Paulinos 06
TEMA 6:
SERVIDORES DE FRATERNIDAD DESDE EL "VACIAMIENTO"
TEXTO: FILIPENSES Y FILEMÓN
CLAVE BÍBLICA
1. NIVEL HISTÓRICO
Las cartas a los Filipenses y a Filemón son las dos más confidenciales y familiares de las cartas de Pablo. Son las menos cerebrales; son las más cordiales y espontáneas. En ellas habla un amigo, un hermano en Cristo Jesús. Ambas (con Colosenses y Efesios) forman el bloque de las cartas de la cautividad. Cuando las escribe, Pablo se encuentra en prisión (Flp 1,12-26 y Flm 1,9.10.13).
Tradicionalmente se pensaba en la primera prisión de Pablo en Roma (años 61-63). Hoy se piensa, con mayor fundamento, en la cautividad de Pablo en Éfeso. Por razón de su tendencia apologética, el autor de los Hechos de los Apóstoles trata de suavizar los datos conflictivos de Pablo (y del cristianismo) con respeto a las autoridades civiles. A esa tendencia se debe el hecho de que no se hable de una prisión de Pablo en Éfeso, aunque sí se presenta un serio conflicto vivido por Pablo en aquella ciudad (Hch 19,23-40). Pero las cartas dan suficiente fundamento para inferir una prisión de Pablo en Éfeso (Flp 1,7.12-26; Flm 1.9.10.13.23; 2Cor 1,8-9; Rm 16,3-4.7).
Durante esa prisión de Pablo en Éfeso (y no en Cesarea o Roma) hay que localizar las cartas a los Filipenses y a Filemón. Encajan en ella los datos que explican el ir y venir de las noticias con relativa facilidad y frecuencia entre Filipos (Filipenses) o Colosas (Filemón) y Éfeso donde Pablo se halla prisionero. Así pues, Pablo habría escrito Filipenses y Filemón durante su prisión en Éfeso por los años 56/57 dC.
1.1. Filipenses
La ciudad de Filipos, antigua Krenidas (= las fuentes), está situada en los confines de Macedonia con Tracia, al norte del mar Egeo. Debe su nombre a Filipo, padre de Alejandro Magno, que la conquistó el año 360 aC. y la anexionó a Macedonia, dándole su nombre. Es célebre por la batalla del año 42 aC., en la que Marco Antonio y Octavio vencieron a Casio y a Bruto, asesinos de César. Entonces la población de la ciudad aumentó con la llegada de veteranos del ejército y se convirtió en una colonia romana, adquiriendo así el privilegio de gozar de iguales derechos que las ciudades de Italia (ius italicum). La comunidad judía era poco numerosa, pues no poseía aún sinagoga, y celebraba sus reuniones en un lugar de oración (Hch 16,13), junto al río Gangites, en las afueras de la ciudad. Filipos era un importante nudo de comunicaciones junto a la Via Egnatia, la gran calzada romana que unía todo el imperio.
1.1.1. Pablo y la comunidad cristiana de Filipos
Pablo evangelizó Filipos durante su segundo viaje misionero (hacia el año 50/51), organizado después del concilio de Jerusalén, en compañía de Silas (o Silvano) y Timoteo. Siguiendo el impulso del Espíritu, acción profética del grupo, y la revelación de Dios (dramatizada por el autor de los Hechos en una visión nocturna de un macedonio que suplica a Pablo: "Pasa a Macedonia y ven en nuestra ayuda"), Pablo y sus colaboradores llegan a la ciudad de Filipos (cf. Hch 16,6-12). Fue la primera conquista para el evangelio en tierras europeas.
Según su costumbre, Pablo va el sábado a ver a la comunidad judía, reunida en su lugar de oración, junto al río (Hch 16,13). Conmovida por sus palabras, Lidia, una mujer pagana, vendedora de púrpura, simpatizante del judaísmo, se convierte y ofrece su casa a Pablo y a sus colaboradores. Lidia se convierte también en la animadora de la joven comunidad cristiana (cf. Hch 16,13-15).
El testimonio de Pablo confirma el relato dramático de los Hechos de los Apóstoles. La evangelización de Filipos se da en medio de una situación de fuerte tensión y de conflicto (1Ts 2,1-2; Flp 2,29-30). Pablo es acusado de ser un peligroso propagandista de religiones extranjeras y por esto es apaleado junto con sus compañeros. Sólo el ser ciudadanos romanos les salvan de esta situación peligrosa que podía comprometer el buen éxito de la misión cristiana en aquella ciudad (cf. Hch 16,16-40).
Pablo ha vuelto otras veces a Filipos para visitar a su querida comunidad (Hch 20,5-7; 2Cor 2,13; 7,5). La actividad misionera de Pablo se ha interrumpido de una manera dramática y repentina, pero ha originado una iglesia viva, muy unida al apóstol, que la ama mucho porque es una comunidad misionera que "ha colaborado en el anuncio del Evangelio" (Flp 1,5). El mismo Pablo, en la carta, les recuerda el privilegio de los filipenses de participar, con ayuda material, en su obra de evangelización en Macedonia (Flp 4,14-15). De hecho Pablo, que hacía gala de no aceptar ayuda de sus comunidades (1Co 4,12; 9,15; 1Ts 2,9), la recibió con gusto de los filipenses más de una vez. En la misma carta recuerda el compromiso y la obra misionera y pastoral de sus colaboradores, entre los cuales menciona dos mujeres, Evodia y Síntique.
1.1.2. Ocasión y finalidad de la carta
A pesar de la brevedad de sus estancias en Filipos, Pablo supo granjearse el afecto de la comunidad fundada por él. Los filipenses se han enterado de que Pablo está en prisión -las cárceles de entonces eran extraordinariamente duras- y deciden enviarle ayuda material por medio de Epafrodito. Pablo a su vez les escribe agradeciéndoles el obsequio. Es la carta de un corazón agradecido y se dirige a ellos con particular cariño (Flp 1,7-8; 4,1.10).
Pablo aprovecha la ocasión para informarles cómo va el anuncio del Evangelio para ponerles en guardia contra posibles peligros y para animarles a seguir trabajando por la causa del Evangelio. Y como no todo eran luces en la comunidad, anima a los filipenses a superar las desavenencias y las incomprensiones que han surgido en la comunidad (Flp 4,2-3). El Apóstol se muestra preocupado por el crecimiento espiritual y por la armonía de la comunidad (Flp 2,4.14; 3,15; 4,2).
Sobre todo se constata la presencia de predicadores judaizantes, que preocupa a Pablo (3,1b - 4,1.8-9). Pablo pone en guardia a los filipenses contra estos predicadores ya que amenazan seriamente la acción evangelizadora del apóstol (Flp 3,2), igual que lo habían hecho en las comunidades de Galacia y de Corinto.
1.1.3. Filipos, la comunidad preferida de Pablo
El Apóstol tiene los mejores recuerdos de la comunidad de Filipos, porque se ha portado con él de manera muy cariñosa y sobre todo porque se ha portado de forma ejemplar en relación con el Evangelio. La comunidad ha participado íntimamente, casi maternalmente, en las necesidades materiales del Apóstol, ya desde el principio: "[Doy gracias a Dios] porque habéis colaborado en el anuncio del evangelio desde el primer día hasta hoy" (Flp 1,5; cf. v.7: "todos vosotros participáis de este privilegio [lit. gracia] mío"). "Así pues, amados míos, vosotros que siempre me habéis obedecido, hacedlo también ahora que estoy ausente..." (2,12). "Vosotros sabéis, filipenses, que cuando comenzó a extenderse el evangelio y partí de Macedonia, con ninguna iglesia tuve cuenta de haber y debe, sino sólo con vosotros. Y sabéis también que cuando estaba en Tesalónica por dos veces me enviasteis con qué atender a mi necesidad" (4,15-16). A los Filipenses se refería cuando habla de Macedonia: "Y cuando estaba entre vosotros y me encontré necesitado, a nadie fui gravoso; los hermanos venidos de Macedonia fueron los que me atendieron en mis necesidades" (2Cor 11,9).
En esta participación podemos ver un fuerte componente de adhesión de los filipenses a la persona de Pablo (2,12: "siempre me habéis obedecido") y su voluntad de participar en el carisma de Pablo (1,5: "en el evangelio"; 1,7: "en este privilegio mío"). El Apóstol corresponde con una continua efusión de cariño: "Os llevo en el corazón" (1,7); "Dios es testigo de lo entrañablemente que os quiero a todos vosotros en Cristo Jesús (1,8); "Hermanos míos queridos y añorados, vosotros que sois mi gozo y mi corona" (4,1). Todo lo cual atestigua unas relaciones afectuosas excepcionales entre Pablo y la comunidad de Filipos.
1.2. Filemón
Corta en extensión, pero profunda y bellísima, la carta a Filemón ha sido considerada una joya literaria. Es una obra maestra de tacto y buen corazón. Pablo la escribió de su puño y letra (Flm 19). Aborda en ella el problema, tan delicado entonces, de las relaciones amos-esclavos cristianos.
1.2.1. Ocasión de la carta
Onésimo ha huido de casa de su amo, Filemón, un cristiano pudiente de Colosas ganado para el Evangelio por Pablo. En su huída, Onésimo entra en relación con Pablo, que lo convierte a la fe, lo bautiza y desearía mantenerlo junto a sí. Con todo, Pablo lo reenvía a su amo, con esta bella carta de recomendación, dejando la decisión en manos del propio Filemón. Pablo le pide que acoja a Onésimo como a un hermano en Cristo. Le insinúa también que, a ser posible, se lo devuelva, ya que le está siendo de mucha utilidad. Llama la atención el juego de palabras utilizado por Pablo al referirse a Onésimo, nombre que significa precisamente "útil" (Flm 11).
2. NIVEL LITERARIO
2.1. Género literario
En la carta a los Filipenses abundan los pasajes de carácter autobiográfico, que pueden calificarse como confesiones de Pablo a sus muy queridos cristianos de Filipos. Filemón es una carta confidencial autógrafa (v. 19)
2.2. Filipenses ¿fusión de varias cartas?
Nadie pone en duda la autenticidad paulina de todo el texto actual, pero hay unos detalles que han suscitado la hipótesis de varias cartas entrelazadas: se dan unos profundos cortes en Flp 3,2 y 4,10; en el capítulo tercero no se habla para nada de su situación de prisionero y sólo al final (4,10-20) agradece a los filipenses la ayuda que le han enviado.
Son cada vez más los que hablan de tres cartas escritas cronológicamente por este orden (y fundidas por un redactor posterior):
A) 4,10-20: carta de agradecimiento escrita a comienzos de su prisión; B) 1,1 - 3,1 y 4,2-7.21-23: escrita al cabo de un cierto tiempo de prisión; Pablo relata las circunstancias de su encarcelamiento, les manifiesta su cariño y les anima a la concordia;
C) 3,2 - 4,1.8-9: carta polémica contra los judaizantes escrita ya desde fuera de la cárcel.
2.3. Vocabulario significativo
Evangelio: aparece 10 veces en Filipenses. Esta carta se dirige a una comunidad que comparte totalmente su ministerio, su combate y sus sufrimientos ligados a la proclamación del Evangelio, a su progreso; hay otros individuos que toman parte en esta misma tarea (Evodia y Síntique: Flp 4,2; Timoteo: Flp 1,1). Pablo expresa su gozo de engendrar a la vida por el Evangelio, pero a través de combates, luchas y persecuciones (Flp 1,12-16). Convertido casi en sinónimo de cristianismo, el Evangelio tiene toda una historia por delante (Flp 4,15).
Fronein (sentir): la carta emplea 10 veces este verbo y sus derivados (sobre 23 veces en el conjunto de las cartas paulinas). El sentido más amplio es estar dispuesto, tender hacia, lo cual implica toda especie de sentimiento o de actitud. Es imposible una traducción uniforme.
Hegéisthai (conducir, guiar): Pablo lo usa sólo en sentido figurado de pensar, creer, considerar, opinar. Este término se refiere sobre todo a las relaciones con los demás (Flp 2,3); se trata de apreciar a los demás en la agapé. Sólo Flp 2,6 aplica este término a Cristo. Dado que aparece 6 veces en Filipenses, conviene preguntarse si este empleo cristológico no estará en el origen de las diferentes utilizaciones paulinas de hegéisthai. Cristo no considera su igualdad con Dios como un objeto al que aferrarse. Esta actitud de Cristo se aplica al cristiano. Pablo exhorta a los cristianos a regular sus sentimientos, unos con otros, según la actitud de Cristo. En función de esta actitud repasa el apóstol su propia historia (Flp 3,7-8). Su opción, su adhesión a Cristo se basan en la valoración que ha hecho de lo que consideraba como una ventaja y que, a la luz de Cristo, se le presenta como una desventaja.
Alegría: invitación constante a la alegría. Este tema nunca está ausente de los escritos paulinos, pero se repite con una especial insistencia en la Carta a los Filipenses (9 veces el verbo alegrarse, 2 veces alegrarse con, 5 veces alegría). A pesar de su prisión y la perspectiva de un martirio posible, Pablo no sólo desborda de alegría (1,4.18; 2,17; 4,1.10), sino que pide a los filipenses que se alegren con él (2,18.28; 3,1; 4,4). Una buena lección para los cristianos, tantas veces acusados de ser personas tristes.
Kénosis (acción de vaciar, de despojar del todo). Término que expresa el rebajamiento de que se habla en Flp 2,7: "Se despojó de su grandeza (lit. de sí mismo), tomó la condición de esclavo...". Según la opinión común, no se trata de la encarnación del Verbo que, al rebajarse, se habría despojado de la naturaleza divina y habría asumido la humana, para recuperar de nuevo la divina en la glorificación. Se trata, más bien, de Cristo, que en vez de conservar los rasgos de la gloria divina prefirió despojarse de todo, tomando los rasgos del esclavo. El texto describe las fases del anonadamiento de Jesucristo hasta la muerte de cruz.
Políteuma (ciudadanía). Vocabulario propio de Filipenses. Para Pablo, los cristianos constituyen un políteuma (Flp 3,20): el enclave de un pueblo en otro más amplio. Las colonias de la Diáspora (Egipto, Éfeso, Roma) constituían un políteuma. Vivían en una ciudad, pero su auténtico derecho de ciudadanía, su patria, estaba en otra parte. Los cristianos constituyen un políteuma: deben vivir donde se encuentren, pero conforme a las leyes de su verdadera patria, el cielo. Por su nueva ciudadanía el enviado del Evangelio se hace instrumento de fraternidad, no desde el poder, sino desde el vaciamiento (prisión) y la entrega.
2.4. Estructura de las dos cartas
2.4.1. Estructura-plan de Filipenses
Saludo y exordio (1,1-11).
I. Noticias propias y recomendación (1,12-30).
II. Evitar las divisiones (2,1-18).
III. Envío de Timoteo y vuelta de Epafrodito (2,19 - 3,1a).
IV. Ofensiva de los predicadores judaizantes (3,1b - 4,1).
V. Recomendaciones finales y agradecimiento por la ayuda recibida (4,2-20).
2.4.2. Estructura-plan de Filemón
Dirección y saludos (vv. 1-3).
I. Acción de gracias y felicitaciones (vv. 4-7).
II. Parte central: intercesión por Onésimo (vv. 8-20).
III. Final: saludos (vv. 21-25).
3. NIVEL TEOLÓGICO
3.1. Invitación constante a la alegría
Situada en la prisión de Éfeso, por los años 56/57, la carta a los Filipenses resulta más admirable. Porque en Cesarea, o en Roma, el Apóstol podía pensar que había acabado una obra (Rm 15,23) y la había sellado con una colecta (Rm 15,28) y con toda la carta a los Romanos (concebida como su testamento). En cambio, en esos momentos que vivía Pablo, todavía le quedaba mucho por hacer en Éfeso, Corinto, Galacia y en el mismo Filipos.
Pablo habla de la alegría desde la cárcel. En medio de tanto dolor, físico y moral, Filipenses es la Carta magna de la alegría cristiana, a la que Pablo invita constantemente (1,4.25; 2,2.17-18.28-29; 3,1; 4,1.4.10). La alegría es inherente al verdadero cristianismo y queda reforzada incluso ante la perspectiva de una muerte posible (2,27-28). Una alegría que llevaría al Apóstol a disolverse (= la muerte) para encontrarse con Cristo, pero que valora inmensamente el fruto del trabajo en esta tierra (1,20-26). Esta alegría interior inagotable rompe todos los esquemas humanos habituales, ya que se mantiene imperturbable aun en medio de las circunstancias más adversas.
3.2. El «vaciamiento» de Cristo: definición del misionero
Pablo incorpora un himno cristológico a su Carta a los Filipenses (2,6-11), que aprendió después de su conversión. No se limita a citarlo; lo hace suyo, lo inserta en el contexto, marcándolo con su sello personal. Así presenta el papel central de Cristo en la historia de la salvación y su condición de modelo supremo del cristiano en todo y para todo (1,13-23; 2,6-11; 3,7-11; 4,13).
I.
(6) Estando en forma de Dios
no consideró como una presa
ser igual a Dios
(7a) sino que se vació de sí mismo
habiendo tomado forma de esclavo |
II.
(7b) haciéndose semejante a los hombres y, habiendo sido hallado de aspecto como un hombre,
(8) se rebajó a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. |
III. (9) Por eso Dios lo superexaltó
y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre,
(10) para que en el nombre de Jesús toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y bajo tierra,
(11) y toda lengua confiese
que el Señor es Jesucristo,
para gloria de Dios Padre. |
En este himno se percibe la antítesis Adán-Cristo (cf. Rm 5,12-17; 1Cor 15,45-49). Adán, el prototipo del hombre viejo, en su intento de autodivinizarse, encontró el fracaso y la muerte. Cristo recorre el camino inverso, no como destino fatal, sino con absoluta libertad. Su destino, y el nuestro si seguimos sus huellas, es la glorificación. La frase y se hizo semejante a los hombres expresa la radicalidad de la unidad de Jesús con los hombres -Jesús es verdadero hombre-, pero al mismo tiempo subraya que Jesús es también radicalmente distinto de los hombres, porque es Dios.
Pablo cita este himno para urgir a los filipenses a que se comporten de manera humilde y servicial como Jesús. Desde esta actitud, se define el misionero evangelizador, empobrecido y débil (como Cristo se vació...). Como Cristo, el misionero evangelizador tiene que hacerse hombre, incluso hasta tomar la forma de esclavo (v. 7) y morir en la cruz. Esto significa realmente la obediencia hasta la muerte, como comunión total con la voluntad de Dios y con el destino de los hombres. Esta muerte en la cruz sólo tiene sentido cuando el misionero evangelizador la inscribe en la lógica del amor y de la entrega.
La evangelización no se lleva a cabo sin cruz. El Evangelio siempre encuentra resistencias. Por eso, quien participa en la misión de Cristo se encuentra más de una vez con el rechazo, la crítica o el conflicto. La evangelización no se lleva adelante mediante la fuerza, el poder o el éxito, sino en la debilidad y en la pasión. Pablo hacía alusión a sus persecuciones, tribulaciones, cárcel, heridas para acreditar su apostolado (Flp 1,12-14; 2Cor 6,8).
Así como Cristo al encarnarse se despojó voluntariamente (= se vació a sí mismo) de sus privilegios (Flp 2,6), así también el misionero evangelizador debe despojarse de todo privilegio y asumir el vaciamiento, el empobrecimiento para que Cristo crezca en él. Lo cual supone aceptar el empobrecimiento del prestigio (Flp 1,17-18), la cárcel (1,13-14), el perder todas las cosas (3,7ss), la misma muerte, con tal de ganar a Cristo.
La cruz es signo de verdadera evangelización. Las incomprensiones, el rechazo, las críticas o la persecución no pueden encadenar la Palabra de Dios, ya que "la Palabra de Dios no está encadenada" (2Tm 2,9). Esta libertad para evangelizar asumiendo la cruz es fruto del Espíritu. Por eso, el misionero evangelizador, como Pablo, se siente fuerte en la debilidad: "Estoy contento en las debilidades, ultrajes e infortunios, persecuciones y angustias por Cristo; pues cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte" (2Cor 12,10). Así, se convierte en instrumento de fraternidad, porque encarna el amor de Cristo a todos los hombres.
La energía del cristiano surge de la comunión con los sufrimientos de Cristo y de una conformación con su muerte (Flp 3,10). Por ello el apostolado no conoce otra señal que la humildad y la debilidad; por ello la ética de la comunidad cristiana está fundada sobre la muerte a sí mismo y sobre el amor que hace existir al otro como "superior a sí mismo" (2,3). El misionero evangelizador vive día a día el sentido verdadero de la tergiversación aportada por la intervención de Cristo en la historia humana: esto es un don gratuito de Dios, obra milagrosa de un Padre que hace surgir la fuerza de la debilidad, el amor de la discordia, la vida de la muerte (cf. 2,9ss; 3,8ss).
3.3. El amor de Pablo por los filipenses. Noticias personales (1,3-26)
Toda la carta expresa un cariño que encuentra eco en los sentimientos semejantes de los filipenses. Unas palabras clave pueden dar luz para la lectura: recordar, añorar, pensar, tener los mismos sentimientos, quedarse y estar cerca... De entre todos los escritos de Pablo, éste tiene el carácter de una carta familiar. Por eso, se ha dicho incluso que parecía poco pensada, que estaba faltada de orden. Lo cual es normal en una verdadera carta.
La acción de gracias (1,3-11) ya deja entrever el lugar preferente que esta comunidad amada ocupaba en el corazón de Pablo. Todo pensamiento sobre los filipenses se convierte en una acción de gracias, y siempre ora por ellos con alegría (1,4). Esta palabra volverá a salir enseguida (1,18.25; 2,2.17-18.28-29; 3,1; 4,1.4.10) y convertirá esta carta en un canto a la alegría. El motivo de la alegría de Pablo y de su amor por los filipenses es que, desde el primer día, han compartido con él la gracia del Evangelio (1,5.7); por esto confía que Dios culminará la obra tan buena que él mismo ha comenzado (1,6). El día de Cristo Jesús, que Pablo tiene siempre ante los ojos como término final de todos los acontecimientos de su vida apostólica (cf. 2,16), es el de su venida gloriosa.
Después de la acción de gracias, Pablo habla de su situación personal (1,12-26). Epafrodito habría podido comunicarles todo lo que le sucedía, pero Pablo quiere contárselo él mismo. Como siempre, sus noticias, aunque personales, se referían a los progresos de la evangelización. Aquí la persona no cuenta; lo único importante es el anuncio de Jesucristo. Primero, pues, habla de la predicación (1,12-18). Su encarcelamiento ha favorecido la causa del Evangelio; así ha sido posible predicarlo en el mismo pretorio, es decir, en la residencia del gobernador romano que había en cada una de las ciudades del imperio. Pablo no puede dejar nunca de anunciar a Jesucristo, incluso en ambientes hostiles cerrados al Evangelio. Ahora, pues, como en Filipos con la familia del carcelero (Hch 16,33-34), también había anunciado el Evangelio a algunos de la casa del emperador (4,22). Esto ha dado coraje a otros hermanos que ahora, más que nunca, anuncian el Evangelio sin miedo (1,12-14). Es cierto que no todos lo hacen con recta intención, sino por rivalidad (cf. 2,21), pero Pablo no piensa en sus propios intereses, sino en los de Jesucristo: "Al fin y al cabo Cristo es anunciado y esto me llena de alegría" (1,15-18).
Pero su alegría tiene todavía otro motivo: Pablo está convencido por la fe que todo esto le servirá para su salvación, gracias a las oraciones que los filipenses hacen por él y gracias a la asistencia del Espíritu de Jesús (1,19-21). Puestas así las cosas en esta perspectiva, tanto le da morir como vivir. Ya que su vida es Cristo, si muere por el martirio, será ocasión de unirse definitivamente con él, y si vive, será siempre un miembro suyo, entregado al servicio del Evangelio. La vida de Pablo por Cristo y con Cristo ha encontrado la mejor fórmula: "Para mí, la vida es Cristo" (1,21). Hay quien vive para los suyos, para el trabajo, para el dinero... El cristiano vive la vida de Cristo. La contraposición muerte y vida tiene otros equivalentes por toda la carta: la humillación de Cristo hasta la muerte y su exaltación (2,6-11), la participación en los sufrimientos y en la muerte de Cristo para llegar a la resurrección de entre los muertos por el poder y la resurrección de Cristo (3,10-11), la perdición de los enemigos de la cruz de Cristo y la transformación gloriosa de aquellos que ya tienen una ciudadanía en el cielo (3,18-21).
Finalmente, ya que Pablo tiene todavía la perspectiva de vivir, dedicará el tiempo que le queda a trabajar para la salvación de los demás, y en primer lugar de los de Filipos (1,25-26). Es cierto que la muerte le daría todo lo que tanto anhela: irse para estar con Cristo (1,23). Pero seguir viviendo es necesario por causa de los que son o han de ser de Cristo (1,24).
3.4. Exhortación a comportarse de una manera digna del Evangelio. Ejemplo de Jesús (1,27 - 2,18)
Los filipenses eran ciudadanos romanos de pleno derecho. Tal vez es por esto que la palabra que usa Pablo para decirles cómo hay que comportarse significaba vivir como conviene a un buen ciudadano. Pero, Pablo les recuerda que su ciudadanía está en el cielo (3,20; cf. Ef 2,19; Col 3,1-4): desde ahora nos hemos de comportar como si ya nos hallásemos en el cielo.
Pablo veía a su alrededor "envidias y rivalidades" (1,15). Recomienda a los filipenses que "permanezcan firmes, unidos en un mismo Espíritu" (1,27), que "tengan los mismos sentimientos, compartiendo un mismo amor, viviendo en armonía y sintiendo lo mismo" (2,2) en la lucha por la fe del Evangelio. Esta fe les traerá persecuciones, pero esto es una señal cierta de salvación (1,27-30). La unión que Pablo recomienda a los filipenses sólo la tendrán si cada uno sabe valorar a los demás más que a sí mismo e interesarse por ellos (2,1-4). Es el ejemplo que Cristo nos ha dado.
Pablo, en 2,6-11, cita un himno cantado en las reuniones de los cristianos. Pablo lo recuerda para proponer el ejemplo humilde de Cristo: preexistente en la condición divina, ha asumido la condición humana y se ha humillado hasta la muerte y una muerte de cruz: a esta humillación, corresponde su glorificación: toda criatura lo adora y lo reconoce como Señor.
La importancia de lo que Pablo acaba de decir sobre el ejemplo de Jesucristo no nos tiene que hacer pasar por alto las palabras con que acaba su exhortación. El hecho de que Dios, por su benevolencia, nos concede siempre la gracia de querer el bien y de practicarlo, nos tiene que llevar a esforzarnos en lograr nuestra salvación con todo el respeto y temor (2,12-13). En medio de un mundo perverso, deberíamos brillar como unos hijos de Dios irreprensibles; entonces Pablo podrá gloriarse de ellos el día de Jesucristo (1,10), y más todavía si finalmente su vida, gracias al martirio, fuese vertida como una libación, que acompañaría el sacrificio de la fe que aquel día los filipenses ofrecerán a Dios (1,15-18).
3.5. El comportamiento de los judaizantes y el de Pablo (3,2 - 4,1)
Después de estas exhortaciones, Pablo sigue dando noticias de sí mismo y de sus planes. En 2,19-30, percibimos la gran estima que Pablo tenía por sus colaboradores.
Al comienzo del capítulo 3 parece como si Pablo se despidiese: sus palabras alegraos suenan a adiós! Pero una advertencia contra los predicadores judaizantes le da ocasión para exponer la manera como él ha entendido el valor de la cruz de Cristo frente al valor de las prácticas judías. A primera vista, el tono polémico de este capítulo desentona con el conjunto de la carta (indicio de que Filipenses es una carta compuesta de otras cartas de Pablo). En realidad, cuando Pablo la escribía, estaba en plena discusión con ellos (cf. 2Co 11,5.12-13.22; Ga 1,7; etc). A los judaizantes, Pablo los llama perros, tal vez porque ladran contra el rebaño, malos obreros charlatanes, que en vez de edificar destruyen, mutilados, porque la circuncisión que ellos predican sólo es la mutilación de un miembro del cuerpo, no una dedicación del corazón a Dios (3,2-3). Los llama también enemigos de la cruz de Cristo (3,18), porque en vez de confiar en la justicia que viene de Dios por la fe en Jesucristo crucificado (3,3.9; Ga 2,16-21), creían ser justos en virtud de las prácticas de la Ley; por eso decía también que tienen "por dios el vientre, se enorgullecen de lo que debería avergonzarlos y sólo piensan en las cosas de la tierra" (3,19), es decir, que todo su interés consistía en observar las prácticas de la Ley respecto a los alimentos y a la circuncisión (Col 2,16-19).
Pablo que, en su orgullo de fariseo, había considerado todo aquello ventajas ante Dios, ahora se aviene a perderlo y a considerarlo como estiércol ante lo que Dios le ha dado por Jesucristo; ahora olvida todo lo que ha dejado atrás, y se lanza de lleno a la consecución de lo que tiene delante, hacia el premio que Dios le reserva arriba en el cielo en Jesucristo (3,4-14).
3.6. Recomendaciones a los filipenses. Agradecimiento por la ayuda recibida (4,1-19)
Además de las recomendaciones personales de 4,2-3, Pablo hace unas últimas recomendaciones a sus queridos filipenses. El pensamiento de que el Señor está cerca, les ha de mantener en la alegría, en el buen comportamiento y en una vida sin angustia (4,4-6). Notemos que quien en toda la carta ha invitado constantemente a la alegría, es un prisionero que no sabe si será pronto liberado o condenado a muerte. Es el ejemplo más alto de la serenidad que da la paz de Dios (4,7).
Fijémonos particularmente en la exhortación a la oración constante, que no falta nunca en las cartas de Pablo, ya que él mismo sabía convertir en oración y en acción de gracias todas las necesidades y toda la vida de la Iglesia (4,6).
Como final de su exhortación, resume con pocas palabras el tono auténtico y amable que ha de tener el comportamiento cristiano y, como ya ha hecho otras veces, se pone él mismo como ejemplo (4,8-9; cf. 3,17; 1Co 4,16; 11,1). Las últimas palabras de agradecimiento están llenas del sentido de delicadeza que Pablo tenía por todos los que se interesaban por él, y revelan al mismo tiempo con qué libertad sabía acomodarse a cualquier situación que se le presentaba; Pablo se alegra sobre todo pensando en la manera como Dios acepta la ayuda económica que acaban de hacerle (4,10-20).
3.7. En Cristo no hay amo ni esclavo, sólo hermanos (Flm 1-25)
Pablo define a los bautizados como una nueva criatura (2Co 5,17), una nueva creación donde las diferencias sociales quedan eliminadas en provecho de la igualdad en Cristo Jesús: "Ya no hay distinción entre judío y griego, entre esclavo o libre, entre varón o mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga 3,28; 1Co 12,13; Col 3,11). En la Carta a Filemón, Pablo aplica estas consideraciones a un caso concreto: un esclavo evadido (Onésimo) se convierte a la fe por medio de Pablo, que no lo libera, sino que lo reenvía a Filemón, su amo, con una carta de recomendación. Esto puede parecer una postura ambigua, como tantas de la Iglesia. Puede parecer que la Iglesia está siempre al lado de los poderosos.
Con todo, para hacer justicia a esta carta autógrafa (v. 19) de Pablo, hay que considerar lo siguiente:
Filemón debe recibir a Onésimo no como esclavo, sino como hermano (v. 16). Entre cristianos se dan unas nuevas relaciones: ya no son las existentes entre amo-esclavo, sino las que nacen de la verdadera koinonía o comunión fraterna cristiana (Ga 3,28; Col 3,11). Esto supone la condenación de la esclavitud. Pero Pablo y los anunciadores del Evangelio de la libertad no podían imponer ésta por la fuerza. Bastaba, de momento, anunciar que el único Señor era Cristo. Tanto Filemón como Onésimo eran hermanos en la fe y esclavos del único Señor (v. 16).
Por tanto, no se puede juzgar la actuación de Pablo desde nuestros presupuestos histórico-culturales, sin tener en cuenta los condicionamientos del s. I de nuestra era. Así Pablo se hace solidario de los daños que Onésimo había causado a Filemón (vv. 17s.) y, a la vez, apela a la comunión cristiana que establecía unas nuevas relaciones entre las personas. Pero en la presente carta, aunque no ataca directamente la institución de la esclavitud, de hecho pone las bases para su abolición: para Filemón, Onésimo tiene que ser un hermano, no sólo en el Señor, sino también humanamente (v. 16).
DOCUMENTACION AUXILIAR
CARTA DE PLINIO EL JOVEN
Se conservan dos cartas de Plinio el Joven (bajo el reinado de Trajano, 98-117 dC, a su amigo Sabiniano en favor de un liberto y para dar gracias por el perdón concedido al fugitivo).
"C. Plinio a su querido Sabiniano, salud. Tu liberto contra el que te muestras furioso ha acudido a mí y, echándose a mis pies como se hubiera echado a los tuyos, no se quiere apartar. Ha llorado mucho, ha implorado mucho y también ha guardado silencio por mucho rato; en una palabra, me ha hecho creer en su arrepentimiento. La verdad es que creo que se ha enmendado y se ha dado cuenta de su error.
Sé muy bien que estás enfadado y encolerizado. Y sé que tienes toda la razón. Pero la mansedumbre es especialmente meritoria cuando hay motivos justos para la cólera. Has querido a ese hombre y me imagino que lo quieres todavía. Basta entonces con que te dejes doblegar. Podrás enfadarte de nuevo, si se lo merece, porque ahora si te dejas ablandar, tu nuevo enfado sería más razonable. Ten en cuenta su juventud, sus lágrimas, tu bondad natural. Deja de atormentarle y de atormentarte tú mismo por él; porque la cólera no deja de ser un tormento para una persona tan mansa como tú.
Tengo miedo de que creas que te lo exijo, en lugar de rogártelo solamente, si uno mis lágrimas a las suyas; pero las uniré con tanta mayor abundancia cuanto que yo mismo le he reprendido con viveza y severidad y le he amenazado sin rodeos con que nunca más volveré a interceder por él. Esto se lo dije para asustarle a él, pero no por ti, pues estoy seguro de que obtendré siempre lo que te pida. Pero se tratará siempre de una súplica que para mí sea decente dirigirte y para ti escucharla" (IX,21). (S. Legasse, LA CARTA A LOS FILIPENSES. LA CARTA A FILEMÓN. Cuadernos Bíblicos 33, Estella 1981, p. 53.)
Si comparamos esta carta con la de Pablo a Filemón vemos que se parecen mucho entre sí. Por ambos lados se apela a la bondad del amo, se invoca la amistad que une a los corresponsales y se reconoce el error del esclavo. Pero Plinio se queda a nivel de las simples motivaciones humanas, mientras que Pablo piensa en una relación superior que convierte al esclavo en "hermano querido" (v. 16).
CLAVE CLARETIANA
LA ALEGRÍA DEL MISIONERO
El 20 de marzo de 1965, el P. Claret escribía a su amigo Dr. José Caixal, obispo de Urgell: "En cuanto a las calumnias que con tanta abundancia me prodigan, no me causan pena, sino gozo muy grande en el Señor, como lo puede ver en el librito de cubiertas de color azul, que tengo el gusto de remitirle, que al efecto escribí". Se trata de un librito, de carácter autobiográfico, titulado "El consuelo de un alma calumniada". En la comunión con Cristo y en la contemplación de una vida al servicio del anuncio del Evangelio, encuentra el P. Fundador aquella paz de espíritu que le permite alegrarse en las calumnias, como él mismo pedía a los misioneros (Aut 494).
Sin duda, la alegría es una de las características de la vida misionera, (cf. MCH 159) a pesar de todos los sacrificios y dificultades. Pablo habla de la alegría "desde la cárcel". Se trata de una alegría que nace de una vida plenamente centrada en Cristo ("para mí la vida es Cristo": Flp 1,21), de ver cómo el Reino crece entre los pobres (Flp 1,12-18; cf. Mt 11,25-26), de constatar el crecimiento de la comunidad cristiana (Flp 2,2; 4,1), también de sentir el cariño de aquellos que aprecian al misionero como mediación de la gracia de Dios (Flp 4,10).
La carta a los Filipenses llega al alma del misionero con un fuerte mensaje de esperanza. Una lectura "vocacional" claretiana de la misma nos llevará a experimentar con mayor profundidad el gozo de la vocación misionera y nos preparará a asumir todas las dificultades de nuestro ministerio, consolidando en nosotros la convicción de que la kénosis es el único camino de realización del Reino.
CLAVE SITUACIONAL
1. Al umbral del tercer milenio, estamos llamados a examinar, a la luz del Espíritu, la nueva evangelización y el modelo de Iglesia que estamos desarrollando. Una Iglesia llamada a encarnar, día tras día, a Cristo que nos acompaña y camina con nosotros; que nos da su Espíritu que nos impulsa como le impulsaba a él a asumir la condición del que se cansa, del que es despreciado, del que está al margen y a tener compasión y no sólo a trabajar por los demás. Es útil recordar juntos las líneas que encontramos presentes en los planes pastorales de las iglesias en las que estamos insertos subrayando la riqueza y las dificultades.
2. Evangelizar desde la debilidad. Hay una sutil y, al mismo tiempo, seria tentación: aliarse con los poderosos (en economía, en política, en los medios de comunicación), o pretender ser una iglesia o congregación poderosa para hacer más rápida y eficaz la difusión del mensaje cristiano. Esta postura nos identifica con el paganismo y hace vana la encarnación de Dios en Jesús de Nazaret, que aceptó vivir la incertidumbre de la condición humana. Hoy nos encontramos frente a nuevos escenarios para la evangelización como aquellos que se abrían en Europa para Pablo y la comunidad de Filipos. El ansia misionera puede convertirse en estrategia de ocupación y conquista. Examinemos seriamente a esta luz el proyecto y la orientación de las nuevas presencias en países no cristianos.
3. La lucha contra el mal. El tiempo actual está marcado por las dependencias. Desde las más personales hasta las más estructurales, por ejemplo la dependencia de ciertas naciones de las grandes potencias económicas (Banca Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc.) en orden a sostener sus proyectos de desarrollo, no siempre beneficiosos para todos. Todas estas dependencias generan atropellos a la vida y formas de opresión. El anuncio de la liberación ataca el corazón de este mal y quiere poner en crisis los sistemas que lo generan y mantienen. ¿Qué conciencia crítica tenemos de todos esto? ¿Tendemos más a mitigar las dificultades que a resolver los problemas buscando las causas? La iglesia y la congregación, ¿dónde y cómo se coloca hoy frente a estos problemas?
CLAVE EXISTENCIAL
1. La experiencia de nuestras limitaciones. Nos sentimos prisioneros y heridos por nuestra debilidad (escasez de personal, edad media avanzada, carencia de medios, tanto en la congregación como en la iglesia). ¿Produce todo esto en nosotros una postura de cerrazón, de huida, o bien hemos aprendido a convertir la herida en manantial de vida? ¿Tenemos conciencia de que la raíz original que identifica nuestro ser cristiano es nuestra configuración con Jesús, por encima de todo obrar, más allá y a pesar de toda posible fragilidad por parte nuestra? Esto nos pide examinar si Jesús es nuestra razón de ser, el ámbito vital que nos rodea y nos hace respirar.
2. La limitaciones, una oportunidad. ¿De qué manera esta experiencia de "prisión" nos está ayudando a cambiar constantemente el centro de nosotros mismos, de nuestro modelo de comunidad, para vivir una pobreza gozosa e itinerante? ¿Qué reflexión y resonancia encuentra dicha experiencia en nuestra vida y en la de nuestras comunidades y posiciones apostólicas? ¿Nos está educando esta misma condición a buscar la ayuda de los otros, a reconocer la complementariedad de los carismas? ¿Qué modelos de relación nos hace vivir con los empleados al servicio de nuestras obras (escuelas, colegios, actividades)?
3. La calidad cristiana de nuestras relaciones. La ternura, el gozo, la confianza, el abandono, la cordialidad, la intensidad de las relaciones entre los discípulos, la comunicación tan viva y humana que Pablo mantiene con las comunidades son aspectos muy destacados en esta carta. ¿Son éstas las características de nuestra vida personal y de la comunidad misionera de la que formamos parte?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: Flp 3,3-14
3. Diálogo sobre el TEMA VI en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).
4. Oración de acción de gracias o de intercesión.
5. Canto final