Paulinos 09
TEMA 9:
INSTITUCIONALIZAR EL ANUNCIO
TEXTO: I y II TIMOTEO, TITO
CLAVE BÍBLICA
1. NIVEL HISTÓRICO: Nuevas respuestas para nuevos tiempos
1.1. Herencia paulina (¿En Asia?)
1.1.1. Relación con Pablo
Múltiples indicaciones dentro de estas tres epístolas, llamadas Pastorales, las colocan bajo la autoría de Pablo y como escritas a dos discípulos de máxima confianza: Timoteo y Tito. "Al partir yo para Macedonia te rogué que permanecieras en Éfeso..." (1Tm 1,3) escribe al primero; y al segundo: "el motivo para haberte dejado en Creta..."(Tt 1,5). Y no renuncia a un próximo encuentro con ambos: "Te escribo estas cosas con la esperanza de ir pronto a tí" (1Tm 3,15), y "Date prisa en venir donde mí a Nicópolis, porque he pensado pasar allí el invierno" (Tt 3,12).
La Segunda a Timoteo parece situarse en un tiempo posterior. Se presenta con las características típicas de un "discurso de despedida" en que se nos describe a un Pablo "prisionero" (2Tm 1,8), "a punto de ser derramado en libación" (2Tm 4,6) y abandonado por los que han sido sus compañeros de misión: "todos los de Asia... y, entre ellos, Figelo y Hermógenes"; "Demas... se ha marchado a Tesalónica, Crescente a Galacia, Tito a Dalmacia" (2Tm 4,10).
Pero estos datos, destinados aparentemente a trazar un cuadro coherente y homogéneo, se contradicen con algunos datos e informaciones tomados de la tradición paulina y con otros datos e informaciones suministrados por estas mismas cartas.
En la tradición paulina, Rm 15,19-24 presenta a un Pablo que da por terminada su misión en la región comprendida "desde Jerusalén y en todas las direcciones hasta el Ilírico" (Rm 19). Y el autor de Hechos confirma esta perspectiva consignando la despedida de Pablo pronunciada ante los presbíteros de Éfeso (Hch 20,17-38).
Por otra parte, si la prisión de la que se habla en 2Tm es la prisión romana del Apóstol, sorprende un encargo como el siguiente: "Cuando vengas, tráeme el abrigo que me dejé en Tróada, en casa de Carpo, y los libros, en especial los pergaminos" (2Tm 4,13). También en este contexto temporal sonaría extraña una información tal como: "A Trófimo lo dejé enfermo en Mileto"; ya que tanto el encargo cuanto la información parecen referirse al paso de Pablo por dicha ruta y ciudades que, según la cronología más probable, debería ser situado cinco años antes.
Pero aún dentro de este "testamento" que es la Segunda Timoteo se dejan entrever contradicciones internas: suena extraño que a punto de morir espere la presencia de Marcos que le "es muy útil para el ministerio" (2Tm 4,11), como si estuviera dispuesto a seguir trabajando en la evangelización durante un tiempo y le exija a Timoteo "venir antes del invierno"(2Tim 4,21) y traerle "el abrigo" (2Tm 4,13).
Junto a esta mala armonización de datos biográficos encontramos diferencias profundas con las epístolas auténticas: casi han desaparecido los términos de Pablo como "cruz" y derivados. Igualmente, hay escasa mención de vocablos como "gloriarse", "cuerpo", "carne", "libertad" que se repiten a cada paso en el epistolario paulino.
Por otra parte lenguaje y construcciones típicamente paulinas se emplean de manera distinta y con otra finalidad: la justicia asume una connotación prevalentemente ética, la fe se convierte en una virtud. La Epifanía y el Salvador toman el puesto de la Parusía.
A partir de todos estos datos, es posible rescatar un núcleo histórico del ámbito que dio origen a estos escritos. Es evidente que ellos surgen de una situación de aguda crisis en algunas comunidades paulinas de origen helénico (Tt 3,3), de las que está ausente el apóstol. Ante esta situación, actualizando el pensamiento de Pablo, a quien se considera como garante seguro y única fuente de la tradición, y presentando su escrito como dirigido a dos de sus discípulos de máxima confianza, una voz autorizada escribe para dichas comunidades las tres cartas, procurando garantizar la pureza de una tradición que ha dejado unos encargados para continuar la misión cristiana realizada por Pablo.
1.1.2. Distancia temporal
Una comparación con las Cartas de autenticidad indiscutida del epistolario paulino nos permite descubrir las preocupaciones de una época distinta a aquella de la primera generación cristiana. Como característica principal de esa época podemos mencionar que los cristianos no vibran tanto y no tienen tan viva la tensión ante la próxima venida. Como señales de este hecho se pueden mencionar:
- El marco apocalíptico de Primera Corintios 15, en el que se sitúan expresiones como "aniquilamiento de la muerte" (1Co 15,26) y términos como "inmortalidad" (1Co 15,53), desaparece y los mismos términos pasan a indicar una realidad que ya ha tenido lugar con la "manifestación" de Jesús en su vida mortal (2Tm 1,10).
- Por otra parte, se plantean problemas que giran en torno a la estructuración de la comunidad en general y de los ministerios eclesiales en particular, propios de comunidades que esperan perdurar por un tiempo más o menos largo.
1.1.3. Nuevas circunstancias culturales
De estas nuevas preocupaciones surge el intento de acomodación a la cultura común de las grandes urbes greco-romanas. Las listas de deberes familiares, por ejemplo, nos remiten a un ambiente de diálogo con la filosofía popular ambiental cínica y estoica, cuyos valores éticos frecuentemente se unen en dicha cultura con distintos pensamientos religiosos. En este diálogo cultural, sin embargo, se busca cuidadosamente mantener la especificidad de la religión cristiana. Este gran ámbito cultural hace a las Pastorales herederas, incluso en sus términos, del lenguaje de Filón de Alejandría.
1.2. La asimilación social
1.2.1. El "patronato", los ricos
En estas Cartas se hace frecuente referencia a la estructura familiar de una familia de tipo patriarcal. El marido es padre, esposo fiel de una sola mujer que sabe educar a sus propios hijos. Reviste preocupación especial el lugar de las viudas, privadas de ese referente familiar fundamental. Pero el autor tiene también cuidado de consignar el rol de la esposa, subordinado al del cabeza de familia y, si se trata de familias donde hay esclavos, se recomienda el sometimiento de éstos a sus patronos.
En la organización eclesial ocupan un lugar importante las familias de elevado nivel social; las mujeres de estas familias, por su mayor disponibilidad de bienes, son invitadas frecuente y repetidamente a la actuación de "obras buenas".
A partir de estas indicaciones aparece claramente el intento de asimilación social. Ejemplo para los de fuera, los cristianos buscan ser aceptados plenamente en la vida social. Apreciados en su ambiente, deben rogar por las autoridades a quienes están sometidos.
1.2.2. Estructuración de los ministerios
Hay también una manifiesta preocupación por el "orden eclesial": a tal preocupación se deben las listas en que se mencionan las condiciones del obispo, presbíteros y diáconos y sus deberes respecto a los distintos miembros de la comunidad. Sin embargo, algunas condiciones y deberes son comunes a diversos ministerios. Las mayoría de las condiciones para el diácono coinciden con las del obispo (cf. 1Tm 3,8-13 y 3,1-7) y algunas de las condiciones determinadas para ese cargo no tienen nada de específico frente a ciertos deberes personales (cf. Tt 2,1-10).
Con ello se produce un intento de estructuración de los ministerios eclesiales que, sin embargo, es sólo el comienzo de un proceso que se ha de desarrollar en un tiempo posterior. La situación que refleja este momento histórico es, sin duda, precedente a la de las Cartas de Ignacio de Antioquía. Todo lleva a pensar en la tercera generación cristiana, probablemente entre el 80 y 100.
1.3. El ambiente sincretista
Un examen de los adversarios, a los que estas cartas llamadas Pastorales combaten, nos informa del ambiente sincretista en que las comunidades cristianas tienen que desarrollar su vida y su misión. Dichos adversarios o falsos maestros son presentados en un doble nivel: teórico y práctico, continuamente entremezclados.
A nivel teórico nos encontramos con doctrinas alternativas, que están unidas a mitos y genealogías interminables, fábulas profanas y cuentos de viejas (1Tim 4,7). Entre los defensores de estas doctrinas parecen encontrarse algunos que piensan que la escatología se ha realizado: la resurrección ya ha acontecido. Por el contrario, en lo práctico, la imagen no es muy clara: el ascetismo rígido de algunos aparece frecuentemente mencionado junto a la corrupción y laxismo moral de otros.
Aunque hay coincidencia con ciertos pensamientos clásicos del judaísmo helenístico de la Diáspora, estas epístolas reflejan las preocupaciones de un ámbito donde se entrecruzan especulaciones mitológicas y prácticas ascéticas, tendencias dualísticas mezcladas, a veces, con un rigorismo ético y, otras, con una excesiva libertad de costumbres.
La comparación de los falsos maestros con Jannés y Jambrés (2Tm 3,8) y su pretensión de "ser maestros de la Ley" (1Tm 1,7) hace pensar que nos encontramos ante un sincretismo judío, teñido de un cierto pregnosticismo, y que es atestiguado en otros ambientes judíos por otros documentos de la misma época.
En este clima "gnóstico", la propagación de cultos orientales se une a un gusto desmedido por la especulación que seduce al pensamiento religioso. Este clima se encontraba presente por doquier pero era particularmente vivo, según el testimonio de Colosenses (cf. Col 2,8.16-23), en la provincia de Asia que tiene a Éfeso como capital. A este mismo tipo de errores parece atender el autor del Apocalipsis con sus Cartas.
El manifiesto interés por los cristianos de Éfeso (2 Tm 1,15-18) y la toponimia de las Pastorales, en que se mencionan lugares como Tróada, Mileto y Creta, situados en el ámbito de influencia y dependientes en muchos aspectos de aquella urbe, apuntan a esa zona como lugar de producción de estos escritos.
2. NIVEL LITERARIO: El lenguaje
2.1. Listas de deberes:
2.1.1. Familiares
Llaman la atención las numerosas listas de deberes que han sido consignadas en estas epístolas (cf. 1Tm 6,1-2; Tt 2,2-10; 3,1-3). Entendemos por tales aquellos elencos que puntualizan los deberes de la vida doméstica y de las relaciones del individuo con los que lo rodean. Una tal enumeración refleja un profundo interés por la organización familiar y, en orden a ayudar a su organización, echa mano de normas de la filosofía estoica empleadas en las escuelas de retórica que ya habían sido "canonizadas" por la ética judeohelenística como se refleja en textos de Filón y Flavio Josefo.
2.1.2. Comunitarios
Íntimamente conexos con los anteriores están los catálogos de deberes profesionales que nos transmiten las mismas epístolas. Aquellos trataban de los deberes exigidos para la actuación en la propia casa, aquí se trata de los deberes exigidos para la actuación en "la casa de Dios". En la Carta a Tito, como vimos, se mezclan el catálogo de los deberes del obispo con los deberes particulares y domésticos. Entre otros, encontramos dieciséis cualidades requeridas para el candidato al episcopado (1Tm 3,2-7); trece para los presbíteros y el epíscopo (Tt 1,6-9), once para los diáconos de ambos sexos (1Tm 3,8-12) y seis obras buenas necesarias para que las viudas puedan ser incluidas en la Iglesia (1Tm 5,9-10).
Estas cualidades y deberes son bastante semejantes a las consignadas en los decretos, edictos y ordenanzas que se publicaban como cartas circulares por parte de la administración imperial, lo que queda manifiesto si las comparamos, por ejemplo, con el catálogo exigido al strategós. Las instrucciones y disposiciones necesarias a los responsables para guiar las comunidades cristianas son muchas veces comunes con las de los responsables de la sociedad imperial.
2.2. Vocabulario
2.2.1. Aprender, enseñanza, verdad, depósito.
El objeto del aprendizaje es, fundamentalmente, la enseñanza eclesial: "persevera en lo que aprendiste" (2Tm 3,14) "aprendan en silencio" (1Tm 2,11); pero también las prácticas ligadas a esta enseñanza: "practicar los deberes de piedad" (1Tm 5,4), "sobresalir en la práctica de las buenas obras" (Tt 3,14), o contrarias a ella: "estando ociosas, aprenden a ir de casa en casa (1Tm 5,13). En 2Tm 3,7 se condena el aprender que no llega a su término: "siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento".
El autor contrapone las "enseñanzas diabólicas" (1Tm 4,1) a la "enseñanza de Dios nuestro Salvador" (Tt 2,10; 1Tm 6,1). Ésta ha sido constante preocupación de Pablo en su actuación (2Tm 3,10) y merece, así mismo, toda la atención de los dirigentes comunitarios (1Tm 4,13; 5,17), que de ella deben alimentarse (1Tm 4,6) y por la que deben velar (1Tm 4, 16). Toda enseñanza que con ella se conforma puede ser calificada de "sana" (1Tm 1,10; Tt 2,1) o "buena" (1Tm 4,6) y es "conforme a la piedad" (1Tm 6,3).
En Tt 1,1 aparece como tarea de Pablo la de "llevar a los escogidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdad". Este "conocimiento de la verdad" es una preocupación típica de las Pastorales que se consigna en 1Tm 2,4; 4,3; 2Tm 2,25; 3,7. Frente a aquellos que están "privados de la verdad" (1Tm 6,5), que "se han desviado de la verdad" (2Tm 2,18), que "se oponen a la verdad" (2Tm 3,8) o "se apartan de la verdad" (Tt 1,14; 2Tm 4,4), Pablo ha sido constituido "maestro en la verdad" (1Tim 2,7) y aconseja a su discípulo Timoteo que sea "fiel distribuidor de la Palabra de verdad" (2Tm 2,15). Se trata de una Palabra de verdad que solamente puede encontrarse en "la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad" (1Tim 3,15).
El autor suple el vocablo "tradición", término preferido en el epistolario de indiscutida autoría paulina, por "depósito". Éste siempre aparece unido al verbo guardar: a Timoteo se dice "guarda el (buen) depósito" (1Tm 6,20; 2Tm 1,14) y se está convencido de que Dios guardará el propio "depósito hasta ese Día" (2 Tm 1,12).
2.2.2. "Estar al frente de la casa"
Con el vocablo "casa" se quiere indicar una familia concreta: se habla de "casa de Onesíforo" (2Tm 1,16; 4,19), de "su propia casa" (1Tm 3,4.5.12; 5,4), de "casas enteras" (Tt 1,11). Sin embargo, el término adquiere su significación más singular cuando es aplicado a la Iglesia en la expresión "casa de Dios" (1Tim 3,15).
Junto al término anterior, la preocupación del gobierno familiar y eclesial se manifiesta con el frecuente uso del "estar al frente", expresión aplicada a ambas realidades (1Tm 3,4.5.12). Este "estar al frente" es también función de los presbíteros (1Tm 5,17) y es exigido a los creyentes "en la práctica de las buenas obras" (Tt 3,8.14).
3. NIVEL TEOLÓGICO: Estructuración del anuncio
3.1. Necesidad y límites
Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1Tm 2,4). Con esta afirmación se quiere presentar la intención y objetivo fundamentales que dan origen a las Cartas Pastorales: a través del acceso al conocimiento pleno de la verdad el autor trata de hacer llegar a todos los hombres la salvación.
En esta acción salvífica, el título de Salvador se aplica indistintamente a Dios mismo y a Cristo Jesús. De Dios mismo se dice en 1Tm 1,1; 2,3; Tt 1,3; 2,10; 3,4; a Cristo Jesús se refieren del mismo modo 2Tm 1,10; Tt 1,4; 2,13; 3,6.
Esta salvación se realiza a través de las epifanías de Jesús, único Mediador (1Tm 2,5). La primera epifanía hace referencia a la actuación histórica de Jesús en el pasado, la segunda indica la venida que ha de realizarse en el futuro. De esta forma, la tensión que, en la primera generación de la comunidades paulinas, estaba totalmente vuelta hacia el futuro, recibe una cierta atenuación.
La existencia cristiana transcurre entre esa doble epifanía, entre el pasado ya realizado y el futuro a realizarse y se desarrolla en un presente concebido como prolongación de la primera epifanía mediante la proclamación del Evangelio.
La Iglesia es, en la concepción de las Pastorales, el lugar donde se tiene acceso a la experiencia de la epifanía de Dios en Jesucristo. Su función principal consiste en asegurar la continuidad y la autenticidad de la primera epifanía, lo que ella realiza a través de su enseñanza. De esta forma, la Iglesia aparece como una comunidad que prepara a la segunda epifanía.
La larga duración de este tiempo intermedio, supuesta en las Pastorales, hace necesaria una cuidadosa atención sobre el "depósito" recibido en orden a evitar adulteraciones y errores en una época en que pululaban los falsos maestros que encontraban un campo propicio en la agitación de los espíritus de ese tiempo.
Una eclesiología de este tipo tiene la virtud de asegurar la autenticidad de la enseñanza originada en la primera epifanía y recibida de ella tal como consta en el Evangelio y en "toda Escritura" que "es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia" (2Tm 3,16).
Pero, por otra parte, hay un evidente intento de adecuación a la realidad del entorno social que lleva a la Iglesia a perder parte del ímpetu de la primera generación cristiana.
El modo de asegurar la continuidad asume también las virtudes y defectos de la sociedad patriarcal que rodea a la Iglesia y que hace emerger la autoridad indiscutida del varón en el ámbito familiar. Este esquema social de una autoridad indiscutida del varón, trasladado al ámbito de la Iglesia, casa de Dios (1Tm 3,15), da como resultado una Iglesia capaz de asegurar su unidad a través del tiempo pero que no escapa al peligro de dejar de lado el empuje creativo de sus orígenes.
A pesar de la continuación del ambiente de marginación de la existencia cristiana respecto a la vida pública imperial, se procura asumir sus categorías: se transfieren a Jesús y a Dios los rasgos propios del culto imperial ya que éste es "el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los Reyes y el Señor de los señores" (1Tm 6,15) y los valores del ethos imperial llevan a privilegiar virtudes como la "piedad", la "dignidad" y la "prudencia".
Por otra parte, en las notas definitorias típicas de la existencia cristiana, se produce un cambio significativo: la esperanza desaparece casi totalmente del horizonte, y la fe y el amor se conciben como comportamientos éticos que pueden servir también para la integración del cristiano en la vida pública y social.
3.2. Los ministerios
El intento de asimilación es también un elemento determinante en la intensa búsqueda de organización de los ministerios en la Iglesia. Las antiguas funciones y carismas tienden a ser organizados conforme a la vida de familia ya que se trata de organizar la Casa de Dios (1Tm 3,15), cuya construcción hay que continuar y cuyo fundamento ha sido colocado por Dios (2Tm 2,19).
Se reconoce de esta forma la diversidad carismática ya que se afirma que "en una casa grande no hay solamente utensilios de oro y plata, sino también de madera y de barro" (2Tm 2,20). Sin embargo, la referencia a la familia patriarcal hace que el acento recaiga sobre los ministerios que se refieren al "estar al frente" de la Casa.
Para este "estar al frente" son requeridas al "administrador de Dios" (Tt 1,7) principalmente las condiciones generales requeridas al buen padre de familia. Sus dotes de conducción son el fundamento ineludible para desempeñar bien los cargos de epíscopo/presbítero y de diácono "pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?" (1Tm 3,5).
El "estar al frente" patriarcal justifica la preocupación por la formación/enseñanza familiar. La figura de Pablo a la que se recurre asume la nueva característica de "maestro de los gentiles en la fe y la verdad" (1Tm 2,7; cf. 2Tm 1,11).
Desde la importancia asignada a este ministerio se comprende que la función de sus seguidores sea expresada en términos de transmisión de lo que se ha recibido: "Si tú enseñas estas cosas a los hermanos, serás un buen ministro de Cristo Jesús, alimentado con las palabras de la fe y de la buena doctrina" (1Tm 4,6).
Esta capacidad de enseñar es así el núcleo organizador de la transmisión del Evangelio en una cadena en que, a través de Pablo, se transmite el don espiritual a Timoteo y Tito y, después, de ellos a los varios ministerios de la Iglesia.
Tres ministerios son considerados: el epíscopo, que como jefe de la
comunidad debe ser el responsable de la transmisión fiel de la enseñanza y el representante natural de la Iglesia delante de la sociedad no-cristiana; los presbíteros, que agrupados en un Colegio (1Tm 4,14), colaboran con aquél; los diáconos, cuya función, sin embargo, no aparece descrita en su especificidad.
Se desprende de todo ello que los ministerios surgen de la necesidad de la "edificación" de la Iglesia, Casa de Dios. En su definición y ordenamiento se recurre a los modelos sociales preexistentes en la sociedad civil.
La teología de los ministerios en la Iglesia, de la que depende la transmisión del depósito, de la verdad, de la enseñanza y del pleno conocimiento, ha tomado en cuenta en su origen, y debe seguir teniendo presente hoy, esas referencias "sociales naturales" para la conformación de los mismos. Por tanto, se hace ineludible el tener en cuenta los "nuevos modelos sociales naturales", tanto en el ejercicio de los ministerios mencionados y originados en las Pastorales, cuanto en el nacimiento de nuevos ministerios que puedan responder a nuevas exigencias sociales o de la misma comunidad eclesial.
De esta forma, las Pastorales representan la legítima respuesta exigida ante el problema ineludible que plantea la duración eclesial y la necesidad de hacer presente en un mundo fluctuante el Evangelio de Jesús, que corre el riesgo de ser adulterado debido a la confusión producida por la multiplicidad de ofertas religiosas hechas a los hombres en un mundo en cambio.
Sin embargo, en el interlocutor privilegiado del diálogo (la sociedad patriarcal greco-romana) reside la flaqueza del mismo diálogo: los mecanismos empleados sirven para una integración social, pero oscurecen los ministerios anteriores existentes. La concentración en torno al jefe familiar unifica los carismas pero con ello se corre el riesgo de hacerles perder su originalidad. Dones como el profetismo de la primera comunidad, al ser situados en el nuevo contexto institucional, pueden perder su mordiente y, de esa manera, limitar el campo de la acción del Espíritu en la Iglesia. Existe el peligro de comprender carisma y don del Espíritu como realidades ligadas indisolublemente a la acción del que está al frente de la comunidad, unión que podrían insinuar algunas afirmaciones de las pastorales que parecen asociar en demasía "carisma", "intervención profética" e "imposición de las manos del colegio de presbíteros" (cf. 1Tm 4,14).
3.3. El rol de la mujer en la Iglesia
De este interlocutor privilegiado del diálogo (la sociedad patriarcal greco-romana) surge una imagen ambigua del rol de la mujer en la Iglesia. Por un lado, hablando de los diákonos se dice: "Las mujeres igualmente deben ser dignas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo" (1Tm 3,11) y, por tanto, se las presenta como candidatas a la diakonía, capaces de desempeñar una función pública en la dirección de la Casa de Dios.
Sin embargo, en consonancia con el contexto patriarcal, se impide a la mujer abandonar su rol subordinado al hombre: "porque Adán fue formado primero y Eva en segundo lugar. Y el engañado no fue Adán, sino la mujer" (1Tm 2,13-14a). Esta subordinación impide su acceso a la enseñanza frente al sexo masculino y lleva a concebir su función en exclusivo ordenamiento a la maternidad.
Este juicio peyorativo de la mujer se acrecienta en las Pastorales debido al peligro que podían representar ciertas mujeres para la "verdad" y la "sana doctrina" dando apoyo a los "falsos maestros".
Podemos describir el perfil de estas mujeres del modo siguiente: se trata, en primer lugar, de viudas jóvenes ya que el autor pone sumo cuidado en describir las condiciones de verdadera viudez en orden a impedir a algunas mujeres el acceso a dicho estado: "La que de verdad es viuda... Descarta, en cambio, a las viudas jóvenes" (1Tm 5,5.11).
En segundo lugar, parece tratarse de mujeres recién convertidas, obligadas todavía a participar de la "instrucción", que deberían oír "en silencio y con toda sumisión" (1Tm 2,11b), y deseosas, por otra parte, de novedades ya "que siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad" (2Tm 3,7).
La forma de vestir, contrapuesta a la recomendación de que las mujeres "vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia" (1Tm 2,9), indica que ellas poseían una holgada situación económica, con posibilidad de acceso al "oro o perlas o vestidos costosos" (ibid.). De su situación económica derivaba la atención que a ellas dedicaban los falsos maestros, de quienes se afirma que: "se introducen en las casas y conquistan a mujerzuelas cargadas de pecado y agitadas por toda clase de pasiones" (2Tm 3,6).
Esta interconexión entre mujeres y falsos maestros puede disminuir la dureza de las afirmaciones del autor de las Pastorales sobre la mujer en 1Tim 2,9-15. Ellas no tienen por objeto la mujer en general sino un grupo determinado de mujeres que buscan "enseñar y dominar" (1Tm 2,12) y abandonaban su propia familia (1Tm 5,8), andando "de casa en casa" (1Tm 5,13). El descuido de sus deberes familiares hace que "no sólo están ociosas, sino que se vuelven también charlatanas y entrometidas hablando de lo que no deben" (ibid.)
La afirmación "se salvará por su maternidad" (1Tm 2,15), en la que ésta aparece como rol indispensable y exclusivo exigido a la mujer para su salvación, debe entenderse en el marco de la referencia a los "espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas" (1Tim 4,1) de los que "prohíben el matrimonio" (1Tm 4,3) y está dirigida principalmente a aquella viudas jóvenes que se adherían a este rigorismo ético de los falsos maestros.
La mujer, en la visión del autor de las Pastorales, tiene acceso a la instrucción y la posibilidad de acceso a los ministerios. Sin embargo, el ámbito natural de la enseñanza era "la casa" conforme al modelo típico de la sociedad greco-romana.
Este modelo en que las mujeres, al igual que esclavos y niños, dependen del responsable en la conducción ofrece una imagen de la mujer que no expresa adecuadamente la totalidad del mensaje evangélico sobre ella.
CLAVE CLARETIANA
MANTENER VIVO EL CARISMA MISIONERO
Mantener vivo el carisma misionero es el gran desafío y la gran responsabilidad de la Congregación. Todos los dinamismos de gobierno, formación y animación tienden a ello. El proceso de renovación que la Congregación ha llevado a cabo durante los últimos años ha tenido como eje la misión (CPR 2) y ha intentado infundir un nuevo aliento a todos los ámbitos de la vida de los claretianos desde ella.
La lectura de las cartas que se proponen en este tema nos alerta sobre la necesidad de la vigilancia para que el paso del tiempo, la tendencia a acomodarse al medio ambiente o el interés por asegurar la continuidad de la institución no apaguen el fuego del carisma.
El P. Fundador se refiere continuamente a la necesidad de mantener vivo el "celo misionero", de acuerdo a un modo de hablar de su tiempo (cf., por ejemplo, el librito que él escribió "Avisos a un sacerdote"). La invitación a fomentar el sentido de intuición, disponibilidad y catolicidad, que nos hacen las Constituciones (CC 48), se mueve en la misma línea. Es bueno releer, a partir de las cartas paulinas y de la experiencia de la primera comunidad cristiana, lo que nos dice el XX Capítulo General "Será preciso insistir en que la revisión (de nuestro apostolado y de las estructuras a través de las que se ejerce) no nace de un inútil deseo de cambio, sino de un intento serio de coherencia de nuestro ser misionero y de realismo ante los desafíos de nuestro mundo" (CPR 77).
CLAVE SITUACIONAL
1. Ante los nuevos modelos socio-culturales. Asumir los modelos de la sociedad civil en la organización de los ministerios y en todo el funcionamiento eclesial, expone a la Iglesia a los límites de tales modelos y a la ambigüedad en los cambios. Esto marcó la situación eclesial reflejada en las "cartas pastorales". ¿Cómo vemos, bajo este aspecto, el momento actual de la Iglesia desde nuestro lugar de misión? Nunca ha de ahorrarse la Iglesia el diálogo con la sociedad y las culturas. Ha de ser sensible a los cambios de modelos socio-culturales, sin ahorrarse tampoco el discernimiento desde la inspiración original del Evangelio del Reino, a fin de no depositar "el vino nuevo en odres viejos", ni en nuevos envases que desvirtúen su "sabor a Evangelio". Y hoy la sensibilidad histórica, el diálogo y el discernimiento han de agilizarse, pues ya no vivimos en "una época de cambios" sino en "un cambio de época" y los cambios se profundizan y se hacen globales además de acelerarse. En concreto, ¿de qué manera habrían de afectar a la organización y funcionamiento de la Iglesia y de nuestra misión los cambios que modifican las costumbres en los ambientes humanos de nuestra misión? En coherencia con el Evangelio, ¿qué cambios urgentes nos piden los nuevos modelos socio-culturales?
2. Tiempo de nuevas ofertas y demandas religiosas. De forma más universal y compleja que en tiempo de las "cartas pastorales", parecen llegar hoy a todas partes oleadas de nuevas expectativas, búsquedas, demandas religiosas y de sentido humano. Hay nuevas ofertas y demandas; nuevos movimientos, caminos, espiritualidades, sectas y éticas... No en todas partes habrá lo mismo. Puede variar por continentes, países, zonas, sectores o barrios en las grandes urbes; y por clases y generaciones, culturas, religiones o creencias, así como por otras situaciones y problemas como las necesidades económicas, sicológicas, etc... Las variantes tienen suma importancia, pues lo que nos interesa ahora es la apreciación de cada claretiano y de cada comunidad en su propio territorio pastoral: en las situaciones y ambientes de cada lugar concreto de nuestra misión, ¿hay nuevas ofertas y/o nuevas demandas religiosas o espirituales..? ¿Cuáles son las novedades más extendidas e influyentes, y qué desafíos plantean a las tareas de nuestra misión?
3. Los ministerios en esta hora de los laicos. Cambian los paradigmas; cambian de lugar las gentes en migraciones sin fin, y se alteran los gustos y las costumbres; cambian los modelos socio-culturales y las necesidades vitales... En esta "movilidad" acelerada y múltiple, se dan nuevas situaciones y necesidades a las que los ministerios eclesiales no responden. Y pueden ser bastantes las necesidades permanentes (en diferentes culturas y situaciones) para las que nunca hubo ministerios en la Iglesia; viejas necesidades que permanecen "nuevas"... Nuevos procesos misioneros y pastorales deberían abrirse. Nuevos ministerios podrían crearse para tantas necesidades desatendidas... Y "la hora de los laicos", tantas veces decretada oficialmente en la Iglesia, sigue a la espera... ¿Cuáles son en ambas cosas (ministerios y laicos) las situaciones actuales de nuestra Iglesia local y de nuestra comunidad claretiana? Concretemos para dar un paso adelante: en nuestros lugares de misión y en sus entornos humanos, ¿qué nuevas situaciones y necesidades, y qué necesidades permanentes, merecen algún proceso pastoral nuevo y algún nuevo ministerio..? También, ¿qué potencial de formación y participación de laicos/as no estamos asumiendo e impulsando suficientemente?
4. Sobre el rol de las mujeres hoy en la Iglesia. Independientemente de que algunas alusiones de las "cartas pastorales" tengan o no eco en ciertas presencias femeninas actuales, ha cambiado la conciencia del rol de la mujer en la Iglesia. El mundo supera los límites socio-culturales de entonces. Se globaliza la irrupción de las mujeres como sujeto histórico, personal y colectivo, en todos los ámbitos de la vida social. Sin embargo, son rígidos los dogmas y esquemas que marginan a la mujer en culturas, religiones y costumbres, que afectan aún a un alto porcentaje de la población mundial. Y se hace necesario articular el conocimiento de las tendencias globales, con la visión de las costumbres vigentes en los entornos cercanos a nuestra práctica pastoral. En los contextos humanos del lugar de nuestra misión, hemos de mirar de cerca cómo están ahora los esquemas y costumbres socio-culturales sobre los roles de la mujer en la comunidad familiar y civil y en la comunidad religiosa. ¿Están pidiendo esos esquemas y costumbres mayores roles de las mujeres en la organización y la actividad de la comunidad cristiana? ¿Puede el Evangelio del Reino de Dios dinamizar y enriquecer esas costumbres y esquemas socio-culturales?... Sobre todo eso, ¿qué vemos en nuestra Iglesia local, y cómo está la práctica real de nuestra Congregación, ante todo en nuestra Provincia y en nuestra comunidad?
CLAVE EXISTENCIAL
1. Síntesis vitales. Cada claretiano vea (personalmente y con su comunidad) si equilibra su existencia misionera con las debidas síntesis vitales: por ejemplo, entre enseñar y testificar; entre ortodoxia y ortopraxis; entre institución y libertad profética...
2. En sintonía con el carisma. Como misionero claretiano, Hijo del Corazón de María, ¿qué resonancias vitales tiene en mí eso de que "la Palabra de Dios no está encadenada"?
3. Ante los cambios. Que "no hemos recibido un espíritu de miedo, sino de fortaleza, amor y sabiduría" (2 Tm 1,7) cabe aplicarlo a diversos objetivos, entre ellos la asimilación de los cambios que nos piden cambiar esquemas y costumbres pastorales. ¿Qué actitud existencial tomo yo ante esos cambios? Y ¿qué espíritu veo en mi comunidad claretiana a ese respecto? ¿Cultivamos la creatividad de nuestro carisma?
4. Los laicos y la mujer. ¿Cómo vivo existencialmente la promoción y participación de laicos y laicas en nuestros ministerios? Y ¿cómo veo en esto a mi comunidad claretiana?
5. Participación comunitaria. En mi iglesia local o en mi comunidad cristiana, y en mi propia comunidad claretiana, ¿funciona un esquema familiar fraterno y parcitipativo o el esquema patriarcal? ¿En qué medida contribuyo yo a que funcione uno u otro esquema?
ENCUENTRO COMUNITARIO
1. Oración o canto inicial.
2. Lectura de la Palabra de Dios: 2Tm 2,8-21
3. Diálogo sobre el TEMA IX en sus distintas claves. (Tener presentes las preguntas formuladas dentro de las pistas que se ofrecen para las claves situacional y existencial).
4. Oración de acción de gracias o de intercesión.
5. Canto final