Paulinos 11
TEMA 11:
COHERENCIA ENTRE FE Y VIDA
TEMA 11:
COHERENCIA ENTRE FE Y VIDA
TEXTO: CARTA DE SANTIAGO
CLAVE BÍBLICA
1. NIVEL HISTÓRICO
La carta de Santiago es uno de los grandes enigmas del Nuevo Testamento. Ya lo fue para la iglesia del siglo II, que, en general, se negó a aceptarla como canónica. Algunos datos al respecto.
1.1. Autor del escrito
El autor se designa a sí mismo como "Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo". Ahora bien, por el Nuevo Testamento conocemos al menos tres personajes de nombre Santiago: el hijo de Zebedeo, Santiago el de Alfeo (o el menor), y Santiago "el hermano del Señor". No parece probable que el autor de esta carta sea un miembro del colegio de los Doce, pues sería inverosímil que, escribiendo a "las doce tribus dispersas", prescindiese de su título de apóstol, padre del nuevo pueblo de Dios que se fundamenta en los nuevos doce patriarcas.
El dilema debe plantearse, por tanto, entre la autoría del "hermano del Señor" y la posibilidad de seudonimia. Y hay que reconocer desde el principio que actualmente no existe acuerdo en este punto.
1.1.1. ¿Qué sabemos del "hermano del Señor"?
La tradición evangélica conoce un "Santiago" entre los parientes de Jesús, y en relación con su madre María (Mc 6,3; Mt 13,55; cf. Mc 3,31). Dichos parientes de Jesús no formaron parte del grupo de sus seguidores, pues no creían en él (Jn 7,5; cf. Mc 3,21s.31s.).
Pero, tras la resurrección, Santiago recibirá una aparición del Cristo glorioso y quedará incorporado a la iglesia (1Co 15,7), en la que pronto desempeñará un papel dirigente, al menos en Jerusalén (cf. Ga 1,19; 2,9; Hch 12,17; 15,13; 21,18).
Desde su iglesia judeocristiana de Jerusalén, de la que llegó a ser principal dirigente, quizá por sintonía natural, quizá por acuerdo tomado en el "Concilio"(cf. Ga 2,9), Santiago parece sentirse responsable también de las comunidades judeocristianas de fuera de Palestina, que, en su opinión, deben continuar observando la ley judía, ya que su fe cristiana no las separa de su ascendencia abrahamítica ni las exime de atenerse a las cláusulas de la antigua alianza. Por eso Santiago envía "visitadores" a los judeocristianos de Antioquía (Ga 2,12), le preocupa que Pablo pueda apartar de la ley mosaica a los judeocristianos de diáspora (Hch 21,21s.), y hace cuanto puede para que en las comunidades mixtas de diáspora se creen las condiciones que permitan al grupo judeocristiano seguir practicando la ley (Hch 15,20s.).
Según la antigua historia eclesiástica (Eusebio, citando a Hegesipo), el judecristiano Santiago gozó de un enorme prestigio en Jerusalén, tanto entre los judeocristianos como entre los simples judíos; recibió el sobre nombre de "el justo" y concitó la envidia del sumo sacerdote Anás II, el cual, aprovechando un interregno de gobernadores romanos, le hizo despeñar desde el pináculo del templo en el año 62.
1.1.2. ¿Pudo ser el "hermano del Señor" autor de este escrito?
El carácter judío de la carta de Santiago es indiscutible; sus referencias a la ley son constantes, y su preocupación por los judeocristianos de diáspora queda clara desde la dedicatoria inicial: las doce tribus de la dispersión. Tanto es así, que algunos han opinado que St sería en su origen un texto puramente judío, "cristianizado" posteriormente mediante algunas interpolaciones.
Actualmente esta opinión es insostenible, pues St está lleno de elementos de tradición cristiana, algunos muy primitivos (se ha defendido también, no hace mucho tiempo, que St pudiera ser el libro más antiguo del Nuevo Testamento -J.A.T.Robinson-). El núcleo mismo del escrito gira en torno a un problema típicamente eclesial: el desconcierto que la predicación paulina pudo suscitar en ciertos ambientes judeocristianos.
En St encontramos la contraposición Santiago-Pablo, bien conocida por la historia neotestamentaria, según lo expuesto más arriba, y parece pertenecer a una época en la que las comunidades judeocristianas tienen un notable peso en la iglesia. No se encuentra en St la menor referencia a la destrucción del templo, ni parece que el autor conozca las cartas de Pablo (con cuyas parénesis habría podido obviar las interpretaciones unilaterales o abusivas). Todo ello parece conducir a la conclusión de que se trata de un documento muy antiguo, que cuadra mucho mejor con la época en que vivió "el hermano del Señor" y con sus preocupaciones características que con los últimos años del siglo primero.
1.1.3. Dificultades contra la autenticidad
La mayor dificultad es la lengua y estilo de la carta. St tiene ciertamente abundantes semitismos, sobre todo en la fraseología, paralelismos, etc; es indudable que el autor piensa en judío; pero escribe en una koiné elegante y supercorrecta. ¿Sería capaz el "hermano del Señor", que probablemente nunca salió de Palestina, de escribir en griego una composición tan perfecta? Aquí hay que tener en cuenta que el griego no era desconocido en Palestina, que la gente más culta lo dominaba desde la época seleúcida, y que nada sabemos sobre los conocimientos lingüísticos de Santiago. Por otra parte, dado que el escrito va dirigido a personas ya muy afincadas en el mundo helenista, es normal que el autor se preocupase de enviarles un escrito que les resultase lo más familiar posible, ya poniendo a contribución sus mejores conocimientos del griego, ya valiéndose de un colaborador grecoparlante.
También se ha objetado que la ausencia de elementos carismáticos, y, por tanto, la notable institucionalización de la iglesia, invitan más bien a pensar en una época tardía, no en la anterior al año 62; pero conviene recordar que en Jerusalén predomina desde el principio la institución, frente a Antioquía y el mundo paulino, donde lo carismático tiene mayor relieve. Y una cierta mundanización de la iglesia, contra la que también lucha nuestro escrito, puede haberse producido ya para los años 60 (mundanización que, por lo demás, coexiste con la espera de la parusía próxima, plenamente explicitada en St 5,8s.).
Otra objeción que podría ponerse es que el autor no se da a sí mismo el título de "hermano del Señor", título que quizá podría haber corroborado su autoridad. Pero, frente a ello, conviene no olvidar que el parentesco con Jesús no fue siempre un título de gloria en el primitivo cristianismo; Jn 7,5 afirma expresamente que los parientes de Jesús no creían en él, y Mc 3,21.31-35 pudiera contener una invectiva implícita contra la autoridad que la familia de Jesús ha ido adquiriendo en la iglesia.
1.2. Destinatarios de este escrito
1.2.1."Las doce tribus de la dispersión"
Esta denominación, en principio, nos indica que se trata de las iglesias judeocristianas de fuera de Palestina; si bien no se puede excluir a priori que sean iglesias paganocristianas que se comprenden a sí mismas como el verdadero Israel (cf. Flp 3,3: "la verdadera circuncisión somos nosotros") y entienden su existencia en este mundo como la de "extranjeros y peregrinos" (cf. 1P 2,11).
Esta segunda posibilidad teórica, sin embargo, resulta inverosímil por el contenido de la carta, que -ya se ha indicado- algunos han considerado como un escrito originariamente judío y no cristiano. Las referencias a la ley son constantes; los ejemplos se extraen del Antiguo Testamento, y el razonamiento central gravita en torno a la interpretación de Gn 15 y 22: la justificación de Abrahán por la fe o por las obras. A la reunión de la comunidad se la denomina en una ocasión "synagogé" (St 2,2).
1.2.2. Pero son destinatarios cristianos
No sólo nos encontramos con la mención del Señor Jesucristo (1,1; 2,1), o del "Señor de la gloria" (2,1; cf. 1Co 2,8), sino con un gran acervo de tradición parenética cristiana primitiva, cercana especialmente al Sermón del Monte y a la tradición paulina.
Por otra parte, la polémica en torno a la contraposición fe/obras no se comprende sin un cierto conocimiento de la doctrina paulina de la justificación, tal como se vivía dentro del cristianismo primitivo.
El lenguaje escatológico de St 5,7-10 es típicamente cristiano; igualmente la designación de la comunidad como "ekklesía" (5,14), o las referencias a la conversión y el bautismo en 1,18-21.
1.2.3. ¿Dónde localizarlos?
Es evidente que se trata de algo más que una comunidad. La mención de las "doce tribus dispersas" hace pensar, en principio, en un grupo de comunidades judeocristianas de diáspora; así el escrito debe entenderse como una especie de encíclica. No podemos saber en qué medida Santiago se sentía responsable del judeocristianismo de diáspora y este cristianismo le consideraba a él como autoridad. Parece probable que, al menos, creyese tener esa autoridad sobre las comunidades destinatarias de las "cláusulas de Santiago" (Hch 15,20.29): Antioquía, Siria y Cilicia (Hch 15,23).
Curiosamente la carta que nos ocupa tiene un especial parentesco con una serie de escritos surgidos en esa zona: Mt, Didakhé, Kerygmata Pétrou: sólo en Mt 5,34, en St 5,12 y en KgPt Hom 3,55 se encuentra la prohibición del juramento; la unción con óleo se encuentra en St 5,14, en Did 100 y, al menos aludida, en KgPt Recogn 1,45. Los múltiples contactos de St con Q orientan en la misma dirección.
1.3. Ocasión y objetivo de la carta
1.3.1. Objetivo general
De la lectura del escrito podemos concluir que Santiago se propone ofrecer a un grupo de comunidades judeocristianas una serie de exhortaciones en orden a dar forma concreta a la fe que profesan, evitando que ésta se quede en unas meras ideas, sin conexión con la vida cotidiana, particularmente en un tiempo de tentación o tribulación (1,2.12s.)
La falta de sistematicidad que encontramos en St es precisamente la consecuencia palpable de que no se trata de una tesis teológica rigurosa, sino de mostrar con una serie de ejemplos de cómo la fe cristiana se verifica en el comportamiento habitual del creyente.
1.3.2. Pero hay una preocupación coyuntural específica
Dentro de la mencionada asistematicidad hay que contar con una excepción: St 2,14-26 desarrolla con amplitud un tema teológico-moral que puede servir de fundamentación al centón de recomendaciones dispares y dispersas. En ese pasaje el autor se esfuerza por mostrar que la verdadera fe debe manifestarse en la santidad de vida.
Lo curioso es que el razonamiento del autor no parece puramente objetivo o autónomo, sino que está inconfundiblemente en relación con algún tipo de "paulinismo". Es sorprendente que St 2,23 cite el mismo texto del Antiguo Testamento que Ga 3,6 y Rm 4,3: "Abrahán creyó en Dios y le fue reputado como justicia" (Gn 15,6); pero es más sorprendente aún el comentario de St 2,24: "veis pues que el hombre es justificado por las obras y no sólo por la fe", comentario muy alejado del de Pablo: "por las obras de la ley nadie será justificado" (Ga 2,16; cf.Rm 3,20; 3,28; 4,5).
Desde luego hay que tener en cuenta que la contradicción Santiago/Pablo no es total. Santiago no niega la justificación por la fe, sino "solamente por la fe", y Pablo no niega las obras, sino "las obras de la ley". Es curioso, por otra parte, que las obras que menciona St son siempre las de la caridad fraterna, no las obras de la ley judía, y Pablo entiende que la novedad cristiana frente al judaísmo es "la fe que actúa por la caridad" (Ga 5,6).
Es innegable que tanto Ga (y Rm) como St son escritos polémicos, con afirmaciones parciales y sesgadas. La pregunta que puede plantearse es "¿quién polemiza contra quién?". Casi seguro que no polemiza escrito contra escrito, sino cada escrito contra la actitud de un determinado grupo de fieles que corren el riesgo de la unilateralidad. En todo caso, conviene tener en cuenta que la alternativa fe/obras es completamente extraña al judaísmo y que sólo puede haberse originado en ambiente paulino. Por tanto habrá que considerar St como la expresión de una reacción contra un paulinismo sesgado, interpretado abusivamente, lo que lleva al autor a alguna afirmación también un tanto unilateral; pero, en general, St tiende más a la síntesis fe-obras, al equilibrio, a la no-exclusividad.
1.3.3. ¿Cuándo se dio tal polémica?
La carta de Santiago parece ser producto de una época en que la confrontación paganocristianismo/judeocristianismo estaba en plena efervescencia y daba lugar a todo tipo de excesos y exageraciones, época sobre la que iluminan tanto la carta a los Gálatas como una serie de tradiciones conservadas en los Hechos. Quizá surgió St poco después que Rm, en torno al año 60 (Mussner). Pero no parece que Santiago haya conocido directamente las cartas de Pablo, pues en tal caso con ellas mismas podría haber argumentado persuasiva y tajantemente en contra de los excesos que quiere combatir. No combate paulinismo, sino "pseudopaulinismo".
Después de la muerte de Santiago (año 62), o al menos después de la destrucción de Jerusalén (año 70), ya no hubo un judeocristianismo significativo dentro de la iglesia ortodoxa y fuera de Palestina que pudiera identificarse seriamente con "las doce tribus dispersas". St no hace la menor referencia a la lamentable situación de los pocos supervivientes de la catástrofe en Palestina y oriente. Los defensores de una datación tardía del escrito buscan en vano una situación concreta y conocida que lo exija o justifique.
2. NIVEL LITERARIO
2.1. El género
El esquema del escrito es cercano al epistolar. Tiene el encabezamiento convencional (remitente, destinatario, saludo), ligeramente tocado por la peculiaridad cristiana ("siervo de Dios y del Señor Jesucristo"). El saludo es todavía el profano (salud), en vez del acuñado por Pablo (gracia y paz). A lo largo de la composición se utiliza constantemente la segunda persona, lo cual es signo de cercanía y aleja de la frialdad de un tratado. Pero no hay en la carta signos de estrecha relación entre autor y destinatarios, normal dado el carácter de "encíclica" que ya se hace notar en el encabezamiento. El lector echa de menos una despedida cordial.
Pero dentro del género epistolar está la caracterización de parénesis sapiencial. Se trata de una serie de exhortaciones, llenas de sabiduría de la vida fecundada por la motivación cristiana. El autor es un buen pedagogo, acertado en el uso de ejemplos, comparaciones, imágenes, etc. Por el carácter parenético del escrito abundan los modos verbales volitivos, tanto el imperativo como el subjuntivo.
2.2. Estructura
Como sucede normalmente con las composiciones de exhortación, en St no puede detectarse un esquema muy coherente o rígido; los temas se suceden sin notable lógica, algunas veces enlazados por meras palabras corchete. El escrito parece heredero de la actividad profética de un judeocristianismo siropalestinense, al que muy probablemente se debe también la elaboración de los logia (Q) como palabras del Señor, los discursos apocalípticos y de radicalismo evangélico que han quedado en los sinópticos, y los reglamentos comunitarios de la Didajé o de Mt 18 (Köster).
A pesar de esta asistematicidad, en el escrito pueden detectarse:
a. Saludo epistolar (1,1): remitente, destinatarios, saludo.
b. Prólogo (1,2-18), que es un pequeño tratado sobre la tentación y su sentido. Se le puede llamar prólogo porque en él se insinúan algunos temas que se desarrollarán más tarde, como la pobreza y riqueza, la necesidad de sabiduría, la urgencia de vencer la inconstancia, etc.
c. Cuerpo (1,19 - 5,6), en el que, un poco al azar, se van sucediendo diversos temas, unidos/separados por palabras corchete y por vocativos.
* 1,19-27: la enseñanza de la Palabra hay que llevarla a la práctica.
* 2,1-13: contra la acepción de personas en la reunión litúrgica, que sería el indicio de una fuerte mundanización e iría contra la verdadera fe en Jesucristo.
* 2,14-26: es el único pasaje de St que tiene carácter estrictamente doctrinal, en clara polémica con un paulinismo mal entendido.
* 3,1-12: contra los pecados de la lengua y la pretensión de sabiduría (¿contra falsos maestros de las comunidades?).
* 3,13-18: la sabiduría verdadera y sus signos.
* 4,1-12: patética descripción del estado de las comunidades destinatarias. Probablemente en lenguaje hiperbólico.
* 4,13 - 5,6: terrible invectiva contra los ricos, por su autosuficiencia y su falta de misericordia.
d. Conclusión (5,7-20). Una exhortación a la perseverancia paciente hasta la parusía y algunas indicaciones particulares, como la unción de enfermos y la confesión mutua de los pecados.
2.3. Contactos literarios
No es posible señalar un contacto directo entre St y otros escritos del Nuevo Testamento, pero los parentescos de contenido son innegables.
Ante todo, en St resuena el tema paulino de la justificación por la fe, con citas del AT idénticas a las de Ga y Rm y con comentario de las mismas en los mismos términos paulinos. Pero ciertas ausencias en St de textos paulinos que le habrían corroborado sus tesis, muestran que no conoció directamente tales escritos, sino el eco (abusivo) de la predicación que los precedió.
El libro del NT que más resuena en St es el evangelio de Mt, y particularmente sus cap.5-7, es decir, el Sermón del Monte (al igual que los lugares paralelos de Lc, o Sermón de la Llanura). Pero la formulación de unos mismos contenidos es casi siempre diferente, y frecuentemente se los usa en diversos contextos, lo cual debe tomarse como signo de que St no conoció directamente a Mt, sino probablemente la fuente Q o simplemente la predicación que, con el correr del tiempo, cristalizó en Q. Se han detectado hasta veinticinco paralelos entre St y Mt 5-7, además de otros fuera de esos capítulos: St 3,1s con Mt 23,8; St 5,19s con Mt 18,12.15s., etc. Temas típicos comunes son la prohibición del juramento (St 5,12), la exaltación del humilde (4,10), la exigencia de obras junto con la fe (2,14ss.), la promesa a los creadores de la paz (3,18), la imposibilidad de amar a Dios y al mundo (4,4), etc. En muchos casos St parece elaborar una pequeña meditación actualizadora de las palabras de Jesús.
Ni que decir tiene que St está notablemente familiarizado con el AT, del que no se limita a citar o evocar textos (siempre por los LXX), sino que también imita el estilo de algunos de sus libros (Prov, Sir, Sab).
2.4. Vocabulario y estilo
Una de las características de St es su corrección y elegancia estilística; ha sido cabalmente este hecho el que ha llevado a muchos a no admitir que pudiera ser obra del "hermano del Señor" (cf.supra).
El autor posee un rico vocabulario, pero no un lenguaje especializado, sino el de la lengua kioné culta en general. Ofrece 34 términos que no vuelven a aparecer en el NT, la mayoría de los cuales son palabras compuestas; 15 de esos 34 se encuentran en los LXX.
Especialmente frecuentes son las palabras "obras" (15 veces), "ley" (10 veces), "fe" (16 veces), "hermano" (19 veces), y la partícula griega prohibitiva "me" (25 veces), signo del tono parenético del escrito.
Frecuentemente el autor echa mano de recursos retóricos, como la interpelación a los lectores ("oíd" 2,5; "sabed" 1,19; "hermanos míos queridos" 1,16.19; 2,5.14), la pregunta retórica (2,6s.14.17; 3,11s; 4,1.5.), la personificación (1,15; 2,13; 4,1; 5,4), el vocativo reprensivo (2,20; 4,4; 4,8), la objeción -real o fingida- del oponente (1,13; 2,8.18), etc. El resultado de ello es un estilo muy vivo e incisivo.
La cultura semita del autor se observa en los abundantes biblicismos, como "en todos sus caminos" (1,8), "en sus sendas" (1,11), "realizador de la palabra" (1,22), "realizador de la obra" (1,25), "realizador de la ley" (4,11), "hacer la paz" (3,18). A su cultura semita se debe igualmente el frecuente uso del paralelismo, sobre todo del antitético (cf.1,9;3,9), a veces también del sinonímico (1,13; 5,4). El influjo de una lengua semita se observa en la frecuente sustitución de sintaxis por parataxis, sobre todo con sentido de condicional (cf. 1,25; 2,18) o de concesiva (3,5a). Ocasionalmente se encuentra algún "wau (gr.kaí) apodoseos"(4,15b). Se trata, pues, inconfundiblemente, de la lengua koiné culta utilizada por un judío.
3. NIVEL TEOLÓGICO
3.1. St es una carta cristiana
La vieja acusación luterana de que St no predica a Cristo no se sostiene. Hoy la pregunta que se plantea es: ¿qué significa predicar a Cristo? Sería un prejuicio suponer que sólo hablar de la muerte, resurrección y parusía sea predicar a Cristo, o establecer la "justificación por la fe" como centro del evangelio, menospreciando cuanto no ofrezca expresamente esa afirmación. Curiosamente el estrato más antiguo de los evangelios (Q) no tiene esa temática, sino la conservación de la ética de Jesús. "Al menos la mitad de la predicación de Jesús ofrece material ético: enseñanzas prácticas y concretas, exigencias positivas, imperativos, parénesis. En St no sucede en menor medida. Quien desea hacer de la ética de Jesús algo propio, quien la sigue comunicando a la iglesia y la hace resonar en ella, ése predica a Cristo". Y esto lo ha realizado Santiago como ningún otro hagiógrafo neotestamentario" (F.Mussner).
Por otra parte, la ética de St no es distinta de la de Jesús, ni se da en él un retroceso hacia la casuística rabínica. Como en Jesús, también en St la ética se reduce a ayuda al prójimo, perdón, paciencia, orientación escatológica de la vida. Realmente puede decirse que escuchar a Santiago es escuchar a Jesús. Ya hemos mencionado los múltiples contactos entre St y con el Sermón del Monte, cuya conclusión es la llamada -que constantemente resuena en St- a hacer realidad las palabras que se escuchan (comparar Mt 7,24-27 con St 1,22-25).
3.2. La ortodoxia se verifica en la ortopraxis
St cuenta con que sus destinatarios son "oyentes de la Palabra" (1,22), y en ningún caso niega que hayan sido justificados por la fe. Pero insiste, contra un cristianismo descomprometido o desencarnado o de evasión, en que esa audición de la Palabra se verifica en una "ley", que no es ciertamente la ley veterotestamentaria en su complejidad casuística, sino la "ley perfecta de la libertad"(1,25), la exigencia evangélica de respuesta a la Palabra oída. El cristiano que ha sido reengendrado por la acogida de la Palabra queda capacitado para vivirla. Debido a esta capacitación recibida, la ética no es ya una carga, sino una realización espontánea, exigida por la "nueva criatura" que ha surgido en el creyente. Por esta inclinación espontánea a seguir los caminos del amor de Jesús, puede hablarse de ley "de libertad". San Pablo enseña que "habéis sido llamados a la libertad...servíos por amor los unos a los otros"(Ga 5,13). O bien, que "el que recibió la llamada del Señor siendo esclavo, es un liberto del Señor; igualmente, el que era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo" (1Co 7,22; cf. St 1,9s.), y debe "cumplir la ley de Cristo" (Ga 6,2). St podría usar el mismo lenguaje paulino si no fuera por la polémica que le ocupa.
Igualmente parece oponerse St a un cristianismo de mera confesión de fe o de oración-palabrería. Probablemente, dado el contexto, la traducción correcta de St 1,26 sea: "si alguno se cree religioso porque no refrena su lengua (¡está siempre rezando!)... su religión es vana". A continuación el autor le da la "receta": visitar huérfanos y viudas y huir de todo negocio sucio.
3.3. Las obras y la fe
Es el tema central del escrito, muy traído y llevado en la reforma protestante y frecuentemente mal interpretado en la historia posterior. En St, como en Ga, se trata en forma polémica, lo que impide a los autores elaborar una formulación completa del problema teológico. Pablo negó -contra la autosuficiencia judaizante- que la práctica de la ley judía pudiera granjear a nadie la justificación. St niega -contra un cristianismo de evasión- que en el cristiano, ya justificado por la fe, sea irrelevante el tipo de conducta que adopte. Pablo afirmó que lo importante en el cristiano es "la fe que actúa por la caridad" (Ga 5,6) y considera un absurdo que los que han muerto al pecado sigan viviendo en él (Rm 6,2). Santiago no puede admitir que el que se considera justificado se desentienda de verificar esa justificación en la vida cotidiana, prescindiendo de la práctica de la misericordia (St 2,13.15), juzgando y condenando a su hermano (4,11), dejándose llevar de la ambición (4,2), etc.
En realidad, Pablo nunca menospreció, sino que exigió las buenas obras que deben seguir a la justificación. Y la carta de Santiago no pide obras que lleven a la justificación o que puedan ponerse en el lugar de la fe, sino de las que demuestren que la justificación por la fe ya ha tenido lugar. Pablo no admite que en un cristiano quepa una fe sin sus obras correspondientes, y Santiago no admitiría unas obras desligadas de la fe, pues no serían obras de cristiano.
Tanto para Santiago como para Pablo, el hombre pecador se confía a la misericordia de Dios (fe) y queda rehabilitado (justificado) generosamente por el Dios compasivo; y de este hombre rehabilitado (santificado) son exigibles obras santas para que no sea en sí mismo una contradicción. La mejor síntesis se encuentra en un escrito deuteropaulino: "estando nosotros muertos a causa de nuestros delitos... Dios nos vivificó... por la gracia mediante la fe... en orden a las buenas obras que de antemano dispuso que practicáramos" (Ef 2,5-1O). Es la síntesis serena, latente en Pablo y Santiago, pero que ellos no pudieron formular así debido al ambiente polémico en que se movían.
3.4. Pobres y ricos en la comunidad
Después del tercer evangelio, es la carta de Santiago el escrito neotestamentario en que más acritud se muestra contra los ricos. Ellos son "los que oprimen y arrastran a los tribunales... los que blasfeman el hermoso nombre" (2,6-7), los que han "defraudado el jornal de los segadores" (5,4), los que ambicionan, envidian, hacen la guerra y matan (!) para conseguir lo que desean (4,2), los que condenan y asesinan al inocente (5,6).
El autor no se recata en las amenazas contra estos poderosos: han "engordado para el día de la matanza" (5,5); ya pueden gemir por las desventuras que van a sobrevenirles (5,1), pues el juicio de Dios no tardará (5,8). Se confían en una seguridad engañosa (4,13s), como el necio del evangelio (cf. Lc 12,16-21), sin saber qué será de ellos mañana.
Frente a este egoísmo insensible, la justificación cristiana exige la práctica de la misericordia con el desvalido (2,14). Ciertamente St no propone un programa de reforma social de amplio alcance. Al igual que Pablo (cf. carta a Filemón), debe de ser consciente de que el cristianismo es irrelevante en el imperio romano. Por otra parte, la proximidad de la parusía no deja espacio para idear reformas sociales a largo plazo. Pero los ideales que no caben en relación al imperio, deben ponerse en marcha en la comunidad cristiana.
La protesta de St no se dirige únicamente contra los ricos, sino también contra los pobres que adulan a los ricos o se resignan ante las desigualdades sociales (2,2-4). Los favoritismos son un pecado contra el decálogo (siempre reafirmado tanto por Pablo como por Santiago), y hacen que algunos pobres sean explotados no sólo por los poderosos, sino también por otros pobres. También a estos pobres que tienen favoritismos se les amenaza con la severidad del juicio (2,13).
3.5. La oración y su poder
No es un tema tratado por extenso en la carta, pero el hecho de que se lo mencione repetidamente indica que es de importancia para el autor. El piensa exclusivamente en la oración de petición (5 veces el verbo griego aitêin). Respecto de la fuerza de la oración, recuerda el ejemplo de Elías que con ella impidió llover e hizo llover (St 4,17s.); ese mismo poder se manifiesta en el perdón de los pecados de aquel por quien se ora (5,16) y en la curación de los enfermos (5,15). En los consejos de St resuenan las sentencias evangélicas referentes a la confianza con que la oración debe hacerse (1,6s. cf. Mc 11,24; Lc 11,9s.). La referencia a Dios debe darse en todas las circunstancias de la vida; por eso al triste se le pide que ore, y al que se encuentra bien y alegre que cante cantos de alabanza (4,13). St pone en guardia frente a una oración mal hecha, egoísta y viciada, que Dios no escucha (4,3).
3.6. La "sacramentología" de St
En este escrito no encontramos mención explícita de los dos grandes sacramentos de la iglesia: el bautismo y la cena. La asamblea de la comunidad (en la que podría darse la fracción del pan) es mencionada en St 2,2. La "palabra plantada en vosotros", de la que se dice que tiene poder de salvar (1,21), es muy probablemente una designación de la catequesis bautismal, o, quizá, de la fórmula misma del bautismo. Pero lo característico de St es la mención de la unción de enfermos y de la confesión de los pecados.
3.6.1. La unción de enfermos
Respecto de la unción es importante notar que no parece requerirse una enfermedad grave para poder practicar el rito, que corresponde a los Ancianos de la comunidad, que va acompañada de la oración y que es el Señor quien cura y salva al enfermo (5,14s.). La expresión excluye, por tanto, cualquier asomo de poder mágico y pone su acento en la fe.
En el contexto ambiental de Santiago, como nos informan una serie de apócrifos, estaba muy extendida la idea del "aceite de la vida"; se creía que en el paraíso había existido, junto al árbol de la vida, el olivo, cuyo aceite habría aliviado a Adán en sus dolores de muerte (Vida de Adán, 36), y se atribuían al aceite propiedades sobrenaturales, además de las experimentadas propiedades médicas (cf. Lc 10,34). Sin duda que todo este trasfondo pudo influir en Santiago, pero lo determinante debió de ser el recuerdo que nos transmite Mc 6,13, de que los Doce, enviados por Jesús, "ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban"; lo mismo que aquellos lo hacían con el poder de Jesús, ahora se realiza invocando el nombre del Señor. La sucesión de verbos "salvará, restablecerá, será perdonado" nos habla de una sanación integral de la persona, que recupera su bienestar y su paz con Dios.
3.6.2. La confesión de los pecados
La confesión mutua de los pecados (5,16) es otro rasgo original de St dentro del Nuevo Testamento. La conexión gramatical de este versículo con el precedente hace suponer que el enfermo al que ungen y por el que oran los Ancianos confiesa ante ellos sus pecados. La confesión (pública o privada) de los pecados era usual en el judaísmo; ya Prov 28,13 enseñaba que "al que encubre sus faltas no le irá bien; el que las confiesa y abandona obtendrá piedad". En la regla de Qumrân (1QS I,23) y en el ministerio del Bautista (Mc 1,5) se nos informa de que el convertido confiesa sus pecados; algo parecido debió de darse en la actividad misionera de la iglesia lucana (Hch 19,18). Lo nuevo de St es que esa praxis se continúa en la vida cotidiana de la iglesia: lo mismo que los cristianos oran unos por otros, así también deben confesarse los pecados mutuamente. En relación con esta confesión no se menciona a los Ancianos como receptores especiales de la misma; en St 5,16 no es posible encontrar ya el futuro sacramento de la reconciliación, pero sí un primer paso hacia él. En todo caso, el pasaje ofrece un precioso ejemplo de la estrecha comunitariedad en que Santiago desea que se realice la experiencia de fe.
DOCUMENTACIÓN AUXILIAR
1. SANTIAGO EL HERMANO DEL SEÑOR, SEGÚN HEGESIPO
(citado por Eusebio)
"Por su eminente rectitud se le llamaba el Justo y Oblías, que en griego quiere decir protección del pueblo y justicia, como declaran los profetas acerca de él" (HE II,23,7).
"Se reunieron, pues, delante de Santiago y dijeron (...): Yérguete, pues, sobre el pináculo del templo para que desde lo alto seas bien visible y el pueblo todo oiga tus palabras" (HE II,23,11). "Subieron, pues, y arrojaron abajo al Justo, y se decían unos a otros: ¡lapidemos a Santiago el Justo! Y comenzaron a apedrearlo, porque al caer arrojado no había muerto... Y cuando estaban así lapidándole, un sacerdote, uno de los hijos de Recab, hijo de los Recabín, de los que el profeta Jeremías había dado testimonio, gritaba diciendo: Parad, ¿qué estáis haciendo? El Justo ruega por vosotros. Y uno de ellos, batanero, agarró el mazo con que batía los paños y dio con él en la cabeza del Justo, y así es como éste sufrió martirio" (HE II, 23,16-18).
2. LUTERO Y LA CARTA DE SANTIAGO. ACTITUDES CAMBIANTES
"Cuando Santiago y el Apóstol (Pablo) dicen que el hombre se justifica por las obras, combaten la falsa comprensión de aquellos que pensaban que era suficiente la fe sin sus obras, pero el Apóstol no dice que la fe justifica sin sus propias obras, sino sin las obras de la ley. Por tanto, la justificación requiere no las obras de la ley, pero sí una fe viva que realice sus obras" (Curso sobre la carta a los Romanos, 1.515-16).
"En esto se conocerá qué es una doctrina o una predicación cristiana correcta. Si uno quiere predicar el evangelio, ante todo debe ocuparse de la resurrección de Cristo. Quien no la predica no es apóstol, pues esto es el artículo fundamental de nuestra fe, y los libros que más predican y se ocupan en esto son los más ricos y apreciables. Por ahí se puede notar claramente que la carta de Santiago no es una carta verdaderamente apostólica, pues en ella no hay una sola letra sobre esos asuntos" (Hom. sobre 1P 1.522).
"La epístola de Santiago la excluiremos de esta conversación, pues no vale nada, no contiene una sílaba acerca de Cristo. Sólo nombra a Cristo al comienzo. Considero que la compuso algún judío que quizá había oído hablar de Cristo pero que no comulgaba con él. Y porque él oyó que los cristianos se preocupaban tanto por la fe en Cristo, pensó: Señor, tienes que encontrarte con ellos y juzgar negativamente las obras que él (sic) realiza. Acerca de la pasión y resurrección de Cristo no dice ni palabra, lo cual constituía la predicación de todos los apóstoles. Además no se encuentra en esta carta ningún orden ni método; primero habla de los vestidos, luego de la ira, saltando siempre de un tema a otro. Ofrece una comparación: como el cuerpo no vive sin el alma, así la fe no es nada sin las obras. ¡Oh María, Madre de Dios! ¡Qué pobreza de símil! Compara la fe con el cuerpo, cuando en realidad debe ser comparada con el alma" (Charlas de Sobremesa -escrito hacia el año 1.542-).
Respecto de la canonicidad de St, para Lutero "canónico" se identifica con "apostólico", y esto no es un concepto histórico o de autenticidad, sino "kerigmático", en el sentido de "predicar a Cristo y tratar sobre él". "El recto criterio para valorar los libros (si son bíblicos o no) consiste en considerar si tratan de Cristo o no. Lo que no enseña a Cristo no es apostólico, aunque lo enseñe Pedro o Pablo. Y al contrario, lo que predica a Cristo es apostólico, así lo haga Judas, Anás, Pilatos o Herodes". Por ello, comparando la carta de Santiago con el evangelio de Juan, las cartas de Pablo y 1P, Lutero dice taxativamente: "por eso la carta de Santiago es una auténtica antiepístola, pues no contiene en sí evangelio de ninguna clase" (Septemberbibel, 1.522).
CLAVE CLARETIANA
LA CREDIBILIDAD DEL ANUNCIO
"El seguimiento de Cristo, tal como se propone en el Evangelio, es, pues, para nosotros la norma suprema" (CC 4). La coherencia entre lo que se proclama y lo que se vive es una exigencia natural para el discípulo de Jesús, enviado a proclamar la Buena Nueva del Reino. Tanto los Evangelios como los otros escritos neotestamentarios insisten repetidamente en ello. El P. Fundador, en el opúsculo "Explicación de la Paloma", animando a los seglares a progresar en el camino de la santidad, les invita a amar a Dios "no sólo de boca, sino con obras y verdad" (EE p.90). Los capítulos que Claret dedica en la Autobiografía a las "Virtudes necesarias para hacer fruto" (Aut 340-453), son una clara llanada a la coherencia de vida, que hace creíble la Palabra que se anuncia.
La carta a Santiago llega al corazón del misionero como una invitación a la santidad de vida, a asumir en su propia vida la Palabra que proclama con sus labios. Es lo que nos piden las Constituciones: "Esfuércense por llegar a la plena madurez de Cristo para que puedan comunicar con mayor eficacia a los demás la gracia del Evangelio" (CC 50). Se trata de la exigencia de recuperar en nuestra vida "aquellas formas de pensar y comportarse que corresponden al radicalismo evangélico que profesamos" (SP 13). Por ello, la carta de Santiago nos invita, al mismo tiempo, a confiarnos dócilmente a la acción del Espíritu del Señor, el único que puede, de verdad, operar la transformación de nuestras vidas y hacernos testigos creíbles del Reino.
CLAVE SITUACIONAL
1. Con palabras y con obras. Si evangelizar no es fundamentalmente predicar una doctrina sino relatar un acontecimiento, parece lógico que para evangelizar no basten las palabras, es necesario algún tipo de comprobación. Escuchamos lo que Congar escribía al final de su vida: "He comprendido, sobre todo desde que estoy enfermo y necesito constantemente la ayuda de mis hermanos... que todo lo que prediquemos y digamos, por muy sublime que sea, nada vale si no está avalado por la práctica, por acciones reales y concretas de servicio y de amor. Creo que me faltó un poco de esto en mi vida, fui un poco demasiado intelectual". ¿No crees que esto es transformar el mundo, que esto es la llegada de Jesús y su Reino "con palabras y con obras"? ¿Qué sensación tienes de cara a tu servicio de la Palabra en contraste con tus propias obras?
2. El síndrome de Nicodemo. Nuestra acción pastoral debe invitar a una vida de fe que no se apoye en el poder, que no controle la realidad intelectual, cultural y social. En esa vida de fe lo importante será en primer lugar vivir en una comunidad orante y confesante. Como decía Rahner: "el cristiano del futuro o será un místico o no existirá en absoluto". En algunos lugares de nuestro mundo la presión social de los sectores increyentes, agnósticos e indiferentes será cada vez más intensa. Por tanto una comunidad formada por creyentes debe orar asiduamente, participar en el culto y los sacramentos, no temer confesar la fe en público y dar testimonio en su vida laboral y social. También será importante vivir en una comunidad misional. La fe cristiana no es eclesiocéntrica, sino teo y cristo-céntrica. Tiene que resultar públicamente perceptible. La iglesia debe ser silenciosa sólo donde sea silenciada. Hay que reaccionar ante el "síndrome Nicodemo". No podemos refugiarnos en una religiosidad íntima e intransitiva, al interior de movimientos sin proyección misionera, sin compromiso por la transformación de la sociedad según el corazón de Dios. ¿Cómo alumbraría nuestra luz ante los hombres?
3. Sin renunciar a la palabra. ¿Cómo debe ser el servidor de la nueva alianza? Haberse dejado evangelizar, evangelizar desde el testimonio comunitario y evangelizar con la palabra. No basta que nos quieran ver, es necesario que también nos quieran oir, como al Maestro (Mt 3,8). Desde las obras y las palabras podemos ser fermento. Pero no desde dentro, sino desde fuera. Decía Evely con ironía: "Confiaremos el hijo a una guardería católica, a un buen colegio católico y a una universidad católica. Luego procuraremos integrarlo cuanto antes en un sindicato católico, en una mutua católica, en un círculo católico, en un club deportivo católico. Y cuando haya muerto en una clínica católica, entre las manos de un médico católico, aquella sal de la tierra nunca habrá salado nada, y aquella levadura siempre habrá estado cuidadosamente preservada de la masa". Si nos protegemos en los reductos confesionales ¿qué posibilidad nos queda de evangelizar? Repetimos: ¿cómo debe ser el servidor de la nueva alianza?
4. Dejemos a Santiago que pregunte:
* Cuando discrimináis al pobre ¿no estáis actuando con parcialidad y os estáis convirtiendo en jueces que actúan con criterios perversos?
* ¿No eligió Dios a los pobres según el mundo para hacerlos ricos en fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman?
* ¿No son los ricos los que os oprimen y os arrastran a los tribunales? ¿no son ellos los que deshonran el hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros?
* ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe?
* ¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros?
* ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?
* ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?
* ¿Sabéis acaso lo que será mañana de vosotros?
CLAVE EXISTENCIAL
1. La caridad fraterna. ¿Cómo se practica en tu comunidad la revisión de vida, la corrección fraterna, la ayuda mutua? ¿Crees que se ejercita la caridad fraterna con los ancianos y enfermos de una manera especial?
2. Actitud frente a los demás. ¿Somos propensos a sembrar discordias, a discutir, a murmurar? ¿Nos constituimos fácilmente en jueces de nuestros propios hermanos? ¿Defiendo siempre a los míos ante cualquier ataque justificado o injustificado?
3. Testimonio cristiano. ¿Podríamos invitar a cualquiera a observar nuestra vida y lo que ella implica de coherencia respecto a nuestra palabra? ¿Somos conscientes de que, para algunos, nosotros somos "la" iglesia? ¿Qué iglesia representamos?
4. Presencia de los pobres en nuestra vida. Olvidándonos ahora de la galería ¿llevamos una vida de compromiso sincero con los pobres? ¿Son ellos realmente los privilegiados de nuestro ministerio apostólico y de nuestra compañía fraterna? Mi tiempo libre, mis aficiones, mis vacaciones, mis viajes, mis gastos, ¿son coherentes con mi compromiso con los pobres?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: St 2,14-26
3. Diálogo sobre el TEMA XI en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).
4. Oración de acción de gracias o de intercesión.
5. Canto final
TEXTO: CARTA DE SANTIAGO
CLAVE BÍBLICA
1. NIVEL HISTÓRICO
La carta de Santiago es uno de los grandes enigmas del Nuevo Testamento. Ya lo fue para la iglesia del siglo II, que, en general, se negó a aceptarla como canónica. Algunos datos al respecto.
1.1. Autor del escrito
El autor se designa a sí mismo como "Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo". Ahora bien, por el Nuevo Testamento conocemos al menos tres personajes de nombre Santiago: el hijo de Zebedeo, Santiago el de Alfeo (o el menor), y Santiago "el hermano del Señor". No parece probable que el autor de esta carta sea un miembro del colegio de los Doce, pues sería inverosímil que, escribiendo a "las doce tribus dispersas", prescindiese de su título de apóstol, padre del nuevo pueblo de Dios que se fundamenta en los nuevos doce patriarcas.
El dilema debe plantearse, por tanto, entre la autoría del "hermano del Señor" y la posibilidad de seudonimia. Y hay que reconocer desde el principio que actualmente no existe acuerdo en este punto.
1.1.1. ¿Qué sabemos del "hermano del Señor"?
La tradición evangélica conoce un "Santiago" entre los parientes de Jesús, y en relación con su madre María (Mc 6,3; Mt 13,55; cf. Mc 3,31). Dichos parientes de Jesús no formaron parte del grupo de sus seguidores, pues no creían en él (Jn 7,5; cf. Mc 3,21s.31s.).
Pero, tras la resurrección, Santiago recibirá una aparición del Cristo glorioso y quedará incorporado a la iglesia (1Co 15,7), en la que pronto desempeñará un papel dirigente, al menos en Jerusalén (cf. Ga 1,19; 2,9; Hch 12,17; 15,13; 21,18).
Desde su iglesia judeocristiana de Jerusalén, de la que llegó a ser principal dirigente, quizá por sintonía natural, quizá por acuerdo tomado en el "Concilio"(cf. Ga 2,9), Santiago parece sentirse responsable también de las comunidades judeocristianas de fuera de Palestina, que, en su opinión, deben continuar observando la ley judía, ya que su fe cristiana no las separa de su ascendencia abrahamítica ni las exime de atenerse a las cláusulas de la antigua alianza. Por eso Santiago envía "visitadores" a los judeocristianos de Antioquía (Ga 2,12), le preocupa que Pablo pueda apartar de la ley mosaica a los judeocristianos de diáspora (Hch 21,21s.), y hace cuanto puede para que en las comunidades mixtas de diáspora se creen las condiciones que permitan al grupo judeocristiano seguir practicando la ley (Hch 15,20s.).
Según la antigua historia eclesiástica (Eusebio, citando a Hegesipo), el judecristiano Santiago gozó de un enorme prestigio en Jerusalén, tanto entre los judeocristianos como entre los simples judíos; recibió el sobre nombre de "el justo" y concitó la envidia del sumo sacerdote Anás II, el cual, aprovechando un interregno de gobernadores romanos, le hizo despeñar desde el pináculo del templo en el año 62.
1.1.2. ¿Pudo ser el "hermano del Señor" autor de este escrito?
El carácter judío de la carta de Santiago es indiscutible; sus referencias a la ley son constantes, y su preocupación por los judeocristianos de diáspora queda clara desde la dedicatoria inicial: las doce tribus de la dispersión. Tanto es así, que algunos han opinado que St sería en su origen un texto puramente judío, "cristianizado" posteriormente mediante algunas interpolaciones.
Actualmente esta opinión es insostenible, pues St está lleno de elementos de tradición cristiana, algunos muy primitivos (se ha defendido también, no hace mucho tiempo, que St pudiera ser el libro más antiguo del Nuevo Testamento -J.A.T.Robinson-). El núcleo mismo del escrito gira en torno a un problema típicamente eclesial: el desconcierto que la predicación paulina pudo suscitar en ciertos ambientes judeocristianos.
En St encontramos la contraposición Santiago-Pablo, bien conocida por la historia neotestamentaria, según lo expuesto más arriba, y parece pertenecer a una época en la que las comunidades judeocristianas tienen un notable peso en la iglesia. No se encuentra en St la menor referencia a la destrucción del templo, ni parece que el autor conozca las cartas de Pablo (con cuyas parénesis habría podido obviar las interpretaciones unilaterales o abusivas). Todo ello parece conducir a la conclusión de que se trata de un documento muy antiguo, que cuadra mucho mejor con la época en que vivió "el hermano del Señor" y con sus preocupaciones características que con los últimos años del siglo primero.
1.1.3. Dificultades contra la autenticidad
La mayor dificultad es la lengua y estilo de la carta. St tiene ciertamente abundantes semitismos, sobre todo en la fraseología, paralelismos, etc; es indudable que el autor piensa en judío; pero escribe en una koiné elegante y supercorrecta. ¿Sería capaz el "hermano del Señor", que probablemente nunca salió de Palestina, de escribir en griego una composición tan perfecta? Aquí hay que tener en cuenta que el griego no era desconocido en Palestina, que la gente más culta lo dominaba desde la época seleúcida, y que nada sabemos sobre los conocimientos lingüísticos de Santiago. Por otra parte, dado que el escrito va dirigido a personas ya muy afincadas en el mundo helenista, es normal que el autor se preocupase de enviarles un escrito que les resultase lo más familiar posible, ya poniendo a contribución sus mejores conocimientos del griego, ya valiéndose de un colaborador grecoparlante.
También se ha objetado que la ausencia de elementos carismáticos, y, por tanto, la notable institucionalización de la iglesia, invitan más bien a pensar en una época tardía, no en la anterior al año 62; pero conviene recordar que en Jerusalén predomina desde el principio la institución, frente a Antioquía y el mundo paulino, donde lo carismático tiene mayor relieve. Y una cierta mundanización de la iglesia, contra la que también lucha nuestro escrito, puede haberse producido ya para los años 60 (mundanización que, por lo demás, coexiste con la espera de la parusía próxima, plenamente explicitada en St 5,8s.).
Otra objeción que podría ponerse es que el autor no se da a sí mismo el título de "hermano del Señor", título que quizá podría haber corroborado su autoridad. Pero, frente a ello, conviene no olvidar que el parentesco con Jesús no fue siempre un título de gloria en el primitivo cristianismo; Jn 7,5 afirma expresamente que los parientes de Jesús no creían en él, y Mc 3,21.31-35 pudiera contener una invectiva implícita contra la autoridad que la familia de Jesús ha ido adquiriendo en la iglesia.
1.2. Destinatarios de este escrito
1.2.1."Las doce tribus de la dispersión"
Esta denominación, en principio, nos indica que se trata de las iglesias judeocristianas de fuera de Palestina; si bien no se puede excluir a priori que sean iglesias paganocristianas que se comprenden a sí mismas como el verdadero Israel (cf. Flp 3,3: "la verdadera circuncisión somos nosotros") y entienden su existencia en este mundo como la de "extranjeros y peregrinos" (cf. 1P 2,11).
Esta segunda posibilidad teórica, sin embargo, resulta inverosímil por el contenido de la carta, que -ya se ha indicado- algunos han considerado como un escrito originariamente judío y no cristiano. Las referencias a la ley son constantes; los ejemplos se extraen del Antiguo Testamento, y el razonamiento central gravita en torno a la interpretación de Gn 15 y 22: la justificación de Abrahán por la fe o por las obras. A la reunión de la comunidad se la denomina en una ocasión "synagogé" (St 2,2).
1.2.2. Pero son destinatarios cristianos
No sólo nos encontramos con la mención del Señor Jesucristo (1,1; 2,1), o del "Señor de la gloria" (2,1; cf. 1Co 2,8), sino con un gran acervo de tradición parenética cristiana primitiva, cercana especialmente al Sermón del Monte y a la tradición paulina.
Por otra parte, la polémica en torno a la contraposición fe/obras no se comprende sin un cierto conocimiento de la doctrina paulina de la justificación, tal como se vivía dentro del cristianismo primitivo.
El lenguaje escatológico de St 5,7-10 es típicamente cristiano; igualmente la designación de la comunidad como "ekklesía" (5,14), o las referencias a la conversión y el bautismo en 1,18-21.
1.2.3. ¿Dónde localizarlos?
Es evidente que se trata de algo más que una comunidad. La mención de las "doce tribus dispersas" hace pensar, en principio, en un grupo de comunidades judeocristianas de diáspora; así el escrito debe entenderse como una especie de encíclica. No podemos saber en qué medida Santiago se sentía responsable del judeocristianismo de diáspora y este cristianismo le consideraba a él como autoridad. Parece probable que, al menos, creyese tener esa autoridad sobre las comunidades destinatarias de las "cláusulas de Santiago" (Hch 15,20.29): Antioquía, Siria y Cilicia (Hch 15,23).
Curiosamente la carta que nos ocupa tiene un especial parentesco con una serie de escritos surgidos en esa zona: Mt, Didakhé, Kerygmata Pétrou: sólo en Mt 5,34, en St 5,12 y en KgPt Hom 3,55 se encuentra la prohibición del juramento; la unción con óleo se encuentra en St 5,14, en Did 100 y, al menos aludida, en KgPt Recogn 1,45. Los múltiples contactos de St con Q orientan en la misma dirección.
1.3. Ocasión y objetivo de la carta
1.3.1. Objetivo general
De la lectura del escrito podemos concluir que Santiago se propone ofrecer a un grupo de comunidades judeocristianas una serie de exhortaciones en orden a dar forma concreta a la fe que profesan, evitando que ésta se quede en unas meras ideas, sin conexión con la vida cotidiana, particularmente en un tiempo de tentación o tribulación (1,2.12s.)
La falta de sistematicidad que encontramos en St es precisamente la consecuencia palpable de que no se trata de una tesis teológica rigurosa, sino de mostrar con una serie de ejemplos de cómo la fe cristiana se verifica en el comportamiento habitual del creyente.
1.3.2. Pero hay una preocupación coyuntural específica
Dentro de la mencionada asistematicidad hay que contar con una excepción: St 2,14-26 desarrolla con amplitud un tema teológico-moral que puede servir de fundamentación al centón de recomendaciones dispares y dispersas. En ese pasaje el autor se esfuerza por mostrar que la verdadera fe debe manifestarse en la santidad de vida.
Lo curioso es que el razonamiento del autor no parece puramente objetivo o autónomo, sino que está inconfundiblemente en relación con algún tipo de "paulinismo". Es sorprendente que St 2,23 cite el mismo texto del Antiguo Testamento que Ga 3,6 y Rm 4,3: "Abrahán creyó en Dios y le fue reputado como justicia" (Gn 15,6); pero es más sorprendente aún el comentario de St 2,24: "veis pues que el hombre es justificado por las obras y no sólo por la fe", comentario muy alejado del de Pablo: "por las obras de la ley nadie será justificado" (Ga 2,16; cf.Rm 3,20; 3,28; 4,5).
Desde luego hay que tener en cuenta que la contradicción Santiago/Pablo no es total. Santiago no niega la justificación por la fe, sino "solamente por la fe", y Pablo no niega las obras, sino "las obras de la ley". Es curioso, por otra parte, que las obras que menciona St son siempre las de la caridad fraterna, no las obras de la ley judía, y Pablo entiende que la novedad cristiana frente al judaísmo es "la fe que actúa por la caridad" (Ga 5,6).
Es innegable que tanto Ga (y Rm) como St son escritos polémicos, con afirmaciones parciales y sesgadas. La pregunta que puede plantearse es "¿quién polemiza contra quién?". Casi seguro que no polemiza escrito contra escrito, sino cada escrito contra la actitud de un determinado grupo de fieles que corren el riesgo de la unilateralidad. En todo caso, conviene tener en cuenta que la alternativa fe/obras es completamente extraña al judaísmo y que sólo puede haberse originado en ambiente paulino. Por tanto habrá que considerar St como la expresión de una reacción contra un paulinismo sesgado, interpretado abusivamente, lo que lleva al autor a alguna afirmación también un tanto unilateral; pero, en general, St tiende más a la síntesis fe-obras, al equilibrio, a la no-exclusividad.
1.3.3. ¿Cuándo se dio tal polémica?
La carta de Santiago parece ser producto de una época en que la confrontación paganocristianismo/judeocristianismo estaba en plena efervescencia y daba lugar a todo tipo de excesos y exageraciones, época sobre la que iluminan tanto la carta a los Gálatas como una serie de tradiciones conservadas en los Hechos. Quizá surgió St poco después que Rm, en torno al año 60 (Mussner). Pero no parece que Santiago haya conocido directamente las cartas de Pablo, pues en tal caso con ellas mismas podría haber argumentado persuasiva y tajantemente en contra de los excesos que quiere combatir. No combate paulinismo, sino "pseudopaulinismo".
Después de la muerte de Santiago (año 62), o al menos después de la destrucción de Jerusalén (año 70), ya no hubo un judeocristianismo significativo dentro de la iglesia ortodoxa y fuera de Palestina que pudiera identificarse seriamente con "las doce tribus dispersas". St no hace la menor referencia a la lamentable situación de los pocos supervivientes de la catástrofe en Palestina y oriente. Los defensores de una datación tardía del escrito buscan en vano una situación concreta y conocida que lo exija o justifique.
2. NIVEL LITERARIO
2.1. El género
El esquema del escrito es cercano al epistolar. Tiene el encabezamiento convencional (remitente, destinatario, saludo), ligeramente tocado por la peculiaridad cristiana ("siervo de Dios y del Señor Jesucristo"). El saludo es todavía el profano (salud), en vez del acuñado por Pablo (gracia y paz). A lo largo de la composición se utiliza constantemente la segunda persona, lo cual es signo de cercanía y aleja de la frialdad de un tratado. Pero no hay en la carta signos de estrecha relación entre autor y destinatarios, normal dado el carácter de "encíclica" que ya se hace notar en el encabezamiento. El lector echa de menos una despedida cordial.
Pero dentro del género epistolar está la caracterización de parénesis sapiencial. Se trata de una serie de exhortaciones, llenas de sabiduría de la vida fecundada por la motivación cristiana. El autor es un buen pedagogo, acertado en el uso de ejemplos, comparaciones, imágenes, etc. Por el carácter parenético del escrito abundan los modos verbales volitivos, tanto el imperativo como el subjuntivo.
2.2. Estructura
Como sucede normalmente con las composiciones de exhortación, en St no puede detectarse un esquema muy coherente o rígido; los temas se suceden sin notable lógica, algunas veces enlazados por meras palabras corchete. El escrito parece heredero de la actividad profética de un judeocristianismo siropalestinense, al que muy probablemente se debe también la elaboración de los logia (Q) como palabras del Señor, los discursos apocalípticos y de radicalismo evangélico que han quedado en los sinópticos, y los reglamentos comunitarios de la Didajé o de Mt 18 (Köster).
A pesar de esta asistematicidad, en el escrito pueden detectarse:
a. Saludo epistolar (1,1): remitente, destinatarios, saludo.
b. Prólogo (1,2-18), que es un pequeño tratado sobre la tentación y su sentido. Se le puede llamar prólogo porque en él se insinúan algunos temas que se desarrollarán más tarde, como la pobreza y riqueza, la necesidad de sabiduría, la urgencia de vencer la inconstancia, etc.
c. Cuerpo (1,19 - 5,6), en el que, un poco al azar, se van sucediendo diversos temas, unidos/separados por palabras corchete y por vocativos.
* 1,19-27: la enseñanza de la Palabra hay que llevarla a la práctica.
* 2,1-13: contra la acepción de personas en la reunión litúrgica, que sería el indicio de una fuerte mundanización e iría contra la verdadera fe en Jesucristo.
* 2,14-26: es el único pasaje de St que tiene carácter estrictamente doctrinal, en clara polémica con un paulinismo mal entendido.
* 3,1-12: contra los pecados de la lengua y la pretensión de sabiduría (¿contra falsos maestros de las comunidades?).
* 3,13-18: la sabiduría verdadera y sus signos.
* 4,1-12: patética descripción del estado de las comunidades destinatarias. Probablemente en lenguaje hiperbólico.
* 4,13 - 5,6: terrible invectiva contra los ricos, por su autosuficiencia y su falta de misericordia.
d. Conclusión (5,7-20). Una exhortación a la perseverancia paciente hasta la parusía y algunas indicaciones particulares, como la unción de enfermos y la confesión mutua de los pecados.
2.3. Contactos literarios
No es posible señalar un contacto directo entre St y otros escritos del Nuevo Testamento, pero los parentescos de contenido son innegables.
Ante todo, en St resuena el tema paulino de la justificación por la fe, con citas del AT idénticas a las de Ga y Rm y con comentario de las mismas en los mismos términos paulinos. Pero ciertas ausencias en St de textos paulinos que le habrían corroborado sus tesis, muestran que no conoció directamente tales escritos, sino el eco (abusivo) de la predicación que los precedió.
El libro del NT que más resuena en St es el evangelio de Mt, y particularmente sus cap.5-7, es decir, el Sermón del Monte (al igual que los lugares paralelos de Lc, o Sermón de la Llanura). Pero la formulación de unos mismos contenidos es casi siempre diferente, y frecuentemente se los usa en diversos contextos, lo cual debe tomarse como signo de que St no conoció directamente a Mt, sino probablemente la fuente Q o simplemente la predicación que, con el correr del tiempo, cristalizó en Q. Se han detectado hasta veinticinco paralelos entre St y Mt 5-7, además de otros fuera de esos capítulos: St 3,1s con Mt 23,8; St 5,19s con Mt 18,12.15s., etc. Temas típicos comunes son la prohibición del juramento (St 5,12), la exaltación del humilde (4,10), la exigencia de obras junto con la fe (2,14ss.), la promesa a los creadores de la paz (3,18), la imposibilidad de amar a Dios y al mundo (4,4), etc. En muchos casos St parece elaborar una pequeña meditación actualizadora de las palabras de Jesús.
Ni que decir tiene que St está notablemente familiarizado con el AT, del que no se limita a citar o evocar textos (siempre por los LXX), sino que también imita el estilo de algunos de sus libros (Prov, Sir, Sab).
2.4. Vocabulario y estilo
Una de las características de St es su corrección y elegancia estilística; ha sido cabalmente este hecho el que ha llevado a muchos a no admitir que pudiera ser obra del "hermano del Señor" (cf.supra).
El autor posee un rico vocabulario, pero no un lenguaje especializado, sino el de la lengua kioné culta en general. Ofrece 34 términos que no vuelven a aparecer en el NT, la mayoría de los cuales son palabras compuestas; 15 de esos 34 se encuentran en los LXX.
Especialmente frecuentes son las palabras "obras" (15 veces), "ley" (10 veces), "fe" (16 veces), "hermano" (19 veces), y la partícula griega prohibitiva "me" (25 veces), signo del tono parenético del escrito.
Frecuentemente el autor echa mano de recursos retóricos, como la interpelación a los lectores ("oíd" 2,5; "sabed" 1,19; "hermanos míos queridos" 1,16.19; 2,5.14), la pregunta retórica (2,6s.14.17; 3,11s; 4,1.5.), la personificación (1,15; 2,13; 4,1; 5,4), el vocativo reprensivo (2,20; 4,4; 4,8), la objeción -real o fingida- del oponente (1,13; 2,8.18), etc. El resultado de ello es un estilo muy vivo e incisivo.
La cultura semita del autor se observa en los abundantes biblicismos, como "en todos sus caminos" (1,8), "en sus sendas" (1,11), "realizador de la palabra" (1,22), "realizador de la obra" (1,25), "realizador de la ley" (4,11), "hacer la paz" (3,18). A su cultura semita se debe igualmente el frecuente uso del paralelismo, sobre todo del antitético (cf.1,9;3,9), a veces también del sinonímico (1,13; 5,4). El influjo de una lengua semita se observa en la frecuente sustitución de sintaxis por parataxis, sobre todo con sentido de condicional (cf. 1,25; 2,18) o de concesiva (3,5a). Ocasionalmente se encuentra algún "wau (gr.kaí) apodoseos"(4,15b). Se trata, pues, inconfundiblemente, de la lengua koiné culta utilizada por un judío.
3. NIVEL TEOLÓGICO
3.1. St es una carta cristiana
La vieja acusación luterana de que St no predica a Cristo no se sostiene. Hoy la pregunta que se plantea es: ¿qué significa predicar a Cristo? Sería un prejuicio suponer que sólo hablar de la muerte, resurrección y parusía sea predicar a Cristo, o establecer la "justificación por la fe" como centro del evangelio, menospreciando cuanto no ofrezca expresamente esa afirmación. Curiosamente el estrato más antiguo de los evangelios (Q) no tiene esa temática, sino la conservación de la ética de Jesús. "Al menos la mitad de la predicación de Jesús ofrece material ético: enseñanzas prácticas y concretas, exigencias positivas, imperativos, parénesis. En St no sucede en menor medida. Quien desea hacer de la ética de Jesús algo propio, quien la sigue comunicando a la iglesia y la hace resonar en ella, ése predica a Cristo". Y esto lo ha realizado Santiago como ningún otro hagiógrafo neotestamentario" (F.Mussner).
Por otra parte, la ética de St no es distinta de la de Jesús, ni se da en él un retroceso hacia la casuística rabínica. Como en Jesús, también en St la ética se reduce a ayuda al prójimo, perdón, paciencia, orientación escatológica de la vida. Realmente puede decirse que escuchar a Santiago es escuchar a Jesús. Ya hemos mencionado los múltiples contactos entre St y con el Sermón del Monte, cuya conclusión es la llamada -que constantemente resuena en St- a hacer realidad las palabras que se escuchan (comparar Mt 7,24-27 con St 1,22-25).
3.2. La ortodoxia se verifica en la ortopraxis
St cuenta con que sus destinatarios son "oyentes de la Palabra" (1,22), y en ningún caso niega que hayan sido justificados por la fe. Pero insiste, contra un cristianismo descomprometido o desencarnado o de evasión, en que esa audición de la Palabra se verifica en una "ley", que no es ciertamente la ley veterotestamentaria en su complejidad casuística, sino la "ley perfecta de la libertad"(1,25), la exigencia evangélica de respuesta a la Palabra oída. El cristiano que ha sido reengendrado por la acogida de la Palabra queda capacitado para vivirla. Debido a esta capacitación recibida, la ética no es ya una carga, sino una realización espontánea, exigida por la "nueva criatura" que ha surgido en el creyente. Por esta inclinación espontánea a seguir los caminos del amor de Jesús, puede hablarse de ley "de libertad". San Pablo enseña que "habéis sido llamados a la libertad...servíos por amor los unos a los otros"(Ga 5,13). O bien, que "el que recibió la llamada del Señor siendo esclavo, es un liberto del Señor; igualmente, el que era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo" (1Co 7,22; cf. St 1,9s.), y debe "cumplir la ley de Cristo" (Ga 6,2). St podría usar el mismo lenguaje paulino si no fuera por la polémica que le ocupa.
Igualmente parece oponerse St a un cristianismo de mera confesión de fe o de oración-palabrería. Probablemente, dado el contexto, la traducción correcta de St 1,26 sea: "si alguno se cree religioso porque no refrena su lengua (¡está siempre rezando!)... su religión es vana". A continuación el autor le da la "receta": visitar huérfanos y viudas y huir de todo negocio sucio.
3.3. Las obras y la fe
Es el tema central del escrito, muy traído y llevado en la reforma protestante y frecuentemente mal interpretado en la historia posterior. En St, como en Ga, se trata en forma polémica, lo que impide a los autores elaborar una formulación completa del problema teológico. Pablo negó -contra la autosuficiencia judaizante- que la práctica de la ley judía pudiera granjear a nadie la justificación. St niega -contra un cristianismo de evasión- que en el cristiano, ya justificado por la fe, sea irrelevante el tipo de conducta que adopte. Pablo afirmó que lo importante en el cristiano es "la fe que actúa por la caridad" (Ga 5,6) y considera un absurdo que los que han muerto al pecado sigan viviendo en él (Rm 6,2). Santiago no puede admitir que el que se considera justificado se desentienda de verificar esa justificación en la vida cotidiana, prescindiendo de la práctica de la misericordia (St 2,13.15), juzgando y condenando a su hermano (4,11), dejándose llevar de la ambición (4,2), etc.
En realidad, Pablo nunca menospreció, sino que exigió las buenas obras que deben seguir a la justificación. Y la carta de Santiago no pide obras que lleven a la justificación o que puedan ponerse en el lugar de la fe, sino de las que demuestren que la justificación por la fe ya ha tenido lugar. Pablo no admite que en un cristiano quepa una fe sin sus obras correspondientes, y Santiago no admitiría unas obras desligadas de la fe, pues no serían obras de cristiano.
Tanto para Santiago como para Pablo, el hombre pecador se confía a la misericordia de Dios (fe) y queda rehabilitado (justificado) generosamente por el Dios compasivo; y de este hombre rehabilitado (santificado) son exigibles obras santas para que no sea en sí mismo una contradicción. La mejor síntesis se encuentra en un escrito deuteropaulino: "estando nosotros muertos a causa de nuestros delitos... Dios nos vivificó... por la gracia mediante la fe... en orden a las buenas obras que de antemano dispuso que practicáramos" (Ef 2,5-1O). Es la síntesis serena, latente en Pablo y Santiago, pero que ellos no pudieron formular así debido al ambiente polémico en que se movían.
3.4. Pobres y ricos en la comunidad
Después del tercer evangelio, es la carta de Santiago el escrito neotestamentario en que más acritud se muestra contra los ricos. Ellos son "los que oprimen y arrastran a los tribunales... los que blasfeman el hermoso nombre" (2,6-7), los que han "defraudado el jornal de los segadores" (5,4), los que ambicionan, envidian, hacen la guerra y matan (!) para conseguir lo que desean (4,2), los que condenan y asesinan al inocente (5,6).
El autor no se recata en las amenazas contra estos poderosos: han "engordado para el día de la matanza" (5,5); ya pueden gemir por las desventuras que van a sobrevenirles (5,1), pues el juicio de Dios no tardará (5,8). Se confían en una seguridad engañosa (4,13s), como el necio del evangelio (cf. Lc 12,16-21), sin saber qué será de ellos mañana.
Frente a este egoísmo insensible, la justificación cristiana exige la práctica de la misericordia con el desvalido (2,14). Ciertamente St no propone un programa de reforma social de amplio alcance. Al igual que Pablo (cf. carta a Filemón), debe de ser consciente de que el cristianismo es irrelevante en el imperio romano. Por otra parte, la proximidad de la parusía no deja espacio para idear reformas sociales a largo plazo. Pero los ideales que no caben en relación al imperio, deben ponerse en marcha en la comunidad cristiana.
La protesta de St no se dirige únicamente contra los ricos, sino también contra los pobres que adulan a los ricos o se resignan ante las desigualdades sociales (2,2-4). Los favoritismos son un pecado contra el decálogo (siempre reafirmado tanto por Pablo como por Santiago), y hacen que algunos pobres sean explotados no sólo por los poderosos, sino también por otros pobres. También a estos pobres que tienen favoritismos se les amenaza con la severidad del juicio (2,13).
3.5. La oración y su poder
No es un tema tratado por extenso en la carta, pero el hecho de que se lo mencione repetidamente indica que es de importancia para el autor. El piensa exclusivamente en la oración de petición (5 veces el verbo griego aitêin). Respecto de la fuerza de la oración, recuerda el ejemplo de Elías que con ella impidió llover e hizo llover (St 4,17s.); ese mismo poder se manifiesta en el perdón de los pecados de aquel por quien se ora (5,16) y en la curación de los enfermos (5,15). En los consejos de St resuenan las sentencias evangélicas referentes a la confianza con que la oración debe hacerse (1,6s. cf. Mc 11,24; Lc 11,9s.). La referencia a Dios debe darse en todas las circunstancias de la vida; por eso al triste se le pide que ore, y al que se encuentra bien y alegre que cante cantos de alabanza (4,13). St pone en guardia frente a una oración mal hecha, egoísta y viciada, que Dios no escucha (4,3).
3.6. La "sacramentología" de St
En este escrito no encontramos mención explícita de los dos grandes sacramentos de la iglesia: el bautismo y la cena. La asamblea de la comunidad (en la que podría darse la fracción del pan) es mencionada en St 2,2. La "palabra plantada en vosotros", de la que se dice que tiene poder de salvar (1,21), es muy probablemente una designación de la catequesis bautismal, o, quizá, de la fórmula misma del bautismo. Pero lo característico de St es la mención de la unción de enfermos y de la confesión de los pecados.
3.6.1. La unción de enfermos
Respecto de la unción es importante notar que no parece requerirse una enfermedad grave para poder practicar el rito, que corresponde a los Ancianos de la comunidad, que va acompañada de la oración y que es el Señor quien cura y salva al enfermo (5,14s.). La expresión excluye, por tanto, cualquier asomo de poder mágico y pone su acento en la fe.
En el contexto ambiental de Santiago, como nos informan una serie de apócrifos, estaba muy extendida la idea del "aceite de la vida"; se creía que en el paraíso había existido, junto al árbol de la vida, el olivo, cuyo aceite habría aliviado a Adán en sus dolores de muerte (Vida de Adán, 36), y se atribuían al aceite propiedades sobrenaturales, además de las experimentadas propiedades médicas (cf. Lc 10,34). Sin duda que todo este trasfondo pudo influir en Santiago, pero lo determinante debió de ser el recuerdo que nos transmite Mc 6,13, de que los Doce, enviados por Jesús, "ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban"; lo mismo que aquellos lo hacían con el poder de Jesús, ahora se realiza invocando el nombre del Señor. La sucesión de verbos "salvará, restablecerá, será perdonado" nos habla de una sanación integral de la persona, que recupera su bienestar y su paz con Dios.
3.6.2. La confesión de los pecados
La confesión mutua de los pecados (5,16) es otro rasgo original de St dentro del Nuevo Testamento. La conexión gramatical de este versículo con el precedente hace suponer que el enfermo al que ungen y por el que oran los Ancianos confiesa ante ellos sus pecados. La confesión (pública o privada) de los pecados era usual en el judaísmo; ya Prov 28,13 enseñaba que "al que encubre sus faltas no le irá bien; el que las confiesa y abandona obtendrá piedad". En la regla de Qumrân (1QS I,23) y en el ministerio del Bautista (Mc 1,5) se nos informa de que el convertido confiesa sus pecados; algo parecido debió de darse en la actividad misionera de la iglesia lucana (Hch 19,18). Lo nuevo de St es que esa praxis se continúa en la vida cotidiana de la iglesia: lo mismo que los cristianos oran unos por otros, así también deben confesarse los pecados mutuamente. En relación con esta confesión no se menciona a los Ancianos como receptores especiales de la misma; en St 5,16 no es posible encontrar ya el futuro sacramento de la reconciliación, pero sí un primer paso hacia él. En todo caso, el pasaje ofrece un precioso ejemplo de la estrecha comunitariedad en que Santiago desea que se realice la experiencia de fe.
DOCUMENTACIÓN AUXILIAR
1. SANTIAGO EL HERMANO DEL SEÑOR, SEGÚN HEGESIPO
(citado por Eusebio)
"Por su eminente rectitud se le llamaba el Justo y Oblías, que en griego quiere decir protección del pueblo y justicia, como declaran los profetas acerca de él" (HE II,23,7).
"Se reunieron, pues, delante de Santiago y dijeron (...): Yérguete, pues, sobre el pináculo del templo para que desde lo alto seas bien visible y el pueblo todo oiga tus palabras" (HE II,23,11). "Subieron, pues, y arrojaron abajo al Justo, y se decían unos a otros: ¡lapidemos a Santiago el Justo! Y comenzaron a apedrearlo, porque al caer arrojado no había muerto... Y cuando estaban así lapidándole, un sacerdote, uno de los hijos de Recab, hijo de los Recabín, de los que el profeta Jeremías había dado testimonio, gritaba diciendo: Parad, ¿qué estáis haciendo? El Justo ruega por vosotros. Y uno de ellos, batanero, agarró el mazo con que batía los paños y dio con él en la cabeza del Justo, y así es como éste sufrió martirio" (HE II, 23,16-18).
2. LUTERO Y LA CARTA DE SANTIAGO. ACTITUDES CAMBIANTES
"Cuando Santiago y el Apóstol (Pablo) dicen que el hombre se justifica por las obras, combaten la falsa comprensión de aquellos que pensaban que era suficiente la fe sin sus obras, pero el Apóstol no dice que la fe justifica sin sus propias obras, sino sin las obras de la ley. Por tanto, la justificación requiere no las obras de la ley, pero sí una fe viva que realice sus obras" (Curso sobre la carta a los Romanos, 1.515-16).
"En esto se conocerá qué es una doctrina o una predicación cristiana correcta. Si uno quiere predicar el evangelio, ante todo debe ocuparse de la resurrección de Cristo. Quien no la predica no es apóstol, pues esto es el artículo fundamental de nuestra fe, y los libros que más predican y se ocupan en esto son los más ricos y apreciables. Por ahí se puede notar claramente que la carta de Santiago no es una carta verdaderamente apostólica, pues en ella no hay una sola letra sobre esos asuntos" (Hom. sobre 1P 1.522).
"La epístola de Santiago la excluiremos de esta conversación, pues no vale nada, no contiene una sílaba acerca de Cristo. Sólo nombra a Cristo al comienzo. Considero que la compuso algún judío que quizá había oído hablar de Cristo pero que no comulgaba con él. Y porque él oyó que los cristianos se preocupaban tanto por la fe en Cristo, pensó: Señor, tienes que encontrarte con ellos y juzgar negativamente las obras que él (sic) realiza. Acerca de la pasión y resurrección de Cristo no dice ni palabra, lo cual constituía la predicación de todos los apóstoles. Además no se encuentra en esta carta ningún orden ni método; primero habla de los vestidos, luego de la ira, saltando siempre de un tema a otro. Ofrece una comparación: como el cuerpo no vive sin el alma, así la fe no es nada sin las obras. ¡Oh María, Madre de Dios! ¡Qué pobreza de símil! Compara la fe con el cuerpo, cuando en realidad debe ser comparada con el alma" (Charlas de Sobremesa -escrito hacia el año 1.542-).
Respecto de la canonicidad de St, para Lutero "canónico" se identifica con "apostólico", y esto no es un concepto histórico o de autenticidad, sino "kerigmático", en el sentido de "predicar a Cristo y tratar sobre él". "El recto criterio para valorar los libros (si son bíblicos o no) consiste en considerar si tratan de Cristo o no. Lo que no enseña a Cristo no es apostólico, aunque lo enseñe Pedro o Pablo. Y al contrario, lo que predica a Cristo es apostólico, así lo haga Judas, Anás, Pilatos o Herodes". Por ello, comparando la carta de Santiago con el evangelio de Juan, las cartas de Pablo y 1P, Lutero dice taxativamente: "por eso la carta de Santiago es una auténtica antiepístola, pues no contiene en sí evangelio de ninguna clase" (Septemberbibel, 1.522).
CLAVE CLARETIANA
LA CREDIBILIDAD DEL ANUNCIO
"El seguimiento de Cristo, tal como se propone en el Evangelio, es, pues, para nosotros la norma suprema" (CC 4). La coherencia entre lo que se proclama y lo que se vive es una exigencia natural para el discípulo de Jesús, enviado a proclamar la Buena Nueva del Reino. Tanto los Evangelios como los otros escritos neotestamentarios insisten repetidamente en ello. El P. Fundador, en el opúsculo "Explicación de la Paloma", animando a los seglares a progresar en el camino de la santidad, les invita a amar a Dios "no sólo de boca, sino con obras y verdad" (EE p.90). Los capítulos que Claret dedica en la Autobiografía a las "Virtudes necesarias para hacer fruto" (Aut 340-453), son una clara llanada a la coherencia de vida, que hace creíble la Palabra que se anuncia.
La carta a Santiago llega al corazón del misionero como una invitación a la santidad de vida, a asumir en su propia vida la Palabra que proclama con sus labios. Es lo que nos piden las Constituciones: "Esfuércense por llegar a la plena madurez de Cristo para que puedan comunicar con mayor eficacia a los demás la gracia del Evangelio" (CC 50). Se trata de la exigencia de recuperar en nuestra vida "aquellas formas de pensar y comportarse que corresponden al radicalismo evangélico que profesamos" (SP 13). Por ello, la carta de Santiago nos invita, al mismo tiempo, a confiarnos dócilmente a la acción del Espíritu del Señor, el único que puede, de verdad, operar la transformación de nuestras vidas y hacernos testigos creíbles del Reino.
CLAVE SITUACIONAL
1. Con palabras y con obras. Si evangelizar no es fundamentalmente predicar una doctrina sino relatar un acontecimiento, parece lógico que para evangelizar no basten las palabras, es necesario algún tipo de comprobación. Escuchamos lo que Congar escribía al final de su vida: "He comprendido, sobre todo desde que estoy enfermo y necesito constantemente la ayuda de mis hermanos... que todo lo que prediquemos y digamos, por muy sublime que sea, nada vale si no está avalado por la práctica, por acciones reales y concretas de servicio y de amor. Creo que me faltó un poco de esto en mi vida, fui un poco demasiado intelectual". ¿No crees que esto es transformar el mundo, que esto es la llegada de Jesús y su Reino "con palabras y con obras"? ¿Qué sensación tienes de cara a tu servicio de la Palabra en contraste con tus propias obras?
2. El síndrome de Nicodemo. Nuestra acción pastoral debe invitar a una vida de fe que no se apoye en el poder, que no controle la realidad intelectual, cultural y social. En esa vida de fe lo importante será en primer lugar vivir en una comunidad orante y confesante. Como decía Rahner: "el cristiano del futuro o será un místico o no existirá en absoluto". En algunos lugares de nuestro mundo la presión social de los sectores increyentes, agnósticos e indiferentes será cada vez más intensa. Por tanto una comunidad formada por creyentes debe orar asiduamente, participar en el culto y los sacramentos, no temer confesar la fe en público y dar testimonio en su vida laboral y social. También será importante vivir en una comunidad misional. La fe cristiana no es eclesiocéntrica, sino teo y cristo-céntrica. Tiene que resultar públicamente perceptible. La iglesia debe ser silenciosa sólo donde sea silenciada. Hay que reaccionar ante el "síndrome Nicodemo". No podemos refugiarnos en una religiosidad íntima e intransitiva, al interior de movimientos sin proyección misionera, sin compromiso por la transformación de la sociedad según el corazón de Dios. ¿Cómo alumbraría nuestra luz ante los hombres?
3. Sin renunciar a la palabra. ¿Cómo debe ser el servidor de la nueva alianza? Haberse dejado evangelizar, evangelizar desde el testimonio comunitario y evangelizar con la palabra. No basta que nos quieran ver, es necesario que también nos quieran oir, como al Maestro (Mt 3,8). Desde las obras y las palabras podemos ser fermento. Pero no desde dentro, sino desde fuera. Decía Evely con ironía: "Confiaremos el hijo a una guardería católica, a un buen colegio católico y a una universidad católica. Luego procuraremos integrarlo cuanto antes en un sindicato católico, en una mutua católica, en un círculo católico, en un club deportivo católico. Y cuando haya muerto en una clínica católica, entre las manos de un médico católico, aquella sal de la tierra nunca habrá salado nada, y aquella levadura siempre habrá estado cuidadosamente preservada de la masa". Si nos protegemos en los reductos confesionales ¿qué posibilidad nos queda de evangelizar? Repetimos: ¿cómo debe ser el servidor de la nueva alianza?
4. Dejemos a Santiago que pregunte:
* Cuando discrimináis al pobre ¿no estáis actuando con parcialidad y os estáis convirtiendo en jueces que actúan con criterios perversos?
* ¿No eligió Dios a los pobres según el mundo para hacerlos ricos en fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman?
* ¿No son los ricos los que os oprimen y os arrastran a los tribunales? ¿no son ellos los que deshonran el hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros?
* ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe?
* ¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros?
* ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?
* ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?
* ¿Sabéis acaso lo que será mañana de vosotros?
CLAVE EXISTENCIAL
1. La caridad fraterna. ¿Cómo se practica en tu comunidad la revisión de vida, la corrección fraterna, la ayuda mutua? ¿Crees que se ejercita la caridad fraterna con los ancianos y enfermos de una manera especial?
2. Actitud frente a los demás. ¿Somos propensos a sembrar discordias, a discutir, a murmurar? ¿Nos constituimos fácilmente en jueces de nuestros propios hermanos? ¿Defiendo siempre a los míos ante cualquier ataque justificado o injustificado?
3. Testimonio cristiano. ¿Podríamos invitar a cualquiera a observar nuestra vida y lo que ella implica de coherencia respecto a nuestra palabra? ¿Somos conscientes de que, para algunos, nosotros somos "la" iglesia? ¿Qué iglesia representamos?
4. Presencia de los pobres en nuestra vida. Olvidándonos ahora de la galería ¿llevamos una vida de compromiso sincero con los pobres? ¿Son ellos realmente los privilegiados de nuestro ministerio apostólico y de nuestra compañía fraterna? Mi tiempo libre, mis aficiones, mis vacaciones, mis viajes, mis gastos, ¿son coherentes con mi compromiso con los pobres?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: St 2,14-26
3. Diálogo sobre el TEMA XI en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).
4. Oración de acción de gracias o de intercesión.
5. Canto final