Sal 73-89 y Lm 1-5
-
-
-
TEMA 9 -
HASTA CUÁNDO, SEÑOR, OLVIDARÁS A TU PUEBLO
-
-
Textos: Sal 73-89 y Lm 1-5
-
Texto para el encuentro comunitario: Sal 80
-
-
INTRODUCCIÓN
-
En el encuentro precedente hemos visto que desde el individuo que contempla su dolor del presente o la superación de un dolor del pasado brota la súplica con la que se lamenta, da gracias o confía. Si el yo individual, cede su lugar al nosotros o al yo comunitario, nos encontramos con una realidad análoga pero que afecta a un pueblo. Estas expresiones colectivas del dolor de hoy o de ayer constituyen el motivo que da unidad a los salmos de súplica comunitaria.
-
Contactos de Lamentacioue me des", capaz de adorarle aun en la desgracia.
3.5. Puro canto a la amistad
A veces la confianza, o la fe clara del hombre de la Alianza, se convierte en un canto a la bondad o al amor fiel de Yahveh y a la comunión con él como bien supremo, aun sin que haya precedido un acto particular de ayuda o salvación. Es reconocer y alabar por el gusto de reconocer, gozosamente, sin pedir nada, en la gratuidad completa, movido por la gratitud de sentirse un hombre al que Dios otorga los regalos de su amor.
Estos salmos tienen en común con los himnos el alegrarse de que Dios sea Dios, como se cuenta que decía Francisco. Es una forma de adoración y de pureza de espíritu. Su belleza salta a la vista y se recomienda por sí misma. Como ejemplo, propongo el salmo 23: "El Señor es mi pastor..., dicha y gracia me acompañarán todos los dias de mi vida", en que dicha expresión quizá pueda traducirse también: "Una lluvia de amor me acompaña..."
3.6. El sufriente en bien del pueblo
La imagen-tipo que puede iluminarnos mejor aquí es la del siervo sufriente de Isaías, que "lleva el pecado de muchos e intercede por los rebeldes" (Is 52,13 - 53,12). Con mucha frecuencia el justo sufre. Lo hemos visto continuamente en las súplicas. Se encuentra como arrojado, abandonado a su suerte entre los enemigos, y no sabe qué sentido dar a ese dolor que no tiene ni motivo ni medida adecuados. Como el justo del poema de Isaías, el justo del salterio sufre por el bien del pueblo entero. ¿Cómo encajar, o mejor, cómo dar sentido a este dolor?
-
El orante pertenece siempre al pueblo de Dios y se mantiene en solidaridad activa con sus hermanos; también en el dolor. Aun rechazado, cuando experimenta la respuesta salvadora, se vuelve hacia los hermanos para glorificar al Señor. Así amplifica su acción bienhechora: "Los que buscan a Yahveh le alabarán... Le servirá mi raza" (22,27.30). Finalmente convoca a los pueblos lejanos, y anuncia que también a ellos alcanza la salvación: "Ante él se postrarán todas las familias de las naciones..." (22,28). Así, finalmente, su dolor servirá para el bien de un pueblo cuya extensión sólo Dios conoce. El justo sufriente enseña al creyente de todos los tiempos a mantenerse solidario con los hermanos en el dolor. El Señor actuará. El que dice "Yo" en nombre de la multitud que sufre la injusticia -a la que quisiera él escapar, sin lograrlo (cf 55,7-10)-, experimentará el gozo de ver que sus hermanos reciben los beneficios de la fe que supera la prueba.
-
Jesús ha rezado estos salmos en solidaridad perfecta con sus hermanos, ha ofrecido su vida por el nuevo pueblo de Dios -por todos los hijos de Dios, dispersos (Jn 11,50)-, como el siervo sufriente de Isaías y de los salmos. Al morir oraba el "Dios mío, Dios mío..." (Sal 22,2). Las palabras "anunciaré tu nombre a mis hermanos", que parecen caer en el vacío del silencio divino, germinarán en fruto de salvación por la obra del Padre. El camino está trazado para el cristiano, pues Cristo es "el camino" (Jn 14,6).
3.7. Es lícito quejarse a Dios
Teniendo presente esta dimensión de solidaridad, es claro que el cristiano puede elevar a Dios su queja, semejante a la de los salmistas, tanto por sus propios sufrimientos como por el mal presente en la sociedad. Dios es el Dios de la vida, y quiere que se le dirija la oración por la vida, con confianza, mientras vemos que el misterio del mal y de la muerte atraviesa muchas vidas. Los salmos nos enseñan a leer las situaciones de muerte presentes por doquier, y a combatirlas. Y, a la vez, hacen nacer y crecer en nosotros la esperanza y el amor y el compromiso por la vida, la propia y la de aquellos que se sienten perdidos.
Jesús mismo, poniéndose del lado de los indefensos, manifiesta su lamento con los salmos. Lo dice muy bien un autor: "La razón última para pronunciar el Yo en lugar de los humillados... es que Dios ha hecho suyo el grito de la desgracia antes de darle una respuesta. Jesús ha sellado la unidad de todos los sufrimientos en el suyo. El ha firmado la oración de los Salmos como oración virtual para todos los hombres y nos da el derecho a decir "Yo" en lugar de todos los humillados..." (Beauchamp).
Ahora bien, la primera sensación que se experimenta al orar el "Yo" de las súplicas es de desánimo. Nos supera el "Yo" del hombre humillado, atacado o agonizante. Pero ésa es la realidad para la mayor parte de la humanidad: terriblemente dramática. Es necesario que el creyente se sitúe ante ella, ante sus hermanos. Los salmistas viven con intensidad esa experiencia. Su queja es responsable y solidaria, y nos la ofrecen para ayudarnos a descender a su mismo nivel y, en último término, al nivel de Jesús, para hacernos más humanos.
3.8. Conclusión
Los salmos de súplica recobran todo su dinamismo de fe y de amor cristiano al rezarlos "en Cristo" o según el sentido de la liturgia de la Iglesia, en que Cristo ora por todos los hombres, justos e injustos.
CLAVE CLARETIANA
TU VARA Y TU CAYADO, ELLOS ME CONSUELAN
Nuestra Congregación nació saboreando las palabras del salmo 23 (22 en la edición de la Vulgata). Ofrecían, según el Fundador, dos puntos de referencia a aquella comunidad naciente: la cruz redentora de Jesús, el amor materno de María. Y hacían sentir a aquel grupo de sacerdotes jóvenes la total confianza en el Señor de quien les dirigía la palabra: el P. Claret.
La experiencia personal del P. Fundador se expresa a través de las palabras de este salmo: el amparo de ese Buen Pastor que él mismo había experimentado repetidamente en su ministerio, la seguridad que el Señor seguiría guiando sus pasos todos los días de su vida. Una experiencia que ahora compartía con sus compañeros, al inicio de ese camino que Dios les ponía delante y que era un desafío a su capacidad de confiarse.
La resonancia de las palabras de este salmo en cada uno de los miembros de la Congregación es innegable. Forma parte del maravilloso patrimonio espiritual que nos dejó nuestro Padre. Será bueno volver a él. Releámoslo, una vez más, desde nuestra propia experiencia vocacional y desde la historia de nuestra Congregación, Provincia o comunidad. La conciencia del amor de Dios, manifestado en la entrega total de Jesús en la Cruz y en el acompañamiento tierno de María, presente siempre en nuestras vidas y en nuestra historia encenderá en nuestros corazones el fuego de la caridad que nos va a urgir hacia la misión. La definición del misionero concluye el capítulo de la Autobiografía en que se nos narra la fundación de la Congregación (Aut 494). Con ese corazón misionero, acabemos de acercarnos a la lectura del resto de los salmos propuestos en este tema.
CLAVE SITUACIONAL
1. "Les prestas oído"
La peor de las soledades es cuando el hombre se siente abandonado de Dios. El salmista se lamenta bajo diversas metáforas: el silencio de Dios, la imposibilidad de ver el rostro de Dios, la lejanía de Dios. Y si Dios está ausente, entonces la muerte puede ser su obra. Y es que la soledad es como el sello de la muerte. Es como la tierra árida, el desierto, la devastación. Frente a este espectáculo que a veces se presenta ante los ojos del hombre cada mañana ¿qué palabra cabe? ¿qué pensamiento puede ser consolador? Sólo hay una posibilidad: la Palabra con mayúscula. El hombre habla y Dios lo escucha. El Señor es roca, refugio, pastor, herencia. Todas son palabras que nos hablan de la presencia de Dios. Hay que escapar del silencio y refugiarse en la Palabra. Por eso es tan importante anunciar la Palabra, por eso son tan necesarias las escuelas bíblicas. Ésa es también la razón última de Palabra-Misión: sentirnos siempre acompañados por la Palabra y prepararnos para ayudar a otros a descubrir esta compañía. Podríamos comentar cómo recogemos esas experiencias del hombre en nuestro ministerio de la Palabra.
2. "A Ti clamé y Tú me sanaste"
La vida que reflejan los salmos es a veces muy dura. Se dan en ella situaciones de injusticia y triunfo del mal. Por eso no es extraño que aparezcan tonos de protesta, de angustia y de impotencia. A veces puede parecer para un cristiano un lenguaje duro y desesperanzado, hasta el punto de evitar el rezo de ciertos salmos, pero nuestra oración no tiene por qué ser siempre suave y consoladora. Se interpela a Dios: ¿por qué?, ¿hasta cuándo?, ¡despierta! Son salmos que comprometen y nos invitan a la solidaridad. El sufrimiento del hombre, de todo hombre, es nuestro sufrimiento, por eso podemos adueñarnos de expresiones y hasta de gritos como éstos. Hay que "decir" el mal en presencia de Dios. Cristo también lo hizo, por ejemplo, con los salmos 41, 35 y 21: "el que come mi pan ha alzado contra mi su talón" (Jn 13,18), "me han odiado sin motivo" (Jn 15,25), "se han repartido mis vestidos y han echado a suerte sobre mi túnica" (Jn 19,24). ¿Cómo expresamos en la vida de nuestra comunidad o nuestro grupo esta solidaridad que los salmos nos invitan a proclamar en la oración?
3. "Psallite sapienter"
Es casi imposible saber quién escribió cada uno de los salmos. Son oraciones nacidas de la vida, de los avatares de la historia de las personas y del pueblo. Pero leyéndolos y meditándolos descubrimos algunos rasgos que nos definen la personalidad del salmista. Nos invitan, al mismo tiempo, a hacer nacer la oración en las múltiples situaciones con que nos encontramos en el camino de nuestras propias vidas. ¿Cómo es el salmista? ¿Con qué salmistas nos sentimos más identificados en la situación que marca nuestra sociedad?
-
El salmista vive su vida con intensidad, no es un alienado.
-
El salmista es un hombre de su tierra, vive su historia, no está al margen del mundo.
-
El salmista busca la felicidad, la justicia, la libertad, pero a veces parece un fracasado.
-
El salmista vitorea la victoria, pero en ocasiones emite un grito desesperado.
-
El salmista resalta los valores de la vida y rechaza el mal.
-
El salmista confía en Dios y desconfía de las riquezas y el poder.
-
El salmista ve en Dios a un interlocutor, que es el Señor del universo.
-
El salmista alaba continuamente a Dios y está dispuesto a hacer su voluntad.
-
El salmista tiene buena memoria y sabe unir el pasado con el presente y el futuro.
-
El salmista es también un pecador y sabe reconocerlo en la presencia de Dios.
-
El salmista, finalmente, sabe orar y lo hace con osadía pero a tumba abierta.
4. "No fallaré en mi fidelidad"
"Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa", "a voz en grito clamo al Señor, desahogo ante Él mis afanes", "las lágrimas son mi pan noche y día". La imágenes se suceden vertiginosamente: animales que acosan, un arado que surca las espaldas, la enfermedad que corroe, fuerzas que faltan, insidias de la muerte y del sheol, enemigos clamando por la sangre del justo, bestias feroces dispuestas a despedazar, huesos desecados, corazones que palpitan hasta estallar... El lamento sale desde lo más profundo de la vida. Muchas veces es la única salida ante una situación desesperada. Y, sin embargo, como de unas cenizas surge la esperanza. Se buscan desesperadamente argumentos para justificar la intervención divina, se celebra la grandeza del Señor. Siempre termina triunfando la esperanza en la ayuda de Dios. No cabe duda que los salmos son una fuente de realismo y esperanza ante el sufrimiento del hombre. Ayudan a descubrir lo más profundo del corazón del orante y son capaces de comunicar al mismo tiempo motivos para seguir esperando. ¿Qué gritos se escuchan en las oraciones -los salmos- de nuestras comunidades cristianas?
CLAVE EXISTENCIAL
1. ¿Qué haces cuando llega la prueba de la enfermedad, de la soledad, del sufrimiento, de la decepción, del vacío, del silencio? ¿Cómo es tu oración?
2. En tu oración por medio de la salmodia ¿qué sentimientos prevalecen, qué imagen de Dios predomina, qué salmos prefieres: de súplica, de acción de gracias, de confianza?
3. Sabemos que antiguamente los salmos eran tema de meditación a través del aprendizaje memorístico. La repetición diaria y su eco a lo largo de la jornada ¿tiene alguna repercusión práctica en nuestra actividad de cada día?
4. El salterio es un mosaico de situaciones de pobreza de todo tipo. Para Jesús, pobre, fue fácil identificarse con sus sentimientos y orar con los salmos. ¿Y para nosotros? ¿No crees que la oración sálmica exige pobreza y compromiso (compasión) con los pobres?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: Sal 22
3. Diálogo sobre el TEMA VIII en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).
4. Oración de acción de gracias o de intercesión.
5. Canto final