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Luz de la humanidad
Buscando la luz...

Paulinos 03

 

TEMA 3: SERVIDORES DE LA NUEVA ALIANZA


 

TEXTO: II CORINTIOS



 

CLAVE BÍBLICA


 

1. NIVEL HISTÓRICO


 

1.1. Corinto y los destinatarios de Segunda Corintios


 

En torno a Corinto y a la comunidad cristiana que existía allí (fundación, crecimiento, organización, etc.), nos remitimos a lo ya expuesto en el tema anterior. Es a dicha comunidad a quien va dirigida la carta de Pablo que ahora nos ocupa. Podemos repasar, pues, lo que se dijo en el folleto anterior (LA ATENCIÓN AL DÉBIL, Primera carta a los Corintios).


 

1.2. Contexto histórico de la carta


 

2Co no es una carta acabada, como pueden ser las cartas a los Gálatas o a los Romanos; se trata más bien de una recopilación de varias cartas escritas por Pablo a la iglesia de Corinto. Cuando Pablo comenzó a escribir 2Co, llevaba ya varios años preocupado por la situación de aquella comunidad. Su primera visita a Corinto, cuando la evangelizó por primera vez en los años 50-51, duró más de 18 meses (Hch 18,11). Después de dejar la ciudad para continuar su ministerio en otras partes, escribió varias veces a aquella comunidad. No todas las cartas han llegado hasta nosotros. 1Co 5,9-11 demuestra que incluso antes de esa carta, ya les había escrito en diversas ocasiones.


 

Pablo escribió 1Co en el año 54, a raíz de las informaciones que recibió de la familia de Cloe (1Co 1,11), que había viajado de Corinto a Éfeso, donde Pablo se encontraba. Los mismos Corintios le habían escrito pidiéndole su parecer sobre algunos problemas que habían surgido (1Co 7,1). En 1Co 4,18-21 Pablo manifiesta su deseo de visitar de nuevo Corinto en un futuro próximo. Después cambió de parecer, programando una doble visita (2Co 1,15-16), una de camino de Éfeso a Macedonia y otra en su viaje de vuelta a Éfeso. No hizo ninguna de las dos visitas y por ello fue tachado de indeciso (2Co 1,17). Sus colaboradores, sin embargo, viajaron varias veces allí durante ese tiempo (cf 1Co 16,10; 2Co 2,13; 7,6-7: son visitas de Timoteo y Tito). En 2Co 8,16-24, Pablo dice que piensa enviar a Tito con otros dos compañeros a Corinto.


 

Cuando Pablo acaba de escribir 1Co 1-4, manda allí a Tito para llevar a cabo la colecta. Por él, o quizás por otros caminos, Pablo se entera de que la carta no ha producido los efectos que esperaba. Algunos corintios, sea por ignorancia o a causa de algún malentendido, cuestionan el apostolado de Pablo, instigados quizás por algunos elementos de fuera de la comunidad; y esto hace enfadar a Pablo con aquellos que él mismo había guiado a le fe. Por ello, Pablo contesta con su apología (2Co 2,14 - 7,4). Al escribir la carta, Pablo nunca pensó que el problema revistiese una tal gravedad y estaba seguro de poderlo solucionar con la misma. Pero al recibir más noticias, decide ir él mismo a Corinto; en ese momento se manifestará el conflicto con toda su fuerza. Posteriormente se referirá a esta visita como a la "visita penosa" (2Co 2,1; 13,2), ya que ésta fue un fracaso y él se vio obligado a volver a Éfeso con un gran disgusto (cf 2Co 12,14; 13,1). Más tarde escribirá la así llamada "carta llena de lágrimas" (2Co 10-13), en la que se nos ofrece una imagen más clara de los opositores. Tito debe ser el portador de la carta. Mientras, Pablo viajó a Troas (2Co 2,12), donde tenía proyectado reunirse con Tito a su regreso de Corinto. Pablo comenzó un fructífero apostolado en Tróada, pero su impaciencia por conocer la situación de la iglesia de Corinto le empujó a embarcarse para Macedonia, en un estado de "luchas externas y temores internos" (2Co 7,5). Allí pudo encontrarse finalmente con Tito que le trajo buenas noticias de Corinto. La dura carta que les había enviado había producido sus efectos: los corintios estaban dispuestos a aceptar a Pablo y a obedecerle. Es entonces cuando escribe una carta de reconciliación (2Co 1,1 - 2,13; 7,5-16; , seguramente desde Macedonia. Finalmente les envía 2Co 9, según algunos la última carta de Pablo a los corintios, recordándoles que deben concluir la colecta que ya habían iniciado. Pablo escribió probablemente todas estas cartas entre los años 54 y 56.


 

1.3. Los opositores


 

1.3.1. Los opositores venidos de fuera


 

Pablo no nos da una descripción exacta de la identidad (procedencia, posición doctrinal, enseñanzas, etc.) de los opositores que se habían infiltrado en la iglesia de Corinto, que él mismo había fundado. Pablo se limita simplemente a presentarlos como "falsos maestros" (2Co 11,13), "super-apóstoles" (2Co 11,5; 12,11), "obreros falaces" (2Co 11,13), "ministros disfrazados de Satanás" (2Co 11,14-15), "insensatos" (2Co 11,19). Pablo se refiere solamente a ellos de un modo indirecto, negándoles, según la costumbre retórica de aquel tiempo, incluso el reconocimiento que supondría la mención de sus nombres. Por ello, usa expresiones como "algunos", "alguno", "ciertas personas" (2Co 3,1; 10,2.7.12; 11,20.21); "muchos", "aquellos" (2Co 2,17; 11,18); "el tal", "esa gente" (2Co 10,11; 11,13); o bien usa algunos participios que los describen por las acciones que realizan (por ejemplo: 2Co 5,12; 10,18; 11,4.12).


 

Pablo los acusa de intrusos y mentirosos. Se han introducido en una iglesia fundada por él y sobre la cual solo él tiene una responsabilidad apostólica. Son unos mentirosos que han venido de fuera predicando un evangelio diverso, vanagloriándose presuntuosamente de unas credenciales apostólicas superiores (2Co 10,12; 11,18; cf. 11,15; 12,11). Presentándose dolosamente como verdaderos apóstoles (2Co 11,12-15), han intentado aprovecharse de la hospitalidad que les han ofrecido los corintios (2Co 11,19-20) y apartarlos de la fe que, a través de la predicación de Pablo, habían acogido (2Co 11,3-4). A partir de esas referencias se puede suponer que estos opositores eran personas hábiles en el arte retórico helenista (2Co 11,6; cf. 10,10). Se vanagloriaban de lo que aparece externamente y no de aquello que se lleva en el corazón (2Co 5,12), y, de este modo, pretendían rebajar la imagen de Pablo frente a la comunidad.


 

Pablo era acusado por esos falsos apóstoles de no haber tenido ninguna relación especial con Cristo (2Co 10,7), de ser inferior a ellos en cuanto al conocimiento religioso (2Co 11,6), de falta de competencia en sus discursos y de eficiencia en llevar a la práctica los planes apostólicos que manifestaba en sus cartas (2Co 10,10-11; 11,5-6), y de comportarse según los criterios de este mundo (2Co 1,7; 10,2). La referencia en 2Co 12,12 a los signos que acompañan el ministerio apostólico puede haber sido motivada por la acusación de que Pablo no los había mostrado en Corinto. Y la referencia en 2Co 12,19 y 13,3 al "hablar en Cristo" de Pablo y a que "Cristo habla por medio de Pablo", podría ser igualmente una respuesta a las acusaciones de falta de autoridad espiritual (cf. 2Co 13,4). Estos opositores habrían también insistido en que el hecho de que Pablo no pidiese ninguna ayuda económica a los corintios -ayuda que, por otra parte, ellos probablemente recibían- era porque no se sentía capacitado para ello al no ser apóstol (2Co 12,11.13). E incluso podrían haber suscitado algunas sospechas acerca del interés de Pablo por la colecta en favor de Jerusalén.


 

Es claro el origen judío de los opositores (2Co 11,22). No tienen porqué ser judaizantes, pues el tipo de polémica contra los judaizantes que encontramos en Gálatas está ausente de 2Co, a pesar de otras similitudes que se dan entre Gálatas y 2Co 10-13. La opinión de que se trata de algunos judeocristianos gnósticos no convence, pues la polémica contra las ideas gnósticas que encontramos en 1Co no está presente en 2Co, ni siquiera en 5,1-10. Es verdad que los opositores muestran algunos rasgos típicos de la Gnosis (por ejemplo, su interés en visiones y revelaciones: 2Co 12,1), pero éste es un fenómeno común a todo el pensamiento helenista, incluido el judaísmo helenista. Todo nos lleva a afirmar que Pablo tuvo que enfrentarse a misioneros cristianos de origen judío-helenista. No hay ninguna prueba de que los opositores tuviesen algún tipo de conexión con la comunidad de Palestina. La polémica de los capítulos 10-13 se dirige principalmente a estos opositores.


 

1.3.2. Los opositores de la misma iglesia de Corinto


 

Es muy difícil determinar la identidad y procedencia de los opositores de Pablo pertenecientes a la misma iglesia de Corinto, ya que Pablo no alude explícitamente a ellos en la carta. Sin embargo, hay una leve indicación acerca de su identidad en 2Co 11,7-11; 12,13. Pablo había recibido apoyo económico de las iglesias de Macedonia y, sin embargo, no lo había aceptado de la de Corinto, seguramente debido sobre todo a la presencia latente de facciones diversas dentro de la comunidad. La ayuda se hubiese podido interpretar como un intento de asegurarse un valioso aliado por parte de los donantes. Además, Pablo pudo simplemente considerar la ayuda una carga excesiva para la comunidad y, por ello, la rehusó. Esto pudo contribuir a enrarecer su relación con algunos miembros de la iglesia que, poco a poco, fueron montando una fuerte oposición al ministerio de Pablo. Al escribir su apología (2Co 2,14 - 7,4) Pablo pudo haber tenido presentes a estas personas. No sabemos hasta qué punto habían llegado las cosas antes de la llegada de los elementos de fuera de la comunidad, pero estos "falsos apóstoles" se encontraron con una fuerza anti-paulina, con la que formaron una alianza en contra del apóstol. Dentro de ese "frente unido", parece que los "super-apóstoles", tal como los llama Pablo, tuvieron un rol dominante.



 

2. NIVEL LITERARIO


 

2.1. La unidad de la carta


 

Como ya hemos dicho, 2Co es una carta compuesta a partir de varias, de lo contrario sería muy difícil explicar los cambios bruscos de estilo y tono y las digresiones que se encuentran dentro de la misma. Por ejemplo, 2Co 7,5-16 parece ser la continuación natural de 2,13; se dice que un editor separó estos fragmentos para introducir 2,14 - 7,4, que pertenecía a otra carta de Pablo a Corinto. Del mismo modo, 10-13 no pueden ser la continuación de 1-9. Es impensable psicológicamente que Pablo pase tan bruscamente de congratularse por la reconciliación a que ha llegado con la iglesia de Corinto (1-9, especialmente 7,13-16), a un duro ataque y a una defensa de sí mismo llena de ironía (10-13). Un tal ataque a la comunidad habría dado al traste con lo que intentaba conseguir a través de los capítulos 1-9. Por otra parte, los capítulos 8 y 9 parecen ser una repetición.


 

2.2. Análisis de los géneros literarios de la carta


 

2.2.1. Reconciliación (2Co 1,1 - 2,13; 7,5-16)


 

Después de haber recibido por medio de Tito la noticia de que los corintios han aceptado su autoridad, Pablo les escribe lleno de consuelo y alegría. Es una carta en la que Pablo intenta clarificar algunas cosas en torno a su persona, como, por ejemplo, el hecho de que no haya podido visitarlos como les había prometido (2Co 1,15-18; 1,23 - 2,4). Algunos especialistas llaman a este género "jurídico" o "forense". La palabra "consuelo", como sustantivo o como verbo, aparece 10 veces en 1,2 - 2,13 y 6 veces en 7,5-16, lo cual nos indica el sentimiento que llena el corazón de Pablo. Además, expresiones de reconciliación llenan la sección 2,5-11.


 

2.2.2. Apología del ministerio apostólico (2Co 2,14 - 7,4)


 

Esta sección en torno a la teología del ministerio constituye el núcleo de la carta. En ella, Pablo contrapone su persona y su ministerio al de sus opositores, que son "vendedores" de la palabra de Dios, mientras que él es un ministro auténtico, enviado por Dios mismo (2,17). La parte central de su defensa la encontramos en 3,1 - 4,6, que es una interpretación midráshica de Ex 34. En este pasaje, Pablo, partiendo de un motivo trivial como una carta de recomendación, toma pie de la discusión acerca del "velo que cubría el rostro de Moisés", para remontarse a la teología sublime de la gloria del Creador reflejada en el rostro de Cristo. Lo que da su dinamismo al texto es la asociación de ideas que recorre todo el pasaje. Esta asociación se basa en unas palabras-enlace en las que se pasa de uno de sus significados a otro, dando así lugar al desarrollo de los temas. Este modo de argumentación se llama "lógica rabínica".


 

El discurso parte de la afirmación de que no hay necesidad de ninguna "carta de recomendación", ya que los mismos corintios son su carta, "escrita en nuestros corazones" (3,2). La adición de la última frase (en los corazones) da pie a un cambio en el sentido de "carta" (que cambia de un "trozo de papiro" a "corazón", con una referencia a Jer 31,33 y Ez 11,19; 36,26 -la nueva alianza-, y de "tinta" al "Espíritu de Dios". La tabla de piedra nos remite a Ex 34,1ss.). En 3,7, Pablo habla de la gloria que se manifestaba en el rostro de Moisés, a la que se alude en Ex 34,27-35 -añadiendo incluso un elemento nuevo de su parte: "la gloria que pasa"-, para mostrarnos que el esplendor de la nueva gloria es muy superior.


 

A partir de ahí, Pablo asocia, en 3,13, un nuevo elemento al tema del "velo" que cubría el rostro de Moisés (Ex 34,29-35). Se trata del objetivo de la gloria que pasa, es decir, su meta (ha de desaparecer para dar lugar a la nueva gloria, inmensamente superior). El velo sigue refiriéndose a Moisés, pero ahora el sentido de "Moisés" cambia, pasando a significar la Torah (3,15). Así mismo, la finalidad del velo cambia (originalmente escondía la gloria de Yahvéh) pasando a cubrir el Antiguo Testamento (3,14). Esta lógica rabínica culmina en una afirmación rotunda: "cuando alguien se vuelva hacia el Señor, el velo será retirado".


 

En este pasaje se encuentra la discutida cuña 6,14 - 7,1, para algunos no paulina, que parece haber formado parte de la "carta previa" mencionada en 1Co 5,9.


 

2.2.3. La colecta (2Co 8-9)


 

Cualquiera que lea estos dos capítulos comprende que se trata de una repetición. El capítulo 8 viene a ser una carta de recomendación para Tito y sus compañeros que habían recibido el encargo de terminar la colecta en Corinto (8,6.16-19.22-23). El capítulo 9 tiene las características de una exhortación pastoral (9,1-5) y de una homilía en torno a la colecta (9,6-15). El cap. 9 parece ser anterior al 8, pues en 9,2 todavía no se ha realizado la colecta en Macedonia, y sí, en cambio, en 8,3.


 

2.2.4. La confrontación con los opositores (2Co 10-13)


 

La carta tiene un tono autodefensa. El autor hace uso de la sátira, la ironía y una buena cantidad de retórica. Con frecuencia usa las expresiones maliciosas de su propios adversarios como punto de partida para atacarlos (10,1b.10; 11,7; 12,13.16). El tono es burlón. Los recursos literarios que Pablo usa con mayor frecuencia en estos capítulos son: la metáfora, la ironía y el paralelismo. Emplea las siguientes imágenes: insensato, enfermo, siervo, desnudez, ataque, debilidad, etc., que acostumbran a tener un sentido negativo. Pero Pablo, en lugar de asumir estas connotaciones negativas, adopta un tono irónico jugando con dichas palabras, en orden a cambiar la perspectiva de los corintios. Por ejemplo: "Vosotros, que sois inteligentes, soportáis a los insensatos..." (11,19); "Tenéis paciencia cuando alguien os esclaviza..." (11,20). A los adversarios los llama "superapóstoles" ("Co 11,5). Sin embargo, también hace autobiografía apostólica sincera: "os amo" (11,4); "me desgasté" (12,15) "para edificar y no para destruir" (13,10).



 

3. NIVEL TEOLÓGICO


 

3.1. El apóstol verdadero


 

3.1.1. Apóstol de la Nueva Alianza


 

El tema de la Nueva Alianza no es especialmente frecuente en Pablo. Aparece en 2Co 3 y en 1Co 11,25. Los esenios, que nos dejaron los manuscritos del Mar Muerto, se servían de él para describir su posición dentro del judaísmo de aquel tiempo. (Aparece en otros muchos lugares del Nuevo Testamento: Hb 8,7-13; Mt 26,28, etc.).


 

Pablo se define como "ministro de la Nueva Alianza" (3,6). Teniendo como trasfondo las palabras de Jer 31,31-34, pone de relieve los siguientes contrastes: Las palabras escritas en las tablas de piedra y las escritas en el corazón humano (3,3); el antiguo testamento (3,14) y el nuevo (3,6); la contraposición entre letra y Espíritu (3,6) y entre la letra que mata y el Espíritu que da vida (3,6); ministro de la condena contrapuesto a ministro de la justicia (3,9).


 

Es la Nueva Alianza lo que da un carácter especial a Pablo y un estilo peculiar a su ministerio. Es un ministerio marcado por la sinceridad (2,17), la confianza (3,4), la gloria (3,8-11), que requiere una gran audacia (3,12) y en el que el ministro no ha de atemorizarse (4,1.16), un ministerio guiado no por la sabiduría terrena sino por la gracia de Dios (1,12). Entre todas estas características la que más destaca es la "audacia apostólica". Aquí radica la razón que dispensa a Pablo de cualquier carta de recomendación. Éste es un punto que Pablo desarrolla, precisamente porque en la iglesia de Corinto sus opositores le habían tildado de tímido (10,1-2). De hecho, era a sus oponentes a quienes les faltaba la audacia, pues se amparaban en la astucia, actuaban ambiguamente y falsicaban la palabra de Dios (cf. 4,2); y precisamente con esa astucia desviaron a los corintios de su devoción sincera y pura a Cristo, al igual que hizo la serpiente con Eva (cf. 11,3). Ésta es la razón por la que ellos necesitaban cartas de recomendación para reforzar su posición que no encontraba fundamento en una consistencia interior.


 

Esta audacia apostólica guarda relación con la Nueva Alianza. Moisés, ministro de la Antigua Alianza, no se atrevió a descubrir su rostro para mostrar la gloria que se reflejaba en él, ya que la gente temía mirarlo (cf. Ex 34,29-35). Pablo explica que el pueblo de la antigua alianza tenía miedo de mirar porque su mente estaba ofuscada (2Co 3,12-13). La Nueva Alianza, en cambio, está escrita en los corazones de los cristianos ("la carta" entregada por Pablo: 3,1-3). Por ello sus corazones han sido liberados, y se puede ya retirar el velo para que se manifieste el esplendor de la gloria (cf. 3,10-11). La dureza de corazón ha sido eliminada en los cristianos por Cristo. Tan sólo los que no creen son incapaces de ver la luz del evangelio de la gloria de Cristo, que se manifiesta a través del ministerio de Pablo (4,4). Es el mismo Cristo quien quita el velo. No se elimina la Torah, sino solamente el velo que se encuentra entre ésta y el creyente. Por ello, la Nueva Alianza, en la cual uno se encuentra con el Señor, permite entender correctamente la Torah y comprender su función en la historia de la Salvación.


 

Pablo se compara a sí mismo con Moisés y acusa a sus opositores de no ser verdaderos ministros sino personas que se vanaglorian de su posición, pero que tienen el corazón vacío (5,12). Esta última expresión nos ayuda a entender mejor todo el discurso. Esos falsos maestros no pueden gloriarse de su corazón porque la Nueva Alianza no ha sido escrita en él, lo cual significa que son aún duros de corazón, pertenecientes a la antigua alianza. Así se explica que no posean la audacia apostólica y tengan que recurrir a métodos tortuosos. Pablo es audaz y lleno de confianza: Ha sido la gracia de la Nueva Alianza la que le ha transformado.


 

3.1.2. Apóstol del Espíritu


 

Este tema está relacionado con el de la Nueva Alianza. Ordinariamente, en Pablo, el "espíritu" se contrapone a la "carne". Sin embargo, en 2Co, casi todas las veces que aparece "Espíritu" es en relación con la Nueva Alianza. Estableciendo un contraste entre la vieja y la nueva Alianza, Pablo habla de la letra y del espíritu respectivamente. Éste es primordialmente el sentido en que "Espíritu" se emplea en esta carta. Pablo afirma que los corintios son una carta de Cristo, escrita por él no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente (cf. 3,3). Afirma también que la Nueva Alianza no se encuentra en ningún código escrito, sino que ha sido sellada en el Espíritu, pues la letra mata y el Espíritu, en cambio, da vida (3,5.9). Es evidente la contraposición entre el Espíritu y la letra.


 

La letra fue un camino para dar a conocer la voluntad de Dios, pero resultó un camino inadecuado. La comunicación de la voluntad de Dios tomó este estilo con un objeto temporal: hacer consciente al ser humano de su incapacidad y de su inclinación al pecado (Ga 3,9), radicadas en su fragilidad como creatura (cf. Rm 7,14; 8,3). Cumplir la voluntad de Dios no consiste en adecuarse a unas normas externas, sino en dar expresión al amor que el Espíritu engendra en el interior del corazón (Rm 8,4). Por eso, Pablo insiste en que la letra mata y el espíritu vivifica (2Co 3,6). La letra mata porque da a conocer la voluntad de Dios sin ofrecer la fuerza para cumplirla y declarando, al mismo tiempo, la condena de aquellos que no la cumplen (Rm 7,14; Ga 3,10). El Espíritu vivifica, y con esta vida suscita el deseo de cumplir la voluntad de Dios y da la fuerza para ello (Rm 8,4).


Cuando Pablo se refiere a la respuesta a las necesidades espirituales de los creyentes en Cristo, lo hace, en general, hablando de la acción del Espíritu. El ministerio de Cristo, ascendido a los cielos, se puede parangonar a la acción del Espíritu. En 3,18, la función del Espíritu en la vida de los creyentes es transformarlos progresivamente en imágenes de Cristo, a través de una comunión creciente en su gloria.


 

Un aspecto importante de la enseñanza de Pablo sobre el Espíritu, que lo distingue de la tradición judía, es la íntima conexión entre el Espíritu y el Señor resucitado, el sello de Jesús que tiene el Espíritu. Por eso, es llamado a veces el Espíritu de Jesús, o el Espíritu del Hijo de Dios (Rm 8,9; Ga 4,6). Y vivir en comunión con el Hijo de Dios, Jesucristo (1Co 1,9) equivale a vivir en comunión con el Espíritu (2Co 13,14).


 

Al tratarse del Espíritu de Cristo, no está asociado solamente con el poder y la bendición, sino también con la cruz de Cristo (1Co 2,1-6), con la pequeñez y el servicio a los demás, en la misma línea que el Maestro (1Co 12- 13). Los corintios deben comprender que ser una persona "espiritual" puede no significar gloria sino debilidad y sufrimiento (2Co 4,7-8; 11,16 - 12,10). La vida terrena de Jesús es un modelo de la acción del Espíritu en los creyentes: "Pues, de hecho, él (Cristo) fue crucificado dando muestras de debilidad, pero vive por el poder de Dios (el Espíritu). Del mismo modo, nosotros somos débiles en él, pero viviremos en él por el poder de Dios, para vuestro bien" (13,4). Este sello de Jesús que tiene el Espíritu explica porqué el signo supremo de su presencia y acción sea el amor (Ga 5,22). El acto supremo de la manifestación del amor de Dios a toda la creación es la muerte de Cristo para su redención, y este amor es ahora derramado en el corazón de los creyentes por la presencia del Espíritu.


 

Pablo hereda tanto del Antiguo Testamento como del judaísmo inter-testamentario la imagen del Espíritu como fuerza de Dios y, en este sentido, en cuanto Espíritu de Cristo, tiene una estrecha conexión con el mensaje evangélico. El Espíritu da fuerza e impulsa la misión cristiana. Esto es presentado muy vivamente en los Hechos, donde la venida del Espíritu es asociada con el comienzo de la proclamación post-pascual del Evangelio (Hch 2). El mismo Pablo escribe a los romanos que a él le ha sido concedido conducir a los paganos a Dios "... por la palabra y la acción, por el poder de hacer milagros y signos, gracias a la fuerza del Espíritu..." (Rm 15,18-19). Y cuando en 2Co 12,12 afirma que "los rasgos distintivos del apóstol los habéis visto realizados entre vosotros: sufrimientos de toda clase, señales, prodigios y milagros", Pablo se refiere a la fuerza del Espíritu. De este modo, puede hablar del trabajo apostólico como de un ministerio del Espíritu (2Co 3,8), una parte importante del cual es la predicación del evangelio. El Espíritu acompañó su primera predicación misionera y llenó inconfundiblemente el corazón de los nuevos creyentes. En tres de sus cartas, dirigidas a comunidades distintas, recuerda a los lectores la viva experiencia del Espíritu que tuvieron al escuchar el Evangelio y convertirse (1Ts 1,4-6; Ga 3,1-3; 1Co 2,4-5). Pablo supone que tal encuentro inicial con el Espíritu confirma la conversión de sus lectores y la validez de su evangelio, como evangelio de Dios. En 2Co 11,4, Pablo atestigua que, a través de su predicación, confiere el don del Espíritu. Este Espíritu da libertad al apóstol en su trabajo misionero (2Co 3,17). Una libertad que es principalmente liberación de la ley, ya que estar bajo la ley es estar bajo el pecado (Ga 3,22-23). Y, según 2Co 3, el Espíritu no sólo garantiza la libertad respecto a la ley (nomos) o a la letra (graphe), sino, tomando las palabras de Ga 3,13, la liberación de la maldición de la ley, porque es a eso a lo que ésta queda reducida si se le desvincula del Espíritu y de Cristo, en quien la ley alcanza la meta que tenía señalada (2Co 3,4-17; Rm 7,6; 10,4).


 

3.1.3. Apóstol de la reconciliación


 

"Reconciliación" es un concepto paulino que indica que la enemistad entre Dios y el hombre o de los hombres entre sí ha sido superada y las relaciones pacíficas restablecidas por la acción de Cristo (por su muerte). Este concepto se refiere a un estado objetivo de paz y no simplemente a un sentimiento de paz interior. Pablo depende del uso secular del griego "katallage" o "katallasso", influenciado por el mundo helenístico. Estas palabras indican un cambio, en el que la enemistad es sustituida por relaciones pacíficas. El uso que hace de ellas Pablo tiene, sin embargo, una clara connotación teológica, menos en el caso de 1Co 7,11.15 donde su sentido es meramente secular (reconciliación de una pareja de esposos).


 

Pablo es el primero, entre los autores que escriben en griego, en hablar de una acción de reconciliación iniciada activamente por la parte ofendida, usando para ello la forma activa del verbo (2Co 5,19). El objeto de la reconciliación somos "nosotros" (5,18) y el "mundo" (5,19), probablemente con una referencia al "mundo caído". La pregunta por el cuándo se realizó esta reconciliación viene respondida por la frase "por medio de Cristo", es decir, "a través de la muerte de su (de Dios) Hijo", expresión que aparece explícitamente en Rm 5,10 y se explica con más detalle en 2Co 5,14-15 con una referencia al aspecto sacrificial de la muerte de Cristo. Así que podemos decir que Dios no es solamente el agente o promotor de la reconciliación, sino, al mismo tiempo, la meta hacia la cual dicha reconciliación está orientada. La cita indicada no hace una alusión explícita a una enemistad entre Dios y la humanidad, pero se refiere a una "transgresión" (5,19). Se puede deducir que es la justicia de Dios la que ofrece la base para la reconciliación. La enseñanza unánime de los autores neotestamentarios es que en Cristo no hubo pecado (Jn 6,46; 1Jn 3,5: Hb 4,15; 1P 2,22). Pero 2Co 5,21 afirma que, por nuestra salvación, Dios "lo hizo pecado", y, por lo tanto, sufrió la muerte para reconciliarnos.


 

En la cruz fue alcanzada, de forma objetiva, la reconciliación para todos. Ésta debe, sin embargo, ser realizada a nivel subjetivo y, para ello, es necesaria la instrumentalidad humana. En 2Co 5,17, Pablo alude al origen divino del nuevo orden establecido por la mediación de Cristo, pero se refiere igualmente a su propia parte en el ministerio de la reconciliación (5,18). 2Co 5,17 describe el origen de la reconciliación en el Padre, la mediación de la misma por Cristo, y el cumplimiento de la misma a través del ministerio del apóstol. En este sentido Pablo pasa a ser cooperador de Dios (2Co 6,1; 1Co 3,9; 1Ts 3,2), el título más preciado de un apóstol.


 

La afirmación de Pablo, en 2Co 5,19, es que en Cristo Dios reconcilió el "mundo". El pensamiento de Pablo no puede quedar limitado solamente a la humanidad, aunque sea ésta la que ocupa principalmente su discurso, ya que está estrechamente relacionado con el tema de la "nueva creación". Pablo ha hablado repetidamente de la nueva creación en Cristo como una realidad que sustituye a la vieja creación destruida por la caída de Adán (5,17). En este sentido, la reconciliación se extiende a todo el universo. Todo es reconciliado por la cruz de Cristo. Del mismo modo que la desobediencia de Adán trajo la ruina a todo el orden creado, así la obediencia de Cristo va a armonizar definitivamente el universo en los nuevos cielos y la nueva tierra.

 

El cosmos entero estará en paz con Dios gracias a la mediación redentora de Cristo (cf. Rm 8,18-21; Ef 1,10; Flp 2,9-11; Col 1,20). Esta reconciliación cósmica puede tener un sentido muy preciso en medio de la crisis ecológica del mundo moderno. Un ministro genuino de la reconciliación debe tener presente también esta dimensión.


 

Siendo Pablo embajador y cooperador de Dios tiene una tarea difícil que realizar. Si no está atento, puede ser un obstáculo para la transmisión de esta gracia. Puede echar a perder el poder de la cruz de Cristo (1Co 1,17), y su ministerio se puede convertir en un obstáculo (2Co 6,3). Esta es la terrible responsabilidad de los ministros. Por este motivo, se apresura a reconciliarse con la comunidad que se ha alejado de él (2Co 6,11-13). Y la urgencia es mayor, si se considera que la salvación escatológica se ha hecho ya presente (2Co 6,2).


 

3.1.4. El apóstol "fuerte en la debilidad"


 

En la literatura paulina la palabra "debilidad" (astheneia) tiene una función relevante. En el uso clásico de los LXX o de otros libros del Nuevo Testamento, la palabra significa casi siempre "enfermedad" o "falta de poder". En Pablo, sin embargo, toma un significado teológico muy rico, especialmente en sus escritos más extensos: 1Co, 2Co y Rom. Este tema se encuentra más ampliamente desarrollado en 2Co, en la que Pablo se enfrenta contra unos opositores helenístico-judeo-cristianos que se vanaglorian de sus propios conocimientos y le ridiculizan a él. Ante tales acusaciones, Pablo toma las indicaciones de sus adversarios sobre su debilidad y les da la vuelta convirtiéndolas en un argumento en favor de su ministerio apostólico.


 

La idea de debilidad que tiene Pablo es marcadamente teocéntrica. Dios no depende ni de la fuerza del hombre ni de sus conquistas, ni siquiera de la iglesia. Al contrario, busca al débil, al impío, al rebelde para redimirlos y hacerlos vehículos de su propia fuerza. Tal como el Señor ha revelado a Pablo, la debilidad es el lugar donde se manifiesta el poder de Dios (2Co 12,9). Por ello, el "cuando soy débil, soy fuerte" se va a convertir en un principio iluminador del ministerio de Pablo (12,10). Aunque consideraba su cuerpo humano como apto para su trabajo, fue muy consciente de su fragilidad y limitaciones (4,7). Sin embargo, a pesar de ello, fue capaz de servir a la Iglesia por encima de esa debilidad natural. De este modo, Pablo demostró que él era el apóstol escogido por Dios y sus opositores eran siervos de Satanás (11,12-14).


 

Pablo enseña, pues, que el modo que tiene Dios de mostrar su poder es totalmente distinto del que tienen los hombres. Los hombres y las mujeres intentan superar su debilidad. A Dios, en cambio, le complace usar esta debilidad para sus planes. El modo de actuar de Dios, si lo entendemos correctamente, no consiste en hacer a los hombres más fuertes, sino más débiles hasta que el poder de Dios se transparente plenamente en ellos. Por lo que intuímos de esta carta, los opositores de Pablo consideraban la debilidad únicamente en un sentido antropológico. No tenían conciencia de su dimensión teológica. Esta es la razón por la que ridiculizaban a Pablo como débil (2Co 10,10). A partir del contexto apologético de su propia defensa, Pablo, sobre todo en 2Co 10-13, desarrolla el carácter cristológico específico del vocabulario de la debilidad y lo convierte en un punto de mira importante.


 

En 2Co 13,4, Pablo afirma: "Él (Jesús) fue crucificado dando muestras de debilidad, pero vive por el poder de Dios...". En la crucifixión la debilidad humana de Jesús se manifestó con mayor claridad. A partir de ese momento, la debilidad se convertirá en lugar de manifestación de la fuerza de Dios. Ahora Jesús (el resucitado) vive por el poder de Dios, lo cual significa que la debilidad que Jesús mostró en la cruz era la única condición para que el poder de Dios actuase. Podemos decir que era en esa debilidad de Cristo donde estaba escondido el poder de Dios. Esta es la razón por la que Pablo, al enumerar la lista de aflicciones, menciona bellamente la debilidad y la fuerza escondida (muerte y resurrección o poder de Dios) como abrazándose mutuamente (2Co 4,8-9); somos afligidos de todas formas (muerte), aunque no destruidos (resurrección); sin recursos (muerte), aunque no desesperados (resurrección); perseguidos (muerte), aunque no abandonados (resurrección); abatidos (muerte), aunque no destruidos (resurrección). Finalmente resume toda esta enumeración en el versículo 10 (cf. también 11): "llevando siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo". Así pues, es en las aflicciones corporales de Pablo donde se manifiesta la vida de Jesús (el poder de Dios).


 

Es claro que, para Pablo, la debilidad es el signo verdadero y la impronta característica del apostolado y, por ello, se gloría de ella (11,30; 12,5.9.10). Pablo asume el sufrimiento con alegría. Solamente a través de él experimenta la muerte en su cuerpo. Según la mentalidad judía más común, "cualquier sufrimiento forma parte de la muerte"; así Pablo puede examinar su vida y exclamar: "Muero cada día" (1Co 15,31). El punto más fuerte de su sufrimiento radica en su preocupación por sus iglesias, consecuencia de la vocación recibida (11,28; cf 2,4-13), y que Pablo considera como parte esencial de la misma. El mismo Dios le puso repetidas veces en situaciones de sufrimiento como un condenado a muerte en la arena (cf. 1Co 15,32) o guiado a la muerte en la procesión triunfal de Roma (2Co 1,9; 2,14; 4,11; 1Co 4,9; Hech 28,15s). La sabiduría y el poder de Dios, manifestados primeramente en la cruz y resurrección de Cristo, son ahora manifestados y revelados públicamente a través del sufrimiento de Pablo como apóstol. Desde esta perspectiva, entendemos mejor la afirmación de Pablo en Col 1,24 donde dice que completa en su cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo: como apóstol, anuncia el conocimiento y la realidad de la cruz y el poder de Dios escondido en ella al mundo gentil. Entre Cristo y el apóstol existe una conexión tan íntima en la debilidad que ambos pueden decir que viven "por el poder de Dios".


 

3.2. La comunión entre las iglesias: La colecta (2Co 8-9)


 

En la Asamblea de Jerusalén, en el año 48, Santiago, Cefas y Juan aceptaron la legitimidad del evangelio que Pablo anunciaba a los gentiles. Al mismo tiempo, hicieron a Pablo y a su grupo una petición formal para que organizaran una colecta en orden a atender a los pobres de la iglesia de Jerusalén. Pablo se mostró de acuerdo (Ga 2,10), y ésta fue una de sus preocupaciones principales durante el viaje apostólico de los años 52-56.


 

Hay pruebas documentales que una gran parte de la población de Jerusalén, en el tiempo de Jesús, vivía principalmente o exclusivamente gracias a las ayudas organizadas a partir de las limosnas de la gente. La mención en Hechos de que los miembros ricos de la comunidad vendían sus campos y casas para ayudar a los miembros necesitados de la iglesia (Hch 2,45; 4,34-35), nos demuestra que un grupo de cristianos pertenecía a dichos estratos sociales pobres. La situación de pobreza se agravaba con los años sabáticos de Judea, con los que parecen coincidir la colecta de Antioquía (Hech 11,27-30) y la de Pablo en Grecia. Como la comunidad cristiana era perseguida por las autoridades judías (Ga 1,22-23), no había ninguna esperanza de recibir ayuda de las fuentes tradicionales; esto dejaba como única vía el recurso a la iglesia de los "Gentiles", cuyos miembros, sin ser ricos (2Co 8,2; 1Co 1,26), gozaban de una condición económica mejor que la mayoría de la comunidad de Jerusalén.


 

Además de proveer a las necesidades de la comunidad, las autoridades de la iglesia de Jerusalén pudieron dar también un sentido simbólico a este gesto de las iglesias de los gentiles. Todas las sinagogas de la diáspora estaban obligadas a recoger anualmente de cada varón un impuesto de medio shekel y enviarlo al templo de Jerusalén. Las contribuciones voluntarias recogidas por Pablo no eran, en modo alguno, una versión cristiana del impuesto del templo; pero, dado el contexto de dicha práctica judía, la iglesia de Jerusalén podría haber interpretado con complacencia estas aportaciones como un reconocimiento de su posición preeminente como madre de todas las iglesias.


 

Pablo no vio ciertamente la colecta desde esa perspectiva. Se trataba, ante todo, de un acto de caridad: los que tenían más, aunque no fuese mucho, debían compartir lo que tenían con aquellos que no tenían como una expresión elemental de su vida cristiana. Él lo compara a la completa entrega que Cristo hace de sí mismo (8,9).


 

La colecta tenía otra dimensión, no menos importante para Pablo. Observaba con gran preocupación cómo las iglesias de Siria-Palestina y las de Grecia se iban separando paulatinamente, y cómo las relaciones entre ambas eran frecuentemente penosas. Cuando escribe la carta a los romanos (hacia el año 55), la situación había llegado a tal extremo que Pablo dudaba si la iglesia de Jerusalén aceptaría la colecta (Rm 15,31). Los ánimos tenían que estar muy encendidos si existía incluso la posibilidad de que la ayuda económica, tan necesaria, fuese rechazada. Sin embargo él persistió en su empeño. El amor auténtico (Col 3,14) debía ser expresado de una forma concreta, y Pablo encontró esta expresión en la colecta (2Co 8,8-9.19; 9,12-15). Pablo continuó la colecta porque consideró un deber suyo el crear comunión y unidad entre las iglesias, como cuerpo de Cristo que eran.


 

3.3. El amor misionero (Caritas Christi urget nos)


 

2 Cor 5,11 - 6,2 es un texto que busca hacer entender a los opositores de Pablo el significado redentor de la muerte de Cristo. Ellos, que se vanagloriaban de la apariencia externa y no de la riqueza del corazón, habrían quitado importancia a la cruz y a la muerte de Cristo en sus vidas. Habrían dado más importancia a las expresiones exteriores de éxtasis y trance, que no significan necesariamente una presencia de Cristo dentro de ellos (5,12; 12,1). Pablo, en cambio, afirma en 5,13: "Si nos habíamos convertido en insensatos, era por Dios; y, si hemos vuelto a la cordura, es por vosotros". Ciertamente, no son las expresiones exteriores de piedad lo más necesario en el ministerio, sino el amor misionero de Cristo que actúa en el corazón de los misioneros. Si este amor no está presente, uno se podrá gloriar solamente de las apariencias externas pero no de su corazón.


 

Cuando Pablo habla del amor de Cristo, la expresión puede tener un doble significado: nuestro amor por Cristo y el amor que Cristo tiene por nosotros. En el contexto de su muerte sacrificial, presente en 5,14: "El amor de Cristo nos urge, porque hemos comprendido esto: que uno murió por todos y, por lo tanto, todos murieron" (cf. también 5,15), tiene el segundo sentido. Como el ministro es el embajador de Cristo (5,20), es natural que el amor de Cristo actúe en él.


 

Para dar más realce a este amor de Cristo operante en el corazón de sus ministros, Pablo emplea, de un modo implícito, la tipología "Adán-Cristo" en esta perícopa. Lo podemos ver en los versos 14 y 15, cuando dice: "... uno murió por todos y, por lo tanto, todos murieron". Como Jesús murió por nosotros, la consecuencia normal sería: "uno murió por todos y, por lo tanto, los demás fueron rescatados de la muerte". Sin embargo, en nuestro caso se dice que todos murieron con Cristo. Las fuentes rabínicas nos ofrecen luz para entender mejor. Los rabinos pensaban que todos los hombres provenían de un mismo antepasado, Adán, en el cual todos eran una misma cosa. Ellos y todo el cosmos eran solidarios con Adán y, por lo tanto, cuando él pecó todo el cosmos quedó bajo la influencia del pecado (cf. Rm 8,20). Con la muerte de Jesús se produce un cambio de solidaridad y señorío. En la vieja creatura, lo que actuaba en el hombre era el "pecado" (Rm 5,12-14; 7,13.16.18.20), que ejercía una influencia en todas las actividades humanas.


 

En la muerte de Cristo, la humanidad ha experimentado un cambio de la vieja solidaridad a otra nueva. En este sentido, Adán era el prototipo de Cristo. Que Pablo tuvo presente esta tipología cuando escribió estas líneas nos lo demuestra el uso de "uno" y "en Cristo" en esta perícopa. En Rm 5,7, cuando Pablo usa explícitamente la tipología "Adán-Cristo", emplea la palabra "uno" (hêis) para referirse a Adán y a Cristo. En 2Co 5,17, las usa de modo similar. Además, en 1Co 15,21-22, cuando emplea la misma tipología para remarcar la solidaridad de la humanidad con Adán y con Cristo, usa las expresiones "en Adán" y "en Cristo". Así pues, cuando Pablo hace uso de esta expresión en 2Co 5,17.19, no hay duda de que quiere expresar este cambio de solidaridad.


 

En la "nueva solidaridad" lo que mueve a los hombres no es el "pecado", sino el "amor de Cristo". Es un amor misionero. Es el amor apasionado de Cristo por los hombres que le llevó a dar la vida por ellos. Podemos decir que la experiencia más profunda de unión amorosa de Cristo con el Padre y con todo el universo creado se dio en la cruz. Jesús sentía una solidaridad tan estrecha con toda la humanidad que todo el mundo estaba presente en él con unos fuertes lazos de amor y, por eso, su muerte en la cruz afectó a toda la humanidad. Todos morimos en él en esta unión de amor. Ahora es el amor de Cristo la fuerza que se impone y que no puede ser ya vencida por ninguna otra fuerza en el mundo (cf. Rm 8,35), la que mueve a Pablo a actuar. Por eso, en Ga 2,20, dice: "He sido crucificado con Cristo; ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mi... que me amó y dió su vida por mí".


 

Lo más importante en esta nueva solidaridad (nueva creación) es que los creyentes tengan una justa relación entre sí. Ésta debe estar orientada por el amor misionero de Cristo. 2Co 5,16 dice: "A partir de ahora, nosotros no consideramos a nadie según la carne". "Carne" tiene aquí el significado de una realidad dominada por el pecado (Rm 7,23). Esta "carne" ha muerto ya con Cristo. El cristiano, y de un modo especial el ministro de Cristo, debe mirar a los demás no según la carne (criterios mundanos), sino según el amor misionero de Cristo. El mismo Pablo confiesa que en otro tiempo había conocido a Cristo sin entender su amor por la humanidad y por eso persiguió a tantos hombres y mujeres que le seguían. Ahora es el amor de Cristo el que le mueve y, por lo tanto, considera una pérdida todo aquello que, en otro tiempo, había considerado un beneficio (Flp 3,4-10). Este amor posibilita a Pablo sufrir por su iglesia.




 

CLAVE CLARETIANA


 

EL MINISTERIO APOSTÓLICO


 

"Debemos anunciar la Buena Nueva del Reino en fidelidad y fortaleza, sobre todo, porque son muchos los que a él se oponen, por ambición de poder, por afán de riquezas o por ansia de placeres" (CC 46). La experiencia de la oposición al Reino es algo que siempre ha estado presente en la vida de los evangelizadores. 2Co nos transmite con gran realismo la experiencia que Pablo tuvo de ello. Todos sabemos cómo estuvo presente en la vida de Claret. Es más, lo hemos experimentado quizá en nuestras propias vidas y lo hemos comprobado en el testimonio de tantos hermanos nuestros que se esfuerzan en vivir con fidelidad y radicalidad su vocación misionera.


 

El "servidor de la Nueva Alianza" de Dios con la humanidad se encuentra indefectiblemente con la oposición de los que viven al servicio de otras alianzas que tienen como fin promover intereses egoístas. Dios, en Cristo, nos ha reconciliado consigo a nosotros y al mundo (2Co 5,18-19). Ha surgido un nuevo orden que reclama unas nuevas relaciones, cuya pauta ha sido establecida por Jesús, que dio su vida por los demás. El ministerio apostólico es servicio a esta Nueva Alianza, sellada con la sangre de Jesús, y, por ello, exige entereza y audacia. En la definición del misionero resuena con fuerza este mensaje paulino (Aut 494; CC 9). Experimentamos con frecuencia las dificultades de nuestro ministerio, pero, como Pablo, nos sabemos "fuertes con la fuerza de Cristo" (cf. 2Co 12,10).




 

CLAVE SITUACIONAL



 

1. ¿Es inútil sembrar en terrenos pedregosos? ¿Merece la pena empeñarse en reevangelizar las viejas culturas cristianas que ya se han instalado en la increencia? Rahner decía que el hombre de hoy, aun cuando tenga una impronta propia, sigue siendo el hombre, el de siempre. Si el hombre está abierto por naturaleza a la trascendencia quiere decir que el hombre de hoy también lo está. Incluso el hombre satisfecho de finitud, en el fondo, tiene sed de Dios y languidece lejos de El. El pensamiento científico no hace desaparecer naturalmente la fe religiosa. ¿Cómo entender si no la nostalgia por un estilo de vida más ecológico, más silencioso, más natural, más humano? ¿Cómo entender el "boom" de lo espiritual: esoterismo, tarot, alquimia, teosofía...? En Pablo la oración apostólica nace de la desproporción existente entre nuestras fuerzas y la tarea que debemos llevar a cabo. "Lo que para los hombres es imposible, no lo es para Dios" (cfr. Mt 19,26).


 

2. La fraternidad no se lleva. La solidaridad es el sustituto moderno y laico de la fraternidad, palabra caída hoy en desuso. Pero la solidaridad pierde un rasgo importante en confrontación con la fraternidad: la confesión de la paternidad de Dios. Para Pablo sería insuficiente una solidaridad puramente asistencial. Hoy siguiendo su espíritu aspiramos a una solidaridad cada vez más institucional. La campaña que, en algunos países con mayor potencia económica, reclama que se destine el 0,7% del PIB para ayudar a países del Tercer Mundo es todo un símbolo, un grito: ¡No a la desigualdad, a la injusticia! ¡Hay que acabar con los mecanismos perversos que obstaculizan el desarrollo de los países menos avanzados! ¡Hay que sustituir los sistemas financieros abusivos, las relaciones comerciales inicuas, la carrera de armamentos! Hablamos de solidaridad nacional e internacional. Ser solidario es renunciar a algo, es optar por la sobriedad al estilo de Jesús "que siendo rico se hizo pobre..." (2Co 8,9). ¿Crees que la solidaridad que se practica hoy tiene fundamentos sólidos?


 

3. Hay que tener agallas. La fe cristiana no puede ligar su suerte en exclusiva a una cultura histórica sin el riesgo de desaparecer juntas. Es necesario reconciliarse con la cultura de hoy, con la cultura de aquí, pero sin ligar a ella nuestro futuro. Se hace difícil reconciliarse con una cultura distinta. Se trata de entrar en un diálogo serio entre fe y cultura. Decía el Papa en Santiago de Compostela (España) en 1982: "Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida". Se tiende a la homogeneización de la cultura, pero también hay resistencias a "lo extranjero, a lo extraño" para salvar la propia identidad. Es cierto, hay que reconciliarse con las culturas, hay que saber pedir perdón sobre todo por nuestra ausencia de las universidades, del mundo del arte, de la literatura, de los MCS. Como decía un monje oriental del siglo X: "si el universo se convierte todo en un océano y tú no tienes agallas para respirar, ¿en qué consistirá, hijo mío, la sabiduría: en conseguir agallas o en ahogarte?".


 

4. Nueva creación. Una de las notas características de la cultura emergente va a ser el aumento de las presiones migratorias y el crecimiento de la población mundial en los países actualmente más pobres del mundo. Es decir, la parte del mundo que vive sumergida en una injusta pobreza amenaza con invadir aquella parte que disfruta de una riqueza, tantas veces también injusta. La nueva creación exige, por tanto, nuevos espacios de solidaridad. Mientras el Norte depende cada vez menos del Sur en cuanto a las materias primas y energéticas, va en aumento la dependencia del Sur con respecto al Norte en lo que se refiere a los procesos técnico-informativos que se concentran cada vez en menos manos y no siempre reflejan la realidad como es, sino que, a veces, la crean. La nueva creación debe afirmar el valor supremo de la persona humana, la igualdad de las personas, el respeto a la vida, el sometimiento de la ciencia y la técnica al bien del hombre, la primacía de éste sobre el Estado, la responsabilidad ante la naturaleza. ¿Crees que es posible un nuevo orden?


 

5. El flaco servicio. Sabemos que el ministerio está al servicio de la comunidad porque ésta es más importante que aquél. El ministerio es una diaconía. En otras religiones aparecen también palabras como amor, entrega a los demás, justicia... La peculiaridad cristiana es que, para nosotros, son expresión del amor salvador de Cristo a los hombres. El servicio es consecuencia del seguimiento. Dentro del universo de Jesús el poder es el servicio: vale el que se entrega libremente a los demás sin distinción. La diaconía hace una referencia directa a la riqueza-pobreza. No hay servicio posible desde el poder, el servicio no se impone. Es cierto que la estructura jerárquica eclesial impide, a veces, un servicio claramente desligado del poder; por eso los religiosos tienen la posibilidad de hacerlo de otra manera. Desde ahí podemos decir que los religiosos son "el poder de la impotencia" (2Co 10-12). No tienen medios materiales, no pueden imponer por la fuerza el ideal de Jesús sobre la tierra, pero son portadores del amor de Jesús hecho servicio. El lugar natural de los religiosos está donde la injusticia es más fuerte, donde hay opresión, donde no hay vida: enfermos, solitarios, ancianos, niños abandonados, marginados. Esto es enseñar con autoridad. En la práctica ¿es ésta la "diaconía" que observamos en los religiosos? ¿Es la diaconía que observamos en nuestro instituto?




 

CLAVE EXISTENCIAL



 

1. En el concierto de la iglesia ¿qué son 3.000 personas? ¿Crees que es realista tener como objetivo "la salvación de los hombres de todo el mundo"? ¿Es positivo querer abarcar tanto y estar presentes en todas partes? ¿Notas, sin embargo, algún signo de que Dios acompaña nuestra debilidad? ¿Cual?.


 

2. Como servidores de la nueva alianza ¿cumplimos con las características que nos indica Pablo? ¿Somos "traficantes" de la Palabra de Dios o proclamamos sinceramente lo que Dios nos inspira? ¿Basamos nuestro ministerio en la letra de la ley o en la fuerza del Espíritu? ¿Practicamos los silencios vergonzosos, la astucia, la falsificación de la Palabra de Dios o proclamamos abiertamente la verdad? ¿Nos anunciamos a nosotros mismos o a Jesucristo?


 

3. ¿Es posible colaborar en la obra del Señor sin contemplarle asiduamente e imitarle? ¿Nos apremia la caridad de Cristo? ¿Amamos a nuestros hermanos con la misma caridad con que Dios los ama? ¿Nos alegramos en las adversidades, en el hambre, en la desnudez, en los trabajos, en las calumnias, en las persecuciones y en toda tribulación?




 

ENCUENTRO COMUNITARIO


 

1. Oración o canto inicial.


 

2. Lectura de la Palabra de Dios: 2Co 5,11 - 6,2


 

3. Diálogo sobre el TEMA III en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).


 

4. Oración de acción de gracias o de intercesión.


 

5. Canto final


.....Escuela Bíblica Dabar Elohim - Parroquia de Ntra. Sra. de Chiquinquirá - Cl 45 30-62 - Tel 3795319 - 3184301 - Barranquilla - Colombia
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