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INTRODUCCION A LA LECTURA DEL GÉNESIS 1-11
1

UNA CLAVE PARA COMPRENDER LA HISTORIA Y RECONSTRUIR LA VIDA: RECREAR UNA SOCIEDAD ESTRUCTURALMENTE ARRUINADA.PLANTEAMIENTOS SOCIALES DE GENESIS 1-11 1

1. UBICACION DEL PROBLEMA DE GENESIS 1-11 2

1.1. La interpretación tradicional de Génesis 1-11 2

1.1.1. La herencia recibida 2

1.2. El problema que plantea el mito. 2

1.2.1. ¿Qué uso hace Israel de los mitos? 2

1.3. Un nuevo sentido de Génesis 1-11 3

1.3.1. ¿Unos relatos históricos, o una relectura de la historia? 3

1.3.2. Las verdades permanentes que siempre hay que respetar. 4

1.3.3. Principios que le dan a Gn 1-11 la posibilidad de ser reinterpretado 4

2. NIVEL LITERARIO 7

2.1. El origen literario de Génesis 1-11 7

2.1.1 Lo que piensan los especialistas 7

2.2. Las fuentes del Pentateuco 7

2.2.1. Las distintas visiones de la historia 7

2.2.2. Presencia de estas tradiciones o visiones en Gn 1-11 8

3. NIVEL HISTORICO 8

3.1. Necesidad de buscar el contexto histórico de Gn 1-11 8

3.1.1. Regresar al pasado para comprender el presente. 9

3.1.2. La conformación de la nación (s. 13º-11º) 9

3.1.3. El tiempo de la retribalización. 10

3.1.4. El tiempo de la monarquía unida 10

3.1.5. La división del reino del Norte (Reino de Israel). 11

3.1.6. El fracaso del Reino del Sur (Reino de Judá). 12

3.3. Ahondando en la gran crisis del Reino del Sur 12

2.3.1. La desolación de la propia patria 13

3.3.2. La situación en el destierro 13

3.3.3. La situación en general 13

3.4. Recuperar la capacidad de interrogarse 14

3.4.1. La idea heredada sobre la retribución 14

3.4.2. El interrogante básico recaía sobre Dios 14

3.4.3. Después de Dios, hay que interrogar la religión 14

3.4.4. Interrogar la propia historia, desde la derrota 14

3.4.5. La urgencia de reinterpretar la historia 15

3.4.6. El gran cambio del pensamiento teológico 15

3.5. Conclusión: Gn 1-11 una clave para comprender la Historia y reconstruir la Vida 15

3.5.1. Superar un primer peligro: doblegarse ante el mal... 15

3.5.2. Superar un segundo peligro: la falsa ilusión de la intervención directa de Dios. 16

3.5.3. El único camino cierto: reconocer la responsabilidad del Ser Humano. 16

3.5.4. Solución: hacer pensar al pueblo y lograr que programe un futuro de justicia... 16

INTRODUCCION A LA LECTURA DEL GÉNESIS 1-11


UNA CLAVE PARA COMPRENDER LA HISTORIA Y RECONSTRUIR LA VIDA: RECREAR UNA SOCIEDAD ESTRUCTURALMENTE ARRUINADA.PLANTEAMIENTOS SOCIALES DE GENESIS 1-11



1. UBICACION DEL PROBLEMA DE GENESIS 1-11


1.1. La interpretación tradicional de Génesis 1-11


1.1.1. La herencia recibida


 

 

 

La herencia de los mitos y sus significado. Desde niños nos enseñaron a ver en los once primeros capítulos de Génesis una especie de prehistoria bíblica. Esto significó para nosotros tener argumentos de revelación para explicarnos la existencia del mundo, de la naturaleza, de los animales, del hombre y de la mujer. ¿Acaso los pueblos del Próximo Oriente -contexto histórico de Israel- no habían hecho lo mismo? ¿No están sus culturas llenas de mitos sobre el origen del mundo y del ser humano? ¿Por qué Israel debía ser la excepción? No podemos negarles verdad a estos argumentos. Pero la lógica de los mismos debe llevarnos a otras posibles conclusiones. Es cierto que los pueblos de los que Israel toma su origen tienen mitos de creación. También es cierto que Israel los conoció y hasta los empleó. Pero quedan varias preguntas por responder: ¿Hizo Israel el mismo uso de dichos mitos que los pueblos vecinos? ¿Quiso con ellos explicarse el origen o creación del mundo? ¿Estamos seguros que los pueblos distintos a Israel querían explicarse el origen del mundo con sus mitos de origen? ¿No podían también ellos tener otros fines diferentes?


 

 

 

La capacidad de recrear la herencia recibida. Es cierto que no debemos hacer de Israel un pueblo diferente a los demás pueblos del Oriente Próximo. No le neguemos, pues, a Israel la posibilidad de creer en mitos. Pero tampoco le neguemos su capacidad evolutiva simbólica, que lo posibilita para seguir utilizando mitos antiguos y recargarlos de nuevos contenidos, cambiándoles el referente. Hay un hecho sobresaliente en Israel: a pesar de haber sido un pueblo compuesto de gente de muchas otras culturas y religiones, a pesar de haber pasado del politeísmo al monoteísmo, no quiso privarse del uso de sus mitos originales. Los siguió usando, pero retocándolos, quitándoles los datos que creía contrarios a su nueva realidad y añadiéndole nuevas cosas a través de las cuales pretendía expresar los nuevos conceptos a que había llegado. Cuando se analizan concienzudamente los mitos bíblicos, encontramos datos que demuestran que hubo mitos retocados varias veces, en distintas épocas, según el momento social o espiritual por el que estaba pasando el pueblo.


1.2. El problema que plantea el mito.


1.2.1. ¿Qué uso hace Israel de los mitos?


 

Para poder responder a satisfacción los interrogantes que plantea el uso del mito en Israel, debemos, pues, recordar no sólo qué es un mito de creación, sino también qué uso hace Israel de estos mitos. El problema no es sólo afirmar que Israel tiene y utiliza los mitos de creación. Lo importante es saber qué uso hace Israel de dichos mitos, en qué momentos los emplea y para qué. En el por qué y para qué del mito está su clave. Si esto no se tiene claro, el mito queda prácticamente cerrado a su verdadera comprensión. Por lo mismo, tengamos en cuenta:

- Mito de creación -para Israel, lo mismo que para cualquier pueblo- es el relato que trata de explicar el sentido profundo que tiene para un grupo su momento original.

 

- El momento original de un grupo no es necesariamente el momento primero en el tiempo cronológico. Además de un tiempo cuantitativo existe un tiempo cualitativo. Esta distinción en los tiempos nos lleva a hacer precisiones como éstas: se puede pensar el origen del mundo, del hombre, de la mujer, de cada pueblo etc., no sólo como el momento en que comienza su existencia física, sino también como el momento en que se es consciente de su existencia, o en el momento en que su existencia adquiere un nuevo sentido social o religioso etc. etc.

 

- No todos los pueblos leen de una misma manera el momento que ellos juzgan original para su grupo. Todo depende de sus condiciones socio-históricas y socio-políticas, socio-culturales y socio-religiosas. Son demasiados los factores que pueden modificar el sentido de la historia de un grupo o de un pueblo.

 

- Los relatos de origen obedecen siempre a los problemas o interrogantes que el grupo interesado se esté haciendo frente a su propia historia, o frente a su propio ser.

 

- Lo que el grupo interesado busca en el empleo del mito es darle sentido a la historia que está viviendo, reforzándola o corrigiéndola. De todas maneras, el propósito fundamental de un mito es relacionarlo con la historia del grupo.

- Por lo tanto, el mito se escribe desde la historia que se está viviendo. No al contrario. Nunca un pueblo escribe un mito teórico para, a partir del mismo, comenzar a vivir su historia. El mito pertenece a la misma historia que se vive y trata de darle o buscarle su sentido más hondo.

- Según todo lo anterior, la imagen de Dios, de mundo y de ser humano que presenta Gn 1-11, obedece a lo que Israel, a lo largo de su historia había ido descubriendo acerca de Dios, del mundo y del ser humano. Las ideas del mito no son tesis de las cuales hay que deducir dogmas, sino vida, historia, convicciones y deducciones existenciales convertidas en relato, buscando dar a las mismas coherencia y profundidad.

 

- El mito, por su misma dinámica simbólica, facilita poder expresar las realidades más íntimas, más profundas, más difíciles, más indecibles que el ser humano encuentra en su historia. Entender un mito al pie de la letra es despojarlo de su misma razón de ser que es adentrarse en el significado de las cosas y no retratar las cosas en sí mismas.

 

- Los pueblos del Próximo Oriente, los grupos o las tribus de las cuales se configuró Israel, tuvieron sus propios mitos de creación, compuestos a partir de la visión que ellos tenían del mundo y del papel que ellos querían que su grupo tuviera en la historia. Un mito, en este sentido, no es una tesis del pasado, sino una explicación del presente, un intento de definición de realidades inasibles, una expresión de los sentimientos y deseos más íntimos y secretos, un anhelo del alma de todo un pueblo, un proyecto de vida.

 

- Israel, por su configuración socio-cultural, tiene a su disposición los mitos más variados. Tiene tantos cuantos contactos y raíces tenga en relación a otros pueblos. Por lo mismo, Israel conoció muchos mitos. Más aún, puesto que Israel tenía pluralidad de origen (tribus diferentes que se unieron por largos procesos de alianzas), era apenas lógico que tuviera a su disposición pluralidad de mitos de creación o mitos de origen, según la procedencia de los diversos grupos que lo conformaban.


1.3. Un nuevo sentido de Génesis 1-11


1.3.1. ¿Unos relatos históricos, o una relectura de la historia?


Por lo mismo, buscamos interpretar Gn 1-11, tratando de encontrar el punto existencial que hizo que unos relatos de creación ya existentes fueran corregidos, adaptados y releídos desde la situación existencial en que los grupos se encontraban. No nos interesa, por lo mismo, leer los mitos de Gn 1-11 en su situación original previa a Israel, sino leerlos como parte de una nueva realidad, de un nuevo pueblo llamado Israel, que fue descubriendo, poco a poco, su verdadero papel en la Historia. Al ir cambiando los grupos su contexto original, tuvieron también que ir revisando sus mitos de origen para darles el nuevo sentido que la historia le estaba asignando a los grupos que ahora configuraban la nueva realidad llamada Israel. Lo que la Biblia, pues, nos ha trasmitido no son los mitos originales de cada grupo, sino las adaptaciones de los mismos a lo largo de la historia.


1.3.2. Las verdades permanentes que siempre hay que respetar.


Nos proponemos, por lo tanto, reubicar los viejos mitos de Gn 1-11 (de origen babilónico, sumerio, acádico, cananeo o egipcio, etc.) en el nuevo contexto que recibieron dentro de Israel. Esto le va a dar a los textos un sentido novedoso, que puede chocar con la sensibilidad religiosa que hemos heredado. Lo importante es que en el texto bíblico sigamos encontrando a Dios creador, al mundo criatura y al hombre hijo de esta madre tierra pero al mismo tiempo imagen de su Creador. Esto no lo negaremos nunca, aunque propongamos un sentido diferente en cada mito. Este proceso lo haremos, respetando todas las interpretaciones que de Gn 1-11 se han dado y enseñado, a lo largo de la historia de la exégesis. Lo importante es que el lector encuentre lógica entre los instrumentos hermenéuticos de que hoy disponemos (que no son los mismos de la historia pasada) y la exégesis y explicación que aquí proponemos.


1.3.3. Principios que le dan a Gn 1-11 la posibilidad de ser reinterpretado


 

Queremos poner en resumen, con el propósito de iluminarlos a lo largo de este breve comentario, los principios que permiten pensar en una relectura histórico-teológica de los once primeros capítulos del Génesis, diferente a la que escuchamos cuando éramos niños.


 

 

 

a) El tiempo de la redacción final de Génesis. Génesis, como todo el Pentateuco, es el resultado de una mezcla de corrientes de pensamiento que incorpora tanto elementos antiguos, posiblemente recopilados y transmitidos por tradición oral desde el tiempo de la monarquía unida (s. 11º-10º, tiempo de la conformación de la tradición “J”), como elementos nuevos, pertenecientes al pensamiento sacerdotal del destierro y del posdestierro (s. 6º-5º, tiempo de la conformación de la tradición “P”). Por lo mismo, Génesis 1-11 recibió en el tiempo del destierro la redacción que hoy nos presenta. Dicho tiempo está caracterizado como el período más crítico de toda la historia de Israel. En este tiempo se hizo imperiosa la necesidad de reconstruir la esperanza del pueblo que se encontraba totalmente destruido, tanto en lo físico como en lo moral, tanto en lo económico como en lo político, y tanto en lo religioso como en lo ideológico.


 

 

 

b) La gran crisis del s. 6º aec. Esta destrucción tenía nombres propios: Yahvéh, el Dios de los oprimidos de Egipto y Canaán, estaba ahora cuestionado, como el Dios perdedor frente a los dioses de los Imperios poderosos que habían ido destruyendo a los israelitas, tanto a los del Reino del Norte, como a los del Reino del Sur... La dinastía davídica, heredera de las promesas de Dios, había desaparecido... Jerusalén, la montaña sagrada, sitio del descanso de Dios, estaba destruida... El Templo, lugar de la presencia de Dios, estaba incendiado... La Ley, depósito de la voluntad de Dios, había quedado inutilizada por la imposibilidad de cumplir sus preceptos... Todas las instituciones más sagradas del pueblo estaban cuestionadas, pues no se les veía su valor y habían sido inútiles frente al poderoso invasor y destructor...


c) Reinterpretar la historia en tensión dialéctica. Puesto que la destrucción era más grave en lo moral que en lo físico, la reconstrucción debía ser más urgente en lo espiritual. Se trataba nada menos que de reconstruir la esperanza del pueblo. Y, como en otras ocasiones, aquí jugaba un papel decisivo la literatura religiosa, pues era a través de ella -de su uso en el culto del templo y en las reuniones sinagogales- como se solía tocar y reconstruir la conciencia del pueblo. Israel, a lo largo de la historia, había sido un abanderado de la Palabra. Era, pues, indispensable darle al pueblo una relectura de los hechos que lo tenían sumergido en la crisis existencial más grande de toda su historia. Los ejemplos de relectura de la historia que tenemos de Israel, consisten en reinterpretar la historia vivida a partir de unos parámetros socio-religiosos e histórico-teológicos, pensados todos ellos en forma dialéctica: de elección y rechazo, de alianza y ruptura, de fe e infidelidad, de gracia y pecado, de justicia e injusticia etc.


 

 

 

d) Una relectura a base de análisis social. Con estos parámetros, y bajo los efectos de la destrucción, Israel acometió la tarea de reconstruir la esperanza del pueblo. Lo hizo presentándole una relectura de la historia en la que quedaban claras las causas del mal que estaban padeciendo en ese momento. Por eso, supo ligar personajes y sucesos y supo ver las causas que los relacionaban. Uno a uno, a los grandes personajes de la Historia los vio así:

- A un Dios libre de toda responsabilidad del mal que estaban sufriendo...

- A unos padres que, por causa de su terrenalidad, no habían dejado de ser pecadores...

 

- A unas estructuras sociales que habían manejado el poder en beneficio de sus intereses...

- A una descendencia que no había sabido ser libre, sino que se había aliado con los grupos de poder que había ido encontrando en su historia...

- A un pueblo que, a pesar de haber sido elegido por Dios, no había sido siempre fiel a su vocación en favor de la vida...

- A unas naciones poderosas que se habían aprovechado de los pueblos pequeños, como Israel, para chuparles su sangre...

- A unas estructuras religiosas que, en vez de ser libres y servir a Dios en justicia, se habían aliado con los poderosos y habían terminado traicionando al pueblo...


 

 

 

f) La responsabilidad de todos frente al mal. Es por esta razón que la relectura de la historia que termina haciendo Israel es una relectura en la que la gracia no oculta el pecado, en la que el amor de Dios no destruye la libertad del ser humano y en la que la elección no significa alcahuetería. El pueblo recibe esta gran verdad: todos son responsables del mal que están sufriendo, ya que todos han pecado. Pero, sobre todo, era urgente señalarle al pueblo las raíces del mal, de la destrucción y de la muerte, no tanto para que el pueblo adquiriera una noción acertada del papel de Dios, de la libertad y de la propia responsabilidad en la historia, sino principalmente para que la historia pasada de injusticia, de dolor y de muerte no se volviera a repetir.


g) La raíz fundamental del mal: el egoísmo. Por eso creemos que la posición más audaz del Pentateuco y, en particular del Génesis, fue la de haberse atrevido a señalar, sin titubeos, que la causa del mal en la creación era el egoísmo o la tendencia que siempre ha tenido el ser humano de atraparlo todo, en favor de sus propios intereses. El papel que juegan aquí los once primeros capítulos del Génesis es trascendental. Estos once primeros capítulos vienen a constituirse como la introducción a este tipo de relectura de la historia, que tiene como fin hacer que Israel conozca, a base de relatos tradicionales y de géneros literarios nuevos, las causas del mal en el mundo.


h) Gn 1-11 no es una prehistoria. Por eso, apenas es lógico pensar que Gn 1-11, como introducción que es a este tipo de relectura de la historia, participe de las tesis que van a configurar dicha historia. Por eso no debe sorprendernos que estos once primeros capítulos sean una especie de clave para comprender toda la historia que sigue después de ellos. Entender así estos primeros capítulos nos lleva a barrer con la idea de que Gn 1-11 sea una prehistoria. Frente al libro del Génesis antes se nos argumentaba así: si Gn 12 (que comienza a narrarnos la historia de Abraham), puede ser datado cerca de unos dos mil años aec., los capítulos anteriores deben referirse a esa historia anterior que existe entre la aparición de este santo patriarca y el primer hombre. Es decir, Gn 1-11 se refieren a la prehistoria humana. Esta idea, retomada por cada generación de científicos, ha dejado en ridículo las tesis de Gn 1-11 sobre el origen del universo, de la vida en general y del ser humano en particular. Si nos es tan difícil reconstruir la memoria histórica de insignificantes dos mil años (del tiempo de Abraham a Jesús), ¿con qué argumentos legítimos podremos reconstruir la memoria de más de dos millones de años (fecha del origen del ser humano) y de más de quince mil millones de años (fecha aproximada del origen del mundo)? ¿Podremos recurrir a la revelación -haciendo de ella un comodín- para justificar nuestras lecturas literales del texto bíblico?


i) La intención de Gn 1-11: cómo entender la causa de la derrota o del mal sufrido. Lo más lógico, pues, es darle a Gn 1-11 el valor de introducción a una relectura de la historia de Israel, destinada a aleccionar al pueblo sobre las causas de su derrota. En este sentido, estos primeros capítulos de toda la Biblia toman una trascendencia inesperada. Porque en ellos descubrimos -como lo probaremos más adelante- la clave para entender la presencia del mal en la historia. Capítulo tras capítulo nos van apareciendo, a base de mitos, principios como éstos:

 

- Dios no es el responsable del mal en el mundo, porque él le entregó al ser humano un “bueno”, para que lo administrara (Gn 1).

 

- El responsable del mal en el mundo es el ser humano, por las siguientes razones:

 

- Por dejarse dominar de las tendencias atrapadoras de su terrenalidad, que lo asemeja a los animales, sin permitirle al espíritu que lo inhabita actuar en favor de su humanización (Gn 2).

 

- Por poner como norma suprema de conducta sus intereses, sin aceptar la norma de Dios (Gn 3).

 

- Por unirse en la historia a los grupos de poder que matan al hermano, como lo hizo Caín, por causa de sus propios intereses (Gn 4).

 

- Por ser infiel a la vocación en favor de la vida, lo cual trae siempre su propio castigo (Gn 5-9).

 

- Por dominar a otros grupos humanos menos fuertes, cuando se llega a ser nación poderosa en la historia (Gn 10).

 

- Finalmente, por ligar la estructura religiosa a los intereses de las estructuras políticas y económicas (Gn 11).


 

 

 

i) Una clave para interpretar toda la historia. Por lo mismo, Gn 1-11 adquiere una nueva función: ser la clave para interpretar toda la historia y ser una maravillosa introducción a la relectura de la historia que recibe una nueva luz, a partir de estos principios que, por venir bajo el ropaje mítico, no siempre han sido comprendidos en toda su profundidad. Aquí los mitos juegan un papel trascendental. No saber tratarlos o no llegar a comprenderlos, nos dejará siempre a mitad de camino.


j) Conocer el momento o contexto histórico en que Gn 1-11 fue redactado. La gran conclusión a la que queremos llegar, con todas las reflexiones anteriores, es la siguiente: si los once primeros capítulos de Génesis son una introducción o clave de la relectura de la historia de Israel hasta el s. 5º, esto significa que para comprender dichos capítulos necesitamos comprender el contexto histórico que los provoca. Si no se parte de la situación histórica del s. 5º, momento de la revisión y redacción definitiva del Pentateuco, no comprenderemos nunca su verdadera dimensión. Ellos son respuesta a la situación concreta de destrucción en que se encontraba el pueblo.


k) Saber ligar el presente con el pasado que lo genera. Pero esta destrucción, a su vez era producto -¡óigase bien!- de un proceso que había comenzado desde el tiempo de la primera monarquía, cuando Israel cambió de sistema social: se pasó del sistema comunitario que le daba derechos por igual a todas las familias, al sistema tributario que sólo les daba derechos a unos pocos: a la dinastía reinante y a las estructuras económicas, políticas y religiosas que la sostenían. Si no se tiene en cuenta el sistema social que está en el fondo de la historia, no se comprenderán nunca las causas del desastre de Israel. Es precisamente frente a las estructuras sociales injustas que Gn 1-11 toma posición. Porque -lo probaremos hasta la saciedad- son dichas estructuras de injusticia, gobernadas por el egoísmo, las responsables del mal en el mundo y, por lo tanto en Israel.


l) El papel del mito. Para expresar esta injusticia radical del mundo en sus estructuras, los sabios de Israel escogieron el lenguaje mítico en los llamados mitos de origen, porque el egoísmo es precisamente la herencia original innata del ser humano, que no se separa de él y que le va a exigir conversión permanente, no sólo a lo largo de una vida o de una generación, sino a través de toda la historia.


m) Nuestra posición frente al mito. Este principio nos sirve para clarificar y concretar la posición más correcta que debemos tener frente al mito bíblico:

 

- No se puede negar que Gn 1-11 utilizó mitos y que estos mitos eran muy antiguos. El contenido de casi todos ellos aparece en diversas literaturas religiosas del Oriente Medio. Además, la mayoría de ellos están en relatos que pertenecen a la tradición “J”, el pensamiento más antiguo de Israel.

 

- Dichos mitos -ya lo hemos dicho- pueden ser tan antiguos y tan variados como los grupos que dieron origen a Israel. No olvidemos que en un pueblo, aunque haya cambios de principios religiosos, tiende a no destruir su herencia y su esquema mental simbólica, de la cual hacen parte importante sus mitos, usos y costumbres. Un mito difícilmente se destruye; más bien evoluciona o se transforma.

 

- Por lo mismo, se trata de mitos antiguos que, a lo largo de la historia de Israel, pudieron ser retocados una y otra vez, conforme el pueblo iba clarificando su fe en Yahvéh. Sabemos por la historia que la fe en Yahvéh estuvo sometida a una evolución constante de clarificación, exigencias y formulación. El estudio de la religión israelita, comparado por épocas, le da razón a esta afirmación. El mito, casi por definición, tiene una dinámica dialógica: no llega a ser plenamente comprendido si no es a base de los principios teológicos y sociales dominantes, pero al mismo tiempo ilumina, profundiza y hace conocer dichos principios en toda su profundidad.


 

 

 

n) Recrear y adaptar lo antiguo a lo nuevo. Para concluir, queremos insistir en esta idea: nuestra tesis no significa destrucción de los mitos, o suposición de que ellos apenas nacen en este tiempo: no, los mitos antiguos, releídos en un contexto nuevo, reciben y dan una nueva luz a la historia a la que son aplicados. No se trata, pues de un proceso de creación de mitos de origen en pleno s. 6º aec., sino de recreación y aplicación de lo antiguo a lo nuevo.



2. NIVEL LITERARIO


2.1. El origen literario de Génesis 1-11


2.1.1 Lo que piensan los especialistas


 

 

 

Hay buscar el contexto más adecuado de Gn 1-11. En relación al origen literario del libro del Génesis, los especialistas en la materia nos dicen lo siguiente:

 

- No pensemos nunca que, por aparecer primero en la Biblia, el libro del Génesis fue el primer libro escrito. Las partes más antiguas de la Biblia no son libros, sino poemas, o cantos, o fragmentos de leyes o cosas parecidas, que se encuentran en otras partes de la Biblia y no precisamente en los primeros capítulos del Génesis.

 

- Tampoco es necesario que pensemos que el libro del Génesis está de primero por tener relatos de la creación del mundo. Aunque contenga relatos de creación -cosa innegable- hay que preguntarse si dichos relatos están en servicio de otra u otras ideas. En su momento retomaremos este planteamiento.

- El Pentateuco (= “los cinco depósitos” que contenían los cinco libros que constituían la Toráh y el primero de los cuales es el libro del Génesis) fue compuesto -en la forma en que actualmente lo conocemos- en torno al s. 6º-5º aec.

- La redacción final del Pentateuco (por lo mismo del Génesis), muestra una mezcla inmensa de tradiciones teológicas, algunas de ellas muy antiguas, como la tradición Yahvista (“J”) configurada en torno al s. 10º aec., con motivo del afianzamiento de la monarquía davídica; algo de la tradición Elohista (“E”), creada en torno al s. 9º aec., con motivo de la creación del Reino del Norte (Israel), muy contrario al Reino del Sur (Judá); y, sobre todo, mucho de la tradición Presbiteral o Sacerdotal (“P”), originada en torno al s. 6º-5º aec., después de la destrucción del Reino de Judá.

 

- La configuración literaria definitiva del Génesis obedece, pues, a planteamientos sociales, culturales y teológicos del tiempo del destierro. Es aquí, en definitiva, donde hay que poner la mirada para poder entender los contenidos teológicos y sociales del Gn 1-11 que hemos recibido y que contienen todas nuestras Biblias.


2.2. Las fuentes del Pentateuco


2.2.1. Las distintas visiones de la historia


Hace dos siglos, la escuela bíblica de la Ilustración planteó sus sospechas sobre la interpretación tradicional del Pentateuco y, de una manera especial, del Génesis. Cualquier lector del Pentateuco se daba cuenta de los frecuentes duplicados, de las repeticiones y contradicciones del texto. Esto mismo ponía en duda que el Pentateuco hubiera tenido un solo autor que, según la enseñanza ordinaria, era el mismo Moisés. Se le aplicó entonces a la historia de Israel el principio de todo pueblo y toda religión: todo grupo humano suele evolucionar en sus ideas y costumbres. El hecho de que Israel, en sus documentos finales de la Ley o Toráh, no presentara unidad en la recopilación de su pensamiento era la mejor señal de que dentro de él había diversas corrientes de interpretación de la historia, corrientes que respondían a una clara evolución de sus principios o creencias y a distintas posiciones o visiones teológicas. En el folleto de introducción al Pentateuco se habló de las cuatro tradiciones o cuatro líneas de pensamiento socio-religioso más notorias en Israel. Ellas son: tradición Yahvista (J); tradición Elohista (E), tradición Deuteronomista (D) y tradición Presbiteral (P).


2.2.2. Presencia de estas tradiciones o visiones en Gn 1-11


Los especialistas en la materia nos presentan, a este propósito, los siguientes datos:

 

 

 

- Presencia del pensamiento “J”: relato sobre el Paraíso (2,4b-25); relato sobre la Caída (3,1-24); relato sobre Caín y Abel (4,1-24); Set y sus descendientes (4,25-26); presencia de Yahvéh en la historia de Noé (5,29); mito sobre las hijos de Dios y las hijas de los hombres (6,1-4); corrupción de la humanidad (6,5-8); algunas secciones del relato del diluvio: datos sobre los preparativos del diluvio (7,1-5.7.10.12.16b); dato sobre la inundación (17b.22-23); datos sobre el fin del diluvio (8,2b-3a.6-12.13b.220-22); relato de Noé y sus hijos (9,18-27; precisiones sobre la descendencia de Jafet (10,1b); precisiones sobre la descendencia de Cam: 10,8-19.21) y sobre la descendencia de Sem (10,24-30); el relato de la Torre de Babel (11,1-9); finalmente, algunas precisiones sobre la familia de Abraham (11,27b-30).

 

 

 

- Presencia del pensamiento “P”: primer relato de la creación (Gn 1,1-2,4a); los patriarcas antediluvianos (5,1-28.30-32); Noé y los preparativos del diluvio (6,9-22; 7,6.11.13-16a.17a.18-21.24); precisiones sobre el fin del diluvio (8,1-2a.3b.-5.13a.14); salida de Noé del arca (8,15-19); datos sobre el orden nuevo del mundo (9,1-17.28-29); precisiones sobre los descendientes de Noé (10,1a.2-7.20.22-23); datos sobre la familia de Abraham (10,31-32); finalmente, datos sobre los patriarcas postdiluvianos (11,10-27a.31-32).

 

 

 

- Ni el pensamiento “E”, ni el “D” tienen presencia directa en los once primeros capítulos del Génesis.



3. NIVEL HISTORICO


 

 

 

Los relatos teológicos o las simplificaciones de la historia. Un mejor estudio histórico, geográfico, arqueológico y antropológico de Israel nos ha hecho cambiar la visión que teníamos del mismo. Hoy nos damos cuenta de que pensar a Israel como el pueblo que nació de una pareja original que se fue multiplicando, a través de mil peripecias y contradicciones, hasta llegar a ser el pueblo numeroso que invadió y conquistó a Canaán, es una interpretación teológica (por lo mismo no histórica) de la tradición o corriente teológica denominada “P” (Presbiteral), propia del siglo 6º-5º aec. Esta visión sacerdotal tenía el interés de simplificar una historia complicada que había comenzado con largos y difíciles procesos de alianza de tribus, grupos, pueblos etc., hasta llegar, en el tiempo de David, a una unión de tribus que antes nunca se había dado. Frente a la imposibilidad de reconstruir una historia tan complicada, a los sabios de Israel del postexilio les pareció que lo mejor era simplificarla, darle unidad y llenarla de sentido teológico. La experiencia de siglos y el talento de los sacerdotes, dedicados por vocación a labores de este género, se puso al servicio de esta causa. A esta idea y a esta tradición tardía de pensamiento corresponde, entre otros, el relato de Gn 1.


3.1. Necesidad de buscar el contexto histórico de Gn 1-11


3.1.1. Regresar al pasado para comprender el presente.


 

 

 

Urge darle un vistazo a la historia. A fin de comprender a Gn 1-11 es necesario conocer su contexto histórico. Es decir, saber qué circunstancias estaba viviendo el pueblo de Israel que lo llevaron a crear estos capítulos. No olvidemos lo dicho anteriormente: si no conocemos el trasfondo social, político, económico y religioso que llevaron a Israel a la catástrofe del s. 6º aec., no llegaremos a comprender los mitos que le leyeron y le explicaron al pueblo el origen de esas raíces pervertidas de la realidad económica, social, política y religiosa que arruinaron a Israel. El libro del Génesis no toca sólo una parte de la historia. Toda la historia queda afectada con sus principios o planteamientos. Por eso, no hay otra alternativa que darle un vistazo a toda la historia de Israel. La lógica de la historia nos hará ver también la lógica de estos capítulos. Lo que sucedió en el s. 6º aec. ya estaba iniciado siglos atrás, cuando Israel permitió que su razón de ser le fuera cambiada. Las grandes etapas de la historia de Israel las podemos resumir así:


3.1.2. La conformación de la nación (s. 13º-11º)


 

 

 

Los hechos: rebelión contra un esquema social generador de injusticia. Sabemos que Israel no nació por multiplicación de una familia que, viniendo desde Adán, llegó hasta Abraham, para multiplicarse milagrosamente hasta llenar a Canaán. Esta interpretación de la tradición “P” tenía la intención de simplificar la historia, descubrir en ella la acción protectora de Dios y darle a Israel elementos teológicos que alimentaran su identidad y le hicieran ser fiel a su destino. Por lo mismo, no es una interpretación que pueda ser despreciada. Sin embargo, lo históricamente cierto es que el nacimiento de Israel se da por un proceso largo y difícil de alianzas, pactos o uniones de tribus. Estos grupos, oprimidos por el sistema tributario egipcio, emprendieron un proceso de liberación, en el cual se sintieron acompañados por su Dios. Este proceso comenzó hacia mediados del s. 13º aec. Se trató de una revolución de los campesinos que se encontraban en Canaán bajo el dominio de las ciudades regidas por reyezuelos o gobernadores controlados por Egipto. Las Cartas de Tell-el-Amarna dan suficiente prueba de este movimiento, liderado por los Hapiru. El grupo de Moisés -cuya liberación de Egipto será el paradigma de todos los éxodos libertarios de ese tiempo- va a aprovechar esta ola de descontento, la va a apoyar y la va a afianzar por medio de la fe en “Yahvéh”, el Dios que está de parte de los esclavos y oprimidos.


 

 

 

Los resultados sociales de este tiempo, que tendrá en cuenta Gn 1-11.Los resultados sociales de este tiempo los podemos recoger en los siguientes puntos:


a) De estas múltiples alianzas fue surgiendo una nación -Israel- cuyo nombre es citado en los documentos egipcios del siglo 13º, aunque no sabemos con qué dimensión social: si se trataba simplemente de una tribu poderosa, o de algo más: del comienzo de una nación que empezaba ya a inquietar.


b) Esta nación era el fruto de pequeñas, pero múltiples derrotas ocasionadas al poder económico, político e ideológico del imperio egipcio, que en ese momento estaba representado por el modelo de “ciudad” cananea, establecido por Egipto en Canaán, y que estaba constituido por los siguientes elementos:

 

- Un poder supremo, absoluto, sin apelación, representado por el rey o Faraón.

 

- Un triple poder que servía, alimentaba, protegía, defendía y justificaba ante el pueblo al poder supremo y sus decisiones. Describamos esta triple estructura :

 

- En primer lugar, existía una estructura militar, compuesta por un ejército profesional de soldados asalariados y de reclutas de guerra seleccionados de entre los grupos humanos conquistados. La fuerza principal del Faraón estaba en el poder de su ejército.

- En segundo lugar, existía una estructura económica que organizaba, recaudaba, controlaba y administraba los tributos que el propio pueblo y los pueblos sometidos debían pagar, tanto en dinero o especies, como en personas.

 

- En tercer lugar, existía una estructura religiosa que apoyaba, bendecía, aprobaba y justificaba ante el pueblo a la monarquía y su sistema. Uno de los instrumentos más poderosos que empleaba era el de convertir al rey en hijo de Dios o en ser divino. De esta manera, lo religioso servía de control sobre cualquier intento revolucionario del pueblo.

 

- Un sistema tributario férreo, inquebrantable y brutal, tanto en especies como en personas y tanto a nivel personal como familiar y grupal.

 

- Un pueblo o pueblos sin derechos, convertidos en siervos o esclavos, de cuyo trabajo y de cuyos excedentes económicos vivía la clase alta o poderosa, en base a la ley de los tributos.


3.1.3. El tiempo de la retribalización.


 

 

 

Los hechos: un sistema comunitario alternativo al egipcio. Las tribus, que bajo el dominio de las ciudades egipcias, habían perdido en gran parte su autonomía, la recobran, comenzando un proceso llamado de “retribalización”, o reconstrucción de sus antiguos valores tribales. Es el tiempo que ordinariamente llamamos de los Jueces, en el cual el Israel tribal trata de vivir una especie de nivelación social. Se trataba de un ideal y un esfuerzo de unidad, de fraternidad, de solidaridad y de igualdad. El valor de este período no estuvo tanto en su duración, como en la calidad de su propuesta, muchas veces confundida y enturbiada por los intereses del egoísmo humano que despertaba en cada nuevo individuo y en cada nueva generación. Tampoco debemos creer que esta experiencia fue algo bajado por inspiración del cielo. Se trató sencillamente del retorno y del afianzamiento de los valores comunitarios vividos por las tribus y que fueron enturbiados o semidestruidos por el sistema de dominio egipcio.


 

 

 

Los resultados sociales de este tiempo, que tendrá en cuenta Gn 1-11. El principal resultado de este proceso de retribalización es el del afianzamiento de un esquema social alternativo al sistema egipcio imperante en Canaán. Las características de este sistema comunitario o tribal, eran las siguientes:

 

- Volver a la autonomía de las tribus, que se gobernaban por medio de sus leyes consuetudinarias o por el respeto a sus tradiciones, y que recibían orientación social a través de sus reuniones de ancianos.

 

- Redistribuir la tierra, que dejaba de ser propiedad del Rey de turno o de sus representantes, para pasar a ser propiedad de las familias. Por medio de esta redistribución de la tierra todos adquirían iguales derechos al trabajo y a la generación de bienes.

 

- Proteger al empobrecido, al necesitado, al oprimido, a la viuda, al huérfano y al forastero, por medio de la administración de la justicia por parte de unos jueces carismáticos (hombres y mujeres), rechazando todo nepotismo.

 

- En caso de necesidad, defenderse mutuamente unas tribus a otras, bajo el principio de “todos defienden a todos”, sin necesidad de crear un ejército permanente, que requeriría para su mantenimiento tributos de bienes y de personas.

 

- Ejercitar el sacerdocio de una manera popular, esparciéndose los ministros a lo largo de todas las tribus, y de todo el territorio, en diversidad de santuarios, sin centralizar el culto.

 

-Mantener la unidad religiosa de todas las tribus en torno a Yahvéh, su alianza y los compromisos morales y sociales que dimanaban de la misma.

 

- Tener como principios sociales la igualdad, la solidaridad y la fraternidad.


3.1.4. El tiempo de la monarquía unida


 

 

 

Los hechos: retorno al sistema social generador de injusticia. La experiencia de la retribalización no pudo afianzarse, debido a intereses internos de familias que se habían convertido en terratenientes cultivadores de la ganadería extensiva (1S 9,1 ss; 11,7 ss), quitándole la tierra a otros; además, el sistema de administración de la justicia popular inaugurado por los jueces, había perdido su fuerza por corrupción interna (1S 8,1 ss); la unidad de las tribus se había resquebrajado (Jc 19-21); Israel estaba siendo atacado en sus fronteras (1S 11,1 ss); los filisteos, desde dentro, amenazaban con ataques cada vez más profundos (1S 13,1 ss); finalmente, los valores comunitarios se fueron debilitando, el pueblo perdió calidad, y las tendencias a captar poder fueron haciendo mella en los acomodados descendientes de la primera revolución. Las condiciones tanto objetivas como subjetivas para el derrumbamiento de la gran experiencia del éxodo, estaban dadas. Se reinauguraba en Israel, para desgracia del movimiento popular de los pobres, el sistema monárquico o tributario.


 

 

 

Consecuencias que se harán palpables en Gn 1-11. Las nefastas consecuencias del restablecimiento de la monarquía no se hicieron esperar:

- Saúl, David y Salomón se encargaron de hacer volver a Israel al viejo esquema de la monarquía, según el otrora odiado modelo de la sociedad faraónico.

 

- La explicación y justificación ante el pueblo de la reimplantación del sistema monárquico, corrió a cargo de la corriente teológica llamada “J” (Yahvista), cuyos principios dejaron huella en la literatura bíblica:

 

- La famosa alianza del Sinaí entre Dios y el pueblo fue suplida por la alianza en Jerusalén entre Dios y el Rey. La alianza deja de ser un compromiso popular.

 

- El rey queda convertido, como los reyes de las otras naciones, en “hijo de Dios”. Nace así la enredada y no limpia “teología de la corona” que aún hoy sigue siendo una cruz para la exégesis y para la espiritualidad cristiana.

- La monarquía no tuvo escrúpulos en hacer creer al pueblo que Dios se comprometía a mantener viva por siempre la dinastía davídica, aunque ésta hiciera lo que quisiera (2S 7,1-29).

 

- Poco a poco y rey tras rey, el sistema monárquico tributario fue afianzándose en Israel, dándole al rey cada vez más poderes y montando las oscuras estructuras que apoyaban su poder: un ejército permanente (con Saúl); una administración con capital centralizada, tipo cananeo, en Jerusalén (con David); y un templo que centralizaría el culto y el sacerdocio (con Salomón).

 

-La nueva monarquía israelita, por propia dinámica, fue manifestando su corrupción y descubrió, en sólo tres líderes (Saúl, David y Salomón), toda la corrupción y opresión de que iba a ser capaz, a lo largo de la historia del Antiguo Testamento, hasta terminar en estos tres fracasos: el de la monarquía unida, que termina el 931 aec.; el del Reino del Norte que terminará el 722 aec.; y el del Reino del Sur, cuyo fin será el 587 aec. Esto es a lo que llamamos la catástrofe o gran crisis del s. 6º.

 

- Debido a sus propios disparates, la monarquía israelita, centralizada en Jerusalén, entró en crisis y fracasó como tal, con la subida al trono de Roboam, heredero del rey Salomón (931 aec.).


3.1.5. La división del reino del Norte (Reino de Israel).


 

 

 

Los hechos: multiplicación del sistema monárquico y de su injusticia. A partir del año 931 aec., las tribus del Norte concretaron su desencanto del reino unido, separándose de la dinastía de David, a la que juzgaban corrupta. No resistieron el sistema tributario impuesto y con Jeroboam emprendieron su propia autonomía. Creyeron que el problema era de personas -incapaces o capaces, corruptas o no corruptas- y no de estructura. Pusieron sus propios reyes, nativos del Norte. Pero la corrupción y la injusticia se hicieron presentes, lo mismo o peor que en el reino del Sur. Testigos de todo esto son los profetas Elías y Eliseo, Amós y Oseas, cuyas denuncias son modélicas frente a la injusticia estructural del estado.


 

 

 

Consecuencias que se harán palpables en Gn 1-11:

 

- Los líderes del Reino del Norte no cambiaron la forma de gobierno en nada substancial, como lo habían creído y prometido. El pueblo siguió bajo la misma injusticia. La corte se baalizó con la incorporación de Jezabel, princesa procedente de Fenicia y familiarizada con la teología de la corona que le otorgaba al rey el derecho supremo en contra de los derechos del pueblo.

 

- Se olvidaron, lo mismo que la dinastía davídica del sur, de la experiencia de la retribalización del tiempo posterior al Éxodo.

- Los dirigentes religiosos explicaron y justificaron ante el pueblo esta división, a través de la corriente de pensamiento “E” (Elohista), que era un esfuerzo por completar y corregir la visión “J” (Yahvista) que favorecía y trataba de justificar la dinastía davídica del Reino del Sur.

- Reyes y cortesanos del Norte repitieron a su modo las estructuras de toda monarquía:

 

- Construyeron su propia capital y su propio templo.

- Implantaron las estructuras militar, económica y religiosa que apoyaban la monarquía.

- Total, repitieron el mismo mal estructural del sur y hasta llegaron a agravarlo.

 

- En solo doscientos años asesinaron a nueve de sus reyes.

- Los pobres cayeron bajo el poder del poderoso, como lo demuestra el relato de la viña de Nabot y los relatos de los ciclos de los profetas Elías y Eliseo (1R 17-21; 2R 1-13).

- Sin embargo, fue en este Reino del Norte donde comenzó a explicitarse, por reacción a tanta injusticia, la corriente de pensamiento “D” (Deuteronomista), caracterizada por sus contenidos y exigencias de justicia.

 

- El Reino del Norte o de Israel desapareció definitivamente el año 722 aec., bajo los Asirios. Parte de su gente cayó en la guerra, parte fue llevada al destierro, parte huyó hacia el reino del Sur y parte se mezcló con los inmigrantes traídos por los asirios. Es cierto que la mayor parte del pueblo quedó en su propia tierra, pero gobernada por Asiria.


3.1.6. El fracaso del Reino del Sur (Reino de Judá).


 

 

 

Los hechos: Dios no se casa con la injusticia. El Reino del Sur interpretó siempre el fracaso del Reino del Norte como un castigo que Dios infligía a éstos por haber renegado de la dinastía davídica (cf. 2R 17). Pero lo cierto era que Jerusalén y sus reyes caminaban también aceleradamente hacia el fracaso, por sus malas políticas, denunciadas por profetas de la categoría de Jeremías. Los profetas hicieron grandes esfuerzos para que Judá escarmentara en cabeza de Israel, pero todo fue inútil. En el Reino del Sur hubo momentos en que se creyó que el rey le iba a dar un cambio al sistema socialmente corrupto de la monarquía. Eran los tiempos de Ezequías (cf. 2R 18-20) y de Josías (cf. 2R 22-23). Sin embargo, el sistema monárquico prosiguió en su maldad estructural y acaeció lo que tenía que acaecer: el Imperio de Babilonia exterminó a Judá (587 aec.). El golpe moral para Judá fue demasiado fuerte. Un pueblo que había interpretado la historia y las profecías siempre en su favor, no podía creer que monarquía, capital, templo y dinastía se derrumbaran en un momento y para siempre.


 

 

 

Consecuencias que se harán palpables en Gn 1-11:

- Asiria y Babilonia fueron los dos imperios que le abrieron mayor herida física y moral a Israel. Asiria destruyó el Reino del Norte (722 aec) y Babilonia destruyó el Reino del Sur (586 aec). Por lo mismo, estos dos imperios le dieron un golpe mortal a las esperanzas político-económicas que el pueblo israelita había alimentado.

- Israel, a lo largo de muchos siglos (desde el s. 11º al s. 6º) había pretendido volver a ser el reino glorioso de David y Salomón. Sin embargo, la historia estaba demostrando que estas esperanzas eran totalmente vanas. El hundimiento del reino de Israel y de Judá no era un acontecimiento cualquiera. Traía para el pueblo y sus estructuras no sólo consecuencias político-económicas, sino también socio-culturales y, sobre todo socio-religiosas.

- El mundo simbólico de Israel quedaba profundamente afectado. La destrucción de sus estructuras vitales -políticas, económicas, ideológicas, culturales- era también una amenaza para su fe y su esperanza.

 

- Principalmente el sacerdocio, que había girado en torno a las estructuras cultuales (templo, rituales de pureza, cumplimiento del culto prescrito por la ley, etc.), con esta destrucción veía afectada profundamente su estructura mental simbólico-religiosa. Por eso no debe extrañarnos que un grupo de estos servidores del templo explicitara su mentalidad cultual en una nueva tradición teológica denominada, tradición “P” (Presbiteral), en la que se trataba de explicar la catástrofe ocurrida por la falta de piedad, de culto y de cumplimiento de la Ley.


3.3. Ahondando en la gran crisis del Reino del Sur


2.3.1. La desolación de la propia patria


Ciudad y templo destruidos. Recojamos algunos datos que reflejan la situación depresiva socio-económica y socio-religiosa en que quedó el pueblo, después de la caída del Reino del Sur. Después de la destrucción de Jerusalén y de su templo en el año 586 aec., la desolación se posesionó del corazón y de las calles y caminos del pueblo. La literatura bíblica lo refleja: “¡Cuán solitaria ha quedado la ciudad, antes tan llena de gente!” (Lm 1,1). El mayor castigo lo sentía el pueblo en el asesinato de su gente indefensa: “Tendidos por las calles se ven jóvenes y ancianos; mis jóvenes y jovencitas cayeron a filo de espada” (Lm 2,21). Los sentimientos religiosos del pueblo quedaron destruidos: “Esparcidas por todas las esquinas están las piedras del santuario” (Lm 4,1).


 

 

 

¿Y los campesinos? La situación del campo era también deprimente: “Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto” (Ag 1,6). Los campesinos habían perdido sus tierras por causa de las invasiones de las naciones vecinas. Los Edomitas se habían establecido en el Sur y los Moabitas y Amonitas se habían tomado las tierras de la Transjordania. Una buena parte del pueblo había tenido que emigrar a las naciones vecinas: a Egipto, Siria, Fenicia y Transjordania no israelita.


3.3.2. La situación en el destierro


 

 

 

Abandonados de Dios... La situación de los desterrados no era mejor. Era dura y casi insostenible: sometidos a trabajos forzados o refugiados en suburbios; acosados por la más grave crisis de identidad y sin derecho a vivir libre y abiertamente su religión y sus principios morales; y, para rematar, con la amenaza permanente de muerte o de castigos, si no reconocían el poder divino del rey extranjero de turno. Por otra parte, muchos de esos mismos desterrados estaban corriendo el peligro de adaptarse al sistema opresor, perdiendo de esta forma el deseo de regresar a la patria. Llegaron a creerse totalmente abandonados de Dios (Is 40,27; 49,14).


3.3.3. La situación en general


 

 

 

La destrucción de las mediaciones. Las mediaciones religiosas más sagradas habían quedado profanadas, destruidas y cuestionadas: el templo, residencia de Dios; el sacerdocio animador de la fe del pueblo; el sistema templario de sacrificios y ofrendas; los rituales de purificación y de acción de gracias; las fiestas que giraban en torno al templo... Las instituciones políticas también habían quedado destruidas y desacreditadas: Jerusalén, confluencia de los poderes económico, político, militar, ideológico y religioso; la Dinastía Davídica, objeto de grandes profecías y bendiciones; los gobernantes y comerciantes, élites siempre unidas bajo intereses económicos...


La humillación de los de dentro. El desastre era total. Las tribus del Norte, parte de cuyos habitantes al caer su Reino en el 721 aec. se habían refugiado en el Reino del Sur, con la caída de éste, perdieron su último apoyo. El Reino del Sur, que había considerado como un castigo la caída del Reino del Norte, quedó en el mismo nivel moral que su hermano: castigado y desaprobado por Dios. En general, los que se habían quedado en Palestina pasaban por una situación humillante: sin derecho a su culto, sin derecho a sus propios gobernantes, pagando tributos a extranjeros, dominados por los mismos que los habían destruido.


 

 

 

La gran amenaza a la identidad. Era natural que todo lo anterior llevara al pueblo a cuestionarse acerca de su identidad y también acerca de su misma existencia. Aunque sea años más tarde, el libro de los Macabeos nos recuerda la tragedia interior que ocurre en los momentos de crisis institucional, y que pudo empezar a ocurrir en la época que comentamos: se cuestionó la fidelidad guardada, que parecía algo inútil y sin sentido, para entregarse a nuevos amores y nuevas experiencias donde se creía que estaba el futuro (1M 1,11-14). Y en muchos israelitas pudo haber nacido, ya desde entonces, la tentación que el mismo libro de los Macabeos recogerá para el tiempo de la derrota cultural que infringirá el helenismo a algunos: quitar de su cuerpo toda señal de circuncisión, todo signo de pertenencia y de identidad judía (1M 1,15).


3.4. Recuperar la capacidad de interrogarse


3.4.1. La idea heredada sobre la retribución


 

 

 

El abandono de Dios. El principio teológico que en la vida práctica orientó a Israel, hasta el tiempo del destierro, era el de que el éxito en la vida significaba aprobación o bendición de Dios, mientras el fracaso indicaba su reprobación o castigo. Por lo mismo, el fracaso nacido de la destrucción de los dos reinos, significaba para la mayoría del pueblo castigo y abandono de Dios. En el alma de todos los israelitas nacieron entonces interrogantes que les hicieron repensar todos sus principios teológicos y morales y el valor de la historia vivida hasta entonces. Cada interrogante llevaba debajo una sospecha. Frente a las ruinas de Jerusalén y del templo, frente al destierro, frente al fracaso de las instituciones más sagradas, era apenas natural que en los derrotados naciera esta gran sospecha: quizás la historia pasada no había sido otra cosa que una gran equivocación.


3.4.2. El interrogante básico recaía sobre Dios


 

 

 

La historia llevaba a sospechar de Dios... Los primeros interrogantes -las primeras sospechas- tenían que ser acerca del mismo Dios. Dios había hecho una Alianza con Israel, al que había llamado su pueblo, “al que Él había adquirido y rescatado y hecho tribu de su heredad” (Sal 74,2). Y este pueblo ahora se encontraba en manos de otros amos que lo esclavizaban. ¿Sería que Yahvéh había perdido su fuerza? Yahvéh había hecho alianza con la casa de David a la que le había prometido estabilidad eterna (2S 7,16). Sin embargo, la dinastía de David estaba derrotada, y prácticamente aniquilada, su último descendiente se encontraba encarcelado y en el destierro. ¿Sería que Yahvéh no era fiel? Siglos atrás, cuando Israel había sido sacado por Yahvéh de Egipto, el pueblo había entendido que se trataba de una lucha entre Yahvéh y los dioses de Egipto (Ex 12,12), lucha que Yahvéh había entonces ganado. Pero ahora parecía que los dioses extranjeros le habían ganado la batalla a Yahvéh. ¿Se trataba de un Dios envejecido?


3.4.3. Después de Dios, hay que interrogar la religión


 

 

 

El fracaso llevó a sospechar de la religión... Israel había afianzado su identidad, desarrollando la conciencia de que él era el adorador del Dios Yahvéh y de que su misión era hacerlo conocer en la tierra. Pero ahora ya Israel no existía como nación y sus creencias y su palabra habían perdido credibilidad por la derrota. ¿Qué nación haría ahora el papel que le correspondía hacer a Israel? La liberación de Egipto, había sido el punto de partida de una serie de liberaciones que, a lo largo de su historia, habían afianzado en Israel su identidad de pueblo de Dios. Ahora esa religión, que había celebrado tantas liberaciones, se encontraba oficialmente derrotada, desprestigiada. Cualquiera sospecharía de su valor. La religión israelita había hecho nacer instituciones de gran valor histórico: ley, templo, culto, sacrificios, por una parte... Alianza, goelazgo, nivelación social, por otra parte. Estas instituciones se encontraban ahora destruidas y el opresor no permitía reconstruirlas. Si se podía sobrevivir sin ellas, se podía sospechar de su valor...


3.4.4. Interrogar la propia historia, desde la derrota


 

 

 

Sospechar de los propios valores... Como todo grupo humano, Israel había construido su historia en torno a sus líderes. Ahora estos animadores del pueblo habían sido deportados. Israel se encontraba prácticamente sin rey y sin príncipes, sin sacerdocio, sin artesanos, sin los líderes tradicionales que animaran la organización popular. Israel debía arreglárselas sin estas fuerzas tradicionales y sin ellas debía seguir construyendo su historia. La fe de Israel había alimentado la resistencia frente a tantos momentos de crisis vividos durante siglos. Ahora el pueblo ya no quería resistir más y parecía que esto le quitaba todo el valor a la fe hasta entonces heredada y vivida. Yahvéh les había enseñado a todos que él era el Dios de los esclavos, de los oprimidos, de los explotados, de los empobrecidos. Y precisamente ahora era esta clase de gente la principal víctima del extranjero, como si Yahvéh hubiera renegado de su definición original. Eran muchos los mártires que Israel había puesto por defender su identidad religiosa a lo largo del Antiguo Testamento. Y todo este martirio se les presentaba ahora inútil. Ya no valía la pena seguir poniendo mártires sin verle ningún fruto a tanto martirio.


3.4.5. La urgencia de reinterpretar la historia


Descubrir nuevas razones para vivir. Podemos decir que el mal, bajo todas sus formas de dolor, se había encarnizado en el pueblo. Esto lo sentían todos aquellos que en Palestina, o en el destierro, o en la diáspora, conservaban alguna luz de esperanza. Todos ellos se dieron cuenta de que había que reinterpretar la historia frente a los últimos fracasos vividos por el pueblo. Había que dar explicación de la existencia del mal, había que descubrir nuevas razones para vivir, creer y esperar. Por eso podemos decir que la razón de ser de los escritos del Antiguo Testamento, de la Biblia, era darle razones al hombre frente al mal, esa realidad que lo acosaba, lo cuestionaba y lo amenazaba con destruirlo en cualquier momento de la historia.


3.4.6. El gran cambio del pensamiento teológico


 

 

 

En busca del Dios original. En los siglos 6º-5º aec. se da un cambio fundamental en la teología de Israel. Se cuestiona la forma tradicional de pensar el pecado, el premio y el castigo. Nacen así unas nuevas relaciones con Dios, y, por lo mismo, una nueva religión. Lo más importante -para algunos lo más grave- era que la dirigencia política israelita, por intereses de poder, había ido perdiendo la idea original de Yahvéh como Dios de los sin poder, y se había ido fabricando un Dios a su antojo. Por lo mismo, se había creado un Dios falso, que no correspondía al Dios verdadero, al Dios del nacimiento del pueblo, al Dios del Exodo. La historia se había encargado de demostrar la falsedad de ese nuevo dios de Israel. Y esta destrucción del dios falso había que aceptarla, para volver a creer en el Dios original.


3.5. Conclusión: Gn 1-11 una clave para comprender la Historia y reconstruir la Vida


3.5.1. Superar un primer peligro: doblegarse ante el mal...


 

La dura realidad del Israel derrotado queda reflejada en estas palabras de Ezequiel: “Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros”(37,11). Aquí se recogen las quejas y reclamos de la comunidad. “Se han secado nuestros huesos” expresaba la dura realidad de quienes, habiendo sido amos y señores en su tierra, eran ahora esclavos. Se trataba de una clase social llena antes de privilegios, y ahora “rebajada”: el destierro los convertía en clase social de siervos que tenían que refugiarse o en trabajos del campo, o en esos otros oficios que hace todo exilado que vive en ciudad y que termina arrinconado en la periferia de la gran urbe. En realidad, pasar de señor a siervo era una realidad muy dura. La palabra desterrado en sí misma lleva la fuerza del que ha sido arrebatado de su tierra, un expulsado de la misma por la fuerza. El que antes tenía un sitio propio donde vivir y trabajar, queda ahora convertido en un desarraigado que no sabe dónde terminará viviendo, dónde acabará trabajando.


3.5.2. Superar un segundo peligro: la falsa ilusión de la intervención directa de Dios.


Tanto los desterrados como los empobrecidos o arruinados de Palestina podían caer en el peligro de la falsa ilusión: creer que todo se iba a arreglar por un milagro de Dios. El punto de partida profético frente al destierro era que había que tomarlo en serio; que el pueblo no debía pensar que Yahvéh iba a arreglar las cosas prontamente; que era una falsa ilusión creer que Dios se hubiera comprometido a ciegas con la casa de David, sin importarle la injusticia que esta casa cometiera; que no se podía pensar a Dios como un alcahuete de la opresión; que era la injusticia de todo el pueblo la que imposibilitaba el cumplimiento de las promesas. El peligro de la falsa ilusión era creerse hijo de Dios por derecho, sin responsabilidad alguna. Era difícil digerir -como también lo es hoy- la relación existente entre gracia y responsabilidad, entre elección de parte de Dios y sentimiento de privilegio de parte del elegido, entre libertad de Dios y obligatoriedad de sus promesas, entre fidelidad de Dios e injusticia humana, entre promesa y cumplimiento.


3.5.3. El único camino cierto: reconocer la responsabilidad del Ser Humano.


 

Lo único cierto para la conciencia profética era que jamás Dios se casaría con la injusticia de un grupo, sólo porque había de por medio una palabra de protección y supervivencia. Según la posición que se tome, así mismo será la reacción frente a la calamidad por la que atraviesa el pueblo. Había un grupo que estaba confiado en que todo era pasajero y que las cosas volverían a su cauce normal, sin ninguna exigencia de conversión. Un verdadero profeta no podía contemporizar con esta posición. Por eso Ezequiel enfrentaba a quienes pensaban así (12,21-28). El problema del destierro era el de la fidelidad de Dios. La posición de Ezequiel, profeta del destierro, era clara: hay que tomar en serio el castigo que se vino encima. El hundimiento del pueblo no era asunto de sólo fidelidad de Dios, sino de responsabilidad de todos frente a la injusticia. Frente a la conciencia infatuada de muchos que se creían una institución indestructible, Ezequiel reexamina la historia y hasta llega a corregir las promesas anteriores hechas en favor de la monarquía. Reformula las profecías mesiánicas, porque sencillamente lo anunciado no se ha cumplido (34,23-24). ¿Se equivocó Yahvéh, se equivocó el profeta anterior que las pronunció? ¿Qué responsabilidad tiene el Ser Humano, tiene Israel, tienen las naciones poderosas y tienen las instituciones, incluida la religiosa, por su falta de práctica de la justicia?


3.5.4. Solución: hacer pensar al pueblo y lograr que programe un futuro de justicia...


Cuando alguien cree vanamente en promesas de Dios que no exigen conversión, su posición frente a la calamidad es de entrega, de pasividad, de derrotismo. Para esta clase de personas toda la culpa la tiene Dios, que no hace nada por el pueblo, que no escucha las oraciones de los oprimidos. En cambio, cuando alguien acepta su responsabilidad y la de su institución en los fracasos de la historia, su preocupación es corregirlos, cambiar, destruir el pasado generador de injusticia y reconstruirse sobre un futuro totalmente nuevo. Estas eran las intenciones del redactor del Génesis. Lo que en la crisis del s. 6º aec. le hacía falta al pueblo, era analizar la historia: ver que su presente de derrota estaba en su pasado de injusticia... Conocer que el mal, el dolor y la muerte habían sido generados por las estructuras de injusticia que estaban en manos del ser humano... Convencerse de que sólo cambiando dichas estructuras podría nacer una sociedad nueva... Releer su historia descubriendo en ella las estructuras de egoísmo que causan el mal, para así no repetir en el futuro la misma historia de muerte... Sólo presentando una clave de lectura de la historia, se podía hacer pensar con seriedad al pueblo. Y sólo con una clave de lectura de la historia se puede planear un futuro nuevo, alternativo al mundo de injusticia vivido en el pasado.




.....Escuela Bíblica Dabar Elohim - Parroquia de Ntra. Sra. de Chiquinquirá - Cl 45 30-62 - Tel 3795319 - 3184301 - Barranquilla - Colombia
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