenazas exteriores, la construcción de "fortalezas" o "palacios". Con este término se designa lo más seguro de la residencia real o de una ciudad. Y esta condición hace que estos lugares sean aptos para la conservación de los tesoros que deben ser guardados. Dichos tesoros nacen de una prosperidad ligada a un intenso comercio externo e interno.
Gracias a la explotación de las minas de la Arabá y al comercio con Fenicia, Arabia y el mar Rojo, crece el tráfico internacional que devuelve a Israel una prosperidad perdida desde tiempos de Salomón. Entre los indicadores del comercio interno de la época aparecen mencionados en Amós: un incontrolable afán de lucro (8,5a) que no respeta límites (8,5b), la abundante producción de artículos suntuarios: vinos exquisitos (5,11b) y ganado de primera calidad (6,4), el florecimiento de la construcción con edificios espléndidos y numerosos (3,15b; 5,11; 6,8) dotados de muebles lujosos en su interior (3,12b;6,4a), la aparición de nuevos instrumentos musicales (6,5). El culto participa de esta magnificencia con costosas ofrendas (4,4-5; 5,21-22) acompañadas de espléndidas canciones (5,23).
1.3. El lado oscuro de la prosperidad
1.3.1. El desastre de José
Una mayor cantidad de bienes no asegura automáticamente su mejor distribución. Muy frecuentemente, lo mismo que en el Israel del s. VIII a.C., sucede lo contrario.
El afán de lucro, unido al consumismo y a la búsqueda de entretenimientos por parte de la clase dirigente de Israel, conduce a una ausencia de solidaridad con los más desprotegidos del sistema social mencionados en Amós 2,6-7: justos (5,12), pobres (4,1; 5,12; 8,4.6), débiles (4,1;5,11;8,6), humildes (8,4).
Se trata fundamentalmente de pequeños agricultores empobrecidos que, a consecuencia de dificultades financieras y de graves calamidades, se encuentran a merced de la voluntad de los prestamistas que les arrebatan tierras, bienes y libertad.
En la estructura social rigen las prácticas cananeas. Las mismas instituciones jurídicas israelitas sirven para cubrir los crímenes con el manto de la legalidad: la Puerta, sede del tribunal, se convierte en lugar de injusticia (5,10), el fruto de la justicia es el ajenjo (6, 12b).
1.3.2. La legitimación religiosa:"la elección"
También el culto sirve para este enmascaramiento. Yahveh es concebido como el Dios de la dinastía. Betel es "el santuario del rey y la Casa del reino" (Am.7,13). La elección se convierte en fuente de seguridad y de legitimación de un orden injusto. Los beneficios divinos del pasado en favor de los débiles se transforman en arrogancia; la búsqueda de Dios (5,4) se ha transformado en búsqueda del gusto propio (4, 5b).
Se espera el "día de Yahveh", concebido como intervención salvífica, que lleve a plenitud las expectativas de la clase gobernante y que consagre definitivamente la preeminencia de Israel en medio de los pueblos (5,18). La misma clase dirigente se concibe como "primicia de las naciones" (6,1ba), de condición superior a Etiopía, Filistea y Aram (cf.Am.9,7). Y sin embargo, las fiestas religiosas tan solemnemente celebradas son, en realidad, soportadas como impedimento al comercio y al lucro.
1.4. El campesino Amós
El lugar en que Amós ejerce su ministerio profético es el Reino del Norte: seguramente en Betel (7,10-17), muy probablemente en Samaria (3, 9; 4,1; 6,1) y quizá también en Guilgal (5,5; 4,4). Pero su lugar de origen es Tecua, en el ámbito rural del reino de Judá, que, como se dijo más arriba, está bajo el ámbito de influjo israelita. Este carácter extranjero del profeta aparece no sólo en la noticia introductoria de 1,1, sino también en las palabras de Amasías en 7,12 con las que éste le recomienda retornar a su patria a procurarse allí los medios de subsistencia.
En cuanto a su condición social, no hay datos claros que sirvan para determinar si es un pequeño propietario o un asalariado. En todo caso, parece haber realizado viajes a causa de la compraventa de ganado y de su condición de "picador de sicómoros", inexistentes en los alrededores de Tecua.
De allí le vienen, quizá, sus conocimientos de la situación internacional de la que menciona diversos acontecimientos: conquistas de Jeroboam II en la Transjordania (6,13), expediciones damascenas y amonitas contra Galaad, y sobre todo la amenaza de deportaciones. Dichas deportaciones no parecen ser atribuidas a Asiria, que nunca aparece en la predicación del profeta. Por el contrario, esta amenaza que se cierne primeramente sobre Damasco y Amón (1,5.15) y que tocará también a Israel (4,3;5,27) es probablemente asignada a la cuenta del reino de Urartu que ya ha inaugurado la era de las deportaciones.
El tiempo en que Amós desarrolla su actividad profética es breve. Menos de un año según la noticia de 1,1: "dos años antes del terremoto". Aunque la frecuencia de las actividades sísmicas en la región no permite determinar con seguridad una fecha precisa, quizás se trate del terremoto con epicentro en Hazor, de alrededor del 760 a.C.
1.5. Relecturas de Amós
1.5.1. En tiempos de Josías (segunda mitad del s.VII)
Una primera relectura de la profecía de Amós está ligada a las preocupaciones de la época de Josías y comprende textos como 1,2; 3,14; 4,6-13; 5,5b-6a.8-9; 9,5-6 y probablemente también 1,1; 5,5c.13-14; 6,2.6b.10-11; 7,9-17; 8,3-14; 9,7-10 (aunque algunos autores atribuyen estos últimos a los discípulos inmediatos de Amós en la segunda mitad del s.VIII). La centralización del culto aparece en la condena de muchos lugares de culto conforme a los datos ofrecidos en 2 Re 23. Se mencionan expresamente Bersheba (23,8), Betel (23,15-18) y los altos de las ciudades de Samaría. Las palabras de Amós acerca del terremoto, permiten la conexión con lo acontecido en el Reino del Norte. La condena de Jeroboam, rey de Israel, (calificativo que manifiesta que hay que situar estas palabras en el Reino del Sur) se actualiza en la muerte de su hijo en las manos de Salum. Se conocen ya las consecuencias de las deportaciones de Tiglat Pileser III. Las palabras de Amós se comprenden teniendo presente la invasión asiria ya realizada, y en ellas se da respuesta sobre la suerte del reino del norte a partir de la revuelta de Salum.
1.5.2. Después de la ruina de Jerusalén
Las palabras de Amós se recuperan durante o después del exilio añadiendo palabras de esperanza (9,11-15). Pero esta esperanza es condicional frente al juicio de Dios que ha alcanzado ya a otros pueblos como Edom y Tiro (1,9-12), a los samaritanos (5,26; cf.2 Re 17,30) y también a Judá (2,4-5). Se justifica el culto en el exilio (5,25) y se reflexiona repetidamente sobre la suerte de la profecía y del profeta (2,10-12; 3,7; 8,11-12) como intérprete de las determinaciones de Yahveh sobre todo el pueblo ("toda la familia" cf.3,1) en su historia "en tiempo de Ozías rey de Judá y en tiempo de Jeroboam, hijo de Joás rey de Israel" (1,1).
2. NIVEL LITERARIO
2.1. Vocabulario de la construcción urbana
La multiplicación de la construcción de "fortalezas", característica de esta época, hace que más de la tercera parte de las apariciones de este vocablo en el texto hebreo de la Biblia se encuentren en Amós (Am 1,4.7.10.12. 14; 2,2.5; 3,9.10.11; 6,8). Aparecen además otros términos ligados a edificaciones.
Entre ellos ocupa un lugar relevante la mención de "casa" referida a un edificio material pero que asume también otros sentidos conexos.
En cuanto edificio material destinado a la habitación del hombre el término se registra muchas veces en Am 6,9-11 y en Am 3,15. En el último caso, lo mismo que en 5,11, se refiere a habitaciones lujosas. En 5,19 aparece como una edificación cuya protección es engañosa: "al entrar en una casa, apoya una mano en la pared y le muerde una culebra".
De este sentido primero, el término pasa a significar "templo", lugar de la habitación de Dios: 2,8. El mismo templo aparece designado como "casa del reino" 7,13.
"Casa" aparece también en nombres de lugares "Bet-eden" (casa de placer: 1,5) y Bet-el (casa de Dios: 3,14; 4,4; 5,5-6; 7,10.13), en dónde el lugar es también sede de un santuario.
Pero "casa" engloba, además, la sociedad entera en las expresiones de casa de Israel (5,3.4.25; 6,1.14; 7,10; 9,9); casa de Jacob (3,13 y 9,8) y en las menos frecuentes casa de José (5,6) y casa de Isaac (7,16). Finalmente, casa designa a los gobernantes de una sociedad: casa de Jazael (1,4) y casa de Jeroboam (7,9).
La característica común a todas estas "casas" es ofrecer protección, seguridad. De ahí que aparezcan mencionadas las murallas (1,7.10.14; 7,7) y esporádicamente "cerrojos" (1,5) y otros términos que indican "fortaleza" (3,11; 5,9).
La protección es ilusoria. Repetidas veces anuncia Amós las ruinas de edificios (6,11;9,1) que sólo albergan huesos, cadáveres (6,9-10; 8,3), duelo y amargura (8,10). En cuanto a los elementos de lujo que en ellos se encuentran, Amós indica a cada paso que son fruto de rapiña y de violencia (3,9-10).
2.2. Los géneros literarios
Los textos heterogéneos del libro de Amós han sido organizados por los redactores en cuatro grandes bloques que se desarrollan entre el material de 1,1-2 y el de 9,11-15: oráculos contra las naciones, tres "escuchad esta palabra", tres "ay" (presumiblemente hay que añadir uno en 5,7) y cinco visiones.
2.2.1. Los oráculos contra las naciones
Prescindiendo de las diferencias existentes entre los oráculos que se deben asignar a los redactores (Tiro, Edom y Judá) y los auténticos del profeta (Damasco, Filistea, Amón y Moab, más amplios porque concretan la naturaleza del castigo general y añaden al final un "dice Yahveh"), podemos encontrar la siguiente estructura:
a) La palabra de Yahveh con la mención genérica de los crímenes
b) La mención particularizada de los delitos
c) Destrucción de edificaciones y "fortalezas" por el fuego.
El sentido de esta forma parece ser una adaptación de un ritual contra los países enemigos, conocidos por los textos egipcios e hititas de proscripciones de los enemigos. Sin embargo, en Amós, este ritual se continúa con la mención de los crímenes de Israel. Con ellos, mucho más detallados, se quiere expresar que éste ha renunciado a la "elección" ya que sus crímenes lo han colocado en la misma situación que los otros pueblos.
2.2.2. "Oíd esta palabra"
Tres breves "oíd esta palabra" de Amós han recibido añadiduras de los redactores posteriores. Con ellos el profeta se dirige a un grupo de personas o a todo el pueblo en segunda persona del plural en orden a pedirles cuenta por su acciones en respuesta a la "elección" y se afirma que, a consecuencia de sus infidelidades a ella, Israel ha pasado a ocupar un lugar peor que los otros pueblos. El autor quiere, a partir de "estas palabras", introducir un lamento fúnebre. Por ello, se constata una progresión creciente en la degradación de los interlocutores: familias-vacas-virgen caída/casa.
2.2.3. Los ayes
Los ayes son lamentaciones fúnebres. Al ay inicial sigue la mención de los destinatarios contra los que se dirige el profeta (al comienzo, en tercera persona como si ya hubieran fallecido), se precisa su pecado, la respuesta de Yahveh a ese pecado y, por consiguiente, la ruina inminente.
2.2.4. Las visiones
Las visiones también son ampliadas por los redactores. Sus elementos esenciales son: una forma del verbo "ver" ("Esto me dió a ver el Señor", o, en la quinta, "vi al Señor"), que describe el objeto de la visión, iniciada con un "he aquí" y un castigo que, a veces, exige explicación y que, en las dos primeras visiones, no se realiza a causa de la intercesión profética. Hay en ellas un acercamiento paulatino al castigo final para el pueblo.
3. NIVEL TEOLOGICO
3.1. Un culto que enmascara la injusticia
Solamente dos versículos del libro de Amós consignan una polémica contra los falsos dioses. Y de ellos, sólo 5,26 ("vosotros llevaréis a Sakkut, vuestro rey, y la estrella de vuestro Dios, Keván, esas imágenes que os habéis fabricado"), se refiere a la religiosidad del Reino del Norte (en 2,4 se califica de "Mentiras" a los ídolos de Judá). En los restantes, incluso en 8,14 donde se habla del "pecado de Samaría", de "tu Dios, Dan", del "camino de Bersheba", el profeta parece referirse a formas aberrantes del culto yahvista.
A lo largo de todo el libro, la polémica cultual se dirige contra un culto a Yahveh que lo ha convertido en un dios extraño: "el vino de los que han multado beben en la casa de su dios" (2,8). Sólo en dos pasajes de los redactores, y aún éstos referidos no al presente sino al futuro de juicio o salvación, se habla a los destinatarios del mensaje de "tu Dios", indicando con esta expresión al verdadero Dios: "prepárate, Israel, a afrontar a tu Dios" (4,12) y "Yo los plantaré en su suelo y no serán arrancados nunca más del suelo que yo les di, dice Yahveh, tu Dios" (9,15). Y no aparece en todo el libro la expresión bíblica: "Yaveh, Dios de Israel".
Para Amós el culto de Israel es idolátrico porque aunque en él se menciona a Yahveh, el verdadero Dios está ausente de las celebraciones israelitas: "Buscad el bien, no el mal, para que viváis, y que así sea con vosotros Yahveh Sebaot, tal como decís" (5,14).
Esta sustitución de Yahveh es realizada por el hombre para imponerse sobre los demás, para legitimar sus deseos y prácticas: "pregonad las ofrendas voluntarias, voceadlas, ya que es eso lo que os gusta, hijos de Israel" (4,5).
Este "ídolo" coloca el egoísmo en el lugar de Dios y, como todos los ídolos, es agente de muerte. Su peligrosidad reside en que crea una buena conciencia que asesina continuamente. Se cree alejar el día funesto "aplicando un trono de violencia" (traducción probable para 6,3b). El ídolo justifica toda injusticia: "sobre ropas empeñadas se acuestan junto a cualquier altar" (2,8a).
Yahveh, en cambio es un "dios celoso", que personalmente se compromete y compromete a sus seguidores en la lucha contra este ídolo. El afirma "Yo detesto, desprecio vuestras fiestas...vuestras reuniones solemnes... vuestros sacrificios de comunión... tus canciones... tus arpas" (Am.5,21-23). El verdadero culto sólo se discierne a través de la existencia o no de la práctica de la justicia: "que fluya el juicio como agua y la justicia como arroyo perenne" (5,24). La razón de que Yahveh ha sido rebajado a la categoría de falso dios, de ídolo, reside en el hecho de la falta de justicia. Sin ésta, la confesión de fe en la presencia de Dios en el culto se convierte en ilusión y en rebeldía (4,4; 5,12).
3.2. Del Dios de la seguridad al Dios-león
La casa de Israel, según los contemporáneos de Amós, goza de una seguridad producto de la bendición divina. En la casa se refleja y se estructura esta seguridad en cuanto ella es el lugar en que el hombre se siente libre de las amenazas. Por eso se ha buscado convertir a la casa en fortaleza, en lugar donde el hombre no se sienta amenazado. Por ello, para Amós, fortaleza es sinónimo de soberbia: "Yo aborrezco la soberbia de Jacob, sus palacios detesto" (6,8). La acumulación de los bienes, producto de este orgullo, es la racionalidad sobre la que se ha construido la sociedad. Marginalidad, opresión y muerte del justo, pobre, débil y humilde son los criterios racionales sobre los que se ha edificado la casa de Israel. Y de esa forma, la opulencia es reflejo de la enfermedad social, exteriorización del cáncer interno de la sociedad, como señala San Jerónimo en el Comentario a Amós: "ut tumorem animi, corpus ostendat".
Frente a esa sociedad, el Dios de Amós se presenta como trascendente: en las doxologías asume características cósmicas: "avanza por las alturas de la tierra" (4,13bb), "edifica en los cielos sus altas moradas y asienta su bóveda en la tierra" (9,6a). Es un Dios universal cuya acción alcanza no sólo a Israel sino también a los otros pueblos: "¿No hice yo subir a Israel del país de Egipto como a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir? (9,7b) e, igualmente, va a pedir cuenta a Damasco, Gaza, Tiro, Edom, Amón y Moab (Cf 1,3-2,3). Pero esa trascendencia se convierte, dentro de Israel, en preocupación por todos los integrantes de la sociedad: desde el origen de la historia israelita aparece su rechazo a la soberbia del hombre, "Yo había destruido al amorreo delante de ellos que era alto como la altura de los cedros y fuerte como las encinas" (2,9). En la primera y segunda visión (7,1-6),el calificativo de "pequeño" aplicado a Israel es el único que puede detener su castigo, y la promesa de salvación final se dirige no a una casa sino a "la cabaña de David ruinosa".
La condena que se pronuncia contra Israel es una condena de su soberbia que desprecia, aplasta y causa muerte. La salvación está ligada a un operativo ético fundamental: buscar sinceramente al Dios de la vida. "Buscad a Yahveh y viviréis" (5,4.6), que es sinónimo de "buscad el bien y no el mal" (5,14a).
En una sociedad donde la injusticia produce muerte, el Dios de la vida, indisociable de este imperativo ético fundamental, está ligado a un cambio de prácticas, capaz de instaurar una nueva lógica de racionalidad. Sólo ese cambio de intereses podría quizá alcanzar la supervivencia de Israel entre las naciones.
Todas las acciones de Dios se han encaminado a ello sin alcanzar su objetivo. Por ello, la lógica de la muerte, en que se debaten los pequeños del pueblo, alcanzará a aquellos que la producen: por ello Dios suscita una nación más poderosa (6,14). La clase militar en que Israel coloca su esperanza de supervivencia será destruida (3,13-15 y, probablemente 6,1). El "sálvese quien pueda" de la sociedad egoísta, se convertirá en un "nadie se salva" que significa la destrucción de Israel como nación, que tocará a las "señoras de Sacaría" y a los notables del pueblo deportados más allá de Damasco (4,1-3; 5,27; 6,7). Y aunque en 9,12 hay una promesa que señala que la destrucción no será total, conforme a una posible piedad de Yahveh sobre el "Resto de José" (5, 15), la mayoría de los textos parecen indicar que el profeta ve como inevitable el desenlace opuesto, como en 3,12: las dos patas o la punta de una oreja salvadas del león sólo son la prueba jurídica que el pastor (el profeta) ha luchado por una oveja devorada íntegramente.
Pero, más allá de los agentes humanos que dejan a Israel (y a Ammón, 1,15) sin tierra, o que exterminan, la trascendencia del Dios de la vida es comparada a la acción de agentes a los que el hombre no puede controlar plenamente y que destruyen las seguridades que el hombre ha forjado con sus construcciones: fuego (1,4.7.12.14; 2,2.5; 5,6; 7,4), eclipses (8,9), inundación (5,8) y sobre todo el terremoto (1,2; 3,15; 4,11; 8,8; 9,1.5.9). Igualmente, se la compara a la actividad de animales salvajes: langostas (7,1), culebra y oso (5,19) y sobre todo al león con su poder destructor (3,4.12) y con su rugido que atemoriza (1, 2;3,8).
3.3. El terremoto de la Palabra
La Palabra de Yahveh, asume así las características de un terremoto y del león en su furia destructora. "Así dice Yahveh", "oráculo de Yahveh", expresan esta característica destructora que la Palabra de Yahveh realiza en su condena del egoísmo humano. La Palabra de Yahveh destruye las falsas seguridades como aparece en su oposición a la palabra de Amasías y en la capacidad que tiene de encerrar y diluir la palabra del sacerdote de Betel volviéndola ineficaz: "Yahveh me dijo... tu dices... por eso, así dice Yahveh" (7,15b-17a). El mismo Amasías cae en la cuenta de esta fuerza sísmica de la Palabra "ya no puede la tierra soportar todas sus palabras", donde el verbo en cursiva indica en otros contextos bíblicos una vasija que no puede contener lo que en ella se derrama (Cf Jer 2,13; 10,10).
La Palabra es la medida de la construcción de la sociedad y desde ella se convierte en criterio de discernimiento para juzgar una sociedad. Por ello la Palabra condena toda sociedad que desprecia la Ley de Yahveh y no guarda sus preceptos (Cf.Am.2,4). La Palabra puede compararse de esta manera a una plomada que mide nuestras acciones y obras como aparece en la tercera visión.
La trascendencia de la Palabra hace que ésta se convierta en destructora frente a una palabra humana de seguridad: "A espada morirán todos los pecadores de mi pueblo, esos que dicen: 'no se acercará, no nos alcanzará la desgracia'" (9,10)
3.4. La vocación profética
Esa palabra de Yahveh se transmite por la acción de los profetas. Los secretos de Dios están ligados a la actuación de éstos (2,7). Sin los profetas, la sociedad acaba sin puntos de referencia y sin un verdadero apoyo. Se introduce en ella la corrupción y la muerte: "Entonces vagarán de mar a mar, de norte a levante andarán errantes en busca de la Palabra de Yahveh pero no la encontrarán" (8,12). Cuando ellos callan, la sociedad no puede encontrar el designio del Dios de la vida. Por eso la misma presencia profética es acción salvífica de Dios: "Yo suscité profetas entre vuestros hijos y nazireos entre vuestros jóvenes" (2,11). Y sin embargo, la sociedad autosuficiente y egoísta pretende acallar la Palabra profética, quiere impedir esta revelación del Dios trascendente: Por eso hace beber vino a los nazireos y dice a los profetas "no profeticéis" (Cf 2,12).
Ante esta situación, ".. la palabra profética no puede ser neutral, sino que reviste ineludiblemente una dimensión política; y nunca -si es auténtica- estará al servicio del ídolo del poder" (SP.20).
El enfrentamiento entre Amós y Amasías, entre el profeta y el sacerdote, revela esta confrontación entre la Palabra y el poder.
El sacerdote está ligado al Israel de Jeroboam: las amenazas de Amós son para él manifiestas acciones de conspiración, en cuanto amenazan a la estructura social. Por ello su reacción es doble: una notificación al poder, y una orden para Amós de retornar a su tierra. Allí podrá ganarse el sustento profetizando.
A esta orden del sacerdote, Amós responde que la Palabra de Dios no es una profesión redituable: yo no soy (o no era) profeta, ni hijo de profeta.
El origen de su palabra está en la Palabra de Yahveh. De allí su desvinculación del poder y de cualquier otro condicionamiento: Amós ha sido enviado a anunciarla al Israel de Jeroboam, de Amasías. La condena a Israel alcanzará al rey y a Amasías en cuanto cómplice de la estructura de muerte, "a espada morirá Jeroboam" (7,11), "tu mujer se prostituirá en la ciudad, tus hijos y tus hijas caerán a espada, tu suelo será repartido a cordel, tú mismo en un suelo impuro morirás e Israel será deportado de su suelo" (7,17).
Frente a la engañosa continuidad de las clases dirigentes que ofrecen como promesa "más de lo mismo" y el "el fin de la historia", la función profética busca despertar en el pueblo la experiencia del sufrimiento y de la muerte. La sociedad piensa que sus estructuras son eternas y con ello, la lógica del poder cree superar la muerte. El profeta, por el contrario, reenvía a la muerte ya presente en la sociedad, en la medida que nuestra locura ha apartado de la mesa de todos a nuestros hermanos hambrientos y empobrecidos.
CLAVE CLARETIANA
VOZ DE LEON Y DE TRUENOS APOCALIPTICOS
El Señor le hizo entender al Padre Fundador, en el año 1859, la intensificación y la amplitud que quería dar a la misión profético evangelizadora con el símbolo de uno de los ángeles apocalípticos el cual teniendo un pie en la tierra y otro en el mar abrió su boca «Y dio un grande grito, a la manera del león cuando ruge». El símbolo de la fuerza leonina aplicada a la palabra indica la eficacia que le viene de la presencia del Espíritu (Aut 687). Esta voz llenaba la tierra. "Y después que hubo gritado, siete truenos articularon sus voces. Aquí vienen los hijos de la Congregación del Inmaculado Corazón de María... Los llama truenos porque como truenos gritarán y harán oir sus voces» (Aut 686).
El Padre General en la Circular HACIA UN RENOVADO COMPROMISO MISIONERO escribe: "Al releer esta experiencia carismática de Claret y quererla revivir hoy apreciamos la doble invitación: a la misión universal y al anuncio de la Buena Nueva en fidelidad y fortaleza (CC 46). Somos ministros carismáticos de la Palabra y, en fuerza de esta vocación, hemos de potenciar el "kerigma" con valentía en situaciones de frontera, de conflicto, de dificultad" (n.67). "Sin negar el valor y la legitimidad de muchas de nuestras instituciones apostólicas (parroquias, colegios), hay que reconocer que en muchas de ellas, por el estilo de evangelización que llevan, resulta difícil ser truenos apocalípticos". (n. 68).
La intrepidez y la valentía de Amós, constituido profeta por Dios, nos urgen y alientan a asumir y dar respuesta a los retos de un mundo que busca la luz y la esperanza; retos que llegan como llamada poderosa a unos corazones habitados por la Palabra.
CLAVE SITUACIONAL
1. El Dios en quien creemos. Con frecuencia el Dios en quien creen o a quien niegan los hombres de nuestro tiempo se asemeja a un "totem" protectivo de sus miedos y deseos. La invitación a una relación con Dios, viva y personal, que nos haga sentir verdaderamente corresponsables de la creación es una exigencia pastoral urgente en nuestra sociedad.
2. Nuestras ciudades. La ciudad moderna, la grande urbe, explicita una problemática que nos afecta a todos ineludiblemente:
- La fragmentación de la vida: nos sentimos divididos, obligados a vivir a ritmos impuestos por las conveniencias de la ciudad multitudinaria, experimentamos una lejanía de los que nos rodean que tiene sus consecuencias en la vida familiar, cultural, espiritual, en nuestra misma oración.
- La descomposición de la vida política: cada vez es más difícil encontrar, entre las múltiples fuerzas que se disputan el protagonismo de la vida política, líderes verdaderamente interesados por el bien común.
- El pluralismo de la ciudad moderna: la diversidad de razas y culturas que coexisten en la gran ciudad y el ordenamiento de una convivencia pacífica y justa entre ellas se va perfilando como el gran reto a afrontar en el futuro próximo.
La ciudad moderna nos va a ir exigiendo una búsqueda de nuevos modelos de convivencia y de desarrollo que respondan a las nuevas realidades sociales: raza, cultura, religión, marginación,... El mensaje de Amós sigue manteniendo plena actualidad, ¿cómo nos ilumina?
3. Recrear una conciencia ética. ¿Seremos aún capaces de transmitir a las nuevas generaciones el conjunto de valores que han configurado el universo de sentido en el que hemos crecido como personas y que han creado unas formas de vida que consideramos todavía válidas? Hoy, la ausencia de unos principios éticos, que asuman la dignidad de la persona, nos impele a comprometernos en la recreación de unos convencimientos fundamentales dentro de los cuales se encuentren armónicamente todas las religiones y sabidurías.
CLAVE EXISTENCIAL
1. Haciendo memoria de nuestro proceso vocacional, ¿dónde, cuando y cómo ha irrumpido en él la Palabra de Dios y cómo lo ha marcado?
2. Nuestra experiencia misionera claretiana se conecta más con el ministerio profético que con el servicio al culto, ¿cómo expresamos esta identidad profética en nuestra actividad pastoral, en nuestras posiciones y en su ubicación y talante?
3. ¿Experimentamos como urgencia en nuestra acción misionera la necesidad de recrear una conciencia ética? ¿Cómo intentamos responder a este reto?
4. Los medios de comunicación social tienen una influencia capital tanto sobre nosotros mismos como sobre el pueblo. ¿Cómo experimentamos su influencia sobre nosostros mismos? ¿Cómo colaboramos a una educación crítica del pueblo frente al mensaje que difunden esos medios? ¿Cómo asumimos en nuestro ministerio la tremenda fuerza evangelizadora que tienen los medios de comunicación social?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: Am 6,1-14.
3. Diálogo sobre el tema III en sus distintas claves.
4. Oración de acción de gracias o de intercesión a partir de lo compartido en la comunidad.
5. Canto final.