Sinópticos VIII
TEMA 8:
COMUNIDAD DE SEGUIDORES DE JESUS
TEXTO: Mc 1,16 - 3,19; Mt 10; 18; 23,1-12; 28,16-20;
Lc 9,1-10,23; Hech 1-8
(Para la reunión comunitaria: Hech 4,23-37)
CLAVE BÍBLICA
1. NIVEL LITERARIO
1.1. Algunos géneros relacionados con la "comunidad de seguidores"
1.1.1. El género "encargo pascual de misión"
Bajo el rótulo de "encargo pascual de misión" se pueden catalogar diversas apariciones del Resucitado que se nos presentan bajo dos tipos o formas fundamentales.
Una primera forma, semejante a los relatos de vocación-misión del Antiguo Testamento, consta de los siguientes elementos: presentación, misión y promesa. La encontramos en su forma más pura en Mt 28,16-20 y, con algunos otros elementos, en los relatos de la conversión de Saulo que consignan los Hechos de los Apóstoles. La presentación y la promesa del Señor tienen como única finalidad la de dar autoridad a la misión encomendada que está dirigida a todo el género humano en su conjunto. Quien gobierna la historia de los hombres se hace presente y promete su asistencia para cumplir la misión encomendada.
El segundo tipo ofrece tres elementos fundamentales colocados entre la descripción de la situación y la conclusión: iniciativa, paulatino reconocimiento y misión. Está presente en Lc 24,36-53 y Jn 20,19-29 y es semejante al de las apariciones individuales de Mt 28,9-10 a algunas mujeres y de Jn 20,11-18 a María Magdalena. El reconocimiento paulatino asegura la continuidad del presente con el Jesús de Nazaret del pasado y abre a la misión que consiste en continuar su obra, continuación transfigurada por la presencia del Espíritu Santo. Los tres tiempos se conectan en un encadenamiento histórico. El género tuvo origen probablemente en las comidas después de la Muerte de Jesús en que los discípulos recordaban a su Maestro y en las que la presencia del Cristo transformaba este recuerdo en realidad pascual.
En ambos casos las apariciones no tienen un interés principalmente apologético sino que se ponen en íntima conexión con el ministerio apostólico, como aparece también en 1 Cor 15,3-10. Ellas tienden a recalcar lo que significa la Pascua para la Iglesia: para su existencia, trabajo misionero, culto, interpretación de la Escritura, instituciones y esperanzas. Se trata en todos los casos de la justificación de la misión eclesial.
1.1.2. El género paradigma vocacional
A diferencia de los relatos examinados precedentemente los "paradigmas vocacionales" se encuentran ubicados en textos que se refieren al tiempo de la actuación terrestre de Jesús. Sus características son: perfección redondeada del relato que no necesita introducción ni epílogo, brevedad y sencillez en que no aparecen rasgos personales ni biográficos, tono religioso de "edificación", relieve que asumen las palabras de Jesús como regla de fe y vida que interpela a todo aquél que tiene acceso al texto. Como relatos de este género podemos destacar las vocaciones de Mc 1,17-18.19-20 y 2,14.
Este tipo de paradigma tiene como único modelo bíblico anterior la "escena ideal" del llamamiento de Elías a Eliseo en 1 R 19,19-21, en que aparecen también el llamamiento del profeta, su profesión anterior, la mención del padre y el seguimiento del llamado.
El recurso a la relación entre Elías-Eliseo hace posible la conexión con el género anterior en cuanto la "vocación como sucesión", que aparece en el relato del ministerio de Elías, está presente como categoría implícita en muchos relatos pascuales y, de forma explícita, en la subida de Jesús a los cielos en el comienzo de los Hechos de los Apóstoles.
1.2. Vocabulario de la vocación: "ver", "seguimiento", "llamar"...
Otro elemento común entre ambos géneros es la presencia del verbo "ver". En los paradigmas vocacionales, Jesús aparece como sujeto de este verbo empleado en su forma activa. El mismo verbo (o el sinónimo de Hch 1, 3: "aparecerse") se encuentra en su forma pasiva en los relatos de las apariciones pascuales, también referido a Jesús, con el sentido de "hacerse ver". En todos los casos se trata de señalar que el sujeto que toma la iniciativa de cada llamamiento es el Jesús terreno o el Cristo glorioso.
Otra característica que se señala en los textos es la íntima unidad de esta visión con la audición a la que está subordinada. Como en 2 Cor 12,4.9; Gal 2,2; Hch 16,9 en que se conectan con el oficio de Pablo y como en todo el ámbito hebreo, la visión está narrada en función de una palabra que el beneficiario de la aparición debe aceptar y transmitir. El acento recae así sobre una orden o un llamamiento que se debe cumplir.
El contenido de la orden suele expresarse por un verbo de movimiento. Dicho movimiento puede tratarse de un acercamiento, como en los paradigmas vocacionales, o del alejamiento para cumplir la misión encomendada como en los apariciones pascuales.
En el primer caso se remarca el "detrás de mí", expreso o implícito en el significado del verbo seguir. Los términos expresan, además del sentido normal, la comunión del seguidor con el que llama. Se trata de un andar detrás que incluye un vivir como el que llama.
Por otro lado, el enviado se sabe depositario de un encargo para cuyo desempeño debe situarse en el horizonte de la voluntad de quien lo envía. Éste le exige vivir como él y le pide una completa subordinación para hacerle depositario de su autoridad. De ahí que el "enviado o apóstol" deba anular la propia autonomía y colocar toda la vida en el marco de las exigencias de Jesús.
Otro grupo de términos referidos al seguimiento gira en torno al verbo "llamar" y sus derivados. Dicho verbo, además de sus sentidos de nombrar, llamar o invitar, adquiere, en el vocabulario bíblico, el sentido vocacional cuando Dios o Cristo llaman a alguien con la autoridad que les es propia.
De la forma del llamar se ha originado el término de "Iglesia", "convocación", "asamblea". Tomada del ámbito griego, en que el término tenía la significación de reunión de hombres libres de una ciudad, incluye el sentido de la asamblea religiosa hebrea (qahal), y se introduce en el N.T. por obra de Pablo para colocar en un plano de igualdad las asambleas de la Diáspora con las asambleas palestinas. Los componentes de estas asambleas reciben también otros nombres como "hermanos", "santos", "discípulos".
La pluralidad presente en el singular colectivo o en el plural de los últimos términos mencionados, lo mismo que el carácter eminentemente comunitario de los encargos de la misión y de la "ejemplaridad" de los paradigmas vocacionales para la vida de los miembros de la comunidad, hacen que las vocaciones sean entendidas siempre como convocaciones, en las que queda implicada una pluralidad de personas en torno a Jesús.
2. NIVEL HISTORICO
2.1. Diversas comprensiones del seguimiento en las comunidades
A pesar de la aparente uniformidad con que han sido presentadas estas asambleas, sobre todo en los Hechos de los Apóstoles, es posible descubrir las diferencias de pensamiento y acción y las evidentes diversidades entre unas y otras.
Sería imposible presentar todos los tipos de comunidades existentes. Sin embargo, parece útil intentar describir los rasgos de algunas que se revelan en el transfondo de los textos presentados como objeto de la lectura.
2.1.1. Comunidades "proféticas"
En los discursos de Pedro (Hch 2-3) se pueden descubrir los rasgos de una comunidad preocupada por el testimonio y la actividad exhortativa en un entorno hostil al que califica como "generación perversa"(Hch 2,40; cf. Dt 32,5).
En dichos discursos Pedro aparece como "profeta cristiano" que invita a la conversión (cf.también Hch 3,19-26) a un entorno hostil que se burla de la actividad de la comunidad y de los fenómenos que se realizan en su seno ("al producirse aquel ruido ...decían riéndose: están llenos de mosto" Hech 2,6a.13b), que, en verdad, son actuación del Espíritu ("y se pusieron a hablar en ...lenguas según el Espíritu les concedía expresarse" Hech 2,4)).
Dicho don del Espíritu, cuyos efectos son constatables en el testimonio y en la actividad exhortativa de la comunidad, se conecta con la Ascensión de Jesús, del mismo modo que el don de la Ley era conectado con la ascensión de Moisés en el pensamiento judío de la época. Dicha asimilación, que cumple el anuncio de Dt 18,15, comprende también la misión terrena de Jesús cuyos "signos y prodigios" (Hch 2,22-24) lo asimilan a la actuación mosaica (cf. Dt 4,34; 6,22; 29,2; 34,11).
Tú subiste al firmamento, profeta Moisés, tú llevaste cautiva a la cautividad, tú enseñaste las palabras de la ley, tú diste dones a los hijos de los hombres.
Targum del Sal 68,19 citado por Gourgues M. en "Misión y Comunidad", p.23. Cuadernos bíblicos, n.60 |
A Jesús, en su misión terrena, se le atribuye el título de Nazareo, título que lo conecta probablemente con los nazaraioi o nazarayya de distintos grupos bautistas que se autodenominaban con estas palabras que significan "observantes" o "guardianes".
Respecto a la pasión de Jesús, se señala la responsabilidad de las autoridades judías y junto a ella se menciona "el determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hech 2,23). En Hech 3,19-26 la relación entre estos dos elementos se explica a partir de la conexión de Moisés con el Servidor sufriente de Is.53. El "Hijo de Dios" es el nuevo profeta como Moisés, "suscitado"(v.22) como éste lo había anunciado, pero también "resucitado"(v.26) como el Servidor sufriente, entregado por las autoridades judías (cf.Is 53,6ss) pero glorificado por Dios (cf.Is 52,13).
El carácter profético de Jesucristo se remarca también en el anuncio de la resurrección. Con este fin se recurre al salmo 18 que se cita según la Biblia griega aunque el sentido de la cita expresa una mentalidad común de distintos grupos judíos, incluso palestinos, que lo referían a David y que según la mente de la primitiva comunidad debía ser referido a Cristo de quien pudo hablar David gracias a su posesión del carisma profético.
2.1.2. Una comunidad helenista y samaritana
La comunidad ligada a la actuación de Esteban (Hch 6-7) se presenta como "asamblea del desierto" y, por consiguiente, para explicar la actuación de Jesús remite también a Moisés, pero remarcando rasgos un poco diferentes de la anterior en puntos que giran en torno a la Ley, el Templo y la apertura a la misión fuera del ámbito judío.
En los abundantes versículos referidos a Moisés en el discurso de Esteban (Hech 7,1-53), se rescata sobre todo su condición de libertador y sólo en el v.38 se menciona su actividad respecto a la Ley, que es definida como "palabras de vida". Junto a él aparece Josué, figura clave en la tradición samaritana, que introduce la Tienda en el país ocupado por los gentiles y, de esta forma, se sale al encuentro de los rasgos proféticos de las esperanzas samaritanas del Ta'eb ("El que restaura"). La conexión entre Moisés y Josué (cf Nm 27,16) está ya presente al comienzo de Hch 6 en que los Siete se muestran como sucesores autorizados de los Doce.
Se afirma que la ley, como programa de liberación, ha sido rechazada, pero que el proyecto de Moisés sigue presente si se obedecen las palabras de vida de un nuevo Moisés. La circuncisión ha sido dada, pero los israelitas son incircuncisos, porque renegaron de los profetas y no observaron la ley. De ahí que Moisés y Jesús compartan los mismos títulos y calificativos, identidad de una misión y de un destino signado por la incomprensión y negación (Hech 7,23-29). El nuevo Moisés que Dios suscitaría (resucitaría) había sido anunciado por el Moisés del Sinaí (Deut 18,15 se traslada de su lugar natural a la teofanía del Sinaí conforme al Pentateuco Samaritano y a Qumram).
El rechazo del programa liberador ha impedido la realización de la promesa de la tierra, incumplida mientras los creyentes vivan fuera de la patria. Con ayuda de la Biblia de la diáspora y de las tradiciones samaritanas, los helenistas y agentes de la misión samaritana leen así toda la historia de la salvación cuyo escenario principal se sitúa fuera de la Palestina. A ella pertenecen Abraham, el expatriado, y José, el deportado. Ambos padres han muerto en el extranjero y han sido sepultados en país samaritano, y con "el más allá de Babilonia" (Hech 7,43) se reemplaza el exilio samaritano por el exilio judío. El relato refleja la opinión de aquellos que toman partido a favor de los helenistas en su conflicto con los Doce, que querían restringir la Misión al ámbito judío.
Frente a todos los que, como éstos últimos, entendían las palabras de Jesús contra el Templo como una invitación a la conversión en vistas a un Israel restaurado, los Helenistas reivindican la incondicionalidad de las palabras contra el Templo. El culto en este lugar (Hech 7) no se refería a la tierra santa ni al Templo sino a un culto que todavía debe venir y que reunirá a todo el pueblo de Dios. Para ello el presente culto es ineficaz porque está viciado después de la vuelta de los padres, en "su corazón", a Egipto y a la idolatría de un becerro obra de sus manos. Esto ha sido la causa de que Dios los entregara al culto del ejército del cielo y ellos se han colocado en abierta oposición a las prescripciones de Deut 4,19 y 17,3.
El culto que todavía debe venir deberá ser semejante al de la Tienda del Testimonio, no hecha por manos de hombres, a diferencia de las imágenes idolátricas (Hch 7,43). Dios, que ha ofrecido un lugar a su pueblo (7,45), permitiendo el Templo de Salomón no ha limitado a éste su presencia salvífica, y así la promesa a Abraham queda en vigor más allá del Templo, en que el culto ha sido viciado por una historia de desobediencia. Por ello el Templo lleva en sí mismo su ruina.
2.1.3. Comunidad en ruptura con la Ley
Más radicalizada en su posición contra la Ley, la comunidad descrita en los primeros capítulos de Marcos (sobre todo en lo que parecen ser sus estratos más antiguos) pasa por alto las distinciones entre pureza e impureza ritual y pone en cuestión el régimen de la Ley.
Los textos reflejan las tensiones entre dos grupos de seguidores. Y
aunque se señala la importancia de uno de los grupos formado por los "Doce" instituídos ("hechos") por Jesús (3,14.16), dicha elección no parece constituir un privilegio, sino más bien una forma de llevar adelante el designio salvador de Dios y de Jesús respecto al pueblo.
Por ello se tiene cuidado en señalar que los "publicanos" y "pecadores" (2,14-15) reciben la misma llamada que israelitas mucho más observantes (cf 1,16-20), entre los que se cuentan algunos zelotes como Simón, el cananeo (3,18).
Desde una fuerte de conciencia de haber experimentado el perdón de Dios (2,1-12), los miembros de la comunidad recurren a la práctica de Jesús para justificar su independencia frente a importantes artículos de la Ley como son el compartir la mesa con los pecadores (2,15-17), la exclusión de todo ayuno (2,18-22) -que se mitiga con la introducción posterior de los vv.19b-20-, y la libertad en el comportamiento respecto al cumplimiento del descanso sabático (2,23-28).
Muy probablemente, sólo en época posterior, esta radicalidad frente a la Ley deja lugar a una actitud más matizada como aparece en el relato de la curación de un leproso del final de Mc 1 que sirve de enlace entre las dos jornadas de Cafarnaúm (Cf. 1,21 y 2,1). El "no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio" del v.44 habla de un Templo todavía en funcionamiento y pide la obediencia a la Ley, aunque se relativiza su valor colocándola en relación no con Dios sino con Moisés.
2.2. El origen de las diversidades
Dejando de lado, por razones de brevedad, comunidades que como la de Mateo cuentan con "escribas cristianos" y que se apartan del radicalismo de Marcos buscando conservar el valor de la Ley, del sábado y de la "tradición de los antiguos", o como la de Lucas cuidadosa de señalar la importancia del Espíritu, es conveniente explicar el origen de estos diversos modos de ser "seguidores de Jesús" en la comunidad primitiva.
Las diversidades se encuentran ya en el origen de la historia de cada seguimiento, al que cada uno llega marcado por experiencias personales y grupales distintas. Fariseos, zelotas, discípulos del Bautista, escribas y publicanos (por no citar más que algunos grupos de procedencia) comprenden de distinta forma el llamado que Jesús les dirige.
Hay, sin embargo, ciertos puntos claves en que las diferencias se ponen de relieve.
En primer lugar, la compresión por parte de los distintos grupos de la relación de Jesús con el movimiento profético en general y, en particular respecto a concretas figuras proféticas (Elías, Moisés) o al movimiento bautista que le dio origen.
Otro punto reside en la comprensión de su posición frente a la Ley del Antiguo Testamento y, en concreto, frente la circuncisión y al Templo que suscitaban distintas interpretaciones por parte de los distintos grupos.
Finalmente no se debe olvidar las múltiples respuestas que surgen del modo en que las comunidades se colocan frente al mundo no-israelita.
2.3. La relación con el poder imperial
Sin embargo, las aspiraciones a la unidad por parte de las comunidades y el temprano enfrentamiento con los poderes de la época hacen de fuerzas unificadoras entre todas ellas.
Los problemas con el judaísmo oficial, especialmente con el partido de los saduceos, muy pronto producen dificultades con el poder imperial especialmente en la región Siro-Palestina y en Egipto.
Para las autoridades romanas, el nombre cristiano es asociado muy pronto a desórdenes públicos a causa de la condena de su fundador, como aparece en Suetonio que, refiriéndose a Claudio, afirma: "El expulsa de Roma a los judíos que se sublevaban continuamente por instigación de un cierto Crestos" (Vida de los Doce Césares). Dion Casio data el mismo acontecimiento en el primer año de Claudio, y en una carta del mismo Claudio a Alejandría se habla de "revoltosos judíos llegados de Siria o Egipto". Estos conflictos en diversos lugares del imperio están posiblemente ligados a los disturbios en Antioquía, centro de una misión cristiana, en el tercer año (37 d.C) del reinado de Calígula, de los que hablan otras fuentes. Conflictos que, en cierto modo, tienen su origen en la reacción ante la predicación cristiana. Con dichas noticias concuerdan el texto de Hch 18,2 referente a Aquila y Priscila y una posible traducción de Hch 11,26b ("recibieron el nombre de cristianos" en lugar de "se dieron el nombre de cristianos") en que el sujeto de la imposición del título sería el poder romano de Siria ante los disturbios del tercer año de Calígula.
3. NIVEL TEOLOGICO
3.1. El paso del anuncio del Reino al anuncio del Resucitado
La tendencia a la unidad, más allá de las diversidades manifiestas entre las distintas comunidades, hace descubrir rasgos comunes a todas ellas, a su fe, predicación y praxis eclesial.
Una primera característica es la siguiente: Jesús, durante su ministerio terrestre, tiene como único objeto de predicación el anuncio del Reino de Dios. Desde la experiencia pascual se puede constatar un cambio de objeto ya que los discípulos anuncian la resurrección de Jesús. Sin embargo, el cambio, en apariencia notable, no lo es tanto en realidad. Reino de Dios y resurrección de los muertos aparecen íntimamente ligados en gran parte del pensamiento judío de la época de Jesús.
Dicha unión tiene su origen en tiempos de la persecución seléucida. El dar la vida por Dios en el martirio y en la lucha por la independencia tiene sentido y encuentra su justificación desde la comprensión de Dios como Señor de vivos y de muertos, y que, por tanto, puede suscitar (resucitar) la vida en aquellos que murieron por la causa del Reino.
Anunciar la resurrección de Jesús es anunciar, por lo tanto, que el Reino ha llegado y han comenzado los nuevos tiempos, inaugurados por el profeta escatológico (Elías o nuevo Moisés), el mesías davídico, o el Ta'eb samaritano.
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Los relatos pascuales nos colocan frente a esta convicción de la comunidad primitiva de que el Reino ha comenzado con la resurrección de Jesús, en quien se ha hecho manifiesto el poder vivificador del Dios de la Vida.
Esta convicción de que han llegado los últimos tiempos en que los muertos han resucitado (Mt 27,52-53), de que hay ya un cielo nuevo y una tierra nueva y de que la resurrección es posible también para los hombres, lleva a la propuesta de una nueva forma de relación. Se apunta a una "comunidad alternativa" que surge en medio de la historia como hecho escatológico, que exige una decisión definitiva y ante la cual es necesaria la conversión personal para hacer realidad en la propia vida el nuevo tipo de exigencias que el Reino presupone.
De esta forma surge la propuesta de un hombre libre frente a la historia, un hombre que es capaz de triunfar sobre los condicionamientos históricos, sobre la resignación, el cinismo y la hipocresía. Nace la posibilidad de entregar la vida a causa del Dios del Reino, en favor de los otros, superando las esclavitudes, los miedos y los fracasos de la historia humana. La comunidad hace suya así la suprema libertad (parresía) que la conforma a su Señor y que la lleva a enfrentar a los poderes de la Muerte instalados en los poderes de este mundo.
3.2. La comunidad y la memoria del Crucificado-Resucitado
Por ello, proclamar el advenimiento del Reino de Dios en la resurrección de Jesús sólo es posible en el desenmascaramiento de las opresiones de los reinos de este mundo. Jesús no murió sino que fue muerto. La esperanza del Reino se ofrece a todos, pero sus destinatarios directos son aquellos que sufren la injusticia de los reinos de este mundo. El "vosotros lo matásteis" entiende la resurrección como la contrapropuesta del Dios justo a la injusticia de los hombres que condenaron al justo e inocente.
El tipo de apariciones en que se hace mención del paulatino reconocimiento del Resucitado tiende a asegurar la íntima conexión entre los momentos de muerte y resurrección. Y esto a pesar del escándalo que significaba para el mundo judío la muerte infamante de la cruz.
(Antonio) fue, entre los romanos, el primero que mandó matar un rey con un machete; pues suponía que, de ningún otro modo, los judíos podrían ser llevados a reconocer a Herodes como rey en lugar de aquél..., en tan gran concepto tenían a su antiguo rey. Por eso creía que, con una muerte tan escandalosa, sería borrada su memoria de entre los judíos y debilitado su odio contra Herodes. Estrabón, Segundo Ant. 15,9, citado por Theissen G. en "Sociologia do Movimento de Jesus", p.88, Vozes-Sinodal 1989 |
La comunidad asume la tarea del anuncio con la convicción que "le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo"(Mt 10,25) y que "todo el que esté bien formado, será como su maestro" (Lc 6,40).
3.3. Comunidad de "testimonio"
Ello hace que la comunidad quiera expresar su fe, más allá de sus formulaciones, en el seguimiento de Jesús. Seguimiento de Jesús que comprende, ciertamente el momento terminal de su existencia, pero que abarca también sus momentos previos.
Porque la muerte de la que se trata, no es la muerte de una víctima, sino la muerte de un testigo de la Causa del Reino. Una muerte en que el testimonio del Reino ha encontrado el rechazo concreto por parte de los egoísmos humanos, que llevaron a la condena del Testigo.
Sólo en este seguimiento concreto la comunidad descubre el significado de la misión y la persona de Jesús. Descubre que el Reino está ligado indisolublemente a la salvación para los pobres y marginados y que la forma concreta de su realización no puede prescindir de la actuación histórica de Jesús.
De ahí la importancia que reviste "la enseñanza de los apóstoles" en los sumarios de los Hechos de los Apóstoles. La fe de la Iglesia siempre está íntimamente ligada con aquellos que fueron "testigos" de la vida de Jesús: " Él pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén" (Hch 10,38-39)
Tanto estos testigos que se definen "como los que comimos y bebimos con él, después de que resucitó de entre los muertos" (10,41), como los restantes seguidores tienen como función principal reproducir la vida de Jesús. A diferencia de la institución del discipulado entre los rabinos que es fruto de la elección del discípulo y que está condicionada al aprendizaje de la Ley y es, por consiguiente, temporal, el discipulado cristiano reviste las características siguientes:
1) La elección parte de la iniciativa de Jesús o de Cristo como aparece en todos los géneros literarios sobre vocación examinados en el nivel literario.
2) No alcanza su objetivo con la asimilación del contenido de la Ley sino que tiene que ver con la Causa del Reino y a su Mediador,
3) Engloba toda la vida, que debe ser dedicada íntegramente a dicha Causa.
Desde la persona y misión de Jesús surgen dos actitudes comunitarias respecto a su entorno: simpatía del pueblo y libertad frente a los poderes.
3.3.1. La simpatía del pueblo
En los sumarios de los Hechos, Lucas distingue cuidadosamente entre la actitud desfavorable de los dirigentes y la reacción favorable del pueblo (cf. 2,43.47; 4,21.33; 5,13.26). De este modo conecta la reacción frente a la comunidad con la reacción frente a Jesús y para ello reproduce, con otras palabras, lo que había relatado en Lc 19,47 respecto a las respuestas suscitadas a partir de la enseñanza de Jesús. La buena acogida del mensaje se expresa también en las cifras abultadas de los que aceptan la predicación cristiana, que consignan los Hechos.
3.3.2. Libertad frente a los poderes
Por el contrario, la práctica misionera de la comunidad se encuentra muy pronto con la oposición del judaísmo, en especial del grupo saduceo. El conflicto interno con la sinagoga se convierte muy pronto en conflicto con el poder político judío y romano. Por ello, cuando la comunidad se dirige a Dios diciendo: "ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con valentía"(Hech 4,29), la motivación de su oración surge del comentario que se hace de Sal 2,1-2: "verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y los pueblos contra tu santo siervo Jesús" (Hch 4,27)
Del seguimiento cristiano, surge inevitablemente el conflicto con los mismos poderes de Muerte que llevaron a la condena de Jesús.
3.4. La práctica comunitaria interna del seguimiento
3.4.1. La koinonía
Esta vida de seguimiento impone un nuevo modo de realización de las relaciones comunitarias para que reflejen la realidad del Reino anunciado. Desde este nuevo modo se deben comprender "koinonía" y vida comunitaria, según aparecen en la primera parte de los Hechos.
En ella, frente un orden construído en torno a la circulación del dinero se opone otro ámbito de circularidad, el de la comunión. Desde la explicación de Pedro frente al paralítico: "El les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: No tengo plata ni oro; pero lo que tengo te doy..."(Hch 3,6), hasta la respuesta de Pedro a Simón que al ver "que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu, les ofreció dinero...: Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero" (Hch 8,18.20), dos órdenes de valores aparecen en contraposición, y la comunidad afirma su pertenencia al ámbito de la comunión.
Los sumarios de los Hechos insisten en esta actitud de desprendimiento, única forma de destruir el orden de la codicia y de la opresión. La "comunión" de la que hablan dichos sumarios se refiere, como en el resto del Nuevo Testamento, a la distribución de bienes materiales.
La práctica comunitaria del seguimiento, a partir de la enseñanza de Jesús de renunciar a todo lo que se posee (Lc 14,33) y de darlo en limosna, junto a la situación concreta creada por el seguimiento de los galileos, impulsa a la vida comunitaria hacia un desprendimiento concreto que pone los presupuestos previos para que los bienes materiales puedan unir y no separar. Así mismo, empuja a una atención privilegiada a los necesitados de modo que la ayuda mutua sea capaz de desplazar el orden de la codicia que reina entre los hombres y de hacer posible que no haya "entre ellos ningún necesitado" (Hch 4,34. cf.2,44), haciendo realidad las exigencias de Dt 15,4.
3.4.2. La comunión de fe
Esta ayuda mutua surge como expresión natural de la comunión de fe, expresada por la mención de "un solo corazón" aplicada a la comunidad. Y aunque la tradición profética de Hch 2-3, examinada anteriormente, habla poco de las exigencias éticas concretas de la comunidad, crea, sin embargo, a partir del don del Espíritu al nuevo Moisés, un clima de unidad expresado por la constante repetición del "juntos" (2,1.44; Cf. también 1,14; 4,32).
De ahí surge, como necesidad del seguimiento, la fraternidad expresada repetidamente por la preferencia (especialmente en Hechos y en Mateo) del título de "hermanos" para significar la realidad comunitaria y por la importancia que se concede a la fracción del pan como forma de unidad comunitaria.
La comunidad comprende que la práctica de Jesús significa una renuncia a toda práctica de dominio, de títulos que jerarquizan, de superioridad manifiesta o encubierta entre sus miembros (cf.Mt 23,8-11).
3.4.3. El respeto a la diversidad
La diversidad de la predicación cristiana según los predicadores y destinatarios de la predicación muestran que esta fraternidad se traduce en un respeto a las diversidades existentes en el seno de las comunidades.
Los discursos misioneros de los Hechos son un ejemplo de este respeto, no sólo frente a la tradición judía o samaritana de los oyentes sino también frente a la de los prosélitos (Hch 10) o la de los paganos (Hch 17).
Las tensiones se superan desde el mensaje universal del Resucitado en el que la comunidad descubre una fraternidad sin fronteras que lleva incluso a superar la práctica del Jesús terrestre como aparece de la comparación entre Mt 28,19 y Mt 10,5-6.
CLAVE CLARETIANA
COMUNIDAD PARA LA MISION
"Somos una comunidad convocada por el Espíritu para el anuncio misionero de la Palabra" (SP 7).
El inicio de nuestra Congregación define claramente la identidad de la nueva comunidad que nace en la Iglesia, de ese pequeño grupo de sacerdotes jóvenes, animados por un mismo espíritu (cf. Aut 489): la vida en común y el trabajo ministerial de la predicación expresan el proyecto de Dios sobre aquel pequeño grupo que se reunió en el Seminario de Vic el 16 de julio de 1849 (cf. Aut 491).
"Vivir con autenticidad nuestra comunitaria vocación misionera pide un esfuerzo no indiferente. No lo dudamos. No se vive en claretiano por el mero hecho de haber dado el nombre a la institución, por dedicarle unas horas de trabajo y ofrecer nuestra simpatía a las personas que con el correr de los años han llegado a ocupar un puesto importante en nuestro ámbito afectivo. Sólo si profesamos cada día el seguimiento de Cristo Ungido y Enviado, Hijo de María, que nos asocia a su misión salvadora, como nos indicó el Fundador, podemos decir que nos estamos identificando vocacionalmente en una comunidad al servicio de la Iglesia" (MCH 130).
Para mantenernos como comunidad de discípulos enviados a anunciar la Buena Nueva del Reino (cf. MCH 147), necesitamos dar a la Palabra el primado en nuestra vida comunitaria, ya que "habitada por la Palabra, como el Corazón de María, nuestra comunidad no vivirá nunca dividida ni instalada (cf. Lc 1,38-39), nunca será insensible a los clamores de Dios en los hombres (cf. Jn 2,3), ni servirá a ningún tipo de ídolos (cf. Lc 1,49.52). Será buena tierra que dará mucho fruto (cf. Lc 8,15.21). Proclamada por una comunidad de hermanos que viven unidos con Jesús y en Jesús (cf. Mc 3,14; Jn 17,23), la Palabra del Reino será creíble y atrayente" (SP 7).
Releer, con un talante claretiano, los textos evangélicos que nos manifiestan la visión de Jesús sobre la comunidad que deben constituir sus seguidores, supone, por una parte, sentir profundamente el gozo de haber sido llamados y, por otra, revisar la fidelidad concreta de cada comunidad claretiana a esta llamada.
CLAVE SITUACIONAL
1. De los Hechos de los Apóstoles. Es importante meditar en la relación entre el "Impulso" del Espíritu y el Poder. El Poder del Sanedrín, de la Economía, de la Violencia, de las Armas. El Impulso del Espíritu: apenas un hálito de viento que libera a los hombres. 1995, siglo veinte, era atómica: ¿sabemos dar crédito al Soplo? Pedro y Juan hablaron y luego comenzaron todos juntos a alzar palabras al cielo. Contemos también nosotros los agujeros negros, los recovecos, los lugares secretos de la historia y la irrupción de improviso de las liberaciones. Pongamos los recursos en común. Recursos compartidos ahora quizá sólo en el interior del propio grupo. ¿Cómo poner nuestros recursos al servicio del mundo que los necesita para multiplicar los suyos propios y superar el peso inaguantable de las deudas?
2. La comunidad de discípulos de Jesús es una sociedad pluralista, articulada dentro de una relación de unidad. El testimonio de vida, el diálogo, la proclamación del Evangelio, el servicio de la caridad pone sus raíces en los contextos históricos de cada uno de los grupos humanos. Todo colabora al servicio del Reino. El leer antes la diversidad que confluye en la unidad que la unidad de la cual se deriva la diversidad, no es una operación con la que se cuenta; hay que acentuar la riqueza carismática de cada iglesia particular y la consiguiente necesidad de diálogo y de conocimiento del otro. Hagamos este "ejercicio" partiendo de las iglesias locales en las que vivimos y a las que servimos. ¿Qué puede aportar nuestra comunidad/Iglesia para enriquecer la comunión universal? ¿Qué está recibiendo de las otras comunidades/Iglesias.
3. La comunidad de discípulos de Jesús y la relación con los poderes de este mundo. Hay que romper con el modelo patronal y asumir el "rostro del varón de dolores"; la debilidad de la comunidad será fuerza y victoria si representa el misterio de la debilidad, de la humildad y de la mansedumbre de nuestro Dios. ¿Cuáles serían hoy, en nuestra situación concreta, las características de una comunidad/Iglesia capaz de testimoniar este misterio?
CLAVE EXISTENCIAL
1. Contemplando la iglesia de los apóstoles que proclama la primacía de Pedro, nos sentimos interrogados sobre nuestra fe cristiana. Nuestra fe ¿no es quizá, a veces, más dudosa que cierta? ¿más tradicional que personal? ¿más verbal que vital? Como comunidad de fe ¿somos capaces de compartir nuestra vida y los dones que el Señor nos da?
2. ¿Cuáles y cómo son las relaciones dentro de la comunidad? ¿Cuál es el proceso de integración con ella? ¿Cómo articulamos la participación en la vida de nuestra comunidad con la que vivimos en otros grupos con los que estamos ligados apostólicamente? ¿Qué peso damos en nuestra vida cotidiana a los elementos que nos constituyen como comunidad: la Eucaristía, la Palabra, la presencia de María, la relación abierta y activa con el pueblo?
3. ¿El proyecto claretiano hoy explicita el proyecto de Jesús? ¿Qué debemos mejorar, revisar, cambiar? ¿Qué estructuras y estilos son capaces de promover la conciencia de "comunidad congregacional"? ¿Qué papel juega en el instituto la autoridad? Fuera del ámbito de la autoridad institucional ¿damos espacio a aquellas personas que ofrecen propuestas capaces de motivar una respuesta misionera más creativa para los problemas y las urgencias del mundo actual? ¿Somos capaces de acoger personas con mentalidad, edad, sensibilidad diversas?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: Hech 4,23-37
3. Diálogo sobre el tema VIII en sus distintas claves.
* Recordar lo que se ha indicado en el folleto PRESENTACIÓN acerca del encuentro comunitario.
* Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial.
4. Oración de acción de gracias o de intercesión.
5. Canto final