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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

Cantar de los cantares

 









Tema 7:

 

 EL AMOR, FUEGO DIVINO

 


 

Texto: Cantar de los Cantares

 

Texto para el encuentro comunitario: Ct 5,2-9 y 8,5-7

 

 

 

CLAVE BÍBLICA

 

CANTAR DE LOS CANTARES: CAMBIO DE PARADIGMA EN LA VISIÓN DEL AMOR

 

La mujer, puerta de entrada al "Cantar de los Cantares"

 

La forma más fácil, por lo obvia y sencilla, de entrar en el corazón del Cantar de los Cantares, es la de hacerlo a partir de la historia de la mujer y sus diversos tipos en el Antiguo Testamento. Se puede decir que cada generación tiene una imagen de la mujer, que corresponde a la idea que la sociedad tiene del amor humano. La realidad femenina que hereda el pueblo de Israel es la misma que primaba en todo el Medio Oriente Próximo, por cierto no muy positiva. Darle un repaso a estas imágenes, tal y como aparecen en la Biblia, es útil a fin de ver qué tipo de mujer es el que nos ofrece el Cantar de los Cantares. Comprendiendo este tipo de mujer, comprenderemos al Amado que se enamora de ella, y entenderemos también el tipo de amor que los dos desarrollan. No podemos perder de vista que el Cantar de los Cantares no es sólo una mujer o sólo lo femenino. Esto sería deformarlo hasta destruirlo. Pero, por jugar la mujer y el amor un papel clave en la obra, creemos que una forma de entrar en el corazón de la misma es la mujer.

 

Desde luego, se trata de un tipo de amor tan fuera de serie, tan espectacular y revolucionario, tan simple y tan profundo, que la humanidad aún no ha terminado de asimilarlo. Tendría que cambiar sus esquemas sociales. Por eso, el desafío que nos hace el Cantar de los Cantares es que algún día podamos entender en profundidad estos tres puntos:

  •  

    Quién es el Amado que se enamora de una mujer campesina y la va llevando a todas las etapas del amor: al beso, a la caricia, a la desnudez y a la entrega total...

  •  

    Quién es la Amada y qué imagen nos da de mujer en sus relaciones con su Amado, pensándolo, deseándolo, buscándolo, demostrándole iniciativa y creatividad de enamorada...

  •  

    Qué tipo de amor, qué tipo de relación se establece entre Amado y Amada, que convierte el amor en lo único que es capaz de enfrentarse a la muerte: "que es fuerte el amor como la muerte" (8,6b).

 

Superar las imágenes parciales de la mujer y el amor

 

Quien entra en profundidad en el Cantar de los Cantares se encuentra con una imagen de amor, de mujer y de hombre desacostumbrados en la literatura bíblica. Por eso llama tanto la atención este libro. Veamos algunas de las imágenes corrientes de la mujer en la literatura veterotestamentaria:

 

De la mujer-monstruo del machismo, a la mujer divina del Cantar

 

En la lista de mujeres víctimas del machismo impositivo, silenciador y acaparador, podemos poner a Eva (Gn 3,12) y a todas esas mujeres descritas en otros libros de la Biblia como las que deben ser reducidas al querer del hombre (cf Si 25,13-26,18). En los siglos V y IV a.C.. hay una especie de afeamiento de la mujer, como lo atestiguan las ideas recogidas en la cita que acabamos de hacer del libro de Ben Sira. Se le trata casi como a un monstruo, más peligroso que cualquiera de los imperios que destrozaron a Israel. En el Cantar de los Cantares aparece otro tipo de mujer: si en el Libro de ben Sira se nos recuerda que "por la mujer empezó el pecado y por su maldad todos morimos" (Si 25,24), en el Cantar se presenta al amor que ella ofrece como algo divino, como "una llamarada divina" (Ct 8,6). El cambio es radical: se pasa de una visión satánica sobre la mujer a una visión extremadamente positiva de la misma.

 

De la mujer sierva de la monarquía, a la mujer "reina" sin trono, codiciada por el rey

 

La monarquía no había mejorado la imagen de la mujer. Más bien le había entregado al postexilio una de las imágenes más pobres de la misma. La corte la había requerido como criada, cocinera y perfumista (1S 8,13), o simplemente como amante (1R 11,3-4). Por su parte, la mujer consciente de su propia fuerza, era despreciativa (2S 6,20-23), intrigante y amante del poder hasta el asesinato (1R 21,4-16). Pero hubo también mujeres que llegaron al poder con dignidad: tal fue el caso de Ester (Est 4,17k ss.). El Cantar no acoge ni siquiera esta figura positiva de reina. Su imagen de mujer es otra: frente a Micol, Betsabé y Atalía (imágenes negativas) y aún frente a Ester (imagen positiva), presenta a la Sulamita campesina simple, sencilla, sin adornos, pensando sólo en el amor, consciente de que en el amor está su valor y su fuerza.

 

De la mujer infiel de los profetas, a la mujer fielmente enamorada de su Amado

 

La mujer infiel de los profetas tampoco aparece en el Cantar. La mujer había sido convertida por los profetas en símbolo del Israel infiel en sus relaciones con Yahveh, su Dios. Por eso con frecuencia presentan a la mujer traicionera y adúltera, imagen del pueblo infiel bajo la monarquía (cf Ez 16,1ss; Os 1,2; 2,4ss; Is 1,21; Jr 3,6-10). En el Cantar el símbolo "mujer" cambia de contenido. Ya no es la que se prostituye con el primero que pasa, sino la fiel amante, la enamorada perseverante y la de clara conciencia de que con ella no se está jugando ya al mejor postor, sino a la entrega pacífica y total a un único amado (cf Ct 8,10).

 

De la mujer viuda del exilio, a la mujer joven recién desposada

 

La imagen de la mujer viuda, dramáticamente sufriente del exilio y postexilio (cf Lm 1,1-3), tampoco tiene cabida en el Cantar. El Cantar se coloca no ya en la perspectiva de la destrucción, sino en la perspectiva de la reconstrucción. El amor es el camino hacia la reconstrucción que se le abre a un pueblo cansado. Ya habían pasado los días de la gran destrucción, cuando de Israel no habían quedado sino ruinas: restos de Jerusalén y de su templo, de sus instituciones y de sus jerarquías... Todo había quedado a la espera de una posible reconstrucción. Pero, ¿cuándo sería ese momento, si era cierto que algún día llegaría a ser posible? La mujer viuda del Israel destrozado quería ceder el paso a otro tipo de mujer, al del Israel en reconstrucción, al de la mujer del Cantar de los Cantares, alegre, bella, joven, soñadora, abierta de nuevo al amor y a la vida (Ct 8,7).

 

De la mujer encerrada como ama de casa, a la mujer libre en busca del Amado.

 

La literatura sapiencial, contemporánea al Cantar de los Cantares, dejó una descripción clásica y, en cierta forma también revolucionaria, de la mujer: se la presenta emprendedora, fuerte, creativa (Pr 31,10-31), pero su figura está atrapada en las cuatro paredes del hogar. Pensar en otro tipo de mujer sería casi escandaloso. A este escándalo se somete el Cantar. La mujer que presenta es joven, enamorada, recién desposada, apasionada, libre, nunca aprisionada por nada ni por nadie, sólo y totalmente entregada al amor y al Amado. El amor, siendo también límite y cadena, la convierte en mujer fuera de lo normal, en paradigma de libertad. Queda flotando en el aire un tipo de mujer más ideal que real, una mujer utopía. La mujer del Cantar aún no ha sido hecha realidad. Sigue siendo proyecto y utopía.

 

La imagen de la mujer y, por consiguiente, la del amor humano quedaron replanteadas

 

Con la aparición del Cantar de los Cantares, algo realmente subversivo ocurrió en la simbólica popular. Este cambio de imagen femenina no pudo ser gratuito. Es cierto que esta imagen tan libre de la mujer no es patrimonio común del Israel del s. IV. Alguien supo intuir algo totalmente nuevo e hizo una propuesta de futuro: quiso cambiar la triste imagen de mujer vivida hasta entonces, buscando que naciera otra más digna, más positiva y, por lo mismo, más bella. El solo hecho de plantear un cambio de paradigma femenino fue y sigue siendo aún hoy toda una revolución antropológica, cultural y social.

 


 

1. NIVEL LITERARIO

 

1.1. El revestimiento externo del Cantar: poesía y amor de pareja

 

Lo que no podemos tapar y de lo que tenemos que partir: la cruda descripción del amor humano. Si nos acercamos al texto del Cantar, sin temores y escrúpulos, encontramos con sorpresa cosas como éstas:

 

1.1.1. El Amor humano como puerta de entrada al Cantar de los Cantares

 

En primer lugar, nos encontramos con el amor humano en todas sus formas, etapas y matices, es el amor quien le da unidad a toda la obra. Se nos presenta al comienzo a la Amada queriendo que su Amado le haga el amor: "Que me bese con besos de su boca... Condúceme, rey mío, hasta tu alcoba" (1,1.4). Y el Amado le responde con amor: "Me mete en la bodega y enarbola / frente a mí su estandarte de amor"... "Con su izquierda sostiene mi cabeza / su derecha me abraza"... (2,4.6). Este deseo de amor y la consumación del mismo se repiten por lo menos seis veces en la obra. A partir de aquí, todo es consecuente en el Cantar. Todo el libro está lleno de expresiones que manifiestan ese amor que llena el corazón de los protagonistas.

 

1.1.2. La sexualidad y sensualidad humana como lenguaje del amor

 

En segundo lugar, en el Cantar de los Cantares nos hallamos frente a un lenguaje amoroso que fascina al lector, ya que amasa, moldea y decora con detalles al amor hasta darle vida en dos personajes claves y en un drama amoroso sencillo, en el que los personajes de segundo orden quedan al fondo (doncellas, jóvenes, amigos, madre, rey, soldados...), para dejar siempre limpia de figuras extrañas el sitio escogido para el amor. Esta tarea es realizada en doble forma: hablando del cuerpo humano y cada una de sus partes y hablando de las acciones que configuran el amor. Veamos:

  1.  

    El lenguaje del cuerpo humano. El Cantar habla con libertad del cuerpo humano masculino y femenino, configurando todas sus partes: cabeza, cabellos y ojos... mejillas, nariz y labios... dientes, mentón y paladar... cuello, brazos y manos... senos, corazón y ombligo... vientre, caderas, piernas y pies... (cf. 4,1-5; 5,10-16; 7,1-9). El amor describe y embellece cada parte del cuerpo, porque cada parte del cuerpo hace posible el amor.

  2.  

    El lenguaje de las distintas facetas del amor. También ayudan a configurar el amor los otros elementos que integran la erótica humana:

  3.  

    Constelación de sensaciones físicas corporales: besar, acariciar, tocar, abrazar, llorar, sentir el aliento y un largo etcétera. Todos los sentidos quedan aquí comprometidos: la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto.

  4.  

    Constelación de sentimientos y afectos que comprometen la totalidad del ser: suspirar, conjurar, animarse, robar el corazón, velar, estremecerse, ser del amado y viceversa, sentir el amor como fuego, como saeta, etc.

  5.  

    Constelación de elementos naturales que acompañan al mundo erótico: vino, bodega, frutas, panal de miel, azucena, lirio, palmeras, jardín, joyas, objetos artísticos, perfumes, mirra, aromas, casa, alcoba, lecho, paloma, brisa, velo, túnica, piedras preciosas, marfil, alabastro, etc.

 

1.1.3. Los contextos geográficos eróticos del amor humano

 

Otro de los temas que nos llevan a la belleza y sutileza del amor humano y que es tratado en el Cantar, es el diverso contexto geográfico que va enmarcando las acciones amorosas. Se pueden señalar cuatro contextos:

  1.  

    El campo cultivado o habitable. Es la tierra ya domada en todas sus energías y disponible para la humanización del ser humano. En este campo cultivable y habitable se dan los diálogos y los monólogos de amor. Aquí la iniciativa puede ser de cualquiera de los amantes (cf 5,1).

  2.  

    La selva o paisaje natural no tocado por el ser humano. Este tipo de naturaleza, precisamente por no tener el ser humano total dominio sobre ella, se puede convertir en peligrosa. Por ello, termina provocando ansiedad o exaltación. A diferencia de lo que a los amantes les ocurre en el campo, la selva no facilita la intimidad. Aquí el amor guarda cierta distancia (cf 4,8).

  3.  

    Las casas y alcobas, con su interioridad, crean un ambiente propicio para los sueños y las fantasías. La figura de la madre (8,2) se asocia a la alcoba y el amor toma la libertad de quien está en sitio íntimo y seguro.

  4.  

    Las calles de la ciudad. En las calles de la ciudad no hay lugar para el amor. Más bien son el sitio de la búsqueda, de la ansiedad y el nerviosismo. También las calles son sitio de temor, pues hay guardias armados que las vigilan (5,7; 3,2-3).

 

1.2. Diversos niveles literarios del Cantar de los Cantares

 

1.2.1. El Cantar de los Cantares como poesía

 

¿Poesía popular o poesía de escritorio? Que el Cantar de los Cantares sea poesía nadie lo niega. Sin embargo, lo que habría que preguntarse es de qué tipo de poesía se trata. No podemos dudar de que sean los estratos populares los que la generaron. Pero su calidad es tal, está tan llena de detalles, de sutilezas, de artificios y de lógica que hay que pensar que estuvo en manos de alguien que, desde su mesa de estudio, le dio la forma definitiva que hoy tiene, depurando, añadiendo, uniendo y precisando desde su propia visión y desde sus propios intereses teológicos, los contenidos y las formas externas de dicha poesía. Se trata, pues, de una poesía muy elaborada, de alta calidad. La alegría, la picardía y la espontaneidad de las bodas del pueblo quedan puestas al servicio de tesis teológicas, así sea la del amor humano, o la de los amores de Dios con su pueblo. Y esto exige una recreación de lo que ha sido fruto de la espontaneidad popular.

 

1.2.2. Elementos poéticos de la literatura del Cantar

 

Los elementos literarios a través de los cuales el hebreo crea poesía y que están presentes en el Cantar de los Cantares son, entre otros, los siguientes:

  1.  

    El paralelismo: Las distintas partes (dos o tres) con que se quiere desarrollar la idea que se tiene se redactan en forma complementaria, sea para decir lo mismo que se dijo en la primera parte, pero con otras palabras, sea para oponerse a ello, sea para ampliarlo:

  2.  

    paralelismo sinonímico: "no pueden los torrentes apagar el amor / ni los ríos pueden anegarlo" (8,7)

  3.  

    paralelismo antitético: "mi viña, la mía está aquí, / los mil ciclos, Salomón, para ti" (8,12)

  4.  

    paralelismo complementario, el del mayor uso en el Cantar: "el alma se me fue con su huida / lo busqué y no lo hallé / lo llamé y no respondió..." (5,6).

  5.  

    El ritmo de las frases. Es otro elemento poético del Cantar de los Cantares. Es precisamente este ritmo el que permite formar versos, hemistiquios y estrofas: "¡La voz de mi Amado! / Miradlo, aquí llega / saltando por montes / brincando por lomas" (2,8).

  6.  

    La sonoridad del lenguaje. La sonoridad del lenguaje cuenta mucho en la poesía hebrea y está presente en el Cantar. La sonoridad abarca la rima, la asonancia, las aliteraciones, que, naturalmente, solo se perciben bien en la lengua original (por ejemplo, yoním -palomas-, rima con mayím -aguas-) (5,12).

  7.  

    Las imágenes. También hacen parte de la poesía. Estas imágenes se concretan en los signos, metáforas y símbolos utilizados. El Cantar de los Cantares se desplaza con verdadera maestría de uno a otros. Veamos cómo pasa del concepto al signo, a la metáfora y al símbolo:

  8.  

    Saber pasar del concepto al signo y viceversa. Los seres vivos tienen la capacidad de comunicarse y en esta comunicación utilizan básicamente el signo. Detrás de un signo hay un deseo de comunicar algo que puede ser reducido a concepto. Para expresar eso que se quiere se crea un signo. En el ser humano el amor tiene sus signos, creados por la cultura. Por eso, sólo adentrándose en la cultura y a partir de la misma, los signos pueden llegar a ser comprendidos. Lo que a nuestros ojos puede ser ridículo o aparecer sin mucho sentido, para la otra cultura no lo es. Así entendemos por qué el Cantar, para describir a los amantes y al amor, usa indistintamente signos botánicos (mirra, ciprés,...), zoológicos (gamo, cervatillo,...) y caseros (collares, columna,...).Vale la pena hacer el esfuerzo de comprender qué hay detrás de cada signo. El israelita, en el Cantar, hizo el viaje del concepto al signo. A nosotros nos corresponde hacer el viaje al revés: del signo al concepto. Sólo así podremos ver:

  9.  

    que detrás de una paloma se esconde candor o ternura, o delicadeza, o timidez...

  10.  

    que detrás de un trigal está la vida...

  11.  

    que detrás de una alberca hay trasparencia o frescura, o paz de una mirada...

  12.  

    que detrás de una torre hay fortaleza o defensa, o autonomía, o dignidad de la sexualidad femenina...

  13.  

    que detrás de unas cría de gacela está la suavidad, blandura o uniformidad de los senos femeninos...

  14.  

    que detrás de un racimo de uvas está la dulzura, la exuberancia o la armonía de los pechos de una mujer...

 

Es decir, frente a un texto poético en el cual el signo tiene importancia, es necesario hacer este ejercicio para llegar a comprender su significado. En el Cantar de los Cantares nos encontramos con un texto diferente a todos los demás de la Escritura Santa.

  1.  

    Saber pasar del concepto y del signo a la metáfora y viceversa. Toda metáfora parte del signo. La fuerza de la metáfora está en que las cualidades que tiene determinado signo, son transferidas a un sujeto extraño, al cual de suyo no le pertenecen. De esta manera se logra decir de él algo totalmente nuevo. La razón de ser de la metáfora está en que hace decir a un sujeto cosas inauditas e inimaginables. La metáfora se convierte entonces en atrevimiento, en osadía. Ella logra hacer decir de cada cosa lo que de suyo no es de esa cosa, pero que ciertamente está detrás de ella. El signo le deja a la metáfora un contenido que la metáfora, con atrevimiento y riesgo, transfiere a otro sujeto. Tomemos los contenidos que acabamos de ver, al hablar del signo, y trasladémoslos al Cantar de los Cantares. Es desde aquí que entendemos: porqué unos ojos, o la misma persona, pueden ser considerados como paloma (1,15; 2,14; 5,12; 6,9), o por qué el cuello es una torre de marfil (7,5), o por qué los senos son dos crías de gacela (4,5;7,3), o racimos de uva (7,8c), o torres (8,10), o por qué las curvas de las caderas son vueltas de collar (7,2), etc.

 

Es decir, la metáfora, basada en el signo, ha tenido la osadía de hacernos decir de ciertas cosas lo que éstas en sí mismas nunca poseen. Este atrevimiento rompe con las convenciones que tenemos de los seres y abre nuevas posibilidades de ver con mayor riqueza a cada ser. Sin embargo, en todo este proceso la metáfora no supera el campo literario, ya que afirma de un tercero lo que pertenece a otro, pero el propio mundo de quien habla o escribe no queda comprometido. Esto es lo que hace que se piense en algo más allá de la metáfora, en algo en lo que se supere el campo literario y se comprometa el campo existencial de quien habla. Esto nos obliga a dar un paso más.

  1.  

    Saber pasar del concepto, del signo y de la metáfora al símbolo y viceversa. Cuando el ser humano trata de revelar su propia interioridad y sus experiencias espirituales mayores, supera el mundo de la comunicación corriente y tiene que echar mano de algo más que la metáfora. Es cierto que puede servirse de ella lo mismo que de cualquier signo y de cualquier género literario, sea el que sea. Lo literario le sirve al símbolo de medio de expresión o de vehículo para poder comunicar esa experiencia vital que está en el interior de la persona. Entonces, en un acto exclusivamente humano, el interesado junta la expresión literaria con su experiencia personal profunda y crea entonces el símbolo. El signo, la metáfora o cualquier género literario narrativo quedan entonces no sólo superados, sino recreados, ya que aparecen cargados de experiencia humana. Por lo mismo, si el lector no puede o no sabe llegar hasta el símbolo, las narraciones bíblicas quedan a mitad de camino, no alcanzan a revelar toda su riqueza de contenido. Todo esto ocurre con el Cantar de los Cantares. Sin embargo, aquí no estudiaremos los contenidos simbólicos del Cantar, ya que estamos en la sección literaria. Tanto en la sección histórica como en la teológica tocaremos lo teológico y allí nos remitimos, pero sobre todo a la sección teológica, que es la que tiene la clave de abrir este tipo de símbolos, ya que Dios está comprometido de lleno en el actuar humano.

 

1.3. La estructura del Cantar de los Cantares

 

Existen dos posturas extremas e irreconciliables entre sí. Quienes sostienen que el Cantar es fragmentario, una yuxtaposición de breves poemas o de pequeñas colecciones, renuncian a buscar cualquier tipo de estructura. Otros detectan el carácter unitario del libro, y, basándose en las repeticiones terminológicas, en las imágenes y en los estribillos, se esfuerzan por esclarecer se estructura. Es inútil, sin embargo, llegar a un consenso: existen tantas ofertas de estructura cuanto autores. Pese a ello, entre los especialistas actuales se va imponiendo la opinión de que el Cantar es una colección de poemas en los que se advierte la maestría literaria de un redactor o de sucesivos redactores que han intentado conferirle cierta unidad con un éxito relativo. Para que una estructura sea aceptable ha de tener en cuenta los actantes, los cambios de lugares, la terminología, la construcción sintáctica, las imágenes, las repeticiones, los estribillos, etc. Presentamos alguna noticia sobre el estado de la cuestión sin pronunciarnos por ninguna estructura concreta, ya que exigiría dedicarle mucho más espacio del que permiten estas notas.

 

Hay quienes consideran al Cantar como un conjunto de veinticuatro cánticos. En ellos emerge y se oculta un triple rostro de mujer -la mujer, no el varón, es la protagonista del libro-: la esposa, la amante y la prostituta. Emerge, porque cada uno de estos rostros femeninos ha sido presentado ya en el prólogo: la esposa (Cant 1,2-4), la amante (1,5-6), la prostituta (1,7-8). Se ocultan, porque los cánticos están mezclados, tal vez porque la mujer es única, con un triple semblante. Se justificaría de este modo que algunas facciones sean comunes a los tres rostros. Cada uno de los tipos, sin embargo, tiene sus rasgos peculiares. Las tres mujeres o la única mujer con un triple rostro pretenden ser halladas por el Amor (en el original hebreo encontramos una distinción entre "amor" -en hebreo sin artículo- y "Amor" -con artículo en hebreo-). El encuentro con el Amor constituye la cumbre del libro y se expresa en una teofanía (8,6-7) que nos evoca la nueva Alianza de Jeremías (Jr 31,31ss) y la página de Gn 3. A partir de esa visión se proponen diversas organizaciones de los veinticuatro cantos que, según algunos componen, el Cantar.

 

Otros organizan el libro a partir de otros presupuestos y proponen una estructura quiástica que se articula en torno a los puntos nucleares de la experiencia de amor que se nos narra entre el Pastor y la mujer sulamita. Expresiones como "Su izquierda está bajo mi cabeza y su diestra me abraza" (2,6); o "Mi Amado es para mí, y yo soy para mi Amado" (2,16; 6,39) y algunas otras nos guiarían en la determinación de esta estructura.

 

Otros simplemente dividen el material en cinco poemas, enmarcados por una breve introducción y un apéndice.

 

Bástenos todo esto para darnos cuenta de la diversidad de opiniones que existen en torno a este punto. En las Biblias que manejamos y en los comentarios que tenemos más a mano encontraremos indicaciones suficientes para profundizar este aspecto, si interesa.

 


 

2. NIVEL HISTÓRICO

 

2.1. Tiempo, autor y lugar del Cantar

 

2.1.1. Un tema antiguo, pero presentado en la dolorosa novedad del postexilio

 

Pese a que hay que reconocer que el Cantar de los Cantares puede tener material popular muy antiguo (cantos populares), el libro como tal es relativamente reciente. Lo testimonia así su lenguaje, que contiene palabras tomadas de culturas que se relacionan con Israel en épocas tardías: aramea, persa y griega. Además, la imagen que todo el Cantar tiene de la mujer (libre, espontánea, autónoma...) no corresponde a una idea muy antigua de la misma. Por todas estas razones los peritos fechan la aparición del Cantar en un período tardío, aunque amplio, en torno a los siglos V-III a.C. La novedad que le da al amor el tiempo doloroso del postexilio es la de convertirlo en un proyecto utópico que orientará la historia ya para siempre.

 

2.2. Una obra fruto de la espontaneidad popular y del arte de los profesionales de la palabra

 

Aunque nadie niega algún tipo de autoría popular de los cantos que componen la colección del Cantar, sin embargo, la calidad del lenguaje, sus artificios poéticos, su inmensa riqueza de signos, metáforas y símbolos, sus alusiones a la historia del pueblo, su sutileza para insinuar e interesar al lector, su posible unidad temática, etc. pide una o varias personas que, en su escritorio particular, le hubieran dado no sólo retoques, sino reconstrucciones, revisiones y creaciones originales, hasta obtener la bella y exquisita obra que hoy tenemos. Dado que los cantos de amor del Cantar tienen gran parecido con algunos cantos de amor egipcios, hay quien pone al autor o autores del Cantar en Alejandría. Otros piensan que desde Jerusalén también se pudo haber compuesto el Cantar, cuyo lenguaje refleja el del Norte de Israel, sobre todo en la abreviación (en hebreo) del pronombre relativo asher (que, el cual), por sh. También el paisaje palestino está de muchas maneras reflejado en este poema, casi netamente de ambiente campesino. En esto está presente la mano de escribas y sabios que trabajaban en aldeas campesinas y conocían a fondo los misterios de ese rico mundo.

 

2.3. ¿Es el Cantar una obra sapiencial?

 

Bastaría con decir, en general, que el Cantar es una obra poética y ya quedaría bien ubicada. Sin embargo, ha sido catalogada entre los escritos sapienciales, con razones como éstas: en primer lugar, se le consideraba como una obra más de Salomón, estimado como autor de textos sapienciales (1R 5,12). Además, y esto es lo importante, el Cantar de los Cantares toca uno de los temas favoritos de la sabiduría popular: el del amor. Y, aunque en el desarrollo del mismo no lo hace según el estilo sapiencial, sin embargo, el último capítulo tiene una pequeña sesión típicamente sapiencial (8,6-7). Es decir, el Cantar es sabiduría, no tanto por el estilo, sino por los temas y planteamientos: no da principios, sino que toca la praxis concreta de la autonomía y libertad del pueblo, combate y complementa la desfigurada imagen de la mujer, no está citando explícitamente a Dios, sino que se adivina su presencia en el fondo de todo. Como lo veremos en la tercera parte (nivel teológico), se trataría de una obra de sabiduría mística, corriente que se inaugura con este libro. Uno de los temas favoritos de los libros sapienciales es el temor de Dios; pues bien, el Cantar demuestra que la mejor forma de temer a Dios es amarlo. Aún en esto sería un libro sapiencial revolucionario.

 

2.4. El contexto social del postexilio

 

2.4.1. Cuando vida y amor no están presentes...

 

Una de las obras que consideramos propias del postexilio es el libro de las Lamentaciones. Esta obrita nos pinta la tragedia del pueblo durante la crisis causada por la derrota. ¿Qué ocurre cuando la vida y el amor no están presentes? Sólo muerte, llanto y tragedia: ancianos famélicos deambulando por las calles (Lm 1,19), viudas desgarrándose el alma y los vestidos (Lm 1,2), jóvenes asesinados, o llevados a cautiverio (Lm 1,18; 2,21), mujeres tristemente violadas (Lm 5,11). Nos quedamos fríos frente a tanta vida negada y a tanto amor ofendido. Sentimos que estamos en un sitio donde pareciera que el amor hubiera desaparecido para siempre. Sin embargo, ahí, en el fondo del libro, se escucha una voz que es vida en medio de la muerte, porque es amor en medio del fruto de los odios: "algo traigo a la memoria, / algo que me hace expresar: / que el amor de Yahveh no ha acabado / que no se ha agotado su ternura"... (Lm 3,21-22). Seguramente esta imagen del dolor que aún espera duró mucho tiempo en el pueblo. Por eso sentimos que detrás de las lamentaciones hay alguien que necesita volver a hablar de la vida y el amor, pero de una manera diferente. ¿No será el Cantar de los Cantares el reverso de esta medalla, la canción que responde al llanto, al grito y al lamento y que, por eso, es la canción más bella?

 

2.4.2. Cuando el castigo silencia al amor...

 

Amor y castigo... La conciencia torturada del pueblo del postexilio lee la destrucción, el saqueo, el sufrimiento y la muerte como un castigo de Yahveh, su Dios: "Es el dolor con que Yahveh me castigó: / el día de su ardiente cólera" (Lm 1,12). ¿Por qué? Porque todos pecaron (cf. Lm 5,16). El ser humano no puede vivir noche y día o generación tras generación con esta conciencia de culpabilidad. En la Biblia el castigo no interrumpe el amor. Por el contrario, porque se ama se castiga. Sin embargo, el castigo silencia el amor, mientras se paga la sanción. Pero hay que volver la amor primero. ¿Acaso ese amor primero no es lo más bello que ha ocurrido para querer aniquilarlo? (Os 2,17).

 

Del Amor de Oseas al amor del Cantar... Cuando se lee el Cantar, y se lee también Oseas 2, se ve claramente que, en el fondo, el Cantar hace una especie de paralelismo, a veces sinonímico, a veces antitético, con los principales temas de amor que ambos tratan. Si pensamos que el libro del Profeta fue escrito con anterioridad, el Cantar se constituye en una especie de respuesta al mismo: la mujer que, en Oseas, comienza siendo rechazada como esposa (Os 2,4), en el Cantar comienza siendo reconocida como tal (Ct 6,3). En ambos se habla del Amado que reposa entre los senos de la Amada (Os 2,4; Ct 1,13). En Oseas la mujer es tierra árida (Os 2,5) en el Cantar, en cambio, es jardín lleno de aguas y frutos (Ct 4,12-13). En Oseas el Amante es perseguido y no encontrado (Os 2,9), en el Cantar, en cambio el Amante es hallado y poseído (Ct 6,1-3). En Oseas la Amante se le desnuda a cualquier hombre (Os 2,5.12), en el Cantar la Amante sólo se le desnuda a su único Amado (Ct 7,1ss). En Oseas la Amada le quema incienso a los Baales (Os 2,15), en el Cantar la Amada se convierte ella misma en monte de incienso y en aroma para su Amado (Ct 4,6.12-14). En Oseas la mujer se va detrás de sus amantes (Os 2,15), en el Cantar la mujer se va detrás de su único Amado (Ct 5,6-7)... Tanto en Oseas (Os 2,17) como en el Cantar (Ct 8,12), se habla de que la mujer es dueña de sus viñas (es decir, de su feminidad). Con la mujer de Oseas Dios sellará un pacto después de mil traiciones (Os 2,20) con la del Cantar hará lo mismo, pero con una mujer que se ha decidido a serle fiel (Ct 8,6). Tanto en Oseas como en el Cantar hay desposorio (Os 2,21; Ct 8,3). Así mismo, en ambas partes hay paz (Os 2,20; Ct 8,10).

 

Hay suficientes paralelismos, para decir con verdad que el Cantar de los Cantares tiene en cuenta a Oseas y que la imagen de mujer que presenta es diferente a la de la tradición profética. El Cantar no quiere emplearla como símbolo de traición, lo cual necesariamente deja secuelas negativas en el esquema simbólico del pueblo. Prefiere presentarla como símbolo de amor fiel, imagen que se introyectará positivamente en el imaginario colectivo del pueblo y que servirá de llamada permanente hacia una nueva forma de considerar a la mujer y al amor humano de pareja.

 

2.4.3. Cuando se pierde el derecho a disfrutar del amor...

 

Una guerra en la que se llegue a aniquilar totalmente a la propia nación tiene que ser algo muy duro, por que supone mucha destrucción. Tantos hogares eliminados, tantos hombres y mujeres llevados al cautiverio, tantas mujeres hechas a la fuerza compañeras de hombres de otras culturas, tantas jóvenes violadas, tantos jóvenes esclavizados... Todo esto tuvo que incidir en la práctica normal del amor de las comunidades que se vieron condenadas, sea a interrumpir amores ya existentes, sea a vivir amores impuestos, sea a comenzar amores acelerados e improvisados. Lo único cierto es que el ser humano sin algún tipo de amor no vive. ¡Quién no suspiraría, en esas condiciones, por volver a tener una mujer y un hogar estable, seguro, sin zozobras ni angustias, sin la inseguridad de que el poderoso iba a venir a destruir lo que con tanto trabajo se había podido construir en muchos años!. ¿Quién no quería volver a soñar en plenilunios para celebrar las bodas campesinas con los rituales propios de las tribus, con sus tradiciones y sus danzas, con sus banquetes comunitarios, con sus discursos y sus chistes y sus picarescos cantos de amor?. Todo esto es libertad. Y la libertad, y lo que la fomenta, es lo que menos le gusta al invasor.

 

2.4.4. Cuando el amor de la monarquía, aunque no convence, seduce...

 

Todavía está bien clara y perfilada la sombra de la gran crisis del s.VI a.C. Los daños del 587 a.C. en todas las estructuras nacionales son tan inmensos que ya es imposible volver a las cosas como eran antes. Sin embargo, en los siglos IV y III a.C., rondaba todavía la vieja imagen poderosa de la monarquía, bajo una de sus figuras más seductoras, el sabio Salomón (Ct 3,6-10). Es decir, de la vieja monarquía queda aún el peligro de que el pueblo siga siendo seducido, creyendo que en ella va a encontrar a quien verdaderamente ama al pueblo (Ct 3,10c). Sin embargo, los intentos del postexilio de revivir la monarquía fueron un fracaso político. Era natural que aún se escucharan voces a favor de la restauración de la monarquía y que se mantuviera al pueblo bajo la fascinación de ese "Hijo de David" idealizado, que habría de venir. Por eso es de admirar que también se levantaran voces en las que los amores que la monarquía le ofrecía al pueblo fueran confrontados y declarados espúreos. Una de estas voces valientes va a ser la del Cantar de los Cantares, en donde la débil voz de una muchacha campesina va a elevar un grito de protesta: "mi viña, la mía, está ante mí; los mil siclos para ti, Salomón; y doscientos para los guardias de su fruto" (8,12).

 

2.4.5. Cuando un amor, como el del Cantar, se vuelve necesidad...

 

En el panorama histórico que está detrás del Cantar hay que observar varios cambios. En primer lugar, el pueblo castigado de la destrucción del s.VI a.C. ha pasado a ser el pueblo reconciliado de la reconstrucción. Hay quienes quieren reconstruir la nación haciendo revivir los esquemas monárquicos, pero hay también quien parte de otras propuestas: del pueblo pobre, oprimido y excluido a quien hay que hacerle gustar de nuevo la vida con todas las variaciones que la hacen posible. En segundo lugar, el Imperio Babilónico, instrumento de castigo y destrucción, ya no era el amo de turno. Había otro amo, el Imperio Persa, estructuralmente no mejor que el anterior, pero con deseos políticos de dejar respirar a las culturas. Persia quería, permitía y patrocinaba a los desterrados un retorno a su propia patria y a sus propios modos culturales. En tercer lugar, ese "resto" profético, agonizante y convertido en desecho de la historia (Is 52,14), era ahora el preferido en los planes de Dios (Is 61,1-4).

 

Todo esto estaba pidiendo y justificando la aparición del Cantar de los Cantares. El pueblo campesino tenía que volver a disfrutar de su vida y a soñar en un amor estable. Había que volver a pensar en él y reconstruir la vida desde él. El papel del Cantar era hablar hasta la saciedad de la vida y el amor. Por eso la vida y el amor en el Cantar se convierten en algo que hace parte de la vida cotidiana, hasta convertirse en un profundo sueño del que no se quisiera despertar. El Cantar de los Cantares es el sueño de un amor construido en libertad, o el de una libertad alimentada por el amor (2,7; 3,5; 8,4).

 


 

3. NIVEL TEOLÓGICO

 

3.1 Una pregunta con muchas respuestas posibles

 

La respuesta a la pregunta de cómo interpretar el Cantar de los Cantares, suele tener diferentes respuestas. Esto es natural, porque así como las palabras tienen pluralidad de sentidos, una obra también lo puede tener. La intencionalidad original del autor o de los autores de una obra puede y suele ser superada por el destinatario de la obra que es el pueblo. Este puede llegar a darle a la obra que él recibe un sentido más pleno que el que tuvo el mismo autor original. Lo importante en este caso son las razones que se den para hablar de determinado sentido. De todos modos, sabemos que cuando una obra llega a manos del pueblo, dicha obra se carga de las resonancias que ella despierta en el interior de quien la lee o la escucha. Esto ocurre mayormente cuando se trata de una obra poética y simbólica. Y el Cantar de los Cantares, por definición, es una obra de esta clase.

 

Las posibilidades de interpretación que nos presenta el Cantar, las hemos tratado de reducir a dos fundamentales, pero con algunos matices particulares que creemos no se deben desconocer. Partiremos del significado obvio del texto: el amor humano de pareja, para adentrarnos también en un segundo sentido: el amor histórico de Dios para con su pueblo, que creemos muy obvio en el contexto histórico en que nace el Cantar de los Cantares.

 

3.2. La belleza del amor humano de pareja

 

El amor de pareja que presenta el Cantar no es cualquier tipo de amor. No es la vulgaridad de quien quiere hacer exhibicionismo erótico, sino la profundidad de quien a través del cuerpo quiere llegar a la profundidad humanizadora del amor o a los secretos enriquecedores de la sexualidad humana. Esto permite que podamos plantearnos en el Cantar la existencia de una teología del cuerpo, de la belleza y de la sexualidad y, por lo tanto, también una teología del amor humano de pareja.

 

3.2.1. Hablar de Dios, a partir del cuerpo humano

 

El cuerpo como mediación de relación. El cuerpo es un instrumento, único en su género, para entrar en relación con los demás. Ordinariamente se cree que se puede prescindir del cuerpo, ya que la mente tiene una especie de poder que trasciende la materialidad. Sin embargo, es la corporalidad la que le da a la mente todas las imágenes de que ella se alimenta. Toda afirmación mental ha recorrido, de alguna manera, el camino de la corporalidad. ¡Cuánta corporalidad trascendida no hay en la expresión, muy hija del Cantar, a la que llega el Nuevo Testamento: Dios es Amor! (1Jn 4,8). El día en que desmenucemos esta idea en todos sus componentes humanos, nos abismaremos en su contenido y sobre todo en las mil afirmaciones implícitas que hay cuando se dice de Dios algo que también afirmamos del ser humano. Pero, por lo que hasta ahora conocemos, todo lo positivo del amor humano la Biblia lo afirma de Dios. Esta belleza y este riesgo se dan porque detrás de cada parte del cuerpo no está sólo su forma material que a veces nos ofusca y enreda, sino su significado que trasciende la forma material. Cuando se habla del cuerpo de la Amada, de su cabellera, ojos y boca, cuello, brazos y senos, caderas, vientre y ombligo... (4,1-7), se está hablando de su belleza, de su capacidad de comunicación, de su capacidad de unirse a otro y de entregar su propio ser, de engendrar y alimentar la vida, etc. ¿Cuál de estas capacidades podríamos negar de Dios?

 

El cuerpo como expresión de atributos humanos y divinos. Si esto mismo nos formuláramos al revés, veríamos que los grandes atributos de amor y de vida de Dios quedarían anunciados y concretados en cada parte del cuerpo femenino. Del cuerpo masculino podemos afirmar algo semejante. También la belleza de Dios, su fascinación, su amor que transporta, su fuerza creadora, su fortaleza, su grandeza y su encanto divino están retratados en cada una de las partes del cuerpo masculino: cabeza, cabellos y ojos, mentón, paladar y labios, vientre, piernas y porte... (5,10-16).

 

El papel del cuerpo humano en el Cantar. El cuerpo humano no deja de ser un libro abierto sobre Dios. ¡Qué grande es el amor humano, ya que al hablar de él estamos también hablando del mismo Dios! Si aprendiéramos a ver el amor de Dios desde el amor humano, veríamos con otros ojos al amor y al cuerpo, a la pasión y al sexo. Según todo lo anterior, el amor humano es el primer referente del Cantar. Es el significado obvio del texto. La meditación sapiencial reflexiona también sobre el amor humano, pero no logra diseñar un ideal de amor, porque, en el mejor de los casos, queda atrapado en el modelo patriarcal de familia en el que el hombre lo es todo, o en el resultado de la historia en la que a la mujer no se le permite demostrar a fondo y con todas sus consecuencias, las potencialidades positivas de su ser. Es decir, historia, cultura, esquema social y religión no le habían permitido a los sabios de Israel pensar con más libertad el amor de la pareja. El Cantar de los Cantares cambia este panorama.

 

El Cantar, una utopía realizable del amor. Un libro como el Cantar hacía falta en la historia. Se insiste negativamente en que el Cantar de los Cantares es más bien una utopía irrealizable en la historia concreta de los seres humanos. Se nos olvida que el Cantar es quizás la obra más aterrizada del amor humano, ya que ella construye un amor nuevo precisamente pensando en lo mal que se ha tratado al amor. Porque el Cantar tiene en cuenta la historia, es por eso que presenta tan bellamente al amor, tan libremente a la mujer y tan novedosamente al hombre.

 

3.2.2. Construir el amor de pareja en igualdad

 

Igualdad, porque se tienen iguales derechos. Una de las características más sobresalientes del modelo de amor que crea el Cantar es la de la igualdad de hombre y mujer: ambos aparecen con los mismos derechos. Uno u otro toman con libertad la iniciativa en la búsqueda (3,1-2; 5,2), o en el diálogo (1,12-2,7), o en las caricias (1,2-4; 5,4), o en el amor (2,16; 6,3). No aparecen ni complejos, ni temores, ni reclamos. Ninguno domina sobre el otro. Todo lo que desequilibre al amor es rechazado por quien quiere un amor de iguales. Por eso, para que el amor del rey hacia el pueblo sea un amor de iguales, el monarca deberá renunciar al poder, cosa tan difícil y quizás tan imposible.

 

Igualdad, porque se tiene la misma imagen de Dios. Esta igualdad entre hombre y mujer que plantea el Cantar de los Cantares se puede relacionar con la que plantea el libro del Génesis en sus comienzos (Gn 1,27), en donde hombre y mujer, en su concreción de masculinidad y feminidad, constituyen la imagen de Dios en la creación; o Gn 2,7, en donde hombre y mujer definen su especificidad humana a partir de los mismos elementos de terrenalidad y capacidad espiritual; o Gn 2,22 en donde la mujer, al ser sacada de la interioridad del hombre, tiene idéntica naturaleza que éste; o Gn 2,23 en donde hombre y mujer tienen también algo común, reflejado en la igualdad de nombres (ish - isháh = varón - varona). Todos estos datos que nos da el Génesis en relación a la igualdad fundamental de la pareja humana, encuentran en el Cantar su ratificación y ampliación. No olvidemos que la redacción y edición definitiva del Génesis, junto con el Pentateuco, es postexílica, lo mismo que el Cantar.

 

3.2.3. Un viejo y mal hecho retrato queda ahora archivado...

 

Cuando la historia y la cultura han construido una imagen o un símbolo, es muy difícil cambiarlos. Es posible que alguna persona o grupo iluminado haga una nueva propuesta. Pero para que esta nueva propuesta sea asimilada por el pueblo y, sobre todo, por las estructuras que se benefician de la vieja imagen, se necesita toda una revolución cultural. En la Biblia aparece la imagen tradicional de la mujer sumisa, bondadosa, encerrada en las paredes de la casa, que atiende en todo al marido y a los hijos, una mujer dependiente en todos los aspectos de la vida. Tal era la imagen que le convenía al modelo de sociedad reinante, aunque aparezcan también testimonios hermosos de que la mujer israelita no se resignara del todo a ella. Sin embargo, no deja de sorprender que el Cantar de los Cantares tome tan abiertamente la línea de la libertad para la mujer.

 

3.2.4. La mujer vale por sí misma y se afirma a sí misma, en base a su propia dignidad

 

El Cantar emplea varias imágenes simbólicas para resaltar la dignidad femenina. Prestémosle un poco de atención a cada una de ellas. No olvidemos que estamos frente a un modelo de familia, ordinariamente llamada patriarcal, en la cual son los padres los que deciden sobre el amor de sus hijas y sobre todo lo concomitante al mismo: madurez sexual, elección de la pareja, valor de la dote, etc. Este modelo de familia y de sociedad, que le quita sus derechos a la mujer y que la tratará siempre como a menor de edad, tiene en el Cantar una reacción de rechazo.

 

La mujer, cuidadora de su propia viña. Si atendemos a que la "viña" es imagen de la sexualidad femenina, este símbolo nos lleva a la conclusión de que la mujer dispone de su cuerpo, aún contra las costumbres de las familias (1,6-7) y de que su feminidad y sexualidad serán siempre de ella misma, sin que haya poder humano que se las compre (8,11-12). Lo interesante de este texto es que la muchacha del Cantar intuye que su papel de mujer es algo más que ser sólo cuidadora de su virginidad. Su objetivo de mujer es el de realizarse como mujer, más allá de su virginidad y aún más allá de los hijos (que no aparecen en el Cantar) hasta llegar, por su propia cuenta, a las profundidades del amor.

 

La mujer, muralla de madurez. Aunque su familia, según sus propias reglas, no la considere madura para el amor, y se oponga al mismo, la mujer del Cantar reivindica su derecho para manejar su cuerpo, su sexo, y disponer de ellos con madurez y autonomía. La familia, bajo la figura de los hermanos, aparece dos veces en el Cantar, apenas iniciado el libro (1,6) y terminando el mismo (8,8-9), en ambas partes con sentido negativo. Mientras en el primer texto los hermanos le imponen a su hermana el cuidado de las viñas, ella confiesa que la suya (su propia viña) no la supo cuidar (1,6). Así mismo, en el segundo texto, los hermanos no consideran sexualmente madura a su hermanita, pues aún no tiene senos, según ellos. Ella reafirma lo contrario y termina llamando a sus senos torres, y a sí misma muralla, términos de inaccesibilidad y autonomía (8,10 a).

 

La mujer, torre de la autonomía. A pesar de lo que acabamos de decir, queremos insistir en el tema de la autonomía femenina, pues la abundancia de los textos nos lo piden. La dignidad femenina es también tema típico del Cantar. No por el hecho de que la mujer sea autónoma pierde dignidad. Ella debe ser respetada y sólo entrega su amor en dignidad, a quien ella quiera. Esta es la razón de ser de las extrañas imágenes que el Cantar le aplica a ciertas partes erógenas del cuerpo femenino, como senos y cuello, que son comparados con torres (8,10; 4,4; 7,5). Es que, para la Sulamita, su amor (su cuerpo) son de suyo inaccesibles e inexpugnables como torre alta, que sólo se rinde ante quien ella misma quiera (8,10b), pero sabiendo que para quien ella no lo quiera será torre lejana e imposible.

 

La mujer, batalla de dignidad. Además del símbolo "muralla" (8,10a) que expresa la dignidad y autonomía que para la mujer quiere el Cantar, aparecen los símbolos "ciudad" y "ejército". A la amada del Cantar se la compara con la ciudad de Tirsá (6,4a), la segunda capital del Reino del Norte, protegida con murallas y puertas fortificadas, lo mismo que con Jerusalén (6,4b), famosa también por sus murallas y puertas de defensa. Finalmente, se la compara a un ejército en formación que impone respeto y terror (6,4c). Pensada desde la simbología de la guerra, típica del Antiguo Testamento, el texto nos invita a pensar en la lucha de la mujer por su dignidad.

 

La mujer, paloma de la roca inaccesible. Una de las cosas que arrebata al pastor enamorado del Cantar es el candor y la ternura de la Amada, reflejados en sus ojos de paloma (1,15; 4,1). Pero esta paloma tan poco es fácil de alcanzar, ya que se esconde en las grietas de una roca inaccesible (2,14). Esta especie de contradicción ­amor cercano con ojos que seducen y amor lejano oculto entre rocas- es lo que convierte a esta Amada en "paloma única", sin duplicados de segunda. Es el mismo amor femenino, en su autonomía, el que crea estas aparentes contradicciones ya que, cuando él lo quiere, se para en la ventana del Amado o se encarama en lejanías, con el único fin de ser deseada y así provocar más el amor.

 

La mujer, trasparencia de agua tranquila. El Amado del Cantar insiste de mil maneras, empeñado en darnos la imagen real de su Amada, en que ella, pese a su autonomía, es un ser exquisitamente limpio en su interior. Siempre al lado de otros textos que reflejan dignidad, aparece la metáfora, convertida en símbolo, de la mujer semejante a una fuente de aguas tranquilas y transparentes (7,5). El amor que ofrece la mujer, aunque es abierto, parte siempre de la dignidad y el respeto

 

3.3. El amor profundo entre Dios y el Pueblo

 

Queremos ahora ver otro sentido que puede tener la pareja del Cantar de los Cantares, a saber: ser también expresión del amor que existe entre Dios y su Pueblo. ¿No es este un sentido contradictorio al ya expresado? De ninguna manera. Es sólo un sentido más hondo, es un nuevo nivel simbólico del amor humano de pareja.

 

3.3.1. Afirmar el amor respecto a Dios no es negarlo respecto al ser humano

 

Hasta ahora hemos probado que el significado obvio del Cantar es el amor humano y que el simple hecho de que el Cantar hable tan bella y libremente, tan detallada y sutilmente y tan poética y profundamente del amor humano, es el resultado de la gran expectativa que había en el postexilio de una obra de esta clase. La situación de opresión y de indignidad en que yacía el amor humano, y principalmente la mujer, pedía a gritos una reivindicación. Y apareció el Cantar de los Cantares, en el que se rediseña el papel de la pareja humana y de su heterosexualidad en el universo. Ya esto es toda una revolución social. El papel ahora más importante de las estructuras sociales es que correspondan de la mejor manera posible, al diseño de un modelo de sociedad construido en dignidad, igualdad, solidaridad y fraternidad. Es el designio de Dios.

 

3.3.2. Saber pasar a otros sentidos exigidos por la historia

 

Por muy bello que sea en sí mismo el amor humano de pareja, sin embargo, nada impide que detrás de este valioso significado antropológico del Cantar, exista también un hondo significado teológico-bíblico que continúe la línea simbólica ya iniciada por los profetas. Esta línea no había dejado muy bien parada a la mujer, ya que la había tomado como símbolo de la infidelidad del pueblo de Israel para con su Dios. La imagen que de esto había quedado era la de una mujer fácil, superficial, sensual, traicionera, interesada, en una palabra, infiel (cf Ez 16; 23; Os 1,2; Is 1,21; Jr 3,6-13). Los textos sapienciales se alimentaron, en parte, de esta tradición (cf. Pr 11,22; 25,24; 30,20; 31,3; Qo 7,26-28; Si 25,13-26; 26,6-12; 42,6-13). El pueblo (del cual fue figura la mujer) por malo que sea, no siempre es tan negativo. Una vez más, en la historia queda claro que la estructura social que gobierna al pueblo es la responsable fundamental de su comportamiento. Así, por ejemplo, los textos bíblicos que hablan de prostitución traidora se aplican más ajustadamente a la estructura social monárquica que tiene la dirección del pueblo, que al mismo pueblo o a la mujer en general. Por eso, a nivel teológico, la historia pedía que teológicamente también se hablara de un pueblo con capacidad de amor y de fidelidad. El Cantar de los Cantares es también una bella respuesta a esta exigencia teológica.

 

3.3.3. Saber trasladar lo bello del amor femenino al pueblo al que Dios desposa

 

Todo el arte está, pues, en que sepamos trasladar al pueblo, lo que el Cantar de los Cantares nos dice de la Amada. Esto no es difícil ni extraño, ya que el Antiguo Testamento ya está acostumbrado a ver al pueblo bajo el símbolo de mujer. Ahora, en ese postexilio tan lleno de zozobras, cuando no se sabe qué camino coger en su reconstrucción, es urgente decidirse por el pueblo empobrecido, excluido, oprimido y hacerlo la verdadera esposa de Yahveh. Con ella, sin duda, Dios quiere recomenzar la historia. Pese a su pobreza y humillación, el pueblo sigue siendo la Amada necesitada del amor más tierno y misericordioso de Dios. Muy bien podemos pensar en la amada-pueblo como quien a lo largo de la historia ha buscado una alianza amorosa con Dios (1,1), pese a no haber guardado su viña (1,6c), pero viviendo, uno tras otro, muchos momentos cumbres en el amor (2,1-7; 2,16; 5,2-5; 5,10-16; 6,2-3; 7,11-14; 8,1-7), como cuando cada profeta hizo su aparición en diversos momentos de la historia, hasta consumar el amor en una alianza que recuerda la Alianza de la Libertad en el desierto (8,6.10.13-14).

 

3.3.4. Liberar al pueblo del amor esclavizante de los poderosos

 

El proceso histórico que conocemos de Israel y las responsabilidades que la monarquía tuvo en el mismo respecto a tanto sufrimiento del pueblo, nos ofrece otra clave de lectura importante del libro del Cantar:

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    El amor no es comprable, ni vendible. Hay dos textos que hacen alusión a la monarquía (3,6-11 y 8,11-12). El autor nos la presenta como el poder que no ama, sino que conquista (3,6-11) y que no ruega, sino que compra (8,11-12). Todo esto es un trágico y real resumen de la historia de Israel. El amor del pueblo hacia Dios y su proyecto igualitario y fraterno fue tristemente suplido por el seductor y fracasado amor de la monarquía. El pueblo no debía prestar de nuevo oídos a la misma en el período de reconstrucción en que se encontraba. Había que volver más bien al amor de la primera alianza, cuando él, Yahveh, "quiso seducirla a ella (al pueblo) y llevarla al desierto para hablarle al corazón y convertirla en viña y dejarse llamar por ella como "marido mío" y hacer alianza con ella y desposarla en justicia, en derecho, en amor, compasión y fidelidad" (Os 2,16-22). Más belleza en el amor no se puede soñar ni pedir. Y esto es exactamente todo lo contrario de lo que la monarquía le dio al pueblo. La mejor respuesta que la monarquía podía recibir en este tiempo postexílico de la reconstrucción, es la que la sulamita del Cantar le dio: "Los mil ciclos, Salomón, para ti / y otros doscientos para los colonos / que mi viña, la mía, / es para mí" (8,12).

  •  

    La mujer, un pobre más de Yahveh. No olvidemos que si Dios hubiera podido intervenir directamente en la reconstrucción de Israel después del destierro, hubiera escogido, a ojos cerrados, como lo demuestra Isaías 61,1ss, el camino de los pobres, entre los que debemos poner siempre a la mujer, oprimida simplemente por ser mujer. El Cantar nos invita a descubrir este amor apasionado de Dios por los pobres de su pueblo.

 

3.3.5. Valorar la dignidad del pueblo, a pesar de su opresión

 

Si los amores de la pareja del Cantar pueden ser aplicados al amor de Dios y su pueblo, no queda otra alternativa que valorar al pueblo, privilegiado con tal amor. Es cierto que el pueblo, en su autonomía, no siempre sigue los cánones de pureza moral y legal preestablecidos. Como la muchacha del Cantar, también pudo "no haber sabido cuidar su propia viña" (1,6). Históricamente, la monarquía lo atemorizó y le habló de un falso amor (cf. 3,7-8), o compró su amor (cf. 8,7), o negoció con él. La mujer del Cantar quiere reivindicar a este pueblo vendido y, en un acto de justicia histórica, lo declara inocente, como se puede declarar virgen el corazón de una mujer, cuyo cuerpo ha sido obligado a prostituirse, por el hambre, la necesidad o cualquier tipo de injusticia. No se trata de divinizar o de declarar santo al pueblo. Esto sería una mentira o una candidez histórica. Pero sí se trata de comprender la responsabilidad que han tenido las estructuras sociales frente a las causas que han hecho llorar tan amargamente al pueblo. No es ninguna mentira decirle a una muchacha injustamente violada, que ella es la virgen más virgen en lo profundo de su alma.

 

3.3.6. La gran verdad de la Historia

 

Si no queremos ser históricamente mentirosos, debemos decir que ésta es la verdad más honda del Cantar de los Cantares: saber leer la dignidad del pueblo (vista como virginidad del alma) debajo de su opresión, presentada como virginidad corporal profanada. Teológica, histórica y místicamente el pueblo sigue siendo la Amada convertida para el Amado-Dios en "huerto cerrado y fuente sellada" (4,12), donde Él sigue descendiendo (6,2), como ejercicio amorosamente gratuito de la única posibilidad que existe para engendrar nuevos proyectos de vida en la Historia.

 


 

 

 

CLAVE CLARETIANA

 

 

 

SIGNOS DEL AMOR DE DIOS

 

En el corazón de cada hombre y de cada pueblo existe una verdadera sed de amor: ser amado y respetado, ser acogido y abrazado, sentir el calor de una mano que acaricia y de un corazón que desea y posibilita lo mejor para el amado. Cuanto más terrible haya sido la experiencia de desprecio, cuanto más fuerte haya sido el dolor de la opresión, más intenso será el deseo de fundirse en este abrazo de amor que abre nuevos horizontes a la vida de las personas y a la historia de los pueblos. Dios es Amor. ¡Cuántas veces no lo habremos proclamado, cantado y anunciado! Un amor que da vida y capacita, a su vez, para amar.

 

Si la Iglesia es sacramento del amor de Dios para el mundo, dentro de ella el misionero tiene una especial misión en este sentido. Anunciar a un Dios que desea hacer una alianza de amor con la humanidad, con cada una de las personas y los pueblos que la conforman, y que quiere hacérsela sentir de un modo especial a aquellos que han sufrido más desprecio en su vida y en su historia es una misión bella y exigente. Ahí tenemos una clave que nos puede guiar en una lectura misionera del libro del Cantar de los cantares. Pero para anunciar y significar este Amor, hay que tener experiencia de él. La experiencia espiritual del P. Fundador es base de su desbordante actividad apostólica.

 

En sus palabras encontramos reflejada su intensa sed de amor. En el capítulo sexto de la segunda parte de la Autobiografía, hablando "de la virtud del amor de Dios y del prójimo", escribe: "El sexto medio es tener hambre y sed de este amor, y así como el que tiene hambre y sed corporal siempre piensa cómo se podrá saciar y pide a todos los que conoce le podrán remediar, así determino de hacerlo con suspiros y deseos encendidos me dirijo al Señor y le digo con todo mi corazón: ¡Oh Señor mío, Vos sois mi amor! ¡Vos sois mi honra, mi esperanza, mi refugio! ¡Vos sois mi vida, mi gloria, mi fin! ¡Oh amor mío! ¡Oh bienaventuranza mía! ¡Oh conservador mío! ¡Oh gozo mío! ¡Oh reformador mío! ¡Oh Maestro mío! ¡Oh Padre mío! ¡Oh amor mío!" (Aut 444).

 

El libro del Cantar nos introduce en el misterio de ese Amor y nos revela su intensidad a través de la experiencia del Amado y la Amada. La mujer se nos hace sacramento de ese Amor que quiere llenar el corazón de los que le buscan. Con todas nuestras fuerzas buscaremos que Dios sea conocido, amado y servido (cf CC 40) y que, de este modo, la sed de amor tan profundamente enraizada en el corazón de cada ser humano y queda pueblo sea saciada.

 


 

 

 

CLAVE SITUACIONAL

 

1. Esa "utopía de la mujer nueva" ¿es aún necesaria?

 

Entre los mayores logros históricos de la humanidad en el siglo XX, se cuenta la emancipación de la mujer como persona hacia la igualdad fundamental con el varón. Afirmación, no sólo jurídica, sino práctica e histórica, de la dignidad, la libertad y los valores de la mujer. Son palpables los avances en esta justa causa del género femenino. Esta "revolución antropológica, cultural y social" está en marcha. Pero, ¿se han superado en todos los lugares, culturas, sociedades y religiones, las imágenes negativas de la mujer? ¿No están vigentes aún en los códigos y en las costumbres, en los sentimientos y en la práctica, las situaciones negativas? Reubiquemos en los actuales contextos culturales, sociales y religiosos, la revolucionaria utopía que el Cantar de los Cantares introdujo en la historia real de la mujer, "rompiendo todos los esquemas". Comprobaremos que la mujer nueva "sigue siendo proyecto y utopía"; y se nos revelará el papel utópico y profético que puede jugar hoy este Cantar en el proceso de humanización de la mujer, y de la pareja humana y de su amor. Proceso histórico que hoy sigue abierto.

 

En cada lugar del mundo en que leamos y trabajemos este tema del Cantar de los Cantares, busquemos saber cuál es la realidad actual de la mujer; cómo son sus imágenes más reales y cotidianas en las situaciones humanas de los diversos contextos antropológicos, culturales, sociales, familiares y religiosos. Y pensemos en la situación de la mujer en las Iglesias cristianas.

 

2. El amor humano en los tiempos del mercado libre

 

La libertad creadora puede inventar o soñar el verdadero amor, hasta en los tiempos y espacios más sombríos. Y el verdadero amor genera libertad... Pero, sucede que el lado oscuro de la condición humana configura con sus codicias cada tiempo de la historia humana, encerrándolo en sistemas, intereses y abusos de poder que falsean el amor y la vida. Y así, cada tiempo histórico tiene sus propias formas de condicionar y reprimir la libertad y de manipular el amor. En el contexto socio-cultural del doliente postexilio de Israel, cuando la vida era negada y el amor ofendido, silenciado y traicionado, "el Cantar de los Cantares respondió al llanto, al grito y al lamento con la Canción más bella". ¿Y en nuestros días?... Bajo el imperio neoliberal del mercado libre y del éxtasis del consumo que todo lo privatiza y concentra medios y poderes en muy pocas manos, excluyendo del amor y de la vida a medio mundo (gentes y pueblos); en estos tiempos de inhumanos contrastes, tiempos de insolidaridad e increencia y de credulidades fáciles, de culto al dinero, al cuerpo y a tantas comunicaciones que nos incomunican, al éxito, al espectáculo, a lo efímero y rápido (comida o sexo), a lo ligth, al narcisismo, a ídolos y a "estrellas"... Cuando todo redunda en "materia prima" para el gran negocio global del libre mercadeo, ¿qué contextos de negación de la vida y de manipulación del amor, rodean hoy nuestra lectura del Cantar de los Cantares, en los lugares donde escuchamos y testimoniamos la belleza de esta palabra bíblica?

 

Podemos preguntarnos también si, en esos contextos, vemos surgir en nuestros días nuevas "versiones" (escritas, soñadas, vividas) del Cantar de los Cantares. Si suenan hoy voces libres y audaces que declaren espúreos tantos amores manipulados, y canten la canción más bella a la vida y al amor.

 

3. Entre el amor humano y el amor de Dios, en la historia de cada pueblo

 

Entre los significados que ya tiene y que aún puede cobrar esta "obra poética y simbólica" en las diferentes situaciones y contextos en que los pueblos viven, gozan, sufren, y esperan, es importante y fecundo que en cada lugar de vida y misión nos preguntemos nosotros: ¿qué significados del Cantar de los Cantares pueden cobrar hoy mayor relieve y alcance humano, teológico y espiritual, en nuestros propios contextos culturales, sociales, religiosos y eclesiales?

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    Está la valoración antropológica y teológica del cuerpo humano, femenino y masculino: "expresión de valores y atributos humanos y divinos de vida y de amor"; "libro abierto sobre el Dios del amor y de la vida"... Este significado brilla oportuno, tanto en los contextos y situaciones en que se cotizan los valores de la persona humana como sujeto, donde se aprecia y se cuida el cuerpo humano, como en las situaciones y contextos donde aún no se valora la persona y sigue la baja estima, o hasta se desprecia al cuerpo. Y será buen correctivo al narcisismo y a los excesos en los cuidados del cuerpo, así como a su explotación comercial (como denuncia el último informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, se invierte más dinero en la investigación para cosméticos, que para obtener la vacuna contra el SIDA; y cada día contraen el virus 16 mil personas).

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    En contextos y situaciones humanas de patriarcado y machismo (familia, sociedad, religión, nuestras Iglesias), brilla la reivindicación de la dignidad, la libertad y la capacidad de participación de la mujer. Los valores y derechos femeninos...

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    Y en cualquier contexto y situación de parejas y familias (sociedades, religiones, Iglesias), está llamada a brillar la igualdad fundamental de la pareja humana. La construcción del amor de pareja en igualdad. La belleza y los valores de un amor de iguales, entre quienes son por igual imagen del Dios de vida y amor...

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    Frente a los abusos del sistema mundial vigente (y de sus instituciones y proyectos) contra los pueblos no desarrollados, como frente a los abusos contra las mayorías empobrecidas y excluidas de cada pueblo, hemos de hacer hablar a esos "otros" significados bíblico-teológicos de la pareja del Cantar de los Cantares a nivel simbólico: el pueblo al que Dios ama con fidelidad inquebrantable. La valoración y la defensa de la dignidad, la libertad y la autonomía de cada pueblo como sujeto de responsabilidad histórica; sujeto digno de igualdad, solidaridad, fraternidad y participación. El pueblo que, en su empobrecimiento, opresión y exclusión, sigue siendo "la Amada necesitada del amor más tierno y misericordioso de Dios", y al que Dios sigue amando hasta querer recomenzar con él la Historia de la humanidad... Es lo que sería el sentido y alcance más hondos de la "otra" globalización pendiente: la globalización del amor solidario, entre el amor humano y el amor de Dios... Esto lo pregona con osadía profética el nivel simbólico del Cantar de los Cantares, frente a las situaciones y contextos actuales de los pueblos abusados y endeudados, dominados y engañados por propios y extraños; frente a los neocolonialismos de la vigente globalización neoliberal.

 


 

 

 

CLAVE EXISTENCIAL

 

1. Los testigos y servidores del Evangelio del Reino, miembros de las Iglesias y de las comunidades cristianas, tenemos gran responsabilidad en el proceso histórico hacia el logro real de la "mujer nueva" y del "amor nuevo" en igualdad fundamental con el varón. Tanto en las Iglesias como en las sociedades. Cada uno y cada una, y cada comunidad, debemos revisar nuestra postura existencial (nuestros sentimientos, nuestros criterios y nuestros comportamientos) ante esta "causa abierta", llamada a dar nuevos pasos en las Iglesias y en la humanidad durante el siglo XXI.

 

2. Las mujeres y los varones célibes por el Reino de Dios, ¿cómo valoramos el aporte existencial de nuestro celibato a esa "causa" de la mujer y el hombre nuevos, de su "amor nuevo" de pareja en igualdad?

 

3. En cualquier estado y carisma, es esencial integrar la propia existencia en la sacramentalidad del amor humano, en esa encarnación de la presencia activa de Dios en el actuar humano del amor en la historia. ¿Cómo integro yo mi vida personal y comunitaria, mis relaciones y ministerios, en esa "sabiduría mística"?

 

4. ¿Qué alcance existencial tiene en nuestras vidas personales y comunitarias, el amor tierno, fiel e insobornable de Dios al pueblo empobrecido y desvalido de los desheredados y olvidados, de los excluidos actuales el amor y la solidaridad, del bienestar digno de la vida justa y común?

 


 

 

 

ENCUENTRO COMUNITARIO

 

1. Oración o canto inicial.

 

2. Lectura de la Palabra de Dios: Ct 5,2-9 y 8,5-7

 

3. Diálogo sobre el TEMA VII en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).

 

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

 

5. Canto final

 


 




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