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Salmos (introducción)









INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DE LOS SALMOS


La vida entre el dolor y la alegría

Dichas y quebranto

los dos materiales que forman mi canto

Con las palabras citadas, la canción popular menciona los dos componentes que acompañan a toda vida humana desde la cuna. La vida de hombres y mujeres está entretejida de dolores y de alegrías. Y cada uno de estos sentimientos, por su dinámica natural, tienden a ser verbalizados conforme al estado en que, en cada momento de su existencia, se encuentra el ser humano. Y, si éste es un hombre religioso, colocará inevitablemente esos estados en relación con Dios, sentido último de su existencia. Los salmos no pueden ser excepción en este caminar humano. De allí que las expresiones de dolor y de alegría, propias de toda vida humana, aparecen a cada paso en ellos.


Dolor y alegría en la Pascua de Jesús

Pero Dios mismo descendiendo a los abismos

la esperanza de los pobres de la muerte rescató

Ambas dimensiones de la existencia están también presentes en la vida de Jesús y, sobre todo, en su Pascua. En la cruz Jesús hace suya la situación de un orante anónimo de siglos anteriores. Su oración se articula con las palabras iniciales del Salmo 22: "Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?". Y el "Tengo sed" que pronuncia según el testimonio de Jn 19,28 parece remitirse al v.16 del mismo salmo.

Esta oración asumida por Jesús para interpretar su relación con Dios en el momento culminante de su vida se convierte para la primera comunidad en clave privilegiada para la interpretación de lo sucedido. De ahí la multiplicación de las citas y las alusiones, ciertas o probables, de este salmo en la Historia de la Pasión.

"Todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza"(v.8), "repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica"(v.19) aparecen en los relatos de la Pasión y hay claras alusiones a: "Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo" (v.7), "Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta"(v.16ab), "Como para prender mis manos y mis pies" (v.17 c), "Mas cuando le invocaba le escuchó" (v.25c).

Pero también, y con sentimientos muy diferentes, la comunidad cristiana recurre al v.23 del mismo salmo en Hb 2,12, para explicar el sentido de la muerte de Jesús y sus consecuencias en la vida del creyente: "Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te cantaré himnos".

El camino del dolor al canto

Porque de nada valen la alegría y el canto

si hay un niño perdido vagando por las calles

Dolor y gozo son parte constitutiva de la vida de todo hombre y de la del pueblo. Ante el vaivén de su sucesión, estamos tentados a renunciar a descubrir en ella la existencia de una dirección y de un sentido.

No debe extrañarnos, por tanto, que los salmos adolezcan de ese mismo desorden aparente, que parece trasladarse al momento en que brotan del corazón y de la boca de los miembros de una comunidad después de la primera lectura de la Celebración Eucarística y en la oración de la Liturgia de las Horas.

Pareciera que, como en la vida del pueblo, los Salmos están amasados con un sucederse desordenado de dolor y de gozo y ello hace que, a primera vista, parezca imposible encontrar criterios que hagan posible descubrir un orden de sucesión de las distintas unidades. Los temas, títulos y época probable de composición de los distintos salmos se yuxtaponen a lo largo de todo el Salterio. Esto lleva a preguntarse si existe en los salmos una dirección en medio de ese vaivén de alegrías y tristezas y, en este caso, cómo es posible realizar el mismo camino de la comunidad cristiana primitiva que, recogiendo las palabras angustiosas de Jesús en la cruz, sabe leerlas a la luz de su resurrección.

Según las palabras de la canción, citadas al comienzo de este apartado, no hay espacio para la alegría y la fiesta en este mundo marcado tan profundamente por el dolor padecido por el niño de la calle que se ha convertido en paradigma de todos aquellos seres débiles, arrojados a la intemperie por las injusticias de sus hermanos que expulsan del hogar de este mundo a capas cada vez más extensas de la población.

Acercarse al lugar del sufrimiento de aquellos desterrados, es instalar su dolor en el centro mismo de las preocupaciones de la propia vida y acción. Y, sin embargo, en ningún otro lugar se escucha tan fuertemente la voz de la alegría como en ese mundo de dolor y sufrimiento. Su sonido resuena de tal forma, que su eco en la vida de sus hermanos ha llevado a éstos a reencontrar, gracias a él, la alegría de vivir.

Con su oración la comunidad religiosa busca compartir los dolores y gozos del pueblo y situarlos en el marco de la relación con un Dios cuyo rostro paterno se ha manifestado plenamente en los rasgos, proyecto y estilo de vida de Jesús de Nazaret, el Cristo.

En el camino del seguimiento de Jesús, el cristiano se dirige a Él con la petición "enséñanos a orar" (Lc 11,1); de Él ha aprendido a dirigirse a Dios con la oración de los Salmos, en Él quiere encontrar la clave que sitúe dolores y gozos en el proyecto del Dios de la vida y, de esa forma, reinvidicar su verdadero rostro frente a los ídolos y proyecciones creadas por los egoísmos de los hombres.

Este recorrido aparece ya delineado en el Salterio. En la primera parte del libro aparecen con mucha más fuerza los aspectos amenazantes de la existencia que buscan ser conjurados con el recurso a la súplica angustiada y al frecuente empleo de los términos que tienen relación con el "ayudar" (salvar).

Por el contrario, la segunda parte se coloca bajo el signo de una espontánea y alegre invitación a la alabanza, en la que se hacen más frecuentes los cantos de alegría y se multiplica el uso del vocabulario asociado a la bendición. Frecuentemente aparece el "alabar" ("te cantaré himnos" de Hebreos), sobre todo en la formula de "alabad a Yahveh" (aleluya) y el término "feliz", que siempre dice algo respecto a un hombre de quien se proclama que se ha situado en una nueva relación con Dios. Con el "alabar", y en todos los casos en que el hombre bendice a Dios, se declara el reconocimiento, respeto, solidaridad. Con el "feliz", y en todos los casos en que Dios bendice al hombre, se afirma la creación de una zona de salvación para éste.

De esta forma se subraya progresivamente que Dios es el Dios de la vida: "en Él todos viven"(Lc 20,38). Como en el camino de Emaús, se explica a los discípulos, con ayuda de los salmos, el sentido de todo lo que constituye la existencia de Cristo y de cada uno de los hombres, incluso del sufrimiento y de la muerte.

Se puede descubrir así, más allá de toda razón humana, el porqué se sigue cantando al Dios de la vida en esas situaciones de muerte. Y se puede encontrar la clave que transforma la pregunta "¿Cómo cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?" (Sal 137,4) en una gozosa certeza, que, en medio de la oscuridad y de la duda, señala cómo cantar un canto de Yahveh en esas circunstancias.


1. NIVEL LITERARIO

1.1. Las dos numeraciones

En el Salterio, salvo algunos salmos del comienzo y del final que reciben el mismo número, los salmos tienen dos numeraciones. Entre ambas, generalmente, hay una diferencia de una unidad y, a veces, de dos.

Esta diferencia de numeración se debe a que, a partir del salmo 10, las unidades reciben en las traducciones griegas y latinas un distinto número del que tienen en las copias hebreas. Los números conforme al hebreo se han impuesto en las traducciones recientes de la Biblia y serán los que usaremos habitualmente. A las copias griegas sigue la numeración adoptada por "La liturgia de las horas". Ella se consigna en algunas Biblias con un número dentro de un paréntesis que acompaña a la otra numeración. Las equivalencias entre ambas numeraciones son las siguientes:


 

Hebreo

 

Común

 

Griego


 

1-8


 

9


 

9,1-21

 

10


 

9,22-39

 

11-113


 

10-112

 

114


 

113,1-8

 

115


 

113,9-26

 

116


 

114-115

 

117-146


 

116-145

 

147


 

146-147


 

148-150



1.2. Los salmos, obra de arte

La transmisión de los sentimientos y vivencias más elementales de la existencia, como dolor y gozo, requiere una forma original. No basta la palabra que informa, es necesaria una palabra que se dirija al corazón del hombre y que comprometa al destinatario. De ahí, que las distintas unidades del Salterio asuman la forma de la obra de arte, que todas ellas puedan entrar en la categoría de los poemas, y que requieran ser verbalizadas en símbolos, formas y géneros poéticos y acompañadas muchas veces con títulos que señalan indicaciones referidas al modo de su ejecución musical.

1.2.1. Símbolos

Para la expresión de dichos sentimientos y de su ubicación dentro de lo más íntimo de la existencia, que es la relación con Dios, el creyente recurre al símbolo. En él encuentra un lenguaje no totalmente delimitado y , por lo mismo, abierto a una significación múltiple. Sólo gracias a los símbolos es posible dar forma a lo inexpresable. Realidades físicas como la corporeidad y la ubicación en un espacio adquieren una dimensión que trascienden la naturaleza propia de esas realidades como cuando el orante se dirige a Dios invocándolo "como quien realza mi cabeza"(Sal 3,4) o que "inclinó los cielos y bajó" (Sal 18,10).

Toda la realidad humana sirve para expresar la relación religiosa: el curso de los días con su alternarse de día y noche, de sueño y de vigilia; la sucesión de estaciones y vicisitudes de la existencia: cosecha y siembra, guerra y paz.

Dios es captado también desde la experiencia histórica de Israel, y la misma configuración social del pueblo suministra elementos para su comprensión: "su trono está en los cielos" (11,4). Incluso la religiosidad cananea previa, en un nuevo marco, lleva a afirmar que "el monte Sión, confín del Norte, ciudad es del Gran Rey" (Sal 48,3):o que Yahveh "es auriga de las nubes" (Sal 68,5).

1.2.2. Formas poéticas

La unidad menor de cada composición es el verso, que, en hebreo, no toma en cuenta el número de sílabas sino el de acentos. Los versos frecuentemente se equilibran, y por ello tienen como característica más notable de su relación el paralelismo, que yuxtapone versos con dos imágenes semejantes o contrapuestas, o con una imagen que desarrolla una inmediatamente anterior.

- Un ejemplo del primer caso es el comienzo del Salmo 5:

Escucha mis palabras, oh Yahveh

repara en mi lamento

El "escucha" expresa una idea semejante al "repara", e igual sucede con "mis palabras" y "mi lamento". Se trata por tanto, en este caso, de un paralelismo sinónimo.

- Por el contrario, en el segundo caso, llamado paralelismo antitético, los elementos se oponen:

Toma el impío prestado y no devuelve

mas el justo es compasivo y da (Sal 37,21)

- La última posibilidad mencionada, o paralelismo sintético, aparece en el Sal 96,1:

Cantad a Yahveh un canto nuevo,

cantad a Yahveh, toda la tierra.

Por su parte, los estribillos, presentes en algunos salmos (42-43; 46; 49 etc.), sirven para agrupar en una estrofa un conjunto de versos. La misma función puede haber desempeñado la palabra selah (Pausa).

Finalmente, otros salmos se estructuran a partir del orden que ocupa en el alfabeto hebreo cada una de las letras iniciales de los versos o de las estrofas: "acrósticos".

1.2.3. Géneros literarios

Ciertos rasgos comunes, constatables en los distintos salmos, permiten agrupar, al menos, tres grandes tipos de composiciones:

  1. Las súplicas

Bajo esta categoría, la más numerosa del salterio, colocamos aquellos salmos en que la presencia del dolor está vivo en el horizonte del orante. Según el modo de la relación entre el individuo y el dolor, la súplica puede ser lamento o acción de gracias u oración de confianza:

  • El lamento comienza, generalmente, con un grito de ayuda en que, con un tono angustioso se recurre a Dios, invocándolo frecuentemente con el nombre de Yahveh. Se exponen, luego, los motivos que justifican ese recurso y, para ello, se describen las aflicciones del orante (lamento individual: sal 5-7; 13; 17; 22; 25; 26; 28; 31; 35; 36; 38; 39; 42; 43; 51; 54-57; 59; 61; 63; 64; 69-71; 86, 88; 102; 109; 120; 130; 140-143) o del pueblo (lamento colectivo: 12; 44; 58; 60; 74; 79; 80; 83; 85; 90; 94; 108; 123; 137) que pueden ser de orden físico, psicológico, o socio-político. Luego, se presenta una petición con términos genéricos, en la que pueden estar presentes acusaciones contra los enemigos o deseos de cambio de la situación propia o de la de los adversarios. Finalmente se concluye con un principio general derivado de los elementos anteriores o de una promesa, en la que se confía.

  • La acción de gracias individual ( 9; 10; 30; 32; 34; 40,2-12; 41; 92; 116; 138) o colectiva (66; 67; 118; 124) presenta la salvación como ya realizada y se caracteriza por su llamado a dar gracias a Dios en tono de alegría y de agradecimiento; luego se relata la aflicción pasada y se hace una declaración en que se afirma que Yahveh liberó al sufriente. Frecuentemente estos elementos se acompañan con alusiones a anuncios de sacrificios, cumplimientos de votos, bendiciones y elementos de alabanza.

La frontera entre acción de gracias y súplica no siempre es muy clara. Ello se debe a que la súplica consigna, a veces, un agradecimiento pronunciado anticipadamente, al paso que la acción de gracias, como vimos, contiene normalmente un relato sobre un infortunio pasado. A pesar de esta dificultad de distinción entre ambos géneros es posible, en teoría, trazar una línea divisoria según su recitación tenga lugar antes (súplicas) o después (acciones de gracias) de la intervención divina.

  • Los salmos de confianza (3; 4; 11; 16; 23; 27; 62; 121;131), como las súplicas, se sitúan antes de la intervención salvífica de Dios, pero la certeza de ser oído, que en ellos se manifiesta y por la que se declara la salvación anticipada, hace pasar a segundo plano la exposición de las dificultades. Dicha confianza los emparienta con la acción de gracias, y que, gracias a la convicción del orante, la futura intervención de Dios se experimenta como ya realizada en el presente.

  • Las "alabanzas"

Frecuentemente, la alegría presente en la asamblea cultual se hace oración en composiciones dónde la vida se expresa como bendición de Dios. En estos salmos, la parte central, que es la más extensa, desarrolla las motivaciones que conducen a la alabanza, fundamentadas en el ser y actuar de Dios. Separadas por esta parte central, el comienzo y el final consignan generalmente una invitación a la alabanza.

  • Los himnos al Dios de la alianza son numerosos (8; 19,1-7; 33; 100; 103; 104; 111; 113; 114; 117; 135; 136; 145-150) aunque sólo el salmo 145 recibe ese título. En ellos se canta la fe en Dios, Señor del mundo y de la historia y sus acciones en favor de Israel. Los hechos de la naturaleza y de la historia son señales, "milagros" de esa acción divina.

  • Temáticas particulares como la Realeza de Yahveh, Sión o el Ungido permiten delimitar otros subgrupos dentro de la categoría de alabanzas. Los cantos de Yahveh Rey (93; 96-99) celebran a Dios entronizado como Rey y juez de Israel y Señor de los pueblos. Los cánticos de Sión (46; 48; 76; 84; 87; 122) celebran a la capital como lugar de la presencia de Dios. Los salmos reales (2; 18; 20; 21; 45; 72; 89; 101; 110; 132; 144) finalmente, celebran al rey israelita como hijo adoptivo de Dios y Ungido para su función por el mismo Dios.

  • Salmos didácticos

En torno a la preocupación fundamental de la instrucción se pueden agrupar salmos que se remiten a distintas realidades con idéntico fin. Entre esas realidades debemos, por su importancia mencionar las siguientes:

  • La historia del pueblo que, en los salmos históricos (78; 105; 106), organiza los puntos principales de las acciones de Dios en favor de su pueblo: época patriarcal, Éxodo Desierto y entrada a la Tierra.

  • Las condiciones exigidas al creyente para la participación cultual recordadas en las liturgias(15; 24; 134).

  • Los rasgos de la auténtica piedad señalados en los salmos proféticos (14; 50; 52; 53; 75; 81).

  • Elementos de la sabiduría israelita y de la Ley que consignan preocupaciones sobre el sentido de la vida y sus problemas en los llamados salmos "sapienciales" 1; 19, 8-14; 37; 49; 73; 112; 119; 127; 133).

1.2.3. Los títulos

El título pone frecuentemente en relación la composición con una persona determinada. Sin embargo, el sentido de la preposición que establece este ligamen no es clara ya que puede hacer referencia a un autor o aludir a un ciclo o a un héroe del poema, como en los textos de Ugarit.

Otros títulos indican el carácter de la composición: oración, canto de amor o canto (shir), instrucción (mashkil) o confesión (shiggayyon).

Una tercer tipo de indicaciones se refiere a la ejecución musical: instrumentos musicales de cuerda (mizmor), flautas, cítaras; o a la melodía que acompaña a los cantos: cierva de la aurora, lirios, no destruyas.

Finalmente se encuentra mencionada la asociación de la composición a ciertos actos litúrgicos: Dedicación de la Casa, Día del Sábado, Memorial, Subidas para los que peregrinan a Jerusalén.

1.3. El Salterio como colección

La existencia de una colección puede determinarse a partir de cuatro finales que sirven para encadenar los distintos bloques de salmos, al reproducir, más o menos, las mismas palabras. Colocadas éstas en paralelo tenemos, al final de los salmos 41, 72, 89 y 106, lo siguiente:


¡Bendito

 

sea Yahveh,

¡Bendito

 

sea Yahveh,

¡Bendito

 

sea Yahveh,

¡Bendito

 

sea Yahveh,

 

Dios de Israel!

 

Dios de Israel,


 

Dios de Israel,


el único que hace maravillas!

 

¡Bendito sea su Nombre glorioso



 

desde siempre y



 

desde siempre y

 

para siempre!

 

para siempre,

 

para siempre!

 

para siempre!


toda la tierra se llene

 

de su gloria!






 

Y todo el pueblo diga

 

¡Amén! ¡Amén!

 

¡Amén! ¡Amén!

 

¡Amén! ¡Amén!

 

¡Amén! ¡Amén!

 

41,14

 

72,18-19

 

89,52b

 

106,48


Por tanto, se nos presentan cuatro bloques perfectamente delimitados por su final, a saber: I: 1-41; II: 42-72; III: 73-89; IV: 89-106.

No encontramos ninguna conclusión semejante para el último bloque, el quinto, que comienza con el salmo 107 y se desarrolla hasta el final del libro. Hay razones, sin embargo, para pensar que el salmo 150 cumple esa función conclusiva. Ésta se realiza, mediante, la frecuente utilización, por parte de ese salmo, del verbo alabar, que aparece al comienzo y al final en la fórmula del Aleluya ("alaben a Yahveh") y es mencionado, al menos, una vez y, a veces, dos en cada uno de sus versículos.

En efecto, "alabar" y sus derivados está, frecuentemente, en paralelismo con "bendecir". En 34,2 leemos: Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios (cf también 66,8; 113,2; 145,1-2.21. A estos textos se podrían agregar 115,18 y 135,21 donde el bendecir aparece en paralelo con el Aleluya).

En segundo lugar, el "bendito", con que el orante se dirige a Yahveh establece una relación entre ambos, en la que el hombre da gracias por una actitud solidaria de Dios (o del rey que lo representa), y que puede traducirse también por alabado, digno de alabanza.


2. NIVEL HISTÓRICO

2.1. Historia propia y original de cada salmo

Se hace sumamente difícil reconstruir la historia de la composición del libro de los salmos ya que la composición de muchos salmos tiene una historia particular que se extiende, a veces, durante muchos siglos. Podemos encontrarnos, entre otros, los siguientes casos:

  1. Un texto base recibió ampliaciones mayores o pequeños retoques en una época posterior. Por ejemplo, en el 19,2-7 tenemos un texto base constituido por un himno que existía probablemente antes del comienzo de la monarquía israelita. A ese texto base, en un período posterior de la historia de Israel se añaden los vv. 8-15 que reflejan las preocupaciones de este último período. Igualmente 68, 16-36 no pertenecía al texto del salmo tal como se presentaba en una primera época. Esto parece deducirse por el cambio de escenario respecto al lugar: la Transjordania ocupa el lugar del monte Umbrío, cercano a Siquem, escenario de una de las primeras batallas de las tribus contra los cananeos, a la que se evoca en la primera parte.

  2. En otros salmos hay desarrollos, a veces menores, que hacen crecer un texto base: probablemente 61,7-8 y 63,12 son añadiduras al texto base de cada uno de esos salmos.

  3. Finalmente otros salmos como el 18 recibieron múltiples correcciones a lo largo de la historia o se fueron acrecentando durante varias épocas.

2.2. Pequeñas colecciones

Incluso antes de adquirir su forma definitiva, algunos salmos tendieron a agruparse con otros. En tiempos relativamente tempranos surgieron pequeñas colecciones integradas por varios salmos según parece reflejarse en grupos como el de las súplicas de 25-28; 54-57 y 140-143; o de los himnos de 96-100 y 145-150. El mismo caso acontece en las series de varias súplicas acompañadas de un salmo de confianza en 3-7 y 61-64.

2.3. Las grandes colecciones

2.3.1. Las "oraciones" de David

Es posible, sin embargo, la delimitación de una primera colección más amplia que las series de salmos mencionadas precedentemente, gracias al carácter conclusivo de las palabras que aparecen en el Sal 72,20: "Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé".

Estas palabras, pasando por alto el salmo 72 (titulado "de Salomón"), hacen referencia al texto base de las unidades pertenecientes al bloque de los salmos 51-70, que, a excepción de los salmos 66 y 67, reciben el título "de David", pero muy probablemente también al bloque que se extiende desde el salmo 3 al 41, al que pertenecen salmos que, como los anteriormente mencionados, tienen casi todos el mismo "de David".

En efecto, la pertenencia de este último bloque de salmos a una colección terminada por 72,20 parece imponerse si atendemos al carácter de los salmos 14 y 40,14-18 que vuelven a repetirse respectivamente en los salmos 53 y 70 con ligeras modificaciones. Los dos primeros tienen una forma de texto con rasgos que indican una época de composición más antigua a la de estos últimos.

Por el contrario, el salmo 71 también puede haber formado parte de ella ya que presenta algunas de las características que más aparecen en la colección y puede haber perdido el título "de David" al ser introducido posteriormente el salmo 70.

Tenemos, por tanto, una primera colección formada por los salmos 3-9; 11-32; 34-41; 50-52; 54-65; 68-69 y muy probablemente también por los salmos 10 y 71.

Podemos afirmar que esta "colección davídica" era fundamentalmente, según consigna su final (72,20), un conjunto de "oraciones" (súplicas, lamentos, peticiones) en un momento de angustia y de padecimiento de un individuo (del mismo orante o de otra persona) y, a veces, del pueblo.

Como oraciones, la colección estaba centrada en la petición de ayuda y en ella hay un notorio predominio (dos terceras partes del total de sus salmos) del yo individual que suplica, da gracias y confía.

Las noticias sobre David se refieren sobre todo a momentos difíciles en su vida: en esas ocasiones y en otros casos se celebra la justicia salvadora de Dios respecto al prototipo del jefe de la comunidad.

En un mundo dominado por la injusticia en los tribunales y de empobrecimiento global de grandes estratos de la población, se invoca esa justicia, se confía en ella, se da gracias cuando los mecanismos de opresión no logran su objetivo.

A pesar de que los salmos se centran preferentemente en las preocupaciones de individuos, no se puede negar su relación con el culto, en un tiempo del Templo en que no se hace hincapié en la institución monárquica (el rey se menciona escasamente). Como tiempo probable de esas características, quizás haya que pensar a la época posterior a la misión de Zorobabel y Josué.

Dicha misión tenía el objetivo de reconstruir el Templo. Sin embargo, cuando la reconstrucción es terminada, Zorobabel no es mencionado. Podemos afirmar que, por uno u otro motivo, posiblemente por desconfianza de los jefes del imperio persa, se produce el fracaso de las expectativas mesiánicas surgidas en torno a ese personaje, lo que explicaría la existencia de una colección en la que casi está ausente la figura real.

Esta época, situada entre la misión de Josué y Zorobabel y la de Nehemías, está marcada por serios conflictos entre los que retornan del exilio y los que habían permanecido en Palestina. Pero los textos (especialmente Isaías y Malaquías) señalan, sobre todo, la presencia de abusos en la administración política y de desigualdades sociales.

En este marco histórico, el recurso a antiguos salmos de súplica individual nos habla de la desprotección de los individuos pertenecientes a las clases económicamente inferiores dentro de la estructura social. Los salmos individuales de confianza y acción de gracias, por su parte, indican que la justicia, cuando es alcanzada en dicha sociedad, sólo puede ser atribuida a una intervención directa de Yahveh.

De esta forma, la utilización de esos tipos de salmos tendía a sensibilizar la conciencia de los miembros del pueblo en orden a colocar la búsqueda de la justicia como centro de las preocupaciones para reconstruir la vida de Israel.

2.3.2. El salterio "elohísta" y una nueva colección

En un momento posterior, la colección de los "salmos davídicos" se acrecienta con nuevo material. Para determinar su extensión debemos considerar un cambio, que se puede constatar a partir del salmo 42: el nombre de Yahveh, usado frecuentemente hasta ese momento, deja lugar a una mayor utilización del nombre de "Elohim" (Dios), lo que ha llevado a hablar de un salterio elohísta.

Este "salterio elohísta" se prolonga, al menos, hasta el salmo 84 y, quizá, hasta el salmo 89 si consideramos, junto con "Elohim", otros nombres divinos como "El"(Dios) y "Adonay" (Señor), usados también con bastante frecuencia por ese autor.

Por consiguiente, el material incorporado comprendería, en primer lugar, las colecciones de "los hijos de Coré" 42-49; 84-88 y de "Asaf" 50; 73-83. La coincidencia de cierto vocabulario hace pensar también en la probabilidad que integren esta colección los salmos 2; 72 y 89 y los salmos 53 y 70, duplicados de los salmos 14 y 40,14-18.

La incorporación del nuevo material se hace con la separación en dos partes de la colección de los salmos davídicos. La primera parte queda constituida por los salmos 3-41 de la anterior colección. Las incorporaciones afectan, sobre todo, a la segunda parte donde existen claros indicios respecto al añadido intencionado de Elohim (cf. 43,4; 45,8; 48,15; 50,7; 59,6; 84,8) y se integran en ella según la forma siguiente:

De los hijos de Coré

 

De Asaf

 

De David (y Salomón)

 

De Asaf

 

De los hijos de Coré

 

42-49

 

50

 

51-65; 68-72

 

73-83

 

84-88


La incorporación a la colección del salmo 53 acentúa la temática profética, reproduciendo el único salmo de este tipo entre los anteriores (Sal 14), y busca conseguir un cierto equilibrio entre las dos partes. Con la misma intención se coloca, casi al final de la segunda parte de la colección davídica (Sal 70), un fragmento de uno de los últimos salmos de la primera parte (40,14-18).

Los salmos reales son colocados en posiciones importantes: al inicio, en la conclusión de la segunda serie de la colección davídica y al final de toda la colección. Sobre todo el primero y el último sirven para hacer un balance de la actuación del rey dentro el marco de la identidad de Israel, refiriéndose, respectivamente, a la monarquía en su esplendor y en su humillación.

Como características del vocabulario de este material podemos señalar la frecuencia con que aparecen palabras como "pueblo" (referido a Israel), "nación", "rey" (referido a un hombre) y, en menor medida, "Mesías" y "cetro". Todas ellas se consignan en este grupo casi el doble de veces, por lo menos, de lo que aparecen en los salmos davídicos.

Todo ello lleva a individuar mejor las intenciones del autor de esta segunda colección: la preocupación fundamental parece situarse en el ámbito de definir la identidad del pueblo frente a los otros pueblos en un momento de crisis. De ahí brota su interés por la suerte de la capital y la del rey, en cuanto el destino de ambos está íntimamente ligado a la suerte del pueblo.

La mención del sitiador en Sal 53,6b nos lleva probablemente al tiempo de la misión de Nehemías, en que el Templo ya había sido reconstruido. Pero, a pesar de ello, la ciudad, aún escasamente poblada, estaba en peligro frente a un grupo de enemigos que, comandado por Sanlabat de Samaria, comprendía a los azotitas, a los amonitas de Tobías y a los árabes de Gesem. El recurso a los himnos de Sión habría servido de ayuda en esa época para animar a repoblar y fortificar la ciudad.

Estos acontecimientos explicarían también las preocupaciones respecto a la búsqueda de una perspectiva dónde situarse para comprender el ser nacional. Quizás esto explique porqué en este bloque se menciona con una frecuencia mayor de la habitual a individuos que se alían "a una" o "conjuntamente". Con estos vocablos se hace referencia a enemigos y esos enemigos a veces son jefes (2,2) o reyes (48,5). La recuperación del recuerdo de una serie de pueblos enemigos de la historia de Israel en el Sal 83,6-9, por ejemplo, adquiriría un mayor sentido desde las dificultades de esa época histórica.

Por otro lado, la reforma política de Nehemías tendía a aligerar las condiciones de empobrecimiento de la mayoría de la población. Dicho empobrecimiento creciente era causado por los intereses de los propietarios de la tierra y por un incipiente comercio facilitado por el comienzo de la circulación monetaria.

Desde esta perspectiva se puede explicar la presencia en la selección de abundante material emparentado con los oráculos proféticos. La recuperación de este material en la colección se hacía en orden a urgir la conversión, a la que se invita al pueblo en general y, sobre todo, a una clase dirigente comprometida en alianzas con el extranjero, debido a intereses comerciales.

2.3.3. La colección final

El "alabar" coloca a todo el libro, en su redacción final, en el ámbito de la alegría. En la alabanza la comunidad de los creyentes encuentra el sentido de la vida en su relación con Yahveh. A diferencia del autor del libro de las Crónicas que inscribe el alabar en el ámbito de un culto institucionalizado, los Salmos se limitan a invitar a la alabanza, y nada dicen del cómo se debe realizar. Esto habla de un culto entendido como forma de integración que brota de un sentimiento espontáneo de alegría y no de una obligación. La misma característica se da respecto a la consideración de la Ley. Todo ello nos lleva a propugnar la primera época de la dominación griega como tiempo de nacimiento de la última colección.

La irrupción de Alejandro Magno en el Oriente Medio produce un agravamiento de las condiciones de dominación soportadas por el pueblo de Israel. Con el conquistador irrumpen nuevas formas culturales y de pensamiento intelectual. Estas nuevas formas producen en Israel una crisis creciente que va a determinar su historia posterior. El conflicto cultural conducía inevitablemente a conflictos políticos con los gobernantes imperiales y con la clase social judía que con él colaboraba.

Los Tolomeos realizan la unión de la teoría egipcia que atribuía al rey rasgos divinos con un rígido sistema tributario, en que al sistema clásico de Egipto se añadía el sistema griego de tributo. Hay un crecimiento de la presión económica apoyada incluso con el uso de la fuerza por parte de ciertos terratenientes y, en esta época, se constata el crecimiento de la emigración de la población judía. Ella es causada por el empobrecimiento creciente facilitado por el latifundio agrícola y el aumento de la población, por un lado, y la dureza de la represión tolemaica que respondía con la deportación a los intentos de lograr la independencia, por el otro.

El núcleo de la respuesta se sitúa en el ámbito del conflicto cultural. La relevancia que se da a los Salmos sapienciales hace que se busque aglutinar al pueblo en torno de su identidad cultural. De allí nace el aprecio de sus instituciones propias, sobre todo de su culto y de la Ley como forma de organización fraterna en conflicto con la organización social helénica.

Este aprecio no es sentido como una obligación sino que se comprende desde la alegría de la pertenencia al Pueblo de Dios, único camino para encontrar la felicidad, significada en el acto concreto de peregrinar al Templo.

La dureza de las condiciones establecidas por el gobierno imperial hace encontrar los valores propios y su descubrimiento hace estallar en himnos y salmos comunitarios de confianza y acción de gracias. El contenido de las colecciones anteriores, unido a la recuperación de la historia del pueblo que hacen los salmos históricos, sirve para fortalecer la propia identidad y dar fuerzas para continuar la resistencia frente a los imperios.


3. NIVEL TEOLÓGICO

3.1. El Salterio, obra de la Sabiduría

El salmo 1 es colocado al comienzo con el fin de delinear un orden y un ambiente. Es indudable su parentesco con 19,7-14; 36; 37; 49; 73; 91; 94; 112; 119; 127 y 139 que han sido denominados "salmos de sabiduría" (y "de la Ley"), ya que todos ellos tienen un fuerte contenido de enseñanza y un vocabulario que procura determinar el vivir recto, con una temática afín al de los libros sapienciales.

Colocando un salmo de este tipo al comienzo y distribuyendo equilibradamente los restantes a lo largo del libro, el redactor final ha intentado colocar la sabiduría (y la Ley) como la clave que da el sentido con el que se debe entender el libro.

3.2. La oración

Por otra parte, con su primera palabra "Feliz", que vuelve a aparecer al final del salmo 2, el libro enmarca la función que ocupa la oración dentro de este recto vivir. El término o el verbo correspondiente "hacer feliz" está presente en el salmo final de cada uno de los cuatro primeros bloques (en la conclusión del primer bloque aparecen ambos) y, más allá de los casos mencionados anteriormente y otros empleos esporádicos, multiplica sus apariciones en el quinto bloque de salmos.

Este significado de "feliz" era conectado, en las últimas épocas del Antiguo Testamento, con un verbo "ir" que tiene las mismas consonantes. De esa forma se situaba la búsqueda de felicidad del creyente en conexión con la participación en la Liturgia del Templo. Se trata de una gozosa exigencia para el creyente de afirmar su pertenencia a la comunidad por medio de ciertos actos.

Enmarcada en este contexto, la oración de los salmos es una tarea sapiencial, la única que puede abrir al verdadero sentido de la ardua tarea de la existencia, imposible de captar con el pensamiento racional (cf Sal 73,16-17).


3.3. Un esquema interpretativo

3.3.1. La actuación del impío

La inmediatez de la relación religiosa entre el orante y Dios, aparece en los salmos oscurecida por la presencia, junto a ambos, de los "impíos" mencionados en la mayoría de ellos.

Su actuación determina de tal modo un primer momento de la existencia que puede definirse como una dañosa superioridad frente al orante. Esta agresividad es la característica que el texto subraya más en ellos.

Por otra parte, esta agresividad también puede ser considerada bajo el término de desconocimiento de Dios. Este desconocimiento de Dios por parte del impío debe entenderse no como negación teórica de su existencia, sino como una seguridad y confianza en sí mismo que ha desencadenado la agresividad contra el orante. La "impiedad" se describe más como una falta dirigida contra el semejante que como una falta contra Dios.

Sus acciones buscan hacer desaparecer la confianza del creyente en la justicia divina y poner en crisis el núcleo más íntimo de la relación religiosa. Por ello son calificados como los "burlones" y denominados frecuente e indistintamente como enemigos de Dios y "mis enemigos".

Los impíos son caracterizados por su superioridad respecto al justo, ya sea por su número, ya por sus fuerzas o bienes o por ocupar una posición más elevada: p.ej., a veces aparecen como aguas inferiores que salen de su lugar propio e inundan la tierra en que está el orante.

3.3.2. Las acciones de Dios y del orante

Un segundo momento en la lógica del Salterio describe las actuaciones del orante y de Dios frente a dichos enemigos: la del primero puede ser expresada como incompatibilidad con la persona misma del impío o, al menos, con su estilo de vida. Este último caso, que se consigna con mucho menor frecuencia, es el de la primera parte del v.15 en el sal 51 "Enseñaré a los pecadores tus caminos".

Paralelamente, la actuación de Dios asume una forma doble como la del orante. Es suplicada o celebrada como aniquilamiento futuro o ya acontecido del impío. En ambos casos se trata de la desaparición del impío en cuanto tal por su destrucción o, más raramente, por su conversión como aparece en la segunda parte del Sal 51,15: "los pecadores volverán a tí".

Ambas acciones tienen como objetivo crear las condiciones óptimas para la relación religiosa que será explicitada como programa de la existencia creyente en un tercer momento.

3.3.3. El momento final

En el mundo del momento final, donde no hay enemigos, puede desarrollarse plenamente, por un lado, la alabanza y el canto gozoso del orante a su Dios y , por otro, experimentarse el amor de Éste verificado en la propia vida. Este programa de existencia se resume en el inicio del último salmo del tercer libro, que ocupa el centro de la colección: "El amor de Yahveh por siempre cantaré" (Sal 89,2a).

La existencia humana es colocada así bajo el signo del alabar, término que, con su espontánea alegría, aparece en los Salmos más que en el resto de la Biblia Hebrea, frecuencia que crece hasta más del doble si tomamos en cuenta la fórmula, propia del salterio, de "alabad a Yahveh" (aleluya). Salvo raras excepciones (10,3; 49,7; 52,3; 78,63; 97,7; 106,5), este verbo indica una acción que se dirige a Yahveh. También el sustantivo de la misma raíz encuentra en este libro su lugar preferido. Por otra parte, un plural anómalo del sustantivo aparece por única vez en el título de este libro.

Por otra parte, el objeto de este alabar reside en el amor (piedad) de Yahveh. Este término, que también ocupa un lugar destacado en el salterio, indica una superioridad benéfica propia y exclusiva de Dios: "Tuyo Señor, el amor" (62,13).


3.4. Relecturas

3.4.1. Veterotestamentarias

Ya la traducción griega de los LXX añade un salmo a los ya existentes y esa tendencia se continúa en otros escritos fuera de la Biblia, como puede verse en otras composiciones que se atribuyen a Salomón (El Apócrifo de los Salmos de Salomón) o a Adán (Apócrifo construido a partir de Gn 2, 20b-24) y por los Hodajjot, Himnos encontrados en Qumram.

Y aunque la vida religiosa del individuo y de la nación israelita se ha expresado eminentemente en oración en los Salmos, otras composiciones de la misma Biblia son también reflejo de la misma expresión. Algunas de ellas son anteriores, como muchos poemas que se intercalan en el largo relato de Génesis a Jueces; otras composiciones, en cambio, son más tardías y se encuentran en otros libros como en Judit, Daniel, Crónicas, Baruc, etc.

Este proceso hace que palabras de un salmo y hasta la totalidad de uno de ellos aparezcan en boca de algunos personajes (cf 2Sam 22//Sal 18) o que se cite a un texto de algún salmo como cumplimiento de una profecía (Sal 79,2-3 en 1Mac 7,17).

3.4.2. Cristianas

La comunidad cristiana, por su parte, emplea el mismo procedimiento cuando coloca en boca de sus personajes la palabra de los salmos y explica los salmos desde la perspectiva del cumplimiento.

Y también se inscribe en la inmensa corriente tradicional, en la cual el repertorio antiguo de los salmos se acrecienta un con nuevo repertorio como atestiguan St 5,3 y 1 Cor 14,15. Los cantos del evangelio de Lucas, del Apocalipsis y del epistolario neotestamentario son un producto eminente de este nuevo repertorio.

3.5. Hacia nuevos salmos

Este proceso continúa después de la fijación del canon y sólo detiene su crecimiento debido al peligro de heterodoxia que lleva al Concilio de Laodicea, en el año 360, a determinar que no se debían recitar salmos privados o particulares en la Iglesia.

A pesar de esta prohibición, la entrada de nuevos cantos y oraciones en la oración sigue viviente en la vida eclesial. Ella es índice claro de la vitalidad de una comunidad que, aunque sabe remitirse a la oración de los Salmos, sabe también situarlos en un nuevo contexto y se siente obligada a expresar con nuevas composiciones la inefable experiencia del Dios viviente.


4. PRESENTACIÓN DEL MATERIAL

La polaridad dolor-alegría, en cuanto fuente de los sentimientos religiosos del salmista, constituye uno de los elementos estructurantes en la presentación de los cuatro encuentros que dedicamos a los salmos.

Un primer encuentro se centra en las súplicas del "individuo"que se lamenta, pero que también da gracias y confía. Su objeto de lectura comprende el primer libro del Salterio o primera colección davídica (salmos 1-41).

Un segundo encuentro estudia de modo preferente las súplicas del pueblo que se lamenta y da gracias. Comprende el tercer libro del orden actual (salmos 73-89) y, junto con él, por su afinidad temática, el libro de las Lamentaciones.

Un tercer encuentro, dirige preferentemente la atención al material que hemos denominado precedentemente himnos o alabanzas del Dios de la Alianza. Su consideración tiene como fundamento la lectura de los salmos 107-150 que constituyen el último libro de la colección.

Finalmente se consideran los restantes libros (segundo y cuarto) de la colección: 42-72 y 90-105 en los que se atiende a ciertos himnos y alabanzas peculiares como son: los cantos de Yahveh-rey, los salmos reales y los de Sión.





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