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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

Sal 1 - 41

 









TEMA 8:

 

CUANDO EL POBRE GRITA, DIOS LE AYUDA


 Texto: Salmos 1 - 41

 

Texto para el encuentro comunitario: Sal 22

 

CLAVE BÍBLICA


Conviene evocar algunos hechos que se dan en nuestra vida privada o litúrgica: la sensación de que Dios no escucha nuestra oración, el clamor repetido de mucha gente sumida en la injusticia. Por otra parte, la literatura y el canto es un medio importante de expresión del grito de las personas y de los pueblos. Sin embargo constatamos la ausencia de lamento en la liturgia. ¿Es resignación? ¿Qué capacidad de denuncia posee nuestra oración?

 

Ante las situaciones apuntadas antes, las experiencias semejantes de los salmistas, vividas ante Dios, en el dolor y en la alegría, en la oscuridad y en la luz de la fe, se nos ofrecen para ser oradas hoy. Será bueno que el llanto del creyente angustiado rompa nuestros esquemas oracionales más equilibrados y fríos.


1. NIVEL LITERARIO

 

Nos encontramos en un libro diferente de todos los demás. Está constituido por oraciones y, a la vez, es una síntesis de toda la teología de la Escritura. Una verdad brota y se proclama en cada salmo: "cuando el pobre

 

grita, Dios le ayuda". Los salmistas van a ofrecernos su experiencia religiosa en composiciones literarias artísticas de diferentes tipos o géneros: salmos de súplica o lamento ante el dolor, de acción de gracias y

de confianza.

1.1. Cercanía de los tres tipos de salmos: súplica, acción de gracias y confianza

Súplica, acción de gracias y confianza son tres melodías que brotan de la misma harpa, el pecho del creyente, a veces sucesivas y otras, tan entrelazadas que llegan a formar un solo acorde en el mismo salmo. No se dará solo el grito a Dios en la desgracia sin la expresión de confianza en el Dios salvador. Y la salvación esperada o recibida hace entonar al náufrago el canto de acción de gracias. En uno y otro caso, la clave y melodía unificadora es la fe, hecha de confianza inquebrantable en el Dios fiel a su alianza. Ellas hacen elevar el lamento en el dolor y la acción de gracias en el gozo o, sencillamente, en la esperanza. Por eso los tres géneros de salmos guardan una gran unidad. A veces la confianza se desarrolla tanto que ella sola colma la medida del salmo y rebosa en contemplación admirada del Dios amoroso y fiel a su pueblo (Sal 4).

1.2. Elementos formales (esquema-tipo)

1.2.1. Libertad en la composición

Suele reconocerse que los salmos no pueden reducirse a un esquema único. Por eso cada comentador puede dar el suyo, más o menos próximo al de otro. Cada salmista usó una gran libertad al plasmar sus vivencias mientras utilizaba los géneros en uso, quizá desde David. ¿Se pueden poner moldes a las vivencias o a la oración? Lo intentaremos, aunque se nos rompan.

1.2.2. Hacia un esquema-tipo

Como campo de nuestra lectura, tendremos en cuenta la primera colección "de David": Sal 3 a 41.

a) Preámbulo

La invocación del nombre divino abre el salmo: "Yahveh", "Dios mío"... Puede añadirse una petición de ayuda genérica o la manifestación de la confianza, en las súplicas ("Escúchame", "ten piedad de mí", "sálvame") o la invitación genérica a cantar, alabar o dar gracias a Yahveh, en las acciones de gracias. Ejemplos en las súplicas: "Yahveh, no me corrijas en tu cólera..." (Sal 6,2); "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?..." (22,2-3). Ejemplos en las acciones de gracias: "Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado..." (30,2). "Dichoso el que es perdonado de su culpa..., a quien Yahveh no imputa falta..." (32,2-3). Frecuentes "Tú" orquestarán la invocación del nombre divino a lo largo del salmo con fórmulas variadas que nos sitúan en la clave dialogal u oracional, típica del salterio.

b) Cuerpo

Un elemento común a las súplicas y a las acciones de gracias es la descripción del sufrimiento actual, en las primeras, y el relato de la desgracia pasada y de la salvación recibida, en las segundas. Ejemplo: "Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza de lo humano, asco del pueblo..." (22,7-9, súplica). "Clamé y me sanaste...; has trocado mi lamento en una danza..." (30,9-12, acción de gracias).

Otro elemento relativamente común es el siguiente: la luz de la fe se refracta en múltiples expresiones de confianza, de seguridad de la respuesta divina o de alabanza de Yahveh, basadas en las perfecciones divinas o reconociendo su acción liberadora ya realizada, en las acciones de gracias. Es el quicio sobre el que el salmo de súplica da el giro decisivo. En plena súplica, la fe alaba y la alabanza suplica. Ejemplos: "Mas tú eres el Santo...; en ti esperaron nuestros padres... y los libraste" (22,4-6, súplica). "De un instante es su cólera, de toda una vida su favor" (30,6); "¡Oh, cuántas maravillas!, Yahveh, Dios mío, qué de designios has hecho con nosotros" (40,6; acciones de gracias). Este elemento tiende a desarrrollarse y puede dar origen a un salmo completo, que trataremos como género distinto.

c) Conclusión

Está formada por elementos variados: la promesa de un voto, elementos hímnicos, bendiciones y acciones de gracias. Todos ellos tienen una doble finalidad: servir de respuesta a la intervención divina y quizá también provocar una nueva intervención. He aquí algunos ejemplos: "Doy gracias a Yahveh por su justicia, salmodio al nombre de Yahveh, el Altísimo" (7,18); "Anuncié tu nombre a mis hermanos". "De Yahveh la salvación. Tu bendición sobre tu pueblo" (3,9). "¡Qué grande es tu bondad, Yahveh!... Amad a Yahveh todos sus amigos..." (31,20-25).

1.3. Peculiaridades de cada género

1.3.1. Súplicas

En la primera colección se trata de los siguientes salmos: 3; 5; 6; 7; 9-10; 13; 17; 22; 25; 26; 27,7-14; 28; 31; 35; 38; 39. Existen otros salmos en que está presente esta dimensión de súplica: 42-43; 51; 54-57; 59; 61; 63-64; 69-71; 86; 102; 120; 130; 140-143.

 

La súplica desarrolla más la exposición de la desgracia y se hace eco con más fuerza del grito "¡Sálvame!", dirigido a Yahveh y que constituye su elemento central. El sufrimiento puede revestir aspectos variados:

enfermedad, acoso de los adversarios -por ejemplo, por falsa acusación o pleito injusto-, abandono a las fuerzas de la muerte, sentimiento de culpa o de olvido por parte de Dios. Como es la angustia la que ha dado origen a la súplica, aquélla es presentada con franqueza, a veces extensamente y normalmente mediante símbolos (fieras, fango...), que son el recurso más apto para expresar situaciones anímicas complejas: el ahogo en el agua, las fieras amenazadoras, etc. Algunos ejemplos: "¡Cuán numerosos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí!... A voz en grito clamo hacia Yahveh y él me responde... No temo a esas gentes que a millares se apostan por todas partes contra mí" (3,2-3.5-7). "Mas tú, Yahveh, no te quedes lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía, libra mi alma..." (22,20-22; ver la amplia exposición de la desgracia en los versículos 7-9.13-19).

La súplica puede contener también otros elementos:

  • La exposición del sufrimiento va acompañada a veces de reproches dirigidos a Dios : "¿Por qué?, ¿hasta cuándo?...": (22,2.7ss.); y de otras peticiones particulares de ayuda: "¡Levántate; no estés lejos!; perdóname; júzgame..." (22,20-22). Además, la desgracia se considera normalmente fruto de un pecado, por parte del orante mismo y, por supuesto, entre los que observan su desgracia.

  • La confesión de los pecados o la afimación de la inocencia, que en ocasiones ocupa casi todo el salmo. Las actitudes de la alianza presiden esta revisión de vida realizada ante el Dios amoroso y fiel: "Yahveh,... si hay en mis manos injusticia, si a un bienhechor con mal he respondido..." (7,4-5.9). "Está tu amor delante de mis ojos y en tu verdad camino; no voy a sentarme con los falsos..." (26,3-8.11ss.).

  • Las imprecaciones contra los enemigos. Es la contrapartida negativa de la petición de ayuda y raramente se suprime. Es el reverso de la salvación: el acusado, perseguido y atropellado experimentará la salvación en el vuelco de la situación, en que los acusadores sean condenados y los perseguidores anegados, como el ejército de faraón en el mar (Ex 14-15). Ejemplos: "Hiere en la mejilla a todos mis enemigos/rompe los dientes de todos los impíos" (3,8; ver también 35,4-8.25s.). La oración de Ester da buena idea de esta necesidad: "Vuelve el odio de su corazón (del rey/león) contra el que nos combate..." (Est 4,17t).

1.3.2. Acciones de gracias

 

He aquí su enumeración: Sal 30; 32; 34; 40-41. Y fuera de la primera colección, 52; 66; 92; 116 y 138.

Destaca la alabanza o confesión (tôdah) a Yahveh, reconociendo sus acciones liberadoras ya realizadas. De hecho, siempre es una forma de alabanza reconocer lo bueno que otro ha hecho o lo bueno que es. Ejemplos: "Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado... De un instante tu cólera, de toda una vida su favor" (30,2-4.6); "¡Oh, cuántas maravillas, Yahveh, Dios mío... qué de designios has hecho por nosotros: no hay comparable a ti!" (40,6).

1.3.3. Confianza (gratuidad)

Este tipo de salmos desrrolla la expresión del sentimiento de inconmovible seguridad de ser escuchado o ayudado por Dios -un abandono en Dios- o el de contemplación admirada y gratuita que se complace en su relación o en su amor. Son los salmos siguientes: 4; 11; 16; 23 y 27,1-6, que parece ser ya un salmo pegado al siguiente. Todos ellos tienen también algo de cántico de alabanza. Ejemplo: "Yahveh, la parte de mi heredad y de mi copa; tú mi suerte aseguras" (16,5). Fuera de la primera colección, merece destacarse el salmo 62: "En Dios solo el descanso de mi alma...".

1.4. Vocabulario

1.4.1. Los pronombres

"Yo" y "Tú/Yahveh" forman un eje habitual en torno al cual giran las súplicas. No hace falta citar. Lo mismo vale para los posesivos o derivados: "mío", etc.

1.4.2. "Sálvame" (Dios salva)

La frecuencia del imperativo causativo del verbo "salvar" en la primera colección es desproporcionada, lo que, por sí mismo, le da el colorido de súplica: aparece en dichos salmos 13 veces (3,8; 6,5; 7,2...); y seis veces en los salmos 51-72. A ello hay que añadir los verbos "liberar/arrancar por la fuerza" (de la mano de otro: enemigo, opresor, muerte) con Dios como sujeto, que aparece más de 40 veces en el salterio. Otros verbos de esta constelación son: "socorrer", "es mi auxilio/refugio", "tener piedad" y el frecuentísimo "rescatar/salvar" (ga'al; padah: 27 veces en el salterio). Ejemplos: "¡Sálvame, Dios mio! (3,8); "Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen..., para librar su alma (vida) de la muerte..." (33,18ss.); "(Yahveh) extiende su mano de lo alto para asirme; me libera de un enemigo poderoso" (18,17ss.); "Rescátame, Yahveh, tenme piedad..." (26,11).

1.4.3. El mal

El mal es un proyecto que quiere ir hasta el extremo: la muerte del orante (35,4; 37,14), y que se diversifica en personas o realidades variadas:

a) Injusticia, opresión, adversarios opresores

La salvación, entendida como se ha expuesto, supone que el mal aparece como más fuerte que la persona (orante). Los sustantivos son variados: "Los adversarios/enemigos": 29 veces en dicha colección (3,8; 6,11; 7,6...); "los que odian": 7 veces (9,14; 18,18...); "los que hacen el mal": 5 veces; "los que oprimen: 7; "los malvados/impíos" (reshacîm): 5; "los que acechan": 2; "los que se levantan contra mí": 3. El nombre preferido de estos adversarios es el de "impío". Son hombres que cometen una impiedad insondable, demoníaca, que destrozan la víctima utilizando la mentira, la conspiración o conjuras y la calumnia (5,9; 27,11; 31,14.21), con alevosía y premeditación, como aparece en las expresiones "acechan, traman planes, tienden lazos...". No son sinónimo de "criminales" segregados en la sociedad; suelen ser personas de prestigio (4,3), influyentes y poderosas (35,10).

b) La enfermedad

Es un hecho fundamental en la oración bíblica. Es un ataque a la vida, y es percibida como encaminada a la muerte, como una cara de la muerte misma que lucha contra la vida. Esto se siente en los síntomas, variados como los vocablos: la carne enferma, la fiebre, con debilidad y sed (deshidratación), herida/llaga (22,16; 38,4.6.8); la pérdida de la vista o del gozar de la luz del día, que equivale a la muerte (31,10; 38,11); la pérdida de la movilidad física -el lecho del dolor- (6,7; 41,4.9.11). Pero aparecen también el curar/sanar, levantarse, revivir (30,3; 41,5). El abandono en la enfermedad añade dolor al enfermo y es capaz de matar, pues la vida psíquica se alimenta de amor y de comunión. Reviste una gravedad aún mayor el caso del enfermo acusado, víctima en un proceso. Normalmente es también abandonado, rechazado, expulsado, odiado y condenado, entre otras cosas porque se considera que el sufriente paga una culpa: "Mis amigos se apartan..." (38,12; cf. 31,13); "soy asco, espanto", "olvidado estoy de los corazones como un muerto" (31,12s.); "cúrame..., pues contra ti he pecado" (41,5). En la enfermedad la culpa se manifiesta como meta de la cólera de Dios. Así lo siente el enfermo y con ello arguyen sin tregua los enemigos con acusaciones, intrigas o complot y calumnias. El enfermo debe aparecer como separado de Dios, desamparado y perdido. El rito de la purificación restituía al enfermo a la vida. En caso contrario, los enemigos habían triunfado sobre el justo débil, quien, abrumado, somete su vida a Dios, "se refugia" en su Roca salvadora.

c) El pecado

Si el orante ha cometido de verdad un pecado (51), éste es también el mal o cieno en que se hunde y del que necesita ser arrancado. Sus solas fuerzas no bastan, ya que lucha contra el mal con armas bañadas en el mismo mal. Por eso las imágenes de la red y de las aguas pantanosas le pegan perfectamente: cuanto más te mueves más te enredas o te hundes. Por eso el pecador necesita el socorro de Dios, el don de la libertad.

d) Simbolismo de las fuerzas negativas

 

Todo lo que proviene de estos enemigos del orante es tan abismal y oscuro en su motivación, que el horror es la única reacción posible. Y el horror se describe mejor con la ayuda de los símbolos, que nos hacen pasar fácilmente de lo visible de la imagen a lo invisible, que es la angustia mortal que experimenta el orante. Es el caso de Jesús (ver Mc 14,33). La conducta cruel e insidiosa de los "enemigos" se ilustra gráficamente

por medio de tres grupos de imágenes o de metáforas:

  • Se les compara con un ejército enemigo que ataca y asedia a los desamparados. El salmo 27 (de confianza) presenta clara la imagen: "Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme" (27,3). Ella ilustra bien el inmenso poder de esa gente: "Gentes que a millares se apostan contra mí" (3,7). Se puede ver la situación de guerra y el objeto de la oración en 35,1: ¡Ataca, Yahveh, a los que me atacan...; dí a mi alma: 'Yo soy tu salvación'!".

  • Se les compara con cazadores o pescadores que tratan de cobrar su presa cavando fosas o trampas, tendiendo lazos o la red, o disparando la flecha, siempre al acecho: "Cavó una fosa..., mas cae en el hoyo que él ha abierto" (7,16); "sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio" (31,5; cf 35,7ss).

  • Se les compara con fieras salvajes voraces que atacan al hombre repentinamente: "Que no arrebate como un león mi vida" (7,3); "Tú rompes los dientes de los impíos" (3,8; cf 22,13ss.).

  • Otras imágenes o símbolos son las aguas del abismo o el cieno que engulle, las arenas movedizas... (cf 69,2). Manifiestan la angustia del que se siente acosado por el peligro ya cercano o se siente perdido, como reflejan las voces enemigas del salmo 41: "Es un mal pernicioso, cosa de infierno ha caído sobre él" (41,9), o del salmo 3: "No hay salvación para él en Dios" (3,3), que significa: está perdido y Dios no tiene ningún poder en ese asunto o no se interesa por él.

1.4.4. El Tú de Yahveh

En este marco de la situación de angustia del yo orante, el Tú divino aparece sobre todo como un Tú salvador. Distinguiremos sus nombres y sus perfecciones.

a) Nombres de Yahveh

Entre los nombres, el campeón indiscutible en la colección davídica es Yahveh, que se encuentra unas 650 veces en el salterio. Es el nombre propio del Dios de Israel, revelado a Moisés. En los salmos "designa el misterio y maravilla de la revelación, el punto de referencia de toda súplica, alabanza y reflexión" (Kraus). Se usa también "Yahveh Seba'ot" (Yahveh de los ejércitos, Yahveh todopoderoso) como nombre solemne, y la forma corta o abreviada Yah (43 veces). Aparecen otras denominaciones de Yahveh: Elohîm, Eloah, El y Adonaï (Señor). El principal es el primero: Elohim, que significa "Dios por antonomasia", "el único que existe". Indica el compendio de todos los poderes y se aplica a Yahveh en la frase "Yahveh (es) nuestro Dios": el único que es Dios es el Dios de Israel. El orante se lo apropia en el grito "Yahveh, Dios mío!" o "¡Señor, Dios mío!" (35,22-23), o sencillamente, "¡Dios mío" (22,2 y muchos otros).

b) Epítetos de Yahveh

Con gran frecuencia los salmos aplican a Yahveh el nombre "Elion": "el Altísimo", el que habita "en los cielos" (18,14), en una altura inmensamente superior a todos los dioses, como Rey (Melek) de todos ellos (47,3; 48,3), a la vez que tiene su sede en el santuario de Jerusalén. Así pues, también el epíteto Rey indica la grandeza y soberanía absoluta sobre todos los dioses y sobre el mundo entero (cf 10,16). El salmo 22,4 indica que el que reina es también el Santo, como en la visión de Is 6 y en Sal 99,3.5.9. Ahora bien, este nombre es la primera de las perfecciones de Yahveh.

c) Perfecciones de Yahveh

Se trata de atributos que él muestra en su actuación.

  • Santidad/santo: Es la perfección del Rey Yahveh que consiste, no precisamente en la separación, sino en la penetración, en la superación de las resistencias. Su voluntad prevalece siempre y supera todos los obstáculos del mal, de las fuerzas negativas, etc. Es una perfección que provoca la adoración gozosa de las víctimas de la injusticia o de la maldad, como muestra el salmo 33: "Que en él se alegra nuestro corazón y en su santo nombre confiamos" (33,21). Esta perfección, aplicada a su cualidad de Rey-Juez, se llama justicia.

  • Justicia/justo: Hemos visto ya que es una variante de la santidad. Como rey-juez, Yahveh ama la justicia y el derecho. Yahveh es justo (sadîq), porque juzga con justicia (7,10.12), cercena los lazos de los impíos (129,4). Dios es el gran apoyo del derecho, su juzgar es un ayudar a la justicia. Por eso el que sufre la injusticia exclama: "¡Júzgame conforme a tu justicia, oh Yahveh!" (=hazme justicia; 35,24); porque la justicia de Yahveh es la perfección de su penetración, de su enjuiciar, juzgar y salvar.

  • Yahveh Fortaleza, Roca, Redentor, Salvación. Las imágenes o símbolos de la salvación están en relación con Yahveh, centrados en sus epítetos o perfecciones, que son siempre salvadores, y se corresponden con los símbolos del mal: la fortaleza/alcázar, frente al ejército enemigo o los adversarios atacantes (18,3; 31,4); la montaña, frente al abismo; la roca, frente a las aguas abismales/mar (18,3.32.47; 28,1); el suelo firme, frente a la fosa; el camino firme, frente al barro deslizante. Ejemplo: "Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve" (31,3); "Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios" (18,3). En el paralelismo sinonímico "roca // liberador" el segundo miembro "liberador" explicita el primero "roca/alcázar", como muestran otros salmos: "¡Tú, mi Padre, mi Dios y roca de mi salvación" (89,27). El cántico de Moisés hace comprender el epíteto "roca" por la gesta del Éxodo: "Desdeñas a la Roca que te dio el ser..." (Dt 32,18).

  • Dios es auxilio, ayuda, protección, pastor... Como prolongación de la teología que contienen los nombres y epítetos anteriores, Yahveh auxilia, protege, guarda, es un refugio y un cobijo contra el agresor, el perseguidor o el peligro. Así lo muestra claramente el salmo 31: "En ti, Yahveh, me cobijo (tengo mi refugio)... sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve" (31,2-3). Estas imágenes aparecen unas 23 veces en la primera colección: 11,1; 14,6; 16,1... He aquí algunos otros ejemplos: "Yahveh, Dios mío, a ti me acojo, sálvame de todos mis perseguidores, líbrame" (7,2); "en Yahveh me cobijo, ¿cómo decís...: huye, pájaro a tu monte?" (11,1); "haz gala de tus gracias, ¡oh salvador de refugiados!. De los que se alzan a tu diestra, guárdame como la pupila de tus ojos..." (o bien "Tú que salvas a los que se refugian a tu diestra...": 17,7-8). Este refugio o cobijo "bajo las alas" de Yahveh nos recuerda que muchas situaciones de angustia o peligro de los fieles del Señor se resolvían en la institución de la jurisdicción divina de Jerusalén y en el templo como lugar de tregua o de cobijo del acusado bajo las alas de los querubines del arca de la alianza, en espera del juicio.

  • Otros símbolos de la salvación: la agilidad de los pies que saltan en libertad frente a la prisión, la red o las ataduras; el pájaro libre o el águila, símbolo de la libertad frente a la bestia marina que traga y causa terror y frente al dragón o serpiente. Ejemplo: "Con tu ayuda, las hordas acometo... Yahveh mismo dispone su ejército..., Yahveh que hace mis pies como de ciervas..." (18,30.34.37).

  • Otros epítetos de Yahveh: pastor, herencia... Yahveh es también pastor y anfitrión que protege, asegura y cobija al orante contra los adversarios (23), como lo ha sido para Israel desde la liberación de Egipto (80,2). Es mi bien y mi herencia (16,2.5), etc.

  • Fidelidad/amor. El orante del salmo 17,7 apelaba a las "gracias" o, en singular a la "hésed" que Dios debería excitar para librarle. Esto es constante (cf 6,5; 31,17). En este campo, se pueden distinguir varias series de vocablos y de traducciones:

  • Amor/bondad, gracia/clemencia, fidelidad (hebr. hesed). Este vocablo aparece 127 veces en el salterio. En los salmos de súplica y de acción de gracias del individuo particular se habla constantemente de la hesed de Yahveh que salvó, ayudó, liberó o que se espera que salve y libere. ¿De qué se trata precisamente? No de la demostración de amistad espontánea, sino de la realización de los compromisos contraídos con la "alianza", por ejemplo los que contrae el marido con la esposa. En nuestro caso, los contraídos por Yahveh para con su pueblo. Es fidelidad a la comunión. Además, la hesed de Yahveh es una amor (o clemencia) liberador o salvador, un ofrecimiento del poder capaz de cambiar un destino en situación de apuro. Ejemplos: "Sálvame por tu amor (hesed)..." (6,5; cf 31,17; 44,27); "ten piedad de mí en virtud de tu amor" (51,3); "que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte" (13,6).

  • Con frecuencia, este amor o hesed forma una pareja con otra cualidad de Yahveh: la verdad, fidelidad, lealtad (hebr. 'emet / 'emunah). Ésta procede de la raíz verbal 'aman, que significa "ser firme, duradero, válido, seguro, verdadero". Los dos vocablos de la pareja juntos significan el amor fiel, firme y seguro, de Dios hacia sus hijos que provoca en el orante la seguridad del auxilio de Yahveh. Esta teología la expone bien el salmo 69: "Por tu gran amor (hesed), oh Dios, respóndeme, por la verdad ('emet) de tu salvación" (69,14): la ayuda de Yahveh es segura; en ella se pone de manifiesto la fidelidad salvadora del Dios de Israel. Su salvación es consistente y verdadera. Otros ejemplos: "Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad" (25,10). Ver también 26,3; 36,6; 40,11.12...

  • Confianza/confiar (batah) Por todo ello, se apela constantemente a ese amor fiel como quicio de una confianza inmensa. "Confío/confiar" en Dios o en su amor (hesed) aparece con una frecuencia muy alta. El verbo hebreo (bath) significa "estar seguro". Apoyado en el amor fiel y salvador de Yahveh, el que se encuentra rodeado de enemigos le presenta su situación, su angustia y su acción de gracias, con confianza, seguro de su salvación. Hay una convicción fundamental que entra en juego: si el enemigo es más fuerte que la persona orante, Dios es fiel a éste y más fuerte que aquél. Ejemplos: "Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Yahveh, no abandonas a los que te buscan" (9,11); "Que yo en tu amor confío" (13,6; ver también 25,2). Por ello -y por las lecciones de la vida-, se está seguro de que "la malicia matará al malvado" (34,22; cf. 7,16; 35,8). Incluso frente a un ejército enemigo -uno de los símbolos más fuertes del mal-, el orante está seguro (27,3), pues "Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?..." (27,1s.).

  • "Esperanza/esperar (qiweh), aguardar (yahal). Son vocablos muy próximos a la confianza y la contienen, pues se trata de aguardar algo como seguro, concretamente la salvación o la intervención de Yahveh, a la vez que se le confía la propia suerte. Es un gozar por adelantado de aquélla, prever el éxito y también, aguardar con impaciencia. Ejemplos: "No hay confusión para el que espera en ti... Tú eres el Dios de mi salvación, y en ti estoy esperando todo el día..." (25,3-5); "pon tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará" (37,5). Ver también 38,16; 39,8.

  • Confesar, dar gracias (yadah). Estos verbos pertenecen a una constelación más grande que incluye también "alabar, bendecir, glorificar...", vocablos abundantísimos en el salterio, sobre todo en los himnos, pero también en las acciones de gracias y en las súplicas. Aparecen unas 38 veces en la colección de Sal 3-41 y más de 160 veces en el resto del salterio: 7,18; 9,2.15; 22,23.24.26ss... Entre las súplicas de dicha colección, he aquí algún ejemplo: "Doy gracias a Yahveh por su justicia, salmodio al nombre de Yahveh el Altísimo" (7,18); "tenme piedad, Yahveh..., para que yo cuente todas tus alabanzas a las puertas de la hija de Sión, gozoso de tu salvación" (9,14).

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2. NIVEL HISTÓRICO

Se considera que salmos fueron compuestos, rezados y recopilados en un arco de tiempo de muchos siglos. Incluso un solo salmo pudo correr esta suerte. Su texto base recibía ampliaciones, pequeños retoques en una época posterior , precisamente para orar con él durante la misma.

2.1. Redacción final de la colección de David

Es muy difícil reconstruir la historia de la composición de la primera colección, que es la más antigua. Se puede mantener que tales salmos son básicamente del tiempo de la realeza, aunque cada uno haya sufrido después retoques o adaptaciones del tipo "Señor, reconstruye las murallas de Jerusalén" (51,20-21). Algunos autores admiten que David ha podido contribuir en la composición de alguno, pero generalmente se piensa que ninguno de David se nos ha conservado y que los actuales fueron compuestos más tarde, a partir del siglo VIII. Como fecha final, todo el mundo acepta el postexilio. El culto del segundo templo y la reforma de Esdras están reflejados en algunos de ellos; por ejemplo la preocupación por la Ley. Así sucede con el salmo 19 (que propiamente no es una súplica): al himno básico (v. 2-7) se añaden en esta época las preocupaciones habituales en torno a la Ley. Hay que valorizar también que los salmos de súplica son una reacción de fe en una situación hostil, que puede cuadrar muy bien con la que sufrieron los repatriados a Judá después del exilio: se encuentran bajo las autoridades samaritanas y persas, tienen lugar conflictos por las tierras o propiedades, acusaciones ante tribunales malvados, el triunfo aplastante de los poderosos sobre los débiles, etc. La colección estaba terminada a fines del siglo IV a.C. Sus salmos son muy anteriores a los de Qumrân, que usan imágenes y frases tomadas de aquéllos.

2.2. Situación vital

2.2.1. Relación intima con el culto

El salterio es un libro de oraciones, el libro de la oración de Israel. Esta es su originalidad, aunque también es una gran síntesis de la teología bíblica. Tal como nos han llegado, en colecciones menores, son oraciones destinadas al culto de la comunidad israelita, adoptadas también por la Iglesia para su oración porque ellas nos hacen entrar en lo más hondo de la relación entre Dios y el hombre. Posiblemente, muchos salmistas componían salmos para el servicio del culto.

Los peregrinos que suben al templo, cada uno con su bagaje de angustias y alegrías, van a encontrar en los salmos unos moldes vivos en que vaciar su corazón ante Yahveh. La alabanza, la súplica y la confianza encontrarán en los salmos ya compuestos el modo adecuado de expresión, y el peregrino podrá así regresar en paz de la peregrinación.

Al ser utilizados por la Iglesia, como antes por Jesús, la persona y la comunidad encuentran en ellos una oración de una profundidad única y que es Palabra de Dios. Se puede leer el sermón de san Agustín sobre el Padre Nuestro para encontrar enseguida los lazos que la unen a la oración-modelo del cristianismo.

2.2.2. Piedad personal

Ahora bien, el "Yo" del orante da fe de un uso personal del salmo y, en ocasiones, de una composición personal, especialmente en las súplicas nacidas en la angustia de una enfermedad o de una detención previa al juicio. Como dice un autor, muchos salmos son, en realidad, testimonios de una respuesta de Dios. Cada uno es más que unas palabras para orar y más que una composición literaria de calidad, que también lo es. Es el memorial de un acto de oración particular, el exvoto de un orante que ha sido escuchado, aun en el caso de que el orante se haya servido de un mediador: un salmista. Es como un recuerdo del viaje al templo y del refugio encontrado a su sombra, es como el memorial de una peregrinación emprendida para obtener un favor -quizá el favor de la vida- o para agradecerlo.

Así, por ejemplo, el que clama en el salmo 3: "A voz en grito clamo hacia Yahveh, y él me responde desde su santo monte" (3,5), quizá haya recibido en el santuario la ayuda del sacerdote para oir la palabra de Dios, como Ana en 1 S 1,11, o haya sido juzgado y restablecido en su justicia. Dios ha hablado; el orante ha sido "escuchado"; por eso cambia de tono y da gracias (cf Sal 6,9; 20,7; 22,23-31; 28,6).

2.2.3. El salmo, incluido en la colección, pasa al culto

Aquel que ha encontrado refugio y paz en Yahveh presta su oración al orante de todos los tiempos, como un formulario vivo o como una pista para encontrar la misma paz. Por ello, al rezar con los salmos, somos invitados a entrar en una cadena de actos de salvación. Y el Senor le irá añadiendo eslabones. Finalmente, es la comunidad quien recibe esta cadena, sea de mano del orante mismo, sea de la del salmista; en primer lugar, la comunidad de la primera Alianza y después la Iglesia. Una y otra la ofrecen al peregrino de Dios para las situaciones nuevas, quizá muy semejantes a las de antaño. Puesto que son testimonios de una liberación o de liberaciones de toda clase de males, que siguen siempre acechando a los hombres de todas las épocas, los salmos son eternos; sirven para cualquier de hombre de cualquier tiempo, a la vez que guardan el recuerdo de cada situación historica, que es única.

Se puede sostener también que cada salmo, además de una referencia a una situación concreta, contiene también una referencia a la situación general de Israel y de cada miembro de ese pueblo. Es como si el acusado se "revistiese" de Israel, acusado y perseguido también. Esto lo puede hacer también el cristiano de hoy, que debe rezar por él mismo y por el pueblo, en el que tantos sufren las injusticias o, en general, las angustias descritas en los salmos. En este contexto, el salmo se convierte en denuncia de cada una de estas situaciones injustas y, en primer lugar, de las que los mismos que rezan -o rezamos- pueden estar cometiendo. Decir "Yo" en nombre de los que más sufren es también ser llamado hacia ellos, y esta llamada tiene consecuencias concretas en la vida, por lo menos, debería tenerlas. Por eso también, para avivar nuestra conciencia, es bueno que estas situaciones queden pintadas tan al vivo en los salmos.


3. NIVEL TEOLÓGICO

Hemos anotado ya muchos contenidos teológicos al ir exponiendo el vocabulario y la relación del salmo con el culto. Aun así, merece la pena hacer una pequeña síntesis o intentar acercar aun más los salmos a nuestra vida de pueblo de Dios, peregrino de la fe.

3.1. Contenido oracional

Orar se ha definido tradicionalmente como un elevar el corazón a Dios; y ya hemos presentado el salterio como libro de oración. Su eje esta formado por el "Tú/Yahveh... y el yo (nosotros)". Este diálogo tiene su fundamento en la revelación bíblica: Yahveh ha dicho "Yo" y sigue diciendo "Yo", como en el salmo 81: "Yo, Yahveh, soy tu Dios..." (81,11). Por consiguiente, pudo y podrá tratarse a Yahveh de "Tú". Yahveh es un ser personal abierto al diálogo, apasionado impenitente de la comunión. Yahveh respondía en el oráculo, en la instrucción (o torah), en el decreto de rehabilitación del acusado o, simplemente, en la certeza que inunda al orante de haber sido escuchado, lo que le llena de paz y gozo. Es lo que provocaba el paso de la súplica a la acción de gracias.

Y esto sigue siendo válido hoy. Los salmos son ejercicio de la fe, o fe en ejercicio y, quizá, una propuesta o un desafio para la misma. Si cada salmo es un memorial de un acto de salvación o sencillamente expone la confianza en el amor fiel de Yahveh, el creyente actual puede usarlo y es invitado a expresar con él su fe en las variadas circuntancias de la vida: pecado, dolor, gozo, monotonía...

El Concilio dice que en el Oficio divino Cristo y su Iglesia interceden por la salvación de todos los hombres (SC 83), que dicho Oficio divino es la oración oficial de la Iglesia (Ib. 84), y lo recomienda a todos como "la fuente de la piedad y el alimento de la oración personal" (Ib. 90; ver n. 100); porque la Iglesia encuentra en los salmos tesoros de espiritualidad, listos para pasar al cristiano actual que los reza.

Pero en estas oraciones encontramos frases y palabras que nos parecen excesivamente radicales o dramáticas en la expresión de la desgracia. ¿Qué decir? Su radicalidad -el "sálvame del enemigo", por ejemplo- revela la verdadera situación de la existencia cotidiana, su realidad precaria y amenazada, tanto en la experiencia personal del que ora como en la de otros hombres y mujeres asaltados por la angustia, la injusticia, el hambre -primera de las injusticias-, etc. En ellos son reales al pie de la letra las palabras: "Que no arrebate como un león mi vida, el que desgarra sin que nadie libre" (7,3). En esta doble perspectiva personal y solidaria, los salmos expresan la realidad de la vida y sitúan allí nuestra oración. Entonces, el grito de los que sufren la injusticia invade nuestro espacio privado y nos implica en la desgracia de los demás. Además, me hago consciente de los gritos que Dios ha escuchado y, sobre todo, me llega el eco de ese clamor que Jesús elevó al Padre, y que han hecho suyo los sufrientes de todos los tiempos.

3.2. Fe y confianza en el Dios que escucha y salva

 

La gran propuesta de los salmos es la siguiente: confía en Yahveh y encomiéndale tu causa en cualquier situación, aun la más perdida, porque su amor a ti es sincero e incondicional, su fidelidad, total, y su salvación,

 

segura. Esta certeza es el fruto de la meditación sobre la historia de la manifestación de Yahveh a Israel y de su infatigable salvar a su pueblo, en especial, desde la victoria del mar de las Cañas (Ex 14-15). Ella

 

constituye para los salmos el milagro de un grande y misterioso amor fiel, que funda la confianza total del orante en su Dios, como quien reposa seguro en un alcázar imposible de conquistar, aun cuando los adversarios

ataquen de cerca con un poder sobrehumano.

La confianza en Yahveh conlleva la seguridad de que la situación va a cambiar, que el agresor será revolcado, que la muerte será destruida, y que el malvado será aniquilado por su propia maldad (34,22; 7,16; 9,16); de tal forma que el justo no necesitará responder con la violencia al mal, según la frase de Jesús en Mt 5,39. Esta confianza expresa el deseo de vivir. Sin embargo, se ve amenazada cuando la vida es puesta en peligro, como muestra la frase de Satán contra Job: "Toca sus huesos... y te maldecira a la cara" (Jb 2,5). En estas situaciones de crisis precisamente es cuando el orante dirige su clamor al Dios fiel y pronuncia el: "Tú, Dios mío...", para quejarse: "¿Por qué me has abandonado?". Otras veces la luz habrá ahuyentado ya las tinieblas: "Aunque pase por valles tenebrosos, ningun mal temeré, pues junto a mi tu vara..." (23,4).

La confianza en la intervención salvadora de Dios es tan firme que el orante puede dar gracias por anticipado. La oración ha desatado el nudo de su garganta. La vida ha recobrado su ritmo. A veces Yahveh "oculta su rostro" o guarda silencio, como testifican los salmistas: "Retiras tu rostro y ya estoy conturbado" (30,8), como probablemente experimentó Jesús en la cruz (Mc 15,34), haciendo suyo el grito del salmo 22: "Por qué me has abandonado?". También él vivió el contraste entre los beneficios recibidos de Dios ayer, y su silencio en las desgracias de hoy. En esto consiste nuestro sentimiento de abandono o de orfandad, que causa miedo. Entonces la fe debe afirmarse en medio de la oscuridad, quizá en plena noche y, en ella, los salmos son una luz, o la brisa que alivia.

3.3. Imágenes de Dios e imágenes de sí

La persona suele elaborar representaciones fáciles e inadecuadas de Dios. Por ejemplo, en situaciones de riqueza, poder y felicidad, el hombre representa a Dios como providente, aliado, bueno; mientras que en situaciones de privación, debilidad y desgracia, se le "antoja" lejano, cerrado e incluso hostil; y en consecuencia, se siento abandonado. Los salmos nos curan de esta enfermedad o automatismo mecánico.

En ellos Dios se manifiesta con los atributos y perfecciones que hemos estudiado ya en detalle: dinámicamente santo y justo, comprometido con el que sufre la injusticia -se puede recordar el salmo 7,10-. Su fidelidad amorosa y liberadora hacia aquel con quien ha contraído el lazo de la "Alianza" (cf Sal 25,10), etc. Ésta es la verdad sobre Yahveh, su imagen no deformada por nuestra facultad simbolizadora, que es subjetiva. Ante las imágenes negativas o confusas, ya formadas, los salmos nos ofrecerán las pistas para salir de lo más intrincado de la maleza o del fondo de la noche del abandono, porque sus autores han recorrido ese camino y nos han dejado en ellos su testimonio herencia. Un camino que consiste en recordar los beneficios de Dios en el pasado -el "pero Tú eres..., Tú estabas... Tú hiciste...", de tantos salmos- y esperar su salvación segura, o como dice Ignacio, "esperar la consolación, que vendrá".

El Dios que parece sospechar y poner a prueba al hombre, como se nos cuenta en el libro de Job (cf Jb 1,11; 2,6), se nos revela como el Dios cercano y atento a nuestro sufrimiento, cuando nos dirigimos a él por medio de la oración revelada. Llegaré a descubrir su rostro verdadero, el del Dios amigo y salvador; descubriremos también que el verdadero acusador no es Dios, sino Satán, de quien procede todo mal; y descubriremos, a la vez, nuestra propia suspicacia y malicia, pues los salmos nos la desvelarán con esa franqueza con que desenmascaran el mal.

3.4. La salvación hace crecer la confianza

Con frecuencia la persona orante del salterio parece recibir ya la ayuda o la salvación de Dios en el curso mismo de la oración, quizá por la palabra del sacerdote o por la sentencia favorable. Se siente "curada" y, en todo caso, "escuchada" por Yahveh, y esto hace crecer o renovarse en ella la confianza -que nunca perdió- y suscita la alabanza y la acción de gracias o la promesa de realizarla, quizá con un sacrificio. Así, el salmo 22, a partir del v. 23, se convierte en un verdadero canto de acción de gracias y de alabanza: "Anunciaré tu nombre a mis hermanos..., en medio de la asamblea te alabaré..., porque no ha despreciado..., mas cuando le invocaba me escucho". El orante hablaba de sus enemigos a Dios. Ahora habla de Dios a sus hermanos. Ésta es la muestra de la verdadera gratitud.

Dos observaciones:

  • A veces este esquema recibe variaciones sorprendentes. En primer lugar, no es necesario haber recibido ya el acto salvador para iniciar la acción de gracias. Al orante le basta la certeza de haber sido escuchado. Ya se siente seguro sobre la roca o en la fortaleza que es Yahveh. Ya sabe que su Dios no le abandona, a pesar de las apariencias, y que él seguirá siendo hijo para Yahveh. La relación de alianza se ha reafirmado precisamente en la prueba.

  • El segundo hecho curioso es que, con frecuencia la acción de gracias se anticipa al inicio de la oración o se mezcla con la súplica, como en Sal 22,4-6. Aquí tiene lugar esa especie de "magia" del salterio, como se ha dicho. Es como si el orante dijera a Dios: yo te doy gracias y mi confesión te suplica, del mismo modo que mi confianza te alaba. Súplica y alabanza son los dos polos de la oración bíblica, ejercicio continuo de la fe. Para nosotros, creyentes de hoy, esas confesiones del Dios salvador robustecen nuestra fe, que, a su vez, reconstruye nuestra esperanza. La vida se abre camino también en nosotros. En este momento podemos incluso describir aún con más detalle nuestras desgracias, "vaciar el saco" ante Yahveh: "Gusano; despreciado/asco de mi pueblo", (cf 22,7-9.13-19). Pero, no hay miedo; él sana. Una confianza nueva ha nacido, purificada en el sufrimiento, gratuita, libre del "te doy para que me des", capaz de adorarle aun en la desgracia.

3.5. Puro canto a la amistad

A veces la confianza, o la fe clara del hombre de la Alianza, se convierte en un canto a la bondad o al amor fiel de Yahveh y a la comunión con él como bien supremo, aun sin que haya precedido un acto particular de ayuda o salvación. Es reconocer y alabar por el gusto de reconocer, gozosamente, sin pedir nada, en la gratuidad completa, movido por la gratitud de sentirse un hombre al que Dios otorga los regalos de su amor.

Estos salmos tienen en común con los himnos el alegrarse de que Dios sea Dios, como se cuenta que decía Francisco. Es una forma de adoración y de pureza de espíritu. Su belleza salta a la vista y se recomienda por sí misma. Como ejemplo, propongo el salmo 23: "El Señor es mi pastor..., dicha y gracia me acompañarán todos los dias de mi vida", en que dicha expresión quizá pueda traducirse también: "Una lluvia de amor me acompaña..."

3.6. El sufriente en bien del pueblo

La imagen-tipo que puede iluminarnos mejor aquí es la del siervo sufriente de Isaías, que "lleva el pecado de muchos e intercede por los rebeldes" (Is 52,13 - 53,12). Con mucha frecuencia el justo sufre. Lo hemos visto continuamente en las súplicas. Se encuentra como arrojado, abandonado a su suerte entre los enemigos, y no sabe qué sentido dar a ese dolor que no tiene ni motivo ni medida adecuados. Como el justo del poema de Isaías, el justo del salterio sufre por el bien del pueblo entero. ¿Cómo encajar, o mejor, cómo dar sentido a este dolor?

  • El orante pertenece siempre al pueblo de Dios y se mantiene en solidaridad activa con sus hermanos; también en el dolor. Aun rechazado, cuando experimenta la respuesta salvadora, se vuelve hacia los hermanos para glorificar al Señor. Así amplifica su acción bienhechora: "Los que buscan a Yahveh le alabarán... Le servirá mi raza" (22,27.30). Finalmente convoca a los pueblos lejanos, y anuncia que también a ellos alcanza la salvación: "Ante él se postrarán todas las familias de las naciones..." (22,28). Así, finalmente, su dolor servirá para el bien de un pueblo cuya extensión sólo Dios conoce. El justo sufriente enseña al creyente de todos los tiempos a mantenerse solidario con los hermanos en el dolor. El Señor actuará. El que dice "Yo" en nombre de la multitud que sufre la injusticia -a la que quisiera él escapar, sin lograrlo (cf 55,7-10)-, experimentará el gozo de ver que sus hermanos reciben los beneficios de la fe que supera la prueba.

  • Jesús ha rezado estos salmos en solidaridad perfecta con sus hermanos, ha ofrecido su vida por el nuevo pueblo de Dios -por todos los hijos de Dios, dispersos (Jn 11,50)-, como el siervo sufriente de Isaías y de los salmos. Al morir oraba el "Dios mío, Dios mío..." (Sal 22,2). Las palabras "anunciaré tu nombre a mis hermanos", que parecen caer en el vacío del silencio divino, germinarán en fruto de salvación por la obra del Padre. El camino está trazado para el cristiano, pues Cristo es "el camino" (Jn 14,6).

3.7. Es lícito quejarse a Dios

Teniendo presente esta dimensión de solidaridad, es claro que el cristiano puede elevar a Dios su queja, semejante a la de los salmistas, tanto por sus propios sufrimientos como por el mal presente en la sociedad. Dios es el Dios de la vida, y quiere que se le dirija la oración por la vida, con confianza, mientras vemos que el misterio del mal y de la muerte atraviesa muchas vidas. Los salmos nos enseñan a leer las situaciones de muerte presentes por doquier, y a combatirlas. Y, a la vez, hacen nacer y crecer en nosotros la esperanza y el amor y el compromiso por la vida, la propia y la de aquellos que se sienten perdidos.

Jesús mismo, poniéndose del lado de los indefensos, manifiesta su lamento con los salmos. Lo dice muy bien un autor: "La razón última para pronunciar el Yo en lugar de los humillados... es que Dios ha hecho suyo el grito de la desgracia antes de darle una respuesta. Jesús ha sellado la unidad de todos los sufrimientos en el suyo. El ha firmado la oración de los Salmos como oración virtual para todos los hombres y nos da el derecho a decir "Yo" en lugar de todos los humillados..." (Beauchamp).

Ahora bien, la primera sensación que se experimenta al orar el "Yo" de las súplicas es de desánimo. Nos supera el "Yo" del hombre humillado, atacado o agonizante. Pero ésa es la realidad para la mayor parte de la humanidad: terriblemente dramática. Es necesario que el creyente se sitúe ante ella, ante sus hermanos. Los salmistas viven con intensidad esa experiencia. Su queja es responsable y solidaria, y nos la ofrecen para ayudarnos a descender a su mismo nivel y, en último término, al nivel de Jesús, para hacernos más humanos.

3.8. Conclusión

Los salmos de súplica recobran todo su dinamismo de fe y de amor cristiano al rezarlos "en Cristo" o según el sentido de la liturgia de la Iglesia, en que Cristo ora por todos los hombres, justos e injustos.



 

CLAVE CLARETIANA


 

TU VARA Y TU CAYADO, ELLOS ME CONSUELAN


Nuestra Congregación nació saboreando las palabras del salmo 23 (22 en la edición de la Vulgata). Ofrecían, según el Fundador, dos puntos de referencia a aquella comunidad naciente: la cruz redentora de Jesús, el amor materno de María. Y hacían sentir a aquel grupo de sacerdotes jóvenes la total confianza en el Señor de quien les dirigía la palabra: el P. Claret.

La experiencia personal del P. Fundador se expresa a través de las palabras de este salmo: el amparo de ese Buen Pastor que él mismo había experimentado repetidamente en su ministerio, la seguridad que el Señor seguiría guiando sus pasos todos los días de su vida. Una experiencia que ahora compartía con sus compañeros, al inicio de ese camino que Dios les ponía delante y que era un desafío a su capacidad de confiarse.

La resonancia de las palabras de este salmo en cada uno de los miembros de la Congregación es innegable. Forma parte del maravilloso patrimonio espiritual que nos dejó nuestro Padre. Será bueno volver a él. Releámoslo, una vez más, desde nuestra propia experiencia vocacional y desde la historia de nuestra Congregación, Provincia o comunidad. La conciencia del amor de Dios, manifestado en la entrega total de Jesús en la Cruz y en el acompañamiento tierno de María, presente siempre en nuestras vidas y en nuestra historia encenderá en nuestros corazones el fuego de la caridad que nos va a urgir hacia la misión. La definición del misionero concluye el capítulo de la Autobiografía en que se nos narra la fundación de la Congregación (Aut 494). Con ese corazón misionero, acabemos de acercarnos a la lectura del resto de los salmos propuestos en este tema.


 

CLAVE SITUACIONAL

1. "Les prestas oído"

La peor de las soledades es cuando el hombre se siente abandonado de Dios. El salmista se lamenta bajo diversas metáforas: el silencio de Dios, la imposibilidad de ver el rostro de Dios, la lejanía de Dios. Y si Dios está ausente, entonces la muerte puede ser su obra. Y es que la soledad es como el sello de la muerte. Es como la tierra árida, el desierto, la devastación. Frente a este espectáculo que a veces se presenta ante los ojos del hombre cada mañana ¿qué palabra cabe? ¿qué pensamiento puede ser consolador? Sólo hay una posibilidad: la Palabra con mayúscula. El hombre habla y Dios lo escucha. El Señor es roca, refugio, pastor, herencia. Todas son palabras que nos hablan de la presencia de Dios. Hay que escapar del silencio y refugiarse en la Palabra. Por eso es tan importante anunciar la Palabra, por eso son tan necesarias las escuelas bíblicas. Ésa es también la razón última de Palabra-Misión: sentirnos siempre acompañados por la Palabra y prepararnos para ayudar a otros a descubrir esta compañía. Podríamos comentar cómo recogemos esas experiencias del hombre en nuestro ministerio de la Palabra.

2. "A Ti clamé y Tú me sanaste"

La vida que reflejan los salmos es a veces muy dura. Se dan en ella situaciones de injusticia y triunfo del mal. Por eso no es extraño que aparezcan tonos de protesta, de angustia y de impotencia. A veces puede parecer para un cristiano un lenguaje duro y desesperanzado, hasta el punto de evitar el rezo de ciertos salmos, pero nuestra oración no tiene por qué ser siempre suave y consoladora. Se interpela a Dios: ¿por qué?, ¿hasta cuándo?, ¡despierta! Son salmos que comprometen y nos invitan a la solidaridad. El sufrimiento del hombre, de todo hombre, es nuestro sufrimiento, por eso podemos adueñarnos de expresiones y hasta de gritos como éstos. Hay que "decir" el mal en presencia de Dios. Cristo también lo hizo, por ejemplo, con los salmos 41, 35 y 21: "el que come mi pan ha alzado contra mi su talón" (Jn 13,18), "me han odiado sin motivo" (Jn 15,25), "se han repartido mis vestidos y han echado a suerte sobre mi túnica" (Jn 19,24). ¿Cómo expresamos en la vida de nuestra comunidad o nuestro grupo esta solidaridad que los salmos nos invitan a proclamar en la oración?

3. "Psallite sapienter"

Es casi imposible saber quién escribió cada uno de los salmos. Son oraciones nacidas de la vida, de los avatares de la historia de las personas y del pueblo. Pero leyéndolos y meditándolos descubrimos algunos rasgos que nos definen la personalidad del salmista. Nos invitan, al mismo tiempo, a hacer nacer la oración en las múltiples situaciones con que nos encontramos en el camino de nuestras propias vidas. ¿Cómo es el salmista? ¿Con qué salmistas nos sentimos más identificados en la situación que marca nuestra sociedad?

  • El salmista vive su vida con intensidad, no es un alienado.

  • El salmista es un hombre de su tierra, vive su historia, no está al margen del mundo.

  • El salmista busca la felicidad, la justicia, la libertad, pero a veces parece un fracasado.

  • El salmista vitorea la victoria, pero en ocasiones emite un grito desesperado.

  • El salmista resalta los valores de la vida y rechaza el mal.

  • El salmista confía en Dios y desconfía de las riquezas y el poder.

  • El salmista ve en Dios a un interlocutor, que es el Señor del universo.

  • El salmista alaba continuamente a Dios y está dispuesto a hacer su voluntad.

  • El salmista tiene buena memoria y sabe unir el pasado con el presente y el futuro.

  • El salmista es también un pecador y sabe reconocerlo en la presencia de Dios.

  • El salmista, finalmente, sabe orar y lo hace con osadía pero a tumba abierta.

4. "No fallaré en mi fidelidad"

"Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa", "a voz en grito clamo al Señor, desahogo ante Él mis afanes", "las lágrimas son mi pan noche y día". La imágenes se suceden vertiginosamente: animales que acosan, un arado que surca las espaldas, la enfermedad que corroe, fuerzas que faltan, insidias de la muerte y del sheol, enemigos clamando por la sangre del justo, bestias feroces dispuestas a despedazar, huesos desecados, corazones que palpitan hasta estallar... El lamento sale desde lo más profundo de la vida. Muchas veces es la única salida ante una situación desesperada. Y, sin embargo, como de unas cenizas surge la esperanza. Se buscan desesperadamente argumentos para justificar la intervención divina, se celebra la grandeza del Señor. Siempre termina triunfando la esperanza en la ayuda de Dios. No cabe duda que los salmos son una fuente de realismo y esperanza ante el sufrimiento del hombre. Ayudan a descubrir lo más profundo del corazón del orante y son capaces de comunicar al mismo tiempo motivos para seguir esperando. ¿Qué gritos se escuchan en las oraciones -los salmos- de nuestras comunidades cristianas?


 

CLAVE EXISTENCIAL

1. ¿Qué haces cuando llega la prueba de la enfermedad, de la soledad, del sufrimiento, de la decepción, del vacío, del silencio? ¿Cómo es tu oración?

2. En tu oración por medio de la salmodia ¿qué sentimientos prevalecen, qué imagen de Dios predomina, qué salmos prefieres: de súplica, de acción de gracias, de confianza?

3. Sabemos que antiguamente los salmos eran tema de meditación a través del aprendizaje memorístico. La repetición diaria y su eco a lo largo de la jornada ¿tiene alguna repercusión práctica en nuestra actividad de cada día?

4. El salterio es un mosaico de situaciones de pobreza de todo tipo. Para Jesús, pobre, fue fácil identificarse con sus sentimientos y orar con los salmos. ¿Y para nosotros? ¿No crees que la oración sálmica exige pobreza y compromiso (compasión) con los pobres?


 

ENCUENTRO COMUNITARIO

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Sal 22

3. Diálogo sobre el TEMA VIII en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

5. Canto final



.....Escuela Bíblica Dabar Elohim - Parroquia de Ntra. Sra. de Chiquinquirá - Cl 45 30-62 - Tel 3795319 - 3184301 - Barranquilla - Colombia
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