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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

Paulinos 07



 

TEMA 7: EVANGELIZAR: PROCLAMACIÓN Y DIÁLOGO


 

TEXTO: COLOSENSES



 

CLAVE BÍBLICA


 

1. NIVEL HISTÓRICO


 

1.1. Contexto socio-religioso


 

1.1.1. La ciudad


 

Colosas, situada en el valle del río Lico, afluente del Meandro, se encuentra en la parte sur de la antigua Frigia, que equivaldría a la parte oeste de la Turquía actual. Al estar situada en la ruta comercial más importante que unía Éfeso con las ciudades del este, no es extraño que los historiadores antiguos se refiriesen a ella en sus descripciones de las expediciones militares de generales como Jerjes o Ciro. El historiador Jenofonte la describe como una ciudad populosa, grande y rica a la vez. Su importancia comercial se debe sobre todo a su posición como centro del emporio de la industria textil. El nombre "Colosas" se relaciona con el nombre dado a una lana teñida de un color particular que se producía allí (Colossinus). Sin embargo, posteriormente, en el período romano, su importancia disminuyó debido a la creciente prosperidad de ciudades vecinas como Loadicea y Hierápolis. En tiempos de Pablo, la importancia comercial y social de Colosas seguía desvaneciéndose. Es difícil saber, sin embargo, qué influencia tuvo en los habitantes de Colosas y en la comunidad cristiana que allí se constituyó esta situación.


 

1.1.2. Los colosenses


 

Cuando se escribió la carta a los Colosenses, la población de la ciudad estaba constituida principalmente por habitantes originarios de la misma región Frigia, además de emigrantes griegos y judíos. Según demuestran algunas inscripciones funerarias, los judíos entraron a formar parte de la población de esa región antes del siglo I aC. Un edicto del gobernador romano Flacco, en los años 62-61 aC., prohibía a los judíos residentes en Frigia el envío de 20 libras de oro de esa región a Jerusalén como tributo al templo.


 

1.1.3. Prácticas religiosas de los colosenses


 

El panorama religioso de Frigia estaba caracterizado por la yuxtaposición sincretista de elementos dispares. El culto a Cibeles, la gran diosa-madre de Asia, se encontraba floreciente. Dicho culto, originariamente un culto a la naturaleza, se fue uniendo a algunos ritos de fertilidad, llegando a dar una importancia excesiva a las expresiones de alegría y a los éxtasis. Las prácticas ascéticas formaban también parte del panorama religioso. El culto a Isis estaba igualmente muy extendido; resulta, pues, comprensible que, en un clima de sincretismo religioso, Isis, que se iba convirtiendo en una figura pan-cósmica, se fuese confundido con Cibeles, la primigenia diosa-madre. En Frigia era muy conocido el oráculo de Apolo, y el culto de Ascaneo, el dios principal de Antioquía de Pisidia, era muy popular. Éste era también llamado el culto al dios más alto, que, en el culto de Isis, estaba relacionado con el control de los elementos del mundo por parte de la divinidad.


 

1.2. La fundación de la Iglesia de Colosas


 

1.2.1. Epafras


 

Los cristianos de Colosas, a quienes se llama fieles hermanos y hermanas en Cristo (1,2), no fueron convertidos por el ministerio de Pablo. Esa comunidad nació durante un período intenso de actividad evangelizadora y misionera relacionada con el ministerio de Pablo en Éfeso (alrededor de los años 52-54), según nos consta en Hch 19. Sin embargo, el apóstol no llegó a Colosas, situada en el valle alto del Lico (cf 2,1), durante el período de su apostolado en Asia menor. Aunque la actividad misionera estaba dirigida por Pablo, fue a través de sus colaboradores cómo algunas iglesias fueron fundadas en la Provincia de Asia. Entre ellas se contaban las de Laodicea, Colosas y Hierápolis, que podemos señalar como fruto del trabajo evangelizador de Epafras (1,7; 4,12-13). Epafras, oriundo de Colosas (4,12), que pudo haberse convertido al cristianismo durante una visita a Éfeso, era un "fiel ministro de Cristo" y, como representante de Pablo, había enseñado a los colosenses la verdad del Evangelio (1,7).


 

1.2.2. La población cristiana


 

La continua referencia al pasado "no-cristiano" de los destinatarios de la carta nos obliga a pensar que se trataba de paganos convertidos. En otro tiempo estuvieron totalmente fuera de la armonía con Dios, atrapados en la idolatría y en la esclavitud del pecado, hostiles a Dios en sus corazones y sin referencia a Él en su comportamiento (1,21; cf 1,12.27). Habían estado muertos espiritualmente a causa de sus pecados y de la "incircuncisión de la carne", expresión que nos indica claramente que se trataba de paganos. En el bautismo han experimentado la fuerza creadora de Dios que les ha introducido en una vida nueva (2,20), les ha perdonado sus pecados (1,14; 2,13), y los ha resucitado con Cristo (3,1), para que, a partir de ese momento, puedan comportarse según el designio de Cristo (1,13ss). El anuncio del Evangelio, que aceptaron como verdad (1,5ss), se ha ido consolidando en una nueva tradición (2,6ss). La comunidad, en general, ha permanecido fiel a la enseñanza recibida.


 

1.3. La segunda generación cristiana (años 60-100)


 

1.3.1. La inminencia de la parusía


 

Lo primeros tiempos de la comunidad cristiana estuvieron marcados por un alto grado de fervor escatológico. El hecho de que optaran por el uso de la expresión apocalíptica "resurrección" para expresar su nueva fe no está exento de sentido. Es claro que creyeron que la resurrección de Jesús era el inicio de la resurrección de los muertos, el fruto primero de la cosecha escatológica que estaba siendo ya recogida (Rm 1,3ss; 1Co 15,20.23; cf. Mt 27,52). Evidentemente, vivían día a día en la espera de la parusía de Jesús. Esto queda claramente expresado en la primitiva invocación que Pablo nos transmite, en su versión original aramaica, en 1Co 16,22: "Ven, Señor". El grado de reflexión y reformulación a que la tradición del "hijo el Hombre" había sido sometida, nos indica que éste era un tema de gran interés en las primeras iglesias (cf. Lc 12,8ss / Mt 10,32ss; Lc 11,30 / Mt 12,40). Por ello, el cristianismo era considerado como una secta escatológica dentro del judaísmo.


 

También Pablo tenía esta orientación apocalíptica. El creía que el final estaba cerca. Se imaginaba a sí mismo como uno de los heraldos del evangelio prometidos para el fin de los tiempos (cf. Rm 10,15). Pablo, en un primer momento, creyó que la segunda venida de Cristo estaba muy cerca (1Ts 4,13-18; 1Co 15,1; 11,32). Por ello, se sintió responsable no sólo ante los judíos sino también ante los griegos y los bárbaros, para salvar a cuantos fuese posible antes de la llegada del fin inminente (Rm 1,14). Más tarde, cuando el esperado fin de la historia se iba retrasando, continuó predicando con ardor, como si pensara que Dios estuviese concediendo una última oportunidad de arrepentimiento a los pecadores retrasando la segunda venida (cf. Rm 11,11ss).


 

Sin embargo, cuando la esperanza de una parusía inminente fue poco a poco desapareciendo, la segunda generación cristiana se fue asentando. Comenzó la organización de la comunidad y del cuerpo doctrinal para garantizar una estabilidad. En Colosenses podemos percibir ya esta nueva orientación. Se refiere a Jesús como "tradición" (2,6); el ministerio es definido como un "oficio divino" (1,7.23.25). Se le puede llamar el comienzo del catolicismo primitivo, que algunos definen como "una lógica reacción al fracaso de la esperanza de la parusía".


 

1.3.2. Judeo-cristianos y cristianos de origen pagano


 

Sabemos, por Gálatas y Hechos sobre todo, que la cuestión sobre la obligatoriedad de la ley para todos los creyentes, incluidos los de origen pagano, constituyó uno de los puntos más controvertidos durante el primer siglo del cristianismo. Pablo, manteniéndose firme en contra de muchos, probablemente contra la mayoría de los miembros de la iglesia de Jerusalén, defendió que los que creían en Cristo estaban liberados del yugo de la ley. Uno de los factores que contribuyeron mayormente a la pérdida de influencia por parte de Pedro (en Jerusalén, Santiago, gracias a su orientación pro-judía, contaba con un mayor apoyo) fue seguramente su mayor apertura o ambigüedad en torno a esta cuestión. Es interesante constatar que, entre los escritos del Nuevo Testamento, hay dos que expresan claramente la actitud judeo-cristiana ante la ley (en contraste con la visión paulina): Mateo y Santiago.


 

La mayoría de los helenistas (judíos que sólo podían usar el griego como lengua franca y que habían recibido la influencia de la cultura griega) que se establecieron en Jerusalén provenían de la diáspora (cf. Hech 2,5-11; 6,9). No eran muy aficionados a practicar las tradiciones judías y se inclinaban más bien por adoptar las más sofisticadas costumbres griegas. Ello hacía que se les considerase inferiores a los hebreos y que hubiese poca relación entre ambos. Según Hch 6,9 los helenistas tenían sus propias sinagogas independientes. Los prosélitos se unían más bien a los helenistas.


 

La persecución que siguió a la muerte de Esteban, parece que afectó sobre todo a los helenistas y esto los obligó a dispersarse por fuera de Judea (cf. Hch 8,1.4ss; 11,19ss). La iglesia de Jerusalén quedó constituida casi exclusivamente por hebreos que formaban el reducto más conservador del judeo-cristianismo. Si el cristianismo se propagó tan rápidamente, fue gracias al trabajo de los helenistas y a los trabajos apostólicos de Pablo. Mientras, sin embargo, los hebreos llevaban también a cabo una intensa labor de proselitismo en esos lugares, lo que ocasionó un conflicto entre ambas iglesias. Hace falta tan sólo leer los últimos escritos del Nuevo Testamento y los de los Padres apostólicos, para darse cuenta de que las iglesias se vieron sometidas a una presión constante por parte de los elemento pro-judíos. Esta es la razón por la que las epístolas católicas, escritas seguramente a partir de los años 65-75, se refieren directamente a los charlatanes vacíos y mentirosos, sobre todo al grupo que abogaba por la circuncisión, que se confesaban cristianos pero que constituían un estorbo para la vida de la comunidad (Tt 1,10). En 1Tm, se le encarga a Timoteo permanecer en Éfeso para "intimidar a algunos a no enseñar doctrinas heterodoxas, ni a ocuparse en fábulas o genealogías interminables" (1Tm 1,3-4). Las fábulas o las genealogías solamente pueden estar referidas a los judíos o a los judeo-cristianos. Razones similares motivaron la carta a los Colosenses.


 

Del mismo modo, al tiempo que se iba propagando por territorios paganos, el cristianismo quedaba expuesto al peligro del sincretismo con las diversas religiones y a sus tradiciones mitológicas; y, de hecho, parece que se mostró bastante abierto y recibió cierta influencia de categorías y conceptos del gnosticismo incipiente.


 

1.4. El motivo de la carta


 

Aunque la vida y el comportamiento de la comunidad de Colosas, no ofrecía ningún motivo para la corrección, el autor de la carta se muestra profundamente preocupado de que esta comunidad, en su inocencia y falta de prevención, se vea desorientada por falsas doctrinas y se convierta en víctima de los impostores. Por ello, la comunidad es urgentemente puesta en guardia y amonestada sobre la distinción entre las doctrinas verdaderas y las falsas.


 

1.4.1. Las falsas doctrinas


 

La carta no se entretiene en ofrecer una exposición sistemática de las falsas doctrinas. Sus puntos principales se pueden solamente conjeturar reuniendo e interpretando las diversas indicaciones que el autor nos da sobre ellas en su argumentación para rebatirlas. Esto hace pensar que los convertidos de Colosas se encontraban bajo una presión externa en orden a acomodarse a las creencias y prácticas de sus vecinos judíos y paganos. Era un problema de sincretismo religioso.


 

El autor cita slogans y consignas de esas enseñanzas falsas. Pero esto no permite hacer un especie de "identikit" de la enseñanza contra la cual lucha. Se la llama "filosofía y vanas falacias de acuerdo a la tradición humana, según los espíritus elementales del universo y no según Cristo" (2,8). Sus caracteríscas principales parecen ser "la veneración a los principados y las potestades" (2,15); el culto a los ángeles (2,18); imposiciones en torno a los alimentos y observancia de festivales, como el de la luna nueva y el sábado (2,16); sujeciones humillantes y afirmaciones basadas en visiones (2,18).


 

a) Los "elementos del mundo"


 

La definición de los mismos (stoicheia) podría ser: "objetos que se integran en una cadena o que forman una serie". Este término es aplicado también por los griegos a aquellas sustancias físicas que componen la totalidad del mundo (cf. 2P 3,10.12); son la tierra, el agua, el fuego, el aire y el éter. Estos elementos eran considerados como divinidades en algunas religiones del oriente. En la India, hay templos dedicados a estos cinco elementos. En algunos círculos helenistas, la misma existencia humana se consideraba ligada a la existencia de los mismos. Se decía que ellos determinaban la suerte del hombre por el hado y que la plenitud divina era comunicada a través de una serie de emanaciones de la divinidad, que eran transmitidas del cielo a la tierra a través de estos elementos. Aplacarlos con prácticas ascéticas, hacía posible para una persona escapar al engranaje inevitable del hado (ligado a la astrología), romper el encarcelamiento en la materia y ascender a las regiones más altas del espíritu (entrar en trance: 2,18).


 

b) El culto a los ángeles (2,18)


 

El culto a los ángeles estaba relacionado con las estrellas que eran consideradas portadoras de poderes espirituales. A partir del judaísmo del segundo templo, existen indicios ciertos de especulaciones acerca del universo y de la relación de los cuerpos celestes con los ángeles. El libro de las luces celestes, en 1 Henoch 72-78, un texto quizás del siglo primero antes de Cristo, nos ofrece un testimonio del pensamiento judío sobre los astros y de la asociación de un ángel, Uriel, con las estrellas. Esto se sitúa en un contexto en el que se da una importancia particular a los tiempos y a las estaciones. En Hch 7,42-43, Esteban señala el culto de Israel a los ejércitos celestes como prueba de la desobediencia de Israel y de su rechazo de la ley de Dios, y cita Amós 5,25-27 donde se indican la idolatría y el culto a las estrellas como causas del destierro de Israel. Una evidencia más de la importancia otorgada a los ángeles la encontramos en los textos de Qumram.


 

c) Los Principados (Archai). Las Potestades (Exousai). Las Dominaciones (Kyriotetes). Los Tronos (Thronoi)


 

La palabra Principados la encontramos en Rm 8,38; 1Co 15,24; Ef 1,21; 3,10; 6,12; Col 1,16; 2,15. Arc- era el prefijo griego más usado para significar posiciones de poder humano. En Dn 7,27, se refiere a los reyes más poderosos de la tierra. En Henoch 61,10, sin embargo, tiene un sentido de poder espiritual al servicio de Dios.


 

Potestad (Col 1,16; 2,10.15) se usa ordinariamente en el Nuevo Testamento para indicar el derecho o la autorización a usar el poder correspondiente a una determinada posición, tal como queda claramente indicado en el uso que Pablo hace de esta palabra en Rm 13,1-3. Un ejemplo del uso de esta palabra en un tiempo casi coincidente con el Nuevo testamento, pero referida a seres espirituales se encuentra en el Testamento de Leví. En él, las Potestades ocupan el lugar más alto del cielo y, junto con los Tronos, gozan del privilegio de estar en la misma presencia de Dios (cf Henoch 61,10).


 

Las Dominaciones (Col 1,16; Ef 1,21) forman parte, en 2 Henoch 20,1, del ejército celestial del séptimo cielo. Una posible connotación especial es que las Dominaciones representan esferas de influencia espiritual que se consideran gobernadas por los dioses de las naciones. Hablando sobre la idolatría, cuando Pablo menciona diversos dioses y señores (1Co 8,5), seguramente se refiere a ellas y las relaciona con los demonios (1Co 10,20).


 

Los Tronos (Col 1,16) parece ser una palabra para designar al poder espiritual que ocupa el trono. En Dn 7,9, se refieren a los tronos dispuestos en el tribunal divino de los tiempos antiguos, indicando posiciones de autoridad trascendente. En Henoch 20,1, son llamados los "tronos con muchos ojos", que junto con los serafines y los querubines y todas las fuerzas celestiales, ocupan el séptimo cielo.


 

Todos estos seres podrían ser las diferentes divinidades astrales que eran veneradas en el sistema teológico que se introdujo en la iglesia de Colosas. Así, la filosofía por la que se aboga en Colosas podría ser una especie de sincretismo entre un judaísmo, influenciado por el gnosticismo, y algunos elementos de las religiones paganas.


 

1.5. Posible influencia en la comunidad cristiana


 

Hasta qué punto todo este sistema teosófico originó una enseñanza cristiana diversa, solamente lo podemos conjeturar indirectamente a partir de algunas expresiones de la carta. En 2,9 se dice: "porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad", y en 1,19: "porque quiso Dios hacer habitar en él toda la plenitud". Éstas son afirmaciones importantes y polémicas acerca de Cristo, hechas por el autor de la carta. Tal como hemos ya explicado, las tradiciones religiosas helenísticas creían que la plenitud divina era distribuida a diversas divinidades; Jesús pudo ser visto como una de esas divinidades que poseían una parte de la plenitud de la divinidad.


 

Además, a partir de Col 2,13ss. puede conjeturarse que, para los colosenses, la muerte de Cristo nos habría liberado solamente del pecado, pero no de los "elementos del mundo" ya que él mismo era considerado uno de ellos. Por lo tanto, junto con la devoción a Cristo, eran necesarios tanto el culto a los ángeles como un riguroso ascetismo para ser liberados de los lazos de los principados y potestades. Ésta es la razón por la que el autor afirma rotundamente en 2,15 que Jesús las desarmó.


 

1.6. Origen de la carta. Su autor.


 

Aunque en la carta hay alguna indicación de Pablo como autor de la misma (1,1.23; 4,18), esto se ha venido cuestionando durante los últimos 150 años. Las razones que se aducen para ello, se refieren tanto al lenguaje y estilo de la carta, como a las supuestas diferencias entre la teología de Colosenses y la de las grandes cartas de Pablo. Colosenses tiene un vocabulario y estilo peculiares: 25 de las palabras que aparecen en ella no se encuentran en las cartas de Pablo, y 34 no se encuentran en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. Los sinónimos están amontonados: por ejemplo, "orando y pidiendo" (1,9); "santos e inmaculados" (1,22); los genitivos están en cascada: por ejemplo, "del misterio de Dios", "de Cristo" (2,2). El estilo es frecuentemente pesado, repetitivo, cargado de oraciones subordinadas que hacen el texto casi incomprensible, y lleno de construcciones en participio e infinitivo (por ejemplo, en el original griego párrafos como 1,9-20 ó 2,9-15 constituyen una sola frase). Éste no es ciertamente el estilo de Pablo. Del mismo modo, temas como justicia, justificación, ley, salvación no se encuentran en esta carta, mientras que muchos conceptos nuevos que representan un desarrollo posterior sí que aparecen. Por lo tanto, podemos concluir que esta carta no fue escrita por Pablo; quizás lo fue por un discípulo suyo después de la muerte del maestro. Además podemos decir que fue escrita desde Éfeso.



 

2. NIVEL LITERARIO


 

2.1. Algunos géneros literarios


 

2.1.1. Parénesis


 

Parénesis es un género que toca temas morales ofreciendo consejos muy concretos. La parte central de Colosenses presenta una parénesis muy elaborada (3,1 - 4,6), compuesta de principios éticos tradicionales que expresan la sabiduría convencional, aprobada por la sociedad. Al igual que en la parénesis judía (Prov 4,18-19; Sal 1,6; 1R 3,13 - 4,26), se refleja un dualismo en la llamada del autor a abandonar ciertas actitudes y asumir otras (3,8-17).


 

2.1.2. Catálogos de virtudes y vicios


 

Era una estrategia común en el mundo antiguo determinar valores comunitarios. Contrastando con el énfasis individualístico, típico de las exhortaciones helenísticas, las listas que ofrece el autor tienden a centrarse en virtudes y vicios sociales como envidia, calumnia, etc. (3,5-17). Los códigos domésticos especificaban los deberes recíprocos de maridos y esposas, padres e hijos, dueños y esclavos (3,18 - 4,1). Las raíces judías de todo ello aparecen en el cuarto mandamiento y en la literatura sapiencial. Los códigos domésticos manifiestan la preocupación de la iglesia para mantener la estabilidad y el orden ante tendencias entusiásticas y herejías.


 

2.1.3. Polémica (1 - 2)


 

La polémica se da entre dos tradiciones: la humana y Cristo. Es interesante notar que en esta carta Jesucristo es llamado tradición, contrapuesto a la tradición humana (2,6.8). El Evangelio es la palabra de verdad (1,5), en cambio, la filosofía que enseñan los adversarios es una mentira vacía (2,8) y un discurso falaz (2,4). El Evangelio crece y da fruto (1,6) y puede llenar a los cristianos del conocimiento de la voluntad de Dios, adentrándoles en toda sabiduría e inteligencia espiritual, mientras que los preceptos y doctrinas humanos (2,22) tienen sólo una apariencia de sabiduría. Los cristianos, que han aceptado a Cristo como a su Señor, pueden vivir en Él, bien fundamentados en Él y sólidos en la fe, tal como les fue enseñado (cf. 2,6); sin embargo, las tradiciones humanas no sirven para contrarrestar los impulsos de la carne (2,23).


 

2.2. Estructura de la carta


 

Col sigue muy fielmente el formulario epistolar puesto en circulación por Pablo. Característica destacable del autor es la predilección por el quiasmo o estructura concéntrica: es un verdadero "arquitecto", maestro en el equilibrio y simetría.


 

I. ENCABEZAMIENTO

 

A. Inscriptio: remitente, destinatario, saludo.

 

B. Acción de gracias-oración (en forma concéntrica):

 

Anuncio: a) Damos gracias por... (1,3a)

 

b) Orando por vosotros... (1,3b)

 

c) Habiéndonos enterado... (1,4b)


 

Desarrollo: c') Noticias concretas: fe, amor, esperanza... (1,4-9a)

 

b') Contenido de la oración (1,9b-11)

 

c') Contenido de la acción de gracias (1,12-20)


 

II. CUERPO

 

A. Dogma, exhortación, autobiografía apostólica (1,21 - 2,15); también en forma concéntrica.

 

Anuncio: a) Transformación por obra de Dios en Xto (1,21-22).

 

b) Puesta en guardia ante peligros (1,23a)

 

c) Proclamación universal del evangelio; Pablo ministro (1,23b)


 

Desarrollo: c') Revelación del misterio, a todo hombre, por obra de Pablo (1,24 - 2,3)

 

b') Puesta en guardia ante peligros (2,4-8)

 

a') La admirable acción de Dios por Cristo (2,9-15)

 

- paso de incircuncisión a circuncisión (2,11s)

 

- paso de muerte a vida (2,13a)

 

- destrucción del dossier y de las potencias (2,13b-15)

 

B. Parénesis variada (2,16 - 4,1):

 

a) Aplicación a algunas prácticas (2,16 - 3,2)

 

b) Aplicación a la moralidad en general (3,3-17)

 

c) Aplicación a los diversos estadios:

 

Mujer-marido (3,18-19)

 

Hijos-padres (3,20-21)

 

Esclavos-amos (3,22 - 4,1)


 

III. CONCLUSIÓN

 

a) Consejos varios (4,2-6)

 

b) Noticias personales (4,7-9)

 

c) Saludos particulares (4,10-17)

 

d) Saludo general y bendición (4,18)



 

3. NIVEL TEOLÓGICO


 

1. Cristología


 

3.1.1. El Misterio de Cristo


 

En Col. 1,22, el mensaje que le fue confiado al apóstol es llamado "el Misterio". El contenido de este misterio es definido como "Cristo proclamado a las naciones". El misterio, una vez escondido, ha sido manifestado. Como la revelación es para todo el mundo, el anuncio público del misterio es realizado a través del anuncio del evangelio a todas las naciones (cf. 1Tm 3,16). Los conceptos de "misterio" y "revelar" fueron tomados de la tradición apocalíptica e incorporados al lenguaje de la primitiva comunidad cristiana. La palabra "misterio" significa el secreto del designio escatológico de Dios. Dios revela a los videntes o a los ángeles qué va a ocurrir en los últimos días, porque "sólo Él es quien revela el misterio" (Dn 2,28ss). Según Qumram, esta revelación se daría al maestro de justicia.


 

Sin embargo, la proclamación cristiana primitiva testimonió que la revelación del misterio no se refería a sucesos futuros, que quedan escondidos en el plan de Dios, sino más bien a una acción de Dios ya realizada. Los receptores de la revelación de este misterio son los santos, los hermanos fieles en Cristo (1,2; 3,12), y no los ángeles o los carismáticos. A ellos se les ha revelado el misterio a través de la proclamación apostólica (1,25.27). El contenido del misterio es "la presencia de Cristo entre vosotros". Esto no se refiere a la presencia pneumática del Señor en cada uno de los creyentes, sino más bien al Cristo anunciado entre las naciones. Por eso el que está en Cristo no necesita dar culto a los ángeles para conocer el misterio.


 

3.1.2. Cristo, Cabeza del cuerpo


 

Se dice que la idea de Cristo como cabeza del cuerpo, la Iglesia, refleja un desarrollo posterior a Pablo. En 1Co 12,12-27 y en Rm 12,4-5, Pablo usa la imagen del cuerpo y de sus diversas partes para explicar las mutuas relaciones y obligaciones entre los cristianos. En esos textos la "cabeza" no tiene ningún honor o posición especial; constituye uno más de los miembros del cuerpo (1Co 12,21). En Colosenses (y Efesios) se da un cierto desarrollo en la aplicación de esta imagen (con respecto a 1Co y Rom), destacando un compromiso interpersonal real. Este desarrollo puede haber sido motivado por la reflexión del autor sobre los temas de la filosofía dominante en Colosas, y tiene un verdadero sentido.


 

En Col 2,19, la metáfora integra un nuevo elemento de crecimiento: Cristo, como cabeza del cuerpo, es la fuente del crecimiento del mismo. La idea que sigue y que presenta a todo el cuerpo unido y creciendo armónicamente es apropiada, teniendo presente que el liderazgo aporta dirección y control. Aunque, en la descripción de 2,19, se sobrentiende la idea de la unión y funcionamiento armonioso de la iglesia, la aplicación explícita de la imagen a la relación entre los creyentes se abandona, y en su lugar se introduce la idea de Cristo como Cabeza y del crecimiento de la iglesia como organismo vivo.


 

Es más, la iglesia (1,8), término con el que ordinariamente se indica el pueblo de Dios presente en el mundo -la iglesia universal en la que Cristo ejerce su señorío cósmico en las diversas partes del mundo-, se entiende más bien como una asamblea celeste reunida en torno a Cristo resucitado y exaltado (3,1-4). Esta asamblea celeste, que tiene a Cristo como centro, se actualiza y manifiesta en las diversas partes del mundo. La misma palabra iglesia puede usarse también para indicar la comunidad local de Colosas o incluso una comunidad reducida que se congrega en una casa (4,15-16). La asamblea celeste se expresa y se hace visible, como lugar de ejercicio del señorío de Cristo, allí donde los santos o los fieles hermanos y hermanas se reúnen en nombre de Cristo (1,2; 2.20). Esta Iglesia está ligada no tan sólo a su confesión de fe, sino también al ministerio apostólico (Col 1,25), y es una iglesia que ha recibido una tradición (2,6) opuesta a la tradición humana (2,8).


 

3.1.3. El Cristo cósmico (1,15-20)


 

Este himno presenta a Jesús como el Cristo cósmico. Cristo, dice, es la imagen de Dios, en quien reside la plenitud de la esencia divina; es claro, pues, que los "elementos del mundo" ya no pueden participar en absoluto de ella. Los que son miembros de Cristo, en cambio, participan de la plenitud que reside en Él; por eso no deben buscar la perfección en otras partes, pues no se encuentra en ningún otro sitio. Es en Cristo en quien se encuentran y se hacen asequibles para todos la plenitud de la sabiduría y el conocimiento, ya que Él es el único mediador entre Dios y los hombres.


 

No sólo no es cierto que los ángeles tuviesen parte alguna en la creación, sino que se afirma que Cristo es el único a través de quien todas las cosas fueron creadas, incluyendo los principados y las potestades, que ocupaban un lugar tan prominente en la herejía de Colosas. ¿Cómo podían pensar en tributar culto alguno a esas potestades los que, por la fe, estaban unidos al creador de todas ellas? De nuevo, la muerte y resurrección de Cristo le manifiestan como vencedor, frente al cual las potestades no pueden nada.


 

En su respuesta a la herejía de Colosas, la carta desarrolla la doctrina del Cristo cósmico más plenamente que ninguna de las otras cartas paulinas. Insinuaciones de la misma se encuentran ya en cartas anteriores. Para Pablo, "hay un solo Señor, Jesucristo, a través del cual existen todas las cosas y nosotros mismos" (1Co 8,6); y este Cristo es "el poder y la sabiduría de Dios" (1Co 1,24). El cristiano no debe someterse a los "elementos" (Ga 4,9). La liberación de las fuerzas hostiles, realizada por Cristo a través de su muerte, no sólo se limita a su pueblo, sino que en su momento alcanzará a todo el cosmos (Rm 8,19-22).


 

El lenguaje a través del cual la carta presenta a Cristo como Aquél en quien todas las cosas han sido creadas, se inspira en un antiguo himno o confesión de fe de la primera comunidad cristiana, que alaba a Cristo como Sabiduría divina. Se puede descubrir una Cristología sapiencial en varios testimonios del primer siglo del cristianismo; la prueba más sobresaliente en el Nuevo Testamento se encuentra en Col 1,15-17, Jn 1,1-3 y Hb 1,1-3, que son pasajes relacionados entre sí. Esta cristología estaría inspirada en los "dichos sapienciales" de Jesús que nos transmiten los Sinópticos (Lc 7,35; Mt 11,19).


 

Hay un texto del Antiguo Testamento que ha influenciado principalmente los pasajes del Nuevo Testamento en los que se afirma que Cristo, como sabiduría de Dios, creó todas las cosas. Se trata de Pr 8,22ss, donde la Sabiduría, asumiendo forma personal, habla en primera persona como presente con Dios desde el principio, su primogénito amado, y su asesor en el momento de la creación. Las expresiones de este texto marcan la descripción de Cristo en Col 1,15 como "primogénito de toda la creación", y en Col 1,18 como "el comienzo". La exégesis rabínica más tardía, se valió de la palabra "comienzo" de Pr 8,22 -el comienzo de la creación- para explicar el "comienzo" de Gn 1,1. Para ellos el "comienzo" significaba la sabiduría. Por eso, al leer "En el comienzo Dios creó los cielos y la tierra", entendían "en la sabiduría (que se identificaba con la Torah) Dios creó el mundo". Esta analogía nos explica el uso de la preposición "en" en Col 1,16a ("en él fueron creadas todas las cosas"). Este "en" es el de Gn 1,1; si "en el comienzo Dios creó el cielo y la tierra", Cristo, como sabiduría de Dios, es ese comienzo "en" quien todo fue creado.


 

Pero el himno de Colosenses no sólo celebra a Cristo como el comienzo de la antigua creación, sino también como cabeza de la Nueva Creación. También, para la nueva creación, Cristo es "el comienzo", aunque esta vez no como "primogénito de toda la creación", sino como "primer resucitado de entre los muertos", con una clara referencia a la resurrección. Si, en relación a la antigua creación es la cabeza de todos los principados y potestades en cuanto es su autor y gobernante, en relación con la nueva creación es la "Cabeza" de su cuerpo, la iglesia; pero no solamente en el sentido de origen o gobernante, sino por una unión tan vital con su pueblo que la vida que ellos poseen se deriva de la que Él vive como primer nacido de entre los muertos.


 

3.2. Escatología


 

La referencia a la escatología futura ha disminuido en Colosenses. Ninguna de las ideas típicamente paulinas, como parusía, resurrección de los muertos, juicio del mundo (con la excepción de una referencia en 3,6), se encuentran en la carta. Además, a diferencia de las cartas genuinamente paulinas, Colosenses afirma que los creyentes han resucitado ya con Cristo (2,13.13; 3,1.3). En Rm 6,1-4, el cristiano, en el bautismo, muere con Cristo al pecado, es sepultado con Cristo, pero Romanos no afirma que resucite con Cristo; lo mismo ocurre en 2Co 5,14-15. La resurrección, en las cartas paulinas auténticas, es un hecho escatológico futuro. Sin embargo, en Colosenses, se afirma que hemos resucitado ya con Cristo (3,1). Colosenses presenta una escatología ya realizada, aunque, según 3,3, esta condición de resucitados no se ha hecho manifiesta públicamente, sino que está escondida con Cristo en Dios, y su pública manifestación se realizará cuando Cristo se revele en su gloria (3,4).


 

3.3. Ética característica cristiana


 

3.3.1. La práctica de la fe en la ética personal y social


 

La vida ética se funda en el hecho de que los cristianos han resucitado con Cristo. Por lo tanto, deben "buscar las cosas de arriba donde Cristo está sentado a la derecha de Dios" (3,1). En otras palabras, han de actuar como resucitados y dejar de lado la maldad, la ira, la calumnia, etc. Este estado es la herencia de los santos en la luz (1,12), a la cual hemos sido conducidos del poder de las tinieblas y transportados al reino de su querido Hijo (1,14). Así, todos han de llevar una vida digna del Señor, complaciéndole en todo, fructificando en toda clase de obras buenas (1,10). Esta vida ética es un imperativo ya que es necesario que se manifieste la gracia de la resurrección que el cristiano ha recibido.


 

Los que se adherían a la filosofía de Colosas se situaban en un plano inferior. Ellos pertenecían aún a este mundo, sin experimentar el cambio que se realiza en Cristo. Se comprende, entonces, que tuviesen que acudir todavía a visiones para comprender el misterio de Dios. No habían descubierto que en Cristo había sido revelado todo el misterio oculto. Por ello, tenían que recurrir al propio envilecimiento y a otros ritos. Los cristianos, en cambio, debían emplear el tiempo en hacer obras buenas porque estaban llenos de este misterio que les había sido revelado.


 

3.3.2. Nueva humanidad fraterna


 

Otro principio importante en que se basa la ética cristiana es que "Cristo es la Cabeza de quien todo el cuerpo recibe la vida y una fuerte unión por medio de articulaciones y ligamentos, y que crece con un crecimiento que viene de Dios" (2,19). Ésta es la razón por que la carta, después de enumerar todas las virtudes que debe practicar un cristiano, dice en 3,15: "a la cual fuisteis llamados formando un solo cuerpo". Por lo tanto, afirma el autor en 3,11: "aquí ya no puede haber más griego y judío, circunciso e incircunciso, extranjero, escita, esclavo o libre, sino Cristo que es todo en todos". Las virtudes que se mencionan después de esto, en los versos 12-15, están primordialmente orientadas a la vida social y no simplemente al crecimiento personal.


 

En contraste con el solipsismo espiritual que busca la realización del yo en un salto solitario hacia lo divino, el crecimiento cristiano es aquél que se realiza en una vida compartida en la comunidad. La filosofía prometía una sabiduría y un conocimiento especial del misterio escondido, pero éste ha sido revelado ya en Cristo; practicando las virtudes y despojándose de la vieja naturaleza, se van vistiendo de la nueva, "que se va renovando hacia el conocimiento, según la imagen de aquél que la creó" (cf 3,10). No se aconsejan las prácticas ascéticas, ya que son miembros del cuerpo de Cristo y no es necesaria la severidad para el mismo.


 

3.3.3. Los deberes domésticos


 

Los colosenses no viven todavía "arriba", donde reside Cristo (3,1), sino que únicamente anticipan "la esperanza que os tiene reservada en el cielo" (1,5). Han de vivir en medio de la realidad de las estructuras sociales del mundo, que no se corresponden precisamente con las exigencias del reino de Dios. Por eso, el autor dirige su mirada hacia los deberes domésticos (3,18 - 4,6). No es que proponga un ordenamiento social cristiano específico, sino que sugiere algunos medios para luchar con las reales y resistentes estructuras del mundo. Ante la dilación de la parusía, desaparece la relativización de dichas estructuras (contra 1Co 7,29ss.) y se impone su cristianización.


 

Da por supuesto el contexto social del mundo helenístico, que sitúa en la cúspide la figura del paterfamilias y en el fondo los esclavos y siervos, y que tiene como eje la sumisión de los que se encuentran en un nivel inferior a los del nivel superior. Contrastando con ello, la visión de Colosenses pone un énfasis especial en la reciprocidad entre los distintos miembros. Las esposas han de estar sometidas a sus maridos, pero éstos tienen que amar a aquellas. Los hijos deben obedecer a los padres, pero éstos, que son responsables de la disciplina, deben mostrarles comprensión (3,20-21). El autor pone una atención especial en la relación entre amos y esclavos, seguramente motivado por las mismas circunstancias en que redactó la carta: se espera simplicidad de corazón de parte del esclavo, pero el amo debe actuar con justicia y ecuanimidad respecto al esclavo. Podemos decir que la carta ofrece un criterio trascendente para regular las relaciones sociales y las mismas actitudes. La sumisión queda condicionada a si es adecuada "según el Señor" (3,18). La obediencia a los padres es para agradar al Señor (3,20). Los esclavos deben servir en el temor del Señor y no de los hombres (3,22-24). O sea, todas estas relaciones se sitúan "en el Señor" (3,18). Ninguna estructura social ni ninguna autoridad puede reclamar una lealtad absoluta de nadie, se trate de la esposa, el hijo o el esclavo, porque ellos son parte del cuerpo de Cristo, del cual Él mismo es la Cabeza.


 

3.4. Intentos hacia el diálogo y la inculturación en Colosenses


 

Ante a la diversidad de prácticas y tradiciones religiosas con las que el autor de la carta tuvo que contar, en su tiempo, prefiere introducir el diálogo que descalificar todas las otras tradiciones religiosas como satánicas o contentarse con un simple sincretismo. Algunas referencias a lo largo de la carta nos iluminan sobre este tema.


 

Ante todo, hasta ese momento la iglesia estaba ligada a su "confesión de fe", pero en Colosenses está también ligada al ministerio apostólico y a la tradición recibida (1,25; 2,6). Es muy importante para el que entra en el diálogo definir bien la propia fe, de lo contrario podría acabar en un sincretismo religioso. La autoridad recibida por Pablo es transmitida a su discípulo Epafras y, así, su autenticidad queda garantizada (1,7.8).


 

Cuando trata el tema de la así llamada filosofía, el autor no rechaza totalmente como demoníacos sus principios, como ocurre en Gálatas (Ga 4,8ss.). La confrontación no es tan crítica como en Pablo, sino más abierta al diálogo. La victoria de Cristo se extiende a una esfera más amplia, por eso, en lugar de separar completamente a los cristianos de las personas de otras religiones con las que tienen que convivir, el autor introduce a esas personas en las categorías de la fe cristiana. Se trata de un diálogo en sus inicios y no podemos afirmar que la visión del mismo sea completa, pero lo que queda claro es que la religión de Colosas estimulará una reinterpretación del ministerio de Cristo.


 

En un primer momento, el autor parece asumir expresiones propias de la filosofía de Colosas, palabras como "plenitud", "conocimiento del misterio de Dios", son usadas para expresar la fe en Cristo. Es una indicación de su disposición a adoptar elementos de los círculos helenísticos. En cambio, en 2,11-12, se refiere al bautismo como circuncisión, símbolo de pertenencia a la comunidad, dando muestras de una voluntad de diálogo con los círculos judíos, pues, de hecho, la circuncisión era un rito judío que había sido ya abandonado por la comunidad cristiana (Rm 2,25-29; 3,1.30; 4,9-12). La misma idea de resurrección como algo ya realizado, nos muestra de nuevo la apertura del autor a algunos puntos de vista pre-gnósticos. Podemos concluir, a la vista de estos datos, que el autor se había comprometido en un diálogo con otras tradiciones religiosas, propias de sus contemporáneos, asumiendo críticamente cuanto fuera compatible con la fe cristiana.




 

CLAVE CLARETIANA


 

LA MISIÓN "AD GENTES"


 

En el decreto sobre las misiones a los no-cristianos afirma el XVII Capítulo General: "Aunque la Congregación no tiene como fin exclusivo las misiones de infieles, es esencialmente misionera y propiamente misional por su ordenación al ministerio de la palabra y la catolicidad de su espíritu" (Decreto sobre las misiones a no-cristianos, n. 1, 1967). No cabe duda de que la expansión de la Congregación a nuevas áreas geográficas y culturales, donde la presencia cristiana es minoritaria, ha ayudado a profundizar esta conciencia misional, desde siempre presente en ella, y a reflexionar sobre el sentido de la misión "ad gentes". Palabras como "inculturación" y "diálogo interreligioso" forman ya parte del vocabulario de los claretianos. (Cf. MCH, CPR, SP, etc.).


 

La carta a los Colosenses nos anima a reflexionar sobre esta dimensión de nuestro carisma y, sobre todo, a vivirla. En Cristo hemos conocido el gran Misterio del amor del Padre, creador y conductor de la historia hacia su plenitud. Es un amor que supera todo tipo de fronteras y límites, universal, derramado abundantemente sobre todos los pueblos. Precisamente la iglesia está llamada a ser signo y sacramento de este amor.


 

Nuestro ser misionero y misional nos lanza hacia nuevos ámbitos geográficos y culturales, para ser allí signos del amor del Padre y caminar conjuntamente con personas de otras religiones y culturas hacia el momento en que "todo" será "reconciliado en Cristo" (Col 1,20). Hemos ido clarificando el sentido de la dimensión misional de nuestro carisma desde esta nueva perspectiva. El diálogo con las culturas y las religiones, la evangelización entendida como servicio al Reino más que como esfuerzo por implantar la Iglesia, son consecuencias naturales de esta nueva visión sobre la misión "ad gentes".



 

CLAVE SITUACIONAL



 

1. En la intemperie. Superada la tentación de refugiarse en la fe, en el mundo de la privacidad, hay que afrontar la intemperie que supone la cultura de los pueblos sin caer en la tentación de situaciones históricas pretéritas donde se ignoraba la autonomía secular y se rechazaba la libertad religiosa. Hoy acecha otra gran tentación: el neoconfesionalismo, basado en una subcultura cristiana dotada de todos los recursos institucionales y de todas las ayudas que hagan posible su mantenimiento. Centros propios, medios de difusión propios, etc. Una cultura cristiana aislada dentro de otra cultura secular. El peligro del "ghetto" cultural que abriga de la intemperie. ¿Crees que este camino es el correcto o ahonda más el abismo entre iglesia y mundo de hoy? ¿Por dónde ves la solución?


 

2. La fábula de las abejas. En 1714 Bernard Mandeville contaba esta fábula sobre las abejas: "Había una colmena que se parecía a una sociedad humana bien ordenada. No faltaban en ella ni los bribones, ni los malos médicos, ni los malos sacerdotes, ni los malos soldados, ni los malos ministros. Por descontado tenía una mala reina. Todos los días se cometían fraudes en esta colmena; y la justicia, llamada a reprimir la corrupción, era ella misma corruptible. En suma, cada profesión y cada estamento, estaban llenos de vicios. Pero la nación no era por ello menos próspera y fuerte. En efecto, los vicios de los particulares contribuían a la felicidad pública; y, de rechazo, la felicidad pública causaba el bienestar de los particulares. Pero se produjo un cambio en el espíritu de las abejas, que tuvieron la singular idea de no querer ya nada más que honradez y virtud. El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, de donde se siguió muy pronto la ruina de toda la colmena. Como se eliminaron los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Como se acabaron las disputas, no hubo más procesos y, de esta forma, no se necesitaron ya abogados ni jueces. Las abejas, que se volvieron económicas y moderadas, no gastaron ya nada: no más lujos, no más arte, no más comercio. La desolación, en definitiva, fue general. La conclusión parece inequívoca: Dejad, pues, de quejaros: sólo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben vivir, si queremos gozar de sus dulces beneficios". ¿Qué opináis de los falsos maestros? ¿Cómo librarnos de la amenaza de los que nos quieren seducir con "discursos capciosos"? (Cf. Col 2,4).


 

3. El difícil camino del testimonio. "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan; si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio". Sigue impresionando hoy el lenguaje de la encíclica "Evangelii Nuntiandi" de Pablo VI. La verdad es que nadie se propone dar testimonio de vida, es algo que emerge de la fe por añadidura. Ahora nos encontramos en la tendencia pendular hacia el reforzamiento de la propia identidad. Se corre el peligro de olvidar que debemos ser fermento y sal de la tierra, de que hay que asentarse en el mundo. Pero con algunas notas características como: la familiaridad con Dios, la igualdad entre nosotros, la práctica del compartir, el amor sin condiciones. Es decir, un testimonio de vida colectivo de toda la iglesia. Pero desgraciadamente en este colectivo tiende a primar la vulgaridad, la costumbre, la mediocridad. Es lo que aparece y eso, a veces, descorazona. ¿Crees que se pueden superar estas situaciones propias de un cristianismo de masas? ¿Cómo dar testimonio en una iglesia santa pero también pecadora?


 

4. Ejecutar bien la partitura. Hay que reconocer que, a veces, nos falta a los religiosos la nota característica de una vida familiar plenificante, un clima de satisfacción. No estamos en una época de acentuación de lo doméstico. Quien aboga por una vida comunitaria intensa es sospechoso de huir del compromiso con el hombre de hoy cuyos problemas son importantes. Y sin embargo se trata de los dos raíles por donde camina el tren de nuestra pequeña historia. Es duro tener que reconocer que quizá la fuente de mi felicidad diaria no esté en mi comunidad. Es cierto que el reciente Sínodo sobre la Vida Consagrada ha proclamado: "la vida fraterna, entendida como vida compartida en el amor, es un signo elocuente de la comunión eclesial" (VC 42). Pero, a veces, en la práctica, continúa el desafino aunque la partitura sea perfecta. No podemos olvidar que mi hermano es para mi un don de Dios, que cada uno tiene su ritmo, que la misión es común, que en todo somos enviados por la comunidad. Los dones que Dios nos ha concedido ¿son causa de unidad y hacen más profunda la comunión?



 

CLAVE EXISTENCIAL


 

1. Diálogo con el mundo. ¿Qué opinión tenemos de la modernidad? ¿Estás preparado para un diálogo con el mundo moderno?


 

2. En tu formación permanente ¿entra el estudio y profundización de la cultura donde se desenvuelve tu vida? En cuanto a los sujetos a los que va dirigida tu acción pastoral ¿conoces a fondo su sustrato cultural, familiar, religioso?


 

3. Nuestros puntos de referencia. ¿Cuáles son tus mitos culturales? ¿Qué es lo que más te fascina en este mundo? ¿Detrás de quién o de qué caminas en tus opiniones políticas, culturales, religiosas? ¿Qué lugar ocupa la persona de Jesús en tu vida y en tu estructura intelectual y moral?


 

4. Para orientar un retiro. En algún retiro podría tomarse como examen comunitario el capítulo 3 de Colosenses.




 

ENCUENTRO COMUNITARIO


 

1. Oración o canto inicial.


 

2. Lectura de la Palabra de Dios: Col 1, 13-23


 

3. Diálogo sobre el TEMA VII en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).


 

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.


 

5. Canto final


.....Escuela Bíblica Dabar Elohim - Parroquia de Ntra. Sra. de Chiquinquirá - Cl 45 30-62 - Tel 3795319 - 3184301 - Barranquilla - Colombia
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