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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

Sinópticos IX

 





TEMA 9:

MARIA, MUJER DEL REINO

 

 

TEXTOS: Mc 3,20-35; Mt 1,1-2,23; Lc 1,5 - 2,52; 11,27-28; Hech 1,12-14.

 

(Para la reunión comunitaria: Lc 1,26-38)

 

 

CLAVE BÍBLICA

 

1. NIVEL HISTÓRICO

 

1.1. La mujer en el tiempo de Jesús

 

1.1.1. La mujer en el judaísmo

La cultura judía de Palestina era una de las más patriarcales del mundo mediterráneo. La mujer quedaba confinada al ámbito de la familia y del hogar. No podían prácticamente tomar parte en la vida pública, especialmente en aquellas familias más preocupadas por un cumplimiento estricto de la Ley. Incluso, en general, se consideraba más adecuado para una mujer, particularmente para una mujer soltera, no salir de casa. Las mujeres casadas salían de casa con su rostro cubierto, aunque, en las zonas rurales debido a la participación de la mujer en los trabajos del campo, el cumplimiento de esta norma no era tan estricto. La mujeres recibían una cierta educación básica en sus propios hogares, aunque ésta se centraba sobre todo en una preparación para las tareas domésticas. No hay datos que nos permitan afirmar que, antes del ministerio de Jesús, se permitiese a las mujeres ser discípulas de algún maestro famoso.

En cuanto a la posición legal de la mujer en el judaísmo primitivo, había diversidad de pareceres. Algunos, por ejemplo, aceptaban el testimonio de la mujer, mientras otros no. La posición de las hijas era siempre inferior a la de los hijos. En relación al derecho de herencia, el de la mujer era mucho más restringido. Los hijos varones y sus descendientes tenían preferencia sobre las hijas.

Con frecuencia se concertaba el matrimonio de las hijas a una edad muy temprana. La joven pasaba del control del padre al del marido, sin que la propia opinión de la muchacha fuese, en realidad, tenida en cuenta. Hasta los 12 años y medio, una muchacha no tenía ningún derecho a oponerse a un matrimonio concertado por su padre. Solamente la joven que había superado esta edad lograba una "independencia" en este aspecto; no podía ser obligada a casarse en contra de su voluntad. De todos modos, la edad más común para concertar el matrimonio de una joven era entre los doce años y los doce años y medio. La mujer prometida era ya llamada "esposa", podía quedar viuda, verse alejada de su esposo por el divorcio y ser castigada con la muerte si cometía adulterio. El matrimonio tenía lugar ordinariamente un año después de que éste fuese concertado. El matrimonio entre familiares era muy común; por ejemplo, el matrimonio con una sobrina. Solamente después del matrimonio la joven pasaba del dominio de su padre al de su marido.

La poligamia estaba permitida. Por razones económicas, sin embargo, no era común el hecho de tener varias esposas. La mujer no tenía ningún derecho en torno a la decisión sobre el divorcio; era un privilegio del esposo.

Tener hijos, sobre todo hijos varones, era algo muy importante para una mujer. Con frecuencia el nacimiento de una hija era recibido con indiferencia. El no tener hijos era considerado una desgracia e incluso un castigo divino.

Las obligaciones de una mujer en materia religiosa eran limitadas, como lo eran igualmente sus derechos. Por ejemplo, la mujer estaba dispensada del cumplimiento de algunos mandamientos. Sin embargo, estaba obligada a guardar todas las disposiciones de la Torah, excepto aquellas que se referían expresamente a los varones. La entrada de la mujer en el Templo, quedaba muy restringida a causa de las leyes de la purificación. Aunque se permitía a las mujeres tomar parte en las reuniones de la sinagoga, su sección quedaba separada por una cortina.

 

1.1.2. El helenismo y la mujer

En el mundo griego y en la cultura helenística, en general, la mujer tenía un status inferior. La mujer se veía relegada al ámbito de las actividades domésticas. Tenían un acceso muy limitado al derecho de propiedad.

No se prestaba mucha atención a la educación de la mujer. Se decía: "dar instrucción a una mujer es aumentar la dosis de veneno de una serpiente peligrosa". La situación normal de la mujer era de desprecio y opresión, especialmente si no se encontraba bajo la protección de algún varón.

El matrimonio era la condición más normal, aunque se daban casos de concubinato. El divorcio no era raro. Se daba siempre por mutuo acuerdo y podía ser pedido tanto por cualquiera de los cónyuges.

A pesar de una actitud general negativa hacia el tema de la mujer, el ideal griego de la mujer es elevado. La literatura griega nos ofrece hermosos pasajes sobre la mujer, dibujando una bella tipología femenina tanto en el aspecto físico como espiritual.

Durante el siglo primero, se permitió a las mujeres ser instrumentos de las revelaciones divinas, tanto en el mundo griego como en todos los países mediterráneos; de hecho, ocupaban un lugar prominente en el culto de Dionisio, y dirigían algunas representaciones de los misterios divinos y los ritos conectados con los ciclos agrícolas y de la fertilidad en general. En el mundo helenista del Asia Menor, una mujer capacitada podía ocupar una posición de influencia o tener una función independiente en la vida pública.

 

1.1.3. La mujer en el ministerio de Jesús

Jesús escogió a doce varones como sus apóstoles. Parece, incluso, que las mujeres quedaron excluidas del grupo de los setenta y dos que fueron enviados a la misión (Lc 10,1).

Sin embargo, los Evangelios nos presentan a Jesús aceptando a mujeres entre sus seguidores y compañeros de viaje (Lc 8,1-3). Tenemos el ejemplo claro de Jesús que manifiesta su preferencia por una mujer que encarna la imagen del discípulo que escucha y aprende, sobre la que ejerce el papel tradicional del servicio doméstico (cf. Lc 10,38ss).

En las parábolas, Jesús se refiere con frecuencia y con una exquisita ternura a la vida diaria de la mujer (Mt 13,33; 25,1ss; Lc 15,1ss; 18,1ss). Jesús habla en favor de la mujer (Mc 12,40 y par.; Mc 14,6 y par.). No teme ser visto en público con mujeres consideradas "impuras" (Mc 1,31 y par.; Lc 7,38ss). Y, usando una expresión poco común, Jesús no duda en llamar a una mujer "hija de Abraham" (Lc 13,16).

Encontramos a las mujeres al lado de Jesús, aun en los momentos difíciles, cuando los mismos discípulos han huido (Mc 15,40 y par.). Fueron las mujeres las primeras testigos de la Resurrección y quienes se la anunciaron a los apóstoles (Mc 16,1ss y par.).

Jesús mantuvo una sensibilidad exquisita en su trato con las mujeres y no salió de su boca ni una sola expresión que indicase un cierto menosprecio en relación a ellas.

 

1.2. María durante la vida de Jesús y después de ella

Los diversidad de puntos de vista en relación a la familia de Jesús en general y a María en particular, fue ya manifiesta durante el ministerio de Jesús. La hipótesis de la doble fuente de los Sinópticos y la intencionalidad teológica de las narraciones de la infancia de Mateo y Lucas, nos señalan a Marcos como el testigo más antiguo en torno a las tradiciones sobre la familia de Jesús. Dos hechos narrados por los Sinópticos (Mc 3,31.35 y par.; y Mc 6,1-16 y par.) nos ayudan a examinar las diversas maneras que tienen de considerar a María.

 

1.2.1. Tradiciones marianas en los Sinópticos

Mc 3,31-35 se refiere a la familia de Jesús en un contexto de controversia. El contexto de Marcos hace una clara distinción entre "los que se quedan fuera" , o sea la familia "natural de Jesús", y "los de dentro", o sea sus discípulos. Jesús proclama su preferencia por los segundos como miembros de la familia escatológica. El formar parte de la familia de Jesús no se puede basar en los criterios de parentesco carnal, como es común en la sociedad.

Las comunidades de Mateo y Lucas se refieren a María y a la familia de Jesús de un modo diverso. Los paralelos de Mateo y Lucas (Mt 12,46-50; Lc 8,19-21), evitan el retrato negativo de los familiares de Jesús y, por lo tanto, de María.

Los familiares de Jesús aparecen de nuevo después de la llegada de Jesús a su pueblo natal, Nazaret (Mc 6,1-6 y par.). Los que le escuchaban, quedaron maravillados de sus enseñanzas. Todos comentaban acerca de sus conocimientos, aunque con una cierta incredulidad. El uso de la expresión "el hijo de María", que aparece en Mateo y Marcos, ha extrañado a muchos, ya que era costumbre el uso del nombre del padre para identificar a una persona (cf. Lc 4,22). ¿Estarán haciendo una referencia a la doctrina de la concepción virginal? O, ¿se tratará más bien de una referencia al nacimiento "ilegítimo" de Jesús? No parecen correctas ninguna de ambas hipótesis. Se trata simplemente de diversas interpretaciones de la persona de María y de la importancia que se le daba en las comunidades representadas por los distintos evangelistas.

Además de estas referencias históricas, de las que no hay razón para dudar, los atributos que se dan a María nos demuestran suficientemente su posición. Es verdad que éstos se encuentran en los relatos de la infancia de Lucas. Pero sabemos que reflejan las experiencias pos-pascuales que se proyectan en las narraciones de la anunciación a María y del nacimiento de Jesús. Isabel saluda a María como "madre del Señor". "Señor" es un título dado a Jesús después de su resurrección. El título demuestra que María era tenida en gran consideración dentro de la comunidad pos-pascual. Un ejemplo claro de ello es el lugar tan central que ocupa en la comunidad de Pentecostés (Hech 1,14).

De todo lo que hemos dicho, se deduce que la imagen de María que se refleja en el Evangelio de Lucas es la confirmación de la imagen de María que tenían la comunidad o las comunidades en que nació ese Evangelio. Es también un dato histórico el que la comunidad lucana manifestó un afecto especial hacia la persona de María. Esto explica la abundancia de las tradiciones sobre María en ese Evangelio. Es ciertamente notable, en un ambiente cultural judío, aplicar a una mujer los paradigmas de los grandes líderes carismáticos de Israel y de sus profetas. Si decidieron hacerlo, es porque estaban convencidos de la función particular que ella tuvo en la historia de la salvación y del lugar especial que ocupó en la misma.



 

2. NIVEL LITERARIO

 

2.1. Género literario de los relatos de la infancia

El estudio de cualquier texto de la escritura pide un conocimiento de su género literario. Como hemos escogido los dos primeros capítulos de Mateo y de Lucas para nuestra reflexión sobre María, será bueno que examinemos a qué género literario corresponden. Sobre los otros textos (Mc 3,31-35 y par.; Mc 6,1-6 y par.), hay un entendimiento general de que se trata de textos que pueden ser denominados biográficos.

Hay que notar que el interés biográfico no constituyó ninguna prioridad en la formación de los Evangelios. La primitiva predicación cristiana se centró en el anuncio de la Muerte y Resurrección del Señor Jesucristo (cf. Hech 2,23-32; 3,14-15; 4,10). La predicación dio luego forma a los relatos de la Pasión que son las narraciones más antiguas sobre Jesús. Más tarde, la atención se centró en el ministerio de Jesús. Las narraciones de la infancia fueron las últimas en cristalizar.

Las razones que llevaron a la composición de estos relatos pueden variar en el caso de la comunidad de Mateo y de la de Lucas. Además del deseo de conocer mejor los orígenes de Jesús, el Señor y Salvador, el factor más importante fue la memoria cristiana de los acontecimientos. Una preocupación apologética y unas necesidades pedagógicas pueden explicar igualmente su origen. El desarrollo de la Cristología exigió demostrar que Jesús era el Hijo de Dios aun en el momento de la concepción en el seno de María.

 

2.1.1. Los relatos de la infancia como historia

El cuerpo de los Evangelios podemos decir que nace de aquellos que acompañaron a Jesús desde su bautismo hasta su muerte y a quienes El se apareció después de la Resurrección. Por ello, hay una gran probabilidad de que se trate del resultado de los relatos de testigos de lo acontecido. Pero, ¿cómo vamos a saber lo que pasó en el nacimiento de Jesús? No existe posibilidad alguna de contar con un testimonio apostólico sobre este hecho. ¡Ninguno de los que siguieron a Jesús estuvo presente en su nacimiento! En un cierto período de los estudios bíblicos, algunos llegaron a decir que fueron José y María los testigos que narraron los hechos referentes al nacimiento de Jesús, basados en el lugar prominente que ellos ocupan en estos relatos. Pero no es un argumento que pueda sostenerse; se trata más bien de algo puramente coyuntural. Además, otras informaciones posteriores en torno a María y José son escasísimas en los Evangelios.

Además, un análisis interno de los textos aboga en contra de cualquier tipo de tradición basada en testigos oculares. Ni un solo elemento de los relatos de la infancia se puede verificar con claridad en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Es más, algunas de las informaciones que se nos dan en estos relatos son difíciles de concordar con las relatos del ministerio de Jesús. Por ejemplo, ¿podemos decir que muchas personas sabían del nacimiento de Jesús en Belén y de la visita de los Magos? Entones, ¿por qué la gente de Nazaret se admiraba de él? (Mt 13,53-58). Si Herodes el Grande hizo asesinar niños inocentes para poder matar a Jesús, ¿por qué se nos dice que su hijo no conocía a Jesús y por qué lo confunde con el Bautista? (Mt 14,1-2).

Por otra parte, las narraciones de la infancia de Mateo y Lucas no concuerdan entre sí en casi nada. En Lucas, María recibe el anuncio; pero, según el relato de Mateo, José, varios meses después de este hecho, aún no se había enterado de ello. Lucas no menciona nada en torno a los Magos o a la persecución de Herodes.

Por ello, es difícil referirnos a las narraciones de la infancia como a algo histórico. Sin embargo, no podemos afirmar categóricamente lo contrario negándoles cualquier vestigio de historicidad. Sería un error. Debe haber un fondo histórico que los evangelistas aprovecharon para escribir unas narraciones interesantes que les permitieran presentar su teología. Este hecho no empaña en modo alguno ni el mensaje fundamental de las narraciones de la infancia, ni la inspiración divina de las escrituras.

La poderosa referencia veterotestamentaria de estos relatos nos pide mirar en otra dirección. La presentación de José que Mateo hace, nos remite al patriarca José que tiene un sueño en el que se le revela un mensaje de Dios. La figura de Herodes nos remite indudablemente a la figura del faraón de Egipto y a su orden de asesinar a los niños hebreos, muerte de la cual se salvó Moisés (Ex 1,22). También la narración de Lucas está construida sobre personajes del Antiguo Testamento. Zacarías e Isabel nos recuerdan a Abraham y Sara. La escena de la Presentación sigue el esquema de la presentación al templo de Samuel por parte de Ana (Lc 2,22; 1 S 1,24). De igual modo, el canto de María es similar al de Ana (Lc 1,47; 1 S 2,1ss). Todo esto nos indica la preocupación de cada uno de los Evangelistas.

 

2.1.2. Los relatos de la infancia como "midrash"

 

¿Es el "midrash" un género literario o simplemente una técnica o un estilo? Los estudiosos no están de acuerdo en este punto (darash significa estudiar, buscar, investigar. "Midrash" sería el producto de ese estudio o investigación). Los "midrash" rabínicos eran comentarios, con narraciones o explicaciones, que pretendían resaltar algunos elementos del texto del Antiguo Testamento y hacerlo más comprensible. Entonces, deberemos decir que las narraciones de la infancia no son "midrash" porque su intención no es clarificar el sentido del Antiguo Testamento. Su interés es cristológico, o sea, hacer más comprensible a Jesucristo. Sin embargo, no podemos negar que los autores no se viesen influidos por el estilo midráshico. Algunas veces los autores del "midrash" añadían detalles históricos. Lo mismo podemos decir de los relatos de la infancia: constituyen una mezcla de detalles históricos, de imágenes tomadas del Antiguo Testamento y del Judaísmo y de elementos que anticipan los relatos evangélicos del ministerio de Jesús. Todo esto se armoniza para relatar la concepción y el nacimiento del Mesías.

Si quisiéramos clasificar esta bella conjunción de elementos, la podríamos llamar: "relatos de la infancia de personajes importantes". Las alusiones al Antiguo Testamento se pueden explicar por las expectativas que la gente tenía hacia el Mesías.

 

2.2. La figura de María en Marcos, Mateo y Lucas

 

2.2.1. La figura de María en Marcos

 

La imagen de María que ofrece el Evangelio de Marcos es la más antigua que podemos encontrar en el Nuevo Testamento. Marcos, aunque es el primero en referir el nombre de María, no demuestra ningún interés especial en ella; simplemente se limita a consignar la idea negativa sobre la familia de Jesús por su incapacidad de comprenderlo (Mc 3,21). Ahora bien, si es o no correcto interpretar el "HOI PAR AUTOU" ("los suyos") como incluyendo a la madre de Jesús, es materia de discusión.

Esta aparente falta de simpatía hacia la familia de Jesús, en Marcos, puede estar motivada por el tema del "secreto mesiánico", propio el Evangelio de Marcos. Hay que tener en cuenta que Marcos se refiere a aquellos que hablan de María, la Madre de Jesús, en las ocasiones en que lo hacen por hostilidad hacia su hijo. De nuevo, hay que considerar la estructura que va revelando progresivamente la identidad de Jesús como Mesías y que culmina en la confesión de Pedro.

No hay ninguna referencia a la virginidad de María en el Evangelio de Marcos. María es presentada como la madre del Mesías, Hijo de Dios. Esto está conforme con el Jesús de Marcos que es el Mesías ungido en el bautismo.

Marcos no hace a María objeto de su reflexión. Pero sí subraya que es la madre de Jesús y que Jesús es el hijo de María (Mc 3,31; 6,3). La preocupación de Marcos no se centra en la familia natural de Jesús, sino en la familia del Reino. El no glorifica a María. Marcos subraya solamente que los miembros de la familia natural de Jesús no pueden exigir, simplemente por su parentesco, ninguna posición privilegiada en el Reino.

 

2.2.2. María, según Mateo

Podemos distinguir dos grupos de textos: los que aparecen exclusivamente en Mateo, y aquellos que tienen paralelos en los otros evangelios. Mateo presenta a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, ya desde su nacimiento (Mt 1,18-25). Por ello, queda abierto el camino para una presentación del lugar especial que María ocupa en el plan de Dios como madre del Mesías. Mateo conoce la imagen de María de Marcos; él la retoca un tanto, y, con ello, descarta cualquier posibilidad de una comprensión equivocada acerca de la madre del Mesías (Mt 12,46-50; 13,53-57).

Mateo recalca dos características de María: que se trata de una virgen y que está desposada con José, de la descendencia de David (Mt 1,18-25). Estos dos datos tienen un sentido preciso dentro del marco teológico de Mateo. Así, éste introduce algunos cambios en la genealogía de Jesús para demostrar que José es descendiente de David y que María es la madre de Jesús (Mt 1,16).

La narración gira en torno a tres apariciones de ángeles a José (Mt 1,20-21; 1,24-25; 2,13-15a.19-21. Esta narración nos recuerda los pasajes del Antiguo Testamento referidos a José y al niño Moisés. La narración de la visita de los Magos nos evoca la historia de Balaam (Nm 24). Mateo se centra en la figura y la misión de José. El ángel se aparece siempre, en sueños, a José. El es quien da el nombre a Jesús. Sin embargo, no podemos dejar de notar un interés especial en la madre de Jesús por parte de Mateo. Por ejemplo, es significativa la repetición de la expresión "el niño y su madre" (Mt 2,11.13.14.20.21).

"El nacimiento de Jesús fue de esta manera". Esta frase conecta la narración que sigue con la genealogía y con la breve descripción que se nos hace en el versículo 16 del nacimiento de Jesús. La introducción de Mateo a esta escena presupone las costumbres matrimoniales judías. El embarazo de María, por obra del Espíritu Santo, acontece entre los desposorios y el traslado de María a la casa de su esposo. El embarazo, independiente de la relación con José, tiene la apariencia de un adulterio. Esta irregularidad, que puede provocar un escándalo, da a la situación matrimonial que se describe unos rasgos parecidos a la de las cuatro mujeres que aparecen en la genealogía: Tamar, Rajab, Rut y Betsabé. Dios se sirvió de estas mujeres para llevar a cabo su plan. María, por su parte, juega un papel único en el plan de salvación de Dios, como madre del Mesías.

Mateo ha dejado muy claro el papel del Espíritu Santo en la concepción de Jesús. Este es su modo de subrayar la filiación divina de Jesús. Así mismo, insiste en el hecho de la virginidad de María. Sin embargo, es todavía un punto discutido si fue el evangelista el primero en presentar a una virgen concibiendo a un hijo, o si ya existía una aceptación de este hecho en un estadio anterior a la redacción del evangelio. Con todo, la visión de María que Mateo tiene en las narraciones tanto de la infancia como del ministerio público de Jesús es muy consistente. Mateo la describe de un modo mucho más positivo que Marcos.

En relación a las referencias sobre María durante el ministerio público de Jesús, Mateo depende de Marcos. No hay ninguna nueva escena añadida. Habla de la nueva familia de Jesús (Mt 12,46-50 y par.). Las diferencias más notables son la mención de los "discípulos" en el versículo 49, y la ausencia de "los suyos" que intentan llevarse a Jesús por la fuerza (Mc 3,21).

La escena del rechazo en su país natal (Mt 13,53-58) presenta solamente diferencias mínimas. Mt 13,57 omite la expresión "y entre sus parientes", de Marcos. Está en la misma línea que la omisión de "los suyos" en Mt 12,46-50. Hay aquí una intencionalidad de disipar cualquier insinuación deshonrosa por parte de los familiares de Jesús. Es también difícil afirmar si la preferencia de Mateo por la expresión "el hijo del carpintero" en lugar de "carpintero" se debe a un interés por la precisión histórica. Sin embargo, hay que recordar el interés que Mateo tiene en dar a José el lugar que le corresponde como padre legal de Jesús.

 

 

2.2.3. María en Lucas y en los Hechos

El Evangelio de Lucas tiene dos grupos de textos referidos a María: el primero constituido por numerosas indicaciones relacionadas con las narraciones de la Infancia, el segundo formado por tres escenas cortas referidas al ministerio de Jesús. Lc 4,16-30 y 8,19-21 tienen sus textos paralelos en los otros Sinópticos, en cambio Lc 11,27-28 es propio de este evangelista. María aparece una sola vez en los Hechos de los Apóstoles (Hech 1,14).

En los dos primeros capítulos de Lucas, María ocupa el lugar central. Encontramos en estos capítulos unos textos que van alternando escenas referidas a Juan Bautista y a Jesús. Lucas intenta demostrar la superioridad de Jesús. La figura de María que aparece en Lucas presenta unas constantes bastante claras desde las narraciones de la infancia hasta los relatos del ministerio de Jesús. Se pone especialmente de relieve la figura de María como madre del Hijo de Dios (Lc 1,35).

María es especialmente exaltada por su gran fe. Ella se puso totalmente en las manos de Dios, con una completa confianza en El. Lucas nos la dibuja como el mejor modelo de creyente. La escena de la visitación quiere poner de relieve la vida de servicio de María. Constituye una manifestación de su profundo amor por Dios y por los hermanos.

La obediencia de María a la Ley y a los preceptos del Señor es puesta de relieve por el Evangelista en la escena de la Presentación. En resumen, podríamos decir que Lucas nos presenta a María como el ejemplo del verdadero discípulo.

Lucas parece seguir a Marcos en dos ocasiones. Sin embargo, la visita a Nazaret está planteada de un modo diverso. Así mismo, Lc 8,19-21 omite el contexto de Marcos. Esto nos demuestra que Lucas disiente de la visión de Marcos en relación a María y su familia. Podemos decir que Lucas evita cualquier posible interpretación negativa sobre María.

El texto propio de Lucas es una alabanza a María como madre de Jesús. Una alabanza hecha por una mujer del pueblo. La respuesta de Jesús, sin embargo, alaba a cualquiera que viva en una actitud de fe y obediencia. Es claro que María queda incluida en este grupo. Podemos decir que Jesús alaba más a su madre por su fe que por su misma maternidad.

 

 

3. NIVEL TEOLÓGICO

 

3.1. María, llamada a ser "mujer del Reino"

 

3.1.1. La vocación de María

La acción salvadora de Dios, expresión de su amor infinito por la humanidad, sigue desde la creación hasta hoy, y seguirá hasta el fin de los tiempos. De vez en cuando, Dios llama a hombres y mujeres para ser instrumentos especiales en la realización de su plan. Es un dato que podemos constatar claramente en la historia de Israel. Siempre que el pueblo de Dios se alejaba del camino que Dios le señalaba, era castigado. Pero, cuando se arrepentía y se mostraba dispuesto a volver al Señor, invocándolo desde el sufrimiento, Dios le enviaba un salvador para liberarlo.

La esperanza repetidamente depositada en ese salvador fue una especie de preparación para la esperanza depositada en el Mesías. La esperanza mesiánica de Israel consistía en el anhelo por un Rey ideal. Este anhelo estaba mucho más enraizado entre los pobres, los marginados y los oprimidos de la sociedad. Esperaban al rey que debía liberarlos de la opresión a que se veían sometidos y defenderlos de aquellas personas que la causaban. Una tarea así no estaba al alcance de un ser humano; solamente Yahvéh era capaz de realizarla. El salmo 146,7-9 nos lo presenta muy claramente. Yahvéh era considerado el Gran Rey de toda la tierra (cf. Sal 47,8). Posteriormente los Profetas proclamaron la fuerza liberadora del Reino de Dios.

Es desde esta perspectiva desde donde debemos contemplar la llamada y la elección de María en ese momento crucial de la historia de la salvación. En la plenitud de los tiempos, o sea cuando se va a realizar el hecho decisivo de la historia de la salvación, Dios decide salvar al mundo del poder del diablo. Por ello, busca la colaboración de una mujer para constituirla madre del Mesías.

María fue llamada a colaborar en el establecimiento del Reino de Dios, a saber, salvar a la humanidad e introducirla en el ámbito de la gracia, en el "kairos" de la salvación.

La vocación de María hay que considerarla, pues, en el contexto del Reino. Es un hecho que en la historia de Israel varias mujeres fueron llamadas a ser instrumentos de salvación. Pero la llamada de María es única, tal como aparece en la escena de la anunciación. Su llamada a ser la madre del Mesías, el Hijo de Dios, es un paso crucial en la historia de la salvación. No se trata, sin embargo, de una llamada a ser un instrumento pasivo, sino que Dios le pide una colaboración activa. En otras palabras, Dios concede a María una función extraordinaria en el establecimiento del Reino.

El texto más importante es el de la anunciación (Lc 1,26-38). En el mismo se halla una combinación admirable de narración de vocación y de anuncio. Podemos llamarlo con razón la narración de la vocación de María. Además de una primera intención cristológica, Lucas y su comunidad entendieron que la anunciación tenía también un significado mariológico: era el relato de la vocación de María.

El saludo del ángel a María como la "llena de gracia", subraya la elección divina de María en orden a una misión específica, pero se refiere también a una cualidad personal de María. La segunda parte del saludo del ángel tiene igualmente un tono vocacional: "el Señor está contigo". Al igual que en los relatos vocacionales del Antiguo Testamento, Dios promete su presencia y asistencia.

La reacción de María es también similar a la de los Patriarcas y Profetas. Ella ha quedado desconcertada. El ángel le habla de una presencia especial del Espíritu. La respuesta demuestra una disponibilidad para la misión.

Desde un punto de vista estructural, este relato tiene una gran similitud con el anuncio a Zacarías. Un estudio minucioso de los dos relatos nos revelaría una imitación de los relatos de anuncio del Antiguo Testamento (cf. Jc 6,11-24). En cuanto al mensaje transmitido en el relato lucano de la anunciación, se puede notar un lenguaje cristológico pos-pascual.

 

3.1.2. La vocación de María en la anunciación, como experiencia de Dios

El relato no es una mera relación de una llamada y una respuesta. Es un ejemplo de la experiencia de Dios de una persona que es llamada por El para una misión. La presencia de las tres personas de la Trinidad es evidente en la escena de la anunciación.

La vocación de María supone una relación única con el Padre. Ella es la "agraciada por Dios". Es Dios quien habla a través del saludo de Gabriel y se hace particularmente cercano a ella concediéndole la condición de "agraciada". María está llamada a ser la mujer del Reino, porque a través de ella el Hijo de Dios llega al mundo para establecer el reinado de Dios que fue quebrantado por otra mujer, Eva. En el Magnificat, María proclama su especial relación con Dios que le ha llamado (Lc 1,46-47).

La llamada a María a ser madre del Mesías conlleva una relación especial con Jesús. La relación madre-hijo caracteriza su relación con él. Isabel la saluda como "madre de mi Señor". Pero la experiencia de fe de María supera su grandeza como madre del Señor. Ella creyó todo lo que se le había dicho sobre su hijo. "Feliz la que ha creído" (Lc 1,45).

La experiencia vocacional de María supone, así mismo, una especial relación con el Espíritu Santo. El mensaje del ángel subraya claramente la intervención del Espíritu en el nacimiento de Jesús. Será a través de la acción del Espíritu como María concebirá y dará a luz al Hijo de Dios. De este modo, la humilde aceptación de su misión y la gozosa cooperación a la acción del Espíritu por parte de María, constituye para ella una consagración por este mismo Espíritu de santidad.

 

3.2. Oyente de la palabra

 

3.2.1. Escucha obediente de la Palabra

La repuesta de María: "he aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra", nos revela más sobre María que todo lo que el ángel había dicho sobre ella. Debemos llamar a María la verdadera "oyente de la Palabra". No sólo escuchó y meditó la Palabra del Señor, sino que ofreció una respuesta generosa. Este es el significado de la verdadera escucha: responder y actuar en consecuencia.

Según Lc 8,21, para pertenecer a la familia escatológica de Jesús, para ser un verdadero discípulo, hay que escuchar la Palabra de Dios y cumplirla. Esto es, ni más ni menos, lo que María hizo. Su vida es una escucha constante y obediente de la Palabra de Dios. Como los primeros discípulos que escucharon la llamada del Señor y le siguieron inmediatamente, María también escuchó la llamada divina y dio una respuesta de fe. Ella no contaba con señales anteriores ni tampoco se le ofrecieron pruebas tangibles sobre la verdad de lo que se le anunciaba. La única prueba aducida fue el embarazo de su prima Isabel en una edad ya avanzada. Para María bastó en orden a reconocer que era Dios quien hablaba. Ella estaba dispuesta a escuchar la Palabra atentamente y a dejar que se cumpliese en su propia vida.

 

Su respuesta no manifiesta una actitud de sumisión ante lo inevitable. A diferencia del "hágase tu voluntad" de la oración que Jesús enseña a los discípulos (Mt 6,10), y del "hágase tu voluntad" de Jesús en Getsemaní (Lc 22,42), en los que la forma del verbo es el imperativo pasivo (génêthêtô), el uso que Lucas hace del optativo (genoïto), sin determinar el sujeto, en este caso llama la atención. Su uso se limita a este pasaje del Nuevo Testamento. El uso del optativo griego expresa no resignación o sumisión, sino una aceptación gozosa. Se trata de un abandono completo en las manos de Dios, venga lo que venga. Podemos entender las palabras de María como una oración o como una expresión de alegría; y esto se sitúa en las misma perspectiva de las palabras del ángel que invitan al gozo. Toda la escena acaba en un clima de alegría.

Su atenta escucha y generosa respuesta preparan el camino para la llegada del Reino. La escucha de la Palabra no se acabó con esta respuesta inicial. Una vez pronunciado el primer "sí", toda la vida de María se convierte en una escucha de la Palabra y en una respuesta a la misma (Lc 2,19; 2,51). La respuesta de fidelidad, mantenida por María, se confirma con su vida de virginidad y con su presencia en el camino del sufrimiento y de la cruz.

 

2.2.2. La hija de Sión

 

Muchos estudiosos de la Biblia afirman que el saludo del ángel a María -xaire- no es simplemente un saludo normal. Dicen que Lucas pretende hacer caer en la cuenta de la referencia al título de HIJA DE SION que, para él, se personificaría en María. Los tres textos veterotestamentarios (So 3,14; Jl 2,23; Za 9,9) que usan esta expresión llaman al gozo que acompaña a la liberación de Israel. Y más importante es aún notar que en estos tres textos Israel es considerado como Hija de Sión y madre. So 3,14ss hace un llamamiento a la Hija de Sión a alegrarse con todo su corazón porque el Señor está con ella, como su Rey y Salvador. Este es el mismo mensaje que el ángel pronuncia en Lc 1,28-33.

Aquí se plantea la cuestión. ¿Quiso Lucas presentar el saludo de Gabriel como un saludo a la Hija de Sión? Si este era su propósito, ¿por qué no lo explicitó de un modo más claro? Pero, además, éste no es el estilo de Lucas. Lucas no cita explícitamente textos del Antiguo Testamento, como lo acostumbra a hacer Mateo. Prefiere unas referencias más escondidas. Dada la importancia que se concede a María en los dos primeros capítulos de Lucas, podría aceptarse que la idea de la "Hija de Sión" estuviese presente en la mente del Evangelista. Se pueden observar en la narración de Lucas todas las características que inducirían a reconocer a María como la Hija de Sión. Ciertamente, su "FIAT" fue crucial para la salvación de Israel y para la realización de aquello por lo que Israel había suspirado durante tanto tiempo. Aceptando ser la madre del rey de Sión, María pasa a ser la Hija de Sión que alumbra la era mesiánica. Así pues, María, la sierva fiel y obediente, tal como la describe Lucas, puede ser llamada, en lenguaje del Antiguo Testamento, la "Hija de Sión del fin de los tiempos".

 

3.3. María, formadora de Jesús

Jesús vino para establecer el Reino. Pero esperó treinta años antes de comenzar a proclamar el Reino a través de su ministerio. Ésos fueron años necesarios e importantes como período de maduración. La función de María en la formación y maduración de Jesús debe ser considerada atentamente para entender el papel tan importante que ella desempeñó. Sin embargo, poco es lo que nos han dejado los evangelistas.

María es la madre de Jesús de Nazaret. Ella lo concibió, lo llevó en su seno y lo dio a luz. Aunque los Evangelios no abundan en el papel que desempeñó María, es justo deducir un empeño particular por su parte para educar a Jesús, fruto de su vientre. Lc 2,51 nos resume bellamente la infancia y juventud de Jesús. Fue María, como madre, quien le formó. Ella fue la que cuidó de los diversos aspectos de su vida hasta que tuvo mayoría de edad y se encontró preparado para dar comienzo a la misión que el Padre le había confiado. Hasta que llegó el tiempo de dar comienzo a su vida pública, María fue la encargada de educarlo, con su amor de madre, dentro de un verdadero clima de familia.

Como buena educadora, María transmitió a Jesús lo mejor de la Tradición del Antiguo Testamento. A pesar de que no hay ninguna referencia sobre la posible participación de Jesús en la escuela, sabemos que sus conocimientos y su sabiduría eran notables. A la edad de doce años Jesús fue capaz de dejar atónitos con sus respuestas a los doctores del Templo (Lc 2,46-47). No es aventurado afirmar que María contribuyó en gran manera a esa formación de Jesús. De las actuaciones de Jesús durante su ministerio público, podemos deducir un conocimiento excelente de la Escritura, particularmente de los Salmos. Los grandes temas del Antiguo testamento, reflejados en el canto de Zacarías, como son: la supremacía de Dios sobre el mundo, especialmente en su acción salvífica respecto al género humano; la idea de Dios como redentor y como fuente primera de salvación; la interpretación de la historia contenida en la Escritura como expresión del designio salvador de Dios, son, entre otros, temas que estuvieron presentes en el ministerio de Jesús. El himno de Zacarías, que es un canto de alabanza a la acción salvadora de Dios, manifestación de su amor misericordioso, refleja toda la vida y el ministerio de Jesús.

 

3.4. La nueva familia-comunidad del Reino

Jesús proclamó el Reino y anunció su llegada a través de sus enseñanzas, curaciones y milagros. Invitó a la gente a entrar en él. Sin embargo, la entrada en el Reino no era algo automático, ni tampoco se conseguía por derecho de nacimiento. Los lazos familiares no garantizaban la entrada en el mismo. Jesús explicó su naturaleza y las condiciones que exigía con bellas parábolas.

De todos modos, la novedad del Reino está en su dimensión escatológica. Todos los Evangelios sinópticos concuerdan en este punto. La preocupación central de Marcos es el entrar a formar parte de la nueva familia escatológica del Reino (Mc 3,31-35). María, la madre de Jesús, y algunos otros familiares fueron a buscar a Jesús, pero a causa de la gran multitud reunida a su alrededor, no pudieron llegar hasta él y tuvieron que enviar unos mensajeros. Cuando éstos dijeron a Jesús que su madre y hermanos estaban fuera esperándolo, Jesús dejó claro que su madre, hermanos o hermanas eran aquellos que cumplen la voluntad de Dios. En el nuevo orden de cosas instaurado con la llegada del Reino, hay que seguir nuevos modelos. Lo más importante en él no son los lazos carnales.

¿Está Marcos demostrando una actitud negativa hacia María, a través de esas apreciaciones? ¿Está dejando a María fuera de la nueva familia escatológica? No parece ésta la intención de Marcos. Su preocupación -hemos dicho- es el formar parte de la familia del Reino. El planteamiento que hace de las relaciones familiares nos manifiestan las reglas de la nueva familia-comunidad del Reino. En la escala del Reino los lazos carnales tienen una importancia secundaria.

El paralelo de Lucas nos ilumina los puntos que quedan oscuros en la presentación que Marcos hace de María (Lc 8,19-21). "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen". María es, pues, la discípula por excelencia porque no sólo escuchó la Palabra sino que la cumplió. Por lo mismo, ella es la primera y el más eminente miembro de la nueva familia. Para Lucas, María es modelo de fe y de seguimiento de Cristo. Una fe tan grande que fue capaz de dar su consentimiento a la llamada de Dios, a pesar de todo lo que suponía. La humilde virgen judía no dudó en hacerse disponible para ser la madre de un "hijo ilegítimo" ante una sociedad que veía en ello una razón suficiente para apedrear a una persona (no tenía en un primer momento ninguna seguridad de que José la iba a aceptar en la situación en que se encontraba). A pesar de ello, dio su consentimiento al plan de Dios.

Mateo sigue la posición de Lucas en lo que respecta a María y a la nueva familia. La escena paralela en su evangelio (Mt 12,46-50) no da pie a ningún posible malentendido sobre María. Mateo omite la escena de los familiares de Jesús tratando de llevárselo. Así, preserva a María de cualquier tipo de sospecha. Ella, que cuidó con tanto cariño a Jesús durante su infancia, no cambia su actitud respecto a él; no hay ciertamente ningún indicio que invite a pensar en un tal cambio de actitud. Sin embargo, desde la perspectiva del Reino, Jesús invita a su madre y a sus hermanos a superar los lazos carnales, preparándoles el camino para entrar en la nueva familia escatológica.

María, además de ser la madre del Hijo de Dios, es su perfecta discípula. El Papa Pablo VI, en la encíclica "Marialis cultus", la llama "la primera y más perfecta discípula de Cristo". Ella fue discípula, aunque no a través de un seguimiento material, como el de los discípulos o las mujeres de Lc 8,1-3. Su discipulado consistía en guardar los mandamientos y cumplir la voluntad de Dios. Ella siguió a Jesús como creyente (Lc 1,45), conservando y meditando en su corazón la obra salvadora de Dios (Lc 2,19) y formando parte, más tarde, de la comunidad pos-pascual (Hech 1,14). Por ello, merece entrar a formar parte del Reino.

 

3.5. En el camino del sufrimiento y de la cruz

 

3.5.1. El sufrimiento de María

Jesús vino al mundo para ofrecerse a sí mismo en la cruz para la salvación de los hombres. María, que tuvo un papel tan importante en la venida al mundo del Mesías, recorrió también el camino de la cruz. Desde el momento en que pronunció su FIAT, comenzó su marcha por el camino de la cruz. En María Dios encontró un corazón, abierto, generoso y obediente. Esta es la razón por la que Lucas la presenta como la verdadera discípula, que escucha la Palabra, la conserva en su corazón y produce fruto. La semilla sembrada en María encontró buena tierra. Según Jesús, el verdadero discípulo es el que toma cada día su cruz y le sigue. María se adecua perfectamente esta definición.

Los relatos de la infancia de Lucas y Mateo evidencian una estrecha unión de María a la suerte de su hijo. Con la huída a Egipto comenzaron las persecuciones y sufrimientos de Jesús. Aunque no tuvo que morir en la cruz, María soportó la misma agonía. No tuvo ni siquiera un lugar apropiado para dar a luz a su hijo divino. Tuvo que contentarse con un pesebre, "porque no hubo lugar para ellos en la posada".

La vida de la Virgen no fue fácil. Esto es lo que indica Lucas al poner en boca del viejo Simeón las palabras proféticas de Lc 2,34-35. Simeón les bendijo e indicó a María que su hijo estaba destinado a ser señal de contradicción y que a ella una espada le atravesaría el corazón. Muchos ven la sombra de la cruz de Jesús detrás de esta profecía. Ha sido objeto de la reflexión de los Padres y de la teología moderna. Sin embargo, sigue sin haber consenso en torno al sentido de "la espada". Incluso, en muchos casos se dan interpretaciones incorrectas al querer entender a Lucas a través de materiales no-lucanos. Orígenes, por ejemplo, interpretó la espada como referida a las dudas de María en relación a Jesús durante la Pasión. Epifanio interpretó la espada como una referencia a una muerte violenta de María. Ambrosio dice que la espada es la Palabra de Dios. La devoción popular ve la espada como una señal del sufrimiento de María al pie de la cruz de Jesús (cf. Jn 19,25-27).

El mejor texto paralelo al de "la espada que atraviesa el corazón", en el Antiguo Testamento lo encontramos en Ez 5,17. La imagen nos remite a una espada que juzga y no solamente castiga. Destruye a unos, salva a otros. Esta espada de juicio, que puede llegar a separar hasta las familias, puede darnos la clave para entender la espada que atraviesa el corazón de María. Si divide a familias, esto puede acontecer incluso en la familia de Jesús. María será probada como todos.

Aunque no podamos decir que la espada de la profecía de Simeón se refiera directamente a la cruz, no es ningún error decir que la vida de María fue un llevar la cruz cada día. El sufrimiento de María lo podemos intuir, aunque no se nos den referencias explícitas en el Evangelio.

 

3.5.2. La virginidad de María

María participa también en el misterio de la cruz a través de su virginidad. Es uno de los caminos más radicales de identificación con el Cristo sufriente. La virginidad por el Reino de los cielos es una expresión de pobreza y de renuncia voluntaria. Es ciertamente una participación en la suprema pobreza de la cruz. La virginidad de María es, a la vez, un don y una respuesta a la llamada de Dios. Como se ha indicado ya, cuando pronunció su "sí", María comenzó su marcha por el camino de la cruz. Ella no miró atrás después de poner su mano en el arado (Lc 9,62).

Hay quienes afirman que María habría prometido guardar la virginidad, ya antes del encuentro con el ángel. Pero no parece probable en el contexto de la mentalidad y la práctica judías. No hay ningún indicio que nos lleve a pensar que hubiese optado por el estado de virginidad antes de recibir la llamada de Dios a ser madre de Jesús. No hay que olvidar que estaba ya prometida con José. Ordinariamente el compromiso era seguido por el matrimonio. Se debe a la iniciativa de Dios que fuese llamada a abrazar la virginidad. Con su respuesta positiva a esta invitación, asumió gozosa la cruz.

Su virginidad fue por el Reino. Ella no puso ni sus proyectos personales ni su futuro por encima de los intereses del Reino.

 

3.6. María, formadora de discípulos

María fue la formadora no solo de Jesús, sino también de los discípulos. Como primera discípula y modelo de creyentes su papel dentro de la naciente comunidad cristiana fue muy importante. A su alrededor se reunieron los discípulos para recibir el Espíritu Santo (Hech 1,14).

María no se presenta como una persona especialmente agraciada por Dios, distante de los demás, con una vocación única; sino que aparece siempre vinculada con su pueblo y atenta a las necesidades de los demás.

Su entrega total por la fe, inspiró a los primeros discípulos a dedicarse plenamente al Señor y a su Reino, hasta el punto de entregar sus vidas por el Señor. El ideal de la caridad cristiana mencionado en Hech 2,44-45, puede ser un resultado de la influencia de María en la comunidad.

Por su fe, su obediencia y su caridad, María fue un modelo para la primera comunidad cristiana y una formadora excepcional. Como madre de Jesús, lo educó y demostró con ello ser una formadora excelente. Es, por lo tanto, justo que siga desempeñando este papel con los seguidores de Cristo. Hech 1,14 constituye una clara indicación de que María continuó su papel de formadora en la primera comunidad de creyentes, después de la Resurrección. Como verdadera formadora, los motivó para la misión.

El papel de formadora que se atribuye a María, como mujer y madre, está recalcado en los Hechos a través de la palabra "casa" (Hech 1,13). La casa es el lugar donde cada uno aprende de los demás. Es el lugar donde todos experimentamos protección y seguridad. Por eso es significativo encontrar a María con los discípulos en "una casa". "Casa" nos sugiere también la realidad de que somos familia de Jesús. Donde Jesús sea la cabeza, María seguirá siendo madre; y, como madre, también formadora.

María es formadora más por el ejemplo que por las palabras. Su sometimiento a la Ley del Señor y a sus preceptos, tal como aparece claro en la presentación, nos muestran su amor a Dios.

La visita de María a su prima Isabel y el servicio que le presta nos hablan de su amor al prójimo. Su profundo y continuado compromiso con el FIAT que pronunció nos habla con gran claridad de su fidelidad a la misión recibida.

Dios envió a su Hijo único con una misión. Jesús, a su vez, envió a los discípulos. En la misión de los discípulos María desarrolla un papel central. Así nos lo da a entender el Evangelio poniendo a María al centro de la comunidad que espera la venida del Espíritu.

 

3.7. El Corazón de María

Antes de acoger a Jesús en su seno, María lo acogió en su corazón. Jesús creció en el seno de María; y ella, a su vez, se sometió completamente a su hijo divino y le permitió que creciese dentro de su propio corazón.

María concibió a Jesús virginalmente. Es la "virginitas carnis", de que hablan los Padres de la Iglesia. Pero sería aún más apropiado hablar de la "virginidad el corazón", que nos señala la actitud espiritual de María. Esta se mueve en la línea del "SI" que ella pronunció con todo su corazón al plan de Dios. Dice Juan Pablo II: "Podríamos decir que el misterio de la redención se configura en el corazón de la Virgen de Nazaret, cuando pronuncia su FIAT" (Redemptor hominis 22).

El corazón de María es el lugar donde encontramos la mejor síntesis de los valores y actitudes del Reino de Dios. En María se realizan de un modo excelso las bienaventuranzas proclamadas por Jesús.

El corazón es también el lugar de su fe y su obediencia. La suya fue una fe que deseaba la salvación de todos. Así, uno de los momentos más reveladores de la grandeza de su corazón es su asentimiento gozoso, movido únicamente por su fe, a la encomienda de ser madre del Hijo de Dios por la fuerza del Espíritu. Isabel lo proclama en su saludo a María. Bendita la que ha creído en Dios y en su poder de obrar maravillas. Creyendo en lo imposible, se puso a disposición de Dios para que aconteciese lo imposible, aquello que solamente Dios puede realizar.

"Corazón" es una palabra simbólica. Se considera el lugar de las experiencias más profundas. "Su madre conservaba todas estas cosas en su corazón". En lenguaje bíblico, el corazón indica la parte más profunda de una persona, allí donde el hombre experimenta la comunión con Dios, donde la inteligencia y la voluntad se encuentran, donde nacen los pensamientos y los sentimientos, donde se toman libremente las decisiones. Cuando María dijo "Mi corazón proclama la grandeza del Señor" expresaba una alabanza que nacía de los más profundo de su ser y que iba dirigida a Dios que había obrado maravillas en ella. Cuando María abrió su corazón, escuchando la palabra de Dios con todo su ser, y aceptó su voluntad, se convirtió en madre de Cristo, Dios y hombre.

Jesús dice que la boca habla de lo que hay en el corazón (Mt 12,34). Podemos, entonces, decir que el "Magnificat" es la manifestación de los sentimientos del corazón de María. Revela la riqueza de su corazón humilde y dócil. María, en su "Magníficat" expresa los sentimientos de la comunidad mesiánica ante las maravillas de la presencia de Dios y de su obra de salvación. En él, María anuncia los pensamientos de la comunidad de los pobres y humillados. Se hace su portavoz. Las palabras "sierva" y "humildad" nos explican ampliamente las disposiciones de su corazón.



 

CLAVE CLARETIANA

 

HIJOS DEL CORAZON DE MARIA

Claret comentó con sus amigos sacerdotes, Soler y Passarell, "el pensamiento que tenía de formar una Congregación de sacerdotes que fuesen y se llamasen Hijos del Inmaculado Corazón de María" (Aut 488). Más tarde se sumaron los hermanos y estudiantes.

Acoger a María, primera discípula de Cristo, como Madre y Maestra es lo que las Constituciones nos piden al iniciar el camino vocacional claretiano (cf. CC 61).

María, madre y formadora de Jesús, dedicada, por opción, totalmente a "las cosas del Padre", atenta a la Palabra y proclamadora de la misma, acompañante de la primera comunidad cristiana en el camino de la fe, forjadora de apóstoles, etc., son aspectos que se repiten constantemente en los escritos del P. Fundador y en los documentos congregacionales. Es María, mujer del Reino, que nos acoge, educa y lanza a la tarea misionera.

"En la profundidad del Corazón de María descubrimos y aprendemos el camino de la escucha. Ella acogió en su Corazón la Palabra (cf. Lc 2,19.51) hecha historia en el clamor de los pobres (cf. Lc 1,48-53). Claret nos presenta el Corazón de María como la fragua ardiente donde nos forjamos para ser heraldos de la Palabra" (SP 15).

Releer la experiencia de María, tal como se nos presenta en el Evangelio, desde la historia concreta de nuestro mundo, es el camino para seguir dejándonos formar como apóstoles en la fragua de su Corazón.



 

CLAVE SITUACIONAL

1. Una pequeña historia. Al entrar en el ranchito, el saludo de la enferma fue: "Bendito sea Dios, qué bueno es conmigo!" Y allí mismo hizo su confesión pública: "Cuando tenía 15 años me junté con ese hombre, Padre. Es que no había ningún Padre por estas montañas. Y en esos 20 años que llevamos juntos, yo nunca he bajado al pueblo: los hijos, no dejar esto solo...usted sabe. Yo nunca he hecho mal a nadie. Somos muy pobres (efectivamente no había ni siquiera una cama para la enferma en aquel ranchito), pero ningún necesitado que ha llegado a mi casa se ha ido sin comer lo que tuviéramos, Padre. Eso es todo. Déme el perdón de Dios, Padre. Y así voy tranquila". ¿En qué se parece esta mujer a María, la mujer del Reino? ¿Has conocido otros casos de mujeres solidarias?

2. La mujer, siempre en segundo plano. Hoy sigue siendo evidente la situación desigual y desventajosa de la mujer frente al hombre. Y sin embargo sin la mujer no funcionaría todo el engranaje socioeconómico de nuestro mundo. Es cierto que ya nadie se atreve de una manera burda a defender el papel de la mujer como propiedad del marido o como servidora exclusiva de los hijos, pero surge un nuevo modelo de discriminación: su utilización en el mercado no a causa de sus valores sino de su atractivo y de su capacidad de promover consumo, la injusta valoración de su trabajo en comparación con el del varón, su dificultad en el acceso a la cultura, la violencia ejercida sobre ella, etc. Y siempre el peligro de olvidar sus peculiares valores: su papel como madre, sus grandes dotes intuitivas, su mayor entrega solidaria, su tenacidad y capacidad de sufrimiento. No bastan las Conferencias internacionales para avanzar en el reconocimiento de los derechos de la mujer. ¿En qué medida nuestra aproximación a María puede iluminar y dar respuesta al problema de la mujer hoy? ¿Cual debe ser el papel de la Iglesia en los distintos foros donde se lucha por la igualdad de la mujer?

 

3. María en el pueblo. La devoción a la Virgen es una de las más evidentes expresiones de fe del pueblo sencillo, que perdura a pesar de los momentos de inflexión como el que siguió al Vaticano II. Y es que la devoción a la Virgen se traduce siempre en "expresiones". La expresión oracional, que ha calado tanto a través de la historia con el rosario y el ángelus. La expresión de los santuarios marianos con las romerías y peregrinaciones. La expresión de las fiestas con las advocaciones, imágenes, procesiones, cofradías, hermandades, etc. ¿Cómo estamos acompañando al pueblo en estas tres expresiones de fe mariana? ¿Dónde situarnos a la hora de responder a sus necesidades de expresar la fe tradicional? ¿Estamos creando tradición o simplemente vamos alargando las existentes? No es cierto que las fiestas marianas de los pobres sean superficiales. Responden a profundas exigencias y constituyen una de las expresiones más ricas en símbolos, en fantasía creadora y en teología narrativa que posee la Iglesia y que no se pueden perder. ¿Intentamos comprender, recuperar y profundizar la riqueza expresiva de la devoción mariana popular?



 

CLAVE EXISTENCIAL

1. La Congregación vivió un momento de reflexión cordimariana que dio a luz varias publicaciones, ¿las hemos sacado provecho? ¿Las tenemos en cuenta a la hora de revisar y programar nuestra espiritualidad cordimariana?

2. La predicación mariana es frecuente en nuestra actividad misionera, ¿qué modelo o figura de María tiendo a elegir? ¿Conecto con la realidad femenina de la iglesia, del mundo y de mi sociedad concreta?

3. En nuestra comunidad ¿cómo se expresa nuestra vivencia cordimariana? ¿Qué expresiones externas procuramos potenciar como comunidad claretiana?

4. María resalta como formadora de discípulos, ¿nuestra relación con ella nos ayuda a crecer como discípulos del Maestro? ¿Por qué no expresamos alguna experiencia concreta?

5. ¿Por qué no compartimos nuestros primeros pasos en la devoción a María, las expresiones festivas marianas de nuestros pueblos...?



 

ENCUENTRO COMUNITARIO

 

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Lc 1,26-38

 

3. Diálogo sobre el tema IX en sus distintas claves.

 

* Recordar lo que se ha indicado en el folleto PRESENTACION acerca del encuentro comunitario.

 

* Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial.

 

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

 

5. Canto final







.....Escuela Bíblica Dabar Elohim - Parroquia de Ntra. Sra. de Chiquinquirá - Cl 45 30-62 - Tel 3795319 - 3184301 - Barranquilla - Colombia
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