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Sabiduría 2










 

TEMA 5:

 

LA SABIDURÍA, COMPAÑERA EN TIEMPOS DE CRISIS

Texto: Libro de la Sabiduría

Texto para el encuentro comunitario: Sb 9,1-18

 

CLAVE BÍBLICA


INTRODUCCIÓN

"El libro de la Sabiduría" es el título que la Vulgata atribuye a este libro. La traducción griega de la Biblia hebrea, concretamente la traducción de los LXX, lo llama "La Sabiduría de Salomón". Hoy día se usan indistintamente ambos nombres. El libro no está en la Biblia hebrea y lo conocemos actualmente tan sólo

en griego. Fue aceptado en el canon de la Iglesia católica e introducido en la Vulgata. El libro aparece como uno de los escritos encontrados en los antiguos manuscritos griegos de la Biblia y, sin lugar a dudas, el griego es su lengua original. En otras palabras, el libro de la Sabiduría no es una traducción del hebreo o del arameo y, por ello, técnicamente no debería ser considerado parte de la traducción de los LXX.

La opción que hizo el autor de escribir en griego fue causa de que no se incluyera el libro en el canon judío de la Escritura, aunque su forma de pensar sea marcadamente judía. Los rabinos fijaron el canon hebreo después de la caída de Jerusalén. Sin embargo, ya las primeras iglesias cristianas aceptaron el libro de la Sabiduría como parte de la Escritura. La autoridad de Salomón ha permitido que el libro se haya integrado en la tradición de la sabiduría, igual que el Cantar de los Cantares, el Qohelet o los Proverbios.


1. NIVEL LITERARIO

1.1. Género literario

El estilo del libro de la Sabiduría se diferencia del de los otros libros del cuerpo sapiencial. No hay un tipo definido de literatura en la Biblia en el que podamos encasillar al libro de la Sabiduría. En lugar de agrupar las ideas como pequeñas unidades en torno a un tema, siguiendo el modelo común de la literatura sapiencial, presenta una consistente argumentación lógica, que nos hace pensar en una influencia de las formas literarias griegas. El autor ha expresado su clara posición teológica judía en la forma de retórica, que era muy popular entre sus compatriotas en Egipto. Esto le ha permitido desarrollar un estilo de enseñanza persuasiva, en el que la unidad del mensaje se presenta a través de una diversidad de formas literarias entre las que podemos mencionar las siguientes:

1.1.1. Protréptica

El libro de la Sabiduría ha sido considerado un "discurso protréptico", una forma de exhortación didáctica de la filosofía griega. Es un método de argumentación que, frecuentemente, expresa una preocupación sobre el control del universo y una actitud crítica hacia filosofías de la vida distintas, y muestra una gran erudición general. Esta forma retórica, que quiere ser una llamada a seguir una filosofía significativa como estilo de vida, se avenía muy bien a los propósitos del autor. Las alusiones que encontramos en el libro nos indican claramente una animosidad entre los israelitas y los egipcios, aunque los nombres de estas naciones no estén explícitamente mencionados. Las razones aducidas por el autor animan a los judíos a apreciar sus tradiciones religiosas e ilustran la superioridad de la moral judía sobre la griega. Justifican las acciones de Dios a través de la historia de Israel e impresionan al lector con una erudición enciclopédica. Con todo ello se pretende dar una base de autoridad a la enseñanza religiosa del libro.

1.1.2. Diatriba

Para poder comprender bien el estilo del autor, el lector moderno deberá tener presente la técnica literaria de la diatriba. Es un método de discusión que crea adversarios imaginarios para discutir con ellos, hace un uso libre de la ironía y pasa de un tema a otro con una gran libertad. La diatriba es una forma literaria desarrollada por los filósofos estoicos. El autor encontró práctico este método para desarrollar algunos temas bíblicos tradicionales, especialmente los temas del juicio apocalíptico, que fueron haciéndose populares después del destierro de Babilonia. El libro comienza precisamente con un diatriba dirigida a unos imaginarios gobernantes de la tierra, que se extiende hasta el capítulo 6. Es el bloque más consistente de diatriba en todo el libro.

1.1.3. Comparación

Aristóteles y sus discípulos optaron por un desarrollo de los temas a través de ejemplos bien conocidos. Es una forma de motivar al oyente o lector a poner en práctica lo que se ha presentado como digno de encomio. Un modo de ayudar a aceptar la enseñanza propuesta en los ejemplos es ir contrastándolos con líneas de conducta opuestas. El contraste aclara. La figura de los que ponen en práctica lo que se alaba es opuesta a los que tienen una conducta contraria a ello. Es una figura literaria llamada "comparación". El discurso concluye con un pequeño resumen de la enseñanza que hay que deducir de los ejemplos. El oyente o lector tendrá que hacer entonces su opción. Los capítulos 11-19 del libro de la Sabiduría corresponden exactamente al estilo de los maestros de retórica.

Los mismos contrastes tienen expresiones diversas. En primer lugar, muestran cómo Dios premia a los buenos y castiga a los impíos. Una observación más atenta nos hace descubrir que lo que trae la bendición a Israel se convierte, al mismo tiempo, en castigo para Egipto (11,5.13). A veces, el castigo se hace presente en el mismo hecho que constituye el pecado (11,16). Todo ello es una manifestación de la preferencia de Dios por Israel sobre Egipto, una lección que no deben olvidar los contemporáneos del autor (los judíos de Alejandría, seducidos por la cultura helenista).

Las cinco comparaciones comienzan con la palabra griega "anti", que significa "en lugar de" (11,6.15; 16,2.20; 18,1). La primera comparación desarrolla el tema de la sed en el desierto (11,6-14). Compara la plaga del agua del Nilo convertida en sangre con el don del agua que brotó de la roca para los israelitas. En esta experiencia los egipcios sufrieron un doble castigo: por una parte, se encontraron con el agua convertida en sangre, y, por otra, la constatación de la bendición que Israel había recibido en el desierto aumentó su aflicción.

La segunda comparación (11,15 - 16,15), que se prolonga en una digresión bastante extensa, comienza y concluye con un "anti" (11,6; 16,2). Compara el castigo que los egipcios sufrieron a través de las plagas de algunos animales con el don que supuso para Israel la presencia de otros que les sirvieron de alimento (16,1ss).

Las otras comparaciones son sencillas. La tercera (16,16-23) describe cómo los cielos vertieron agua y fuego que consumieron los frutos de la tierra de Egipto. En contraste con esto (16,20), los mismos cielos se abrieron para llover el maná, que alimentó a Israel en momento de necesidad. La cuarta comparación (17,1 - 18,4) contrapone la plaga de las tinieblas que cubrieron Egipto con la columna de luz que guió a Israel. La quinta y última comparación (18,5 - 19,21) describe cómo la decisión de Egipto de matar a los hijos de los hebreos cayó sobre sus propios hijos. A través de todo esto, el autor nos demuestra cómo Dios conduce las cosas según sus designios.

En todos estos casos vemos cómo la bendición queda contrastada por el castigo; y en todos ellos el castigo es presentado exageradamente abultado para crear un impacto más fuerte en la mente del lector. El hecho de que la bendición y el castigo sean presentados contrastadamente a través de esta técnica literaria, invita al lector a sospesar las dos posibilidades y elegir su forma de vida en consecuencia.

1.1.4. Midrash

El autor emplea el "midrash" en partes importantes del libro. La palabra "midrash" se refiere a una forma de exégesis judía, caracterizada por un planteamiento hermenéutico peculiar. Los rabinos pensaban que la Escritura constituía solamente la mitad de la revelación de la doctrina. La otra mitad, que llamaban la Torah oral, era el mensaje que Dios había confiado a Moisés en el Sinaí cuando le dio la Torah escrita. Esta idea de la Torah oral confirió cierta flexibilidad a la doctrina de la Torah. La Torah oral, como tradición abierta, facilitaba hacer relevante el texto de la Torah en las diferentes circunstancias. Permitía una gran libertad a los rabinos para interpretar algunos textos, pasajes y acontecimientos narrados en la Biblia y sacar las consecuencias para el momento actual. Lo vemos en relación a pasajes del Éxodo, que se encuentran en los capítulos 11-19 y también en los textos fundamentales donde se habla de Salomón (1Re 3,4-15; 5,9-14), que se usan, en los capítulos 7-9 como motivo para ensalzar la sabiduría. Algunos críticos han visto en los capítulos introductorios una especie de midrash de Is 52,13-15.

1.1.5. Otras formas retóricas

Existen también otras formas literarias menores usadas por el autor en este libro, tales como grupos de silogismos (6,7-21); la aporía, que plantea un problema filosófico a resolver (6,22- 11,1); los elencos de virtudes (7,22). Todas ellas ayudan al autor a conseguir su objetivo, que consiste en presentar una argumentación autorizada contra los logros del helenismo, hacia el que muchos judíos de su época sentían un gran atractivo.

1.2. Estructura

1,1 - 6,21: La inmortalidad como recompensa de la sabiduría

6,22 - 11,1: Alabanza de la sabiduría

11,2 - 19,22: La sabiduría y la historia de Israel


2. NIVEL HISTÓRICO

2.1. Autor, fecha y lugar de composición

Una serie de factores -el tema, el modo de desarrollarlo, las alusiones literarias e históricas- indican que el autor es una persona instruida residente en Alejandría, en Egipto. No solo se muestra familiar con toda la historia de Israel, sino también con las prácticas religiosas egipcias, con temas de la filosofía helenista que despertaban interés entre la gente y con cuestiones científicas del período anterior al nacimiento de Cristo. Con una gran maestría es capaz de integrar cualidades de la diosa Isis, la popular guardiana de la civilización, dentro de la alabanza de la "dama sabiduría", salvadora del pueblo elegido de Dios (7-10).

¿Es posible determinar el momento cronológico en que este proyecto fue llevado a cabo? Solamente a partir de una deducción indirecta, podemos aventurar una hipótesis sobre la fecha de composición. Es verdad que el libro manifiesta cierta dependencia de los LXX, y, en este caso, la composición del mismo debería situarse alrededor del año 200 a.C. Por otra parte, si se acepta que Rom 1,8-32 y Ef 6,11-17 fueron escritos bajo la inspiración de este libro, entonces es obvio que la fecha de composición debe situarse entre el 200 a.C. y el comienzo de la era cristiana. Después de estudiar el vocabulario técnico del libro, James M. Reese sugiere una fecha inmediatamente posterior al año 28 a.C., comienzo del período imperial romano.

El libro fue compuesto en Alejandría, una ciudad importante de la diáspora judía, que era un antiguo centro de cultura. A diferencia de la sabiduría judía dirigida a los "hijos" (cf Pr 1,8.10.15), el libro se dirige a los "gobernantes de la tierra" (1,1), a los "reyes" (6,1), como si el rey Salomón estuviese aconsejando a sus colegas. Esta designación da a las enseñanzas un tono diferente al de los libros sapienciales más antiguos. Es claro que toda la tradición de la sabiduría, en la Biblia, se sitúa en relación con la monarquía, pero nuestro autor no se muestra tan interesado en los reyes como en sus propios compatriotas. No hay duda en que la mayoría de los que abandonaron la fe eran los aristócratas, gente que gozaban de una buena posición social y económica y que ostentaban cargos importantes en la comunidad de Alejandría. Ellos eran, en realidad, los gobernantes de la gente, quizás no tanto en sentido político cuanto por su influencia y riqueza. El autor utiliza la ficción literaria de la monarquía para conectar su trabajo con la tradición de la sabiduría, y para conseguir un impacto más fuerte y autorizado en sus lectores.

2.2. Situación social y política en Alejandría

Alejandría lleva el nombre de su fundador, Alejandro Magno, que escogió ese lugar para construir la ciudad después de su conquista de Egipto, dominado en ese momento por Persia, en el año 331 a.C. Alejandría era la capital literaria del mundo griego en el año 3 a.C. Su famosa biblioteca reunía el mayor depósito de libros de literatura antigua en el mundo. Ciudad situada en una encrucijada de caminos, estaba constituida por diferentes grupos nacionales: griegos, egipcios y judíos. Alejandría encarnaba la vitalidad de la época helenista. La cuidad ha sido llamada con justicia centro espiritual del helenismo.

En la escuela griega y en el gimnasio se enseñaban la cultura y las tradiciones políticas griegas. La peculiar y extraña fusión de las culturas griega y judía en Alejandría a partir del siglo III a.C, sólo se puede comprender suponiendo un acceso libre de los judíos de Egipto a la educación griega. El gimnasio contaba con sus propias divinidades protectoras y los innumerables festivales y competiciones de los griegos tenían un carácter religioso. A los jóvenes de las escuelas se les atribuía un papel importante en las fiestas en honor de los dioses de la ciudad. Además, en las monarquías helenistas, el culto predominante ejercía una influencia cultural y social fuerte, especialmente en los gimnasios. Venía a ser como la culminación de una tendencia a honrar como dioses a los héroes humanos y a los benefactores, que habían comenzado precisamente su formación en el gimnasio. El pueblo gozaba de una gran libertad religiosa y, por ello, se inscribían con facilidad a nuevas teosofías y divinidades.

Sin embargo, la mayoría de los judíos expuestos al helenismo en Alejandría, se mantenían fieles a su Dios y a sus tradiciones. Mostraron una fuerte resistencia a dar culto a los reyes y divinidades extranjeras y, por ello, eran considerados sectarios y poco filantrópicos. Se encontraban con dificultades, especialmente cuando querían recibir su educación en el gimnasio u obtener la ciudadanía en su ciudad nativa. La leyenda del tercer libro de los Macabeos cuenta que los judíos que se avinieron a ser iniciados en los misterios de Dionisio fueron premiados con la ciudadanía de Alejandría. Algunos no pudieron resistir la tentación. Aunque este libro es considerado una leyenda, esa tentación de apostasía en orden a sacar ventajas políticas puede reflejar una situación histórica real.

En relación a la formación de sus hijos, los judíos de las clases sociales superiores de la diáspora estaban dispuestos a aceptar la educación politeísta e idólatra de los gimnasios. Esto se ve corroborado por la aparición de nombres judíos en la lista de efebes de las ciudades griegas, que normalmente concluyen con una fórmula de dedicación a Hermes o Heracles. La educación del gimnasio suponía una traición al judaísmo. En algunos lugares, la misma sinagoga aparece como una parte del gimnasio de la ciudad, formando con éste un solo complejo arquitectónico. Cuando, a través de su famosa carta el año 41 de la era cristiana, Claudio prohibió a los hijos de la aristocracia judía entrar en el gimnasio de Alejandría, que ellos tanto deseaban, y, en consecuencia, les privó del derecho de ciudadanía alejandrina, esto supuso un golpe fuerte para el judaísmo. Ello fue el punto de partida de la rebelión y posterior aniquilación de la diáspora en Egipto en los años 115-117.

Además de todo esto, la influencia de la filosofía griega afectó la fe tradicional judía. La ética y religión tradicionales fueron cuestionadas por algunos epicúreos, que defendían que, a pesar de existir, los dioses no interferían en los asuntos de los hombres y que era necesario para el hombre liberarse de esas supersticiones y del temor de la muerte y del castigo futuro. Ellos propugnaban el máximo placer y la liberación del dolor corporal y de la angustia del espíritu, como la meta última de una vida feliz. No creían en una vida después de la muerte y enseñaban que el alma desaparece con el cuerpo.

El estoicismo, seguramente la filosofía más popular entre todas las clases sociales, que venía a ser casi una religión, intentó racionalizar las divinidades del Olimpo a través de explicaciones alegóricas de los mitos encontrados en las obras de Homero, Hesíodo y otros. Identificaron los dioses y diosas griegos con divinidades de otras naciones, lo que dio lugar a la creencia en un poder divino universal, un espíritu que operaba en el cosmos. Junto a ello, existían creencias populares como el Orfismo y los cultos mistéricos, con sus iniciaciones, revelaciones y la predicación de la salvación después de la muerte.

En ese conflicto entre la cultura helenista y la fe monoteísta del pueblo de Israel, muchos judíos renunciaron a su fe, porque consideraron la cultura helenista superior a sus tradiciones y pensaron encontrar en las filosofías y religiones griegas respuestas más convincentes a las cuestiones fundamentales sobre la vida. La mayoría de éstos parece que eran gente rica perteneciente probablemente a familias aristocráticas, porque el autor se refiere a su riqueza (5,8; 6,8.9), e indica que estaban dispuestos a apartarse de sus tradiciones contrayendo matrimonio con los que no eran judíos (3,16; 4,3.6). El autor los considera desviados del camino de la verdad (5,6-8), de la Ley y de la tradición (6,8.10.17.25). Al final, son llamados "sin ley" (1,9; 3,11.14; 4,20; 5,7.23; 6,4).

2.3. Diálogo entre la teología judía y la filosofía griega

Era un tiempo de crisis para los judíos de Alejandría. Ante situaciones de este tipo, la historia nos demuestra que los tradicionalistas frecuentemente abogan por un rechazo de todo lo extraño que pueda poner en cuestión la identidad y prácticas religiosas tradicionales (cf Dt 7,1-11; Esd 10,3-4; Ne 10,29-31). Pero ello sólo es posible en una situación mono-cultural, cuando la introducción de ideas nuevas puede ser controlada y el proceso de acomodación regulado. Sin embargo, esto no se da siempre. En otras circunstancias, habrá que saber interpretar, con creatividad y fidelidad, la propia identidad y tradiciones.

En Alejandría, la teología judía y la filosofía griega tuvieron que coexistir, ya que los dirigentes judíos no pudieron controlar la introducción paulatina del helenismo en su fe y cultura. De ahí, que algunos judíos educados, como Filón de Alejandría, mostrasen interés en entrar en un diálogo con la cultura pagana en la que se encontraban sumergidos. El autor del libro de la sabiduría se encontró precisamente en esta situación. No era un tradicionalista rígido, sino un revisionista, que buscó formas de interpretar las propias tradiciones en el nuevo contexto cultural helenista. Hizo un llamamiento a la fidelidad, no aferrándose simplemente a las formas antiguas, sino intentando una acomodación a las nuevas características sociales, aunque condenando siempre aquello que no le parecía compatible con los preceptos de la fe. Ante algunas circunstancias adversas, que ponían en peligro la fe, el autor hace una sublime interpretación del Éxodo. Su mensaje es que, así como Dios intervino en favor del pueblo de Israel en contra del régimen opresor egipcio, del mismo modo va a intervenir ahora en favor de los justos y castigará a los impíos.

Demuestra un buen dominio de la lengua y del pensamiento de la cultura helenista. Su trabajo representa un óptimo esfuerzo por forjar un pensamiento religioso creativo. Sin miedo a la cultura pagana o extraña, busca en el helenismo puntos de convergencia en torno a la idea y representaciones de la presencia divina n el mundo. Asume algunos conceptos griegos como la inmortalidad del alma y la revelación de Dios en la naturaleza, aplica las cualidades de la diosa Isis a la sabiduría, etc. Sin embargo, afirma sin ambages la superioridad de la sabiduría judía frente a la griega. La tradición de la superioridad de la sabiduría de Salomón, bien conocido en el mundo helenista, le ayudó a conseguir su objetivo. Ello explica la centralidad de la figura de Salomón en el libro.


3. NIVEL TEOLÓGICO

3.1. Una nueva visión de la existencia humana

El autor hace una reflexión sobre el sentido de la existencia humana, contrarrestando la afirmación de los impíos que dicen: "Corta es y triste nuestra vida; no hay remedio en la muerte del hombre ni se sabe de nadie que le libre del Hades" (2,1). La primera acusación que el autor dirige a los impíos es que ellos se rinden a la muerte, la consideran una amiga, pactan con ella y pertenecen a su mundo (cf 2,1). Por ello, la muerte es el problema más urgente con que deben enfrentarse. Se trata de un problema que ya había indicado Qohelet, para quien la muerte suponía un fin abrupto a la existencia humana, que reducía todo el esfuerzo humano a nada. De ahí que abogara por gozar de los días concedidos a los hombres, aunque siempre a través de una vida vivida en la fe y el temor de Dios. Él pensaba que los gozos provenían de Dios y que eran manifestación de su bondad (cf Qo 2,24-25a; 3,12ss; 5,17ss; 8,15; 9,7-9). Por el contrario, los judíos infieles de Alejandría, a pesar de haber sido educados en la misma tradición, buscando una solución al problema de la muerte, aceptaron estúpidamente la filosofía epicúrea y decían que "llegamos a la existencia por azar" (2,2) y "que el espíritu se dispersará como aire inconsistente" (2,3). Con ello renunciaban a su fe en el Dios Creador, su Salvador, un hecho repetidamente afirmado en su historia. ¿No se trata, pues, para cualquier judío fiel de una blasfemia contra la fe? Así, el autor del libro de la sabiduría intenta explicar que la muerte no es el fin de la existencia humana, y que el hombre es inmortal. De este modo, introduce una visión de la existencia humana.

3.1.1. ¿Qué quiere decir con "inmortalidad"?

El autor usa la palabra "alma" más de 18 veces en el libro (1,4.11; 2,22; etc.). Ciertamente está influenciado por la noción griega de "alma", dado el contexto en que escribe el libro. Sin embargo, la verdad es que permanece fiel a la idea tradicional judía de alma. El Antiguo Testamento considera a los seres humanos como una totalidad: el hombre es una unidad de carne, espíritu y alma y no un compuesto de diversos elementos. Cada uno de ellos indican la totalidad del ser humano visto desde una perspectiva particular, como acontece también con otras partes de la anatomía humana como pueden ser el ojo, la mano o el corazón. De este modo, cuando el autor del libro de la sabiduría habla de la inmortalidad del alma (3,1), no se refiere a la inmortalidad natural del alma espiritual, a pesar de que la idea platónica del alma asumiendo el cuerpo se refleja en algunos pasajes (cf 8,19). Se refiere más bien a la inmortalidad de todo el ser humano. Sin embargo, no habla de la resurrección del cuerpo ni de la vida después de la muerte, porque esto no le preocupa. Él estaba más interesado en fortalecer la fe de sus compatriotas en Yahveh creador, en que todo lo que existe le pertenece y en que no hay ningún dominio del Hades sobre la tierra (1,14), que en afirmar la doctrina de la inmortalidad del alma. Los hombres, de algún modo, llevan la impronta de la eternidad de Dios, porque han sido creados a su imagen y, por ello, no pueden estar destinados a la corrupción (2,23).

3.1.2. ¿Cuál es la raíz de la inmortalidad?

La inmortalidad no se basa en la naturaleza humana, como pensaban los griegos, sino en la relación con Dios, el Creador, que lo impíos no aceptaban. Esta es la razón por la que el libro comienza con la exhortación "amad la justicia" (1,1). La justicia, en la tradición bíblica, indica una vida vivida en conformidad con la voluntad de Dios, expresada en la ley mosaica, y en una imitación del modo que Dios mismo tiene de gobernar el mundo "en santidad y justicia" (9,3). "Abraham creyó en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia" (Gn 15,6). La misma idea queda reflejada en el salmo 73,23-24: "Pero a mí, sin cesar junto a ti, de la mano derecha me has tomado; me guiarás con tu consejo, y al fin en la gloria me recibirás". Según nuestro autor, esta justicia es inmortal (1,15). La inmortalidad es, pues, una relación ininterrumpida con Dios. Los seres humanos han de ser guiados por las verdades y los valores que vienen de Dios, creador de todo lo que existe, y, por esto, su vida no está limitada a este mundo. Es obvio que la relación no puede ser interrumpida por la voluntad humana. Se trata de una condición que Dios va a garantizar, aun después de la muerte, a aquellos que habrán permanecido fieles. La larga y oscura noche del Sheol, que prolonga sus sombras por todas las páginas de la Biblia, habrá terminado para el justo (5,15).

La enseñanza sobre la inmortalidad que encontramos aquí es notable. Siguiendo la fe judía en la relación entre vida y justicia y tomando la idea griega de inmortalidad, el autor proclama que "la justicia es inmortal" (1,15). Su pensamiento se desarrolla de la forma siguiente: Israel cree que la justicia determina la relación de los seres humanos con el Dios inmortal, de ahí que la justicia sea inmortal.

3.1.3. El sentido del sufrimiento del justo

Es un problema planteado ya por Qohelet y Job. La respuesta del autor del libro de la sabiduría es que el sufrimiento sirve para probar al justo del mismo modo que el oro es probado en el crisol; "por una corta corrección recibirán larga recompensa" (3,5-7). Su destino es "gobernar las naciones y dominar a los pueblos y el Señor reinará eternamente sobre ellos" (3,8). La explicación del sufrimiento del justo lleva al problema de la esterilidad, que normalmente era considerada una tragedia, o incluso un castigo, en la antigüedad. Pero, según el libro de la sabiduría, la mujer estéril o el eunuco son llamados "dichosos", si son irreprensibles (3,13.14; 4,1). Tampoco pueden entender los impíos la muerte prematura del justo (4,7-14). El autor explica que la muerte prematura acontece a causa del amor de Dios (4,10-14). El final de todos estos casos será la felicidad porque "vivieron rectamente".

3.1.4. La sabiduría, compañera de los seres humanos

La sabiduría es, en efecto, la compañera que Dios ha concedido a los justos para que les acompañe en su camino hacia Él y hacerles sus amigos (7,14.27). La sabiduría es la presencia real, aunque trascendente, de Dios en el cosmos. La originalidad del libro de la sabiduría la podemos encontrar precisamente en esta visión de la misma. El autor va más allá de Pr 8 y aun de Si 24, al atribuir un papel activo a la sabiduría en la creación. Es la artífice de todo (7,22; 8,6) y "guía a Dios en la elección de sus obras" (8,4). Gobierna todas las cosas, tal como se afirmaba ya en Si 24,6, pero lo hace a través de su presencia en el corazón de todas las cosas, penetrando y vivificando plenamente el mundo (1,7; 7,24; 8,1). Esta última característica ha sido tomada del estoicismo, donde el espíritu (pneuma) tenía una función semejante. Sin embargo, el autor es muy cuidadoso en no divinizar a la sabiduría. Ésta no es Dios, sino su espejo, su reflejo, su imagen (7,26). Por otra parte, el autor conecta la sabiduría con el espíritu de Dios (1,6-7; 7,22; 9,17). Está poseída por el Espíritu Santo de Dios. Aquí se hace eco de las profecías de Ezequiel (Ez 36,27), atribuyendo a la sabiduría una función efectiva en la vida moral de los hombres, para que "se enderecen los caminos de los moradores de la tierra" (9,18). La sabiduría es comparada también con el logos divino a través del cual Dios creó el mundo (9,1-2) y todas las heridas son curadas (16,12). Esta sabiduría, presente en el universo, es una compañera fiel especialmente en tiempos de crisis, porque es "con su sabiduría como Dios formó al hombre" (9,2), cuando creó todos los otros seres de este mundo. La sabiduría fue concedida de un modo especial a los seres humanos.

"No hay amargura en su compañía, sino placer y alegría" (8,16). En esta última referencia la imagen toma matices esponsales y sexuales, explicando la íntima experiencia de la gracia de Dios en los que le aman. Su presencia trae el conocimiento verdadero (7,17-18). Enseña a los hombres lo que complace a Dios y lo que está de acuerdo a sus mandamientos (9,9). Participa en los trabajos de los hombres (9,10). Este parentesco con la sabiduría se traduce en la inmortalidad, porque ella viene de Dios (8,13). Sin ella es imposible discernir los caminos del Señor o entender sus planes misteriosos (9,13), porque el autor está convencido de que los razonamientos del hombre, independientemente de Dios, son inútiles (9,14). Por ello, para ser justos y permanecer en comunión con Dios, la sabiduría es absolutamente necesaria. La sabiduría ayuda al pensamiento humano, porque "ella les sale a su encuentro en todos sus pensamientos" (6,16). Sin ella los impíos discurren desacertadamente (2,1) y sus pensamientos perversos los alejan de Dios (1,3). No fueron capaces de entender que la sabiduría modela la razón humana (7,22). Con sus pensamientos (1,5), palabras (1,6) y obras (1,12) insensatas van desorientados sin la compañía de la sabiduría y se hunden en la muerte, considerándola amiga, haciendo alianza con ella y sometiéndose a su dominio. Por ello, según el autor del libro de la sabiduría, lo opuesto a "la compañera sabiduría" es la amistad con la muerte (1,16). En último término, se convierten en inicuos (1,9; 3,11.14; 4,20; 5,7.23; 6,4), locos (5,20), y enemigos del Señor (5,17). Intentaron reemplazar la sabiduría con la mera razón humana, influenciados quizá por algunas filosofías griegas. Esa iniquidad asolará toda la tierra (5,23). Por ello, la tierra entera será proveída por Dios de modo que pueda hacer frente a esos hombres impíos que no quisieron reconocerle a partir de las cosas buenas de la tierra (13,1); los justos, sin embargo, vivirán para siempre (5,15).

Salomón relata su relación amorosa con esa personificación de la sabiduría con un lenguaje que nos recuerda el Cantar de los Cantares (cf Ct 1,15; 4,9-10). El tema del amor matrimonial se encuentra subrayado en 8,2.9.16.19. En 8,2 se enamora de su belleza (6,12; 7,10), pero enseguida pasa a describir las otras cualidades de una esposa ideal, tales como la nobleza y la intimidad con Dios (8,3). Ella le ha enseñado las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) que eran un principio básico de la moral griega y que solamente aquí aparecen enumeradas en la Biblia (8,7). Esas cualidades despertaron en Salomón el deseo de tenerla como esposa, ya que esto le permitiría ser un rey cuya memoria permaneciese para siempre (en el sentido de la inmortalidad de 8,13). El modo mejor para poseerla es la oración (extrañamente no hay ninguna oración por la sabiduría en Proverbios, Job o Qohelet). A pesar de ser Salomón persona de origen noble, esto no le bastaba para ser sabio. Debía pedir a Dios el don de la sabiduría. Mientras Ben Sira identificó la sabiduría con la Torah, el libro de la Sabiduría de Salomón acerca a Dios a los hombres a través de la sabiduría.

3.2. Sabiduría y salvación

La palabra "salvación" aparece por primera vez en el libro de la sabiduría en 6,24: "pues la abundancia de los sabios es la salvación del mundo". De ahí, podemos afirmar con claridad que, para el autor, los hombres sabios son los judíos fieles y justos que viven en profunda comunión con Dios a través de una vida incensurable. El autor recuerda a los judíos fieles, que se encuentran entre los paganos, que deben ser misioneros, testigos del poder salvador de Dios. Son responsables de la salvación de todos, de los judíos infieles y de los paganos. En ese contexto, salvación significa acercarse al poder salvador de Dios que está presente en el cosmos a través de la sabiduría, que salva de la muerte (1,16), de la necedad (1,3.5) y del caos (4,20; 5,23).

3.2.1. Sabiduría e historia

Según este libro, es la sabiduría la protagonista de la historia de la salvación. Es un tema que se encuentra bien desarrollado en el capítulo 10, que es una larga exhortación con una oda magnífica a "Doña Sabiduría". La oda explica su don a los héroes del pueblo elegido por Dios, recalcando que su fin último es el bien de toda la humanidad, que consiste en la salvación por medio de la sabiduría (9,18). A través de dicha exhortación el autor quiere despertar en sus lectores una conciencia más viva de los favores de Dios y animarles a asumir la responsabilidad de dar testimonio de los mismos. La oda nos muestra cómo lleva a cabo su propósito. Al describir la influencia de Doña Sabiduría en los siete santos israelitas y refiriéndose, finalmente, a todo el pueblo en el tiempo del Éxodo, el sabio da a esos personajes una función representativa. El deseo de aprender de la tradición es fundamental para mantener vivo este espíritu. Esta oda es un canto a la tradición israelita, que es fuente de salvación para todos los que creen.

Adán: Ofreciendo un resumen poético de la caída, el autor describe a Adán como "el primer hombre". No se hace referencia ni a Eva ni a su caída. De Adán se dice que fue creado "solo" (10,1), lo que implica una cierta debilidad. Viendo su situación, la sabiduría le rescató de su caída y le dio el poder de llevar a cabo el mandato que había recibido del Señor antes de la caída (cf Gn 1,26.28).

 

Noé: Fue salvado del diluvio (10,4). A partir de este pasaje, califica a todos los héroes de justos, relacionando la actividad de la sabiduría con una conducta justa.

Abraham: No es su llamada por parte de Dios, sino su disponibilidad a sacrificar a su propio hijo Isaac lo que el autor señala como ejemplo de la guía de la sabiduría (10,5)cf Gn 22,1-9). Se presenta como un ejemplo de la función de la sabiduría como aquella que indica lo que agrada a Dios (9,18).

Lot: Como habitante de la ciudad, Lot ofrece un buen ejemplo de la precariedad de la situación del público al que se dirige nuestro autor. El fin de los enemigos de Lot muestra el castigo inevitable que van a sufrir los opresores paganos (10,6-9). Gn 19,24 refiere solamente dos ciudades destruidas, aunque en Gn 14,2 aparecían cinco. El autor las llama "pentápolis" y las relaciona con algunas leyendas de territorios cercanos al Mar Muerto. La sabiduría salvó al justo Lot.

Jacob: La protección de la sabiduría sobre Jacob (10,10-12) nos ilustra sobre lo que ella puede hacer para los que confían en el Señor. En ningún pasaje del Génesis se relaciona a Jacob con el "reino de Dios", una expresión cuyo uso se hará solamente común en los Evangelios. El paralelismo equipara "reino" con el conocimiento de los ángeles, una alusión al sueño de Jacob en el que apareció la escalera por donde subían y bajaban los ángeles (Gn 28,12). La sabiduría le acompañó, instruyéndole en la santidad. La sabiduría es maestra para Jacob y le revela el poder de la piedad, una cualidad que el autor pide a sus oyentes cultivar para obtener la victoria sobre los enemigos.

José: Un resumen magistral de la vida de José es presentado en 10,13-14. El pecado del que José fue librado por la sabiduría no fue un pecado personal suyo, sino una consecuencia de la situación de pecado a la que se vio expuesto.

El pueblo de Israel: El último ejemplo, en 10,15-21, combina referencias al premio y al castigo. El autor narra lo que Dios hizo por su pueblo, pero de una forma que, a la vez, advierte y anima a sus lectores. Recuerda al pueblo de Dios el "nombre santo de Dios" y "su mano salvadora", que el pueblo elegido alabó cuando fue rescatado de Egipto. Se refiere a las nubes misteriosas de Éxodo 13,21-22, a la columna de fuego que aparecía por las noches, a los botines de joyas, plata y oro y a los cantos de victoria.

Los que abrazaron la sabiduría fueron salvados y los que la rechazaron perecieron, como Caín (10,3).

El autor ve las experiencias de salvación del pueblo de Israel como una prueba de la capacidad de Dios para salvar de nuevo a su pueblo en el momento actual. A partir de ahí, argumentará largamente que esas intervenciones salvíficas piden a los lectores una opción por el Señor. Los judíos infieles han de volver a la fe en Dios, si quieren experimentar su poder salvador. De lo contrario, van a entrar a formar parte de los enemigos de Dios y van a ser excluidos del premio de su presencia eterna. En todas esos acontecimientos salvíficos, lo que hay que subrayar es "la presencia personal de la sabiduría", como compañera de esos héroes. Con José descendió a la mazmorra; cuando Jacob huía de la cólera de su hermano, le acompañó por el camino recto; cuando Adán se encontraba sólo, ella estaba con él acompañándolo, etc. La sabiduría, gracias a la cual fue existe el mundo, sigue presente en medio de éste.

3.2.2. La Sabiduría salvadora y el Espíritu

El autor presenta la sabiduría como un espíritu benéfico, aquél que conoce la interioridad de cada uno y que castiga al blasfemo (1,6-11). La creencia bíblica en el juicio final juega un papel decisivo, principalmente en estas primeras escenas del libro de la Sabiduría, porque es en ese juicio cuando Dios va a separar para siempre a los sabios de los insensatos y a los santos de los pecadores (3,1.19; 4,7.16; 5,2-16). Dios puede juzgar porque es testigo de los pensamientos ocultos de los pecadores y "conoce los labios del blasfemo" (1,6). El autor menciona solamente los pecados de los labios, pero se refiere a toda conducta impía, tal como se desprende de la repetición sobre el tema de la murmuración. Ésta es la palabra que expresa el pecado de Israel en el desierto y, por ello, sintetiza toda rebelión contra Dios (cf Ex 16,8; Nm 17,5-10). Esta lista de pecados incluye también la calumnia, que se mantiene en secreto en cuanto pronunciada contra Dios como una acusación contra Él. El autor de la sabiduría advierte contra el querer poner a prueba a Dios. Todo es conocido por Dios, porque su Espíritu llena la tierra. Se trata de la sabiduría de Dios. El Espíritu de Dios no es sino la presencia creadora y salvadora de Dios que lo penetra todo (Gn 1-2).

La palabra espíritu tenía igualmente otras connotaciones filosóficas y religiosas en el momento en que escribía nuestro autor. Los seguidores de Pitágoras defendían que el espíritu existía en el espacio para sostener el hálito del cosmos, que ellos consideraban como un ser viviente, ya que tenía espíritu (pneuma, en griego, significa tanto viento como espíritu). El espíritu ocupaba también un puesto importante en la filosofía estoica como elemento vivificador tanto del ser humano como del cosmos, y en cuanto criterio de distinción entre los diversos niveles de existencia. El autor conocía estas teorías. En su tratamiento de la sabiduría le va a atribuir cualidades del pensamiento estoico sobre el espíritu. En la exhortación inicial parece que quiere hacer tomar conciencia de una linea de pensamiento. Narrando brevemente las glorias del Dios de la revelación, recuerda a los judíos que su Dios es la fuente de toda vida y de toda sabiduría.

3.3. La sabiduría y la lucha por la justicia

3.3.1. La idolatría, fuente de injusticia

El autor presenta a la sabiduría como un luchador por la justicia. Señala la idolatría como la raíz de la injusticia. Los insensatos, que no conocen a Dios creador, construyen dioses con sus propias manos. El libro de la sabiduría considera que la idea de fabricar los propios ídolos fue el principio de la corrupción y la injusticia (14,12). La condena de la idolatría (13,10 - 15,19) nos refiere a varios pasajes bíblicos donde se habla de este tema (Isaías, Deuteronomio, Oseas, Salmos). El autor menciona primeramente al carpintero, artífice material del ídolo. Con una ironía agria describe cómo el ídolo es construido con un tronco desechado, clavado a una pared, y, luego, objeto sin vida, pasa a ser objeto de culto y de oración por la vida y la prosperidad. Expresiones sarcásticas se repiten una y otra vez en esa tercera parte del libro. Escribe: "Un padre atribulado por un luto prematuro encarga una imagen del hijo malogrado; al hombre muerto de ayer, hoy como Dios le venera y transmite a los suyos iniciaciones y misterios. Luego, la impía costumbre, afianzada con el tiempo, se acata como ley" (14,15). Artesanos diversos forjan sus ídolos con materiales desechados durante sus tiempos libres y los constituyen en falsos dioses. Para ellos la vida es un lucrativo mercado y su eslogan es: "ganar por todos los medios, aun malos, es lo que importa" (15,12).

Los reyes apoyaron el culto a los ídolos porque les servía para perpetuar unas estructuras injustas en la sociedad, ya que los ídolos no podían hablar contra los reyes perversos. Éstos podían manipular la religión y usarla para justificar sus políticas injustas. Además, animaban a la gente a esculpir sus propias estatuas, para mantenerla así sujeta a su autoridad, que se oponía a la autoridad del Dios verdadero (14,16-21). Esto hacía del rey y de la monarquía una institución a la que no se podía cuestionar. Esta estructura social, basada en una falsa religión y autoridad, era motivo de gran preocupación, ya que resultaba egoísta e inmoral. Los adoradores de los ídolos introdujeron sacrificios de niños y celebraban ritos extravagantes con extraños disfraces. Introdujeron orgías sexuales, haciendo impuras su vida y su matrimonio. Apareció la violencia y el derramamiento de sangre entre ellos (cf 14,22-27). Sus líderes profetizaban mentiras y perjuraban; juraban en falso, confiando no ser castigados (cf 14,29-30).

Esas personas no conocieron el plan misterioso del Creador y se pusieron a explotar la naturaleza. Decían: "Venid, disfrutemos de los bienes presentes, gocemos de las criaturas con el ardor de la juventud" (2,6); "oprimamos al justo pobre, no perdonemos a la viuda, no respetemos las canas llenas de años del anciano" (2,10). Hacían de su fuerza la norma de la justicia (2,11). De este modo, una religión basada en la idolatría y el culto falso perpetuaba la injusticia y la inmoralidad en la sociedad y llevaba a la explotación de la naturaleza, de los pobres y de los marginados.

Aquí el autor critica la divinización del poder político humano y el abuso de la religión. El poder político es dado a los reyes, no para divinizarlos, sino para que puedan conducir al pueblo al Dios creador y salvador. Ellos no son más que siervos en sus manos. Por eso, se presenta a Salomón identificándolo con los demás seres humanos, como ejemplo para los reyes (7,1-6). Como cualquier otro ser humano, él es mortal, hijo de la tierra (no hijo de los dioses, como creían los paganos). Nació como los demás hombres y dejará la tierra como ellos. No hay privilegios étnicos o de clase. El rey es grande por su relación con la sabiduría, la presencia salvífica del Dios creador. Los que ostentan la autoridad, pueden ejercerla en el campo político y social, pero no son comparables en ningún modo a Dios (12,14). Su autoridad viene precisamente de Dios. Todo otro tipo de poder social o político, que no reconozca al Dios creador, debe ser tenido como perverso.

3.3.2. La Creación, defensora de los justos

La sabiduría es como un guerrero que lucha contra las injusticias provenientes de una sociedad sin Dios. La misma creación, que alberga la sabiduría, lucha en favor de los justos (5,15-23; 16,24). El universo ha sido creado de tal forma que defienda la virtud y castigue el pecado (16,17). El autor se sirve de esta idea griega con maestría hablando del castigo infligido al antiguo Egipto y explicando la solicitud de Dios por el pueblo elegido. La naturaleza actuó para salvar a los israelitas y castigar a sus perseguidores (16,24-29). La venganza de Dios es narrada en términos apocalípticos (5,16-23). Toda la creación aparece como un dispositivo de batalla del Creador, que, en nombre de la justicia, lucha contra los perversos y los vence. Se trata de una descripción de gran viveza. Es una imagen que surge de una visión cosmológica en la que la historia, el destino de la humanidad y la escatología están entrelazadas entre sí dentro de la misma estructura del universo. Lo que sucede a una de estas esferas tiene repercusión en la otra. Hay que recalcar que no se trata de acontecimientos miraculosos. La naturaleza protegió y ayudó al pueblo de Dios según sus propias leyes (19,6-13), como si la recompensa de los justos estuviese integrada en la misma estructura del universo. Y es así, porque la sabiduría se encuentra en el corazón del cosmos. No podemos pasar por alto este modo de pensar del autor. El Éxodo no es considerado un acontecimiento militar, sino como una remodelación de la naturaleza (19,6). El libro de la sabiduría ofrece una contribución especial a la teología de la creación. En lugar de remontarse de la salvación a la creación, comienza con la creación para pasar a la salvación. De hecho, el libro comienza y termina con la afirmación de la intención creadora de Dios: "Él todo lo creó para que subsistiera" (1,14); "pues para preservar a tus hijos de todo daño, la creación entera, obediente a tus órdenes, admitió otras formas en su propia naturaleza" (19,6). La creación actúa como un guerrero contra los impíos, porque ellos no fueron capaces de reconocer al Dios creador en los objetos creados y, en cambio, consideraron a éstos como dioses (cf 13,-2).

3.3.3. La justicia divina y la misericordia

El énfasis, con que Ben Sira hablaba de la misericordia divina, es retomado con fuerza por el autor del libro de la Sabiduría en el contexto de la justicia divina. Esta afirmación teológica se encuentra expresada en un refrán que aparece dos veces en el libro: "...y los que son fieles permanecerán en su amor, porque sus elegidos hallan gracia y misericordia" (3,9; 4,15). Si todavía esta expresión dejase alguna duda sobre la voluntad de Dios de perdonar a aquellos que forman parte del pueblo santo, una ulterior afirmación borra cualquier asomo de duda al respecto: "Mas tú, Dios nuestro, eres bueno, leal y paciente, y con misericordia gobiernas todas las cosas. Aunque pequemos, tuyos somos, porque reconocemos tu poder; pero no pecaremos, sabiendo como sabemos que nos cuentas por tuyos" (15,1-2). La conciencia de pertenecer a un pueblo elegido penetra todo el libro, así como la convicción de que las almas de los justos descansarán en las manos de Dios (3,1). La idea de un pueblo elegido no se adecua mucho con el universalismo que caracterizó a la sabiduría antigua de Israel, pero la alabanza que Ben Sira hizo de los héroes del pasado preparó el camino a una visión más particularista. Sabiendo que es difícil defender esta posición desde una mera argumentación lógica, el autor apela a la soberanía y autoridad divinas (12,12-18).

La compasión de Dios se ha manifestado también sobre aquellos que no han sido favorecidos con la elección divina, según nuestro autor. Hasta a los malvados cananeos se les advirtió oportunamente y fueron destruidos poco a poco de modo que tuviesen oportunidad de arrepentirse (12,3-11). Lo mismo ocurrió con los egipcios, a quienes Dios hubiese podido aniquilar de un modo más drástico que enviando las plagas (11,15-20). Dios quería conducirles al buen camino, porque es Creador de todo (1,14).


CONCLUSIÓN

El libro de la Sabiduría presenta a Dios como autor de la vida. Él todo lo creó para que subsistiera. Esta vida es experimentada en plenitud por aquellos que practican la justicia, que implica una relación de amor con Dios creador. Pero el ser humano está siempre expuesto a las tentaciones de este mundo, como son el poder, la riqueza y las teorías humanas sobre el desarrollo y el crecimiento que se forjan independientemente o en oposición al Creador. La consecuencia natural de esta situación es la explotación de los pobres y de la creación. Para mantener a los fieles libres de esas tentaciones, portadoras de falsas promesas, Dios concede la sabiduría, como una "compañera amorosa", de manera especial en tiempos de crisis. No es sino la presencia salvadora de Dios en el mundo, que mantiene al fiel en estado de gracia. Por ello, los que viven en comunión con esta sabiduría son inmortales. Los que desprecian su compañía serán castigados, lo que significa la muerte, pues son separados completamente de la fuente de la vida.


 

CLAVE CLARETIANA

 

LA SABIDURÍA DE LA CRUZ

Taremos aquí de nuevo lo que ya escribimos en el folleto introductorio: "Claret: Misión profética y Sabiduría", porque nos ayuda a centrar desde una clave misionera la lectura del libro de la Sabiduría.

A todo anunciador del Evangelio le llega un momento, una encrucijada como la que hubo de abordar San Pablo (cf 1Cor 1-2), en que el propio kerygma tiene que carearse con las categorías de la sabiduría tanto bíblica como extra-bíblica, antigua o moderna. Su mensaje -así es como hay que entenderlo- es la Buena Noticia, que para San Pablo se resumía en el "Cristo muerto y resucitado": es decir, con "la locura de la cruz" dentro. En relación con el equilibrado humanismo de la sabiduría del Antiguo Testamento, el Nuevo propone, por lo mismo, la exageración desiquilibrante de la cruz de Cristo. ¿Qué quedará, entonces, de aquella laboriosa armonía conquistada por la sabiduría de los antiguos?

El nuevo paradigma de la sabiduría y el humanismo es el hombre Jesús, el Hijo amado de Dios, que con su historia y su trascendencia da otros contenidos a aquel lenguaje y a aquellas categorías. Ahora, el temor y el amor, la vida y la muerte, el bien y el mal, las diversas opciones de vida, etc., dicen otra cosa, se entienden dentro de otro horizonte de sabiduría.

Desde esta clave debemos acercarnos al libro de la Sabiduría y descubrir el caminar del hombre hacia ese don de Dios. "Amad la justicia, los que juzgáis la tierra, pensad rectamente del Señor y con sencillez de corazón buscadle. Porque se deja hallar de los que no le tientan, se manifiesta a los que no desconfían de él" (Sb 1,1-2). Caminar nosotros mismos hacia la verdadera Sabiduría y acompañar el caminar de nuestros hermanos y hermanas es una misión exigente y bella. El libro de la sabiduría nos va guiando por las etapas de este camino.



 

CLAVE SITUACIONAL

1. La amenaza cultural

El hombre vive siempre en un contexto cultural determinado. Se siente llamado a transformar la realidad y a dominarla, pero esa misma realidad, a su vez, le va transformando a él mismo. Convendrá educar el sentido crítico para poder vivir una relación positiva con la realidad circundante. A través de esta relación con la realidad, el hombre va forjando su propia personalidad, en diálogo con la cultura. Se le pedirá, por lo tanto, tomar postura frente a diversos aspectos de la misma. Es posible que alguien piense que esta tarea puede adulterar la fe, es decir, que la cultura pueda entrar en conflicto con la creencia en Dios. Y sin embargo persiguen el mismo objetivo: liberar al hombre de sus limitaciones. Por eso es necesario convencerse de que la cultura, las culturas, son una riqueza para los creyentes. El libro de la Sabiduría, desde una inmersión en el mundo griego, sale ileso de su fe tradicional, más aún la enriquece. Y a la larga descubre que son las estulticias de los creyentes lo que realmente pone en peligro la fe.

2. La historia se repite

A través de la historia siempre ha habido opresión. A veces se le busca un rostro concreto, pero la opresión aparece por doquier y en todas las épocas. También hoy se pueden detectar múltiples huellas de opresión. Todos los años la oficina de los Derechos Humanos publica una lista de los más significativos. Puede que solamente atendamos a los que nos resultan más cercanos, pero si nos detuviéramos y practicáramos el amor universal veríamos cómo unos pocos oprimen a muchos incomprensiblemente. Para los creyentes de todas las épocas éstos son los que se oponen a los designios divinos, los que, siguiendo el lenguaje de la Sabiduría, fomentan la necedad. Y es la opresión uno de los impedimentos más graves para que el hombre pueda libremente tener acceso a la sabiduría, la que impide a los pueblos ser sabios. La lucha por la libertad es una lucha por la sabiduría. Por eso el Señor concede siempre sabiduría al que lucha por la libertad. Todo esclavismo engendra insensatez.

3. Lo débil

Hoy todos hablan de la posmodernidad como expresión de una conciencia fragmentaria, un sincretismo de visiones. Se ha pasado de sistemas unitarios a una sensibilidad del particularismo, la diseminación y el disenso. Y se achaca a la Iglesia que ya no tiene poder de utopía, haciendo de la religión y del discurso sobre Dios algo débil. Frente a esta cultura de la desgana, la Iglesia tiene que ser la voz de los pobres, tiene que hablar desde esa zona de la historia donde las cosas se ven con otra perspectiva. Hay que saber detectar las verdaderas raíces de la increencia que denuncia el discurso posmoderno. No podemos caer en la tentación de reducir lo religioso al ámbito de la privaticidad y de la conciencia individual.

4. La moderna gnosis

La Nueva Era propone al hombre de hoy una nueva cosmovisión de la vida, como una especie de movimiento agnóstico global, aunque difuso, ecléctico y con varios frentes a la vez. Hay que reconocer sus aspectos positivos, ya que propone cosas como la fraternidad universal, la armonía, la paz, la toma de conciencia, el esfuerzo para mejorar el mundo, la movilización general de fuerzas para el bien. Pero esta nueva gnosis socava las bases histórica, sacramental y dogmática del cristianismo. Pero cabe el diálogo porque esta corriente va muy ligada a los jóvenes, que son el futuro de la Iglesia. La Nueva Era es un desafío para el cristianismo que no debe confundir lo bueno con lo nuevo, sino con lo verdadero. El cardenal Danneels decía que en el umbral del Tercer Milenio el principal enemigo del cristianismo no se llama materialismo, sino religión, porque muchos cristianos se están volviendo meramente teístas. Sienten la relación con Cristo como propedéutica hacia un nivel superior en el que confluyen todos los verdaderos hombres religiosos.


 

CLAVE EXISTENCIAL

1. ¿Se puede llevar a cabo una evangelización en el mundo de hoy sin una formación continuada seria y progresiva? ¿Cómo cuido este aspecto en mi propia vida?

2. ¿Tenemos miedo a los aportes de la cultura actual? ¿La vemos como una amenaza? ¿En qué sentido?

3. El cristianismo ¿tiene futuro? ¿De dónde deducimos esa esperanza cuando vemos que en los países más desarrollados técnicamente está en plena regresión?

4. No se acaba de perfilar bien el puesto del laico en la sociedad actual como interlocutor privilegiado en el diálogo con el mundo. Al laico que viene a solicitar una actividad en nuestra tarea evangelizadora ¿cuáles son las orientaciones prácticas que le damos?


 

ENCUENTRO COMUNITARIO

1. Oración o canto inicial.

2. Lectura de la Palabra de Dios: Sb 9,1-18

3. Diálogo sobre el TEMA V en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.

 

5. Canto final














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